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Las misiones y las visitas

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Al llegar las primeras expediciones a esta península, ya venían religiosos en ellas. La expedición que culminó con la muerte de Fortún Jiménez y sus amotinados traía dos sacerdotes Franciscanos, los cuales desembarcó en las costas de Jalisco antes de poner su nave con rumbo a nuestra península (sin saber que existía). Hernán Cortés traía consigo a por lo menos un fraile franciscano con el cual se intentó la primera evangelización con los californios. Sin embargo, el proceso de conversión de los naturales de esta tierra nunca fue sencillo, como veremos en párrafos posteriores.

Al arribar a este puerto de la Santa Cruz, el explorador Isidro de Atondo y Antillón, lo acompañaban dos sacerdotes jesuitas: Eusebio Francisco Kino y Pedro Matías Goñi, los cuales de inmediato procedieron a iniciar la evangelización de los gentiles. Para tal fin intentaron establecer relación con los habitantes de la ensenada, pero debido su carácter hostil y a la actitud desdeñosa de los españoles les fue muy difícil. Cuando meses después reanudan su trabajo en el Real de San Bruno, tienen mejor suerte con los pobladores de estas tierras y empiezan a catequizar y bautizar. Lamentablemente, después de casi dos años de arduos trabajos no logran que este enclave fuera autosustentable por lo que lo abandonan y regresan definitivamente al macizo continental.

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Cuando en el año de 1697 se inicia la epopeya encabezada por Juan María de Salvatierra al fundar la Misión y Real Presidio de Loreto, se continúa el trabajo de evangelización que quedara suspendido un poco más de 10 años antes. El sistema utilizado por los jesuitas para iniciar con esta labor fue el método de “misiones y reducciones”. De acuerdo a un artículo de Joseph P. Sánchez titulado: La importancia de las misiones coloniales españolas en nuestra historia nacional y nuestro patrimonio común con España, México y América Latina, las misiones “servían como agencias de la Iglesia y el Estado para difundir la fe a los nativos y también para apaciguarlos para los propósitos estatales”. Los sacerdotes que laboraban en estos sitios eran conocidos como: misioneros.

Una vez que un misionero seleccionaba un sitio para establecer una misión, iniciaba con la convocatoria de los naturales que habitaban en los alrededores, a veces a cientos de kilómetros para que se reunieran periódicamente en estos centros y recibieran la doctrina o catecismo religioso. A esta forma de concentrar a los naturales en la misión se le llamó “reducción”. Una de las estrategias más utilizadas por los misioneros para convencer a los nativos de ir con ellos, era hacer largas exploraciones a los sitios más poblados de los alrededores del templo y ganarse la confianza de los gentiles por medio de regalos de alimento o baratijas, cuchillos y cacles (especie de sandalias). En ocasiones, estos recorridos les llevaban meses enteros y en ellos recorrían grandes distancias, pero al final valía la pena, ya que por un lado conocían la geografía de esa zona y por otro lado convencían a cientos de californios para que acudieran a la misión.

Sin embargo, en ocasiones el territorio que abarcaba una misión era tan vasto que debían establecerse unas especies de capillas o “visitaciones” las cuales eran templos pequeños, ubicados, por lo general, en parajes donde vivían numerosos nativos o bien que quedaba en una distancia equidistante de diferentes rancherías (comunidades de californios). Estos templos permanecían abandonados la mayor parte del año y solamente en ciertas fiestas o días seleccionados por el misionero, los visitaba y oficiaba misas, casamientos, bautismo. Usualmente, de entre los naturales más comprometidos y con una excelente memoria del catecismo, que además pertenecía a alguna de las rancherías de las visitaciones, se le hacía volver a estos sitios para que en ausencia del misionero, pero con su venia, impartiera la doctrina a sus iguales. Con lo anterior garantizaban la evangelización de los gentiles, y la fidelidad a la religión, por parte de los neófitos, mientras el misionero titular regresaba a este sitio.

