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Las expediciones de Hernán Cortés al noroeste novohispano

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Volviendo al vertiginoso trabajo que tenía ocupado a Hernán Cortés durante esos años (1521-1528), y como siempre ocurre cuando grandes mentes intentan aquello que está vedado a los pusilánimes, sufrió graves tropiezos encabezados por sus enemigos, incluso, la recién formada Audiencia de México, los cuales de mil y un manera sabotearon sus propósitos hasta el punto de obligarlo a tener que acudir a las misma corte real en la península ibérica para solicitar apoyo, este viaje duró de 1528 hasta 1530.

El logro más importante que obtuvo de este viaje fue la firma de las famosas “capitulaciones” con la reina Isabel en representación de su esposo Carlos V, por medio de ellas se establecían los permisos para explorar y colonizar la Mar del Sur, así como las islas que descubriere “además de las capitulaciones, en España el Rey le otorgó a Cortés el título de marqués del Valle de Oaxaca. Ya desde 1522 Cortés había recibido los nombramientos de Gobernador y Capitán General de la Nueva España, y en 1526 el de adelantado de la Mar del Sur. En su viaje a España le fue ratificada su condición de Capital General pero no consiguió el nombramiento de virrey que esperaba” (Lazcano).

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A su regreso de España, el recién nombrado marqués del Valle de Oaxaca retoma con más y mejor empeño sus actividades de construcción y rehabilitación de barcos para iniciar la exploración formal de las costas de la Mar del Sur, pero no fue hasta el 30 de junio de 1532 que por fin zarpa la primer expedición organizada y financiada por Cortés al mando de Diego Hurtado de Mendoza. Como siempre que organizaba una expedición, Cortés redactaba una serie de “instrucciones” a las que debían ceñirse el capitán de la expedición, así como todos los hombres bajo su mando. En las que entregó a Hurtado de Mendoza sobresale el hecho de pedir que realice una minuciosa cartografía de sitios que pudieran servir de puertos y desembocaduras de ríos por las que se pudiera hacer exploraciones al interior de estos lugares.

Lamentablemente, esta primera expedición marítima tuvo un fin trágico en donde Diego Hurtado de Mendoza como la mayoría de su tripulación mueren a manos de los nativos, algunos en las costas de lo que hoy conocemos como Nayarit, y otros en Sinaloa. Sin embargo, para aquellos que conocían el ánimo de Cortés, estaban lejos de pensar que estos fracasos lo desanimarían, al contrario, fueron acicates que lo motivaron a redoblar esfuerzos para continuar con lo ofrecido en las capitulaciones y sus ambiciones personales (para conocer de forma detallada el derrotero y fatal desenlace de la expedición de Diego Hurtado de Mendoza recomiendo consultar el libro de Carlos Lazcano S., El descubrimiento de California. Las expediciones de Becerra y Grijalva a la Mar del Sur 1533-1534, Ensenada, Fundación Barca A.C., 2004, págs. 33-41).

Para el 30 de octubre de 1533, Cortés estaba enviando a una nueva expedición para cumplir con las metas que antes había dado a Hurtado de Mendoza. En esta ocasión, la expedición estaba encabezada por Diego Becerra de Mendoza. Los barcos que integraban esta avanzada eran La Concepción y El San Lázaro. En el primero de ellos iba como capitán Becerra de Mendoza y como timonel Fortún Jiménez. La San Lázaro estaba al mando de Hernando de Grijalva y llevaba como piloto a Martín de Acosta.

De acuerdo a la reseñado por cronistas como Francisco López de Gomara, Bernal Díaz del Castillo, Antonio de Herrera y Tordesillas, entre otros, esta expedición no tuvo mejor fin que la anterior. Al día siguiente de que zarparon, los barcos se separaron para nunca volver a reunirse. El barco La Concepción al mando de Becerra sufrió un amotinamiento encabezado por Fortún Jiménez que asesinó al capitán, así como a varios integrantes de la tripulación. Poco después, se deshizo de los tripulantes heridos y los que fueron fieles a Becerra, abandonándolos en las costas de Jalisco. Todo lo anterior ocurrió a finales del mes de noviembre y principios de diciembre de 1533.

Durante los siguientes días, Fortún Jiménez y sus amotinados siguieron navegando hacia el noroeste y a finales del mes de diciembre o principios de enero dieron con una porción de tierra. De acuerdo a los testimonios de siete u ocho amotinados sobrevivientes —que fueron reseñados en una carta escrita por Nuño de Guzmán—, se pudo reconstruir lo que pasó en esos días y cual fue su triste desenlace. Fortún Jiménez y sus hombres llegaron a lo que posteriormente fuera llamada como bahía de la Santa Cruz y procedieron a desembarcar. Durante este tiempo se dedicaron a pescar madre perlas para extraer su precioso contenido, sin embargo, en la playa fueron atacados por los guaycuras los cuales asesinaron a Fortún Jiménez y a unos veinte de sus hombres.

Los siete u ocho marineros que habían permanecido en el barco, al darse cuenta del suceso, deciden emprender la huida. Se enfilaron rumbo a las costas de la Nueva Galicia, desembarcaron en la Villa del Espíritu Santo —ubicada, actualmente, al norte de Mazatlán—, en donde son apresados por los hombres de Nuño de Guzmán (una detallada información sobre esta expedición de Diego Becerra de Mendoza la puede encontrar en el libro de Carlos Lazcano S., El descubrimiento de California. Las expediciones de Becerra y Grijalva a la Mar del Sur 1533-1534, Ensenada, Fundación Barca A.C., 2004, págs. 43-58.).

Como colofón de este viaje, mencionaremos que, la nave San Lázaro comandada por Hernando de Grijalva, después de estar navegando por espacio de cuatro meses, regresó al puerto de Acapulco sin pena, ni gloria. Su único descubrimiento fueron las islas de Santo Tomás, actual Archipiélago de Revillagigedo. Para Hernán Cortés este fue otro trago amargo que tuvo que apurar, ya que en su corazón aventurero y obstinado no había lugar para la derrota, lo cual lo demostró con una nueva expedición que preparó y que él mismo encabezaría.

Durante el resto del año de 1533 y parte de 1534, Cortés se dedicó a tratar de recuperar su barco La Concepción que se encontraba en poder de su enemigo Nuño de Guzmán, sin embargo, al estar aliado con la Audiencia de México se negó a dar una respuesta satisfactoria, por lo que Hernán Cortés cansado de las dilaciones decide integrar un gran contingente para rescatar su barco, lanzarse a la empresa de explorar y colonizar las tierras que encontró Fortún Jiménez. Fue así como partió durante el mes de febrero de la Ciudad de México con rumbo a Nueva Galicia, no obstante, antes de esto, envió un mensaje al aserradero de Tehuantepec en donde ya estaban listas tres naves que saldrían hacia la provincia de Chametla y lo esperarían allá.

