1

Yaroslabi Bañuelos: Premio Iberoamericano de Poesía

FOTOS: Cortesía.

El Beso de la Mujer Araña

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En recientes días, el Facebook de varios literatos, promotores culturales y aficionados a las letras en Baja California Sur, se volcaron hacia Yaroslabi Bañueños Ceseña, por la obtención del Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía “Carlos Pellicer” con su poemario Inventario de las cosas perdidas. Lo anterior, la coloca de nuevo en los reflectores de los nuevos y potentes talentos de la literatura en la media península.

Decimos “de nuevo”, porque la escritora no ha dejado de trabajar y obtener reconocimientos en los últimos años. El año pasado realizamos una entrevista a propósito de la publicación de Otro agosto habita el aire; entonces, además del Premio Estatal de Poesía 2019, recibía el primer lugar de los Juegos Florales Nacionales Carnaval La Paz 2019, los XLVI Juegos Florales Margarito Sández Villarino y el Primer Concurso Municipal de Poesía “Letras Nuevas”. De nueva cuenta, sobresaliendo a nivel internacional, CULCO BCS le solicitó una entrevista que transcribimos a continuación.

También te podría interesar: Muerte sin fin. A 120 años del nacimiento de José Gorostiza 

CULCO BCS: Platícanos, primero, ¿cuál fue el proceso para escribir el Inventario de las cosas perdidas? ¿Cómo es que se publica?

Yaroslavi: Todo comenzó gracias a la convocatoria “Vivir el encierro” de la revista “Punto en Línea” (UNAM), publicada en abril de 2020, en la cual se abordaba el tema de la escritura y la vida cotidiana desde múltiples experiencias a raíz de la contingencia sanitaria provocada por el Covid-19. Participé en dicha convocatoria y los dos poemas que envié fueron seleccionados para ese número especial de la revista. A partir de aquel momento, motivada por la experiencia de publicar en “Punto en Línea”, empecé a construir el manuscrito que después se transformaría en Inventario de las cosas perdidas; aunque algunos de los poemas ya existían, la mayor parte del libro se trabajó y se revisó durante aquellos primeros meses de pandemia. Poco tiempo después de que mis textos sobre la cuarentena fueron publicados en la revista y el poemario quedó armado, el libro se presentó ante un comité editorial de Literatura UNAM que dictaminó de forma favorable y así Inventario de las cosas perdidas fue publicado por Ediciones de Punto de Partida.

¿Cómo fue que ganaste el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2021?

A finales del mes de septiembre vi que la convocatoria aún se encontraba abierta, tan sólo unos días antes de que el certamen cerrara, y decidí enviar mi libro porque dentro de las bases se mencionaba que tres de los seis ejemplares enviados se donarían a la Biblioteca Pública “José María Pino Suárez” de Villahermosa, Tabasco. Este detalle de la donación de libros fue lo que me animó a participar, ya que pensé en las posibilidades y en la emoción de encontrarme a través de la poesía con lectoras y lectores de otros puntos del país.

Considero que tu trayectoria como creadora ha crecido mucho en los últimos años, y este premio es fruto de ello. ¿Te ha “caído el veinte” de que ya eres una de las más importantes escritoras sudcalifornianas? ¿qué sientes al respecto?

En realidad, no es algo en lo que piense mucho, soy escritora porque me apasiona leer y perderme en otros universos, aunque estos sean mundos oscuros. Escribo cuentos y poemas desde que tengo seis años, simplemente ya no concibo mi vida de otra manera, los libros han sido siempre mi mayor refugio, el hogar donde estoy a salvo de esa bestia rabiosa que es la ansiedad. Por eso me gusta seguir el consejo de Ray Bradbury: Las cosas que haces deberían de ser las cosas que amas, y las cosas que amas deberían de ser las cosas que haces.

En tu poesía hay mucho de los recuerdos y lo cotidiano, ¿usas la poesía como una catarsis, ¿cómo influye en tu visión de las cosas?

Siento que la poesía es mi manera de contar historias, mi estrategia para visibilizar aquello que necesita ser nombrado. Creo que mediante la Palabra podemos señalar el origen del dolor, perseguir fugaces destellos de belleza, explorar las junglas de la memoria, rescatar la historia familiar olvidada, denunciar las opresiones e injusticias que nos golpean, coleccionar fantasmas o atrapar a los pájaros de la tristeza.

La poesía no es una varita mágica para curar llagas emocionales ni sanar heridas psicológicas, sin embargo, es indudable la capacidad catártica del arte y el enorme poder de sublimación que brota a través de la escritura poética, y eso es lo que convierte a la poesía en una especie de conjuro: las emociones, las experiencias, las voces y los pensamientos se filtran hasta que sólo queda un misterio, una puerta, una llave, un espejo. Muchas veces los poemas más demoledores nacen de lo terrible.

