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Anuncia UABCS ganadores de su certamen de Poesía, Cuento y Ensayo 2021

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La Paz, Baja California Sur (BCS). Durante una sesión virtual, el comité organizador del XIX Premio Universitario de Poesía, Cuento y Ensayo que celebra anualmente la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS), dio lectura a las actas de deliberación del certamen de este año, dando así cumplimiento con la convocatoria emitida meses atrás. Así se informa a través de un comunicado de prensa.

Según anunció la Dra. Marta Piña Zentella, profesora investigadora del Departamento Académico de Humanidades y responsable del concurso, en el caso de Ensayo se otorgó el primer lugar a la obra México y el nuevo dilema ideológico de la población, cuyo seudónimo fue “Andre CH” y corresponde al estudiante Carlos André Chiapa Aguayo, del séptimo semestre de Ciencias Políticas y Administración Pública.

A juicio del jurado, compuesto por los doctores Mehdi Mesmoudi, Rubén Olachea Pérez y el maestro César Mora, el trabajo aborda un tema intrincado de manera mesurada e inteligente; indaga en un tema de actualidad sin caer en sesgos o en teorías conspiratorias; y acusa una atenta lectura y vigilancia a los contenidos mediáticos, lo cual es un punto a favor de la juventud universitaria.

Referente a la categoría de Cuento, el trabajo laureado fue Oro Rojo, presentado por Edy Emmanuel García Vega, alumno del programa educativo de Lengua y Literatura, bajo el seudónimo “Ancalagón el Negro”.

En este caso, los doctores Damián Soto, Gabriel Rovira y maestro Andrés Avilés Hirales determinaron que la obra presenta un tema original y estructura fragmentada en secciones anisocrónicas, además de un manejo de diferentes focalizaciones y perspectivas que resultan una excelente estrategia para la epifanía final.

Con respecto a la modalidad de poesía, la Dra. Piña señaló que, lamentablemente, este año se tuvo que declarar desierta de acuerdo con las consideraciones del jurado calificador.




La sorprendente e inusual poesía de e e cummings

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hace muchos años la poesía me atrapó en sus tentáculos y jamás pude desafanarme. El acercamiento a la Literatura se dio en momentos en que andaba buscando un camino que tuviera un sentido que lo iluminara tanto de noche como de día. Aprendí pronto que la poesía no tiene preferencias, que no toma en cuenta los rangos, te pega por igual y bajo tu propio riesgo.

En esa etapa encontré a Edward Estlin Cummings (EUA, 1894-1962), a quien se le conoce más como E.E. Cummings o como sus editores lo promovían —muy a pesar del poeta— para resaltar su modo de plasmar su sintaxis extraña: e e cummings.

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Leerlo siempre fue un viaje de hallazgos, pero más que nada de entender por qué rompía con la realidad escribiendo desparpajado, con una estructura que no correspondía a la tradición y a la lógica gramatical, pues no utilizaba mayúsculas, los signos de puntuación podían cortar de tajo una idea o palabras o bien los versos eran sometidos fuera del renglón clásico o del mismo párrafo; no obstante, al leerlo en voz alta, aquello tomaba un sentido por completo distinto. Ha tenido imitadores por cientos, pero su poesía sin duda es reconocible, sabemos que se trata de él.

A lo largo de su vida productiva, publicó casi mil poemas, dos novelas y varios ensayos críticos. Su poesía se edifica a partir de su voluntad tenaz de buscar las voces íntimas que pudieran transmitir al lector los hallazgos poéticos que iba encontrando, con el fin de demostrar que el conflicto de escribir poesía no era cosa fácil. Tal vez por eso muchos de sus contemporáneos se le fueron encima, acusándolo de poco compromiso con la literatura y de que no quisiera ser más conservador, en aras de la legibilidad para estar al alcance de todos. Pero si somos justos, Cummings nunca fue del todo comprometido con nada, pues solo estaba interesado en la propia expresividad de su poética. Eso sí, su carácter y personalidad lo hicieron distanciarse de otros, con estilo propio y único, que logró a base de experiencia y de constantes ejercicios escriturales.

