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Luces en la oscuridad: La hazaña misionera del Padre Ugarte en la Antigua California

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Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  En el año 1701, en los confines de la California, el sacerdote Francisco María Píccolo, visionario fundador de la misión de San Francisco Javier, se vio obligado a abandonar su obra para cumplir con un encargo crucial: presentar un informe sobre el estado de las misiones en Guadalajara. En su ausencia, la responsabilidad recayó en los hombros de un recién llegado, el sacerdote guatemalteco Juan de Ugarte Vargas.

La historia de Ugarte se entrelaza con los desafíos épicos de la California del siglo XVIII. A su llegada, se enfrentó a un panorama desolador: la misión había sido abandonada por los indígenas tras un levantamiento sofocado por las fuerzas militares destacadas en la zona. Los californios, sumidos en el temor a represalias, se resistían a regresar.

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La primera tarea de Juan de Ugarte fue deshacerse de la presencia militar, y lo hizo con un ingenio que caracterizaría su misión: un ardid tan astuto como valiente. Sin embargo, el desafío más grande no provenía de los soldados, sino de los mismos indígenas a los que dedicaba su labor misionera.

El Padre no se limitaba a predicar con palabras, sino que vivía su fe con una entrega que recordaba el amor maternal. Brindaba sustento, abrigo y cuidados médicos, todo con la esperanza de llevar a aquellos corazones hacia la luz del cristianismo. Pero su tarea se veía obstaculizada por el arraigado deseo de libertad y la resistencia a abandonar sus costumbres ancestrales.

El conflicto alcanzó su punto álgido cuando los indígenas, al ver que el padre Ugarte se encontraba sin apoyo de los soldados, decidieron urdir un plan para asesinarlo. En una noche de oscuridad y peligro, un joven entró apresuradamente en su morada con la advertencia de un ataque inminente. Sin tiempo que perder, el padre se ocultó bajo la cama mientras los indígenas lanzaban flechas hacia el lecho, creyendo que él estaba allí. La violencia no cesó hasta que los agresores, al no hallar a su objetivo, desataron su furia contra una imagen de San Francisco Javier, a la que lanzaron numerosas flechas antes de huir.

Al amanecer, el padre Ugarte emergió de su escondite, encontrando la imagen destrozada pero su vida milagrosamente preservada. Convencido de la protección divina, interpretó el incidente como una señal de que su labor misionera aún no había llegado a su fin.

Los peligros no disminuyeron para el sacerdote, pero su carácter entregado y amoroso lo llevó a perseverar. Su misión en la California Antigua se convirtió en una epopeya de valentía y devoción, dejando un legado de fe y sacrificio que perdura hasta nuestros días.

La historia del padre Juan de Ugarte Vargas es una lección de coraje frente a la adversidad, un recordatorio de que el amor puede triunfar sobre el odio y la violencia. En un mundo plagado de desafíos, su ejemplo continúa inspirando a generaciones, recordándonos que, incluso en los momentos más oscuros, la luz de la esperanza nunca se apaga.

Referencia bibliográfica:

Vida y virtudes de el venerable y apostólico Padre Juan de Ugarte de la Compañía de Jesús. Misionero de las Californias y uno de sus primeros conquistadores. Reedición de Sealtiel Enciso Pérez.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.



Explorador, Cartógrafo y Misionero: El Legado de Juan de Ugarte en Baja California

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En el corazón de la rica historia de Baja California, la figura de Juan de Ugarte emerge como un pilar de exploración, cartografía y devoción misionera. Nacido el 22 de julio de 1662 en el Reino de Guatemala, y fallecido el 29 de diciembre de 1730 en la Misión de San Francisco Xavier, California, México, Juan de Ugarte dejó una huella indeleble en la península.

Hijo de Juan de Ugarte y María Vargas, Juan fue uno de los 14 hijos de este prolífico matrimonio. Su compromiso con la Compañía de Jesús comenzó en 1679 en Tepotzotlán, México, donde ingresó a la orden. Su camino se entrelaza con los padres misioneros Eusebio Francisco Kino y Juan María de Salvatierra, quienes lo llevaron consigo en la labor misionera que marcaría el destino de Baja California.

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Desempeñando un papel fundamental en la creación del Fondo Piadoso de las Californias, Ugarte recolectó fondos y abastecimientos para la misión. Su llegada a las Californias en 1700 marcó el inicio de una trayectoria ejemplar. No solo se dedicó a la construcción del asentamiento misional de San Francisco Xavier, sino que también introdujo técnicas agrícolas, hilado y tejido de lana, enseñando estos oficios a los cochimíes.

Con la muerte de Salvatierra en 1717, Juan de Ugarte se convirtió en el sucesor al frente de las misiones jesuitas en California. Su liderazgo se vio desafiado por adversidades como un huracán en el mismo año, pero su compromiso inquebrantable llevó a la consolidación y expansión de las misiones, incluyendo la fundación de San José de Comondú en 1708.

Apodado El Atlante de las Californias por Salvatierra, Ugarte demostró su espíritu explorador al aventurarse por la costa occidental de la península en 1703. Su deseo de entender la geografía de la región lo llevó a liderar una expedición en mayo de 1721 hacia el Golfo de California. A bordo del navío El Triunfo de la Cruz, Ugarte exploró las costas, confirmó la conexión terrestre entre la península y el continente y contribuyó significativamente a la cartografía de la zona.

El “Triunfo de la Cruz”, construido bajo la dirección de Ugarte en 1719, se convirtió en una pieza clave para viajes a lo largo de varios años en las costas de la península de California. El Padre Ugarte continuó trabajando incansablemente hasta su muerte a los 68 años, siendo sepultado en la Misión de San Francisco Xavier de Viggé-Biaundó.

En la memoria de Baja California, Juan de Ugarte perdura como un visionario y misionero cuyo legado se extiende más allá de las páginas de la historia, dejando una impronta imborrable en la tierra que exploró y amó.

