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Los piratas de la Antigua California en la bibliografía jesuítica

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Entre los documentos en los que podemos encontrar referencia a los ataques de los piratas a los navíos españoles en las costas californianas están los escritos de los Misioneros de la Compañía de Jesús que, si bien es cierto, no eran muy abundantes en cuanto a esa información, sí dejan entrever el horror que tenían a toparse con algunos de estos delincuentes.

Es importante mencionar antes de citar las narraciones de los piratas en los escritos misionales que, por lo general, los escritos que redactaban todos los integrantes de la Compañía, eran enviados a sus cuarteles generales de la Orden. Ya estando en estos sitios se procedía a enviarlos con un “sensor”, que los valoraba y determinaba su uso. Algunos de ellos eran destinados para distribuirse entre los hermanos de la Compañía puesto que era correspondencia que ayudaba a levantar la moral de los sacerdotes y a proseguir con renovados bríos su tan ardua labor. Estos documentos fueron compilados en varios tomos y se distribuían en las diferentes misiones esparcidas por el mundo. Otros más de estos escritos pasaban a engrosar los documentos que se entregaban a las diferentes oficinas de gobierno, con el fin de que conocieran los descubrimientos que se realizaban en las misiones, así como el buen desempeño que se tenía al seguir las leyes y ordenanzas de la corona. Finalmente, los documentos restantes eran sometidos a un análisis y se les borraba toda información que pudiera dar a conocer a potencias enemigas de España sobre las riquezas de los poblados misionales, así como las debilidades y flaquezas en cuanto a su protección y recaudo. Es debido a estos último, que encontramos muy pocas referencias a la actividad de los piratas en la Antigua California en los documentos escritos por los religiosos.

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El jesuita Miguel Del Barco, cuyos escritos actualmente están compilados en el libro llamado Historia Natural y Crónica de la Antigua California, hace tan sólo una referencia al corsario Francis Drake: También hubo antiguamente esta moda de toquillas entre los pericúes del sur, formadas de unos caracolillos pequeños, blancos y redondos, que parecían perlas, y las hacían muy vistosas. Esto pudo dar motivo al engaño de Francisco Drack, que juzgó le ofrecían los indios el cetro y la corona de la California, según refiere el padre Esquerer si ya no es esta noticia una de las que han hecho poco estimada la Relación de este famoso corsario. Como pie de página en el mencionado libro aparece la siguiente nota: Se alude aquí al famoso viaje de Sir Francis Drake que en el año de 1577 tomó posesión de lo que hoy es el puerto de San Francisco. Voyages of the Elizabeth Seamen to America, Thirteen Original Narratives from the Collection o/ Hakluyt, ed. E. J. Payne, London T. de la Rue, 1880, p. 16 y ss.

Como podemos concluir al leer este párrafo, el sacerdote Del Barco cumplía fielmente uno de los mandatos de la Corona Española en cuanto a desprestigiar e incluso minimizar cualquier acción de la que se enterara que hubiera realizado corsario alguno, ya que con ello les restaba el respeto y sobre todo el terror que causaba entre los habitantes de estas tierras las hazañas de estos salteadores.

También el jesuita Francisco Javier Clavijero en su libro póstumo Historia de la Antigua o Baja California comenta lo siguiente en cuanto a los piratas que asolaban la California El general Vizcaíno, persuadido de lo útil que sería a la corona la adquisición de aquella península, ofreció al virrey que a sus expensas haría una nueva tentativa. Las ventajas que se esperaban no consistían solamente en la pesca de perlas, de cuya abundancia no se dudaba, y en los metales preciosos que se creía que habría en aquellos montes, sino también en que se evitaría que los piratas de las otras naciones de Europa se refugiasen en los puertos de la península como solían hacerlo, para salir de allí a hostilizar las costas y los navíos españoles; y se hallaría un puerto cómodo en que los navíos que vienen de Filipinas a Méjico hallasen auxilios en tan larga y penosa navegación. Sin embargo, el virrey no aceptó la propuesta de Vizcaíno, porque temía que la desaprobase la corte, la cual parecía resuelta a tomar la empresa a su cargo. En este punto, se refiere a un segundo intento de demarcación y colonización de las Californias que intentó llevar a cabo Sebastián Vizcaíno en el año de 1603. Como podemos darnos cuenta debido a que los piratas de las diferentes naciones europeas ya conocían que el galeón de Manila transportaba una gran cantidad de oro, plata, marfil, porcelana, especias, etcétera, desde las Filipinas hacia Acapulco y que necesariamente pasaba bordeando las costas Californianas, el Cabo California, posteriormente bautizado como Cabo de San Lucas, era el sitio ideal para una emboscada en alta mar puesto que la tripulación ya iba cansada y enferma, y podían ser presa fácil.