Leerlo en inglés es una cosa y leerlo traducido es otra, por lo que a veces esas traducciones no alcanzan a reflejar toda la plástica que Cummings quiso expresar. En sus libros va a la búsqueda de la certidumbre, de las voces en continuo conflicto interior, además de sus meditaciones sobre la condición humana, su naturaleza existencial en el discurrir del mundo. Siente que ese orbe fue mutilado y que nos obstaculiza para actuar y pensar fuera de los sistemas creados, en especial esos que se dedican a construir creencias que van en contra del espíritu humano, desde el político y el religioso.

E. Cummings es una lectura obligada para poetas. Sin la experiencia de su poética difícilmente comprenderemos parte del siglo XX y del impacto que tuvo no solo en Estados Unidos, sino en el resto del planeta.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Algunos apuntes sobre poesía y ciencia

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

Pero del científico como del poeta,

es el pensamiento desinteresado lo que se intenta honrar aquí.

Que aquí al menos no se los considere como hermanos enemigos.

Pues sostienen la misma interrogación sobre un mismo abismo,

y únicamente difieren sus modos de investigación.

Saint-John Perse

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Era el año 2005, Ernesto Cardenal leía su ‘Cántico cósmico’ a menos de un metro de mi mirada. Había asistido al programa de radio ‘Poiesis’ que yo conducía junto a Sandino Gámez y Rocío Maceda.

Esa noche hubo una atmósfera de luz. Mi mirada bebía de la suya porque sus palabras me hipnotizaban. No porque fuera un sacerdote, tampoco por su pasado de ex guerrillero o por ser candidato a Premio Nobel. Era la magia en la voz de un hombre que cantaba al polvo de estrellas y a las galaxias dentro de nosotros mismos. Esa noche estuve junto a un verdadero poeta.

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Dice Cardenal:

Observando la danza de los astros/ percibieron que había orden en el cielo/ y así un día podría haber orden en los hombres. / El cosmos canta. ¿Pero para quién? / ¿Por qué el mirlo  es tan musical/ pasada le época de la reproducción?

Sandino Gámez me instó a escribir algo sobre esa experiencia. Cardenal habló sobre la ciencia en la poesía y de eso justamente aquí expongo. Mi percepción de ambas maravillas que se imbrican como las dos actividades dignas de llamarse humanas.

Siempre he sostenido que el científico es primigenio ante el poeta en una escala de la percepción, pues el primero induce, deduce y modela y el segundo imagina. Los dos intuyen.

Las ciencias naturales son operaciones pertinentes que los humanos detentamos para conocer la realidad; operaciones confiables a pesar de sus errores y limitaciones. Nos llevan a pensar, y a pesar de su amoralidad -porque es realizada por humanos- trata de ser una luz en las tinieblas de la ignorancia y la superstición. La ciencia es un derrotero de lo maravilloso.

La filosofía y la epistemología ya anidaban en los cantos de poetas como Heráclito, Parménides o Lucrecio. Este último desarrolló la teoría de la materia en sí misma, la ciencia como liberadora del hombre y la vida en el universo en su poema ‘Sobre la naturaleza de las cosas’ escrito en el siglo IV a.C.

La poesía nació como un canto sagrado donde la palabra y la eufonía sirven para henchirnos, aterrorizarnos, sentir lo maravilloso y tremendo del caos ansiado como cosmos que no entendemos. Como un resabio de la magia, no mueve los astros pero nos ayuda a perfeccionar nuestros ideales por medio del sueño.

Las ciencias nos dan la ilusión de argumentar si existe o no un libre albedrío, conceptos como materia o energía por medio de la lógica y la inteligencia.

La poesía se nutre de la ciencia, de sus conceptos, de sus palabras porque hace suya la traducción del universo hacia la belleza.

