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¿Cuándo los piropos se volvieron acoso? Respuesta rápida: siempre lo han sido

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Sexo + Psique

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Piropos callejeros, miradas que incomodan, comentarios desagradables sobre tu cuerpo o el ajeno, son sólo algunas de los comportamientos que las mujeres tenemos que soportar de amigos, familiares, compañeros de trabajo, jefes: hombres en general. Algo incomoda, pero tal vez no puedo explicar que es, algo me ofende, pero era tan sólo una broma; el acoso sexual es —tristemente— mucho más frecuente de lo que pensamos. Pero, ¿qué se puede considerar que es y qué no?

Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el acoso sexual es: cualquier comportamiento —físico o verbal— de naturaleza sexual que tenga el propósito o produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona; en particular, cuando se crea un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo1. Puede ser expresado de varias maneras, tal como comentarios sobre su cuerpo o actividad sexual, chistes sexuales, pedidos de favores sexuales, presión para citas, manosear, agarrar, miradas no favorables, carteles que degraden a las mujeres, asalto sexual o violación. Un acosador puede ser un compañero de trabajo, un amigo, un familiar y puede ser del sexo opuesto o del mismo sexo que Usted.

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Según el Grupo de Investigación de Estudios de Género de la Universidad de las Islas Baleares, el concepto surge ligado a una reivindicación feminista. Desde este enfoque, se trata un ejercicio de poder, aunque superficialmente tenga apariencia sexual (Bosch et al., 2009). Las autoras mencionan el primer uso del término en 1974, por un grupo de feministas en la Universidad de Cornell “para analizar sus experiencias con los hombres en el mundo laboral y referirse al comportamiento masculino que negaba su valor en ese mundo”2.

El concepto de poder es central para explicarlo. Cuando un hombre piropea en la calle a una mujer, sabe que ella no va a voltear y decirle Tu piropo acaba de hacer que me enamore de ti, ¡sin embargo, es una conducta sumamente común! Lo es por dos razones fundamentales: la primera, el hombre sabe que incomoda y ejerce poder sobre ella y su cuerpo al emitir una opinión no deseada y, en segundo lugar, cuenta con que la mujer no haga nada, sólo camine más rápido y huya, porque se siente más fuerte que ella.

Es por esto que constituye una manifestación de discriminación basada en el género, y un acto violento respaldado por pautas culturales y sociales. Es ampliamente reconocido que afecta fundamentalmente a las mujeres. Si bien los hombres también pueden ser objeto de acoso sexual, la mayoría de las víctimas son mujeres ya que están mucho más expuestas al vivir en una sociedad machista que nos enseña que no tenemos poder, que somos el sexo débil, que siempre nos tienen que proteger y que el respeto es algo que se gana, no que se tiene.

¿Por qué ocurre? El Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) creó el micrositio de Cero Tolerancia, como un esfuerzo para unir y construir una cultura que denuncie y erradique el hostigamiento y acoso sexual, en dónde nos comparte algunas de las múltiples causas que existen3:

Machismo

Cuando predominan ideas, creencias, refranes, canciones, mensajes y comportamientos que reafirman un rol dominante de los hombres hacia los cuerpos, la sexualidad y la vida de las mujeres: hablamos de “machismo”. Los piropos, actos de asedio sexual, chistes, burlas o insinuaciones sin consentimiento o reciprocidad, son conductas de hostigamiento o acoso sexual, que son permitidas y alentadas como parte del ser hombre y, por tanto, son comportamientos considerados como “naturales, normales e inevitables” en sus relaciones con las mujeres.

Abuso de poder

En nuestra sociedad, los hombres ostentan mayor poder que las mujeres, lo que las coloca en posiciones de desigualdad y mayor vulnerabilidad. Por ejemplo, en algunos espacios laborales se tiende a imponer horarios de trabajo y de salida muy prolongados; exigencia de presencia en lugares fuera de las oficinas o instalaciones de trabajo; decisiones o reglas arbitrarias, generando climas propicios a la afectación de derechos, al silencio, la omisión o incluso la complicidad con las o los jefes ante conductas hostiles o violentas que incluso pueden constituir hostigamiento.

Débil cultura de denuncia

La falta de confianza en las autoridades, la vulnerabilidad mientras se realizan los procesos de justicia, la falta de respuestas adecuadas ante las quejas, el excesivo tiempo que toma la justicia, el miedo a los despidos, la expulsión de los entornos escolares, el señalamiento público como personas conflictivas, así como los procedimientos engorrosos y largos justifican la débil cultura de la denuncia, lo cual favorece la impunidad y la tolerancia al hostigamiento y al acoso sexual.