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323 Aniversario de la fundación de Loreto, la primer capital de las Californias

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Loreto no solo fue el sitio en el que se estableció el primer poblado permanente en la California, su importancia fue tal que se convirtió en la punta de lanza de la colonización de toda la península así como territorios más al norte, los que hoy conforman 3 estados: Baja California, Baja California Sur, y California en otro país. Su nacimiento fue toda una hazaña en donde convergieron muchos factores, incluso sobrenaturales, ya que como dijo el gran Juan María de Salvatierra “California era inconquistable para los hombres… pero no para Dios”, así que tal vez la influencia divina jugó un papel importante para que esta gran obra se lograra.

La planeación de la conquista de la California por parte de los Jesuitas inició en el año de 1691. En ese entonces, el Padre Salvatierra y el Padre Eusebio Francisco Kino se conocieron en las Misiones de Sonora. El sacerdote Kino invitó a Salvatierra a recorrer, durante un mes, las Misiones que había establecido en aquellas tierras, y durante el viaje le fue contando sobre la expedición donde participó en los años de 1683 a 1685 a la California, le platicó de la gran cantidad de Californios que encontró y de la gran obra de evangelización que se ofrecía frente a ellos. Salvatierra sucumbió ante la fuerza y apasionados argumentos de Kino y ambos pactaron conseguir los medios y permisos para viajar a la California e iniciar la labor de conversión de los naturales.

 

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Durante los siguientes 6 años (1691-1697), Salvatierra, ayudado por Kino, Ugarte y otros sacerdotes, se dirigieron a sus autoridades religiosas como a las pertenecientes al Virreinato pidiendo se les concediera el permiso para trasladarse a la California, sin embargo, el recuerdo del gran fracaso con el que terminó la expedición del almirante Isidro Atondo y Antillón, hicieron imaginar esta hazaña como imposible. Afortunadamente, una serie de factores venturosos (algunos dicen milagrosos) hicieron que, de repente, todas las circunstancias cambiaran; de tal manera que, en el mes de febrero de 1697 el virrey José Sarmiento y Valladares expidiera la licencia para la conquista de la California a Kino y Salvatierra.  Vencido este obstáculo, se procedió a pedir donativos a las personas ricas de la Ciudad de México para que sufragaran los costos de esta expedición así como la formación de las primeras Misiones.

El mes pactado para hacerse a la mar rumbo a California fue en octubre de ese año. Salvatierra llegó al puerto (desembocadura del río Yaqui) donde se embarcaría junto con 11 o 12 personas más, entre soldados y marineros. Lamentablemente, Eusebio F. Kino no pudo acompañarlo debido a una gran insurrección que se dio entre las etnias del norte de Sonora, donde se solicitó la mediación del sacerdote. Salvatierra inicia su viaje el 10 de octubre y llega cerca de la Bahía de San Dionisio, en la California, el 12. Debido a varias dificultades climatológicas no pudieron desembarcar hasta el día 16 de octubre. Durante varios días estuvieron explorando los lugares cercanos a donde desembarcaron, para encontrar el sitio con la mejor fuente de agua y las tierras más adecuadas para sembrar y criar ganado. El sitio designado fue uno al que los Cochimíes, naturales que vivían en este sitio, denominan “Conchó” y que significa mangle rojo. Durante los siguientes 4 o 5 días, Salvatierra ordena a sus hombres que realicen un desmonte de una gran área de este sitio con el propósito de establecerse en el lugar. Construyen varias cabañas para habitaciones de los soldados, el sacerdote y como almacén de los productos que traían, también realizaron un corral para proteger a los animales.

Finalmente, el día 25 de octubre de 1697, teniendo todo preparado, el padre Juan María de Salvatierra inicia una magna ceremonia religiosa para declarar formalmente fundada esta Misión. A continuación, transcribimos parte del relato que hizo el sacerdote sobre el evento: …Dieron señas de mucho gozo los indios e indias con la venida de la santa imagen [de Nuestra Señora de Loreto], que llegó aquí el viernes en la tarde, y el sábado siguiente se le celebró la misa, en 25 de octubre, y dos días después habíamos plantado la santa cruz con muchas flores, instándome todos los españoles [y] después muchos indios para besarla.

Con este evento sencillo pero solemne, queda fundada la primer capital de las Californias. Aún hubo muchas barreras y obstáculos qué sortear, pero, afortunadamente, la perseverancia de los sacerdotes y posteriormente de los colonos europeos y mestizos que habitaron el lugar, lograron que el sitio permaneciera y que hasta el día de hoy sea baluarte del progreso y amor a la tierra Sudcaliforniana.

 

Bibliografía:

 

“Misiones de las Californias III: Nuestra Señora de Loreto Conchó” – Carlos Lazcano Sahagún

“Cartas sobre la conquista espiritual de Californias” – Juan María de Salvatiera.

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Francisco María Piccolo, pilar fundamental de la conquista espiritual de la California

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  Los polvorosos caminos del desierto Californiano fueron testigos de los afanes y preocupaciones de los Misioneros Jesuitas que, desde finales del siglo XVII y hasta poco más de la mitad del siglo XVIII, se dedicaron a traer la Fe y la cultura europea a la California ancestral. Uno de estos destacados sacerdotes fue el italiano Francisco María Píccolo, el cual sería el segundo integrante de la Compañía en arribar a estas tierras (en la etapa jesuita), sólo precedido por el Apóstol de las Californias, Juan María de Salvatierra.

Píccolo (bautizado con el nombre de Francesco Maria Piccolo o Francisco Picolo) nació el 25 de marzo de 1654 en el poblado Siciliano de Palermo, Italia; que en ese entonces formaba parte del reino de España. A los 19 años siente el llamado de la religión y decide integrarse al seminario de la Compañía de Jesús (1673).