No en balde algunos poetas han sido científicos como Nabokov (entomólogo) o Nodier (zoólogo). En la Antigüedad no se definía todavía el concepto de ciencia como lo aceptamos ahora, pero muchos tenían un viso en la medicina, la astrología y la alquimia como Dante; que también fue boticario.

Los poetas han abierto canales de intuición maravillosos que después los científicos descubren o inventan en analogías sorprendentes. Por ejemplo, ya Bocaccio había cantado sobre las lenguas de piedra como reminiscencias de animales antediluvianos mucho antes que se descubriese que eran dientes fosilizados de tiburones. Para algunos, Eureka de Poe es la anticipación del electromagnetismo y en el Fausto de Goethe se prefigura el mar como cuna de la vida material mucho antes de Oparin. Por cierto, Goethe, fue el padre de la anatomía vegetal e intentó refutar la teoría de la luz de Newton.

Cyrano de Bergerac, en su afán por explicarlo todo escribe en ‘Historia cómica de los estados del sol y la luna’:

Esto me hizo imaginar que descendía hasta la luna (…) –Pues- me decía a mí mismo-, al ser esta masa menor que la nuestra, la esfera de su actividad debe tener menos extensión y, por lo tanto, he tardado más en sentir la fuerza de su centro.

Cyrano presiente las leyes de la gravitación universal ¡Casi medio siglo antes que Isaac Newton las describiera matemáticamente!

Por supuesto que la imaginación cumple con reverberaciones de intuición, se me reprochará que existen muchos ejemplos contrarios donde parece que las metáforas no tienen que ver nada con el universo real que codifica la ciencia y es lógico, pues el poema cae en el reino de la posibilidad total.

Los poetas se han nutrido de los conocimientos y teorías científicas, falsas o verdaderas, para enmarcar una atmósfera, recordemos a Dante que utilizó el sistema astronómico de Ptolomeo y el modelo de Aristóteles para situar el viaje en La Divina Comedia. En la misma, acerca de los vientos dice:

Oíase a través de las turbias ondas un ruido, lleno de horror que hacía retemblar las dos orillas, asemejándose a un viento impetuoso impelidos por contrarios ardores.

Dante se refiere a una causa de los fenómenos atmosféricos, cuando el calor que enrarece el aire aumenta su volumen y disminuye su densidad, de lo cual resulta que busca su equilibrio en diversas partes del planeta provocando vientos.

También los poetas critican el poder oscuro que emanan los descubrimientos científicos.

Pablo Neruda escribe toda una ‘Oda al átomo’ donde acusa el poder horroroso que los hombres desencadenaron con la bomba atómica, remite:

Pequeñísima estrella, / parecías para siempre enterrada en el metal: /oculto, / tu diabólico fuego. / Un día golpearon en la puerta minúscula: / era el hombre.

Luego:

eras una fruta terrible, / de eléctrica hermosura, / y entonces el guerrero te guardó en su chaleco /  como si fueras sólo una píldora norteamericana, y viajó por el mundo /  dejándote caer en Hiroshima.

Machado poetizó en contra del Principio de Lavoisier; en realidad, contra la aparente esperanza que nos pueda dar:

Dices que nada se pierde/ y acaso dices verdad;/ pero todo lo perdemos/ y todo nos perderá.

Borges en su poema a la cantidad, después de analizar lo infinito, lo inconmensurable del tiempo y de las cosas, no se atreverá a juzgar la lepra ni a Calígula.

Pedro Salinas en ‘Cero’:

Invitación al llanto. Esto es un llanto, / ojos, sin fin, llorando/ escombrera adelante, por las ruinas / de innumerables días. / Ruinas que esparce un cero- autor de nadas, / obra del hombre-, un cero, cuando estalla.

Imbricados por los fenómenos de los universos conocidos, llamamos a la poesía como un peldaño más verdadero que la ciencia, siendo esta una disciplina que ha abierto caminos imposibles e increíbles para nuestro deleite. Pero si nuestras sensaciones nos engañan, como aseveran los hindúes y Bacon sostuvo, la poesía nos abre camino.