Cuando Cortés da a conocer sus planes para explorar las nuevas tierras, unos 300 españoles y sus esposas solicitaron formar parte de su expedición, así mismo, llevó un poco más de 150 caballos, así como indios amigos y esclavos. Se dice que todos los que lo siguieron fueron un total de 500 personas. Para principios del mes de abril, Cortés y su gente llegaron al pueblo de Compostela en donde residía Nuño de Guzmán, después de una breve reunión se le regresa su nave y se le deja continuar su viaje hacia la costa, donde lo esperaban sus barcos, de esta reunión hizo la siguiente reseña:

Desde el puerto de Ciguatán, que es provincia de Colima desta Nueva España, escribí a ese real consejo cómo, por ciertas causas que allí expresé, me iba a embarcar en un puerto de la Nueva Galicia, donde a la sazón era y agora es Nuño de Guzmán gobernador. Y en un pueblo que se dice Compostela, donde el dicho Nuño de Guzmán reside, me detuve algunos días por dar descanso a la gente y por rehacerme de algunos bastimentas para cierto poblado que había de pasar (Hernán Cortés, Cartas y documentos, 1915, como se citó en Lazcano, La Bahía de la Santa Cruz. Cortés en California. 1535-1536, 2006).

Al llegar al puerto de Chametla, Hernán Cortés dirigió personalmente las operaciones de embarco de bastimento suficiente, así como de toda la tropa que cupo, sin embargo, como eran demasiados, una parte de los hombres, las esposas, y un buen número de caballos tuvieron que quedarse en este lugar al mando de Andrés de Tapia en la espera de regresar por ellos en otro viaje.

El 18 de abril de 1535, Cortés partió de Chametla en sus naves llamadas San Lázaro, Santa Águeda, y Santo Tomás. Debido a vientos contrarios la navegación se prolongó por doce días hasta que por fin el 1º de mayo divisan tierra y empiezan su travesía con rumbo al punto donde había desembarcado Fortún Jiménez casi un año y medio antes. Fue el 3 de mayo que, Cortés desciende junto con sus hombres a la playa y nombra al sitio como Bahía y Puerto de la Santa Cruz por haber llegado el día en que se celebra a este santoral. Deseosos de iniciar con esta nueva aventura se envía a las tres naves de regreso a Chametla para que traigan consigo al resto de la expedición, algo que lamentarían por mucho tiempo y que costó la vida de muchos de ellos.

El trayecto de estas tres naves por el golfo fue bastante accidentado, ya que por ser temporada de huracanes fueron sorprendidos en dos ocasiones y dispersados en una gran extensión de costa, una de ellas encalló en Guayabal (Nayarit) y la otra en Jalisco. Solamente, la nave más pequeña, la San Lázaro pudo regresar a la Santa Cruz. Al ser informado de tan desafortunada situación y ver que sus hombres empezaban a morir de hambre, Hernán Cortés decide él mismo encabezar la búsqueda de sus otros barcos y traerlos consigo para alimentar y proseguir su colonia.

En su primer viaje de rescate sólo pudo localizar y poner en condiciones de navegar a la Santo Tomás, se surtieron de nuevo bastimento y se enfilaron hacia la Santa Cruz, pero al final, sólo Cortés y la San Lázaro pudieron llegar. Al arribar a este sitio encontraron que muchos de sus hombres habían muerto de hambre, otros más murieron por su mal estado y la gran cantidad de comida que consumieron, lo anterior queda dramáticamente descrito en este párrafo:

Los españoles que allí había dejado estaban trashijados de hambre, y aun se habían muerto más de cinco, y no podían buscar marisco, de flacos, ni pescar, que era lo que los sostenía. Comían yerbas de las que hacían vidrio, sin sal, y frutas silvestres, y no cuantas querían. Cortés les dio la comida por mucha regla, porque mal no les hiciese, que tenían los estómagos muy debilitados; mas ellos, con la hambre, comieron tanto, que se murieron otros muchos (López de Gomara, Historia de la Conquista de México, 2003, como se citó en Lazcano, La Bahía de la Santa Cruz. Cortés en California. 1535-1536, 2006).

Durante el tiempo que Cortés estuvo en la California se dedicó a organizar su incipiente misión: nombrar a un cuerpo de gobierno, así como enviar a diferentes expediciones; se cree que fueron cuatro hacia los territorios del norte y sur de la bahía. Una de estas exploraciones llegó hasta lo que hoy se conoce como Cabo San Lucas, y la otra que fue hacia el septentrión exploró Bahía Almejas o quizás hasta Bahía Magdalena. Durante su estancia tuvo muchas dificultades con los indios guaycura que habitaban la ensenada, ya que ellos aún recordaban los problemas que tuvieron con los otros extraños que habían llegado antes (Fortún Jiménez y sus hombres).

A pesar de que Hernán Cortés demostró mucha diplomacia y tolerancia hacia los naturales de la península, lo cual quedó de manifiesto en las instrucciones que entregó a los hombres de cada una de las expediciones tierra adentro, los naturales de la bahía siempre le demostraron su rechazo. Para ellos, Cortés y sus hombres representaban una constante amenaza para su fuente de agua primaria, un aguaje cercano a la playa del cual ellos también dependían, por lo que constantemente atacaban a los españoles lanzándoles flechas.

El principio del fin de esta expedición ocurrió a finales de marzo o principios de abril de 1536, cuando su esposa Juana de Zúñiga, así como el recién nombrado primer virrey de la Nueva España Antonio de Mendoza, enviaron un grupo de barcos portando sendas cartas donde requerían la presencia de Cortés en la Ciudad de México. Algunos historiadores consideran que fue el pretexto que Cortés necesitaba para tener una salida airosa de la desastrosa empresa que había representado el establecimiento de esta colonia.

Al partir de la Santa Cruz, Cortés dejó una buena cantidad de provisiones a sus hombres y nombró a Francisco de Ulloa como su capitán. Pasados unos cuantos meses de la llegada de Cortés a la capital, el Virrey le pidió que enviara por los hombres que quedaron en la Santa Cruz. Con ello llegó el final de esta empresa que fue un desastre económico y en reputación para Cortés, pero un paso hacia adelante en la invención de la California.

Bibliografía:

Carlos Lazcano S., El descubrimiento de California. Las expediciones de Becerra y Grijalva a la Mar del Sur 1533-1534, Ensenada, Fundación Barca A.C., 2004.

Hernán Cortés, Cartas y documentos, 1915.

López de Gomara, Historia de la Conquista de México, 2003.

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La leyenda de Juan Rodríguez Cabrillo vuelve a navegar

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Uno de los grandes navegantes que tuvieron el desarrollo de su carrera unida a esta península Baja Californiana es, sin lugar a dudas, el cordobés Juan Rodríguez Cabrillo. Este intrépido navegante español logró una de las hazañas de navegación más importantes y sin precedentes en el descubrimiento de las posesiones del noroeste de la Nueva España.

