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Memoria molecular

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿Las bacterias que habitan el intestino de una ballena saben lo que es la ballena? Quizás no, su astroconciencia se restringe a escalas distintas; a una microconciencia circunscrita a su entorno inmediato.

Pero no quiere decir que no posean estrategias mnemotécnicas aún sin sistema nervioso. En la evolución de la cognición, las bacterias son un modelo de una memoria que les permite tomar decisiones.

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Landmann mostró como las bacterias se adaptan a entornos fluctuantes mientras aprenden regularidades estadísticas como los nutrientes correlacionados. Este investigador piensa que los microorganismos deben verse más como una red, una urdimbre.

Todo sistema vivo habita en un mundo cambiante, por lo que su evolución depende de las estrategias que responden a estas fluctuaciones. Pero, no basta con sentir las variables ambientales, también se deben predecir para aumentar la probabilidad de supervivencia.

Los relojes circadianos permiten a las algas fotosintéticas reorganizar su metabolismo para prepararse para el amanecer y recibir los rayos solares, esta adaptación es predictiva, así como el comportamiento anticipatorio de la bacteria Escherichia coli que le permite prepararse para el cambio de ambiente bajo su ciclo a través del tracto digestivo de su hospedero mamífero.

Las bacterias no solo utilizan canales de sodio para comunicarse unas con otras, sino que poseen la habilidad de retener información sobre sus estados anteriores. Se han codificado patrones complejos de memoria en biofilmes de bacterias cambiando el potencial de membrana celular de Bacillus subtilis.

Adaptaciones predictivas implican memoria en la que los sistemas vivos aprenden de su experiencia en el curso evolutivo.

¿Podemos llamar memoria a la acumulación de la experiencia con el tiempo?

Dos condiciones participan en la memoria: la conservación de los conocimientos pasados en determinadas formas, lo que se denomina retentiva; la segunda, es la evocación de esos conocimientos y traerlos al presente, lo que se denomina recuerdos.

Y aunque en la Antigüedad, algunos idealistas como Plotino negaron la base física de la memoria al ver en los cuerpos un obstáculo más que una ayuda para ella, en esta realidad material no entendemos el software sin el hardware, no entendemos cómo puede haber memoria sin materia.

Se asume que no todo recuerdo de los hechos constituye conocimiento acerca de ellos. Pero, ¿es la memoria una mera representación mental o una capacidad corporal?

Nosotros sobrevivimos gracias a nuestra memoria celular. ¿En qué se basa el sistema inmune sino en este principio?

No solo las células poseen memorias, sino los procesos genéticos y metabólicos de las bacterias pueden contribuir a mejorar la memoria en los cerebros de sus hospederos.

Se ha relacionado que el lactato sintetizado por Lactobacillus que habitan los intestinos mejora la memoria en ratones y quizá… en humanos también.

En el cerebro, la memoria se desarrolla gracias a neuronas “engram” presentes en el hipocampo. La formación y preservación de estas neuronas está influida por modificaciones epigenéticas –alteraciones químicas de la cromatina (DNA más proteínas) que controlan si un gen puede ser accesible o no. De esta forma, las neuronas pueden formar más dendritas y ampliar su rango de sinapsis.

La memoria no implica necesariamente un sistema nervioso complejo, ni siquiera tejido u órganos, los sistemas ordenados obtienen memoria a través de sus interacciones materiales.

Los procariontes también poseen un sistema inmune adaptativo basado en el RNA el cual adquiere fragmentos de DNA de virus o plásmidos. Estos fragmentos reemplazan secuencias de su propio DNA como una forma de copiar y pegar rompecabezas de ácidos nucleicos. Este fenómeno se conoce como CRISPR/Cas.

Gracias a este proceso se seleccionan fragmentos de DNA extraños a la bacteria y son incorporados en su genoma. Datsenko (2012) mostró como deviene la inmunidad molecular a través de estos agregados, lo que permite a las bacterias defenderse contra virus mutantes que, a su vez intentan eludir la defensa.

