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Avanza la ignorancia en el Congreso de BCS

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Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Los diputados, como representantes populares, tienen derecho a ser tan ignorantes como su personal situación se los imponga. No puede exigirse como requisito previo ningún título, grado o especialización profesional, pues ello implicaría condicionar el acceso a los cargos de elección popular, y sería violatorio del espíritu constitucional de máxima representatividad.

Atendiendo a ese principio, no podemos exigirles preparación o formación profesional como requisito indispensable a nuestros legisladores. Lo que sí podemos, es exigirles, es que cuenten con la mejor asesoría parlamentaria disponible en el Estado.

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La historia reciente ha dejado muy en claro que es un costosísimo error, permitir que cada diputado designe a su antojo a sus asesores, pues en su gran mayoría se trata de improvisados desconocedores de la materia, designados más por su cercanía con el diputado que por su conocimiento sobre el quehacer legislativo. Son designados los parientes, amigos, amantes, guachomas, chalanes o equivalentes, para un encargo en el que se necesita auténticos profesionales, especializados en el proceso legislativo.

La actual legislatura de Baja California Sur —fruto de la improvisación y el oportunismo—, pasa a la historia de la entidad como la peor generación que ha existido, y deja en claro que debemos impedir a toda costa que se vuelvan a conjugar los tres factores: falta de asesores calificados, incapacidad de diálogo e inclinación a la beligerancia, que actualmente tienen hundido el quehacer legislativo en el abandono y la ilegalidad.

A seis meses de que estallara un conflicto generado por una deficiente interpretación de la normatividad que rige la vida interna del Congreso del Estado, las labores se encuentran paralizadas y las partes en conflicto se encuentran inmersas en un laberinto de suspensiones judiciales, denuncias, acusaciones, agresiones y reyertas, cuando deberían estar atendiendo a las labores propias de su encargo legislativo.

Las redes sociales y medios impresos son el escenario cotidiano de señalamientos y acusaciones recíprocas, demostrando con ello los legisladores, que no tienen capacidad de gestión, ni perfil político ni vocación de servicio, pues todo indica que sólo atienden a intereses de grupo.

De los dos grupos en pugna, el mayoritario es el que más requiere asesoría legal adecuada. Son mayoría, y en lugar de hacerla valer por los cauces legales, se empeñan en seguir la contienda en el plano de la ilegalidad. A estas alturas, ya deberían haber entendido lo que hace seis meses les adelantamos: la Suprema Corte no resuelve conflictos caseros, o no al menos, con celeridad. Bien pueden pasar otros seis meses, y no hay poder humano que obligue a la Corte a dirimir la contienda, por lo que el pleito doméstico de nuestros legisladores puede seguir en el limbo de la espera indefinidamente.

Lo que deben hacer, en calidad de urgente, ese grupo mayoritario en el Congreso, es firmar la pipa de la paz con el grupo minoritario, zanjar las diferencias, desistirse de las demandas planteadas ante la justicia federal, reconformarse en poder legalmente constituido y entonces sí, hacer valer su calidad de grupo mayoritario.

Es una pena que se la pasen culpando al Gobernador de ser el causante del conflicto, cuando ellos, mayoría numérica, legalmente constituidos, tienen el poder soberano de fincarle responsabilidad y llevarlo a juicio. Si el Gobernador es el responsable, aplíquenle todo el peso de la ley, que para eso son un poder soberano, pero primero arreglen el desbarajuste interno en que tienen hundido el Congreso del Estado.

Sólo necesitan voluntad política, madurez, sensatez, capacidad de diálogo y asesoría legal adecuada. Hay muchas ofertas de mediación, deben atender urgentemente una de ellas, o el costo será irreparable. Y debemos exigirles a éstos, o a los siguientes, que se instituya ya la exigencia de profesionalización de los asesores o volveremos a tropezarnos con la misma piedra.

El Colegio de Posgraduados en Derecho y Ciencias Afines presentará en breve un proyecto de ley al respecto. Ojalá que prive la mesura, se ponga fin al conflicto y para evitar que en lo sucesivo se repita, establezcan la obligatoriedad de contar con asesores parlamentarios profesionales, certificados, calificados y especializados. Sería un gran acto de desagravio de la actual legislatura, emitir una ley al respecto. Sería un acierto que lo hicieran, incluso con la salvedad de hacerla obligatoria hasta que entre en funciones la próxima legislatura, por si quieren seguir manteniendo a su ejército de improvisados, pero blindando al Estado, para que, en el futuro, desaparezca esa nefasta práctica de designar como asesores a quienes carecen del perfil necesario para el cargo.

