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San Francisco Javier. Un Santo y una Misión en la California.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Después de la llegada y el establecimiento de la primera Misión y Presidio permanente en la California, el de Loreto-Conchó, fundado por el sacerdote Juan María de Salvatierra y Visconti, en el año de 1697; se inició con la exploración y evangelización de nuevos grupos, tocándole su turno a los asentados en un sitio al interior de la Sierra de La Giganta, y cercano a Loreto, un sitio denominado Viggé-Biaundó, y el cual se convertiría en la segunda Misión de la península.

El sacerdote que vino a ayudar a Kino, al mes de haber llegado y fundado la Misión de Loreto, fue el también italiano Francisco María Píccolo. Este jesuita ya había oído hablar de este proyecto de evangelización en estas lejanas tierras debido a que su anterior asignación había sido en la Sierra Tarahumara, en donde Salvatierra se había desempeñado años antes, y donde había dejado sembrada la semilla para que más misioneros quisiera unirse a él en esta nueva cruzada. Cuando Píccolo se hubo adaptado un poco al trabajo tan laborioso que se realizaba en Loreto, y había aprendido de manera más o menos adecuada la lengua Cochimí, fue enviado por Salvatierra a que buscara sitios donde estuvieran asentados grupos numerosos de cochimíes, el grupo nativo que los había aceptado de buen agrado y que se mostraban relativamente dóciles a las nuevas enseñanzas religiosas. Contaban con una información detallada de los diarios de exploración que habían levantado Eusebio Francisco Kino y el almirante Isidro Atondo y Antillón, durante su fallido intento por consolidar la misión de San Bruno (1683-1685). Además de lo anterior, varios de los cochimíes que habitaban en esta sierra y que eran visitantes asiduos de Loreto, les hacían invitación para que fueran con ellos y fundaran un asentamiento en su ranchería.

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Fue a principios del año de 1699 que Píccolo decide iniciar la exploración de estos sitios, con auxilio de californios leales, hasta que finalmente encuentra un lugar densamente poblado, el cual contaba con agua abundante y tierra fértil en la cual crecían muchos árboles de los cuales obtenían semillas con las que alimentaban, así como cacería abundante. El sitio era conocido por los cochimíes como Viggé-Biaundó, que en su lengua significa “tierra elevada que domina el valle”. Fue así como Píccolo decide establecerse y declara fundada la misión el 10 de marzo de 1699. En el transcurso de 4 o 5 meses se construyeron habitaciones sencillas para albergar al misionero, al soldado que lo custodiaba, así como un pequeño almacén para guardar bastimento, aperos de trabajo y animales de carga. Finalmente se construyó una pequeña enramada en la cual se instaló un altar llano, un crucifijo y algunas pinturas con imágenes religiosas. Finalmente, el padre Salvatierra se traslada al lugar y consagra el templo el cual es dedicado a uno de los Santos que fue miembro de la Compañía, y el cual había destacado por su obra misionera en Asía, San Francisco Javier. A los pocos meses el sitio de la misión, que estaba junto al ojo de agua llamado Biaundó, fue abandonado debido a un levantamiento de los indígenas.

En el año de 1701, llega a la península el padre Juan de Ugarte, el cual hasta unos días antes se había desempeñado como Procurador de las Misiones de California, en donde su misión sustantiva era conseguir apoyos económicos entre la clase adinerada de la Ciudad de México, para sostener la obra evangelizadora en la península. Tras su llegada, y ante lo prioritario de tener alguien que cumpliera con la misión que dejaba vacante Ugarte, Salvatierra le ordena a Píccolo que se traslade a la Ciudad de México, y en su lugar designa al recién llegado Ugarte, el cual reanuda la labor evangelizadora, y cambia de sitio la misión, estableciéndose en el paraje donde actualmente se encuentra. Fue el potentado Don Juan Caballero y Ocio, el que destinó una fuerte suma de dinero para sostener al sacerdote y sus labores evangelizadoras, así como la construcción y dotación de todos los objetos para construir una iglesia, así como realizar la liturgia correspondiente. Durante los siguientes 29 años que misionó este sacerdote entre los cochimíes de San Javier, demostró un gran compromiso con su ministerio, convirtiendo a miles de californios a la religión católica. También hizo florecer permanentemente su misión trayendo y criando caballos, mulas, vacas, borregos, gallinas y otros animales. Enseñó a los indios conversos la ciencia de la agricultura, encargándose de introducir cultivos de maíz, trigo, frijol, caña de azúcar, uva, olivo y otros árboles frutales, a los regaban por medio de un complejo sistema de canales, los cuales aún perduran. Se dice que fue el introductor de la panadería y la vitivinicultura en California.