Esto es un ejemplo de memoria molecular. Si las moléculas tienen memoria, entonces esta capacidad basal se extiende a todo lo que constituyen como sistema vivo.

Referencias:

Datsenko, K. A., Pougach, K., Tikhonov, A., Wanner, B. L., Severinov, K., & Semenova, E. (2012). Molecular memory of prior infections activates the CRISPR/Cas adaptive bacterial immunity system. Nature communications, 3(1), 1-7.

D. Bell-Pedersen, V. M. Cassone, D. J. Earnest, S. S. Golden, P. E. Hardin, T. L. Thomas, and M. J. Zoran. (2005) Circadian rhythms from multiple oscillators: lessons from diverse organisms, Nature Reviews Genetics 6, 544.

Landmann, S., Holmes, C. M., & Tikhonov, M. (2020). A simple regulatory architecture allows learning the statistical structure of a changing environment. arXiv preprint arXiv:2101.00051.

Yang, C. Y., Bialecka-Fornal, M., Weatherwax, C., Larkin, J. W., Prindle, A., Liu, J., … & Süel, G. M. (2020). Encoding membrane-potential-based memory within a microbial community. Cell systems, 10(5), 417-423.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Las abejas son seres racionales

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El prejuicio de que los animales no humanos no poseen conciencia, ni raciocinio y otros argumentos monomaniacos poco a poco se reconsidera.

Las abejas europeas Apis mellifera han sido usadas como un modelo para estudiar las capacidades cognitivas de los insectos. Tienen pensamiento abstracto a través de un lenguaje simbólico, deciden, planean y presentan cambios neuroplásticos. Esto hace que puedan contar y combinar conceptos. Les confiere diversas habilidades como la de encontrar las distancias más cortas entre diversos árboles o flores.

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Se ha inferido que pueden entender conceptos como: arriba-abajo; largo-corto; izquierda-derecha o similar-diferente; y seguir patrones para resolver problemas. También, son capaces de reconocer letras independientemente de su tamaño, color o estilo. (Gould & Gould 1988; Zhang et al. 2000; Giurfa et al. 2001; Avarguès et al. 2013; Avarguès et al. 2014; Howard et al. 2017). En las pruebas de inteligencia humana, uno de los parámetros que se evalúan es la habilidad para reconocer objetos que han rotado. Tanto las abejas como los abejorros poseen tal habilidad (Gould & Gould 1988; Plowright et al. 2001).

Howard y sus colaboradores en 2019 se preguntaron si las abejas eran capaces de sumar y restar un elemento de entre una formación de ellos. Prepararon comederos especiales junto a colmenas para marcar catorce abejas que fueron entrenadas para usar el azul y el amarillo como claves para el cálculo. También, fueron entrenadas para usar un laberinto en forma de Y en cuya entrada se colocaban placas con círculos, cuadrados y triángulos. Cuando las abejas veían un elemento azul, debían sumar y cuando detectaban el amarillo debían restar.

 

 

Aparato experimental para abejas entrenadas para sumar y restar. (Tomado de Dyer et al. 2019)

La abeja entraba a una cámara de decisión dividida en dos. Si había una placa azul, la abeja debía sumar. En la primera había tres figuras geométricas y en la otra solo una. Si la abeja escogía la placa con las tres figuras, entonces había sumado y recibía como recompensa una gota de agua con azúcar. Si se equivocaba recibía agua con quinina, horrendo sabor. Si había una placa amarilla, la abeja debía restar. En la primera había dos figuras geométricas y en la otra tres. Si la abeja escogía la placa con las dos figuras, entonces había sustraído y recibía su azuquítar.

Esto sucedió en la fase de aprendizaje. Cada una de las abejas repitió el ejercicio cien veces usando las figuras y los colores aleatoriamente. Las decisiones correctas que tomaron los insectos fueron del 80%. De ahí se infiere que aprendieron a sumar y restar a partir de los colores. Lo interesante es que cada individuo aprendió a una tasa distinta. Cada una tenía una capacidad cognitiva diferente.