¿Hay algún proyecto en puerta? ¿Qué actividades literarias has realizado últimamente?

Recientemente concluí el proyecto de poesía en el que estuve trabajando a lo largo de este año, con el apoyo de la beca de Jóvenes Creadores del FONCA. Es un poemario al que le he dedicado mucha energía, cariño y un enorme compromiso; espero en el futuro también ver publicado este manuscrito y tener la oportunidad de seguir compartiendo el cobijo de las letras. Además de los planes para próximos libros, otro de mis proyectos es la creación y realización de diversos talleres de poesía, escritura terapéutica, autobiografía poética, entre otros; este es un trabajo que he llevado a cabo desde hace varios años y me gustaría continuar ofertando talleres, sobre todo, con la intención de abrir espacios que fomenten el quehacer literario, no desde una perspectiva elitista donde la poesía es un objeto de lujo al alcance de unas cuantas personas, si no a partir de un enfoque más social, más humano y empático que nos permita estrechar lazos comunitarios. Ya lo dijo Roque Dalton: la poesía es como el pan, de todos.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




El linaje de los megatiburones

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Desde el Cretácico, hace unos 94 millones de años –en plena era de los dinosaurios—, apareció en los mares un linaje de megatiburones que, a través de las eras, fueron alcanzando grandes tamaños.

El gigantismo era común en esta época, ejemplos marinos eran los grandes mosasaurios como el Prognathodon de 13 metros; el Plotosaurus de 14 m. o el Mosasaurus de 18 m. Peces titánicos como el celacanto Mawsonia de casi 3 m. de largo o el pez sierra Onchopristis de 11 metros.

También te podría interesar: Robots poetas. De algoritmos y versos

Incluso los invertebrados tendían al gigantismo como los amonitas Parapuzosia, cuya concha podía alcanzar 3 metros de diámetro o la almeja Inoceramus de casi 2 m.

Desde el Jurásico había surgido el tatarabuelo del tiburón blanco, el fósil más antiguo de los lamniformes llamado Paleocarcharias con una aleta caudal con un lóbulo superior terminal y un diminuto lóbulo inferior, cinco pares de aberturas branquiales y boca ventral.

En el Cretácico, los lámnidos conquistaron ambientes pelágicos y compitieron con los grandes saurios marinos. Nuevas especies de tiburones se adaptaron a las formidables condiciones mesozoicas, como el Cretoxyrhina mantelli, que ocupó un nicho parecido al que hoy ocupa el tiburón blanco. Se han encontrado esqueletos fósiles de este depredador que alcanzaba los 5 metros de longitud. Shimada sugirió que Cretoxyrhina pudo haberse enfrentado a enormes reptiles como los mosasaurios.

Este tiburón tenía dientes triangulares de hasta 7 centímetros de largo, curvados y de bordes lisos. Con 34 dientes en la mandíbula superior y 36 en la inferior en cada fila.

Se han encontrado fósiles que sugieren que Cretoxyrhina depredó en Pterosaurios voladores. Algunos sugieren que saltaba fuera del agua para capturarlos en vuelo, pero es más simple entender que los pudo haber devorado como carroña o cuando descansaban sobre las olas como el actual tiburón tigre devora gaviotas y albatros.

Se extinguiría 30 millones de años antes que los dinosaurios. Otro tiburón conocido como ‘el cuervo’ fue descrito por David Schwimmer cual carroñero que se alimentaba de restos de hadrosaurios —dinosaurios pico de pato— y que depredaba sobre mosasaurios y tortugas. Su nombre: Squalicorax.

Comenzó la evolución de los otodontidos, tiburones que tenderían al gigantismo en los siguientes periodos geológicos. Uno de los primeros fue Cretolamna, con dientes de cúspide triangular ancha y dos cúspides laterales pequeñas. Bordes afilados como navajas y un cuerpo fusiforme que le confería hábitos pelágicos indican a un superdepredador.

Hace 65 millones de años se extinguió el 85% de las especies que habitaban el planeta. Desaparecieron grupos bióticos como los belemnites, los amonites, la mayoría de los reptiles marinos, los pterosaurios y los últimos dinosaurios. Otros grupos perdieron gran diversidad. La mayoría de las plantas del hemisferio Norte murieron excepto los helechos, algunas gimnospermas y angiospermas. En el mar: diatomeas, moluscos, equinodermos y braquiópodos. Algunos tiburones sobrevivieron y dieron origen a líneas evolutivas actuales.