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Conforme fue avanzando en sus estudios su espíritu inquieto y sobretodo imbuido por el carisma misionero de la Orden, lo motiva a solicitar a sus superiores el ser trasladado a alguna Misión en la Nueva España. Una vez obtenida la autorización viaja hacia el nuevo continente en el año de 1684. Como muchos de sus hermanos, al llegar a la ciudad de México, fue destinado a las Misiones de la Sierra Tarahumara, al norte del virreinato, teniendo su cabecera en el poblado de Carichí. Durante 13 años, el padre Píccolo recorre las montañas y desfiladeros de aquellos sitios tratando de convertir al mayor número posible de tarahumaras, sin embargo, esto no era tarea fácil. En uno de sus relatos sobre sus andanzas por estas tierras comenta que, en una ocasión que cabalgaba por un camino en la serranía, se topó de súbito con un desfiladero de muchos cientos de metros de profundidad lo que hizo que se aventara del caballo, horrorizado, y tardara mucho tiempo en recobrarse del susto. En el año de 1689, a la edad de 35 años, profesa su último voto sacerdotal en la Compañía para ser ungido con el sacramento completo.

Es importante mencionar que durante su estancia en la tarahumara es muy probable que conoce al padre Juan María de Salvatierra, el cual seguramente le expuso este el proyecto de evangelización que estaban planeando junto con uno de los primeros Misioneros Jesuitas que había viajado a la península de California, Eusebio Francisco Kino. Después de conocer los detalles, Píccolo debió haber aceptado unirse a la expedición y apoyar en todo lo que estuviera en su mano para lograr el éxito de este gran paso que se estaba fraguando. En el año de 1697, una vez concedida la autorización por parte del virrey José Sarmiento y Valladares para que los sacerdotes Salvatierra y Kino iniciaran su actividad Misionera en la California, se da inicio a esta gran epopeya. Lamentablemente el principal promotor, Eusebio Francisco Kino, no logra acompañarlos, sin embargo el destino le tenía predestinada otra misión tal vez mucho más importante, que fue el dar apoyo con provisiones a las primeras Misiones que se fundaron en la California.

Unos pocos días después de fundada la impronta del Real Presidio de Loreto, llega al puerto el sacerdote Píccolo (23 de noviembre) el cual de inmediato inicia el estudio de la lengua de los laimones (grupo de naturales de la rama de los Cochimíes que habitaban en la Bahía de San Dionisio). A finales del mes de diciembre de 1698, una vez que estaba suficientemente preparado en el conocimiento de la lengua y costumbres de los habitantes de esas latitudes, organiza un plan con el padre Salvatierra a fin de explorar las rancherías que se encontraban en la irreductible Sierra de La Giganta y de paso explorar si fuera posible la costa del Pacífico (Mar del Sur) para localizar algún puerto de acogida para el galeón de Manila. Esta primera exploración la realizó acompañado del capitán del presidio de Loreto, don Luis de Torres y Tortolero así como de un pequeño grupo de Californios bautizados. Llegaron hasta lo que se conocía como Puerto Danzantes (hoy Puerto Escondido), lamentablemente no pudieron localizar algún sitio por donde franquear los altos cerros de la Giganta.

De regreso a Loreto, emprende el reconocimiento de un paraje que ya había sido visitado en el año de 1685 por el sacerdote Eusebio Fco. Kino durante la frustrada exploración encabezada por Isidro de Atondo y Antillón, este sitio era llamado por los Californios como “Londó”. Al llegar al lugar, acuden a recibirlo una gran cantidad de Californios los cuales aún recordaban al sacerdote Kino, ante la excelente disposición de los habitantes y por ser un lugar adecuado para fundar una Misión, lo anota como uno de los sitios donde se establecerá posteriormente cuando lleguen más hermanos de la Compañía a auxiliarlos.

El 10 de marzo de 1699 realiza un segundo viaje para incursionar en la sierra La Giganta. Hacía unos meses se había bautizado a un joven de aquellos lugares, al cual impusieron el nombre de Francisco Javier. Él y sus acompañantes relataron que era un sitio muy bien puesto para establecer una Misión, con mucha agua, tierra para cultivar y una gran cantidad de gentiles que serían rápidamente convertidos. Fue un viaje sumamente difícil y accidentado debido a lo abrupto de la serranía. Sus únicos acompañantes fueron algunos Californios bautizados, así como un pequeño grupo de Yaquis. Al llegar al paraje conocido en lengua Cochimí como “Vigge Biaundó”, quedó maravillado al poder corroborar el dicho de Francisco Javier. De inmediato inicia la construcción de una pequeña capillita y el día 11 de mayo de 1699 se declara formalmente fundada la Misión, la cual llevó por nombre San Francisco Javier. Al mismo tiempo que se hacía lo anterior, el padre Píccolo encabezó a un grupo de Californios los cuales fueron abriendo un camino entre este sitio y Loreto a fin de que pudieran estar mejor comunicados y sobre todo pudiera ser accesible a los caballos y mulas con el fin de poder llevar las provisiones necesarias. Fue en el mes de junio de 1699 que se da por finalizado este tramo de camino.

Durante el tiempo que permanece en el sitio recabó información entre los naturales sobre el mejor camino para acceder a la costa Oeste. Los informes que recibió le indicaron que la mejor opción era continuar por el cauce del arroyo “Las Parras”, por el mismo que había llegado a este sitio. Regresa a Loreto en donde prepara todos los materiales, cabalgaduras y personas que lo acompañarían en esta aventura y, el día 7 de octubre de 1699, inicia su viaje hacia las costas Occidentales. Lo acompaña además del grupo de naturales y Yaquis, el capitán del presidio y unos cuantos soldados. El último punto explorado donde hicieron escala fue en San Francisco Javier, momento que aprovechó el capitán del presidio y los soldados para fabricar adobes e iniciar con la construcción de una capilla y un cuarto para el sacerdote. El 27 de octubre, muy de mañana, salen los exploradores y durante su ruta fueron bien tratados por todos los Californios que encontraron los cuales les regalaban mezcales y conchas y les daban información o los acompañaban hacia los aguajes más cercanos.

