La evolución de la lengua no se da por decretos grupales

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Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cada que leo en las redes esos memes que sentencian “no se dice así sino asá”, me da risa en principio, pero luego pienso que es una intención válida por preservar la lengua española. A veces somos tan puristas que entramos en francas disputas por lo que debe ser y lo que no. El uso de la lengua no es estático, sino que se va transformando con los hablantes y nunca las palabras serán las mismas cuando son tocadas por la influencia de otras lenguas, además de las formas dialectales de cada región.

Un dialecto no es una lengua, sino la variación de esta, asociada a las costumbres y tradiciones de un lugar o lugares particulares. Dentro del dialecto de pronto surgen propuestas lingüísticas vinculadas a ideologías, religiones, formas propias de hablar: son los idiolectos, o el modo particular que tiene un individuo de expresarse, llegando a crear neologismos que tienen que ver con la manera en que mira el mundo y su realidad. Una lengua, pues, no se detiene nunca, siempre está evolucionando espiralmente, y aunque puede haber el regreso de arcaísmos, estos se adaptarán a la época donde se pongan de moda.

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Cuando nos corrigen se dice o se escribe así, en realidad no sólo se está exigiendo que seamos correctos en el uso de la lengua, sino también demostrando una parte de nuestro carácter estricto y la poca tolerancia que tenemos con los demás. Asimismo, esa corrección puede resultar muy provechosa. El latín no tenía una gramática como las modernas, lo cual explica su desaparición y el nacimiento de sus lenguas hijas como el español. Algunos latinos intentaban preservar su idioma creando manuales de corrección tipo se escribe así y no así sin mucho éxito, como ya sabemos. No obstante, esos manuales hoy en día son verdaderas joyas porque los lingüistas pueden observar la evolución del latín fijándose en “cómo no se dice” y no tanto en la norma prevaleciente o la culta. Ese “como no se dice” es lo que nos permite ver el salto evolutivo de una palabra.

Las palabras no son sólo criaturas literarias inermes colocadas inteligentemente en libros. La escritura sólo es parte del proceso de adquisición del lenguaje y la desaparición de las tradiciones orales, las que se pasaban de boca en boca. El surgimiento de la escritura permitió que no se perdiera mucho del conocimiento humano y la gramática permitió que las lenguas no murieran. Y, aun así, con todo y gramáticas, las lenguas siguen su paso sin detenerse.

En el camino se van enriqueciendo de otras culturas, de tal modo que nunca son las mismas con el paso de los años. Por eso, cuando surgen voces que reclaman que digamos de este modo y no del otro, ya sea por cuestiones raciales, genéricas o de clase, la lengua es un organismo que no respeta las reglas efímeras de los deseos, sino que tiene sus propios cauces y nunca asumirá como definitiva una idea gramatical o un vocablo. Exigir que escribamos y digamos “todes” —una forma idioléctica— para designar un neutro que abarque a hombres y mujeres porque el todos de la evolución histórica de la lengua es machista, no garantiza que dentro de cien años seguiremos diciendo “todes”; es muy probable que se transforme en otra cosa precisamente porque la lengua no se estanca.

La lengua es independiente de nosotros y al mismo tiempo somos su reflejo. Se entienden los intentos de las sociedades que quieren usar palabras para cambiar sus pensamientos anquilosados en los prejuicios de clase, grupos, géneros y orientaciones sexuales, pero nada puede ser fijado en un para siempre cuando se refiere a la evolución de las lenguas. No digas OK, mejor di está bien; No digas accesar, mejor di acceder, son de las muchas formas en que corregimos, pero pocas veces nos detenemos a observar que tarde o temprano lo que decimos de forma dialectal pronto se convertirá en norma y nos olvidaremos de lo que era correcto. La lengua vulgar es la que lleva la batuta siempre y no la culta, aunque la culta sea la que alimenta a los pueblos de ideas y pensamientos y nos haga grandes como seres humanos.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

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Ramón Cuéllar Márquez

Nació en La Paz, en 1966. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Actualmente se desempeña como locutor, productor y guionista en Radio UABCS. Ha publicado los libros de poesía: “La prohibición del santo”, “Los cadáveres siguen allí”, “Observaciones y apuntes para desnudar la materia” y “Los poemas son para jugar”; las novelas “Volverá el silencio”, “Los cuerpos” e “Indagación a los cocodrilos”; de cuentos “Los círculos”; y de ensayos: “De varia estirpe”.

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