No quiere decir esto que la ciencia es un método de conocimiento menos efectivo, al contrario, es mejor. Es un peldaño donde conocemos la realidad de manera más exacta que otro cualquiera, incluyendo la poesía. Los fenómenos del universo que descifra son altamente poéticos en el rango de la belleza y la imaginación. Saber que los tiburones poseen una mandíbula protusible o que el diseño de la cabeza del tiburón martillo que detecta el campo electromagnético en el fondo, evolutivamente coincidió con un cambio de polaridad magnética terrestre, es fascinante. Einstein dijo que la mejor cualidad del científico es la imaginación, esto aplica para el poeta.

Nada más poético que la posibilidad de que las partículas elementales estén hechas de ondas que vibran, como si la energía fuese música. Bueno, esa es parte fundamental de la teoría de las supercuerdas. Conocer que existe un hongo dorado bajo el humus en la jungla que mide cerca de 20 m es habitar un sueño y más, cuando conocemos la comunicación hormonal y mineral entre las raíces de los árboles por medio de canales micóticos. La mínima turbulencia en un sistema como el aleteo de una abeja puede provocar una tempestad, y saber que la entropía conlleva irreversibilidad es tan estremecedor como el verso de T. S Eliot:

I will show you fear in a handful of dust (Te mostraré el miedo en un puñado de polvo)

Uno de los versos más hermosos que he leído y que remite trascendencia es que la luz no envejece. No lo escribió ningún poeta, fue el Premio Nobel de física Brian Green.

Cardenal hace lo mismo en su cántico cósmico, toma el descubrimiento de que todo nuestro carbón ha sido forjado en las supernovas y, al ser de carbón, entonces tenemos en nuestra constitución material polvo de estrellas.

Remito al lector as que lea el monumental ‘Canto a un dios mineral’ de Jorge Cuesta, que, como químico experimentó la ergotina para ampliar sus percepciones (quizá descubrió el LSD antes que Hoffman pero no publicó sus resultados) y se aplicó un tratamiento enzimático buscando la reversibilidad del envejecimiento. Su genio lo llevó al suicidio después de emascularse. Quedó ‘Canto a un dios mineral’ como un himno a la materia constructora y destructora de sí misma.

El poeta traduce el universo a su sensibilidad e inteligencia, su arma es la imaginación dinámica y su terreno el cosmos sin restricciones, analiza cantando.

Un ejemplo profundo de Shams-ud-din Muhammad Hafiz, poeta persa nacido en 1325:

Me dijiste una vez: “Deja tu vida
en mis manos y te daré la paz”.
Y mi vida te di sin pesadumbre
mas la paz no me llegó.

En cuatro versos abrió umbrales en todos los humanos que lo han leído hasta la fecha, universalmente nos deleita con la impotencia, la desilusión, incluso el problema teológico o nihilista; lo mismo puede referirse a un amigo, al ser amado o una divinidad. Las posibilidades son tantas como lectores y la cadencia y el color, a pesar de ser traducción de su lengua original, no se pierden con el tiempo. Eso no sucede en la ciencia, las teorías científicas del siglo XIV han cambiado, evolucionado, algunas se han desechado. En cambio, el poema sigue vibrando en nuestra sangre porque mientras seamos humanos tenemos el comportamiento específico.

En la ciencia la magia sobrenatural no tiene cabida, se busca siempre una respuesta empírica o lógica porque lo mágico está en la materia y se le despoja del adjetivo al encontrarlo racional. La poesía es el resabio de la magia porque la palabra provoca un estado anímico especial. No en balde aún está unida en los cánticos místicos de las culturas como en esta canción sagrada tehuelche:

Üloküs iagülwawütr gaiau küsüna

waptsjülnana salpün kanana

kalwum a atasajou

ka amaha kalwun, amahaja kalwum,

sagap atütgütchanük.