¿Cómo reconocer que es acoso sexual y que no? En el cuadro siguiente se presentan los estudios del Instituto de la Mujer de España (2006) y de Calle, González y Núñez (1998).

NO es siempre NO

Durante muchos años se ha culpado a las víctimas, en especial a las mujeres de provocar a los hombres, ya sea por su vestimenta, por su actuar o simplemente por existir. Sin embargo, jamás es culpa de la víctima. Considero muy peligroso el pensamiento que dice que Nos tenemos que dar a respetar, cómo si el respeto fuera algo que nos tenemos que ganar y no exigir simplemente por ser personas. No tendríamos que solicitar respeto, es un derecho fundamental y no hay nada, ningún comportamiento que nos reste respeto. El acoso sexual es algo que miles de mujeres vivimos a diario, es un delito y no debería de tolerarlo, ni en mi persona, familia o ambiente laboral.

Bibliografía

  1. (2014). Guía para la intervención con hombres sobre el acoso sexual en el trabajo y la masculinidad sexista.

https://www.ilo.org/sanjose/publicaciones/WCMS_239603/lang–es/index.htm

  1. Larrea, M. (2018). ¿Cómo se mide el acoso sexual? 

http://redinvestigacionfeminista.org/archivos/Encuesta_de_prevalencia_motodologia.pdf

  1. (2021). Cero Tolerancia. http://cerotolerancia.inmujeres.gob.mx/

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Mujeres de la serranía. Notas del diario de campo de una socióloga choyera

FOTO: Reneé Amao

Colaboración Especial

Por Diana Reneé Amao Esquivel

La Paz, Baja California Sur (BCS). Me despierto al alba en mi catre y ya huele a café. Estoy en La Soledad, una pequeña comunidad en la Sierra de la Giganta. En la cocina se escuchan las primeras voces del día alrededor del fogón. Una mujer atizaba el fuego desde antes de que saliera el sol para darle de comer a su marido y que se fuera a “campear” unas chivas que andaban perdidas en el monte; luego, la señora y su nuera ‘arrean’ a niños y niñas por igual para que se vayan a la escuelita CONAFE, con al menos una tortilla y frijoles con queso en la panza.

Viví mi infancia y adolescencia rodeada de historias de aquella tierra de gigantes. Mientras mi abuela hacía tortillas de harina en su cocina, me contaba aquellas anécdotas de cómo caminaba con sus zapatos viejos por el arroyo seco para llegar a la escuela. Me imaginaba tantas historias, y ahora estoy aquí, en el mismo arroyo, muy cerca del rancho en el que nació ella, mi bisabuela y de ahí para atrás.

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FOTO: National Geographic

¿Qué hacía una mujer conduciendo una troca 4×4 por la filosa brecha de esa serranía? Conocí las comunidades serranas y costeras de Sierra de la Giganta gracias al maravilloso trabajo de campo que he realizado por más de quince años. Soy socióloga y soy sudcaliforniana. He tenido la oportunidad de trabajar con organizaciones de la sociedad civil en colaboración con comunidades rurales serranas para hacer proyectos que permitan a las personas aprovechar y transformar sus recursos naturales, así como mejorar su economía familiar con un enfoque colectivo y de bien común.

Siempre teniendo en cuenta una visión que camina hacia la sustentabilidad, hicimos de todo tipo de proyectos: construcción de invernaderos para la producción de plantas locales para reforestación, de apicultura, de aprovechamiento forestal, bordados, confitería y muchísimos más. Todo, a través de planeación y toma de decisiones colectivas. En resumidas cuentas, el trabajo de mis sueños.

Como resultado de esta experiencia, aprendí mucho de mis raíces, mi historia, nuestra historia. Además, he podido vislumbrar algo que, como mujer formada en el feminismo siempre me inquietó, esto es la escasa o nula participación de las mujeres en procesos de participación comunitaria orientados hacia la sustentabilidad. Misma de la que quisiera hablarles más adelante, después de compartir un poquito de lo que dice la historia de nuestra tierra sudcaliforniana.

Mujeres y ruralidad

En las comunidades rurales de Baja California Sur se encuentra el legado de nuestros antepasados. Tres grandes grupos étnicos habitaron el territorio peninsular: el pueblo pericú, en la región del Cabo; guaycura, hacia la región central; y cochimí, hacia la región más norteña de Sudcalifornia. Estos grupos originarios fueron extinguidos durante el periodo colonial, a partir del cual se establecieron las misiones jesuitas entre 1697 y 1768, cuando fueron expulsados. Así, emerge la cultura ranchera, a partir de la fusión de los conocimientos y la manera de interactuar con la naturaleza de los pueblos nativos —o primeros californios—, que fue legada a los últimos californios o rancheros/as.