Rodríguez Cabrillo nació en Villa de Palma, hoy ciudad de Palma del Río, Reino de Córdoba en la antigua Castilla (España) a finales del siglo XVI. A la edad de 20 años llega a la isla de Cuba como soldado a las órdenes de Diego de Velázquez, el gobernador. Poco después de que Hernán Cortés desobedeciera las órdenes del gobernador y decidiera emprender por sí mismo el descubrimiento y colonización de las tierras que posteriormente serían conocidas como la Nueva España, encontramos a Rodríguez Cabrillo como parte de la fuerza enviada por Velázquez para sofocar la insurrección y aprisionar a Cortés.

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Posterior al enfrentamiento entre ambos grupos, Cabrillo decide unirse al grupo de Cortés y ayudarlo en la conquista de la Gran Tenochtitlán. Poco tiempo después, decide acompañar a Pedro de Alvarado en el suroeste de México, así como en la conquista de Guatemala, El Salvador y Honduras, en Centroamérica. En 1530 se establece en la ciudad de Guatemala y contrae matrimonio con una española, logrando procrear a 2 hijos. Para ganarse la vida se dedica a las actividades de comercio e importación de mercancías.

Sin embargo, el carácter intrépido y aventurero de Rodríguez Cabrillo lo hace que en 1541 responda al llamado del Virrey Antonio de Mendoza, el cual lo invita a encabezar una expedición a través de la Mar del Sur en donde se dedicaría a buscar evidencia de la existencia del afamado Estrecho de Anián, así como de la mítica ciudad de Cíbola. Como recordaremos, varios exploradores entre los que contamos a Hernán Cortés, Francisco de Ulloa, Fernando de Alarcón y el piloto Domingo del Castillo, habían realizado exploraciones hacia el mismo rumbo y sólo habían encontrado unas tierras que ignoraban si eran una gran isla o una península (lo que hoy se sabe que es la península de Baja California). Es así como, el 24 de junio de 1542, inicia su periplo por las desconocidas costas del Noroeste de la Nueva España al frente de 3 barcos de los cuáles él viajaba en la capitana la cual tenía el nombre de “San Salvador”.

Como producto de este intrépido e inusitado viaje, Cabrillo logró costear la península de Baja California en sus costas del golfo de California y de la Mar del Sur (Océano Pacífico), llegando hasta donde ningún marino español de aquellos tiempos había llegado, los 36º 36´ de latitud Norte, en donde encuentra una hermosa bahía a la cual impone el nombre de Bahía de Los Pinos, siendo rebautizada años después por Vizcaíno como Bahía de Monterrey, cuyo nombre aún conserva.

Lamentablemente, durante la exploración de estas costas sostuvo un enfrentamiento contra un grupo de nativos y, producto de una caída, se fractura un brazo el cual debido a la falta de los cuidados adecuados se gangrenó, siendo la causa de su muerte. El 3 de enero de 1543 fue la fecha en que este marino español expiró su último aliento.

Antes de fallecer Rodríguez Cabrillo transmite el mando de su mermada flota al navegante Bartolomé Ferrer o Ferrelo para que continúe explorando lo más al norte posible, tratando de cumplir sus órdenes de encontrar el Estrecho de Anián. Después de hacer un gran esfuerzo, el 1º de marzo, Ferrer logra llegar hasta la latitud 40º 26´ y bautiza esta parte de la costa como Cabo Mendocino (en honor el Virrey Antonio de Mendoza, patrocinador de la expedición). Con la mayor parte de la tripulación enferma del mal de Loanda, decide regresar a la Nueva España y el 14 de abril de 1543 atracan en el Puerto de Navidad, conocido en la actualidad como Barra de Navidad, Jalisco.

Si bien es cierto que esta expedición fue un fracaso ya que no logró encontrar ni el afamado Estrecho de Anián como tampoco evidencia de la existencia de Cíbola, estableció la presencia de una tierra vasta y llena de riquezas hacia el norte de la Bahía y Puerto de la Santa Cruz, establecido 7 años atrás por el Marqués del Valle.

Ahora bien, afirmamos que Juan Rodríguez Cabrillo vuelve a navegar debido a que hace un lustro se concretó un magno proyecto, acariciado desde hace más de 30 años (las primeras ideas del proyecto datan de principios de los ochentas), con la construcción de una réplica del barco “San Salvador”, el cual fuera, como ya dijimos, la nave capitana sobre la que navegó Rodríguez Cabrillo en su descubrimiento de las costas del noroeste de la Nueva España.

 El Museo Marítimo de San Diego, en el año de 2005, decidió retomar el proyecto de la construcción de este barco, debido a que el primer punto de lo que hoy es la costa oeste de Estados Unidos de América que se tocó por un europeo fue precisamente lo que hoy es el puerto de San Diego (el cual fue nombrado como San Miguel por el explorador Cabrillo cuando llegó a este sitio el 28 de septiembre de 1542). Es así como el comité de este museo inicia con actividades de investigación histórica para el diseño de la nave. En su contra tenían el que no se cuenta con planos sobre la construcción de este barco, por lo que tuvieron que integrar un grupo multidisciplinario que investigó en pinturas de barcos de la época, así como en restos de barcos que se habían encontrado en Canadá y que correspondían al tipo de nave que era el “San Salvador”.

Después de muchas peripecias, por fin el diseño estaba concluido. Ahora, la siguiente dificultad se encontraba en reunir los 12 millones de dólares que costaría el construir esta nave. De nuevo se mueve la maquinaria del museo y se consiguen 6 millones de dólares, donados por particulares, y los otros 6 millones con aportaciones de diversas instituciones, entre ellas el Gobierno de la Ciudad y asociaciones civiles. Cabe destacar, que muchas empresas de construcción hicieron importantes donaciones de materiales con los que construyó y detalló el barco.

En el año de 2011 se inicia la construcción de este magno proyecto y para tal fin, tratando de recrear el ambiente de un astillero del siglo XVI, se levanta una carpa en la cual penden las banderas de los reinos de España y Portugal y bajo ellas se empieza la construcción y ensamble de las partes del barco. Según estimaciones, cerca de 1 millón de personas visitaron este sitio durante los 4 años que se tardó en construir la nave.

La madera que se empleó en su construcción fue “sapele” traído desde la República Centroafricana, la quilla del barco se hizo de plomo sólido y se recubrió de madera, a efecto de que sirviera de contrapeso para ofrecer estabilidad en la marcha. En la construcción del barco trabajaron 500 personas, de las cuales 2 terceras partes eran voluntarios. Es importante mencionar que sólo la parte superior y exterior del barco tienen un diseño que replica al barco original, en el interior cuenta con un potente motor de combustión interna así como diversos aditamentos modernos que garantizan un viaje seguro y cómodo, sin depender, como lo hacía el “San Salvador”, exclusivamente del impulso del viento en sus velas. Las dimensiones totales del barco son de 28 metros de eslora, 7.3 metros de manga y 3.3 metros de calado con un peso total de 150 toneladas. Por lo general, requiere una tripulación de 18 personas para garantizar un viaje seguro.