No es para jugar nuestro emblema;

partía al medio la manada (o bandada)

(el) corazón de tigre,

tigre del sol (o luna), del sol (o luna)

brazo pintado (dibujado).

Es notable la presencia del tigre (jaguar americano) en los linajes de toda la Patagonia. Es dable recordar, que este felino vivió hasta en Tierra del Fuego. El último jaguar del que se tiene registro en esta zona, fue cazado a fines del siglo XIX, en la margen norte del Río Colorado. También el zoólogo puede reconstruir la biogeografía de un animal por la tradición de los pueblos.

En la poesía la belleza es el trasfondo y objetivo, hay una danza que evoca, estos versos eróticos del chileno Santiago Azar:

Eres una pantera de barro fresco,

ansiosa de carnes rojas, hambrienta de vapores.

La ciencia no puede cuantificar suspiros y, aunque se ha descubierto que la esperanza en cualquier cosa produce efedrinas en el cerebro (lo que explicaría la fe), no hay otro lenguaje más preciso para el erotismo que el arte.

En la poesía está lo verdadero del hombre, en la ciencia la realidad respecto al hombre, según pruebas de confirmación y error. No hay otros métodos mejores para entender y aprehender el caos en el que habitamos.

En su discurso para recibir el Premio Nobel de literatura, el poeta Saint-John Perse dijo:

Por más lejos que la ciencia haga retroceder sus fronteras, y sobre todo el arco extendido de esas fronteras, se escuchará todavía correr la jauría cazadora del poeta. Ya que si la poesía no es, como se ha dicho, “lo real absoluto”, es sin duda su más próxima aspiración y la más cercana aprehensión, en ese límite extremo de complicidad donde lo real en el poema parece informarse a sí mismo.

Así pues, el poeta es más poderoso en su visión. Lo dice mejor este poema de José Emilio Pacheco:

Segismundo Freud / tras arduo estudio/ descubrió lo que al otro/ le costó un verso / el delito es haber nacido.

Refiriéndose a Calderón de la Barca.

Roald Hoffman, que recibió el Premio Nobel de química en 1981, experto en la estructura molecular, es un poeta cuyos libros de arte enlazan las dos visiones. Hoffman advierte que en el mundo de la ciencia es más fácil construir un devenir que en el mundo de las letras. Mientras que el 65 % de los trabajos científicos son aceptados en cualquier revista especializada del mundo, sólo el 5 % de los poemas que se reciben en el mundo del arte son publicados. Uno de sus poemas diferencia al arte de la ciencia, se refiere al ‘Grito’, pintura de Munch y acaba:

Pero la intromisión de la molécula de pintura es muy fuerte/ libera sólo moléculas de pintura, en patente demostración/ del Principio de Incertidumbre. La pintura cuelga; / el cielo noruego y el puerto recogen el grito/ reflejándolo hacia el cráneo del observador. / Allí, resonando, se produce el cambio.

La ciencia, poderosa herramienta que nos deslumbra, el arte, el que nos traduce la emoción del cosmos. El científico puede llegar a ser un esteta, pero el poeta siempre es un pequeño dios. Por mucho que los experimentos nos desvelen discusiones lógicas nada nos abrirá más puertas de la percepción que el arte. ¿Qué puede superar Les Nuits d’Été, para mezzosoprano, compuestas por Hector Berlioz, basadas en los poemas de Théophile Gautier? ¿Qué puede superar el Primero Sueño de Sor Juana?

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Primer avistamiento. La primera ola de Christopher Amador

FOTOS: Archivo

Colaboración Especial

Por Omar de la Cadena

Por fin tengo edad

para conducir mi nave,

lo que no sé es…

si incendiarla con estrellas

o hundirla con mi llanto.

“Marinero en tierra”

El mar es el silencio que hace dios para no pensar en la tierra

Christopher Amador

La poesía es el naufragio del hombre que tiene

por únicos remos

el arco y la lira.