El florecimiento de la vida es determinado por la presencia de cuerpos de agua, sin embargo, en climas áridos como el sudcaliforniano, la disponibilidad del vital líquido adquiere especial relevancia. Toda la vida del rancho y de cualquier asentamiento humano sucede alrededor de los humedales, de aquellos que aquí llamamos oasis, sobre los que florecieron los descendientes de los pueblos californios nativos. Estas sociedades, al igual que la gran mayoría de las sociedades rurales tradicionales en México, han adoptado una organización patriarcal que ha determinado las formas de organización social y las labores que llevan a cabo, tanto hombres como mujeres, en la vida comunitaria y familiar. Estas son algunas observaciones de este tipo de organización:

Dificultades de las mujeres sudcalifornianas en la participación comunitaria. Al pasar de los años de trabajar y convivir con varias comunidades rancheras, noté que las mujeres participaban en muchas actividades comunitarias como en los comités de salud, de educación, de las festividades comunales y de actividades religiosas, entre otras. Sin embargo, aquellas mujeres que participan en actividades que implican actividades productivas, toma de decisiones, ocupar cargos y espacios públicos son muy pocas. Razones, creo haber visto muchas.

Escasa participación de las mujeres en espacios públicos. En general, las mujeres tienen una participación mucho menos activa en los espacios públicos dónde se toman las decisiones comunitarias y se lleva a cabo el trabajo productivo. ¿Por qué sucede esto? Mucho tiene que ver la división sexual del trabajo en los ranchos, la gran mayoría de las mujeres han de permanecer en sus casas para preparar los alimentos, cuidar el agua, atender a niños/as, enfermos/as y personas mayores, ordeñar las chivas y hacer el queso, o simplemente, porque los espacios públicos de toma de decisiones son espacios de “hombres”, y difícilmente, las mujeres pueden tomar la palabra y ser escuchadas, aunque afortunadamente hay varias excepciones a esta situación.

FOTOS: Ilustrativa de Internet

Trabajo no valorado. Las actividades que llevan a cabo la mujeres en el espacio privado, en lo doméstico son arduas y numerosas, corresponden al trabajo reproductivo y de cuidados que, aún cuando forman parte del trabajo productivo y contribuyen a la riqueza social, desde el enfoque patriarcal del proceso de producción se ha considerado como trabajo no productivo, por lo tanto no es valorado y se desestima como trabajo no remunerado.

Representaciones invisibles. Lo anterior, invisibiliza o desvaloriza los roles que desempeñan y han desempeñado las mujeres históricamente en sus comunidades. Esto nos impide llegar a ver la mirada que las mujeres tienen del mundo, de sus comunidades, de sus familias, de sí mismas, pero también, sobre la forma en la que ellas interactúan con los ecosistemas, las necesidades vistas desde su vivencia, y anula la posibilidad de construir otras soluciones, aquellas senti-pensadas desde lo femenino.

Ruralidades sudcalifornianas femeninas. Cuando yo quería hablar con las mujeres, me metía a las cocinas a lavar los platos, a preparar alimentos, y buscaba que no se acercara ningún hombre, porque pasa una cosa bien bonita cuando estamos sólo las mujeres, y es que empiezan a brotar las palabras, todos los senti-pensares, entonces ellas me empezaban a platicar sobre sus sueños, cómo les gustaría ver su rancho, su familia, el monte, y eso era maravilloso.

A la gran mayoría les gustaba mucho la idea de tener o mejorar su huerto de traspatio, tener máquinas de coser para hacer  materiales para sus bordados. A algunas les gustaban las manualidades, a otras les gustaba la idea de tener un invernadero del cual se pudieran sembrar plantas medicinales y aromáticas para hacer artículos de belleza, querían hacer artesanías, en fin, varias ideas que, precisamente, por las dificultades que acabo de mencionar no vieron la luz fuera de la cocina, o aquellas que llegaron a ser propuestas no se concretaron.

Sin embargo, tuve la oportunidad de trabajar un proyecto de invernadero de hortalizas comunitario, en el cual trabajaban sólo mujeres, funcionaba muy bien, pero desafortunadamente, por razones ajenas a las mujeres, no fue posible continuar.