La ceremonia en que se botó el barco se llevó a cabo el 30 de julio de 2015 en el puerto de San Diego, California. Hasta el día de hoy, el barco ha visitado 30 puertos entre los que se puede mencionar Santa Bárbara, Los Ángeles, San Francisco, Santa Cruz, Sacramento, Ensenada (el 17 de septiembre de 2018) y otros. Ha recorrido cerca de 3,500 millas y más de 400,000 visitantes han tenido la oportunidad de subir a él para conocerlo. Actualmente, la mayor parte del tiempo el barco se encuentra atracado en la Bahía de San Diego y es considerado como la atracción principal del Museo Marítimo de la Ciudad. Los visitantes pueden subir a él y recibir una interesante charla sobre la historia del barco, del explorador Juan Rodríguez Cabrillo así como tener la oportunidad de explorar la cocina, el salón comedor y diversos espacios que se utilizaban en los barcos del siglo XVI.

No hay que olvidar que en la ruta que siguió Rodríguez Cabrillo antes de llegar a las costas de lo que hoy es California, EUA, estuvo en muchos sitios de nuestro estado, Baja California Sur, entre ellos San José del Cabo, Bahía Magdalena (a la que nombra como tal) e Isla de Cedros. Una propuesta muy interesante sería que pueblo y gobierno nos uniéramos para establecer un museo donde se diera a conocer la vida y obra de estos navegantes, que ofrendaron su vida misma en su deseo de cumplir con el descubrimiento de estas hermosas tierras.

 

Bibliografía:

CLAVIJERO, Francisco Javier (2007) Historia de la Antigua o Baja California, estudios preliminares de Miguel León-Portilla, México, ed. Porrúa ISBN 970-07-7044-3

Relación del descubrimiento que hizo Juan Rodríguez, navegando por la contracosta del Mar del Sur al Norte, hecha por Juan Páez (julio de 1542)

Diario Hispanic council

Diario Ensenada net

Diario PS en línea

Diario El País

Diario El vigía

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Los mitos de las Fiestas de Fundación de La Paz y la fundación desconocida

FOTOS: Modesto Peralta Delgado, excepto donde se indica.

El Beso de la Mujer Araña

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Ni Hernán Cortés fundó La Paz, ni la reina Calafia existió, pero ¿qué pasa si presentamos “algo” con datos que no son del todo falsos, pero tampoco del todo verdaderos? Creamos mitos. ¿Y si lo repetimos cada tanto tiempo, incluso con el apoyo de las autoridades? Tenemos una tradición. Cada año —con ciertas excepciones como éste, ante la amenaza del COVID-19—, el Ayuntamiento de La Paz realiza las Fiestas de Fundación de La Paz que en la escenificación El desembarco de Hernán Cortés en la Bahía de La Paz, promueve la idea de que su fundación corresponde al 3 de mayo de 1533. De ser cierto, estamos a pocos años de ser una ciudad con 500 años de antigüedad.

El año pasado, en un pequeño sondeo que hicimos durante esta festividad, algunos ciudadanos no tienen idea de quien fue Calafia, pero hay quien cree que fue la reina de los antiguos californios o una guaycura destacada, y en la primera representación fue elevada a categoría de “diosa”. Derivado de una investigación bibliográfica, damos a conocer aquí información que, si bien está al alcance de quien quiera, no goza de mucha difusión. ¿Cuándo y cómo surgen las Fiestas de Fundación de La Paz? ¿Qué cosas realmente pasaron y qué otras han sido inventadas o “retocadas”? ¿A partir de cuándo esta ciudad, realmente, empezó a poblarse y crecer tal como la conocemos hoy?

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FOTOS Gabriel Larios Heredia.

Los orígenes y la interpretación

En 1945, nace un grupo y movimiento político muy importante en Baja California Sur: el Frente de Unificación Sudcaliforniano (FUS) que, entre otras causas, buscaba que el gobernador del entonces Territorio Sur fuera originario de esta entidad —pues desde el centro del país la Federación los imponía, ignorando las necesidades de los nativos. Pese a esta inquietud, de 1946 a 1956, el Gobierno de México impuso a Agustín Olachea. El general sí era nativo de BCS, era originario de Todos Santos, pero no tenía arraigo sudcaliforniano —de hecho, había gobernado ya entre 1929 y 1931, sin parecer un gobierno del todo fructífero, por lo que nadie parecía extrañarlo. Aunque al inicio de su gestión incorporó a algunos elementos del FUS, pronto los fue sacando y logró perdurar en la gubernatura por 10 años. Sobre estas circunstancias políticas se puede leer “El gobierno de Francisco J. Múgica y los movimientos civiles en la década de los cuarenta”, de María Eugenia Altable, en el libro Historia General de Baja California Sur.

Justo en este periodo de ese movimiento político local —también llamado “nativista”—, surgen las primeras Fiestas de Fundación de La Paz. En el Archivo Histórico del Estado —no confundir con el Archivo Histórico “Pablo L. Martínez” o AHPLM— se encuentran documentos que señalan los inicios de la tradición. El más lejano que encontramos es del año 1946, cuando se conmemora “el CDX Aniversario de la llegada del Conquistador Hernán Cortés a playas sudcalifornianas”. La invitación al público en general la realizó la Dirección de Educación Federal y el FUS —papeles de la época felicitan a la maestra Julia García de Ojeda por el éxito del festival llevado a cabo en el Palacio de Gobierno. Cabe anotar que entre los integrantes del Frente, en la élite intelectual de esos momentos, estaba Pablo L. Martínez, entre otros destacados maestros.

El FUS era eminentemente político, pero con fuertes inquietudes en el desarrollo del Estado. Lo que parece probable es que en el seno de este grupo —especialmente en el magisterio de las escuelas normales, hay que recordar que la UABCS se fundó hasta 1976—, decretaran como fundación de esta ciudad la llegada de Hernán Cortés en 1535. Desde los años 40’s se celebra así. Sería hasta 1958 la primera vez que se escenifica El desembarco de Hernán Cortés, un magno evento realizado en El Caimancito donde estuvo como invitado de honor Adolfo López Mateos. Allí incorporaron la figura de Calafia —entonces, presentada como una diosa—, inspirada en el clásico poema del mismo nombre de Fernando Jordán, quien había ganado los Juegos Florales 3 años atrás. Más detalles sobre este suceso se encuentra en la tesis de Gonzalo de Jesús Avilés Lara: Políticas Culturales en el caso de la Escenificación del Desembarco de Hernán Cortés en las Fiestas de Fundación de la Ciudad La Paz.

