La razón instrumental como justificación de las atrocidades científicas

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FOTOS: Pixabay.Com

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

—Si deciden no participar, tendré que pedirles que sean totalmente discretos con respecto del proyecto.

—¿De qué tipo de operación se trata? –insistió Toda.

—Vamos a practicar vivisecciones en los prisioneros norteamericanos –repuso Shibata.

El mar y veneno

Shusaku Endo

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El epígrafe citado aparece en la novela de Endo, El mar y veneno, que trata sobre los experimentos que algunos médicos japoneses realizaron en pilotos estadounidenses capturados en la Universidad de  Kyushu durante la Guerra del Pacífico.

El personaje Toda está basado en el médico Toshio Tono, único testigo superviviente 70 años después de los hechos. Endo publicó la novela en 1958, una década después de lo sucedido, justo cuando una orden del presidente Truman liberó a los criminales de guerra que nunca fueron castigados.

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Al primer prisionero se le inyectó una solución salina en sus venas. El objetivo del experimento era evaluar el límite cuantitativo del procedimiento hasta que se produjera su muerte. Al segundo prisionero se le inyectó aire en las venas. El objetivo era evaluar el volumen de aire cúbico hasta que se produjera su muerte. Al tercer prisionero le escindieron el pulmón, el objetivo era establecer el límite hasta el cual se pueden seccionar los tubos branquiales de un hombre antes de la muerte.

La justificación de estas atrocidades descansaba en su importancia para la medicina de guerra. Una razón instrumental –mera regulación de la relación entre medios y fines— cruda, tal como la definieron Adorno y Hockheimer, que prefiere una posible ejecución técnica sobre la dignidad y la vida de los otros. Proceso que dará como resultado convertir a los hombres en cosas.

Es un hecho que multitud de científicos apelaron a esta razón instrumental cuando experimentaron (y experimentan) con seres humanos y otros animales infligiéndoles daños irreversibles, e incluso la muerte.

Según los filósofos de la Escuela de Frankfurt, la razón instrumental es el tipo de razón sobre el que se asienta la sociedad industrializada que dio al traste con el ideal del movimiento Ilustrado del siglo XVIII. El objetivo de analizar la razón instrumental era para estos filósofos: “Analizar el concepto de razón que se ha instalado en esa sociedad y que siendo ella misma (la sociedad) irracional y opresora del hombre, es culpable de la irracionalidad y opresión que la sociedad ejerce sobre los miembros que la componemos”.

Este tipo de razón ha sido nombrada de distintas maneras: razón instrumental (Horkheimer); razón unidimensional (Marcuse); razón identificante (Adorno). Su particularidad radica en que sólo se preocupa de resolver los problemas técnicos de la relación entre medios y fines.

“El triunfo de la razón subjetivo-instrumental supone el triunfo de la razón formal y la derrota de la razón sustancial, que señalaba contenidos como valiosos. Ese triunfo tiene consecuencias de envergadura para el mundo industrializado: la imposibilidad de juzgar racionalmente la realidad social, la reificación de las relaciones humanas, el ocaso del individuo, los hombres ya no son sujetos de la historia, sino objetos de un sujeto elíptico que los trata como medios, la democracia resulta irracional, porque no se puede hablar de una sustancia espiritual o de una conciencia moral supuestas en todos los hombres. El pragmatismo y el positivismo impregnan la cultura de masas” escribió Adela Cortina refiriéndose a este fenómeno.

La razón instaurada como diosa por algunos revolucionarios franceses y que guiaría al humano a una época de armonía –como soñó Francis Bacon— ha incumplido su promesa.

Esa razón instaurada como única guía en contra de la falsa tradición, que identificó a los mitos como mentiras; que generó una idealización de un supuesto método científico como única forma de llegar a la verdad; la razón que, al revelar la condición humana, lograría mejorarla y distribuir el bien a la humanidad; esa razón, digo, es la que justifica las atrocidades cometidas en su nombre.

No sólo no guio al hombre civilizado a una utopía sino que sirvió como base a una tecnificación de la muerte. Los campos de exterminio, la guerra química, el desarrollo de las armas biológicas  y nucleares son sus ejemplos más repulsivos.

Referencias:

Cortina, Adela (1986). Crítica y utopía. La Escuela de Fráncfort. Madrid: Cincel.

Horkheimer, Max (1969). Crítica de la razón instrumental. Buenos Aires: Sur.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

Doctor en Ciencias Marinas. Recibió el Premio Internacional de Divulgación Científica “Ruy Pérez Tamayo” en 2012. Entre sus libros sobre temas científicos destacan “Tiburones, supervivientes en el tiempo” y “Ensayos en Filosofía Científica” en coautoría con David Siqueiros.

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