Cambios climáticos debidos al intenso vulcanismo y hasta el choque de un meteorito se han propuesto como hipótesis del desastre. ¿Cómo afectó el meteorito a los condrictios? En 2020, Wynd estudió la diversidad de euselacios fósiles en la formación de Hell Creek y concluyó que la riqueza decayó precipitadamente y muchas especies se extinguieron localmente.

Sin embargo algunos paleontólogos como Maisey piensan que los hibodontes no se extinguieron por las mismas razones que los dinosaurios, sino que fueron desapareciendo gradualmente al perder la competencia ecológica contra nuevas formas de tiburones que se diversificaron en esta era.

En los siguientes 60 millones de años, los tiburones alcanzaron los nichos ecológicos tope que ocupan en la actualidad.

Supervivientes: nuevas posibilidades

Millones de especies pueden extinguirse, la vida no. Mientras el planeta albergue condiciones aceptables, los organismos seguirán. Después del holocausto, la recuperación se dio gracias a la resiliencia. La Tierra en su conjunto era más seca y fría. Poco a poco comenzó a calentarse. Los helechos fueron los primeros en colonizar la zona devastada. A lo largo de Paleoceno, hace 50 millones de años, aparecieron las palmeras.

Europa y Groenlandia aún no se separaban cuando en esta zona los bosques cálidos renacieron, los cocodrilos habían sobrevivido a los dinosaurios y ahí pudieron diversificarse. Los mamíferos amniotas con glándulas mamarias llevaban 140 millones de años en madrigueras, pero ahora sin dinosaurios y con un planeta en recuperación se diversificaron ocupando las posibilidades y pudieron crecer. Surgió el ornitorrinco y los Hyaenodontes, parecidos a hienas masivas como un rinoceronte que cazaban entre las selvas. Las aves se diversificaron y muchas conservaban el diseño del dinosaurio corredor como la inmensa ave del horror: Gastornis.

En los mares fluyeron corrientes cálidas, los polos eran templados y prosperaron los arrecifes coralinos. Escualos de siete branquias continuaban en los fondos. Los mamíferos regresaban al mar, los ancestros de las ballenas como el Basilosaurus aún conservaban sus patas posteriores disfuncionales en un cuerpo hidrodinámico de 18 metros. Este depredador era temible pero le rondaban enormes tiburones como el Otodus obliquus, probablemente semejaba a un tiburón tigre de arena actual, de 9 m. de largo. Aquí nació el primer tiburón tigre, Galeocerdo latidens.

En esta época apareció el abuelo del tiburón blanco, Carcharodon hubbelli en aguas al sur de Rusia, Marruecos, Angola y los Estados Unidos.

En tierra, los enormes titanotéridos se extinguieron hace 30 millones de años cuando los pastizales sustituyeron a las selvas tropicales. Un cambio climático importante se debió a la separación de Sudamérica y la Antártida. Esta catástrofe dejó libre la corriente circumpolar que provocó un intenso enfriamiento. Los arqueocetáceos disminuyeron dejando paso a los nuevas ballenas y hace 20 millones de años ya chapoteaban los primeros pinnípedos. Es en este ambiente donde una nueva familia de tiburones emerge; los réquiem o carcharínidos. Carcharhinus apareció en el Eoceno en el norte de África. Con su forma hidrodinámica devinieron en raudos cazadores y ensancharon las estrategias de supervivencia. La inversión de la polaridad terrestre coincidió con la aparición de los ancestros del tiburón martillo. Con su cabeza en forma de alerón, aplanada por extensiones laterales en cuyos extremos descansan los ojos. Esta testa plagada de ámpulas es un detector infalible de flujos electromagnéticos.

Viajemos al Mioceno Medio, hace 14 millones de años. Mientras nuestros tatarabuelos,  los primeros homínidos como el Sahelanthropus chapotean en los pantanos africanos, el gigantismo continúa en el mar.

Enormes ancestros del cachalote vagan en manadas, aún conservan dientes en la mandíbula superior; focas monje de 3 m se asolean en las rompientes; cocodrilos de 4 m como el Thecachampsa sericodon; aves marinas gigantes con pseudodientes como Pelagornis chilensis y Osteodontornis orri de más de 5 m de envergadura; el marlín azul de 4 m Makaira; y uno de los cetáceos más formidables de todos los tiempos: el cachalote gigante Leviathan nevillei, descubierto en Perú.

Los tiburones planctófagos como el Megachasma ya filtran en esos lares, por allí caza el abuelo del tiburón tigre, el Galeocerdo adancus y el abuelo del tiburón blanco, Isurus hastalis.

El linaje de los megatiburones ya está establecido. Sin competencia ya –los viejos reptiles marinos están extintos—, los tiburones se vuelven titanes monstruosos.