Luego se realizó una fase de prueba con dos exámenes de suma y dos de resta en donde a las abejas ya no se les ofrecía azúcar, sino una gota de agua simple. En la fase de prueba a las abejas se les hizo un examen en el que no había premios o castigos al aplicar los conceptos aprendidos de la suma y la resta. En lugar de la gota de agua azucarada o de quinina, se les puso una gota de agua. En el examen de la suma las abejas escogieron la respuesta correcta en el 72% de las veces, en el caso de la resta lo hicieron en el 63 %.

En los primates, la corteza parietal y la corteza prefrontal del cerebro son áreas en dónde se lleva a cabo el proceso numérico (Nieder 2005). El cerebro de las abejas no contiene estas áreas pues es un insecto, no un mamífero por lo que los investigadores piensan que estas áreas no son necesarias para que un insecto procese problemas numéricos.

Hace unos años algunos biólogos conjeturaban una “inteligencia de colmena”, una especie de instinto grupal o comunitario que permitía a los himenópteros como hormigas, termes, avispas o abejas diversas conductas complejas como danzar, esclavizar, cosechar o memorizar rutas.

Los estudios neurológicos han cambiando esta percepción. Las capacidades cognitivas se encuentran en cada individuo, es su pequeño cerebro con cerca de 1 millón de neuronas —suficientes para desarrollar estas capacidades cognitivas—.

Los insectos poseen un cerebro ligado a una serie de ganglios nerviosos en el tórax y el abdomen. Ese cerebro se divide en protocerebro, deuterocerebro y tritocerebro. Los nervios de los ojos y los ocelos inervan el protocerebro, los de las antenas el deuterocerebro y los segmentos premandibulares y los labros son controlados por el tritocerebro. Tras el cerebro hay un ganglio subesofágico que controla las mandíbulas y las glándulas salivales.

Modelo virtual de cerebro de abeja (Tomado de Lieff)

Comparado con otros insectos, el cerebro de abeja es más grande —la mosca de la fruta Drosophila melanogaster tiene un cerebro 50 veces más pequeño—. El cerebro himenóptero integra los sentidos en cuerpos nerviosos llamados “de champiñón” que representan el 20% del volumen cerebral con 200 mil neuronas.

Un mapa cognitivo se define como una transformación mental que permite a un animal formular un plan para realizar una decisión cognitiva. Originalmente, se acuñó este término evaluando la conducta de humanos y de… ratas (Tolman 1948).

Algunos experimentos en donde han secuestrado abejas y soltado en lugares desconocidos para ellas, han mostrado de lo que son capaces, estos insectos pueden seguir estrategias para encontrar nuevas rutas hacia su colmena (Menzel et al. 2000). Si una definición de razón inferida por sus etimologías latinas e indoeuropeas es el ajuste del pensamiento mediante el cálculo…y las abejas pueden calcular: entonces las abejas son seres racionales.

Referencias:

Avarguès-Weber, M. Giurfa, Conceptual learning by miniature brains. Proc. R. Soc. B 280, 20131907 (2013).

Dyer, A., Garcia, J., & Howard, S. (2019). Bees can learn higher numbers than we thought-if we train them the right way. Science Education News, 68(4), 48-49.

Menzel, R., Brandt, R., Gumbert, A., Komischke, B., and Kunze, J. (2000). Two spatial memories for honeybee navigation. Proceedings of the Royal Society of London Series B Biological Sciences 267: 961–968.

S. Zhang, A. Mizutani, M. V. Srinivasan, Maze navigation by honeybees: Learning path regularity. Learn. Mem. 7, 363–374 (2000).

A. Avarguès-Weber, A. G. Dyer, M. Giurfa, Conceptualization of above and below relationships by an insect. Proc. R. Soc. B 278, 898–905 (2011).

M. Giurfa, S. Zhang, A. Jenett, R. Menzel, M. V. Srinivasan, The concepts of ‘sameness’ and ‘difference’ in an insect. Nature 410, 930–933 (2001).