Entonces, entendí algo: es fundamental que encontremos espacios de diálogo que tiendan los puentes entre lo femenino, que recuperen las historia que cuentan las mujeres sudcalifornianas, su mirada y su habitar, ya que éste se encuentra determinado por su andar y por su condición como mujer. La invitación es a que pensemos más detenidamente sobre cómo la historia puede ser diferente desde la mirada femenina. ¿Cómo es la vida comunitaria de las mujeres rurales sudcalifornianas? ¿Cómo se relacionan con la familia, con la milpa, con la actividad ganadera, con nuestros ecosistemas? Y aquí termino mi breve relato, con la ilusión de que les genere algún tipo de reflexión, evocación o emoción.

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Masculinidad tóxica

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Sexo + psique

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo

La Paz, Baja California Sur (BCS). Como es usual, antes o después de cada 8 de marzo comienza a surgir información sobre el feminismo, sus luchas, avances y demás temas relacionados y, como ya es costumbre, los detractores u opositores dejan sus oportunos comentarios sobre una lucha que no les pertenece, sin embargo, quiero recuperar dos que, considero, son de los más repetidos… a los hombres también nos matan y, el día del hombre, ¿para cuándo?

Tristemente, es muy frecuente encontrar este tipo de comentarios en grupos y círculos de reflexión sobre feminismos y masculinidades, donde ha sido evidente que no aprovechan este espacio para reflexionar sobre sus propios complejos, tabúes o implicaciones dentro de un sistema machista, sino que se los han utilizado como un lugar de confrontación, que lejos de aportar a la problematización de los temas abordados, replican dinámicas violentas que se supone deberían ser cuestionadas.

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Y es que es bastante comprensible que no deseen abandonar sus privilegios, el mundo ha sido diseñado para su comodidad y enaltecimiento del ego, cómo lo retrata María Zuil en su artículo Patrón macho: así se ha diseñado el mundo sin tener en cuenta a las mujeres: un ejemplo claro de esa inercia se encuentra en la seguridad de los automóviles. Curiosamente, cuando una mujer sufre un accidente al volante, tiene un 47% más de posibilidades de sufrir lesiones graves y un 17% más de que el incidente sea mortal.  Esto es así porque los coches se han diseñado durante décadas con base a estudios con un maniquí (‘dummy’) que representa a un hombre de 177 cm y de 76 kilos, bastante más alto y pesado que la mujer media.

Si hacemos un recuento hacía atrás y revisamos quienes han creado las cosas que tenemos y cuál es su público específico, podemos darnos cuenta que la mayoría de los utensilios, herramientas, transporte, hasta el aire acondicionado en oficinas, están pensados para varones de mediana edad, caucásicos y de unos 70 kilos. Es debido a esto que la mayoría ni siquiera son conscientes de la realidad de otras personas — en especial las mujeres—, ya que el mundo en el que vivimos está pensado para ese tipo de hombres, dejando fuera a más de la mitad de la población.

Esta falta de empatía para con los demás no solo les genera problemas con la socialización, sino consigo mismos, ya que no perciben el daño físico, emocional y mental que tienen al pertenecer a un sistema patriarcal, y lo podemos ver en las cifras de muertes violentas o el índice de suicidios entre varones, donde el 77% de las víctimas de suicidio, son hombres.

Este modelo de masculinidad tradicionalmente reforzado por nuestra cultura, impide que el hombre se muestre vulnerable, sensible, emocional, tierno, entre otras cualidades que se han asociado a lo femenino —y que es, básicamente lo que el machismo evita—, esta represión constante de una parte o gran parte de su ser, genera angustia, desesperación, frustración y estrés. Sin embargo, los únicos mecanismos para desahogarse, son cosas que la misma cultura machista propicia y valida, como la agresividad, el enojo y los golpes por mencionar algunos.

Muchos hombres viven enteramente conflictuados por mantener ciertos roles como el del ‘Yo proveedor’, o el ‘Yo fuerte’, lo que hace que el hombre no pueda exteriorizar sus temores y miedos. Esto propicia en el imaginario popular que el hombre debe ser inflexible a la par que indestructible, saber de todo un poco y nunca mostrarse “débil”. Lo que provoca que los hombres se muestren invulnerables y no exterioricen sus miedos, preocupaciones, debilidades o aquello que afecta su salud mental. Es frecuente encontrar casos donde los hombres sufrieron durante años de cierto padecimiento y nunca buscaron ayuda porque no consideraban esa opción, de la misma forma, es ésta manera de pensar lo que hace que sean más propensos al suicidio o como lo explica el investigador Juan Guillermo Figueroa, para una entrevista de El País, que tengan negligencia suicida:

Una de las cosas que nos hemos dado cuenta al estudiar la salud de los hombres es que se mueren más veces por prácticas aprendidas que por enfermedades. Los datos revelan que hay una mayor temeridad; una búsqueda intencionada de situaciones de riesgo por el hecho de ser hombres. 

