La historia musical de Baja California Sur a través de la mirada de Gustavo de la Peña

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FOTO PORTADA: Modesto Peralta Delgado / INTERIORES: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). A menos de una semana de haber llegado impreso a nuestra entidad, tuve en mis manos el libro Historia Musical de Baja California Sur. Voz y sentimiento de un pueblo singular de Gustavo de la Peña Avilés (1). Dicho material también es singular, no sólo por el compendio de la voz y el sentimiento de un pueblo alegre y cantador como lo son todos los de Sudcalifornia, sino porque contiene 292 canciones que hablan sobre lugares, personajes, sucesos y demás temas, a través de la poesía cantada.

La danza y el canto son representaciones humanas que datan desde el surgimiento del Homo Sapiens, incluso previas al lenguaje, ya que el canto puede realizarse con cualquier tipo de sonido que emerja del aparato bucal. Todo esto ya lo sabían nuestros californios, quienes practicaban cantos y danzas en todos los momentos que les era posible. Los relatos de los primeros colonos que llegaron a esta península así como las reseñas de los jesuitas consignan más de 30 danzas diferentes las cuales se ejecutaban en incontables ceremonias como el nacimiento, la muerte, el casamiento, el paso de la adolescencia a la juventud o una buena cacería o recolección. Es obvio que estas danzas iban acompañadas de cantos en las lenguas originarias los cuales agradecían a sus deidades las bondades recibidas o narraban sucesos de su día a día.

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Durante la etapa colonial, los jesuitas supieron sacar provecho a esta predisposición de los californios hacia la danza y el canto, por lo que acompañaban a los festejos litúrgicos de la nueva religión con bailes y cantos en los que condicionaban la participación de los catecúmenos prohibiéndoles bailes lascivos o demoníacos, y regirse por la moral y las buenas costumbres. Gustavo de la Peña hace un recuento de la gran cantidad de instrumentos musicales que había en las iglesias misionales, prueba inequívoca de que los habitantes originarios destacaron en la ejecución de instrumentos y el canto de bellas canciones de la época. No olvidemos que para la segunda mitad del siglo XVIII casi todos los naturales de la California hablaban el castellano y vivían en los asentamientos misionales. Se tienen registro de que uno de los jesuitas más destacados en la enseñanza del canto a los catecúmenos fue el veneciano Pedro María Nascimben, el cual, en la misión de Santa Rosalía de Mulegé formó un coro el cual se distinguía por cantar bellamente las letanías lauretanas.

Interesante también resulta la reseña que hace De la Peña Avilés sobre los famosos fandangos o fiestas pueblerinas en las que los mestizos, ya entrado el siglo XIX, se divertían en sus comunidades a efecto de contrarrestar el tedio y la soledad. Uno de los sacerdotes condenaba estos bailes por considerarlos demasiado “lujuriosos” tanto por los movimientos de los participantes como por las letras de las canciones. Algunos de estos bailes, y sus letras algunas muy picarescas, fueron rescatados por bailarines y cantantes del siglo XX y perduran hasta la actualidad con los nombres de: Las calabazas, El tupé, La yuca y La suegra, entre otros. En este libro se reseñan varias canciones del género de los “corridos” que narran sucesos y personajes de gran trascendencia para la historia de esta parte sur de la península como el Corrido de los filibusteros.

Un lugar preponderante en el desarrollo del canto en el siglo XIX y principios del XX fue en los poblados de El Triunfo, Santa Rosalía y San José del Cabo, sitios que por su auge minero —los dos primeros, y el último por la producción de azúcar, piloncillo, frutas y hortalizas—, atrajeron a una gran cantidad de personas las cuales procedían de diferentes lugares de México y del mundo. Fue así como se dio un gran impulso a la creación de canciones con el sesgo y característica propia del canto sudpeninsular. El surgimiento de teatros y otros espacios en donde pudieran presentarse bandas musicales, cantantes de zarzuela e incluso grandes exponentes del “bel canto” como lo fue El ruiseñor mexicano: Ángela Peralta, promovieron y motivaron la creación de hermosas piezas de canto que se hicieron muy populares en todo nuestro territorio.

Otro de los sitios que favoreció la consolidación de las canciones con el sello característico de la sudcalifornidad fue el puerto de La Paz, que al ser la capital del territorio, era paso obligado de las mejores bandas y cantantes de la época. A éste y otros sitios del entonces Territorio llegaron los primeros gramófonos, aparatos que reproducían discos planos de ebonita —un material de goma duro— sobre los que se grababan las canciones más populares de México y del orbe, lo cual facilitaba su aprendizaje y ejecución por los grupos que había en ese entonces.

La llegada de La Revolución Mexicana a nuestro territorio fue semillero de historias de las cuales se nutrieron la gran cantidad de corridos que se compusieron con estas temáticas y que todavía se escuchan incluso en fiestas citadinas, puesto que su contenido y ritmo son del agrado de todos, tal es el caso del popular Corrido del Cabo Fierro. Importante mencionar que, prácticamente, los ritmos musicales que se ejecutaban en nuestra media península seguían la línea trazada en otras partes del país y que paulatinamente eran traídos y puestos de moda en estas tierras por las corrientes migratorias de cantantes y músicos que de forma permanente llegaban hasta esta parte del país, siendo el género de la música “norteña” el más fecundo, sin embargo la música de mariachi también fue disfrutada y de la preferencia de una buena cantidad de gente local, pero sin opacar a la antes mencionada.