Otodus, Carcharocles y Carcharodon –que pueden ser o no el mismo género— depredan todo lo que se pone a su alcance debido a sus formidables tallas que van desde los 7 a los 16 m.

Otros escualos prehistóricos crecen en demasía. Es la época de oro de los megatiburones. Alcanzaron tamaños enormes respecto a los actuales. Cosmopolitodus hastalis de 8 m, Otodus chubutensis alcanzó los 12 m, Carcharocles angustidens y Paratodus benedeni los 9 m, e incluso existió un tiburón zorro gigante, el Alopias grandis de 13 m.

Pero no es el más poderoso de los tiburones. Esta distinción pertenece al Megalodón

Continuará…

Referencias

Solé, F. & Noiret, C. & Desmares, et al. (2019). Reassessment of historical sections from the Paleogene marine margin of the Congo Basin reveals an almost complete absence of Danian deposits. Geoscience Frontiers, 10 (3): 1039-1063.

Wynd, B. M., Demar, D. G., & Wilson, G. P. (2020). Euselachian diversity through the uppermost Cretaceous Hell Creek Formation of Garfield County, Montana, USA, with implications for the Cretaceous-Paleogene mass extinction in freshwater environments. Cretaceous Research.

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Boris Von Spilbergen, un corsario tras el Galeón de Manila

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El nombre real de este corsario holadés era Joris Van Spilbergen, sin embargo con el paso del tiempo se ha ido deformando su escritura hasta convertirse en Boris Von Spilbergen. Nació en el año de 1568, y durante una gran parte de su vida se dedicó a estar embarcado y recorriendo el mundo, que en ese entonces era todo un espacio virgen y en constante disputa por las principales potencias mundiales. Todos los grandes imperios se abalanzaban sobre los inmensos territorios ultramarinos, y siendo Von Spilbergen un marino atrevido y ambicioso, decidió hacerse de una patente de corso y aventurarse a la Nueva España en busca de los grandes tesoros de los que hacían alardes las historias de conquista y aventura que ya circulaban por todo el mundo.

Se dice que Spilbergen, quien poseía grandes cualidades de orador y excelente diplomático, logró convencer a los accionistas de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales para que lo pusieran al mando de la flota de barcos, excelentemente armados y provistos de una gran cantidad de soldados y expertos marinos, con el fin de “comerciar en las posesiones españolas”, pero secretamente llevando la misión de capturar uno de los famosos galeones de Manila y sus incalculables riquezas. Joris Von era considerado como un corsario muy refinado ya que le gustaba que su barco insignia estuviera elegantemente amueblado y aprovisionado con los mejores vinos. Cuando comía, lo hacía con la orquesta de a bordo y un coro de marinos como fondo musical. Sus hombres usaban magníficos uniformes.

También te podría interesar: Los piratas de la Antigua California en la bibliografía jesuítica

Al llegar a la Nueva España, se dirigió directamente al puerto de Acapulco y de inmediato envió sus condiciones de desembarco: solicitaba la rendición inmediata de las autoridades del lugar, y la entrega de toda el agua y alimentos que necesitaran sin obstáculo alguno. Las autoridades, al darse cuenta de su poder en armamento y hombres armados, capitularon de inmediato y lo invitaron a recorrer la ciudad de una manera sumamente amable y diplomática. Durante el tiempo que aprovechó Spilbergen para avituallarse, secretamente las autoridades del puerto enviaron a Sebastián Vizcaíno a que protegiera la ruta del galeón de Manila que estaba por llegar en unos días más; de ninguna manera se tragaron el cuento de que la delegación holandesa sólo venía hasta este sitio de la Nueva España para surtirse de provisiones.

A los pocos días, los barcos de Boris Von Spilbergen zarpan de este puerto y se dirigen hacia el Norte, en donde llegan hasta las playas de Barra de Navidad —en el hoy estado de Jalisco. Durante varios días esperan la llegada del galeón de Manila, el cual aparecería de un momento a otro por el lado del Cabo California, y durante este tiempo apresan el Barco Perlero “San Francisco”, del cual roban su cuantioso cargamento.

Se dice en algunos documentos como Mitos, cuentos y leyendas Sudcalifornias: La leyenda del tesoro de Pichilingue, La leyenda del tesoro de Pichilingue y Destinos para forajidos de Isidoro Merino, que los barcos de la empresa encabezada por Spilbergen llegaron hasta la bahía de La Paz en donde desembarcaron en lo que hoy se conoce como el Puerto de “Pichilingue”. Curiosamente el origen de este toponímico se debe a Los piratas de distintas nacionalidades, incluidos neerlandeses e ingleses, fueron llamados por los aborígenes «pichilingues», debido a que cuando desembarcaban en algunas playas y tenían contacto con ellos, les exigían que éstos hablaran en inglés (en inglés: speak in english, ‘hable en inglés’), pero con el tiempo esta frase se fue degenerando hasta ser conocida como “Pichilingue” (“Los “Pichilingues” en las Costas Novohispanas” de Germán Arciniega).