Algunas de las visitaciones que existieron, y de algunas sobreviven sus ruinas, son: Santa Rosalía, visita de San Francisco Javier; en un principio San Juan Bautista Londó fue visita de Loreto; Santa María de Begoña, visita de Loreto, Comondú Viejo, que quedó como visita de San José de Comondú en su nueva ubicación; San pablo, fue visita de San Francisco Javier; Todos Santos, fue visita de la Misión de La Paz; Los Dolores del Norte, fue una visita de San Ignacio Kadakaamán; San Juan Nepomuceno y Santa María Magdalena, fueron visitas de la Misión de San Luis Gonzaga Chiriyaqui; y San Juan de Dios, fue visita de San Fernando Vellicatá.

Al igual que los templos misionales, aun existen vestigios de las capillas de visitación, los cuales están diseminados en diferentes partes de la península, como un valioso recuerdo de una época ya pasada pero que está en la memoria de los hijos de California.

Bibliografía

La Importancia de las Misiones Coloniales Españolas en Nuestra Historia Nacional y Nuestro Patrimonio Común con España, México y América Latina – Joseph P. Sánchez.

Misioneros Jesuitas En Baja California – Antonio Ponce Aguilar

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La Secretaría de Cultura, el FONCA, el SNCA y la carabina de Ambrosio

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La estructura del Conaculta salinista sigue intacto en la Secretaría de Cultura en los tiempos de la 4T. Existe aún una enorme red de compadrazgos, complicidades, cacicazgos, sicariatos culturales y grupos de la vieja élite que siguen incrustados dentro de sus oficinas y organigrama, incluso aquellos que como fantasmas dan golpes sobre la mesa en la toma de decisiones o para que las cosas no cambien, o mejor: no se transformen. La percepción que tenemos muchos es que esa área de gobierno es la que menos ha tocado la columna vertebral que sostuvo ese sistema neoliberal, para que sólo unos cuantos fueran beneficiados.

Salinas de Gortari creó el Conaculta para el control social (cooptación) de la intelectualidad mexicana, haciendo de ella la caja chica de prebendas de grupos exclusivos que estuvieran apegados o mantuvieran vínculos con la élite de Letras Libres o Nexos. Después de treinta años, podemos ver que un reducido grupo cercano a ellos disfrutó de las mieles del presupuesto; pocos tenían acceso, a menos que alguno de esa elite “te recomendara” a la antigua (modo priísta), o bien, según como el mismo Conaculta lo pedía: por escrito, que fue una exigencia al meter un proyecto personal o grupal.

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Hemos hecho una crítica pública hacia afuera todo el tiempo, grupos contra grupos, pero no hacia adentro. He visto poca autocrítica cuando se trata de buscar nuevas soluciones en la cosa cultural, en especial de la literatura, que es la que a mí me concierne. No hablaré de egos, vanidades o ser esclavos de eso, sino del necesario cuestionamiento al sistema literario que ha sobrevivido a lo largo de las últimas tres décadas. Un novelista, cuentista, poeta, ensayista, dramaturgo, cronista, está sujeto a que tenga golpes de suerte y obtenga una beca, un premio, un reconocimiento a su labor. Y ya no hablemos de publicaciones, de que alguna de las obras se imprima en un libro. Tal vez por eso Daniel Sada decía con desencanto que nos olvidáramos de las ediciones institucionales porque esas terminaban quedando en las bodegas, en el olvido o la basura.

Todos los años, miles de creadores mandan sus trabajos a una infinidad de concursos literarios con la esperanza de que la “Diosa Fortuna” les conceda el favor (aunque no siempre es la divinidad de la suerte, sino un jurado corrupto y complaciente), pero sólo hay un ganador. Por supuesto, muchos hemos ganado alguno, que más por el “honor” es por el monto que se recibe. Bueno, en realidad es por el monto que se crea la ilusión que la obra ha sido tocada por la diosa, dentro de un sistema literario de canonjías donde no todos tienen la misma oportunidad. La mayor parte de esos creadores viven en la necesidad, tienen familias y una entrada es una bendición a las situaciones precarias.

Claro, están los “encuentros” literarios anuales, donde podemos conocer a verdaderos talentos, con los que se puede hacer amistad y con los que se puede aprender bastante. También las salas de lectura, los promotores culturales que hacen una labor titánica y que ha tenido efectividad más por el entusiasmo de sus participantes que por los programas de los gobiernos que van y vienen. A los políticos, o esos que piensan que el gobierno les permite enriquecerse, no les interesa la cultura; son muy pocos quienes toman en serio una verdadera labor cultural para la comunidad: esos son los que en verdad sacarán adelante donde haga falta una transformación.