En el año de 1730, Ugarte falleció víctima de sus enfermedades y su avanzada edad, llegando a suplirlo el sacerdote Miguel del Barco (1737). Este sacerdote tuvo buen cuidado de continuar la intensa obra desempeñada por el padre Ugarte, y dentro de sus destacadas acciones estuvo el redactar los conocimientos que iba teniendo de los Californios y de su tierra, a través de sendos informes, los cuales fueron enviados a diferentes partes del mundo. Estos documentos se convirtieron en un libro editado por el Dr. Miguel León-Portilla el cual lleva por nombre Historia Natural y Crónica de la Antigua California. Además de lo anterior fue el creador del templo misional que hasta la fecha sobrevive en este lugar, el que tardó en ser construido 15 años, de 1744 a 1759. Este templo es una hermosa pieza de arquitectura y se encuentra fabricado de piedra basáltica, la cual abunda en el lugar, y que fue hermosamente labrada por constructores traídos especialmente desde otras regiones de Nueva España. Este templo cuenta con una gran cantidad de pinturas centenarias realizadas por grandes artistas de la época, engarzadas en un retablo cubierto con hoja de oro, imágenes de santos maravillosamente trabajadas, y en general es uno de los templos mejor cuidados, y cuya arquitectura se ha ganado por méritos propios el ser llamado la joya de las Misiones de la California. Esta misión, incorporó las visitas de Santa Rosalía, San Miguel de Comondú (1714-1730), San Agustín, La Presentación (1769), San Pablo y Los Dolores del Norte.

Posteriormente a la expulsión de los jesuitas en el año de 1768, los franciscanos se hicieron cargo de la misión, y finalmente los dominicos. La población nativa fue disminuyendo rápida y permanentemente, lo anterior debido principalmente por las constantes epidemias y por la migración que realizan a diferentes partes de la península o al resto de la Nueva España buscando mejores condiciones de vida. Para principios del siglo XIX sólo quedaban menos de 100 cochimíes nativos, los cuales ya habían sido evangelizados y hablaban el idioma español. Esta misión pasó por una etapa de abandono en el año de 1817, siendo paulatinamente repoblada durante el resto de este siglo y el siguiente, hasta el punto de convertirse en uno de los centros de producción y comercio más importantes de la primera mitad del siglo XX.

En la actualidad se conmemoran 323 años de la fundación de esta misión de San Francisco Javier Vigge-Biuandó, la cual es el origen del actual poblado secular de San Javier, en el municipio de Loreto. Es un sitio pintoresco y que en todos los días del año recibe una gran cantidad de turistas, locales y extranjeros, los cuales vienen a admirar su hermoso templo, así como a disfrutar de la tranquilidad que se respira en sus antiquísimos olivares y canales de riego, los cuales son mudos testigos de la época misional.

 

Bibliografía:

Barco, Miguel del, S. J. 1980 The Natural History of Baja California, trad. de Froylán Tiscareño, introd. de Miguel León-Portilla, Los Ángeles, Dawson’s Book Shop (Baja California Travels Series, 43).

Mathes, W. Michael. 1977. Las misiones de Baja California.1683-1849. La Paz, Editorial Aristos.