Durante este viaje, el padre Píccolo pudo hacer gala de sus dotes de gran diplomacia, algo que lo caracterizó durante toda su vida. Siempre se distinguió por el gran respeto y aprecio por los naturales y sus costumbres, negándose, cuando así se lo ordenaban, a educar a los Californios  sólo en idioma Español. Su respeto por las decisiones de los naturales era tal que, por ejemplo, en este viaje pidió a las mujeres de una ranchería que le dejaran bautizar a sus hijos, pero ellas le replicaron que debían esperar a que regresaran sus esposos, que estaban de cacería, para que ellos tomaran esa decisión; el sacerdote Francisco María no puso objeciones ni reparos y prodigó el mismo cariño y alimento a todos sin molestia por la negativa.  Al poco tiempo llegan a su destino final y pudieron contemplar una inmensa bahía, con abundante alimento, pero que lamentablemente no ofrecía refugio pertinente para el Galeón de Manila. Permanecieron en el sitio por varios días hasta que empezaron a escasear las provisiones por lo que el padre Píccolo y el capitán ordenaron el regreso a San Francisco Javier. Tras una penosa marcha por parajes con escasa agua, llegan a San Javier el 30 de octubre aproximadamente a las 3 de la tarde. Como conclusión de este viaje podemos decir que había sido un éxito, puesto que llegaron a las costas del Mar del Sur y entablaron alianzas de amistad con los grupos de Californios que habitaban en esos terrenos.

Un suceso que estuvo a punto de dar por los suelos con este proyecto de Misión de San Francisco Javier Vigge Biaundó fue protagonizado por un soldado el cual se había casado con una neófita del lugar. Cuando llegó la temporada de la cosecha de pitahayas (denominada  Mejibó en lengua Cochimí) la esposa del soldado decide unirse con sus familiares y vagar por el monte recolectando y disfrutando de estos frutos. El esposo, molesto por su ausencia, decide seguirla para traerla de regreso, en el camino es abordado por un Californio ya anciano el cual trata de convencerlo para que no lo haga pero al calor de la discusión, el soldado le dispara y lo mata. Los demás habitantes de la ranchería al escuchar la detonación acuden al sitio y, al percatarse de lo ocurrido, asesinan al soldado destruyendo a su paso lo poco que se había construido de la Misión. Afortunadamente para el sacerdote Píccolo, éste se encontraba de viaje, ya que de lo contrario seguramente habría pagado con su vida por esta desafortunada situación. Con el tiempo los ánimos se calmaron y los cabecillas del levantamiento fueron perdonados, regresando la tranquilidad a esta Misión.

Durante el año de 1700 y 1701 se dejó sentir una gran hambruna en la California, al igual que otros sitios de la Nueva España, provocada por la casi total ausencia de lluvias. Esto motivó al padre Píccolo para que acudiera a las ciudades de Guadalajara y de México para gestionar apoyos en alimento y dinero para sus misiones Californianas, de no obtenerlo su labor evangélica en la península estaría comprometida. Durante su ausencia, el sacerdote recién llegado, Juan de Ugarte, lo cubrió en la titularidad de la misión de San Francisco Javier. Gracias a los buenos oficios de Píccolo, en enero de 1702 regresa a Loreto en el barco “San Javier” cargado con una buena cantidad de alimentos. Como un comentario que ejemplifica la desesperada situación que se vivía en la California por parte de los Colonos, el sacerdote Salvatierra dejó registrado en sus cartas que tanto sacerdotes como soldados “se habían visto en la necesidad de salir a buscar alimentos a la manera como lo hacían los nativos”.

Durante el año de 1702, el sacerdote Francisco María Píccolo, escribe su célebre informe titulado “Del estado de la nueva Christiandad de California, que pidió por auto la Real Audiencia de Guadalajara”. Este documento era un intento desesperado que realizó el ignaciano para convencer a las autoridades en apoyar de inmediato a sus hermanos de la California. En el escrito también realiza algunos comentarios sobre la fauna, flora y geografía de esta península. También reseña los esfuerzos que realizó al llegar a Loreto y cómo paulatinamente fue aprendiendo el idioma de los grupos de Californios hasta realizar los primeros viajes y fundaciones de misiones, las cuales hasta esa fecha eran cuatro: Nuestra Señora de Loreto, San Juan Londó, San Francisco Javier y Nuestra Señora de Los Dolores (en ésta última sólo había realizado algunos bautizos y concentración de naturales en este paraje).

El mencionado documento ha sido muy criticado por considerarlo como una versión con datos “exagerados y muy alegres” de la California. Incluso el mismo Miguel del Barco, misionero jesuita que por treinta años trabajó en las misiones de la península, lo califica de “tener muchos yerros” entre los que sobresale las “alabanzas a la fertilidad de la California”. Los defensores de los escritos de Píccolo sostienen que el sacerdote por lo general escogía sus caminos de exploración en cañadas de Arroyos y casi siempre en fechas en las que es probable que hubiera llovido, motivo por el cual hacía descripciones muy elogiosas del verdor de la península y la gran cantidad de flora y fauna que encontraba en su camino. En la actualidad, el proceso de desertificación que paulatinamente se ha extendido por la península ha ocasionado que el paisaje sea mucho muy diferente del que conoció Píccolo. A pesar de todo, el informe se ha publicado como libro en varios idiomas, sobresaliendo su inclusión en el libro “Kino’s historical Memoir of Pimeria Alta” de Herbert E. Bolton

Continuando con la vida del padre Píccolo, a pesar de sus grandes esfuerzos, como resultado de su viaje sólo obtuvo que se le pagara un apoyo de 6000 pesos que había estipulado el rey Felipe V para sostenimiento de las Misiones. En el mes de octubre de 1702, el barco que transportaba estas provisiones así como dos sacerdotes que se integraban a las acciones misioneras: Juan Manuel Basladúa y Jerónimo Minutuli, fueron sorprendidos por una gran tormenta la cual obligó al capitán a lanzar al mar la mayor parte de los suministros para evitar el naufragio y una muerte segura. Finalmente volvió la calma y pudieron llegar exhaustos y cansados a Loreto.