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¿Pueden ver fantasmas los niños?

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California Mítica

Por Gilberto Manuel Ortega Avilés

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Desde tiempos inmemoriales, se afirma culturalmente que los niños están más cerca del mundo espiritual y sensitivo que los adultos. Es por eso que podemos ver incluso a bebés que con algunas personas lloran y con otras están muy cómodos, esto muchas personas lo interpretan como que ellos pueden sentir las energías o las buenas y malas vibras de la gente.

Es muy común que en las familias donde acaba de fallecer un ser querido, los más pequeños sigan viendo o hablando con el fallecido, a continuación, les relatare un caso que sucedió en mi familia.

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Transcurría la década de los 90s y desgraciadamente falleció mi abuelo; meses después de su entierro, una tía con sus hijos estaban frente a la tumba de mi abuelo rezando el riguroso rosario, cuando de repente mis dos primos de entre 7 y 8 años salieron corriendo por el panteón gritando “Tata, Tata” (como los choyeros llamamos a los abuelos), unos metros más adelante curiosamente la tumba de un bisabuelo, los niños detuvieron su carrera, y le dijeron a su mamá que habían visto a su tata.

Años después, un servidor -ya en el papel de investigador de fenómenos paranormales-, me di a la tarea de entrevistar a mis primos, y preguntarles si recordaban el hecho.

Ellos respondieron que efectivamente recordaban haber visto la figura de mi abuelo transparente y blanquecina, figura que al llegar a la tumba del bisabuelo se desvaneció como humo.

En estos tiempos modernos, la mayoría de las personas monitorea a sus niños con cámaras de seguridad, y esto ha sido fuente de mucha evidencia al respecto, ya que existen infinidad de videos de niños hablando con alguien, o incluso objetos moviéndose frente al infante.

¿Son los amigos imaginarios fantasmas?

Según la piscología, los niños pueden tener amigos imaginarios entre los 2 y 7 años, para Jean Piaget se caracteriza por ser egocéntrico (el niño no puede adoptar el papel de otras personas), irreversible (es incapaz de entender que una operación mental puede ir en dos sentidos) y secuencial (las acciones se perciben como partes aisladas, no se percibe el todo).

 

Los amigos imaginarios pueden desaparecer antes de los 7 años o surgir años después, pero no es ningún indicativo de algún desorden mental.

El licenciado Daniel Jacobo Meza nos comenta al respecto del fenómeno de los amigos imaginarios: Varía mucho. Edades exactas no tienen. Pero son pequeños de entre 3-9 aproximadamente

Al cuestionarle las causas de este fenómeno, señala que pueden ser variadas: Desde abandono de las figuras paternas, o por el anhelo de compartir o de tener un confidente y que no haya alguien con quién hacerlo, ellos lo crean. También puede derivarse de referencias por la televisión, imitando personajes que tienen amigos imaginarios, o como un refugio como diario mental.

No hay estudios de como inicia, pues las edades no son muy adecuadas para profundizar, pero yo entendería que es en escalada. Inicia con la plática mental, pasa a recrear la conducta, hasta que imagina que está ahí.

En muchas de estas ocasiones, estos amigos imaginarios se vuelven un familiar fallecido, lo cual puede interpretarse como que el niño solo le dio la imagen de su familiar a su fantasía, pero se han documentado casos extraordinarios donde los aparecidos son seres queridos que el niño nunca conoció como un abuelo o bisabuelo, y el niño platica cosas que nunca se le habían contado a ellos ni existía modo alguno que las conocieran: ahí es donde el misterio crece.

Nuestra amiga y vidente de cabecera Dulce Peralta nos comenta al respecto: Los niños ven fantasmas, por qué tiene una percepción diferente de la realidad, ellos ven las cosas con los ojos de la pureza y la inocencia, algo que se va perdiendo conforme se crece y se va adquiriendo experiencia a través de la vida.

 A los niños actualmente se les enseña a creer en una realidad, y caminar solo en ella, a ser maduros, responsables, incluso en etapas de su vida en la cual no corresponde, siempre en apuros para dejar atrás la infancia y dar entrada al ‘raciocinio” adulto; no hay mucho tiempo para la imaginación, ni para el juego en un mundo responsabilidades modernas.