También en otro párrafo del libro de Clavijero aparece otra mención a la gran cantidad de barcos piratas que navegaban cerca de las costas de la península de California: Esta advertencia era necesaria, porque aquellos mares estaban infestados de piratas ingleses. Habiendo pues advertido los Seris en aquellos navegantes las expresadas contraseñas, los recibieron amigablemente, y cuando vieron al padre Ugarte á bordo de la balandra, no esperaron á que saltase en tierra para reverenciarle, sino que se echaron á nadar, y subiendo á la balandra, le abrazaron los pies, le besaron las manos y el rostro, con otras demostraciones de amor y de respeto.

La última mención sobre los piratas que se encuentra en la obra escrita por Clavijero es la siguiente: Ningunas tentativas sobre la California se hicieron en los cincuenta años siguientes; pero en este intervalo Francisco Drake, célebre corsario inglés, abordó a la parte septentrional de la península y le puso el nombre de Nueva Albión, que retuvo por algún tiempo en las cartas geográficas. Las hostilidades que este atrevido corsario hizo en las poco pobladas e indefensas costas del mar Pacífico, movieron a Felipe II a dar orden al conde de Monterey, virrey de Méjico, de que hiciese poblar y fortificar los puertos de la California. Este párrafo parece más un reproche hacia las tibias acciones emprendidas por la Corona Española, la cual durante muchos años suspendió sus labores de exploración y colonización de la parte Norte de la Nueva España, pensando, ilusamente, que si no se realizaban mapas ni relatos que demarcaran el estado de aquellos septentrionales sitios, con eso se evitaría que las potencias europeas enemigas se aventuraran a incursionar en esa Mar del Sur. Sin embargo, esta estrategia sólo representó un grave atraso para aquellos poblados ya que carecían de una infraestructura de defensa en sus puertos así como tropas suficientes que los mantuviera a salvo del peligro de los ataques piratas.

También el sacerdote Miguel Venegas en su obra titulada Noticia de la California y de su conquista temporal y espiritual hasta el tiempo presente menciona el nombre de uno de los corsarios que intentó capturar a uno de los galeones de Manila. Dice lo siguiente: El Capitán Woodes Rogers da al Cabo de San Lucas ciento y catorce grados de longitud Occidental del Meridiano de Londres, que es lo mínimo que ciento treinta y cuatro de la común. Y cita como fuente de esta observación lo siguiente: Viaje alrededor del Mundo, empezado en 1708. y acabado en 1711. tom. 2. de la Edición Francesa de Ámsterdam, de 1717. pag. 86. Como podemos ver, el sacerdote Venegas únicamente atribuye a este corsario que circunnavegó el globo terráqueo una mención sobre la medición a cuántos grados se encontraba el Cabo de San Lucas.

En un párrafo más, el sacerdote Venegas menciona lo siguiente: El Capitán Woodes Rogers escribe, que algunos de sus Marineros le dijeron, haber visto en la Costa de la California algunas piedras pesadas, y brillantes, que sospechaban ser de algún Mineral pero ello fue ya tarde, cuando no pudo llevar algunas de ellas a bordo, para examinarlas despacio. Este punto es muy importante de tomar en cuenta puesto que aquí el sacerdote menciona que los demás países europeos, con los que España tenía una acelerada carrera por dominar los recursos que les pudieran proporcionar riquezas rápidamente, ya estaba buscando en la California algunos de ellos, lo que ponía en peligro los asentamientos que en ella había.