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El canto de El Alabado en las Misiones Sudpeninsulares

FOTO: América Álvarez TV

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Durante la época jesuítica (1697-1768), se forjó una buena parte de la actual cultura mestiza que aún se practica en regiones remotas de nuestra península bajacaliforniana. Algunas de ellas perduran, como son palabras del español antiguo que se hablan en algunos ranchos, comidas criollas, vestimentas y costumbres heredadas por los soldados de presidio que fueron los fundadores de de estos sitios californianos, otras de ellas han desaparecido. Tal es el caso del canto de El Alabado, el cual llegó a ser una costumbre muy arraigada y practicada en las misiones de nuestra Sudcalifornia.

El canto de El Alabado tiene sus orígenes en los cantos que se crearon al interior de la Iglesia Católica en el siglo XVII, fueron traídos por los españoles, y difundidos entre los grupos étnicos de América. Este canto se compone de una serie de versos en los cuales se recitan pasajes de la vida de Jesucristo así como aspectos de la liturgia católica. Su propósito es ofrecer una Acción de Gracias al Creador, por la vida y las buenas cosechas. También el afianzar entre los feligreses, aspectos dogmáticos de la liturgia católica. Durante los siguientes 3 siglos en que se utilizó este canto, se crearon muchas variantes, sin embargo su estructura se conservó más o menos intacta hasta nuestros días. Aún en la actualidad, entre los campesinos de algunas comunidades de los estados del centro-sur de la República Mexicana: Jalisco, Nayarit, Michoacán, Oaxaca, Guerrero, Chiapas, etc. se entona este canto al final de la cosecha del maíz.

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FOTO: AVIADA BCS

Regresando a nuestra península, en la época jesuítica, los sacerdotes enseñaron a los indios conversos este canto, y establecieron horarios durante las jornadas de trabajo, en donde su entonación era rigurosamente observada por todos los habitantes, aún cuando no estuvieran en las Misiones. Como recordaremos, cuando Eusebio Francisco Kino y Juan María de Salvatierra, promovieron ante la Corona Española el realizar una nueva incursión hacia la península de California, se les concedió tal petición sólo a cambio de que lo hicieran costeando sus propios gastos, sin pedir un solo céntimo a la Corona. Fue aquí donde los Jesuitas pidieron, y se les otorgó, la concesión de ser ellos quien ejercieran completamente la autoridad en la península. Con este régimen de excepción, los jesuitas fueron amos y señores de la península, y sus habitantes, por espacio de 70 años.

En un interesante informe que nos dejó el sacerdote Nicolás Tamaral, el cual fundó la misión de La Purísima Concepción de Cadegomó en el año de 1720, nos ofrece una interesante descripción de cómo estaba organizada la jornada de actividades en su misión, y a decir de los demás sacerdotes, la forma en que lo estaba en las demás Misiones de la California, no difería. Al leer este documento nos damos cuenta de la gran importancia que tenía el canto de El Alabado, como un medio de agradecer al Creador el haber amanecido, y seguir durante el día, con salud y pudiendo realizar sus actividades cotidianas. Al mismo tiempo su canto ofrecía una excelente estrategia mnemotécnica para el aprendizaje de los misterios de la fe católica. Aquí transcribo lo que acabo de reseñar:

Al querer amanecer se tocan las avemarías; entonces toda familia doméstica acude a la iglesia, rezan y saludan a la Santísima Virgen, cantan el Alabado, primero los hombres, después las mujeres, después los dos coros, hombres y mujeres; y en ésta y en todas las distribuciones de concurrencia de hombres y mujeres siempre están aparte los hombres, juntos, y en lugar separado las mujeres, juntas, y de la misma suerte los niños y muchachos en lugar separado y las muchachas juntas en otro lugar. Después, los que entonces tienen ocupación van a sus oficios, como son los de la cocina y los que aparte hacen el desayuno para los trabajadores, para los enfermos, viejos, huérfanos, etc. Los que no tienen entonces ocupación acuden a asistir a la misa, que se dice todos los días, y acabada la misa rezan y cantan el Alabado a coros, como queda dicho. Acabado este, cada uno acude a lo que se la ha encargado: los hombres al trabajo de campo o fábrica de iglesia, que al presente se está haciendo; las mujeres, unas a hilar algodón y lana, otras a hacer medias, otras a sus tejidos que ya hacen de lana y algodón. El temastián instruye para profesar a las rancherías que van viniendo a sus tiempos y a las viejas y viejos rudos; el padre atiende a todos.