De regreso a la California se decide relevarlo definitivamente de su responsabilidad en la Misión de San Francisco Javier, quedando oficialmente encargado el padre Juan de Ugarte. A partir de este momento, Píccolo se dedica a gestionar recursos económicos y de alimentos para las escuálidas misiones Californianas y, en el año de 1704 viaja acompañado del sacerdote Basaldúa hacia Sonora, para solicitar al padre Eusebio Francisco Kino los socorriera con todo lo que pudiera enviar para estas tierras tan necesitadas. Como ya se ha comentado, Kino jamás se desvinculó de la California y puso a disposición de sus hermanos de Orden así como de los Californios todo lo que tuvo en su poder, enviando a través del puerto de Guaymas cargamentos de granos, herramientas, telas y en fin todo lo que pudieran necesitar. Por un breve periodo, durante este año,  el sacerdote Píccolo estuvo al frente de la Misión de San José de la Laguna o San José de Guaymas (hoy Guaymas), en Sonora.

De regreso a la península, el barco en que venía Píccolo transita frente a Bahía Concepción y Mulegé, causándole una grata impresión por su abundante agua y arboleda, pensando que sería un magnífico sitio para establecer una nueva Misión.  Lamentablemente, el honor de ser el fundador de la Misión no le tocó a Píccolo sino a su compañero de viaje, Juan Manuel Basaldúa, el cual en noviembre de 1705 funda la Misión que llevaría por nombre Santa Rosalía de Mulegé. En ese mismo año, el padre Francisco María es nombrado Visitador de las Misiones de Sonora y California por lo que tuvo que viajar constantemente en la gran extensión de este territorio, sin embargo, siempre tenía en mente a sus Californios y hermanos de la Compañía que habitaban estas tierras, por lo que de forma frecuente acudía al padre Kino para recordarle el envío de los apoyos.

En el año de 1709, al finalizar su encargo de Visitador, se traslada a la Misión de Santa Rosalía de Mulegé, donde el sacerdote Basaldúa había caído gravemente enfermo víctima de viruela. Debido a la severidad de su mal se le ordena quedarse con la titularidad de este sitio, permaneciendo en él por espacio de 9 largos años (hasta 1718). Como siempre, el padre Píccolo reinició su trabajo al frente de los Californios de esta misión evangelizándolos y enseñándoles las costumbres europeas, asistiéndoles en la enfermedad, la muerte y en general en todos los asuntos de la vida Misional. Aunado a lo anterior, continuó haciendo viajes de exploración por la sierra La Giganta para encontrar nuevos parajes y así evangelizar a más Californios. También, no cejaba en su empeño de encontrar algún puerto en la costa occidental para que sirviera como puerto para el Galeón de Manila.

En el año de 1706 aconteció un suceso muy desafortunado entre los sacerdotes y el hasta entonces capitán del presidio de Loreto, Antonio García de Mendoza. Esta persona acusó a Píccolo y Salvatierra de que les imponían mucho trabajo, a él y sus soldados, sin embargo, esto era una calumnia. El verdadero motivo de molestia del capitán era que los sacerdotes se oponían a que utilizara y explotara a los Californios en la pesca de perlas. Al final, la acusación del capitán no prosperó por lo que no le quedó más remedio que solicitar ser “licenciado” de su puesto, algo que de inmediato aceptaron los sacerdotes. A los pocos días y en votación secreta, los soldados deciden nombrar al portugués don Esteban Rodríguez Lorenzo como su nuevo comandante, destacando por ser muy trabajador y sobre todo afectó en grado sumo a los sacerdotes.

En el año de 1709, a petición de un grupo de Californios que procedían de una ranchería de nombre Kaelmet (hoy La Purísima), decide acompañarlos para verificar las condiciones del lugar y saber si era propicio para fundar una Misión. Al llegar al sitio lo encuentra muy hermoso con abundante agua y árboles, lo habitaban una gran cantidad de Californios los cuales se mostraron amables y afectuosos con los visitantes regalándoles agaves. Algunos de los naturales presentes le platican al padre Píccolo que siguiendo el cauce del arroyo pueden llegar al mar, el cual se encuentra a corta distancia. El sacerdote emprende el camino acompañado de los Californios y descubre un sitio maravilloso desde el que se aprecia el Mar del Sur, sin embargo no lo encuentran adecuado para establecer un puerto. Ese sitio actualmente se conoce como Boca de San Gregorio. Muy satisfecho de lo logrado, regresa a la Misión de Mulegé a la cual arriba el 24 de junio de 1709. En el año de 1712 realiza un nuevo viaje a este sitio en donde encuentra un lugar más propicio para fundar una Misión, lamentablemente por falta de misioneros esta fundación se retrasó hasta el año de 1717, imponiéndosele el nombre de La Purísima Concepción de la Santísima Virgen. En 1734, la Misión se traslada a un nuevo sitio que es donde definitivamente se encuentra.