Antes era un poco más normal que se aceptara los niños percibieran el espíritu de los fallecidos, ahora se les llama amigos imaginarios.

¿Pero pueden verlos realmente?

Si, pueden. Incluso comunicarse.

La razón por la cual pueden, es lo que yo llamo “camino del espíritu” que es la etapa entre los dos y seis años de edad, dónde perciben con mayor claridad los fenómenos, incluso pueden recordar eventos y personas de vidas pasadas.

El camino del espíritu es el andar entre los dos mundos; entre la cordura y la locura, la vida y la muerte. Los niños de esa edad cruzan entre ambos mundos con mucha facilidad, de ahí su capacidad de ver, oír y saber cosas que pueden asombrar a los adultos.

Los niños (también los animales) son médiums o chamanes en estado natural a los que posteriormente se les arrebatará ese don imponiéndoles la rigurosa realidad para encajar la sociedad.

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Criaturitas, la vida sigue su curso

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Ya van varios meses de pandemia. En estos ciento sesenta y siete días hemos dado un vuelco a nuestros hábitos, a nuestras actividades y a nuestros sentidos por la vida. En el escenario hemos tenido que aprender a lidiar con nuestros silencios, con nuestros modos de entretenernos, y en ese viaje hemos recurrido a películas y series.

El internet es una ventana abierta a las posibilidades de adquirir conocimiento, pero también de buscar las mejores opciones para pasar un buen rato con la familia. Hay una reciente serie de Netflix, especie de documental sobre la vida salvaje, que tiene un extraordinario tratamiento que bien merece la pena darle una revisada.

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Dividida en una sola temporada de ocho capítulos (no sabemos si habrá continuidad), hacen una atractiva y amena exploración sobre la vida de roedores y lechuzas —de ahí el nombre de Tiny Creatures, “Criaturitas”—, y nos exponen las dinámicas, sus relaciones silvestres y la manera en que sobreviven como sentido máximo del ciclo de la vida, verlos cómo interactúan, sus estrategias inteligentes para ponerse a salvo y para conseguir alimentos.

La estructura de cada capítulo de veinticuatro minutos, más o menos, atrae de inmediato, pues el narrador tiene la capacidad de captar nuestra atención mostrándonos la vida como nosotros no la vemos, pero que sin duda, si la observáramos desde afuera, seguramente así nos veríamos: salvajes, silvestres, en la lucha por la supervivencia.

Cada animalito, en su pequeñez, nos enseña que la sobrevivencia no tiene que ver con el tamaño, sino con las habilidades para alcanzar el camino, el alimento, la protección a su prole y la instintiva de mantenerse vivos para que la vida siga su curso. En su mundo diminuto, de lucha de fuerzas naturales, no hay razones para el prejuicio, el dolor, el sufrimiento, la necesidad de un sentido de la vida: siguen el impulso de la chispa que encendió todo lo que hay en la Tierra, desde el reino animal al vegetal, y en este caso de los pequeños que no se rinden a pesar de sus miedos instintivos, pero sin lugar a duda intuitivos a la hora de plantarse en su realidad por no morir y continuar la especie.

Criaturitas es un magnífico producto que no lo defraudará y que podrá gozar en compañía de sus hijos, con la garantía de que no sólo les gustará, sino que aprenderán la importancia de sentirse conectados con sus propias vidas, y el cómo plantearnos una realidad más allá de nuestras costumbres humanas.

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¿Somos más estúpidos que nuestros ancestros? (II) Sobre disonancia cognitiva

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Quizá los adultos culpan a los jóvenes de estúpidos porque piensan que nos los pudieron educar para que respondan a sus expectativas olvidando su pasado. El conflicto entre el ser y el deber ser resulta central como pugna entre ética y moral. De cualquier forma, su aseveración es sesgada y se enmarca en la disonancia cognitiva. Quizá la disonancia es necesaria en algunos casos para poder sobrevivir en un mundo hostil, sin embargo es una fuerza idealista cegadora que refuta el mundo y prefiere el modelo.

Así, no importa la observación de una barco que desaparece a niveles distintos en el horizonte, la sombra terrestre sobre la luna en los eclipses, los husos horarios o las fotografías satelitales; seguirán existiendo miles de personas que afirmen la no esfericidad del planeta. Así, no importa que en La Biblia se contabilicen más de dos millones de humanos asesinados por o bajo órdenes o en nombre del Dios judeocristiano, millones de judíos y cristianos seguirán afirmando que su dios es infinitamente bondadoso.