Cansado de la espera, Spilbergen y sus hombres deciden abandonar las costas de la Nueva España y regresan a su patria, sin haberse percatado jamás, que el galeón de Manila, cargado con inigualables riquezas cruzaría unos pocos días después por enfrente del lugar donde ellos estuvieron acantonados.

Al igual que la mayoría de los corsarios de su tiempo, Boris Von Spilbergen muere en la más absoluta de las pobrezas en su país de origen en el año de 1620.

Bibliografía:

El abuelo choyero. Mitos, cuentos y leyendas Sudcalifornias: la leyenda del tesoro de Pichilingue.

Sánchez A., V. La leyenda del tesoro de Pichilingue.

Merino, I. Destinos para forajidos.

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




El uso del nivel del agua como herramienta infalible en la construcción

FOTOS: Internet.

Explicaciones Constructivas

Por Noé Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cuando estamos de espectadores de algún albañil que se encuentra trabajando en alguna obra, nos sorprenden dos herramientas que funcionan de manera muy simplificada con las leyes de la física y resultan elementales en la construcción: el nivel de agua y la manguera de nivel.

A lo anterior y de manera chusca, siempre que se le pregunta a un albañil, si el método que utiliza para nivelar algún ladrillo o cimentación es el adecuado, nos contestan como gran confianza y sabiduría que El agua nunca se equivoca. Y tienen mucha razón en esta afirmación; incluso, con todo y los adelantos de ingeniería en materia de topografía, se sigue vendiendo las mangueras con que “corren” niveles a través de la construcción y mucho más se venden los niveles de mano, que aparte de ayudarnos a saber si una pared esta nivelada también nos sirve para comprobar la verticalidad de dicha pared.

También te podría interesar: ¿Qué es el calibre en el ramo de la construcción? Guía rápida sobre su uso 

Pero para llegar a estos “grandes” pero sencillos inventos, el ser humano tuvo que quemarse varias neuronas del cerebro, para comprobar de una manera práctica cómo saber si algún elemento esta nivelado. Por ejemplo, como hacían los egipcios para dejar cada una de las pirámides con una buena nivelación y mas adelantados, tenemos como los romanos hacían grandes acueductos capaces de transportar agua a largas distancias y sin que se tuviera que abusar de la inclinación, ya que entre más inclinación menos distancia se podía recorrer.

Según se investigó en Internet, los romanos fueron los precursores de utilizar el agua como un método capaz de nivelar las construcciones que realizaban. En aquel tiempo era necesario la construcción de los ya mentados acueductos, por lo que los “ingenieros” romanos inventaron un instrumento que llamaron chorobate, y que su funcionamiento era muy simple: era colocar una tabla de madera con ranura en la aparte media, la cual se llenaba de agua, y en ambos extremos de la tabla se  jugaba con contrapesos hasta lograr que el agua instalada en dicha ranura, estuviera nivelada. Sin duda este aparato les vino a resolver en mucho los problemas de nivelación, pero aun así seguía siendo muy laborioso su uso y, sobre todo, que en los extremos donde se colocaba la persona que tenía que mirar a través de la tabla, debía tener buen ojo y buena vista si se requería nivelar una distancia más lejana.

Ilustración de un chorobate.

Tuvieron que pasar muchos años, hasta que llegado el siglo XVII, el inventor físico francés Melchisédech Thévenot, inventó una peculiar herramienta para su tiempo, y que es el nivel de mano. Este instrumento consiste en adaptar un pequeño tubo en una barra de madera, donde dicho tubo se llenaba de alcohol y con pequeñas marcas señalaba el centro; si la burbuja formada coincidía con las marcas, significaba que la regla estaba nivelada y por ende lo que se pretendía nivelar. Fue tanto el éxito de este invento, que todavía en la actualidad se sigue fabricando en grandes cantidades y su uso se ha extendido hasta los carpinteros, plomeros y ventaneros, entre otros.