Cuando asumes que hay que pelear físicamente cuando alguien te enoja, cuando tienes que demostrar tu hombría y ser muy macho, cuando tienes que consumir alcohol para ser hombre… te expones a un mayor número de riesgos. Hay una alta incidencia de muertes por violencia en hombres. Y la violencia no es una enfermedad, es un aprendizaje.

Esto también repercute en el autocuidado. Como hombre, no te cuidas intencionalmente porque buscas que otros te reconozcan como muy hombre, por ser temerario y osado. Los modelos de masculinidad son un factor de riesgo para la salud de los varones. Así nos convertimos en negligentes con nosotros mismos.

 

El hecho de considerar ciertos sentimientos aceptables y otros no, la incapacidad de reconocer las emociones en uno mismo, la tendencia a reprimir, proyectar y distorsionarlas y la incapacidad de expresarlas adecuadamente, constituyen una seria limitación para la vida y para la felicidad. Por otro lado, alguien que se cree superior a los demás, inquebrantable o invulnerable, no va a entender nunca la posición del otro que no está a su “nivel”, es por esto que batallan tanto para desarrollar la empatía.

Por esto no podemos olvidar que los modelos de masculinidad y de feminidad no se construyen a partir de las características biológicas distintivas de cada sexo, sino a partir de los valores culturales, paradigmas y concepciones de una sociedad.

Retomo nuevamente la entrevista que le hicieron a Juan Guillermo Figueroa, dónde le preguntan: ¿y cómo se hace para desaprender esos roles?

… Una de las claves tiene que ver con invitarnos a ver en un espejo lo que estamos haciendo con nosotros mismos. Y tomar conciencia de que hay ciertas desventajas en la manera en la que aprendimos a ser hombres. Cuando tú a un chico le dices que se está descuidando te responderá: “¡De algo me tengo que morir!”. Y por eso fuma, y bebe y por eso se droga. Se puede desaprender a través de hacer evidente las consecuencias negativas de lo aprendido. Jean-Paul Sartre decía: si bien no soy responsable de lo que la sociedad hizo conmigo, sí soy responsable de lo que hago yo con lo que la sociedad me dio.

 

Bibliografía
• Zuil, M. (20211). Patrón macho: así se ha diseñado el mundo sin tener en cuenta a las mujeres. El Confidencial. Recuperado de:
https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2021-03-08/feminismo-diseno-patron-tecnologia_2980212/?fbclid=IwAR0H_9dBJNgxLn5AYdkUgeRHrKi8oRTsTSDyOm4PcUZ6VZgYRWMayhD_gv4
• Sulbarán, P. (2017). Ser hombre no implica ser un depredador. BBC. Recuperado de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-42032316
• Mahtani, N. (2019). Los hombres se mueren más por hacerse los machos que por enfermedades. El País. Recuperado de:
https://elpais.com/sociedad/2019/11/21/actualidad/1574354202_771940.html?fbclid=IwAR3qdvlcq3l_WKb6qXfFsN-Up9VSaFprKCwHvOv0ZO55-REJi4QslVQWnt4
Mediavilla, J. (2019). Europa registra más suicidios en jóvenes; España, en mayores de 50 años. Redacción Médica. Recuperado de: https://www.redaccionmedica.com/secciones/psiquiatria/europa-registra-mas-suicidios-en-jovenes-espana-en-mayores-de-50-anos-5730

 

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Mujeres ¿machistas?

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Sexo + psique

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo

Sé una dama, me dijeron. Tu falda está muy corta. Tu camisa es muy pequeña. No enseñes demasiado. Cúbrete. Deja algo a la imaginación. No los provoques. Estás demasiado vestida. Estás muy desvestida. No seas muy gorda. No seas muy delgada. Come más. Adelgaza. Deja de comer tanto… ponte a dieta. ¡por dios! Te ves como un esqueleto. ¿Por qué no comes? Te ves demacrada. Te ves enferma. A los hombres les gustan las mujeres con carne en sus huesos. Sé talla cero. Sé talla doble cero. Sé nada. Sé menos que nada…

“Be a lady they said”

Camille Rainville

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). “El peor enemigo de una mujer es otra mujer”, reza el comentario que seguramente hemos escuchado en algún momento, así, como si fuera una verdad innegable y absoluta; se repite sin conciencia, remordimiento y, sobre todo, sin preocupación alguna sobre lo que pueda pensar quien lo escucha.

Surge entones la pregunta, como mujeres, ¿quién nos enseñó a odiarnos? ¿De dónde viene la aversión, envidia, celos, que por tanto tiempo se nos han vendido como naturales?