Pasaron más de dos décadas para volver a realizar esta representación, que luego quedó a cargo del Ayuntamiento de La Paz, aunque en buena medida, apoyados por las escuelas normales. Hasta la fecha, poco a poco se han incorporado artistas y promotores culturales que conservan la esencia de esta interpretación histórica, con algunos cambios, por ejemplo, darle un poco más de fuerza a la presencia guaycura —que nada tuvo que ver con la fundación “última” de la que hablaremos más adelante. Pablo L. Martínez fue, sin duda, uno de los principales promotores de esta idea fundacional, así lo defiende en una pequeña obra que merecería mucha más difusión: Las cinco fundaciones de La Paz, en la que, precisamente, enumera cada intento fallido de poblar esta tierra por siglos. El punto es que estas festividades, esta representación que juega entre ser artística y al mismo tiempo histórica, fueron decretadas de esa manera. Se “eligió” a esas figuras para inventar elementos de identidad sudcaliforniana, sin que emergieran realmente del pueblo, pero sin contar tampoco con oposición de ninguna clase, por lo que terminó convirtiéndose, sencillamente, en una tradición incuestionable.

Lo que sí pasó y lo que no pasó

Hernán Cortés sí desembarcó en la costa de lo que hoy serían las playas paceñas. Fue el 3 de mayo de 1535. El documento que lo prueba es el Auto de Posesión del Puerto E Bahía de Santa Cruz que se encuentra en el Archivo de las Indias; en este enlace se puede leer una transcripción. Más que una fundación, se trató de una apropiación de la tierra para la Corona Española, creyendo en aquel entonces que se llegaba a una isla de Asia —además, ni siquiera la nombró La Paz, así la bautizó Sebastián Vizcaíno seis décadas después. Sin embargo, tal exploración fue un descomunal fracaso, pues se invirtió una fortuna sin encontrar el oro esperado; en cambio, lo desértico de la tierra —literalmente: el hambre— hizo que el ejército no durara aquí ni un año. Cortés, que escribió muchísimo, no escribió casi nada de esta aventura. Por cierto, el primer europeo en llegar aquí no fue él sino Fortún de Jiménez, quien enviado previamente en una embarcación por el conquistador, amotinó el barco, descubrió por casualidad la península, pero tuvo un enfrentamiento con los antiguos guaycuras, terminando asesinado. Ni rastros quedaron de unos, ni de otros.

Sangre y sed de oro, hambre y deseo de evangelizar a esos escasos indios, hubo en esos primeros encuentros. No hubo matanza de indios porque apenas si encontraron, sin embargo, esos episodios debieron ser sumamente dramáticos, tal como si hubieran llegado a la Luna. La ignota California era el último brazo de tierra a conquistar sin que tuvieran una idea de a dónde llegaban. Hordas de hombres se perdieron en el mar tratando de reconocer los litorales, y otros murieron a falta de comida.

Cortés tampoco bautizó como California a nuestra actual tierra, aunque sí es evidente en los primeros mapas que así se le empezó a llamar desde el siglo XVI. De hecho, el legado del español fue, precisamente, ubicar a esta tierra en la cartografía: colocarla en el conocimiento del mundo que se tenía hasta entonces. El clásico Historia de Baja California de Pablo L. Martínez cuenta —y de forma amena—, todos estos eventos de la tierra que duró inconquistable por casi tres siglos. Otros títulos recomendables sobre esta etapa son A la diestra mano de las Indias de Ignacio del Río y La Bahía de Santa Cruz. Cortés en California 1535-1536 de Carlos Lazcano Sahagún.

Por su parte, la reina Calafia es un personaje secundario de Las Sergas de Esplandián de Garcí rodríguez de Montalvo. Jamás existió en la vida real. En dicha novela de caballerías —a propósito, no encontramos un solo ejemplar en ninguna biblioteca pública que consultamos— ella era una guerrera negra que reinaba la isla de California. Era una profana y asesina de hombres, pero se cristianizó al enamorarse de la belleza de Esplandián, quien al final de la historia no le correspondió.

En el siglo XVI en que los españoles navegaban hacia América, esta obra estaba de moda, y se cree que —en broma y en serio— este territorio que creían una isla, era “esa” California, y de allí se ha deducido como altamente probable que así haya sido el origen del nombre. Sin embargo, no era ninguna deidad y no tuvo nada qué ver con los guaycuras; se rinde tributo a un personaje cuyo autor ubicó ¡en Turquía! El personaje reinaba una isla de fantasía en los alrededores de lo que era Constantinopla.

La fundación desconocida

Dení Trejo Barajas y Marco Antonio Landavazo escribieron Población y grupos de poder en la península de Baja California, publicado en 1994 por la UABCS. En dos capítulos, explican de manera clara y contundente cómo fue realmente cómo La Paz empezó a poblarse, mantenerse y crecer hasta ser lo que es hoy en día, así como la forma en que los grupos fundadores fueron ganando poder hasta ser, en pocos años, la capital del Estado. En La Paz, sus tiempos y espacios sociales de Edith González Cruz, Ignacio Rivas Hernández y Francisco Altable, publicado por el AHPLM (descargable en línea), también se pueden encontrar datos importantes sobre los orígenes del Puerto de Ilusión. Realmente no hay muchos libros que traten el tema a profundidad, además de ganar más atención la versión de la celebración oficial. Por eso se trata de “la fundación desconocida”.

¿Que encontramos? Que las Fiestas de Fundación de La Paz tienen un “excedente” de ¡casi 300 años! El texto de la maestra Edith González dice literalmente: Fue en el transcurso de los años veinte del siglo XIX cuando comenzó a poblarse lo que hoy es la ciudad de La Paz, gracias a su condición geográfica, a la riqueza perlera que guardaba su bahía y a su vecindad con el pueblo minero de San Antonio; a ello se agregó, en 1828, su acondicionamiento como puerto de cabotaje y altura. Su desarrollo comercial llevó a que ahí se estableciera en 1829 las autoridades hacendarias y en 1830, sin disponerse de manera oficial, se convirtió en la capital peninsular; a la que se proveyó, al año siguiente, de vida municipal, que fuera reconocida por el gobierno central en 1833. Así pues, La Paz vio la luz como centro comercial, donde fueron estableciéndose varios inmigrantes extranjeros y del interior del país. De ocho a diez vecinos que había en 1826, para 1835 vivían casi 800 personas y en toda la municipalidad 1,226.

Antes, los exploradores no dejaron asentado nada; ni la misión perduró; no hay un solo rastro de que esta sea una ciudad colonial; en cambio, se desconoce que La Paz fue una de los primeros poblados del México Independiente. Y se fundó, especialmente, gracias al comercio. Tal vez no sea tan épico ni romántico, pero es. Existe, sin duda, un proceso fundacional: fundar una ciudad no es tan simple y rápido como firmar un documento. A veces tenemos que atenernos a símbolos y síntesis, pero las fiestas de mayo no le han hecho justicia alguna a los hombres y mujeres que hicieron esta ciudad en el siglo XIX; se les ha mutilado de la celebración.