Los piratas fueron seres temidos, sus acciones de rapiña no sólo abarcaban todo el mar sino también las costas y poblados aledaños. Es por ello que los sacerdotes jesuitas de las misiones californianas, al omitirlos de sus textos buscaban restarles importancia y el efecto psicológico tan marcado que tenían entre sus catecúmenos.

Bibliografía:

 

Del Barco, Miguel . Historia Natural y Crónica de la Antigua California.

Clavijero, Francisco Javier. Historia de la Antigua o Baja California.

Venegas, Miguel. Noticia de la California y de su conquista temporal y espiritual hasta el tiempo presente.

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De jesuitas y zorrillos en la Antigua California

Foto ilustrativa de Internet

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Al llegar a la California, los jesuitas descubrieron una gran cantidad de flora y fauna, lo cual hizo que inmediatamente su espíritu inquisidor e ilustrado tratara de hallar referentes en animales y plantas que ya eran conocidas en otras partes del mundo. Fue por ello que casi siempre en sus observaciones hacían comparaciones por lo general acertadas, y otras no tanto, en donde trataban de ejemplificar que tal o cual animal o planta “era como” tal o cual otra ya conocida. A los ignacianos y sus portentosos escritos se debe que nuestra biodiversidad haya sido conocida muy bien en diversos lugares de Europa antes que, incluso, en la misma Nueva España.

El caso que hoy nos ocupa es la forma en que Miguel del Barco insigne jesuita español que misionó por más de 32 años en la California, 30 de ellos en la misión de San Francisco Xavier de Vigge Biaundó, describe al tristemente célebre zorrillo californiano. Este sacerdote lo describe como “un animalito bastante peludo, lleno de listas blancas y negras en el lomo y costados. Muchos, en lugar de las listas negras, las tienen pardas. Son muy hermosos a la vista, especialmente los primeros”.

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No tardó mucho tiempo en encontrar el mecanismo de defensa de este animalito: “cuando se asustan o tienen miedo, levantan derechamente en lo alto la cola, cuyos largos pelos, saliendo en su principio juntos, se esparcen en lo más alto vistosamente hacia todos lados, formando la figura de una garzota, pero más abierta y extendida en lo alto. Su principal arma para defenderse de sus enemigos, y aun para ofenderlos, es un fetor intensísimo, que despiden de sí, cuando se ven en los mayores aprietos”. Con su carácter curioso y su mente siempre dispuesta a realizar un análisis escolástico profundo de todos los sucesos que presenciaba, del Barco ejemplificaba los efectos que producía este “fetor” en diferentes circunstancias:

a) “Si un zorrillo se ve muy acosado de un perro, cuando éste va ya a echarle sus dientes, despide el zorrillo oportunamente su arma; y es tan fuerte que el perro como aturdido con ese fetor infernal, prontamente se retira, sacudiendo el hocico y respirando fuerte en ademán de quien dice: ¡esto no se puede aguantar!”

b) “Si el indio, al disparar la flecha le acierta tan bien que al primer golpe le deja muerto de repente, no hecha hedor; mas si se siente herido, sin quedar luego muerto, entonces suelta un fetor intolerable, como si quisiera vengarse de quien le hirió y deja la pieza inficionada para mucho tiempo. Para evitar este inconveniente se experimentó ser mejor sacarlos vivos, tomados por la cola, lo cual es fácil, porque como el zorrillo la levanta en alto cuando tiene miedo, como antes dije, y se mete detrás de cualquiera cosa para esconderse, se le coge de la cola y se levanta en alto, quedando con la cabeza abajo sin poder morder. Si prontamente le sacan fuera y llevan algo lejos, el que le lleva asido de la cola le da una fuerte sacudida contra una piedra, queda muerto sin fetor. Más si después de cogido, se hace mucho ruido y algazara, como suelen los muchachos cuando han cogido la presa, sucede que el desventurado, con el gran miedo, despide su arma, como delante de mí sucedió algunas veces”.