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Mira cómo se viste, siempre he me llevado mejor con los hombres, las mujeres hacen mucho drama, ¿así cómo quieren que la respeten?, ella se lo estaba buscando, entre otras frases, son dichos comunes que las mujeres hemos repetido como método de desaprobación ante tal o cual conducta. Sentirnos superiores a otras mujeres por tener más atención masculina o por pertenecer a su círculo selecto, en muchas ocasiones ha constituido el centro de lo que creemos deberíamos de ser o aspirar; ahora bien, esto pertenece a lo que hace poco publicaba Elisa Morales sobre el pacto patriarcal: serie de acuerdos implícitos entre hombres… una alianza basada en la complicidad y el silencio, donde los hombres se protegen, legitiman y excusan sus actitudes y acciones misóginas, sexistas y homofóbicas; pues bien, las mujeres hemos aprendido a sobrevivir en este pacto patriarcal y muchas lo hicieron sumándose a él.

Lo anterior tiene nombre: misoginia. Definida como la aversión/odio a las mujeres por el hecho de ser mujeres. Son aquellas actitudes con las que crecimos gracias a la sociedad heteronormativa y patriarcal en la que vivimos desde hace cientos de años. De aquí se desprende todo un sistema de creencias con prejuicios arraigados hacia la mujer y lo femenino. De esta forma, hemos interiorizado la desvalorización de la mujer, lo que da pie a la misoginia interiorizada, que se definiría como la creencia involuntaria de que los estereotipos y mitos dañinos en torno al ser mujer, son verdaderos.

Este sistema de creencias nos ha obligado a apegarnos a modelos de belleza irreales y hasta peligrosos como la delgadez extrema, la palidez de la piel como algo esperado, ciertos rasgos físicos, entre otros. Ha generado que las mujeres odiemos a otras mujeres, sobre todo, a nosotras mismas. De esta forma, se nos ha impuesto un modelo en donde todo lo relacionado con la feminidad es malo, inútil, engorroso y, desde luego, menos valioso que lo masculino. Lo que nos ha llevado a tratar de ganar cualidades, comportamientos, hábitos y estatus que nos alejen del resto de las mujeres y nos acerquen al ideal masculino.

Así, hemos odiado a nuestras compañeras de la escuela o trabajo, a las exnovias de tu pareja, a la novia de tu ex, a las amigas de tu pareja, a la novia de tus amigos por ser *coloque aquí el insulto estereotipado* zorras, putas, fáciles, y la lista puede seguir interminablemente. Lo que hay aquí, es la intención de diferenciarse de lo que significa ser mujer y ponerse en un pedestal al que otras mujeres solo puedan aspirar, pero no acercarse.

Con la intención de explorar este tema, la neurocientífica Berit Brogaard, no solamente concuerda en la hipótesis de la existencia de mujeres misóginas, sino que la estudia a tal profundidad que desarrolla hasta cuatro perfiles diferentes de mujeres misóginas:

  1. Puritano. Considera que la mujer ideal es aquella que se dedica a la labor doméstica, es cariñosa, abnegada, amable, subordinada al hombre y sexualmente pura antes del matrimonio. Se ha apropiado de la frase, detrás de un gran hombre, hay una gran mujer y pone su vida y sus emociones detrás de las necesidades del hombre (padre, pareja, hijos). Critica a cualquier mujer que no quiera ser madre, ama de casa o no atienda al marido.
  2. Autocrítico misógino. Critica a la mujer que sale de los estándares de feminidad, aquellas mujeres que son muy grandes, toscas, directivas, de carácter fuerte, competitivas y duras; en fin, aquellas mujeres que han desarrollado características socialmente atribuibles a los hombres, ya que consideran que las mujeres deben ser débiles, sumisas y tiernas.
  3. Egoísta misógina. Se define como aquella mujer que considera a las mujeres — incluida ella misma— como promiscuas, manipuladoras, irracionales, poco inteligentes, y que tiende a negar su desprecio por sí misma pero lo refleja en las demás.
  4. Diablesa misógina. Aquella mujer que se ve a sí misma como superior a las demás. Considera a las mujeres como manipuladores, incompetentes, poco inteligentes, pero ella está exenta de esta categoría. Se percibe como poseedora de virtudes masculinas estereotipadas como la inteligencia, fuerza de carácter y racionalidad.

El detalle aquí es que, no importa que características tengas como mujer, ninguna debería dar pie al odio, exclusión o juicio ajeno. A las mujeres nos han enseñado a estar en constante competencia con nosotras mismas y con las demás, ¿quién es más bella?, ¿quién se liga al mejor partido?, esta competencia es un intrincado mecanismo con el que fuimos educadas para no crear redes de apoyo sólidas y duraderas, comenta Loreto Vega Crecemos entendiendo que la otra es enemiga y para muchas, la forma de ganar esa carrera y diferenciarse es ponerse en el otro lado, junto a lo masculino, y desde ahí criticar y menospreciar a las mujeres como si una no fuera parte de ese grupo.