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La disonancia cognitiva es especialmente irritante en los discursos de los políticos, que aunando su hipocresía ofensiva con su avidez, a veces parecen fervientemente creerse sus propias mentiras.  Contraponer la estupidez a la inteligencia ha sido lógico, definir esta última no tanto.

Stephen Jay Gould mostró en La falsa medida del hombre la falacia que pasó por ser científica varias décadas (incluso algunos todavía creen en ella) de la inteligencia como entidad singular, su localización en el cerebro y su cuantificación en un cociente (IQ). El uso de ese número ha sido utilizado para clasificar individuos y grupos humanos por razas, sexos o clases sociales como inferiores o superiores. Gould se centra en el análisis de grandes conjuntos de datos utilizados para justificar una inteligencia unitaria como determinismo biológico.

También R. J. Sternberg muestra las limitaciones del IQ para resumir las habilidades y capacidades potenciales del hombre en su obra  Beyond IQ: A triarchic theory of human intelligence. Ningún número puede clasificar ni el funcionamiento mental ni el mérito general, por lo que sólo queda el pensamiento cualitativo y no cuantitativo sobre un noúmeno tan lábil como la “inteligencia”.

Pero clasificar a los humanos como “inteligentes” o “idiotas” va más allá de una discusión psicológica: tiene implicaciones políticas. Gould nos describe como el francés Alfred Binet, creador del test de IQ evitó la interpretación hereditaria de su teoría ya que esta sólo estigmatizaría a los niños tachándolos de “ineducables”. Cosa que fatalmente ocurrió en países como los Estados Unidos lo que pervirtió la propia teoría de Binet.

La interpretación hereditaria del IQ fue desarrollada por tres psicólogos estadounidenses, Goddard, Yerkes y Treman. Este último, L.M. Terman, fundó el “movimiento americano de valoración psicológica”. Encontró que un IQ entre 70 y 80 es “muy común en familias hispanoamericanas, indias y mejicanas, y también en las negras. Parece que la causa de su estupidez es racial o, al menos, atribuible a condiciones innatas de su familia (…) y, desde el punto de vista eugenésico, el hecho constituye un grave problema debido a la elevada proliferación de estas gentes”.

Subrayo al lector el término sobre la eugenesia, nos remite a la justificación de los nazis para exterminar a miles de niños y adultos que consideraban inferiores. Dos décadas después de El Holocausto, los psicólogos estadounidenses colocaban nuevas bases para justificar futuras matanzas.

A finales de los años 60 el psicólogo de la universidad de Harvard, Arthur Jensen, publicó: “¿Cuánto podemos elevar el cociente de inteligencia y el rendimiento escolar?” en el que defendía que la diferencia en las calificaciones del cociente de inteligencia entre blancos y negros está determinada genéticamente. Basándose en las ideas de Jensen, el físico de la universidad de Standford, William Shockley, propuso en 1972 la esterilización masiva de los individuos con cociente intelectual inferior a 100.

Entender la inteligencia

El conflicto entre Educación contra Naturaleza diluye la complejidad de la realidad y del mundo y nos lanza a una falacia de Falso Dilema. Así, la inteligencia no es un fenómeno mesurable sino más bien un concepto filosófico equivalente al entendimiento.

Tanto para Platón como para su discípulo Aristóteles el entendimiento era la capacidad de pensar dando límites, cosmos y medida a las cosas. El término era noesis (όησις) a este tipo de penetración intuitiva siempre racional.

El término inteligencia como entendimiento ya es medieval y lo usa Tomás de Aquino como sinónimo de conocimiento íntimo. Intus legere sería un leer dentro de uno mismo.

En la actualidad, parece que cuando nos referimos a la inteligencia nos referimos a un entendimiento comprensivo por el cual entender significaría captar los significados simbólicos (proceso semiótico) la fuerza o la forma de los argumentos o el valor de las acciones. Es justo basándose en esta acepción que Binet soñó con medirla objetivamente con cocientes matemáticos.

De nuevo se complica el asunto pues la inteligencia estaría ligada al comprender. ¿Comprender qué? La verdad revelada de Dios, contestarían los escolásticos medievales que pelearon siglos sobre el valor y la posibilidad de dicha comprensión.