A las diez del día se toca la campana y acuden a la iglesia todos los niños y niñas de la doctrina y, puestos aparte unos de otros, rezan toda la doctrina y, acabada, cantan a coros el Alabado con pausa decente. Al medio día se toca la campana, y puestos de rodillas todos, saludan a la Santísima Virgen y cantan una vez el Alabado. Después se reparte la comida, que es, a los trabajadores, pozole; a los viejos y viejas, niños y niñas, atole y algo de pozole.

Después de comer descansan hasta las dos y entonces cada uno prosigue el trabajo que se le ha encomendado. A las cinco de la tarde se toca la campana y acuden los niños y niñas a la iglesia a rezar las oraciones y doctrina, cantando a coros el Alabado al fin. Al anochecer se tocan las avesmarías y, de rodillas, rezan y saludan todos a la Santísima Virgen. Como al medio día, después de cenar van todos a la iglesia y con el padre rezan a coros el Rosario, letanías y cantan el Alabado. Hácese entonces y no antes esta distribución porque ya entonces están todos desocupados de sus oficios y pueden acudir todos a devoción tan importante.

Después de rezar el Rosario y cantar a coros el Alabado en la iglesia salen todos, los hombres con su temastián y las mujeres con su temastiana.

FOTO: AVIADA BCS

Otra de las reglas que se imponía a los indios conversos, en esta sociedad tan parecida como a las antiguas comunidades cristianas de los primeros años, es la siguiente: Cuando vienen a misa y doctrina (los indios), fuera de la instrucción se componen sus dependencillas y cosas de gobierno de su ranchería, para que vivan en paz y cristiandad. En sus rancherías, todos los días dos veces, al amanecer y en la noche al recogerse, rezan en comunidad la doctrina y, acabada, cantan el Alabado a coros, cosa de gran consuelo, pues lo es el que en el silencio de la noche resuenen entre los riscos y bosques el alabar al Señor, y los que tal vez caminan de nuestros soldados y españoles lo suelen referir con edificación y consuelo. Era tanta la insistencia que ponían los sacerdotes en la estricta observancia de esta estructura teocrática de la vida entre los californios, que esto se ejemplifica e este fragmento del informe que escribió el padre Tamaral:

Cuando el padre va a sus rancherías o pasa por ellas, luego que divisan al padre se ponen en orden y entonan a coros el Alabado; primero los hombres, después, aparte, las mujeres; después los dos coros a una voz, y, acabado, vienen por su orden a saludar al padre.

Esta costumbre usan cuando vienen al pueblo, ora vengan toda la ranchería, ora venga alguno solo. Antes de saludar a otro alguno se va a la iglesia, puesto de rodillas se persigna, reza un Avemaría a su santísima Patrona y canta el Alabado, y acabado, pasa a saludar al padre y disponer a lo que viene. Al irse observan el mismo método, saludan a la Santísima Virgen y cantan el Alabado en la iglesia, y después vienen a despedirse del padre y recibir algo de bastimento para el camino.

En una revisión que realicé en diferentes artículos que tratan sobre el tema del origen del canto de El Alabado, localicé una de las versiones que al parecer es la más completa, es probable que así fuera el canto que se entonaba en nuestras misiones Californianas. Lo transcribo a continuación:

Gracias te doy gran Señor y alabo tu gran poder. Que con el alma en el cuerpo nos dejaste anochecer. Sí te pido Dios mío nos dejes amanecer En gracia y servicio tuyo y sin llegarte a ofender.