“La poesía”

Escolios

Christopher Amador

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El hombre vive en mundos análogos, para no aburrirse; pero también para distinguirse. Elige un punto de vista, similar o distinto al de la manada, para pertenecer y permanecer dentro de una vasta geografía; tanto la que mira con los ojos como la que aspira con la imaginación. Christopher Amador es un poeta que ha adquirido la madurez en un oficio que es muchos y que es ninguno, como el de un pescador y lo que pesca: un ballenero que, en su desdoblamiento ritual, promete la longevidad de sus hazañas y de su oficio; enfrentándose a un cetáceo que revela su naturaleza, desde que comenzó a mecerse en la contradanza del mar, o cuando se determinó a volcarse sobre sus propias olas. Amador es un peregrino sobre páginas de arena y un marino sobre páginas de espuma: un poeta en busca en el poema el desenlace de su propia novela, como lo hiciera Rafael Alberti, un marinero en una tierra baldía.

Su primer oleaje abarca Canto a una mujer azul (2002), El mar es el silencio que hace dios para no pensar en la tierra (2008), El paisaje en la voz (2013), Escribir es incendiar (2010), y Espejo en añicos o nunca podrás escribir tu novela (2014). Aunque su viaje intelectual de seis años ha precedido el de los escaparates, con un viaje editorial distinto (porque cada poemario tiene una cronología y una secuencia que contradice su publicación), este primer oleaje está enlazado a un segundo, que quizá concluya con Escolios (2019) o con Claustrofobia-19. Bitácora del Covid: aforemas del encierro.

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En este volcarse sobre las olas, y debajo de ellas, encontramos la irreverencia y el ingenio de quien se echa al mar y al amar, como lo hiciera un Efraín Huerta o un Elías Nandino en sus versos más serios, eróticos, y jocosos; ya que en estos portentos de la poesía nacional encontramos la dimensión exacta de cada uno de los humoremas o alburemas de Amador: un despliegue de instantes de poesía; un grupo de carnadas poéticas saladas al sol. Canto por una mujer azul y Espejo en añicos o nunca podrás escribir tu novela, que datan del 2002 y el 2010, respectivamente, son el inicio y el fin de esa cresta poética. No obstante, aunque peguemos la oreja como a una caracola, en estos poemarios no escuchamos el mar sino las divagaciones de un pez o un pescador fuera del agua. De ahí su riqueza y, también, su destreza, en la diversidad de los poemas que revelan su circunstancia.

Como las olas, que vienen y van, sus poemas son falsos monólogos; ya que, si no dialogan con el lector o con el ser amado, dialogan con ese otro que va consigo mismo, cuando se piensa y se siente, fuera de sí, en primera y en terceras personas. Son conversacionales, pues, en el sentido amplio de la palabra. Esto genera el vértigo de ir por una espiral que, sin duda, a veces asciende y otras desciende, de lo real a lo inventado; porque durante la conversión de sentido en su primer poemario, cuando va de lo más acostumbrado a lo más inaudito, la mujer es un estado de ánimo (melancolía) antes de convertirse en agua salada, en mar, cuando el marinero le abre las piernas desde la quilla o separa las nubes desde al palo mayor en donde se encuentra, con el filo de algunos de sus versos:

Tus muslos son dos nubes sosteniendo el aguacero.

¿Quién pretende abrir el mar mientras empuja su velero?

Pero no siempre, metonimias de más o de menos, se transfigura en un barco, como he referido antes, sino en un pez o una ballena, porque sus versos nos atrapan con los dientes de su ingenio, o nos despabilan con el aletazo de su irreverencia. La mujer, al volverse en mar, hace esto posible; pero también cuando es tierra firme, en la Calafia referida de manera directa o indirecta; porque en su segundo poemario, El mar es el silencio que hace dios para no pensar en la tierra, con poemas del 2002 al 2006, nos muestra la cópula o catarsis divinizada de un marino que avista una ballena en menos de ocho versos de largo, como si fueran nubes o barcos que pasan y siguen de largo por las rutas marítimas de su universo poético:

No se puede ser poeta sin haber llorado un mar.