Desde mi punto de vista el capítulo titulado El territorio influido es uno de los más importantes de esta obra puesto que hace una reseña de los principales exponentes de las agrupaciones más conocidas de la música en el siglo XX, así como los personajes que influyeron en ella. Por ejemplo, aquí Gustavo de la Peña nos describe  los ámbitos en donde reinaban los géneros musicales de aquellos años: en el Valle de Santo Domingo, donde hoy están Ciudad Constitución, Insurgentes y poblados como María Auxiliadora, donde se dio una migración abundante de personas de los estados del centro y Suroeste del país. En estos sitios lo más escuchado era la música de mariachi así como sus exponentes como María de Lourdes, La Prieta Linda, Lola Beltrán, Pedro Infante, Antonio Aguilar, Jorge Negrete, etcétera.

En las demás poblaciones lo más escuchado era la música norteña ejecutada con instrumentos como acordeón, guitarra, violín, tololoche, tarola y en ocasiones saxofón o clarinete. Casi todos los integrantes de estos grupos aprendían a tocar de forma empírica logrando muchos de ellos una gran maestría. Finaliza este apartado una interesante reseña que hace el autor sobre la influencia de las estaciones de radio de la segunda mitad del siglo XX en la difusión de la música regional como la XEHZ, la XENT y otras más. Gracias a estas radiodifusoras, como se les conocía también, la música norteña y de mariachi dio un brinco hacia la introducción de ritmos como el rock, el pop, las baladas románticas, etcétera, lo cual fue semillero propicio para el surgimiento de grupos locales que, si bien es cierto que en un principio tanto en el nombre como en sus ejecuciones imitaban a los grupos de moda, paulatinamente fueron adquiriendo su sello particular hasta crear sus propias canciones con un sonido distintivo. Entre ellos podemos mencionar a “Fila india”, “Láser”, “Los muecas”, “La fuga”, “Los Bacalis de Santa Rosalía”, “Los Monys”, “Los consentidos de la Baja California”, “Los ciclones del Pacífico”, “Los Wanders” y “Los Creyentes”, entre otros.

Producto de esa vocación al canto, que despierta y motiva esta bella península es que tenemos canciones que son emblemáticas como Puerto de Ilusión compuesta por la jalisciense Chayito Morales; Costa azul el poema de Margarito Sández Villarino musicalizado por Luis Peláez Manríquez; aunque tampoco hay que dejar de mencionar otras canciones jocosas que ya están en el gusto de los sudcalifornianos como es el caso de El corrido de la palomilla que ejecutan los famosos “Huizapoles”.

Recomiendo ampliamente la lectura de Historia Musical de Baja California Sur. Voz y sentimiento de un pueblo singular, para que puedan aquilatar la evolución musical que ha tenido el pueblo sudcaliforniano y que lo hace tan singular, palabra que aplica de manera adecuada el autor. No quise pormenorizar mucho sobre las grandes orquestas que hubo en nuestro territorio y que nada le pedían a aquellas que estaban en las principales capitales de los estados de la República Mexicana o el extranjero. Y qué decir de nuestra musa, Jesús Leonor Isáis Verdugo, la cual es la máxima exponente de la ejecución del piano del conservatorio en nuestro estado, con éxitos memorables  en varias capitales de Europa y Estados Unidos. Estas omisiones fueron intencionales para motivarlos a que adquieran este material, el cual es de primerísimo nivel y llena un espacio hasta ahora vacío de la historia sudcaliforniana.

Reconozco el gran esfuerzo que hizo De la Peña Avilés al haber reunido tan gran cantidad de letras de canciones las cuales son el paraíso de aquellos que amamos la música y la historia sudcaliforniana. He compartido las nueve canciones que tienen como temática central al poblado de Santa Rosalía con varias personas nativas de este sitio y se han sentido sumamente agradecidos de que alguien haya compendiado estas canciones y así evitar que se pierdan en la bruma del tiempo. Creo que esto nos puede dar una idea para que una institución, como podría ser la Universidad Autónoma de Baja California Sur enarbole un proyecto en el que se rescate no sólo la letra sino la canción ejecutada, y se cree un repositorio (fonoteca) para resguardar y preservar estas obras que paulatinamente van desapareciendo y sustituyéndose por ritmos y tonadas ajenas a nuestra tradición.

(1) Publicado por el Instituto Sudcaliforniano de Cultura en 2020.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

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Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

Profesor de Educación Primaria, Licenciado en Educación Especial y Maestro en Ciencias de la Educación. Labora en la Secretaría de Educación Pública y comparte su tiempo con su pasión por la historia de la California del Sur. Administra el grupo de Facebook “Conociendo Baja California Sur”. Nació el 22 de septiembre de 1969 en Puerto Vallarta, Jalisco, pero radica en Sudcalifornia desde hace 44 años. Actualmente es Director de la Unidad de Servicios de Apoyo a la Educación Regular No. 17 y Maestro de Comunicación del Centro de Atención Múltiple “Gilberto Vega Martínez” en La Paz. Escribió la antología (Ebook) “Piratas, Corsarios y Filibusteros en la Antigua California”.

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