Pero no fue hasta que se inventó la manguera flexible por el holandés Jan Van Der Heyden, quien como jefe de una cuadrilla de bomberos en Amsterdam, le preocupaba como poder regar el agua como si fuera lluvia, y con esto, se pudiera apagar con más rapidez los incendios. Aunque sus primeras mangueras eran de a base de cuero, tuvieron que pasar otros cientos de años hasta que llegó 1848, cuando el científico francés Monsier Combaz, fabricó las primeras mangueras a base hule, y que con el paso del tiempo se construyeron las mangueras de hule transparente, y no se sabe con exactitud el tiempo ni mucho menos a quien se le ocurrió la idea, de que con una manguera transparente se puede observar la burbuja de agua. Con este descubrimiento se pudo pasar una nivel a distancia dentro de una construcción.

El procedimiento para pasar niveles dentro de una obra de construcción es muy sencillo, mientras que se marca la referencia en una pared una persona se coloca con el extremo de la manguera ahí mismo, mientras que otra persona empieza a recorrer a los lugares donde se pretende poner otra marca y que este al mismo nivel que la marca de referencia; cuando las dos burbujas de agua están quietas y al mismo nivel, se dice que ya pasamos el nivel.

Casi a la par, pero en otra parte del mundo y con mucha mas tecnología se inventaba el antecedente del nivel topográfico, y fue el ingeniero inglés Wiliam Gravatt; quién trabajando en las vías del ferrocarril, se le ocurrió la idea de utilizar un telescopio sencillo con una incrustación de un pequeño nivel de mano (el cual ya se sabía de su existencia), y que se aprovechaba con ayuda de un estadal, el paso de niveles hasta largas distancias. Aunque para este procedimiento se ocupa de mas tecnología y mas conocimiento de ingeniería, aun en la actualidad se sigue utilizando a gran escala.

Se dice que las mangueras de nivel son para los albañiles como los niveles topográficos son para los ingenieros, que aunque no se compiten, ya que ambos procedimientos no fallan si se utiliza según sea el requerimiento. Por ejemplo, para una construcción pequeña la manguera de nivel no debe faltar, mientras que para la construcción de un camino el nivel topográfico se vuelve indispensable.

Cuando en nuestro hogar tengamos colgar un cuadro o alguna foto familiar en la pared de la sala, y veamos como el instalador utiliza un nivel de mano, hay que recordar que tras este invento tan, pero tan sencillo, el ser humano tuvo que hacer uso de las leyes de la física y de la ingeniería.

Escribenos…

noeperalta1972@gmail.com

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




La Casa del Trabajador. Casa llena en tiempos de aislamiento

FOTOS: Cortesía.

Colaboración Especial

Por Octavio Escalante

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). No es la primera vez que Ana entra al edificio, pero aunque todavía no lo sepa, esta ocasión tiene algo de memorable. Acaban de entregarle las llaves de la Casa del Trabajador (La Catra) y no sabe bien qué esperar. El proyecto está trazado en una decena de hojas explicativas, pero la realidad hace de toda especulación un diagrama nebuloso. Tal vez hallen neblina dentro del edificio de dos plantas y seis salones abandonados.

Hace cuatro años que se les ocurrió, a Ana y Alejandro, reabrir la Casa del Trabajador, en la colonia Fovissste de La Paz. Les pregunto cuál fue su motivación y me sorprende que no tengan muy claro el asunto. Me cuentan retazos anecdóticos, una plática con algún colono viejo que dice «lástima que esté cerrada, lástima que esté en desuso tanto espacio». Les insisto, porque yo mismo no puedo creer que la motivación principal ande extraviada, y ellos apenas me sepan responder.

También te podría interesar: Eco Parque Municipal de la Juventud de La Paz. Un santuario para las aves

Sin embargo, que no se piense que les tiembla la voz al hablar de La Catra. Al contrario, se me dificulta contenerlos, lograr que se detengan un poco. Han pasado ya cuatro años desde su apertura y en esos cuatro años han vivido experiencias diferentes, tanto como para que se les enrede la memoria. Formalmente, una prueba documental de su historia con La Catra es la presentación del proyecto de reapertura al Programa de Acciones Culturales Multilingües y Comunitarias, Pacmyc, que les fue concedido con un primer lugar y un monto de cincuenta y tantos mil pesos.

Maliciosamente, les pregunto si esa cantidad fue suficiente para darle empuje a lo que planeaban. «Independientemente de que nos dieran el Pacmyc –me responde Alejandro– nosotros ya teníamos contactados a todos los talleristas, y si no hubiese sido con ese recurso hubiéramos buscado por otro lado. Cuando abrimos el edificio, que llevaba sin actividad desde el 2014, nos dimos cuenta de la magnitud del reto que estaba frente a nosotros».