En el hombre sea de Dios se va a cantar este alabado, Todos juntos como estamos a Jesús Sacramentado. Jesucristo se ha perdido, la Virgen lo anda buscando. Por el rastro de la sangre que Jesucristo derrama.

Camina la Virgen pura en una fresca mañana Y como era tan de mañana, en la hora que caminaba Con San Juan encuentra y de esta manera le habla. ¿No ha pasado por aquí el Hijo de mis entrañas? Sí Señora, aquí pasó tres horas antes del alba.

Y por señas, llevaba una túnica morada. Cinco mil azotes lleva en sus sagradas espaldas, Una cruz lleva en sus hombros, de madera, muy pesada Una corona de espinas que sus sienes traspasaba Una soga al cuello lleva, que los Judíos le estiraban.

Al oír la Virgen esto, cayó en tierra desmayada Y San Juan, luego acudió a levantarla ¡Levántese señora! que no es tiempo de tardanza Caminemos, caminemos hasta llegar al calvario.

Que por presto que lleguemos, ya lo habrán crucificado, Ya estará en la cruz pendiente con tres clavos remachados Ya le darían la lanza en su sagrado costado La sangre que de ahí vierte cayó en un cáliz sagrado. El hombre que la bebiere será bien aventurado Será libre del infierno y de Dios será premiado Será rey de este mundo y en el cielo coronado.

Tres señas hubo presentes cuando Jesús expiró El sol se vistió de luto y la luna se oscureció Las piedras lloraron sangre cuando Jesús expiró Vámonos Señor al cielo a traer flores y romeros Para hacerle una corona al Señor del Bautisterio.

Santísimo Sacramento yo te ofrezco este alabado Por los frutos de los campos que han sido tan amentados Por las ánimas benditas y almas que estén en pecado. Que las saques o Dios mío de tan miserable estado Que las saques y las lleves para donde fuimos criados.

Y así sigas con nosotros cuando de este mundo nos vamos Préstanos vida y salud para el año venidero En el cielo está una estrella que a los marineros guía No dejemos de rezar el rosario a María.

Es el primer escalón que en el cielo hemos de hallar Tres veces tiemble el infierno al decir Ave María Ave María preferida, sin pecado concebida Ave María singular, sin pecado original Ave María de la Luz, sin pecado de Jesús.

FOTO: SETUES BCS

Sería muy interesante el que las instituciones de Cultura del Gobierno de nuestra entidad realizaran una investigación, y recrearan cómo era un día en las Misiones Californianas, con el objetivo de dar a conocer a las generaciones jóvenes, y a todo el público, estos aspectos que son parte hoy de nuestra identidad sudcaliforniana, y en donde seguramente, el canto de El Alabado, no puede ser soslayado.

Bibliografía:

Canto El Alabado

Archivo General de la Nación. (1730). Informe del padre Nicolás Tamaral al Padre Visitador de las Misiones de California. C.a.

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La fachada del templo de San Ignacio Kadakaamán

 

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Con el paso del tiempo y a través del arduo trabajo de un ejército de historiadores, antropólogos, etnólogos, arqueólogos, arquitectos, restauradores, etc. Se ha logrado ir desentrañando los secretos que encierran las joyas del tiempo misional: los templos. Estos hermosos edificios, erigidos por las órdenes de sacerdotes que estuvieron en nuestra península, conservan diferentes símbolos, emblemas y alegorías que recientemente se han podido desentrañar.

Los primeros templos que se erigieron en la antigua California, los hicieron los sacerdotes jesuitas. En un principio eran construcciones temporales bastante frágiles. Su estructura consistía en pilares de madera sobre los cuales se establecía un techo del mismo material, y las paredes eran cubiertas ramas entreveradas, lodo y zacate. Es claro que al paso de los años estas edificaciones temporales eran reconstruidas de forma más o menos frecuente. Sin embargo a partir del primer tercio del siglo XVIII, contando con mayores recursos económicos, procedentes de los donativos de personas pudientes de los confines de la Nueva España, y enviados a través del Fondo Piadoso de las Californias, así como la llegada, ya sea de forma fortuita o por medio de contratos, de arquitectos y Maestros de Obra, se fueron construyendo edificaciones con materiales más durables, como fue la cantera, argamasa y mortero (cal y ceniza).