El padre Miguel pudo determinar los hábitos de vida del zorrillo. Nos dice que por lo general acostumbra comer huevos de gallina, y en caso de lograr atrapar a alguna de estas aves solamente las degüella y bebe su sangre, comiendo muy poco de su carne. Suele esconderse en los corrales de estos animales e irlos devorando poco a poco hasta que acaba con todos ellos. También, se alimenta de insectos como el ciempiés. Sus hábitos son nocturnos por lo que en el día es raro que se vea alguno merodeando. Observó que, las temporadas en que es más común observarlos es a finales del otoño y principios del invierno. Son animalitos asustadizos que prefieren esconderse y rehuir la pelea, solamente cuando se ven acorralados y en peligro inminente es cuando hacen uso de su “arma pestilente”.

El sacerdote del Barco comenta que apreció la duración del hedor que producía esta arma del zorrillo en varias ocasiones las cuales ejemplifica: “una de ellas, cerca de la puerta, al sacarle de mi aposento colgado de la cola; lo cual fue bastante para que la madera de la puerta recibiese la impresión tan fuertemente que, por muchos días y aun semanas, se percibía al entrar y salir el hedor del zorrillo, no obstante, que la puerta caía al aire libre”.

Otra oportunidad fue esta: “en una ocasión despidió su arma junto a cierta vasija de metal de China y por el lado en que recibió la impresión la conservó tan tenazmente que, después de muchos días, la mano que tocaba aquella vasija quedaba infeccionada del mismo fetor. Traté de fregar y frotar despacio para que le perdiera y trayéndomela después, advertí que, aunque ya menos que antes, aún se percibía el hedor. Volvieron a repetir la operación fuerte, hasta que en fin le perdió”.

Con su mente analítica, el sacerdote da una explicación de cuál es el origen de esta extraña arma del zorrillo, que es tan efectiva para ahuyentar a todo aquel que intente provocar su ira. No olvidemos que los jesuitas durante sus estudios en los colegios recibían materias y leían libros sobre botánica y zoología lo que les ayudaba mucho cuando tenían que hacer sus informes sobre estos aspectos de la región donde les tocaba ejercer su ministerio.

La explicación que desarrolló el ignaciano fue la siguiente: “comúnmente se cree que este fetor proviene de la orina de este animalito. A mí me parece que no nace, sino de un flato que despide, de un aire espesísimo, el cual difundiéndose y mezclándose con el aire común que respiramos, no sólo le comunica su fetor, sino que experimenta que dentro de la circunferencia de algunos pasos, verbi gratia seis o más hacia todos lados en distancia de su origen, todo el aire se espesa y se engruesa, de suerte que aun por sólo este título parece que dificulta la respiración y casi se puede palpar”.

Durante su discurso sobre este tema Del Barco niega que el olor tan fétido provenga de la orina del animalito, ya que él no ha observado que cuando este animal lanza su “arma” queden gotas de orina en el suelo, además que para él es imposible que la orina líquida pueda transmitir ese fetor hacia el aire cercano al animal, por lo que concluye: “si esto fuera así, debía ser en tal cantidad —la orina— que a una ojeada, no pudiera escaparse a la vista, pero ésta nunca lo ha descubierto y así concluyo que no la orina, sino un flato causa el fetor del zorrillo”.

En la actualidad se ha podido comprobar que lo que produce el fuerte olor que secretan los zorrillos (mofetas) es un líquido producido por unas glándulas anales. Este líquido es expulsado con tal fuerza que logra llegar hasta dos metros de distancia, es por ello que en ocasiones sale “pulverizado” en pequeñas gotas que son difíciles de percibir a simple vista —y menos cuando es en la noche—. La sustancia activa de este olor tan desagradable (fetor) es el azufre.

Como apunte final les comento que Miguel del barco dejó asentado que el nombre que los cochimíes daban a este animal era “yijú”.

Bibliografía:

Historia natural y crónica de la Antigua California – Miguel del Barco.

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Los altares portátiles de los jesuitas en la California

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Leyendo el libro Historia natural y crónica de la Antigua California, que fue producto de los afanes del Dr. Miguel León-Portilla por traernos hacia nuestro tiempo los manuscritos del jesuita Miguel del Barco, quien por 30 años misionó en esta California.