Podría servir como un referente de la verdadera fundación de La Paz el año de 1923, ya que un documento —está en el AHPLM— señala que el entonces jefe político del Territorio, José Manuel Ruiz Carrillo, donó tierras para que poblara ese pedazo de arena frente a la playa que tenía tiempo usándose como fondeadero de barcos sin que hubiera provisiones de ningún tipo a la venta. Uno de los primeros, o el primer habitante, fue el soldado Juan José Espinoza. Tampoco suenan legendarios sus nombres, lo sé, pero fue así como La Paz se empezó a poblar, y lo hizo tan rápido que en pocos años se quedó como capital de Sudcalifornia. Muchos empresarios llegaron, se instalaron, dieron trabajo y vieron crecer este puerto. Entre muchos otros hombres y mujeres, están Antonio Ruffo, Antonio Navarro, Manuel Amao, Antonio Belloc, Juan Gómez, Manuel Galindo, Francisco Sosa y Silva, Manuel y Tirso Hidalgo, Juan José Encinas, Antonio Ramírez y Salvador Viosca. Avecinados del Sur que llegaron a instalarse en La Paz, marineros y hombres del mar que le dieron el ser, comerciantes y empresarios nacionales y extranjeros fueron los que hicieron a La Paz. No fue la espada ni la cruz, fue el comercio. Sí, poco espectacular en comparación.

Sin embargo, el mérito se le ha dado a Hernán Cortés. Es tanto como organizarle una fiesta a quien una vez, hace mucho, vino a nuestra casa pero cuando era un lote vacío, y al darse cuenta que no podía llevarse ni una piedra, se fue sin decir adiós. Las Fiestas de Fundación de La Paz ya son una tradición, ojalá implicara una mayor difusión turística pero también la oportunidad de acercar a la población a sus orígenes. Es interesante ir descubriendo cómo la literatura y la historia han estado implícitas en el destino sudcaliforniano, sin embargo, también podemos tener más claro qué son mitos y qué más episodios históricos están pendientes de difundirse. Por supuesto, los procesos siempre son más complejos y éste es solo un punto de vista. Yo te preguntaría. ¿cuándo celebrarías la inauguración de una obra, cuando se puso la primera piedra o cuando se concluyó?

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Probanza ad perpetuam reis memoriam

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cuando Hernán Cortés llega a la California, venía motivado por la codicia, por la ambición. Es cierto que la curiosidad y el deseo patriótico de cumplir con las ordenanzas impuestas por un rey que se encontraba a miles de kilómetros de distancia formaban cierta parte de su motivación, sin embargo, y de acuerdo a lo expresado por el mismo Cortés en sus famosas “Relaciones”, él siempre ambicionó incrementar sus propiedades, sus títulos y pasar a la historia como el explorador más grande que haya dado España al mundo. No en balde en las “Capitulaciones” que suscribió con la corona Española en el año de 1529, deja bien claro la cantidad de ganancias (en porcentajes) que obtendrá de las riquezas que se descubran, así como los títulos que desde ese momento se le impusieron para llevar a cabo la empresa.

La estancia de Cortés en la California está poco documentada y salvo una que otra epístola que suscribió el Marqués, el Auto de Posesión, Instrucciones de Cortés a Juan de Jasso para explorar el territorio más allá de la Bahía de la Santa Cruz y algunos testimonios que recabaron los cronistas Bernal Díaz del Castillo, Fray Toribio de Benavente, Francisco López de Gómara y uno cuantos más, los sucesos que ocurrieron en estas tierras del noroeste novohispano se mantienen como un secreto.

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Lo anterior ha provocado una gran cantidad de especulaciones, que van desde la descripción de un Cortés abatido y derrotado que sólo dejaba pasar el tiempo para crear la idea en sus oponentes, principalmente en Nuño Beltrán de Guzmán, de que no había partido a una empresa que le impuso una derrota. Otros más comentan que Cortés, fiel a su espíritu de explorador y aventurero, se empeñó en realizar expediciones al sur y norte de la Bahía de la Santa Cruz, tratando de obtener información sobre los tesoros de los que tanto se hablaba, pero principalmente identificar fuentes de alimentación y de agua que les permitieran sobrevivir.

En el caso que ocupa mi presente exposición rescataré los puntos más importantes de unos documentos poco conocidos y que constituyen declaraciones, testimonios realizados de primera mano por soldados y marineros que acompañaron al mismísimo Hernán Cortés en esta empresa. Me refiero a la “Probanza ad perpetuam reis memoriam sobre la Tierra del marqués del Valle e indios que de la Nueva Galicia a ella llevaron”. La probanza es una averiguación que jurídicamente se hace de una cosa o conjunto de ellas, que acreditan una verdad o un hecho. El complemento de ad perpetuam reis memoriam, proviene del latín que se traduce como “para perpetuo recuerdo del asunto”, y se usa en algunas locuciones forenses para designar la información hecha para que conste en lo sucesivo una cosa.

El origen de este documento es un nuevo intento por parte del mayor enemigo jurado de Hernán Cortés en aquellos tiempos, nos referimos al multicitado Nuño Beltrán de Guzmán, con el cual había tenido una serie de desavenencias principalmente por la envidia que el segundo le tenía al primero por los logros obtenidos por el marqués, pero además por el temor que sentía de que en un dado caso le fuera a arrebatar por la fuerza las posesiones que ya había logrado en el occidente de la Nueva España, y con ello rivalizara en la conquista de nuevas posesiones hacia el noroeste.

El inicio de este proceso de Probanza se realizó cuando Beltrán de Guzmán fue avisado que, a las costas de Nueva Galicia, posesiones que tenía bajo su dominio y mando, habían llegado varios soldados que solicitaron a Hernán Cortés ser relevados de su compromiso con él y con su expedición en las tierras recién descubiertas. La mayoría de ellos se habían unido a Cortés con la idea de que, al ser éste un explorador de renombre y de reconocido talento militar, al afrontar esta empresa indudablemente los llevaría hacia una nueva conquista en donde el oro y demás riquezas estarían garantizadas. Al darse cuenta que lo único que estaban obteniendo eran penurias (hambre, sed, muerte a manos de naufragios y de los naturales de aquellas tierras) y por ningún lado veían las famosas riquezas por ellos esperadas, de inmediato solicitaron regresar al interior de la Nueva España, pobres, pero con vida.

Fue así como Nuño Beltrán de Guzmán procedió a apresarlos y llevarlos hacia Compostela, un naciente poblado en el cual tenía asentada su morada este ruin conquistador, y los sometió a interrogatorios cuyos testimonios consignó en el documento que a continuación pasaremos a comentar. El fin último de todo este proceso era agenciarse de pruebas que desprestigiaran esta gesta de Hernán Cortés y dejaran en evidencia que el marqués había invadido su jurisdicción, por lo que cualesquiera de sus descubrimientos eran carentes de valor y de legalidad. Independientemente del uso que se les pretendía dar a estas probanzas, para los historiadores constituye una fuente primaria de datos, que, si bien es cierto hay que tomarlos con algunas reservas, mucha de la información contenida arroja luz sobre este periodo tan oscuro de la permanencia de Cortés en nuestra península.