Conviene saber que La Catra fue concebido desde el inicio como un proyecto comunitario, sin fines de lucro y que los talleristas a los que se refiere Alejandro, debían tener muy claro que se les estaba invitando a dar parte de su tiempo y de su conocimiento sin paga alguna. Fue una primera inyección, un abanico que iba desde las clases de guitarra, alfabetización, taichí, grabado en madera, danza árabe, ¡análisis de posibles utopías!, cine, derechos humanos…

En términos coloquiales, el tema estaba apalabrado, sólo que tanto Alejandro como Ana no tenían en cuenta la capa de polvo plastificado que cubría todo el piso, paredes y techo de los salones, la inutilidad total del cableado eléctrico, la catastrófica apariencia del par de baños, los vidrios pintados con brocha hacía más de 5 años, una pintura que en algún momento desempeñó una función pero que ahora representaba uno de los defectos por solucionar. En La Catra estuvo por diez años una clínica del ISSSTE, pequeña y ruidosa como un gallinero, y al entrar Ana y Alejandro sólo era un almacén de recetas médicas. «Cajas de recetas –me dice Ana–, todo un cuarto estaba lleno de cajas con recetas. Movimos sillas, pintamos, pero para cosas como el cableado y la limpieza del piso tuvimos que llamar a profesionales».

«Me acuerdo –dice Alejandro– que debajo de las escaleras había muchas inscripciones, Sandra y Marco, 1998, encerrado en un corazón y cosas así». Casi treinta años sin pintar bajo los escalones, pienso. Me interesa que me cuenten del día en que abrieron y comenzaron a limpiar, pero veo que se hacen bolas, que se miran entre sí como queriendo acordarse de fechas y de gente. Trato de ayudarles un poco con una pregunta «¿Convocaron a los talleristas para que les ayudaran a limpiar? ¿Vinieron todos?» Se vuelven a mirar entre sí. «No, mira –dice Ana–. Es que al principio no convocamos a nadie. Y no fue sólo un día. Había que mover unas mesas, traerlas, y dimos una vuelta a la cuadra en el Pitufo, el carro de Alejandro, y vamos viendo como anillo al dedo a unos vatos con faja y todo para cargar, y ellos nos ayudaron. Otro día vimos a unos morros que se juntaban aquí abajo, y nos ayudaron a pintar. Otro día sí vinieron algunos talleristas. Pero las cosas que de plano no pudimos hacer solos por seguridad, como la de quitar la plasta de todo el piso, eso sí lo pagamos y ayudamos a sacar el agua».

Meses antes de que les acepten el proyecto, a Alejandro se le ilumina la cara con la luz de la computadora. Está diseñando, bien o mal, un pequeño volante que imprimirán en papel bond, para repartir entre los colonos. Ana y él fueron personalmente a más de ochocientas puertas de las viviendas del Fovissste, una de las pocas colonias con edificios en La Paz, y dejaron como quien deja una promoción de pizza o sushi por debajo de la puerta, su propuesta, su solicitud de apoyo e invitarlos a la junta informativa para reabrir La Catra. A la gente, acostumbrada a que el viejo edificio de los 70 fuese manejado por dependencias para eventos políticos, de pronto le parece rara la idea de abrirla para clases de danza, de dibujo, para instalar una biblioteca. Pero aunque lo raro suele despertar precaución, van mostrando confianza y terminan diciendo a la rehabilitación del lugar.

Acaban de imprimir los volantes. Detrás de unas rejas, una señora tiene estanterías con latas de valvita, frijoles, arroz, un refrigerador lleno de refrescos, leche yaqui o caracol y unos kilos de queso que le trae un señor de Los Planes. Es de las pocas tienditas que quedan en el barrio, quizá en toda la ciudad. Por fuera de la reja está Alejandro, hablando con la señora sobre lo que planean hacer con ese espacio, y no parece funcionarle mal la labia. Ana va a la escuela primaria de la colonia, “Carlos Moreno Preciado”, en la que alguna vez desalojaron a los niños por una amenaza de bomba, y les informa sobre las clases y talleres que habrá próximamente.

La capa de pintura, la limpieza del piso, la reinstalación de la luz, el desalojo de lo que no está vivo, la fabricación en conjunto de libreros o la barnizada de las sillas y mesas que les han obsequiado y por las que fueron en el pick up de un amigo, es un gran avance, pero les ha revelado el tiempo que implicará meter en sus vidas al elemento Catra. El sábado tienen que trabajar en una boda. Son fotógrafos y suelen regresar pasada la media noche. También fabrican castillos de madera y rascaderas para gato, y a pesar de conocer tanto el mar, no se les quita el deseo y la costumbre de una acampada de vez en cuando, sin olvidar a Marcelino, el hijo de Ana, que quiere bucear, que quiere vivir.