Me llama mucho la atención que en sus frecuentes exploraciones dentro de la península, los misioneros no dejaban de celebrar las misas los domingos y fiestas de guardar aún se encontraran en parajes recónditos y en condiciones poco propicias para estas celebraciones. Inmediatamente, surge en mi mente la duda de cómo fue que oficiaban estas misas y cómo trasladaban los objetos litúrgicos que se necesitaban.

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Como bien sabemos, la Compañía de Jesús fue una orden misionera que se destacó en el terreno de la evangelización, sobre todo, de territorios que marcaban los límites de la civilización en las tierras que se iban “descubriendo” en América. Para llevar a cabo este proceso de evangelizar las diferentes etnias que encontraron a su paso se valían, principalmente, de la apropiación de su lenguaje para establecer un nexo de comunicación efectivo.

Una vez logrado lo anterior —aunque en muchos casos no de forma perfecta—, procedían a dar a conocer el catecismo y la doctrina cristiana a través del uso de la nemotecnia (memoria), pero también se apoyaban en pinturas, estandartes y esculturas con temas sacros. Los jesuitas como fieles representantes de la contrarreforma daban una especial preponderancia a las imágenes religiosas como intercesoras entre los hombres y la divinidad por lo que procuraban su difusión y culto en donde quiera que se plantaban.

Un artículo religioso que les fue de inigualable valor para realizar este “teatro religioso” entendido “teatro” en el sentido que se le atribuía en los libros religiosos del siglo XVII y XVIII como un conjunto de sucesos, significados y conceptos que giran en torno a una situación, fueron los altares portátiles. Estos artefactos eran objetos de reducido tamaño que podían ser transportados con facilidad, y que en su interior preservaban los paramentos litúrgicos necesarios para oficiar la misa y realizar el acto de la consagración eucarística.

En un sentido amplio el altar portátil puede trasladarse de un lugar a otro, pero en un sentido litúrgico es un ara consagrada, lo suficientemente, grande como para contener la sagrada hostia y la mayor parte de la base del cáliz. Se emplean estrictamente para el oficio divino, de modo tal que a partir de ellos se determina el centro del culto.

Los mencionados altares eran utilizados por todas las órdenes religiosas misioneras, ya que por llevar a cabo su trabajo en lugares muy apartados y en la construcción de un templo donde se pudieran guardar estos objetos de culto podría tardar decenios, era necesario que el misionero los llevara consigo a donde se trasladara.

Incluso, aún cuando el sacerdote tuviera una iglesia de cabecera, le era necesario contar con un altar portátil debido a que muchos de sus catecúmenos se encontraban diseminados por un territorio grandísimo, a veces de varios cientos de kilómetros, tenía la obligación de trasladarse regularmente a visitarlos con el propósito de realizar la misa como una ceremonia vinculante y reafirmadora de la evangelización.

En el caso de la California, se sabe que desde el trayecto en los barcos que transportaron a los primeros expedicionarios que llegaron a estas tierras, se celebraban misas en alta mar, lo cual sólo podía ser posible si contaban con estos altares portátiles. Durante la estancia de Eusebio Francisco Kino en La Paz, San Bruno y Londó, se lee en los diarios que escribió, que siempre se celebraron las misas ya sea para dar gracias de haber llegado a un buen lugar para sentar el campamento, como en los días que marcaba el calendario litúrgico.

Otro ejemplo de lo anterior lo encontramos en una carta escrita por Juan María de Salvatierra al padre Juan de Ugarte, donde menciona la celebración de una misa en el barco que los llevó a la California en octubre de 1697 y que ofició antes de desembarcar:

Hasta aquí habíamos caminado (teniendo) a nuestra vista la embarcación chica cuando, esta noche, tuvimos así aires como fuertes corrientes que iban para adentro; y así, amanecimos el día 13, domingo, sin tener a la vista la lancha ni poder saber más de ella.

El viento lo tuvimos contrario el domingo y, así, no pudimos entrar en San Bruno, en su media ensenada, y, así, por tanta fuerza del (viento) sudueste, nos dejamos llevar para arriba, de suerte que el lunes 14 nos hallamos a vista de la serranía que llaman de las Vírgenes, y por no coger más altura nos entramos en una grande bahía llamada La Concepción, muy asegurados del aire.