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Al día de hoy sobreviven 8 de estos templos (refiriéndonos a los ubicados en la parte del estado de Baja California Sur), los cuales algunos fueron erigidos en la época jesuítica (1697-1768) y el resto en la época dominica (1773-1840). Entre estos podemos mencionar: San Luis Gonzaga Chiriyaqui, San Francisco Javier Vigge Biaundó, Nuestra Señora de Loreto Conchó, San José de Comondú, Santa Rosalía de Mulegé, San Ignacio Kadakaamán y Santa Rosa de Todos Santos.

En el caso del presente reportaje vamos a describir algunos datos curiosos de la fachada del templo de San Ignacio Kadakamán, uno de los más hermosos e imponentes. El inicio de la construcción del templo de cantera fue cuando estaba como sacerdote titular el padre Fernando Consang , y posteriormente lo sucedió el también jesuita Juan Marino Rotea quien siguió la construcción, sin embargo no lograron culminar la obra debido a que fueron expulsados. Fue hasta el año 1780 que el sacerdote dominico Juan Crisóstomo Gómez retoma esta ardua tarea de construcción culminándola en el año de 1786. El estilo arquitectónico del templo es barroco, sin embargo por estar ya en plena decadencia el estilo, se pueden apreciar una gran cantidad de ornamentos clásicos (griegos y romanos) así como formas geométricas cuyo uso es eminentemente decorativo.

En la fachada del templo se encuentra adosadas 4 esculturas y dos hermosos escudos, en los que mucha gente ha reparado sin embargo pocos con los que han investigado su significado. Después de buscar en varios libros que tratan sobre los templos de la California, encontré uno titulado Iglesias de la Antigua California. Fachadas y retablos del siglo XVIII elaborado por Bárbara Meyer de Stinglhamber, con fotografías de Carlos Lazcano S. y otros grandes fotógrafos. En este libro se menciona que las dos estatuas ubicadas en la parte inferior corresponden a los santos San Pedro y San Pablo. El motivo de su presencia se debe a que para la orden Dominica estos santos son de gran importancia. Se dice que Santo Domingo, en cierta ocasión que oraba para obtener la autorización de fundar la orden dominica, se le aparecieron estos dos satos y le ordenaron ve y predica, porque has sido elegido por Dios para esta misión, San Pedro le entregó un báculo y San Pablo un evangelio a fin de que realizara la tarea asignada.  Los dos santos que se encuentra en la parte superior, la autora piensa que pudieran tratarse de Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís, por vestir cada uno los hábitos propios de cada orden.

El que representa a Santo Domingo se representa con un capa voluminosa, amplia túnica talar y el largo escapulario. Sobre el escapulario se aprecia un rosario con una cruz que aludea la devoción de la Virgen María, instituida por Domingo. Se dice que en una ocasión que Santo Domingo estaba frente a la Basílica de San Pedro, reconoció a Francisco y lo abrazó diciéndole Eres mi compañero. Unámonos y ningún adversario podrá contra nosotros, y a partir de aquel momento se estableció la hermandad entre las órdenes. La estatua que representa a San Francisco de Asís se distingue por su amplio sayal, con valona o cuello grande, ceñido por un cíngulo o cordón con tres nudos que aluden a los tres votos franciscanos: pobreza, castidad y obediencia. Sobre los dos escudos, podemos mencionar que el de la izquierda es el de la casa Real de España y el de la derecha el del reino de España.