El mar me duele, tiembla en mí.

Hay un canto abriendo el pecho;

el poema salta como un pez.

Ser poeta es el oficio y la pasión por naufragar.

Lo mismo que atraen, repelen, sus poemas; tanto o más que una caricia o que cachetada verbal; porque es un poeta que nos pide acercarnos como alejarnos, preso de sus impulsos, para ver el ser en su heterogeneidad, la cosa en sus nominaciones engañosas, o el paisaje en sus contrasentidos. Esto sucede continuamente en los versos del 2004 en El paisaje en la voz, su tercer poemario, por medio de poemas cínicos y paródicos, como en el último Huerta, el de los poemínimos. Cuando dice: “Voy por Wall-mart/ como por Estados Unidos”, en su poema “Nostalgia con sabor a Paz”, parodia un verso de Piedra de sol (“Voy por tu cuerpo como por el mundo/ tu vientre es una plaza soleada/…”), picándole el ombligo al acucioso y estirado lector de poesía. Perdónenme el exceso, pero los poemas de Amador, parodiando a Courtoisie, son pinturas para ciegos; ya sea porque no pueden ver, o porque no lo hacen con sus demás sentidos.

Algo parecido, pero sin ironías, sucede con sus poemas del 2004 al 2008: Escribir es incendiar. Sus versos muestran un conflicto entre la razón y la pasión, porque el poeta se resiste a pensar lo que siente, y viceversa, cuando arremete el objeto amado y el oficio declarado con versos oracionales o dísticos sin rima, que tienden al epigrama y el aforismo: “El verdadero poeta no piensa: relampaguea.” Una verdad que rompe cualquier contrasentido cuando sus tópicos se vuelven de nuevo terrestres, aunque su verdadera intención es no salir del agua, porque quiere ponerse al margen de una monotonía espaciotemporal, como sucede de nuevo en “Proemio”, de Escolios (2019), un poemario de su segundo oleaje:

Me acerqué a la poesía

no para pensar lo que siento

sino para sentir, corazón

universal, mis reflexiones;

para no pasar de largo por la vida

palpando apenas la superficie,

para gastar el alma,

para que sus agujas despierten mi carne

y escribir el nombre de mi depredador

en la selva oscura de cada verso.

Su retórica justifica su poética; pero la evidencia indica que es un poeta que medita antes de poetizar, que da pausas y saltos espaciotemporales cuando toma el pulso de sus días; porque sus argumentos no aluden a las resquebrajaduras del poema, sino al desgarramiento de él mismo o del personaje del poema, al intentar zafarse de quien quiere sacarlo a flote, ponerlo en la superficie mientras aletea (las ballenas tienen aletas) hacia el abismo en múltiples bordes y peligros.

Esto es visible, incluso, un año después, en su poemario en prosa, Espejo en añicos o nunca podrás escribir una novela. Esta es una reunión de poemas narrativos con varios poemas discursivos (es decir, ensayísticos), o una bitácora de viaje con una trama sencilla, donde se personifica y/o desdobla su voz en el papel de Escribano Novelo o de Autor, para ser narrado o para narrarse en una novela que no puede escribir y que naufraga en sus orillas, como sucede con Nathanaël en Los alimentos terrenales (1897) de André Gide o al mismo Unamuno en Cómo se hace una novela (1929). Volver sobre sí mismo es su propósito esencial y no un acto fallido, porque la meditación del oficio es lo que lo saca a flote, lo que lo obliga a tomar aire y a hacerse visible, cuando cifra su poética en dos polos opuestos:

La literatura debe ser una garza con las patitas llenas de lodo.

Christopher demuestra una voluntad poética y un temple retórico contra viento y marea en un primer oleaje, que ha de continuar con similares ímpetus en su segundo oleaje, en su obra escrita después de 2010. Esto, aunque no nos sorprenda, debe alegrarnos; porque una ola se entrelazada con las que vienen; ya sea por las obsesiones declaradas o los cabos sueltos o las heridas que permanecen presentes, desatadas y abiertas; ya sea, también, porque en algunos de sus poemas posteriores demuestra la permanencia de algunos ejes de sus meditaciones más antiguas.