Y quiso la Virgen tomar posesión de ésa, su bahía, de suerte que allí dije misa el día de la gloriosa Santa Teresa y salté en tierra, comimos unas pitahayas y no vimos gente, aunque reconocimos mucho rastro, y fresco”.

Es obvio que para celebrar esta ceremonia se valieron de un altar portátil que debieron traer con ellos, el cual contenía todos los objetos requeridos para el culto. Lamentablemente, a la salida de los jesuitas de la California y de acuerdo a lo consignado en los inventarios que se levantaron de los objetos que había en las misiones, no se registra la existencia de uno sólo de estos altares portátiles.

Podemos especular que no se registraron como tales por ser denominados de otra forma o bien porque, paulatinamente, fueron dejados de usar ya que la mayoría de los californios estaban habituados a vivir en las misiones por lo que acudían a misa en el templo de la misma.

Bibliografía:

Los altares portátiles tras la expulsión de la Compañía de Jesús en el Río de la Plata y Chile (1780-1820): una historia de agencias y resignificaciones – Nicolás Hernán Perrone y Vanina Scocchera

California jesuita (Salvatierra, Venegas, Del Barco, Baegert) Selección, introducción y notas de Leonardo Varela Cabral

Descripción e Inventarios de Las Misiones de Baja California, 1773 – Eligio M. Coronado.

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El retablo de la iglesia de San Francisco Javier. Una luminosa alegoría de amor al Creador

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). A la llegada de los Jesuitas a la California iniciaron de inmediato con la construcción de las Misiones y como parte central y preponderante de las mismas, el levantamiento de los templos o iglesias. El propósito central de estas singulares estructuras era, por un lado, cumplir con la celebración de la liturgia cristiana, pero por otro el que fuera el espacio por excelencia para la conversión de los naturales a la verdadera fe.

Conforme estos pueblos misionales fueron creciendo y en ellos se tuvo la oportunidad de hacerse de suficientes recursos económicos, los templos se fueron enriqueciendo con pinturas y ornamentos, los cuales tenían que ser traídos desde el centro de la Nueva España. Aquí pasaremos a analizar el hermoso retablo central de la Iglesia de San Francisco Javier Vigge Biaundó.

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En primer lugar es necesario que definamos algunos términos que, por el hecho de ser tan cotidianos, en muchas ocasiones olvidamos su significado. La palabra templo viene del latín templum que designa “lugar sagrado”. Desde que el ser humano empezó a explicarse su origen así como el de los fenómenos que apreciaba en la naturaleza trató de crear sitios, reales o ficticios, en donde morara aquel ente que lo hubiera creado, motivo por el cual las principales civilizaciones, desde hace milenios han tenido espacios sagrados o templos en donde rinden culto a sus deidades. En el caso del cristianismo como depositario de muchas creencias espirituales antiquísimas, la idea de los templos subsistió y con el paso de los siglos estos sitios fueron haciéndose más complejos, llenos de riquezas y sobre todo cargados de una gran cantidad de símbolos, con el fin de explicar los dogmas y principios de su religión.

Al interior de los templos se erigieron espacios en los cuales se llevaban a cabo diversos rituales como la ceremonia de la misa, los bautismos, los espacios de oración discreta, para confesión, etc. A partir del siglo XV en la parte frontal de las iglesias se empezaron a construir unas estructuras denominadas retablos, los cuales tenían el propósito de sintetizar las principales ideas de la religión católica, así como expresar pasajes bíblicos y de la vida del santo al cual estaba consagrado dicho templo.

Conforme a la característica que definió la parte ritualística de la iglesia católica, los retablos fueron sometidos a un largo proceso de sistematización, tanto en su diseño como en sus símbolos, de tal forma que nos llegaron a la Nueva España a partir del siglo XVI, ya con un aspecto bien definido que era replicado en las diversas iglesias que se construyeron.