Creo que es momento de romper esos pactos y costumbres que nos han querido imponer, y comenzar a ver a otras mujeres como iguales. Esto no significa que tengas que amar a todas las mujeres o que todas deban caerte bien, para nada. Implica dejar de odiarlas por lo que son y comenzar a aceptar las diferencias como parte natural del ser humano. Involucra también desarrollar una mirada más cálida con una misma y dejar de seguir modelos que muchas veces ni entendemos y solo repetimos sin pensar. Desarrollar la sororidad, la complicidad o la alianza entre mujeres, volver a crear esas redes de apoyo, soporte y contención. Sabernos acompañadas y no juzgadas… nos da la oportunidad de vivirnos de una manera completamente diferente, más libres, plenas y felices. Esto es un proceso, y es importante saber que, así como lo aprendimos, lo podemos desaprender, y que mejor que hacerlo acompañada.

Referencias
• Brogaard, B. (2015). What is misogyny, anyway?. Psychology Today. Recuperado de: https://www.psychologytoday.com/us/blog/the-mysteries-love/201503/what-is-misogyny-anyway
• Caballé, A. (2019). Breve historia de la misoginia. Ariel. Recuperado de: https://www.legisver.gob.mx/equidadNotas/publicacionLXIII/Anna%20Caball%C3%A9%20-%20Breve%20historia%20de%20la%20misoginia%20(Ariel).pdf
• Massiel, A. (2021). ¿Misoginia en mujeres?. Grupo VivoMultimedia. Recuperado de: https://grupovivomultimedia.com/misoginia-en-mujeres
• Morales, E. (2021). ¿Qué es el pacto patriarcal y por qué debe desaparecer? CULCO BCS. Recuperado de: https://www.culcobcs.com/sociedad/que-es-el-pacto-patriarcal-y-por-que-debe-desaparecer/?fbclid=IwAR0lYoqsauoZBfb-IRduyCoh5b-tydys8RJptUAFGmahCWJSW7jMmif-jbM
• Morales, P. (2020). Mujeres misóginas: “muchas piensan que deben comportarse como una tigresa para proteger su posición contra otras hermanas”. La tercera. Recuperado de: https://www.latercera.com/paula/mujeres-misoginas-muchas-piensan-que-deben-comportarse-como-una-tigresa-para-proteger-su-posicion-contra-otras-hermanas/?fbclid=IwAR3DX9fvKOpb8WJ_TApGbObr647PSsj5resJ_4Cua6gqLU_U-f2RwVEHUJs
• Video: Be a lady they said. Camille Rainville. https://www.youtube.com/watch?v=d2o0CiANBVg

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¿Qué es el pacto patriarcal y por qué debe desaparecer?

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Hilo de media

Por Elisa Morales Viscaya

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hace pocos días trascendió en las redes sociales la denuncia de la YouTuber Nath Campos, quien por medio de un video en su canal revela que fue abusada sexualmente por su colega, el también YouTuber Ricardo Gonzalez, conocido como “Rix”. Relató que hace algunos años salió con varias personas que consideraba sus amigos y tomaron bebidas alcohólicas. Él abusó de ella en su departamento aprovechándose del estado de ebriedad de Nath. Durante el video, Campos explicó que en el momento en que sucedió se acercó a personas en común, desde miembros del equipo de trabajo hasta amigos y otros colegas buscando apoyo, y le respondieron que “no era tan grave”. Esto es el pacto patriarcal en su forma más explícita.

Colectivas como Sorora.mx y Brujas del Mar definen al pacto patriarcal como una “serie de acuerdos implícitos entre hombres… una alianza basada en la complicidad y el silencio, donde los hombres se protegen, legitiman y excusan sus actitudes y acciones misóginas, sexistas y homofóbicas”.

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Se perpetúa entre hombres de todo el mundo, sin que sea necesario que se conozcan o que tengan vínculos, basta su congenie masculina para apoyarse, reconociéndose entre ellos “como iguales y como sujetos de derechos, sobre y en ventaja de las mujeres”. Y es en los casos de denuncia por abuso sexual como el de Nath que se evidencia burdamente. Sobre el propio video y en todas las redes sociales se pueden leer juicios sobre ella, revictimizandola y apoyando a su violentador. Incluso, el también influencer, Luisito Rey, aseguró que ella es culpable del abuso que sufrió por haber estado alcoholizada, y hace un llamado a la compasión para “Rix” al expresar que “también está sufriendo mucho”.