El andariego padre Píccolo fue visitado en la misión de Mulegé por un grupo de Californios que residían en el valle de San Vicente, en un lugar por donde pasaba el arroyo Kadakaamán, y le piden que los acompañe ya que deseaban que los bautizara a ellos, sus mujeres y sus hijos y fundara una Misión en sus tierras. Ni tardo ni perezoso, el padre Píccolo, con sus 62 años a cuestas, hace los preparativos para visitar aquel lugar y parte de esta misión el día 13 de noviembre de 1716. A los pocos días llegan al lugar donde reconoce que es muy adecuado para la fundación de una Misión: mucha agua, muchas tierras para cultivar y una enorme cantidad de Californios que día a día iban llegando, tantos, que era imposible calcular la totalidad. En el paraje permanece todo el mes de diciembre y presencia diferentes ceremonias y costumbres de los habitantes de las rancherías, mismas que reseña en las cartas que escribió al padre Jaime Bravo, dejando evidencia con ello de su aguda inteligencia y gran capacidad de observador lo que permitió dar cuenta en estos maravillosos escritos etnográficos.

En el año de 1720 es nombrado Superior de las Misiones Californianas, pasando a residir al puerto de Loreto. Con el paso del tiempo la salud del sacerdote se va debilitando hasta el grado que en el año de 1721 se encuentra casi ciego, pero aún así seguía tratando de cumplir con sus obligaciones.  La falta de más misioneros que se destinaran al servicio de esta tierra y, el que todos los que residían en California se encontraran ocupados en resolver los graves problemas que les aquejaban en sus Misiones, ocasionaba que no pudiera relevársele de sus actividades. Aún con su precaria salud, el sacerdote Píccolo dictaba cartas en las que, tanto  intercedía ante las autoridades para que ampararan a los hijos de algún soldado del presidio como solicitaba encarecidamente que se destinaran más recursos para socorrer a las misiones que recién se iban fundando o se necesitaba fundar.

En el año de 1728, el sacerdote Jaime Bravo es comisionado para acudir a Loreto y socorrer en sus actividades al padre Píccolo. Los estragos que habían causado en su salud los años de privaciones así como los largos y pesados viajes de exploración fuero mermando día con día su cuerpo. El 22 de febrero de 1729, a la edad de setenta y cinco años, el sacerdote Francisco María Píccolo fallece en la quietud de su humilde camastro, rodeado por sus queridos Californios los cuales lo lloraron por varios días. Sus restos fueron sepultados en Loreto y tuvo el honor de ser el primer sacerdote jesuita que rindió tributo a la tierra en esta península Californiana.

Francisco María Píccolo fue un incansable viajero por las tierras Californianas, realizando incursiones de exploración y evangelización. Gracias a su espíritu inquieto y perseverante, contribuyó de forma directa e indirecta al establecimiento de un tercio de los establecimientos Misionales fundados por los jesuitas en nuestra península. Existe una frase que se atribuye a la Madre Teresa de Calcuta: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería mucho menos si le faltara una gota”. De la misma manera podemos resumir la obra del padre Píccolo, sin su entrega y amor por esta tierra, no seriamos la California que hoy tenemos.

 

Bibliografía:

Ponce A. (2012). Misioneros jesuitas en Baja California – 1683-1768. Madrid: Editorial Bubok

Lazcano C. (2017). Francisco María Píccolo: 288 años de su muerte, consultado el 18 de julio de 2020, de https://www.elvigia.net/general/2017/2/5/francisco-mara-pccolo-aos-muerte-263130.html

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La fecha de fundación de la Misión de La Paz. Un enigma a desentrañar

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En nuestra tierra californiana, la influencia del periodo jesuita fue definitiva para la consolidación del dominio de la Corona Española y la entrada de la cultura de esta nación en nuestras tierras. Sólo la fe inquebrantable y la obstinación propia de los misioneros de la Compañía pudieron ser rivales contra la aridez de nuestra península y la hostilidad de sus lugareños. Poco a poco, a partir de 1697, se fueron internando los misioneros en las entrañas de la California milenaria y fundando las famosas misiones, por medio de las cuales se planeaba la conversión de los californios en la religión que ellos ostentaban así como el cambio de toda su forma de vida.

Sin embargo, no siempre fue tarea fácil el poder datar con exactitud la fecha en la que se fueron fundando estos enclaves misionales, como ahora lo vamos a poder conocer en el caso que nos ocupa, que es el enigma de la fecha de fundación de la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz.

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Sin lugar a dudas, todos los historiadores de la California han tenido que remitirse a los textos que nos han heredado los misioneros jesuitas para poder tener una referencia de los diferentes sucesos que se dieron durante los 70 años que permanecieron en esta península (1697- 1768). Afortunadamente, existen repositorios en nuestro país en donde se han concentrado una gran cantidad de informes que rendían de forma constante y permanente los ignacianos a sus jerarquías dentro de la Compañía.  Estos repositorios son el Archivo General de la Nación, Fondo Antiguo de la Biblioteca Franciscana, Fondo Franciscano y la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, etcétera. También a nivel internacional se cuenta con el Archivo General de Indias (Sevilla, España), Fondo Jesuita (Roma, Italia), y la Biblioteca Bancroft en Berkeley, California, entre otras.

Antes de continuar con este derrotero en la búsqueda de la fecha exacta del establecimiento de la Misión de La Paz, es importante contextualizar al lector. Para definir la fundación de una misión, se llevaba a cabo todo un proceso que involucraba presupuestos, personal que se destinaría para su funcionamiento e incluso hasta el nombre que llevaría el mencionado establecimiento. Como bien sabemos, los jesuitas concertaron una autorización virreinal con el  marqués José Sarmiento y Valladares para poder trasladarse a la California e iniciar la conversión de los naturales. La mencionada autorización no fue fácil de conseguir, pero dado que los Ignacianos se ofrecieron a realizar esta conquista espiritual sin pedir un solo quinto a la Corona Española, esto fue lo que inclinó el fiel de la balanza a su favor. Sin embargo, este ofrecimiento representó, durante todo el tiempo que permanecieron en la California, un gran reto ya que tenían que ingeniárselas para conseguir el dinero suficiente para sostener a las misiones. Desde un principio esto lo consiguieron solicitando “donaciones” a las caritativas almas piadosas entre los ciudadanos más ricos de la Nueva España. No sin grandes dificultades pudieron poco a poco conseguir el dinero suficiente para iniciar y expandir su odisea en las Californias.