En el caso de la iglesia que se construyó en la Misión de San Francisco Javier de Vigge Biaundó, el sacerdote Miguel del Barco hizo traer una serie de pinturas y una estructura de madera previamente diseñada desde el Colegio Jesuita de Tepotzotlán, en lo que hoy es el Estado de México, para que fuera colocada en el altar principal de esta iglesia. El traslado de este retablo hasta la remontada Misión de San Javier fue toda una odisea que requirió no sólo de muchos días, sino de un gran esfuerzo por parte de los arrieros y soldados, ya que los caminos para llegar desde el centro de la Nueva España hasta las costas de Sonora eran de muy difícil tránsito además de tener  que sortear su traslado en barco hasta Loreto, con grave riesgo de perderlos ante una turbonada. Sin embargo el propósito se logró, quedando instalado en su sitio demostrando la gran destreza y maestría de los artesanos que participaron en ello. Esta instalación se hizo entre los años de 1750 a 1760.

El mencionado retablo fue elaborado en madera tallada, ensamblada, estofada (recubierta con una fina capa de yeso, posteriormente cubierta con placas delgadas de oro y finalmente pintadas con laca para fijar y evitar estar expuestas a las inclemencias del tiempo y el polvo) y policromada (de diversos colores). Tiene un alto de 9.30 mts. Y un ancho de 5.9 mts. El estilo bajo el que fue elaborado corresponde al barroco, presenta imágenes talladas las cuales están pintadas de forma policromada. Consta de dos cuerpos y un remate y en la parte inferior tiene dos puertas. Cuenta con 8 óleos: San Miguel Arcángel, San Luis Gonzaga, San Antonio de Padua, San Joaquín, La Santísima Trinidad, Santa Ana, San José y el niño con la cruz, la imagen de San Francisco Javier y San Pablo. En el sagrario se aprecia también una hermosa pintura representando El Sagrado Corazón de Jesús. En los intersticios de los óleos se aprecian, talladas en la madera, unas caras de angelitos, además de 4 caras más que al parecer representan a los evangelistas.

Pasaremos a describir brevemente los óleos que se encuentran en las secciones de esta Retablo: en el Remate apreciamos en el centro la imagen de San Miguel Arcángel. Podemos observar a un joven el cual se encuentra parado sobre 3 ángeles. En su cabeza porta una corona y fue pintado con alas extendidas. La mencionada figura se encuentra envuelta en un manto rojo, el cual por efecto de los claroscuros pareciera como que si estuviera en movimiento. Porta una espada y una pechera de color azul con flecos. Su mano izquierda se encuentra elevada a la altura de su cabeza y tras de ella se aprecia una esfera con la frase latina quis ut deus (quién como Dios).

Al lado derecho podemos apreciar un óleo representando a San Luis Gonzaga. Este personaje vivió en los años de 1568 a 1591 en lo que hoy conocemos como Italia. Era descendiente de personajes nobles, sin embargo desde muy pequeño renunció a sus títulos e ingresó a la orden de los jesuitas; debido a su dedicación en la atención de los enfermos de peste en Roma fue contagiado de esta enfermedad y murió a la temprana edad de 23 años. Fue canonizado en 1726. El personaje del óleo está vestido con una sotana y porta el sobrepelliz. Frente a él y sobre una nube se encuentran 2 ángeles. Se le aprecia con una corona en la mano derecha y una azucena en la izquierda, como símbolo de pureza y castidad.

Finalmente al lado derecho se ve un óleo que representa a San Antonio de Padua. Este santo vivió de 1195 a 1231, aunque nació en Portugal la mayor parte de su vida la realizó en Italia. Se ordenó en la orden de los Franciscanos y fue un gran conocedor de las escrituras de la iglesia además de un elocuente orador. En esta pintura se le representa de forma frontal, hincada y con un niño Jesús en los brazos, el cual porta una azucena. Se encuentra cubierto con el hábito franciscano y al estar pintado con pliegues refleja cierto movimiento. En la parte superior aparecen dos angelitos sobre un hermoso cielo azul.