A. Avarguès-Weber, D. d’Amaro, M. Metzler, A. G. Dyer, Conceptualization of relative size by honeybees. Front. Behav. Neurosci. 8, 80 (2014).

S. R. Howard, A. Avarguès-Weber, J. E. Garcia, D. Stuart-Fox, A. G. Dyer, Perception of contextual size illusions by honeybees in restricted and unrestricted viewing conditions. Proc. R. Soc. B 284, 20172278 (2017).

S. R. Howard, A. Avarguès-Weber, J. E. Garcia, A. G. Dyer, Free-flying honeybees extrapolate relational size rules to sort successively visited artificial flowers in a realistic foraging situation. Anim. Cogn. 20, 627–638 (2017).

L. Chittka, K. Geiger, Can honey bees count landmarks? Anim. Behav. 49, 159–164 (1995).

Nieder, Counting on neurons: The neurobiology of numerical competence. Nat. Rev. Neurosci. 6, 177–190 (2005).

Gould, J. L. (1988). A mirror-image ambiguity in honey bee visual memory. Animal Behaviour 36: 487–492.

Plowright, C. M. S., Lamdry, F., Church, D., Heyding, J., Dupuis-Roy, N., Thivierge, J. P., and Simonds, V. (2001). A change in orientation: Recognition of rotated patterns by bumble bees. Journal of Insect Behavior 14: 113–127.

Tolman, E. C. (1948). Cognitive maps in rats and men. Psychological Review 55: 189–208.

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¿Es la luz la sombra de Dios?

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿La luz es la diosa creadora? ¿Por qué hay algo y no más bien, nada? ¿Hubo una creación material o un ciclo de materia eterna e infinita?

La interrogación esencial sobre el origen de la materia, de la realidad, es una pregunta espectral, maldita —fantasma que nos atormenta y nos lleva al terror y al origen de las religiones como morfina. ¿Nunca se resolverá?

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El principio de conservación de la materia reza así: en un sistema aislado, durante toda reacción química ordinaria, la masa total en el sistema permanece constante, es decir, la masa consumida de los reactivos es igual a la masa de los productos obtenidos.

Esta idea de Lomónosov y Lavoisier inferida de procesos químicos implica que la materia no puede crearse ni destruirse, principio que avala cosmologías materialistas y ateas como las de Empédocles o Epicuro.

Por otro lado, la matemática alemana Emmy Noether formuló un teorema en 1915 que implica la conservación de la energía y la idea de que este principio de conservación se encuentra en cualquier sistema simétrico diferenciable en el universo.

Las evidencias sobre este principio implican una realidad material increada que aplasta los suspiros de cristianos, musulmanes, judíos y otros creacionistas.

Sin embargo, debido al desarrollo de la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad, —Planck y Einstein como las grandes mentes del siglo—, surgieron hipótesis dónde hay una creación de materia a partir de la energía sin acudir a entidades espirituales o divinas.

Una de ellas fue formulada por John Wheeler y Gregory Breit en 1934. Según ellos, si dos fotones colisionan de manera brutal y titánica podrían generar materia en forma de un par electrón-positrón (es decir materia-antimateria). Tal idea procede de la teoría de relatividad de Einstein donde la energía es equivalente a la masa.

Esto se nombra como Proceso Breit-Wheeler y según ellos, teóricamente es posible, aunque lo consideraron técnicamente inviable debido a que se requieren fotones extremadamente energéticos como los de rayos gamma y aun no se tiene la tecnología para construir un láser de rayos gamma.

Si esto es cierto, la materia habría surgido de la luz. Esa luz, proteica e ilógica, onda o partícula omnipresente, electromagnética y constante, que no se mueve y paradójicamente es lo más veloz para nosotros, que no envejece ni muere.

A pesar de la imposibilidad hoy de construir tales láseres algunos físicos del Acelerador Relativista de Iones Pesados (RHIC) Brookhaven National Laboratory en Upton, Nueva York, consideran una alternativa.