Es en el siglo XIX donde se resaltó la dificultad de aplicar la causalidad al dominio de los acontecimientos históricos o humanos. Allí se separó la comprensión filosófica de la comprensión como probable causalidad desde las ciencias naturales.

Definiciones y acercamientos hay incontables, algunos desde la fisiología neuronal como Antonio Damasio que antes de los pensamientos, la memoria o la inteligencia pondera el concepto de conciencia central como evidencia misma, sensación indisimulada de nuestro organismo individual en el acto de conocer.

La incapacidad de definir qué es inteligencia ha desembocado en un absurdo de multiplicar los entes. En la actualidad hay varios tipo de inteligencias según a que psicólogo uno acuda, la kinestésica, la emocional (?), la interpersonal, la intrapersonal, etcétera. Para unos hay ocho tipos para otros doce, para otros quince y así, dando palos de ciego resulta entonces que cualquiera de nosotros ya es inteligente de alguna manera y podemos ufanarnos como pavos.

Para algunos autores la estupidez es el peor de los crímenes. Arturo Pérez Reverté prefiere a los malvados que a los tontos pues estos últimos no se dan cuenta del daño que provocan.

Elogiando la estulticia

En El Renacimiento, la tesis de que el hombre es la criatura racional suprema fue central a partir de la obra de Pico della Mirandola pero no todos estuvieron de acuerdo…

Más serio en su burla fue Erasmo. Su libro, mal traducido como Elogia a la locura es una oda a la estupidez. Porque su título original es Stultitiae Laus y estulticia es tontería, necedad, estupidez, torpeza de entendimiento. Una de las obras más interesantes del Renacimiento.

Sin la estupidez este mundo sería triste y aburrido —es la tesis de Erasmo—, el hombre no es la quintaescencia de la razón sino su esencia radica en ser imbécil y orgulloso de serlo. La propia Estulticia es una diosa que en un monólogo se defiende a si misma: “Hable de mí como quiera el común de los mortales, pues no ignoro lo mal que se habla de la Estulticia, incluso entre los más estultos, pero yo soy la única, sí, la única —digo— que, cuando quiero, lleno de regocijo a dioses y a hombres”.

¿Quiénes son los más estúpidos según Erasmo? Los teólogos y los filósofos (hoy deberíamos catalogar también allí a los científicos teóricos) pues se dedican  a divagar sobre cuestiones complejas y formales (que en realidad no les sirven a nadie) y olvidan aspectos más prácticos. Se dedican a razonar de cosas inútiles y abstrusas, explicar historias asnales, discutir si el Padre es el hijo o el hijo es el Hijo, si debemos persignarnos con la mano izquierda o la derecha o si Lacan es mejor que Freud, si las ciencias sociales son ciencias, si el materialismo dialéctico es mejor que el ciclo económico de Hayek o si la evolución es por selección o por epigenética y provoca tumultos, heridas y riñas.

Pero también si el sabio habla de algo razonable o serio, el público se aburre, vomita, se asquea, bosteza, pero en el momento en que el vociferador comienza un debate y escupe estupideces el público se interesa y despierta, aplaude como mono y vocifera también. Hay sillazos, pitos, silbidos y el evento se convierte en un zoológico digno de reality show.

Erasmo concuerda con los viejos amargados en que es durante la juventud cuando está presente la estulticia. A ella se debe el encanto que tiene esta etapa, caracterizada por su falta de sensatez. Son los años más placenteros en la vida de cualquier persona, cuando se embriagan sin pena arrojándose a los peligros, llenan tinacos y albercas con vino para intoxicarse en ellas, filmarse rasurándose las axilas y alcanzar quince millones de likes, compran frasquitos con agua de la bañera de una influencer por 30 dólares…

Tal forma de ver a la juventud inunda a las librerías con títulos como: El triunfo de la estupidez (o ¿qué les pasa a los jóvenes?), ¿Por qué hacen cosas estúpidas los adolescentes?, Cosas que hacíamos en la secundaria – la estupidez de la juventud o ¿Son los millenials tan estúpidos como parecen?.

En 2016, Somerville publicó un estudio en el que teoriza sobre cómo el cerebro adulto procesa más información y funciona de manera más eficiente que el adolescente. La maduración del cerebro ocurre tardíamente, entre los 25 y los 30 años y afecta la forma de pensar de las personas. En el caso de los adolescentes, estos aún no desarrollan un sistema cerebral fuerte, con el cual puedan mantener bajo control sus emociones. ¿Entonces porque carajos debemos escoger una carrera profesional a los 17 años?