Así, de lo más alto a lo más bajo, el arte poético de Amador nos recuerda que el mundo requiere de vacíos, silencios, ausencias: vacíos de sentido, silencios de un poema a otro, y la ausencia del objeto amado. Algunas nostalgias, mutismos, y huecos se vuelven delicuescentes, porque el poeta los reconoce y los señala antes de ponerse a salvo de las trampas de la existencia; porque cada compilación de preguntas, de abismos, y de lamentos, demuestran el derecho y el deber de este poeta peninsular de lanzar respuestas además de preguntas, de cantar e igualmente de guardar silencio, de echar de menos o de más cuando se echa al mar picado de sus reflexiones sobre la vida y la poesía.

Sus lectores y sus críticos no esperan menos, sino una continuación de su primer oleaje, y no serán defraudados si el poeta ya se prepara para ofrecer el resultado de sus esfuerzos con un arpón en cada mano, para presentarnos un segundo y seguramente un tercer oleaje de su escritura poética.

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Poetas del like ¿el nuevo paradigma?

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Se acusa frecuentemente que la poesía es la menos leída y sin embargo, es de la que más se habla en diferentes sectores. Y del medio intelectual, que es el grupo que eleva a la diosa a los brazos inalcanzables de la pureza, el elitismo, la especialidad y, en algunos casos, la visión selectiva de poetas que sí son de los que no son. Los hay de todos los colores y sabores, desde los que buscan un nuevo paradigma que rompa con sus propias argucias, hasta los que sólo desean comunicar sentimientos y emociones.

Los primeros acusan a los segundos de no estar haciendo poesía y que no se puede considerar la simpleza y la cursilería un acto poético; los segundos acusan a los primeros de estar en un mundo intelectual que pocos leen, escuchan y que no transmite nada a sus lectores. Autores de ambos bandos hay miles. Millones. Pero sólo unos pocos quedan en la posteridad histórica y marcan pauta en las dos posturas.

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Hay, en nuestros días modernos que corren, un movimiento de poetas que incursionan en las redes sociales para hablar de lo que creen un acto poético que desmitifica a los consagrados por la literatura mundial. Suelen ser muy emotivos, intimistas, ventrales, donde la búsqueda del like es lo más importante, sin que importe si lo leído posee alguna calidad escritural.

Tienen muchos seguidores e incluso convocan a los lectores a hacer lo propio, creando cuentas para también entrar en el mundo de la poesía de Instagram, Facebook, entre otros. También hay un nicho de jóvenes en Wattpad que escriben novelas, cuentos, sus experiencias, ficciones, dolencias, tristezas, alegrías, basados sobre todo en su mirada digital de series televisivas animadas o aquellas dirigidas a los adolescentes. No hay una búsqueda de quedar bien con alguien, o de querer pertenecer a grupos literarios, sino sólo de divertirse, expresarse y sin la idea de asentar una trascendencia. Sólo quieren ser tendencia.

El cambio de paradigma está a la vista. Cuando jóvenes, muchos comenzamos a escribir por vanidad intelectual, porque la lectura de poesía nos hacía especiales o por alguna otra circunstancia. Pero hoy no. No les interesa que los reconozcan como poetas, ni buscan becas o premios: sólo comunicarse.

Es una generación que está creando su propio mundo, su propio lenguaje, su propia manera de establecer sus parámetros, a los que no llaman literatura sino diversión.

Esta evolución está frente a nuestros ojos, se está gestando día a día y los que crecimos con una idea de poesía no entendemos a las nuevas tribus de poetas a los que no les gusta ser llamados así, porque nos les interesa el futuro de sus textos, sino que sus voces sean escuchadas aunque se pierdan en el mar de las redes sociales.

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