El doctor Zhangbu Xu explica que si se aceleran iones de oro cerca de la velocidad de la luz —núcleos atómicos sin electrones—, con 79 protones lo que otorga una fuerte carga positiva, se genera un círculo magnético circular tan fuerte como el campo eléctrico del colisionador. En el lugar en donde estos campos se intersecan podrían producir fotones.

El equipo de Xu logró acelerar los iones de oro al 99.9% cerca de la velocidad de la luz. Entonces las nubes de fotones interactúan y colisionan y se detectarían pares de electrones-positrones (materia-antimateria). ¡Si esto pudiera suceder el misterio de la Creación se revelaría, pero… ay! Esto no se logró.

Principalmente, porque los fotones producidos en el laboratorio son virtuales (no naturales) —tienen masa—, de los fotones reales. Los fotones reales no tienen masa. ¿Son pura energía sin materia?

Diagrama que muestra las colisiones de fotones virtuales gracias a iones de oro  (Brookhaven Lab)

Sin embargo, los físicos son optimistas, pues los cálculos son consistentes con la teoría y hasta que se logre tener una evidencia de colisión de fotones reales tan energéticos como los rayos gamma esto no sucederá.

Thomas Browne, insigne erudito a quien Borges elogió como el mejor prosista inglés, escribió en 1635 La religión de un médico, apología del cristianismo anglicano en donde reza: Lux est umbra Dei as actus perspicui, la luz es la sombra de Dios como acto transparente.

No, la luz no es la sombra de Dios, la luz es la misma Diosa, creadora y eterna. Poco a poco se revela el misterio de misterios.

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Habrá lluvia de estrellas “Perseidas”; se podrá observar entre el 11 y 13 de agosto

La Paz, Baja California Sur (BCS). El Mtro. Miguel Ángel Norzagaray Cosío, profesor investigador de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS), dio a conocer que entre el 11 y el 13 de agosto serán fechas propicias para observar la lluvia de estrellas Perseidas que ocurre anualmente en agosto.

A través de un boletín de prensa de la UABCS se informó que, de acuerdo con el especialista, este fenómeno es observado gracias a que la Tierra se encuentra con los restos producidos por el cometa denominado 109P/Swift-Tuttle, mismo que fue descubierto en 1862.

Al igual que con otras lluvias de estrellas, esto no es más que el paso de nuestro planeta por en medio de una nube de desechos dejados por un cometa que, al entrar a la atmósfera, las partículas se queman, lo que se ve desde la superficie como un destello corto y de avance muy rápido.

Indicó que, durante las siguientes dos o tres noches de observación las personas podrán constatar que las Perseidas o “Lágrimas de San Lorenzo”, como también son conocidas, son siempre un espectáculo digno de no perderse. Para ello, basta tener una silla cómoda, de preferencia reclinable o incluso hacer un tendido en el piso para ver el cielo sin el esfuerzo de estar volteando para arriba.

En cuanto a la hora, comentó que ya desde las 22:00 horas, volteando al horizonte este (por donde sale el Sol), se comenzarán a ver y la observación puede durar varias horas, aunque en caso de encontrarse en una zona obstruida por edificios, árboles o cerros cercanos, lo ideal es buscar un sitio más despejado.

Dijo que, por lo general, el momento más adecuado es alrededor de las 1:00 horas, de preferencia en un sitio oscuro y sin estar viendo una luz brillante como la del celular para no cerrar nuestra pupila, aunque puede cubrirse con celofán rojo agarrado por un par de ligas para que no deslumbre. Con estos prácticos consejos, el catedrático de la UABCS reiteró el exhorto a toda la población a que no se pierda de este grandioso espectáculo, concluye el boletín de prensa de la Universidad.