Y no es ni por asomo el primer o el único caso. Tan sólo por mencionar los casos más mediáticos que han sonado en los últimos años: en septiembre pasado en México, Diego Urik asesina a Jessica González, pidiendo ayuda a algunos de sus amigos para deshacerse del cuerpo de la víctima. Si bien se negaron a ayudarlo —textualmente le dijeron “yo no te voy a ayudar con tus mamadas”—, lo cierto es que guardaron silencio cómplice ante las alertas de búsqueda de Jessica cuando aún estaba en calidad de desaparecida para su familia y amigos. Y con su silencio, ayudaron a Diego a escapar. Por si fuera poco, estos cómplices se mofaban del feminicidio con memes y en mensajes grupales de WhatsApp.

En 2016 nos asqueamos ante la violación colectiva de cinco hombres españoles contra una chica en las Fiestas de San Fermín. El grupo, conocido como “La manada” filmó el ataque a la joven, uno de los hombres posteó mensajes en WhatsApp celebrando lo que habían hecho y prometiendo compartir las imágenes. En la corte se defendió a los abusadores llamándolos “buenos muchachos trabajadores” y de inicio la condena les favoreció con una pena menor a la de la violación porque los perpetradores no usaron violencia física ya que la actitud de la víctima fue “pasiva o neutral”. Tras años de protestas mundiales y de fuerte presión de los colectivos feministas se recurrió la sentencia y finalmente se elevó como correspondía.

Un año antes en México también se mediatizó el abuso sexual de los llamados “Porkys de Veracruz”: cuatro jóvenes “junior” —hijos de familias adineradas e influyentes— que salieron de fiesta y decidieron violar colectivamente a una menor de edad en 2015.  Uno de los acusados recibió la ridícula sentencia de 5 años de prisión y quince mil pesos. Y podría seguir y seguir enumerando casos e historias donde el pacto patriarcal se hace evidente por los extremos a los que llegan a defenderse entre ellos aun y cuando se enfrentan a haber cometido feminicidios, abusos sexuales y violaciones colectivas. Pero lo cierto es que el pacto patriarcal esta principalmente en los actos cotidianos.

Un ejemplo sencillo es cuando una mujer se atreve a señalar a un hombre por haberla acosado sexualmente, otros hombres cuestionan las motivaciones de la víctima para realizar esa denuncia, el tiempo que ha transcurrido desde el acto, piden los detalles para escudriñarlos y hasta la ropa que usaba en ese momento, incluso suelen replicar que “si el hombre fuera guapo o rico, no se quejarían”; es como si se sintieran directamente implicados, quizá por no ser guapos o ricos, quizá porque suelen tener conductas cuestionables hacia las mujeres y temen que se les evidencie por ellas.

¿Por qué a los hombres les molesta tanto que una mujer denuncie a otro hombre? ¿Por qué la empatía de los hombres de inmediato se coloca del lado del agresor en lugar del de la víctima? Porque tienen normalizado el hecho de que los hombres tienen derecho sobre los cuerpos de las mujeres, que pueden hablarnos como les parezca a ellos que es correcto, dirigirnos las miradas que a ellos les parecen adecuadas, tratarnos como ellos creen que queremos o deberíamos querer.

La cosa llega a tanto, que cuando denunciamos los rechiflidos y el “piropeo” callejero saltan montones de hombres a explicarnos a las mujeres que eso no es algo malo, que es un halago y que forma parte de la cultura mexicana. O cuando señalamos de acoso la insistencia de mensajes y llamadas con intenciones sexuales y amorosas previamente rechazadas, y salen airados los machos a recriminarnos que estamos matando el romance y sus instintos “naturales” de cazadores —donde, claro, nosotras somos las presas.

A este punto saltarán algunos a recriminarme que “ellos no” y que “no todos lo hacen”, incluso se popularizó en redes sociales el hashtag #notallmen o #notodosloshombres y hasta hubo quienes compartían una imagen diciendo que ellos nos cuidan. De nuevo, hombres asumiendo que lo que se necesita son caballeros de brillante armadura que salven a las mujeres de los monstruos. Pues no, señores.

Lo que hace falta es que todos los que alegan que “ellos no”, realmente se deslinden del pacto patriarcal saliendo del silencio cómplice con que ven pasar a diario los comportamientos y actitudes machistas de otros hombres, sus pares: sus hermanos. Así y sólo así, estarán realmente abonando a cambiar nuestra sociedad en pro de construir relaciones de confianza, más allá del género.

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