El primer cuerpo del retablo nos ilustra en su parte central a la Santísima Trinidad. En este cuadro aparecen 3 personas masculinas con idéntica cara, quienes descansan sobre 7 querubines. La figura central, la cual representa al Padre, porta en su mano un cetro. Los ropajes blancos dan una sensación de volatilidad a las imágenes. Al lado derecho de este cuerpo se aprecia el óleo con la imagen de San Joaquín, el padre de la Virgen María. Se dice que San Joaquín estuvo casado por 20 años con la madre de María y no podían tener hijos, hasta que sorpresivamente se le aparece un ángel el cual le anuncia que ese mismo día su esposa quedaría embarazada. La figura que se retrata en el óleo muestra a un hombre anciano pero con rasgos muy finos, de barba blanca. Está vestido con una túnica azul y un manto de color rojo. Los pies están enfundados en unos calcetines que dejan ver los dedos.

En la parte superior de la pintura, flotando en el aire, se ve a 4 angelitos. Del lado derecho, el óleo restante, representa a Santa Ana, la madre de la Virgen María. En la imagen se aprecia a una mujer joven, de rasgos muy hermosos y delicados y con unas palmas de las manos muy blancas. Viste una túnica con un manto rojo. En la parte superior del cuadro se aprecian 4 caras de angelitos.

En el segundo cuerpo del retablo, en su centro se aprecia una escultura de madera representando a San Francisco Javier. Al igual que el resto del retablo está pintado con la técnica del estofado y policromado. Sobre su cabeza se aprecia un nimbo o aureola de metal con pedrería. Su altura es de 1.52 mts. y el ancho es de .62 mts. Esta imagen fue elaborada con ojos de vidrio y portando una hermosa sotana, la cual intenta recrear estar en movimiento a través de sus pliegues y los claroscuros. Porta una cruz en su mano izquierda la cual no es la original y se puede leer una leyenda en su base que dice “Narciso Flores mandó retocar en 1891”. Del lado izquierdo se aprecia un óleo representando a San José y el Niño con la Cruz. La imagen de San José carga en su mano izquierda una vara florecida y se encuentra de pie, a su lado camina un niño cargando una cruz demasiado grande para su cuerpo. El trabajo de pintura fue muy bien hecho, lo cual refleja el gran nivel en cuanto a este arte que se había alcanzado en la Nueva España.

Finalmente del lado derecho se aprecia el óleo de San Pablo. Este santo era de origen judío, pero por haber nacido en Sicilia se le consideró romano. En un principio persiguió a los judíos, pero tuvo una instantánea conversión lo cual lo transformó en un apóstol. Fue encarcelado por sus ideas y cuando esperaba la muerte por decapitación escribió sus famosas Epístolas. Comúnmente se le representa con una espada en una mano y un libro en la otra. En el caso de este óleo se le representa como un hombre de edad madura, de abundante cabello y larga barba. Se encuentra vestido con una túnica y en sus manos una espada y un libro. Al fondo se dibuja un paisaje plagado de nubes.

Completando este retablo maravilloso, en la parte inferior se aprecia un sagrario (lugar donde se guarda la Sagrada Hostia en los Templos) en cuya puerta de madera está pintada la imagen del Sagrado Corazón de Jesús con la técnica del óleo. El Sagrado Corazón de Jesús es el símbolo del amor de Dios a los hombres, en donde la cruz que está en la parte superior del corazón es símbolo de expiación, salvación y redención, lo cual brinda el cristianismo. En el caso de la pintura se aprecia en su parte central un corazón del cual emerge una cruz y está rodeado de una corona de espinas. Está rodeado de 8 caritas de ángeles y querubines en adoración.

Al interior de este maravilloso templo podemos apreciar muchas otras maravillosas estructuras litúrgicas pero eso será motivo de otros artículos. Espero que nuestros lectores al final este documento se motiven a visitar, seguir indagando y conociendo toda la belleza que encierran nuestros templos o iglesias ex misionales.

 

Bibliografía:

  • Las Misiones De Baja California/The Mission Of Baja California, 1683-1849. Una reseña histórico – 1957 del Dr. W. Michael Mathes (University of San Francisco)
  • Descripción e inventarios de las Misiones de Baja California, 1773 – Eligio Moisés Coronado
  • Arte Sacro en Baja California Sur Siglos XVII – XIX Objetos de culto y documentos – Bárbara Meyer de Stinglhamber
  • Arquitectura en el desierto: Misiones Jesuitas En Baja California – Marco Díaz
  • El Camino Real y Las Misiones De La Península De Baja California – Miguel León Portilla

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