Sor Juana Inés de la Cruz: poesía para la nueva normalidad

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Colaboración Especial

Por Arturo González Canseco

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Las trampas de la fe, obra fundamental de Octavio Paz dedicada a estudiar la figura de sor Juana Inés de la Cruz, tuvo su publicación original en la década de los ochenta. El Nobel mexicano se pregunta en especial por los motivos que llevaron a Juana Inés a elegir la vida conventual. Un encierro que comenzó el 24 de febrero de 1669 y acabó el día de su muerte, el 17 de abril de 1695. Un total de 26 años enclaustrada en el convento de San Jerónimo. Octavio Paz, al reflexionar sobre la vida de las monjas novohispanas, concluye escandalizado que no puede entender cómo es que no terminaban todas ellas enloquecidas.

Paz tuvo la fortuna de no vivir el siglo XXI y, en especial, el inaudito 2020. Luego de un par de meses de encierro que ya se sienten como una eternidad, ciertamente existen momentos en que nos hemos cuestionado si todavía seguimos cuerdos. Nunca se había presentado un momento más propicio para comprender un poco mejor la época de sor Juana y las condiciones de vida que experimentó.

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Juana Ramírez de Asbaje estaba próxima a cumplir 21 años cuando ingresó a la orden de las jerónimas. Nació en 1648 en San Miguel Nepantla, a las faldas del Popocatépetl. Aprendió sus primeras letras desde los tres años y en la biblioteca de su abuelo realizó un sinnúmero de lecturas. A los ocho años parte a la Ciudad de México bajo la tutela de algunos parientes. Al cumplir 16 ingresa al  palacio virreinal como protegida de Leonor Carreto, marquesa de Mancera. Ante el futuro que la época le obligaba de una vida en matrimonio, Juana elige el convento. La única posibilidad para dedicarse a la vida intelectual. Sus aspiraciones universitarias le estaban clausuradas por su condición de mujer.

El encierro en la Nueva España dista años luz del nuestro, con redes sociales, conciertos y series vía streaming. Sin embargo, nos emparenta la monotonía. El igual transcurrir de las semanas, días y noches sin mayor cambio.

La vida monjil en San Jerónimo obedecía las horas canónicas con los rezos de la prima, tercia, sexta y nona, es decir, 6, 9, 12 y 15 horas. Sus desayunos estaban compuestos por leche, pan, mantequilla y huevos. Comían carne excepto los miércoles. Las colaciones eran de conservas y fruta. El convento en aquella época era una opción de vida como puede ser hoy cualquier trabajo en una empresa. Sor Juana fue archivista, contadora y, al final de su vida, enfermera.

La doble condición adversa para Juana Inés, encierro y un orden social patriarcal, no fue impedimento para que creara una obra poética sin parangón. En un mundo de hombres como lo fue el periodo novohispano, es el nombre de una mujer el más importante. Mucho se ha reflexionado sobre cómo ese entorno masculino afectó su vida y obra. Es momento también de observar la otra variable y seguir descubriendo la inagotable riqueza de sor Juana Inés de la Cruz. El encierro propio y ajeno nos puede brindar un nuevo entendimiento de su poesía.

Si te interesa profundizar más en la obra de la genial sor Juana, te invito a inscribirte a unos cursos en línea que estaré dando el lunes 8, miércoles 10 y viernes 12 de junio de 11:00 a 12:00 horas del centro de México. Para mayores informes puedes enviar un WhatsApp al (612) 1941921.

A continuación, una brevísima muestra de esa obra. Se presentan al final unas coplas que muestran la versatilidad del genio de sor Juana. En cuanto al primer poema, tiene justa fama y a pesar de la sobreexposición continúa vivo. Durante los siglos XVIII y XIX sor Juana fue olvidada, a excepción de este poema. Sin él, lo más probable es que la historia que acabamos de relatar se hubiera perdido años antes de nuestra llegada a la nueva normalidad. Un redescubrimiento de sor Juana Inés de la Cruz nos invita a apreciar más que nunca la libertad, leer un poema es sentir que la vida puede seguir a pesar de todo.

 

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis:

 

si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?

 

Combatís su resistencia,

y luego con gravedad

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia.

 

Queréis con presunción necia

hallar a la que buscáis,

para pretendida, Tais,

y en la posesión, Lucrecia.

 

¿Qué humor puede ser más raro

que el que falta de consejo,

él mismo empaña el espejo

y siente que no esté claro?

 

Con el favor y el desdén

tenéis condición igual,

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien.

 

Opinión ninguna gana,

pues la que más se recata,

si no os admite, es ingrata

y si os admite, es liviana.

 

Siempre tan necios andáis

que con desigual nivel

a una culpáis por cruel

y a otra por fácil culpáis.

 

¿Pues cómo ha de estar templada

la que vuestro amor pretende,

si la que es ingrata ofende

y la que es fácil enfada?

 

Mas entre el enfado y pena

que vuestro gusto refiere,

bien haya la que no os quiere

y quejaos enhorabuena.

 

Dan vuestras amantes penas

a sus libertades alas,

y después de hacerlas malas

las queréis hallar muy buenas.

 

¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada,

la que cae de rogada

o el que ruega de caído?

 

¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga

o el que paga por pecar?

 

Pues ¿para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis.

 

Dejad de solicitar

y después con más razón

acusaréis la afición

de la que os fuere a rogar.

 

Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues en promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo.