Esperar a que un día la Diosa Fortuna nos cubra con su manto es un dilema. Hay muchos creadores literarios que siguen bregando, escribiendo, compartiendo, haciendo esfuerzos y luchas en las cosas que creen y crean, pero esos no aparecen en las listas de becarios del FONCA o el SNCA, sino que continúan edificando desde sus comunidades, desde sus colonias maneras de que la obra pueda ser difundida. Los mecenas ya no existen, por lo que los Estados asumieron ese rol para proteger a los creadores de literatura, y en México ese sistema sigue intacto, a pesar de los esfuerzos de romper con el viejo régimen, como se hace en otras secretarías. En la Secretaría de Cultura podrá hacerse mucho, pero al esqueleto del FONCA y el SNCA no se le toca porque justamente esas mafias culturales se mueven en un perfecto nado sincronizado para que nada cambie.

Si estamos sujetos al privilegio del premio como único modo de acceder a la difusión de la obra, algo nos falla. Insisto: hay quienes lo ven como una oportunidad, pero hay otros que lo ven como un modo de vida, vividores a la caza de concursos que dejan sin oportunidad al resto de creadores. No sé si deban desaparecer los concursos, premios, becas, pero lo que sí es definitivo es que debe cambiar la manera en cómo nos hemos relacionado al respecto. El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene un gran pendiente en esa área.

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Rafaella Lady Rose, la cosplayer sudcaliforniana más internacional

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California Mítica

Por Gilberto Manuel Ortega Avilés

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿Qué es el cosplay? Esta palabra, un contracción de costume play, es una actividad representativa donde los participantes —también llamados cosplayers—, usan disfraces, accesorios y trajes que representan un personaje específico o una idea.

En Baja California Sur, esta actividad ha crecido y muchos eventos como el FrikiFest y Cabo Con han reunido a diversos artistas y cosplayers nacionales, inspirando a jóvenes a seguir sus pasos en esta creciente actividad. A continuación, les presentamos una entrevista con la artista de 30 años, originaria de La Paz, quien ya ha representado a BCS en eventos de talla internacional. Ella es Rafaella “Lady Rose”.

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Rafaella Lady Rose lleva 11 años realizando cosplay, además de tener otros talentos artísticos. Aparte de hacer cosplay disfruto el realizar actividades artísticas escénicas como cantar, bailar y actuar. Estudie canto, actuación y baile en la Ciudad de México. Como cosplayer tuve apariciones en diversos eventos masivos alrededor de toda la República Mexicana, como convenciones de cómics y cultura pop.

En el ámbito artístico me ha tocado cantar en diversos escenarios; dentro de los más destacados están el Castillo de Chapultepec y el Palacio de Minería. También, en el rubro de la actuación, aparecí en la telenovela “Un padre a toda madre” y  la película mexicana “Tú no eres mi problema”.

¿Qué significa el cosplay para ti? Significa muchas cosas para mí, pero en esencia, es traer a la vida real ese personaje que tanto te gusta, utilizar el maquillaje, las pelucas, pupilentes y accesorios para convertirte en él. Este hobbie es sumamente artístico, así que pone a prueba tus habilidades para transformarte.

¿Cuál es tu mensaje para quienes hacer cosplay? Que se animen porque es un hobbie hermoso donde pones toda tu creatividad a andar.

Para conocer más a Rafaella Lady Rose da CLIC AQUÍ en su cuenta de Facebook.

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Los Mitchell contra las máquinas: un espectáculo divertidísimo y loco que provoca reflexiones profundas

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Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

La Paz, Baja California Sur (BCS). Por ahí escuché decir que este fin del mundo que estamos viviendo está muy aburrido. Es lento, inquietante, con gente que debería protegernos pensando solamente en elecciones y otros lucrando con la tragedia y el desencanto. Encerrados en casa, suspirando por volver a quitarnos el cubrebocas, ver a la gente sonreír —o darnos una mentada— y para ver los rostros completos de todos. Sí, este fin del mundo está siendo muy aburrido que parece sacado de la mente perversa de algún programador computacional multimillonario que cuando mira por la ventana solo ve ceros y unos.