Una vez que se contaba con el dinero que garantizara el sostenimiento de una misión, se planeaba cuidadosamente el lugar en el que se iba a establecer procurando que fuera una ranchería muy poblada, con abundante agua y tierra para practicar la agricultura, aunque fuera de forma modesta. Posteriormente, se definía a qué sacerdote le correspondería el alto honor de realizar el recorrido hacia el paraje seleccionado y construir los incipientes edificios (templo, barracas, plaza de armas, almacenes, vivienda para el sacerdote y los soldados, etctérea) que darían pie a este nuevo enclave misional. Finalmente, se acordaba la fecha de partida, las personas que acompañarían al sacerdote en su travesía así como la mejor ruta para llegar al lugar marcado. Casi siempre los sitios seleccionados ya eran conocidos con antelación (dos o tres años anteriores), pero se esperaba hasta tener el suficiente sostenimiento económico y el personal necesario para iniciar la fundación de estos centros, lo anterior garantizaba que su permanencia en el tiempo fuera exitosa.

En el sitio del puerto de La Paz, ya este lugar había sido explorado desde el año de 1533 con la fallida y desastrosa expedición de Fortún Jiménez, dos años después arriba al lugar Hernán Cortés, el cual por casi 12 meses estuvo porfiando el lograr establecerse de forma permanente pero al final tuvo que retirarse sin haberlo logrado. En el año de 1683 también se había intentado fundar una nueva misión, la cual llevaría el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe de las Californias, y a pesar de que durante dos meses una fuerza comandada en lo militar por Isidro Atondo y Antillón, y en lo espiritual por Eusebio Francisco Kino, permanecieron en el sitio, tuvieron que abandonarla abruptamente. En el año de 1716, el sacerdote Juan María de Salvatierra había organizado una expedición por la “Nación Guaycura” buscando un paso para llegar al puerto de La Paz y fundar una Misión, pero el carácter belicoso de los Californios de ese sitio se lo impidió.

Fue hasta el primer día del mes de noviembre de 1720 que los sacerdotes Jaime Bravo y Juan de Ugarte, a bordo de la balandra “El Triunfo de la Santa Cruz”, deciden emprender el establecimiento definitivo de una Misión en el puerto de La Paz. A ellos se les sumaría diez días después el sacerdote Clemente Guillén, el cual por tierra realizaría la travesía para encontrar a sus hermanos de Orden.

En estas fechas de salida de la expedición coinciden todos los historiadores, los cuales como ya mencioné, se han basado en los escritos que heredaron los misioneros jesuitas, tanto los tres que participaron, como sus hermanos ignacianos que estuvieron enterados de esta aventura. Sin embargo las discrepancias sobre la fecha de fundación de la misión ha sido motivo de diferencias, las cuales expondré a continuación.

El historiador y profesor Pablo L. Martínez, en su libro Historia de la Baja California menciona lo siguiente sobre este particular: La misión de La Paz fue fundada el 4 de noviembre de 1720, si por fecha de la fundación debe tomarse el día de la llegada de los fundadores, los PP. Ugarte y Bravo, quienes habían salido de Loreto en la balandra “El Triunfo de la Cruz” el día 1º. del referido mes de noviembre. Escogido el lugar apropiado “en una loma alta que domina las playas, a tiro de escopeta corta de aguaje, y de suelo duro y llano, con una mesa muy espaciosa”, se dio principio al desmonte, el cual estuvo terminado en cuatro días. En otro de sus libros titulado Efemérides Californianas: 1533-1933, nuestro autor reafirma esta misma fecha como el aniversario de fundación de la Misión de La Paz. Como podemos apreciar, Martínez es categórico en la fecha de la fundación, sin embargo, tengo que hacer la siguiente consideración: casi ninguna de las misiones que se fundaron en la California toma como el día de este importante acto cuando arriban a un sitio. Según tengo entendido, la única Misión fundada el mismo día de la llegada a un lugar fue la misión establecida por E. F. Kino en el puerto de La Paz en 1683. Por lo general, el primer día de la llegada, los colonos se dedicaban a descansar, a reconocer el sitio para escoger el mejor lugar para construir la iglesia, las barracas, almacenes e incluso establos para los animales que les acompañaban. El desmontar el terreno y levantar todos estos inmuebles, por más frágiles y sencillos que fueran, les llevaba varios días, así que declarar el día de la llegada de la expedición a un paraje como el día de la fundación de la misión era un excepción rarísima.

Otro de los doctos investigadores que expresó la fecha de la fundación de la Misión de La Paz fue el Dr. Michael W. Mathes, el cual en su libro Las Misiones de Baja California  1683 – 1849 dice lo siguiente: La Bahía de La Paz, descubierta por Femando Cortés en 1535 y nombrada como tal por Sebastián Vizcaíno en 1596, fue explorada por el Almirante Isidro de Atondo y Antillón en 1683 y el Padre Juan María de Salvatierra en 1716, ambos en busca de un sitio apropiado para una misión. El sitio de la Misión Nuestra Señora del Pilar de La Paz fue escogido por los Padres Juan de Ugarte y Jaime Bravo el 13 de Noviembre de 1720, quienes habían salido de la Misión Nuestra Señora de Loreto, doscientos treinta y tres kilómetros al norte, abordo de El Triunfo de la Cruz. Dotada por el Marqués de Villapuente, la misión fue fundada el 3 de diciembre por los Padres Ugarte y Bravo, y tres días después la llegada del Padre Clemente Guillén contribuyó al éxito de la fundación. Aunque muy dependiente del servicio de El Triunfo de la Cruz para abastecerse, la Misión se extendió para incorporar las visitas de San Blas, Angel de la Guarda y San Hilario. Aquí podemos darnos cuenta de la discrepancia tan grande, de casi un mes, entre la fecha establecida por Pablo L. Martínez y el Dr. Mathes, sin embargo hay elementos de peso, que en breve describiré, para que el Dr. William Michael concluyera esta fecha de diciembre.