El primero representa el escudo del rey, quien a la vez era jefe de  estado y monarca, con dos castillos y dos leones rampantes coronados, con fauces abiertas y cola encorvada hacia arriba. Son emblemas de los reyes de León y Castilla, Fernando e Isabel, cuya unión afirmó la autoridad de la corona. Al centro de este escudo hay uno más pequeño, nombrado de corazón, que ostenta tres flores de lis, emblema de la casa de Borbón, a quienes se otorgó el trono de España en 1713 en la figura de Felipe de Anjou. Se colocó una corona, la insignia imperial, en los cuarteles superiores conocidos como del jefe por ser la parte más honrosa del escudo.

El escudo de armas del reino de España destaca por las dos columnas coronadas que flanquean a dos círculos empalmados colocados en el centro. Las columnas representan las Columnas de Hércules, en las cuales aparecía la inscripción plus ultra posterior a la localización del nuevo mundo por los marinos españoles, y significaba que aún quedan por descubrir tierras y mares más allá de Europa y del Mediterráneo. En la parte inferior, el relieve ondulado simboliza los mares con oleaje. Los dos círculos aluden a los dos hemisferios. Europa y América, el nuevo y viejo mundo, bajo una misma corona: la española.

A manera de breve conclusión, el presente trabajo tiene la finalidad por un lado de aportar más información sobre estas joyas misionales que son los templos,
de los cuales podemos sentirnos orgullosos y privilegiados de contar aún con ellos, y por otra parte para motivar a más personas a que indaguen y difundan la historia de nuestra península, que al fin coadyuva al logro de uno de los propósitos más nobles de todo hijo e hija bien nacido de esta tierra, a promover y acrecentar la IDENTIDAD de todos los sudcalifornianos.

Bibliografía:

Bárbara Meyer de Stinglhamber. Iglesias de la Antigua California. Fachadas y retablos del siglo XVIII

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Invita ISC a seguir “La ruta de las misiones” vía digital

FOTO: Archivo

La Paz, Baja California Sur (BCS). Christopher Amador Cervantes,  director del Instituto Sudcaliforniano de Cultura (ISC), hace una atenta invitación a la población  para que durante este periodo vacacional visiten el sitio web culturabcs.gob.mx/ruta-de-las-misiones  y conocer La Ruta de las misiones, la cual muestra datos importantes de este patrimonio cultural que existe en BCS, se informó a través de un boletín de prensa de dicho Instituto.

Al respecto, el funcionario estatal mencionó que, gracias a esta útil herramienta se puede encontrar información de las primeras 17 misiones que se encuentran en la península, ya que en su totalidad son 32, llegando éstas hasta la ciudad de San Francisco, California, EUA. Cabe mencionar que, esta sección cuenta con audios donde se describen detalladamente los datos históricos de cada estructura, con la finalidad de que aquellas personas que cuentan con una discapacidad visual puedan disfrutar y conocer más de la historia de la entidad

De igual manera  destacó que  la dependencia a su cargo tiene el compromiso de aproximar la cultura y las artes,  por ello continuará poniendo al alcance de la población diversos elementos que den a conocer más sobre de los primeros pobladores, así como el proceso de colonización que realizaron los padres jesuitas. “Este recorrido ofrece a las y los sudcalifornianos imágenes, así como parte de la historia e información relevante de estas emblemáticas construcciones”, indicó el director.

Finalmente, Christopher Amador llamó a la población a no perderse este paseo virtual, de esta forma puso a disposición la página de Facebook: Radio Cultura ISC y el sitio web www.culturabcs.gob.mx para estar pendientes de todas las propuestas culturales que se encuentren vigentes, concluye el boletín de prensa del ISC.




El conflicto de la falta de mujeres casaderas en las misiones de la Antigua California

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Mucho se ha especulado sobre los motivos que desencadenaron el decaimiento de la población de los naturales de la California durante la época jesuítica. De acuerdo a los últimos estudios sobre el tema, se sabe que las constantes epidemias fueron diezmando a la población de nativos. Fue tanta la mortandad que algunas de estas enfermedades acababan con miles de pobladores en menos de tres o cuatro meses. Sin embargo otra causa del decremento en la población fue la disminución de mujeres, lo que ocasionaba la imposibilidad de encontrar pareja para los jóvenes habitantes de las misiones.