Pero, entre todo este aburrimiento y donde el tremendamente caótico e hiperinflado catálogo de Netflix no es de mucha ayuda para librarnos de ese peso, de vez en cuando sale una producción por que la que decides no cancelar, todavía, la suscripción. Esta es sin duda Los Mitchell contra las máquinas. Una producción Phil Lord y Cristopher Miller, que nos han traído los filmes más originales y creativos de animación de los últimos años —lo siento, Pixar— como Lluvia de Hamburguesas, La Gran Aventura Lego y Spiderman, Into the Spiderverse. Esas mentes maestras están detrás de esta joyita que, desde ya, la catalogo como: clásico instantáneo.

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¿Y de qué va? Pues, de una inteligencia artificial muy parecida a Alexa —Alexa es mucho más simpática y elocuente que Siri, por cierto—, desarrollada por una compañía muy parecida a Apple, con prácticas de negocio muy parecidas a Facebook, y con recursos muy similares a los de Alphabet (Google, pa´los cuates), al verse superada por la versión 2.0 de ella misma y ser desechada, decide tomar el control y expulsar a los humanos del planeta. Y ante esto, sólo los Mitchell son los que pueden salvar el día, y de paso a la humanidad.

Con un guion dinámico y divertido, esta película construye personajes muy entrañables, logrando que mas allá de la trama, lo importante es la dinámica familiar y lo difícil que es en ocasiones comunicarnos entre nosotros. Si de repente algún miembro de tu familia te dice que necesita —inframundita— para construir su mesa de —crafteo— y que también lo —funaron— sin motivo, y no tienes reverenda idea que demonios significa eso,  sabes de lo que hablo. Esa brecha generacional es inamovible e inevitable, y empatar nuestros objetivos con los que los miembros más jóvenes van creando es complicado, muy difícil, pero también una fuente inagotable de amor y conocimiento.

Además, de ello, el estilo de animación contribuye muchísimo a sentir esta película como algo más auténtico y asequible que otras producciones. Si bien sigue siendo animación por computadora, los trazos utilizados semejan mucho los de un caricaturista callejero, lo que inunda de vida a la pantalla. Son fragmentos de trazos artesanales que sin necesidad de tratar de emular un aspecto realista, hacen mucho más humanos y entrañables a los personajes.

En una época donde cada quien tiene su tele, su teléfono, su tableta, su cuenta de Netflix, sus favoritos y la cosa se individualiza cada vez más, Los Mitchell contra las máquinas es un pretexto perfecto para preparar palomitas, sentarse todos frente a la televisión y disfrutar de un buen rato en familia.

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Psicoanálisis como ciencia transempírica

Foto: lacentral.Com

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Ciencia transempírica. Un nuevo concepto que sería equivalente a las ideas metafísicas, según Kant. Engloba modelos que no tiene evidencias empíricas sólidas, sino que se infieren a partir de otras teorías, ecuaciones o intuiciones.

En medio del remolino filosófico que ha buscado implementar criterios que nos den la certeza del conocimiento de la realidad, dos hombres lúcidos, Alejandro Segura y Daniel Omar Stchigel, proponen defender el psicoanálisis como una ciencia transempírica.

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La mente como noúmeno, epifenómeno del cerebro, res cogitans o como una metáfora de “algo” de una “cosa en sí” que nos remite a la conciencia, ha sido por milenios pugna de debates racionales e irracionales. El psicoanálisis parte de la tesis de que el comportamiento es un reflejo del inconsciente.

El psicoanálisis como terapia —según Onfray—, tiene a su fundador en Antifón de Atenas en el 411 a.C. Se ha erigido como una técnica científico filosófica muy profunda, llena de subteorías, vericuetos y hasta pergeñada de alquimia.

Antifón entendió la felicidad como la búsqueda de la paz interior, una serenidad ante la turbulencia existencial. Escuchaba los problemas de sus pacientes para otorgar terapias verbales con el fuego de la palabra. Atribuyó a los sueños significados que pudieran combatir la tristeza de los hombres. La onirocrítica.