Lo primero que salta a la vista al revisar estos documentos son las creencias bastante arraigadas entre los soldados de que en estos sitios remotos existían tierras donde habitaban personajes legendarios como “El Rey Salomón”, en donde cualquiera podía hacerse de grandes cantidades de riquezas (oro fino, joyas, etc.). Bernal Díaz del Castillo escribe en su libro “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” la siguiente acotación: “Como en la Nueva España se supo que el Marqués iba en persona, creyeron que era cosa cierta y rica, y viniéronle a servir tantos soldados”. Según lo que expresaron estos interrogados algunos aseguran que junto a Cortés venía un contingente de 200 españoles (100 de caballería y cien de a pie), otros afirman que fueron hasta 400 (200 de a caballo y 200 de a pie), acompañados, además, de un contingente de indios amigos (entre 100 y 200) y esclavos negros (entre 20 y 60). Sin embargo, al final, los hombres terminaron abatidos y decepcionados, en el decir de Alonso de Ceballos, uno de los interrogados, se lee lo siguiente “e que es la más estéril e la más perversa e malvada tierra que hay en el mundo, e que cree que no hay otra más mala en lo descubierto ni por descubrir”.

De las penurias que vivieron los soldados, mientras el Marqués realizaba los viajes en los que daba salvataje a dos de sus navíos que se habían extraviado cuando fueron por el contingente que los esperaba en las costas de Chiametla al mando de Andrés de Tapia, los soldados se quejan amargamente, siendo su testimonio uno de los más desgarradores el que proporcionó el soldado Hernán Rodríguez: “de hambre vio morir a dos e tres cristianos, e que muchos estaban para morir de lo mismo porque estuvieron cincuenta y cinco días sin comer sino yerbas muy malas, ques de la que se hace el vidrio, de que algunos indios (amigos) se murieron súbitamente de habella comido, y muchos negros se hincharon e murieron, e cristianos cayeron malos, e llegaron al cabo por causa de comer la dicha yerba”. Sin embargo, esto no era el único peligro al que se enfrentaron, continúa el mismo soldado relatando “que yendo a buscar la dicha comida tres y cuatro leguas del Real, sabe que un día mataron los indios, siete cristianos, porque iban tan flacos que no tenían fuerzas para poder defenderse; e que asimismo mataron muchos negros e indios (amigos) yendo a buscar la dicha comida; y que algunos cristianos por la necesidad que tenían, mataban los caballos; e que también los dichos indios naturales, por falta de comida, les mataban los caballos e se los comían”.

En estas probanzas también podemos encontrar algunas referencias a la flora y fauna que encontraron a su llegada los españoles, así como su impresión de los naturales de estas tierras. El soldado Luis de Baeza menciona lo siguiente “e que en la dicha tierra no se halló cosa de comer, de maíz ni de otra semilla ninguna, sino unas alberjares que se hallaban en unos árboles espinosos, e unas vainas de unos árboles que son a manera de lentejas, e aquellas se quebraban o se molían e comían, e que en todo el día no les bastaba a cada uno lo que cogía para comer, porque era muy poquito lo que sacaba, e dijo que los árboles que había allí era lo susodicho donde cogían la fruta, e otros que llevaban unas como ciruelas; e que otros árboles había blancos, que eran muy pocos; e que aquellos había cortándolos ya todos; e que en la dicha tierra, hallaron un arroyo que traía un poco de agua, e se sumían en unos xagüelles donde bebían, e yerba no había para los caballos, porque era una tierra muy seca y arenosa”. Sobre los naturales comentó lo siguiente: “que unos decían había cientos e cincuenta; otros, doscientos; e testigo, los que vio, podía ser, hasta setenta o ochenta; e que eran personas de buena disposición, e que andaban desnudos, e que las mujeres tenían unas naguas de yerbas, e que comían y se mantenían, a lo que vio, de raíces e yerbas e pescado”.

En los testimonios del soldado Hernán Rodríguez se puede apreciar la forma en la cual se percibían las costumbres de los naturales de la California, a continuación transcribo lo dicho: “que un indio de los naturales le trajeron donde estaba el Marqués, e le mandó meter en la cocina donde estaba una india de los dichos naturales para que aprendiese la lengua, e que estando en la dicha cocina, el dicho indio, dicen, que asió a la india por las espaldas e hizo su voluntad, e que a palos no se la pudieron quitar hasta que cumplió su voluntad; e que se dice que las mujeres son comunes a todos, e que ninguno tiene mujer propia, e que también oyó decir que eran sodométicos”.

En el supuesto de que esta situación haya ocurrido realmente, se juzga por los extranjeros bajo sus códigos morales, ignorando los usos y costumbres de estos naturales para los que seguramente no existían este tipo de limitaciones y reglas sobre la forma en que se debía de llevar a cabo el contacto carnal.

Entre los soldados y exploradores españoles era muy usual el tachar a los naturales de todas las tierras a las que recién llegaban como practicantes de bestialismo y homosexualismo, el cual en esas épocas se denominaba como el pecado nefando. El hacer este tipo de señalamientos tácitamente los facultaba como obligados a llevar a cabo en primer lugar la suspensión y castigo de todos aquellos que a su juicio lo practicaran y, en segundo lugar a iniciar una campaña permanente de tutelaje a fin de convertir a estos salvajes y hacerlos que se apropiaran de la cultura que los extranjeros poseían la cual per se era considerada superior y digna de ser replicada en estas mentes primitivas, las cuales a cambio debían estar a su servicio y cediendo todas sus riquezas naturales sin oponer resistencia. De cierta forma el que esto apareciera en las probanzas abría la puerta para que en un futuro, si Nuño Beltrán de Guzmán, salía beneficiado con cederle estos territorios para su conquista y tutelaje, pudiera penetrar en ellos e imponer sus reales tal como ya estaba acostumbrado a hacerlo.

Y por si fuera poco este testimonio, en otra parte de las probanzas, en las hechas a Alonso de Ceballos, menciona lo siguiente: “lo que sabe es queste testigo los tiene por selváticos e sin ninguna razón ni ley, ni manera de vivir, e que sabe, según todos los días, que se comen unos a otros, porque los han hallado el indio e indios enteros asados”. Este testimonio es bastante cuestionable y se contradice plenamente con las investigaciones realizadas por los sacerdotes jesuitas que llegaron a nuestras tierras casi 160 años después, y que por espacio de 70 años vivieron entre los grupos de naturales de toda la parte sur de la península, y en ningún momento pudieron constatar que estos grupos fueran antropófagos, incluso sí fueron testigos de su repugnancia a comer animales que tuvieran alguna característica antropomorfa. Es muy probable que estos soldados hayan encontrado los restos de algún venado, puma u otro animal de mayor tamaño que los naturales lo habían semi carbonizado para comerlo, y que al no poder identificar qué era, concluyeron de forma presurosa que era un ser humano al cual estaban preparándolo para comérselo.

No dejamos de lado la posibilidad de que simplemente fuera un falso testimonio que justificara la urgente necesidad de someter y avasallar a estas gentes y posesionarse de sus tierras y riquezas.

