
¡Benditos aranceles! ¿Estamos condenados a ser sólo espectadores?

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Vientos de Pueblo
José Luis Cortés M.
San José del Cabo, Baja California Sur (BCS). En cada rincón de BCS, los vientos de pueblo siempre han sido portadores de historias. Historias de esfuerzo, resistencia y esperanza. Pero hoy esos vientos traen algo más: preguntas incómodas que exigen respuestas: ¿por qué seguimos dependiendo tanto de lo que viene de afuera? ¿Qué tan preparados estamos para enfrentar una crisis económica que ya está tocando nuestras puertas? Y, sobre todo, ¿vamos a quedarnos cruzados de brazos mientras otros deciden nuestro futuro?
Recientemente, el gobierno de Estados Unidos de America anunció nuevos aranceles al acero (25%) y al aluminio (10%), así como impuestos adicionales a productos agrícolas, textiles y manufacturas provenientes de México. Aunque estas medidas no afectan directamente a las exportaciones principales de BCS —como el atún, los camarones y los servicios turísticos—, el efecto dominó ya comienza a sentirse. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 40% de las importaciones de bienes intermedios que utilizan las empresas locales provienen de EUA. Esto incluye materiales esenciales para la construcción, maquinaria pesada y componentes electrónicos. Con un incremento promedio del 15% en los costos de estos insumos debido a los aranceles, pequeñas y medianas empresas (PyMEs) están viendo cómo sus márgenes de ganancia se desvanecen.
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Pero aquí surge la pregunta inevitable: ¿por qué seguimos siendo tan vulnerables a decisiones que tomamos fuera de nuestro control? En comunidades rurales, negocios familiares que dependen de materiales importados ya han comenzado a cerrar sus puertas ante la imposibilidad de competir. En ciudades como La Paz, donde la economía está fuertemente ligada al turismo, el aumento en los costos de operación también golpea duro. Los hoteles, restaurantes y agencias de viajes dependen de suministros importados que ahora cuestan más caros. Y aunque los visitantes internacionales aún llegan, muchos empresarios temen que los precios elevados disuadan a futuros turistas. ¿Es justo que nuestra prosperidad dependa de algo tan volátil como las políticas comerciales de otro país?
En pueblos pequeños como Todos Santos, famoso por su arte y gastronomía, los artesanos enfrentan una crisis similar. La necesidad de importar pinturas, cerámica y otros materiales de alta calidad ha encarecido sus costos de producción. Esto obliga a reducir la producción o aumentar los precios, lo cual aleja a los clientes. Además, existe el riesgo latente de que las grandes cadenas hoteleras y corporaciones extranjeras trasladen la carga financiera a los consumidores locales mediante recortes laborales o reducciones salariales. Según expertos, si no se toman medidas urgentes, podríamos ver un aumento significativo en el desempleo y la informalidad económica. Esta situación podría profundizar las brechas sociales y exacerbar problemas estructurales que ya afectan a la región. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que las decisiones de otros definan nuestro presente y condicionen nuestro futuro?
Frente a esta adversidad, es imperativo actuar. Pero aquí surge otra pregunta incómoda: ¿quién está liderando el cambio? Promover la producción local es fundamental, pero ¿dónde están las políticas públicas que incentiven esta transición? Desde agricultores que cultivan verduras orgánicas hasta pequeños fabricantes de muebles, todos tienen un papel crucial. Sin embargo, ¿qué apoyo real están recibiendo? Impulsar alianzas comerciales alternativas también es clave. Mientras las relaciones comerciales con EUA se complican, debemos buscar socios en otras regiones. Canadá, Europa y Asia representan oportunidades para diversificar mercados y establecer nuevas conexiones económicas. Pero, ¿quién está tendiendo esos puentes? ¿Quién está guiando a nuestras empresas hacia esos horizontes desconocidos?
Capacitación y adaptación tecnológica son igualmente fundamentales. Las PyMEs deben modernizarse para ser más competitivas. Programas gubernamentales y privados deben enfocarse en brindar capacitación técnica y financiamiento para adoptar tecnologías que optimicen la producción y minimicen costos. Pero, ¿cuántos empresarios locales tienen acceso real a estos recursos? ¿Cuántos saben siquiera que existen? El turismo sostenible y diversificado debe ser otra prioridad. En lugar de depender exclusivamente del turismo de lujo, exploremos alternativas como el ecoturismo, el turismo cultural y el turismo de aventura. Pero, ¿dónde están las campañas que promuevan estas opciones? ¿Quién está invirtiendo en infraestructura para hacerlas realidad?
Finalmente, la unión comunitaria es esencial. Desde el pescador de Loreto hasta el empresario de Cabo San Lucas, todos somos parte de la misma cadena. Pero, ¿estamos actuando como tal? ¿Nos estamos organizando, compartiendo recursos y apoyándonos mutuamente para superar esta crisis? Las cámaras de comercio, las asociaciones civiles y los gobiernos locales tienen un papel crucial en la coordinación de esfuerzos y la creación de políticas públicas que beneficien a todos los sectores. Pero, ¿están cumpliendo con esa responsabilidad?
Como dirían los ancianos de nuestros pueblos, los vientos siempre traen cambios, pero también semillas de oportunidad. Hoy, esos vientos soplan con fuerza, trayendo consigo desafíos que parecen insuperables. Pero también nos recuerdan que, cuando nos unimos como comunidad, podemos transformar cualquier tormenta en una brisa fresca que nos impulse hacia adelante. El futuro de BCS está en nuestras manos, y cada acción cuenta. Solo así, cuando los vientos de pueblo soplen de nuevo, podremos decir que supimos aprovechar su mensaje y construir un mañana mejor.
La pregunta final es clara: ¿vamos a seguir siendo espectadores de nuestra propia historia o vamos a tomar las riendas y escribir un nuevo capítulo? Porque, al final, no se trata solo de sobrevivir. Se trata de decidir quiénes queremos ser. Y ese camino, Queridos Lectores, lo construiremos juntos.
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