El arcoíris no tiene siete colores

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Salga a la calle, lectorpe y pregunte al primer transeúnte cuantos colores tiene el arcoíris y le apuesto a que un porcentaje mayor al 50 por ciento le contestará que siete. El arcoíris puede definirse como un fenómeno meteorológico originado por la descomposición de la luz solar en el espectro visible. Y aunque infaustamente, ha sido secuestrado como un símbolo por los que creen en divinidades desérticas como un pacto o por grupos ideologizados que defienden sus posturas sexuales; el arcoíris —desde una visión estética—,  es un fenómeno óptico.

Isaac Newton, en 1667 colocó un prisma delante del rayo de luz, de modo que lo atravesara y reflejara la luz en la pared opuesta, a siete metros de distancia. En la pared aparecían los colores del arcoíris de forma alargada. Uno sobre otro identificó siete diferentes colores en él; rojo, naranja, amarillos, verde, índigo y violeta (púrpura). En aquel entonces regía una propuesta de Descartes: la luz estaba compuesta por pequeños corpúsculos; los colores eran mezcla de luz y oscuridad, en distintas proporciones. Newton concluiría lo mismo que Descartes, pero iría más allá. El 6 de febrero de 1667, envió a Oldenburg un escrito titulado Theory of Light and Colours que fue leído por los miembros de la Royal Society.

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En él,  Newton afirmaba que los colores son propiedades originales e innatas que en rayos distintos son diversos y que la luz es un agregado confuso de rayos dotados de todo tipo de colores. Ese fue el trabajo que sacó a Sir Isaac del anonimato y lo catapultó a la fama en Europa como un filósofo natural revolucionario. Y aunque varios genios nunca estuvieron de acuerdo con su teoría como Robert Hooke, William Blake o Goethe, en la actualidad nos siguen enseñando los resultados de Newton como un parte aguas científico en la comprensión racional del mundo. Lo cual es cierto, pero… con un detalle. La interpretación de Newton estaba enmarcada en sus concepciones de alquimia y simbología mágica y no en deducciones matemáticas precisas.

¿Por qué describió siete colores? ¿Por qué se colocó a siete metros? ¿Es esto premeditado? Como relata Peter Ackroyd en su célebre biografía sobre el físico inglés, todas sus actividades evidencian la contemplación extática de los magos con la vista puesta en el universo. Dependiendo la concepción, hay un gradiente continuo de cientos de colores que conforman el “arcoíris”. La idea de siete colores es una simplificación esquemática para una mejor comprensión nos diría el viejo profesor de bachillerato desconcertado que no ha leído la obra ni la vida de Newton.

Lo cierto es que nuestro mago estaba usando el siete como un símbolo antiguo que partía de los siete astros que mantenían entre sí la posición relativa. De ahí tal número es como representación simbólica de los días de la semana, el nombre de las notas musicales, los siete dones del Espíritu Santo, los siete pecados capitales, los siete metales alquímicos, las siete plagas de Egipto, los siete sacramentos, los siete días de la Creación según la mitología hebrea, las sietes maravillas del mundo, los siete arcontes, los siete palacios celestiales, las siete vueltas a la Kaaba, los siete chacras, los siete mares, los siete sabios de Grecia, las siete edades del hombre según Shakespeare y hasta los siete enanos.

Se ha propuesto a Newton como un miembro de la secta rosacruz —algo que no se ha probado históricamente—, pero lo cierto es que la Royal Society sí fue una orden esotérica en sus inicios y Newton llegó a ser su presidente. Sea como sea en aquellos días Newton trabajaba concentrado en su arrianismo, las profecías bíblicas y estaba obsesionado con la alquimia. De esta forma no es que sus resultados ópticos fuesen “precisos”, sino que debían ser “simbólicos”.

Al reproducir, artificialmente, al arcoíris en su experimento, el simbolismo era doble. El arcoíris es el collar que usa la Gran Madre en la mitología sumeria, Iris era la mensajera oficial del Olimpo, es la promesa de Yahvé para no destruir de nuevo la Tierra tras el diluvio, el puente entre Asgard y Midgard, así como el camino en el que Lucifer cabalgará el día del juicio final. Todo esto no es ciencia, es mito y símbolo, pero para Newton mito y naturaleza estaban ligados.