Posterior a la rebelión que inició entre los pericúes en el año de 1734, y que después se extendió a casi toda la media península, empezó a ocurrir un decremento en el nacimiento de mujeres. El sacerdote Miguel de Barco —autor de uno de los manuscritos más impresionantes en cuanto a información sobre la California, y que luego fue traducido y concentrado en el libro Historia natural y crónica de la Antigua California por el emérito historiador Miguel León-Portilla—, nos relata que a partir del primer tercio del siglo XVIII se tenían diversos reclamos en las misiones, por parte de los californios quienes ante la imposibilidad de encontrar suficientes mujeres con las cuales establecer una relación formal de pareja, lanzaban duras reprimendas a sus misioneros de no hacer nada por remediarlo.

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Del Barco nos dice en su escrito que muchos de los naturales que habitaban el puerto de Loreto, realizaban viajes hacia el puerto de Guaymas, para convencer a las mujeres casaderas de entre las tribus yakis y coras de que se desposaran con ellos. Para convencerlas se vestían con sus mejores ropas, adquirían hermosos vestidos con lo cual buscaban convencer a las damas de que ellos tenían la posibilidad de darles una “buena vida” y que además, por estar Loreto cercano a Guaymas, podrían tener noticias de sus familiares en la otra orilla. En varias ocasiones esta búsqueda tuvo buenos resultados, logrando traer a mujeres que aceptaran vivir en Loreto y casarse con uno de los habitantes, “portándose con juicio y cristiandad”, a decir de este sacerdote.

Sin embargo no en todas partes de la península se tuvo tanta suerte. El misionero de la Misión de Santiago de Los Coras Aiñiní, le relató en diversas ocasiones el reclamo que hacían sus catecúmenos al no poder conseguir mujeres que estuvieran en edad de formar familia con ellos. Ante esta situación tan desesperada el misionero acudió ante el padre visitador para que éste a su vez acudiera al gobernador de Sinaloa y le expusiera la triste situación que se vivía, al mismo tiempo le solicitara encarecidamente que si como producto del combate contra los grupos de yakis y coras hostiles a la presencia española llegaba a capturar a mujeres en edad casadera y tenían por pena el ser desterradas de aquellas tierras, que se las enviaran a su misión en donde les daría una cristiana educación y se aseguraría que se casaran con alguno de los neófitos de su misión. Lamentablemente, esta situación era difícil de realizar por lo que día a día crecían los reclamos e incluso acusaciones ante las autoridades de los presidios sobre esta falta de “cumplimiento” por parte de su misionero.

También era difícil lograr casamientos entre los integrantes de las diferentes rancherías. Lo anterior se debía al gran amor que tenían tanto los hombres como las mujeres del sitio en donde habían nacido y crecido, por lo que se negaban a casarse ya que con ello iba implícito —sobre todo en la mujer—, el trasladarse hacia la ranchería de su esposo. Recordemos que durante los últimos años de la estancia de los jesuitas en la Antigua California se tuvieron que cerrar varios poblados misionales por la escasa cantidad de catecúmenos. Entre algunos de estos sitios estaban las misiones de La Paz, San José del Cabo, San Luis Gonzaga, Los Dolores Apaté, Ligüí-Malibat y otras. Lo anterior repercutió en que al trasladarse los pocos catecúmenos de una misión a otra, las distancias entre las rancherías se hacían cada vez mayores.

De acuerdo a un censo levantado por los jesuitas a su partida, el total de nativos habitando en las misiones, desde la de San José del Cabo hasta Santa María de Los Ángeles era de poco más de 7 mil individuos, lo que nos da una idea del gran decremento que se dio durante los 70 años de presencia de los jesuitas en la California, en donde a su llegada se contabilizó entre 40 mil a 50 mil californios.

Bibliografía

“Historia Natural Y Crónica De La Antigua California” – Miguel del Barco (Edición e impresión: Miguel León-Portilla).

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