Finalmente concluyo que aún falta mucho por analizar de las ya citadas probanzas y obtener toda la riqueza desde el punto de vista de las diferentes disciplinas científicas, con lo que se aclararía aún más el panorama de la estancia de Hernán Cortés en la California.

La mencionada probanza se encuentra depositadas en el Archivo General de Indias ubicado en Sevilla, España. Sería sumamente enriquecedor el que se pudiera conseguir una reproducción de estos materiales y que estuvieran a disposición de consulta en su biblioteca ya que constituyen uno delos primeros testimonios de la entrada de los Europeos a estas tierras de la California Ancestral.

 

Gracias

 

La bahía de Santa Cruz. Cortés en California. 1535 a 1536. – Carlos Lazcano Sahagún

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Fundación de la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En este mes de noviembre se conmemora un aniversario más de la creación de lo que fuera la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí. Este acto es considerado por el historiador Pablo L. Martínez como la Tercera Fundación del puerto de La Paz, la cual había sido precedida por dos grandes eventos como fueron la Fundación y Auto de Posesión de la Bahía y Puerto de La Santa Cruz el 3 de mayo de 1535 por el explorador Hernán Cortés, y la refundación de este sitio pero ahora con el nombre de La Paz, por el también explorador español Sebastián Vizcaíno un 3 de octubre de 1596.

Lamentablemente estas 3 fundaciones no prosperaron y tuvieron un trágico final, perdiéndose en la bruma de los tiempos lo que ahí se hizo y construyó.

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Como antecedentes de la Misión que se establecería en el puerto de La Paz, mencionaremos el intento que realizó el Almirante Isidro de Atondo y Antillón. Este célebre explorador español realizó varios viajes procurando cumplir en Mandato Real de Carlos II, en donde se le designaba como el responsable de organizar exploraciones en los sitios de la California que considerara pertinentes, con el fin de fundar una colonia permanente la cual cubriera dos objetivos: servir de contención al avance que realizaban rusos e ingleses en aquellas latitudes, y ofrecer alimento y agua a los cansados viajeros del galeón de Manila.

Su primer intento lo realizó en el año de 1683, cuando acompañado de un puñado de soldados y marineros y bajo la providencia espiritual de los sacerdotes jesuitas Eusebio Francisco Kino y Matías Goñi, arriba a la ensenada de La Paz el 1º de abril. De inmediato pusieron su mejor empeño por consolidar la primer Misión en el sitio al cual denominaron Real de Nuestra Señora de Guadalupe de Californias. Lamentablemente debido a la hostilidad de los naturales y a la intolerancia del Almirante Atondo, tuvieron que salir precipitadamente del sitio dejándolo abandonado.

Una vez que en el año de 1697 se crea el primer enclave permanente de las Californias, el Real Presidio de Loreto, producto de los afanes y perseverancia de los sacerdotes Kino y Salvatierra, poco a poco se fueron expandiendo hacia la parte austral de la California. Un año antes de fallecer el padre Salvatierra, en 1716, decide hacer un viaje de exploración hacia las tierras Guaycuras, y acompañado de unos cuantos soldados y neófitos de sus misiones, realiza una incursión llegando hasta este puerto de La Paz, el cual tuvo oportunidad de conocer, y así determinar la viabilidad de poder convertirse en la punta de lanza para la conquista espiritual de estas regiones. A su regreso a Loreto da a conocer sus hallazgos y deja instrucciones a sus hermanos jesuitas para que a la brevedad empiecen a planear la instauración de una Misión en aquel sitio.

Fue hasta el año de 1720 que los sacerdotes Jaime Bravo, Juan de Ugarte y Clemente Guillén deciden iniciar el viaje para el establecimiento de la mencionada Misión. De acuerdo a lo que anota en su libro el historiador W. Michael Mathes Las Misiones de Baja California. 1683-1849, los sacerdotes Bravo y Ugarte partieron del Presidio de Loreto por mar, conducidos sobre la balandra El triunfo de la Santa Cruz, la cual acababa de ser construida totalmente en California, siendo única en su tipo.

Después de varios días de navegación y haber recorrido 233 kilómetros, por fin el día 13 de noviembre llegan a la bahía y desembarcan en las costas de La Paz. De inmediato se ponen a desmontar el sitio y empiezan a realizar las primeras exploraciones para conocer los recursos de agua y tierras cultivables. También se narra en sus diarios de exploración que tuvieron enfrentamientos con los naturales del lugar, los cuales los veían como rivales en el consumo de los recursos tan limitados de los cuales se mantenían. Sin embargo, poco a poco, con paciencia y tesón, los sacerdotes se fueron ganando a los naturales así como a sus familias y dieron inicio al ya tan conocido episodio de la evangelización.

Durante 20 días estuvieron construyendo tejabanes y cuartos improvisados para que sirvieran de alojamiento a los sacerdotes y soldados. También construyeron una pequeña iglesia en la que, el 3 de diciembre de 1720, dieron una misa solemne y declararon formalmente fundada la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí. Tres días después de culminado este hecho, llega al poblado el sacerdote Clemente Guillén acompañado de soldados y neófitos amigos, los cuales habían hecho el recorrido desde Loreto hasta La Paz por tierra, estableciendo el primer camino hacia estas latitudes, el cual con el tiempo se convertiría en Camino Real y el antecedente más antiguo de la Carretera Transpeninsular. Es importante mencionar que esta Misión pudo ser fundada y sostenida debido a las donaciones del marqués de Villapuente de la Peña y José de la Puente y Peña.

Como primer responsable de esta misión quedó el sacerdote Jaime Bravo (1720-1728), posteriormente fue sustituido por el sacerdote William Gordón hasta el año de 1734, cuando ocurrió la gran rebelión de los pericúes, y se vio obligado a abandonar el sitio de forma acelerada para proteger su vida, resguardándose por unos días en la Isla Espíritu Santo y posteriormente regresó a Loreto.

Fue hasta el año de 1736 que vuelve a restablecerse la Misión pero ya no tuvo la gran cantidad de neófitos como en los tiempos pasados. De ella se hizo cargo el sacerdote Segismundo Taraval, sin embargo las epidemias de 1742, 1744 y 1748 y la gran sequía que se dio por varios años en el sitio, redujeron tanto a los naturales que la sostenían que finalmente los jesuitas decidieron cerrarla en el año de 1749 y trasladar sus ornamentos, neófitos sobrevivientes e incluso a la imagen de la Virgen del Pilar hacia el poblado de Todos Santos en la bahía de Las Palmas.

Maravillosa e interesante resulta siempre la historia de nuestra sudcalifornia, de cómo palmo a palmo se fue conociendo su gente y sus costumbres, que con el paso del tiempo conformaron nuestra identidad. Menester es que todos los que habitamos en esta tierra la conozcamos.

 

Bibliografía:

Michael Mathes “Las Misiones de Baja California. 1683-1849. Una reseña histórica fotográfica”.

 

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