Fueron los románticos quienes, a partir de la conmoción que dejó Kant con su crítica de la razón pura, defendieron la noción del inconsciente. Uno de sus discípulos rebeldes, Johann Gottfried von Herder, arguyó que la filosofía de Kant era palabrería vacía,y en contra de la imposibilidad de la razón de encontrar una esencia propuso la teoría del genio, en la cual, tal genio puede simbolizar las pasiones como verdades universales de manera inconsciente.

Basado en esto, Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling en su sistema de idealismo trascendental retoma la teoría del genio justificando que en el arte no todo se hace de manera consiente.

Fue así como en la estética romántica, el arte es considerada una vía privilegiada de conocimiento del hombre a través de su inconsciente.

La literatura y las teorías del siglo XIX estuvieron pergeñadas por el inconsciente como motor irracional de nuestras conductas. Las novelas góticas simbolizaron el laberinto oscuro donde la conciencia se pierde. Schopenhauer, Nietzsche y Dostoievski fueron maestros consumados en teorizar sobre esto.

Fue en este contexto en que Sigmund Freud heredó todo el bagaje para desarrollar sus teorías y tratar de instaurar el psicoanálisis como una ciencia psicológica. A partir de su visión se escindieron escuelas y estéticas, algunas tan profundas como la de Jung o tan complejas como la de Lacan.

FOTO: CentroEleia.Edu.Mx

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La difícil ciencia de la psicología desarrolló varias escuelas para conocer la conducta humana. Con el descubrimiento de las neuronas, el genoma y la evolución de la bioquímica, aunado con la polémica sobre las enfermedades mentales, la psiquiatría médica y la anti psiquiatría como antítesis. La mera teoría psicoanalítica resultó insuficiente para totalizar las explicaciones del complejo devenir humano. Han surgido escuelas como la Gestalt, la psicología evolutiva, el cognitivismo, el funcionalismo, el conductismo, etcétera.

El psicoanálisis ha sufrido sendos ataques a los largo del siglo XX y XXI, tanto epistemológicos como filosóficos, por mentes egregias como Bunge, Onfray, Popper, Bueno o Sokal.

Desde un panorama gnoseológico sólido, Segura y Stchigel defienden la cientificidad del psicoanálisis paso a paso, contestando los argumentos más virulentos en su contra de manera racional y con ejemplos históricos.

Lo que logran es un tratado filosófico muy lúcido, que resulta apto no solo para el psicoanálisis, sino, para entender la base de la filosofía de las ciencias en general.

Al defender el psicoanálisis como ciencia transempírica, lo que Segura y Stchigel realizan no es solo argumentar en favor de su disciplina, sino aseverar que las más osadas teorías cosmológicas son en realidad noúmenos, antinomias imposibles de resolver por medios empíricos. Se lanzan al centro del remolino kantiano donde tiene sentido volver a dividir la realidad en fenómenos e ideas trascendentales. El psicoanálisis sería una metafísica imposible de resolver racional y empíricamente pero -gran ironía- esto no implica negar su cientificidad.

En su libro La cientificidad del psicoanálisis, Segura y Stchigel argumentan en contra de Onfray, Popper, Bunge, Lakatos, Sokal y Kuhn. Más que un ensayo, su libro es un tratado muy preciso y muy claro. Incluso podría ser usado como texto para todo un curso de filosofía de la ciencia. Es un libro placentero, bien escrito y sin rodeos.

Los autores proponen una triple demarcación, que se fundamenta en una idea infinita, a saber: que el Ser no está hecho a medida del Hombre por lo cual la astroconciencia específica nos limita de manera fatal para lograr una verdad contundente. Pero, no podemos más que justificar las ciencias a nuestra escala, lo que daría prioridad al instrumentalismo sobre el realismo.

Tal visión nos remite al psicoanálisis como un modelo más inserto en el fragor de nuestros conocimientos que se acumulan en forma de símbolos y mitos. Aun cuando el subtítulo del tratado es valiente y se atreve a proponer una respuesta definitiva, lo que sugiere al final es una dialéctica infinita que enriquece la filosofía con nuevas categorías que debemos explorar.

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