Me dicen que la primera reunión que tuvieron con algunos voluntarios fue por la tarde y que, como no tenían luz, terminaron hablando casi a oscuras. Era todavía un espacio sin vida, que aún así servía para convocar a unos cuantos y decirles «imagínense lo que puede ser aquí». El instructor de guitarra mira al de taichí, y el de taichí mira a uno que no parece que venga a dar ninguna clase de nada, pero que al menos tiene las ganas de barrer cuando sea necesario, de mover, de ir por tornillos, de martillar, de colocar papel en el piso cuando venga la hora de usar las brochas o de conseguir de a gratis un bote de pintura. Y ya a oscuras, ¿qué más da para los talleristas que no se haga nada? Unos cuantos de ellos, por una u otra razón, no podrán hacerlo. Viven lejos, tienen un horario infranqueable o han sido desanimados por un montón de vidrios de espejo acumulados en una esquina de la sala. En esa misma sala, dos años después, habrá mesas de trabajo y se discutirá sobre la minería, la pesca indiscriminada, el despojo, la importancia de la lectura y la creación de nuevos espacios comunes. Y sin embargo, mientras la sala se va poniendo oscura porque viene la noche y el cableado está deshecho, Ana y Alejandro tampoco lo saben, tampoco imaginan el festival de Día de Muertos que habría un año después, con sus cantantes y altares, pero un montón de vidrios de espejo en un rincón de una sala sucia no iba a inmovilizarlos.

«Es cansado, nos absorbe mucho tiempo», y les creo por sus caras y porque toda la semana he estado tratando de entrevistarlos. No podían, había que reabrir La Catra después de la pandemia. Y ahora, de pronto, requiere que la atiendan, organizándola, desde la limpieza hasta la difusión, las llamadas telefónicas, el diseño de la página, las inscripciones y de nuevo los talleristas, resbaladizos y volubles.

Me comentan que han ido descubriendo cosas durante el proceso. Una de ellas es que, sin demeritar a las instituciones culturales, hay un gran valor en que las cosas no estén dadas de buenas a primeras, que no estén como servicios a los que uno accede y luego se va. Sino que la batalla porque exista ese bien común, le da un valor de pertenencia a todos los implicados, «hasta a los que limpiaron la capa de polvo del piso», dice Ana, que comienza a hablar con un tono casi poético y conmovedor, mientras intento improvisar otra pregunta. A pesar del tono conmovedor, ni a ella ni a Alejandro les veo lágrimas asomándose entre expresiones melosas. Más bien veo coraje. Coraje en ambas acepciones: el de la valentía y el de la molestia. Valentía que han reforzado sabiendo que pueden hacer cosas, que se pueden lograr cosas. Y coraje, bueno, aquí es donde me dicen que esperarían del gobierno un mecanismo de apoyo, pagado con los impuestos de cada uno. Pero sin atenernos a ello. «Cuando veo un lugar abandonado, un edificio, un parque, un barrio entero, lo que veo es que la lógica de un sistema individualista ha triunfado. Lo que hacemos en La Catra es lo contrario a eso. En el abandono de inmuebles, de parques, lo que vemos es un ciudadano que está solo, y eso es lo que queremos romper».

Veo que Ana quiere comentar algo. «Bueno –dice–, primero pensé que era algo egoísta, pero está lejos de serlo. Una de las fuertes razones de esto, al menos para mí, es que mi hijo me movió a soñar en lo que no tuve, y que él y otros podrían tenerlo. Si hubiese estado al alcance… Otra cosa hubiera sido. De ahí lo de pensar en lo que carecemos y de lo que aspiramos para ellos, es de donde sale la idea de los talleres… No importa si no pones esto en el texto, pero quería mencionarlo. El tren va muy rápido y nos mantiene ocupados y dispersos. Quería mencionarlo, nada más».

La Catra ha contado con alrededor de 700 beneficiarios de sus talleres, y 150 a 200 por año, sin contar a los usuarios de su biblioteca Colibríes, de más de mil 500 libros. Ha sido apoyada con tres recursos: Pacmyc en 2018, Fasol en 2019 y de nuevo Pacmyc en 2020, lo demás ha sido levantado a pulso, puro peso muerto. Ha hecho de la naturalidad una de sus fuerzas, sin ninguna clase de sesgo elitista. La casa está abierta, pásele a lo barrido…

Ana acaba de enviarme un mensaje de audio. Insiste en que «el camino es parte de esas preguntas y esas respuestas que van apareciendo, sueños e ideas, participación en conjunto, y que va seguir experimentándose a sí mismo mientras dura lo que dure». Dicha así, con esa voluntad, me parece convincente la incertidumbre. Será idea mía, pero algo parecido les he escuchado decir a las personas que no le temen al amor.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.