Durante siglos se ha enseñado, popularmente, el experimento de Newton como una prueba empírica de un problema físico que no es tan sencillo de resolver y que se imbrica con la percepción de nuestros sentidos y la interpretación que le damos a la realidad. En 1810, Johann Wolfgang von Goethe publicó su Teoría de los colores, negando los resultados de Newton.

Goethe amplió el haz de luz y observó que se perdía el espectro donde se manifestaba un borde rojizo-amarillo y el otro borde de color azul, con tonos de blanco entre ellos, y el espectro sólo se visibilizaba cuando estos bordes se acercaban lo suficiente a la superposición de los colores. La teoría de Goethe era más fisiológica, sin embargo, los físicos la rechazaron aunque varios científicos de renombre la han defendido, como Heisenberg.

También en 1810, Philipp Otto Runge hastiado del espíritu ilustrado propuso su teoría de los colores en las que mezclaba arte y ciencia. Inspirado en las ideas del místico gnóstico Jakob Böhme, las teorías de Newton y de Goethe, Runge alegó la comprensión del fiat lux, conocimiento oculto para retornar a la Edad de Oro. Según Runge, esta era la misión de “arte verdadero” a través de una esfera de color —un astro de doce colores: tres primarios (azul, amarillo y rojo); tres mixtos (naranja, verde y violeta) y seis intermedios con el negro y el blanco en polos opuestos.


Esfera del color, de Runge

Dios había dado colores a la creación para revelar el camino a la unidad original. De esta manera el color es un símbolo trascendente. Runge mismo ilustró su teoría en un lienzo alegórico que pintó titulado Mañana en 1808. La Diosa al centro con Eros o el Mesías, ilustrando la Edad de Oro inmersa en la luz. En la base, la materia en colores oscuros y fogosos, en lo alto, el azul de la divinidad ya espiritual. Evolucionismo progresivo con Venus en el cenit. Runge es un claro exponente del romanticismo alemán, un idealismo que trata de imperar sobre un materialismo que se consideraba grosero.

Sin embargo, el materialismo grosero puede ser más objetivo. Debido a que Young y Fresnel realizaron los experimentos de la doble rendija que conllevaron a la extraña paradoja de que la luz podría comportase como una onda como defendía Hooke o Huygens, pero también podía relacionarse como corpúsculo como pensaron Descartes o Newton, los simbolismos se perdieron en la historia de las ideas científicas. La naturaleza de la luz sigue siendo uno de los grandes problemas de la física, enmarcada en la mecánica cuántica.

No obstante, en un nivel profano, la noción de los siete colores del arcoíris ilustra nuestra ignorancia y pasmo ante uno de los problemas de percepción más profundos: ¿Existen los colores? ¿Son interpretaciones de nuestro cerebro? ¿Qué es un color? Las diversas lenguas nos llevan a pensar en el problema ontológico de nuestra percepción. Por ejemplo, en shona —lengua hablada por etnias de Zimbabue—, solo existen tres palabras referentes a los colores: Cips uka (rojo o púrpura), Citema (verdiazul) y Cicema (amarillo verdoso). ¿Eso quiere decir que los miembros de esa etnia solo ven tres colores?

La etnia Dani de Papúa Nueva Guinea solo tiene dos términos a los colores: Mili (colores fríos) y Mola (colores cálidos). ¿Tienen ojos diferentes al resto de los humanos? En la actualidad suponemos que el color que percibimos es el rayo de luz reflejado gracias a las estructuras de nuestros ojos. Los fotosensores del ojo en la retina son los conos y bastones. Los últimos ayudan a distinguir los tonos grises mientras que los conos funcionan de día e interpretan el color. Los humanos tenemos tres principales tipos de conos sensibles a tonos amarillos, verdes y azules. Se calcula que la combinación de estos ayuda a distinguir cerca de 20 mil tonos de color.

Continuará…

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