 

*

 

Finjamos que soy feliz,

triste Pensamiento, un rato;

quizá podréis persuadirme,

aunque yo sé lo contrario:

 

que pues sólo en la aprehensión

dicen que estriban los daños,

si os imagináis dichoso

no seréis tan desdichado.

[…]

Este pésimo ejercicio,

este duro afán pesado,

a los hijos de los hombres

dio Dios para ejercitarlos.

¿Qué loca ambición nos lleva

de nosotros olvidados?

Si es para vivir tan poco,

¿de qué sirve saber tanto?

¡Oh, si como hay de saber,

hubiera algún seminario

o escuela donde a ignorar

se enseñaran los trabajos!

¡Qué felizmente viviera

el que, flojamente cauto,

burlara las amenazas

del influjo de los astros!

Aprendamos a ignorar,

Pensamiento, pues hallamos

que cuanto añado al discurso,

tanto le usurpo a los años.

*

 

Dice que yo soy la Fénix

que, burlando las edades,

ya se vive, ya se muere,

ya se entierra, ya se nace:

 

la que hace de cuna y tumba

diptongo tan admirable,

que la mece renacida

la que la guardó cadáver;

 

[…]

 

Lo que me ha dado más gusto,

es ver que, de aquí adelante,

tengo solamente yo

de ser todo mi linaje.

 

¿Hay cosa como saber

que ya dependo de nadie,

que he de morirme y vivirme

cuando a mí se me antojare?

*

¿Cuándo, Númenes divinos,

dulcísimos Cisnes, cuándo

merecieron mis descuidos

ocupar vuestros cuidados?

 

¿De dónde a mí tanto elogio?

¿De dónde a mí a encomio tanto?

¿Tanto pudo la distancia

añadir a mi retrato?

 

¿De qué estatura me hacéis?

¿Qué Coloso habéis labrado,

que desconoce la altura

del original lo bajo?

 

No soy yo la que pensáis,

sino es que allá me habéis dado

otro ser en vuestras plumas

y otro aliento en vuestros labios,

 

y diversa de mí misma

entre vuestras plumas ando,

no como soy, sino como

quisisteis imaginarlo.

 

*

 

En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?

¿En qué te ofendo, cuando solo intento

poner bellezas en mi entendimiento

y no entendimiento en las bellezas?

 

Yo no estimo tesoros ni riquezas;

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi pensamiento

que no mi pensamiento en las riquezas

 

Y no estimo hermosura que, vencida,

es de despojo civil de las edades,

ni riqueza me agrada fementida,

 

teniendo por mejor, en mis verdades,

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades.

 

*

Detente, sombra de mi bien esquivo,

imagen del hechizo que más quiero,

bella ilusión por quien alegre muero,

dulce ficción por quien penosa vivo.

 

Si al imán de tus gracias, atractivo,

sirve mi pecho de obediente acero,

¿para qué me enamoras lisonjero

si has de burlarme luego fugitivo?

 

Mas blasonar no puedes, satisfecho,

de que triunfa de mí tu tiranía

que aunque dejas burlado el lazo estrecho

 

que tu forma fantástica ceñía,

poco importa burlar brazos y pecho

si te labra prisión mi fantasía.

 

*

 

Amor empieza por desasosiego,

solicitud, ardores y desvelos,

crece con riesgos, lances y recelos,

susténtase de llantos y de ruego.

 

Doctrínanle tibiezas y despego,

conserva el ser entre engañosos velos,

hasta que con agravios o con celos

apaga con sus lágrimas su fuego.

 

Su principio, su medio y fin es ése,

pues ¿por qué, Alano, sientes el desvío

de Celia que otro tiempo bien te quiso?

 

¿Qué razón hay de que dolor te cueste,

pues no te engañó Amor, Alano mío,

sino que llegó el término preciso?

 

*

Aunque es el metal de azófare

de mi voz, en esta márgene

la echaré como un almíbare,

siguiendo un músico cánone.

 

Y aunque con el pecho débile,

celebraré aqueste Alcázare,

que siendo la labor fértile,

está de fuerzas no frágile:

 

donde a aquel Solio de Tíbare

bajan uno y otro Ángele,

a ver entre blanco aljófare

los rojos visos del Cálice.

 

Calle la diosa del Viérnese

y váyase a estar en cárcere,

pues es más loca que un Lúnese

y más aciaga que un Mártese.

 

San Bernardo es, y la Vírgine,

los que gobiernan el mástile,

más dulce Ella que un azúcare,

y él más cándido que un ánsare.

 

El que es Patrón, es un Fúcare,

más generoso que un Párise,

más valeroso que un Héctore,

más animoso que un Áyace.

 

Den al Arquitecto un víctore,

pues ven que ha vencido, hábile,

las Pirámides de Ménfise

y las Columnas de Cádize.

 

Y a esta música estérile

perdonen lo no ágile,

que en lo menos difícile,

suele ella no ser fácile.

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Colaboración Especial

Por Arturo González Canseco

 

Maestro en Investigación Histórico-Literaria por la UABCS. Ha sido responsable de secciones de literatura en revistas de circulación nacional y en KW Televisión. Entre sus publicaciones se encuentran textos sobre José Joaquín Blanco, Josefina Vicens, Elena Poniatowska, crónicas de viaje, cuento, ensayo y entrevistas a autores como Homero Aridjis, Bárbara Jacobs y Juan Villoro. Es conductor del programa Mímesis, en Radio UABCS.

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