Relato del suicida de Fernando Lobo o motivaciones para vivir

image_pdf

FOTOS: Internet.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¡Diablos, cómo deseé que Tadeus Giménez no lo lograra, que no muriera, que todos sus intentos por morir fueran eternamente infructíferos! Yo quería salvarlo. El suicidio está catalogado como producto de un sufrimiento psíquico, desesperación por una cadena de sucesos relacionados con problemas económicos, relaciones humanas, soledad o el acoso psicológico que ejercen algunas personas sobre otras; causas que en su mayoría provocan patologías psiquiátricas clasificadas dentro de los trastornos mentales, como la depresión, la bipolaridad, la esquizofrenia, el trastorno límite de la personalidad, alcoholismo o el consumo de drogas. Sin embargo, la señal que más se subraya como antecedente y que viene siendo un factor de riesgo constante, es cuando el sujeto no consuma la acción misma.

El suicidio se manifiesta de distintas formas culturalmente hablando, pero cobra la vida de miles de personas al año (tan solo en 2016 fueron más de 800 mil a nivel mundial) y ocupa el noveno lugar como causa de muerte; es más común entre hombres que mujeres, y al año se estima que hay de diez a veinte millones de intentos de suicidio. El tema es muy amplio y requeriría de un estudio profundo, haciendo hincapié en la prevención, pero no es el propósito de este escrito. Me he leído la novela breve de Fernando Lobo (CDMX, 1969) Relato del suicida (Almadía, 2007) y me ha dejado abierta una serie de interrogantes no solo literarias sino de cómo vemos la vida desde nuestras particulares formas de construirla o de acomodarnos a ella o de dejarnos llevar por su torrente de significados volubles, según sea la época, la familia o la sociedad misma.

También te podría interesar: El castillo de cristal, la familia disfuncional de Jeannette Walls 

Se trata, en efecto, del relato suicida del profesor de filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras, Tadeus Giménez López, quien está poseído por unas ganas insaciables de morir debido a su falta de sentido de la vida. La construcción intelectual que tiene de la realidad parte en mucho de la obra del filósofo alemán Arthur Schopenhauer (Gdansk, 1788 – Fráncfort del Meno, 1860), personaje central del llamado pesimismo filosófico, declaradamente ateo y que plantea “el peor de los mundos posibles”. Digamos que la historia de Tadeus es la representación de la filosofía de Schopenhauer desde el inicio, desarrollándose con un estilo depurado, irónico, repleto de sarcasmos intelectuales que agudizan el pesimismo, ágil, bien escrito, solvente al momento de narrar, cargado con ese punto de vista del suicida que poco a poco está envuelto en una vorágine de emociones que le han arrebatado el sentido por vivir, que no obstante todos sus intentos han sido infructíferos, lo cual es un reforzamiento del desenlace fatídico.

Drogas, medicamentos son parte del corolario del relato, una manera que Tadeus encuentra para intoxicar su conciencia, quizá para no pensar en la moralidad que implica vivir o en el esfuerzo de tener que establecerse en un mundo que rechaza por temores o por hastío. Muchas veces el suicidio es visto como libertad individual o, como lo ve Tadeus, activismo social. A él no le gusta dar problemas, quiere irse sin ruido, sin que nadie note su ausencia, por lo que prepara todo, desde su urna, su sepelio, el cual descubre que es un acto final aristocrático por sus costos y por la vanidad que implica.

Las relaciones humanas de Tadeus van en función de lo que percibe y siente, es decir, atrae a personas que se hallan en el mismo nivel emocional, prisioneros de sí mismos, sin que la terapia sea una opción, la llave para salir de su cárcel tortuosa. La gente suele decir que “se enamora” cuando realmente se enganchan en relaciones tormentosas y conflictivas, muy lejos de parejas nutricias que tienen una visión de aliento, fe y esperanza por vivir, como la némesis del suicida que ha perdido todo contacto por el deseo de vivir, que es en esencia lo que le ha ocurrido al personaje con cada nueva relación “afectiva”. El profesor Tadeus vive una cómoda vida de clase media, con sus necesidades básicas cubiertas y sin sobresaltos, que en el fondo puede ser un detonante de la pérdida de significado y un encuentro eterno con el absurdo de aferrarse a la vida.

Contrario a lo que plantea Fernando Lobo, el relato de Tadeus el suicida nos hace ver que la vida no es un estorbo que hay que cumplir como si fuera un acto autómata o burocrático, ni tampoco una forma depresiva que nos ha poseído, sino muy al contrario, unas renovadas ganas de ver con simpatía que la esperanza es un recurso renovable que nos permite afrontar la supervivencia con sentido profundo, y que el relato del suicidio no es más que un llamado de atención en esos grupitos pequeñoburgueses que no saben qué hacer con sus vidas, a pesar de tener solucionados sus problemas económicos. Tener hambre de verdad, da deseos de vivir. Todos los fracasados intentos por morir en realidad son una alerta de que hay que vivir. Relato del suicida es, sin duda, la apología por aferrarnos a la vida y sus deslumbrantes causas para seguir adelante, contrario a la estructura literaria que se nos plantea.

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

Compartir en
Descargar
   Veces compartida: 37

El librero

Ramón Cuéllar Márquez

Nació en La Paz, en 1966. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Actualmente se desempeña como locutor, productor y guionista en Radio UABCS. Ha publicado los libros de poesía: “La prohibición del santo”, “Los cadáveres siguen allí”, “Observaciones y apuntes para desnudar la materia” y “Los poemas son para jugar”; las novelas “Volverá el silencio”, “Los cuerpos” e “Indagación a los cocodrilos”; de cuentos “Los círculos”; y de ensayos: “De varia estirpe”.

Compartir
Compartir