Embarazos no deseados, suicidios, robos, homicidios y hasta la guerra podrían relacionarse con nuestra tardía maduración cerebral. Pero esto no reduce la estupidez a la juventud. En 2012 un hombre de 43 años bebió de un bote de salsa pensando que era alcohol. En realidad bebió gasolina y para reponerse del susto encendió un cigarrillo. Murió quemado. En 2011 una mujer murió de hambre pensando que podría subsistir sólo alimentándose de la luz del sol como le recomendó un monje budista. En 2008, Adelir Antonio, sacerdote católico de 42 años intentó volar desde Brasil hasta Paraguay atado a mil globos. Su cuerpo sin vida se encontró en el mar. Puede buscar el video de su despedida en la red. Ejemplos bastarían para llenar una enciclopedia pero estos humanos no eran precisamente jovencitos y su cerebro debía ya estar suficientemente maduro.

Para Erasmo el amor es una estupidez, ciega al amante, enloquece y embrutece. El acto sexual es ridículo y aquel que desea tener hijos aún más: El más sabio debe volverse imbécil si quiere ser padre, pues es aquella otra parte tan estulta y tan ridícula, que no puede nombrarse sin suscitar risa, la que propaga el género humano. Los hombres que buscan casarse son completamente tontos pues: ¿Qué hombre ofrecería la cabeza al yugo del matrimonio si, como suelen hacer los sabios, meditase antes los inconvenientes que le traerá tal vida?.

Pero el hombre es todavía más idiota pues se enamora de la criatura más estúpida que existe: la mujer. Para Erasmo la mujer es irracional pues quiere tener hijos aun después de haberlos tenido y no piensa, solo se dedica a la jocosidad y la pasión: ¿Qué mujer permitiría el acceso de un varón si conociese o considerase los peligrosos trabajos del parto o la molestia de la educación de los hijos?  La mujer es estúpida porque acepta preñarse de un imbécil.

Si no fuéramos estúpidos no tendríamos amigos, no habría maestros que quisieran perder el tiempo enseñando a estúpidos, ni habría política, pues la gente quiere que la gobiernen estúpidos.

De esa forma los amigos son más estúpidos por querernos, los maestros más estúpidos que sus alumnos por perder el tiempo enseñando a lelos y el político totalmente enajenado al sentirse admirado por subnormales.

Y así el genial Desiderius Erasmus Roterodamus concluye: “Si el más torpe es el más satisfecho de sí y el rodeado de mayor admiración, ¿quién preferirá la verdadera sabiduría, que cuesta tanto trabajo adquirir, que vuelve luego más vergonzoso y más tímido, y que, en suma, complace a mucha menos gente?”.

En resumen, Erasmo nos demuestra con lógica pura como la humanidad es estúpida (irracional) pero cómo justamente en dicha estupidez radica la felicidad.

Ultimadamente… ¿Qué importa?

Referencias

Aquino, T. (1990). Summa theologica (Vol. 2, p. 104). Encyclopaedia Britannica.

Damasio, A. (2018). La sensación de lo que ocurre: cuerpo y emoción en la construcción de la conciencia. Ediciones Destino.

Gould, S. J., & Pochtar, R. (1984). La falsa medida del hombre (No. 159.92 GOU). Antoni Bosch.

Platón. (1992). Diálogos. Gredos.

Rotterdam, E. D. (2004). Elogio de la locura (No. 879.7 R851e). Madrid, ES: Mestas Ed.

Somerville, L. H. (2016). Searching for signatures of brain maturity: what are we searching for?. Neuron, 92(6), 1164-1167.

Sternberg, R. J. (1985). Beyond IQ: A triarchic theory of human intelligence. CUP Archive.

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Abuso sexual infantil

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Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), define el abuso sexual como cualquier acción dolosa con sentido lascivo que se ejerza en el sujeto pasivo, sin su consentimiento, la cual puede ser desde un roce, frotamiento o caricia, realizado con objeto de satisfacer un deseo sexual a costa del sujeto pasivo (Primera Sala, novena época, registro 1005394).

Si la imposición del acto lascivo se realiza en agravio de un menor, estamos en presencia de un acto de abuso sexual infantil.

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El marco punitivo nacional busca brindar a los infantes, la mayor protección posible al sano desarrollo de su personalidad y, por ello, el catálogo de conductas punibles incluye conductas que no necesariamente implican el contacto físico con la víctima, atendiendo en todo momento al interés superior del menor, y priorizando la obligación del Estado de protegerlo de toda conducta lasciva que lesione o ponga en peligro su salud emocional y su desarrollo psicoemocional, mental y físico.

El catálogo de modalidades de abuso sexual, de manera ejemplificativa, no limitativa o exhaustiva, incluye entre otras: exhibicionismo, tocamientos, comunicaciones presenciales o virtuales de tipo obsceno, y desde luego, cualquier tipo de interacción sexual.

Estadísticamente, el agresor sexual infantil en la mayoría de los casos es una persona cercana al núcleo familiar de la víctima, con autoridad moral o legal sobre ella. La manipulación es generalmente la herramienta mediante la cual el agresor somete a la víctima, aprovechando su posición de jerarquía para intimidar, coaccionar, amenazar y someter a su víctima.

Históricamente, todas las sociedades han enfrentado en el devenir de su desenvolvimiento, el abuso sexual infantil. Encontramos en el Código de Hammurabi, el primer registro histórico de que se tiene referencia de una norma punitiva que sanciona este tipo de conducta, específicamente en el caso de violación, que se sancionaba con pena de muerte.

En el texto bíblico del Antiguo Testamento, encontramos la misma penalidad, si la víctima estaba casada. En el antiguo Egipto, sin importar el sexo de la víctima, se imponía la castración al agresor. Los griegos no solo eran tolerantes en este tema, incluso fomentaban diversas formas de abuso sexual sobre menores adolescentes, bajo el justificante de formar parte de un proceso educativo en el cual el adulto formaba en valores a su pupilo.

En contrapartida, los romanos sancionaban con pena de muerte todo acto de imposición sexual, siempre y cuando la víctima fuera ciudadano romano o liberto. En el medioevo se mantuvo una política criminal similar al postulado legado por los romanos. Es en esta época donde se generaliza el uso de cinturones de castidad, práctica que quedó en desuso en el siglo XVIII.

En etapas posteriores, se mantiene la tendencia a sancionar las agresiones sexuales, aunque la motivación es distinta a la que actualmente imponen los tratados internacionales suscritos por México, pues no era el sano desarrollo psicoemocional de la víctima ni su libertad el bien jurídicamente tutelado. Todavía hasta mediados del siglo pasado, el objeto de protección era la integridad física de la víctima, como referente de la honra de la familia a la que pertenecía la víctima.

Atendiendo a los antecedentes históricos, podemos afirmar que el abuso sexual, si bien ha sido sancionado severamente en el devenir histórico de la humanidad, el bienestar de la víctima no ha sido materia de protección sino a partir de mediados del siglo pasado, en que surgieron las corrientes de pensamiento que privilegiaron la libertad sexual y salud psicoemocional de la víctima, en particular, de los menores de edad, sobre los tradicionales valores tutelados, como la honra familiar, el prestigio y reputación del marido o padre de la víctima.

Si bien en el siglo pasado surge una constante en la evolución del marco normativo, la sanción al abuso sexual no es suficiente para proteger a los menores, pues por la naturaleza del ilícito, es poco probable que se denuncie a partir de la decisión de la víctima, entre otros motivos, por la situación de privilegio en que generalmente se encuentra el agresor, por vínculos familiares, de cercanía o autoridad sobre el menor o su familia.

Se estima, que en Baja California Sur el abuso sexual infantil, después del robo, es el delito que más se comete pero que no se denuncia. La falta de datos formales al respecto es un evidente indicativo de la invisibilidad de los menores como víctimas del delito.

De ahí que sea imperativo que en todos los programas de política criminal, exista un enfoque preventivo que incluya programas que ayuden a padres y educadores a detectar indicativos de abuso sexual, identificar las señales de alarma.

Muchas veces las víctimas son incapaces de comunicar abiertamente las circunstancias en que son victimizadas, pero existen señales que pueden ser advertidas por el adulto encargado de la custodia del menor, y con ello, detener o evitar el daño que pudiera estar sufriendo el menor.

Necesitamos más y mejores canales de difusión y atención a esta problemática, sobre todo en las regiones del Estado donde la desintegración familiar y el hacinamiento, entre otros factores, elevan el grado de vulnerabilidad de nuestra niñez.

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