También el historiador y cartógrafo Carlos Lazcano Sahagún, en un artículo publicado en el diario El Vigía y titulado Misiones de las Californias X: Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airipí expresó lo siguiente sobre esta importante fecha: El 13 de noviembre de 1720, los padres Juan de Ugarte y Jaime Bravo salieron en barco de Loreto hacia la bahía de La Paz con el fin de hacer un nuevo intento por establecer una misión la bahía. La navegación la hicieron en “El Triunfo de la Cruz”, el primer barco construido en California.  Así, gracias al patrocinio del Marqués de Villapuente y a la mejor disposición de los guaycura, el 3 de diciembre de dicho año, los padres Bravo y Ugarte pudieron fundar la misión de Nuestra Señora de la Paz, en un paraje que los indios llamaban Airipí. A los pocos días del establecimiento, llegó por tierra a la misión el padre Clemente Guillén, quien abrió el primer camino terrestre entre las misiones de Loreto y La Paz, lo que mucho ayudó a consolidar esta naciente misión”. Como se puede percibir, tanto Mathes como Lazcano coinciden en la misma fecha sobre la fundación de esta misión.

El profesor e historiador Leonardo Reyes Silva nos deja la siguiente información en su libro Tres hombres ilustres de Sudcalifornia, sobre la fundación de la misión en comento: Del establecimiento de la misión de La Paz en 1720 existen tres valiosos documentos escritos por los padres Jaime Bravo, Juan de Ugarte y Clemente Guillén rescatados por el doctor Miguel León Portilla, mismos que aparecieron en un libro editado por el gobierno de Baja California Sur en el año de 1989 con el título de “Testimonios sudcalifornianos”. En la introducción, el doctor León-Portilla dice: El padre Juan de Ugarte, que ejercía por ese tiempo el cargo de visitador, encomendó la empresa al recién ordenado sacerdote, pero ya veterano en estas misiones, padre Jaime Bravo. Salieron así ambos del puerto de Loreto el 1º de noviembre de 1720, estrenando la balandra construida en la península, “El Triunfo de la Santa Cruz”. En sólo dos días y medio llegaron a la gran bahía. El 3 de noviembre desembarcaron y al día siguiente, sin concederse reposo alguno, levantadas las primeras barracas, formalmente quedó fundada la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz.

El profesor e historiador Jaime Holmos Montaño relata en su libro Apuntes cronológicos de Baja California Sur y los Cabos esta información: Noviembre 4 Se funda en La Paz, la Misión Nuestra Señora del Pilar de La Paz, Airapí, por los padres Juan de Ugarte y Jaime Bravo, este último duró ocho años al frente de la Misión ya que fue llamado a Loreto para que ayudase al padre Píccolo, debido a que estaba muy viejo y enfermo.

El emérito profesor e historiador Gilberto Ibarra Rivera en su libro La Paz, ciudad y puerto mexicano. Origen, proceso histórico y símbolos emblemáticos, comenta lo siguiente sobre este asunto: Después de la fundación de Loreto hubo de pasar dos décadas y tres años para que fuese posible el avance de los jesuitas hacia el sur y lograr, al término de ese tiempo, la fundación de la Misión de La Paz, lo que sucedió hasta el 3 de noviembre de 1720, con la advocación a Nuestra Señora del Pilar de La Paz, patrona del puerto, establecida entre los callejúes, una rama del grupo guaycura.

Ahora bien, toca el momento de analizar fuentes primarias de la historia, los escritos de los jesuitas que participaron en este evento multicitado. Afortunadamente, los tres sacerdotes que tuvieron el papel protagónico en esta aventura de fundar la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz escribieron relaciones en donde contaban cómo se llevó a cabo este suceso.

El padre Juan de Ugarte narra este acontecimiento en la Carta del padre visitador Juan de Ugarte al excelentísimo señor Marqués de Valero, Virrey. Fundación de la misión de Nuestra Señora del Pilar, en el puerto de La Paz. Marzo 15 de 1721. En este documento no se consignan fechas y simplemente es un relato general de lo que realizaron los sacerdotes desde el día que partieron de Loreto hasta el mes de marzo de 1721.

El padre Clemente Guillén también dejó una relación la cual se titula Expedición por tierra desde la Misión de San Juan Malibat a la Misión de La Paz en el seno Califórnico, año 1720, por el padre Clemente Guillén y aunque es un documento muy detallado en fecha y sucesos es de poca ayuda para establecer la fecha de la fundación de la misión ya que cuando él arriba a La Paz, el 6 de diciembre, es muy probable que la misión ya estuviera fundada.

Finalmente, el sacerdote Jaime Bravo nos ofrece la relación más completa y al parecer es en la que se han basado todos los historiadores del siglo XX para concluir las fechas en que probablemente se funda la Misión de La Paz. El documento del sacerdote Bravo se titula ¿Razón de la entrada al puerto de La Paz: conquista de la Nación guaycura y fundación de la Misión de Nuestra Señora del Pilar en California, año de 1720, por el padre Jaime Bravo. En el mencionado documento el ignaciano comenta que efectivamente, en la tarde del día 3 de noviembre de 1720 llegaron al puerto de La Paz y que a partir de ese día hasta el 6, se dedicaron a desmontar un terreno cercano a la playa, sin embargo también precisa que encontraron un paraje muy a propósito para fundar la Misión, arriba de una loma. Los demás días los dedican a construir algunas barracas y almacén así como para realizar exploraciones a lugares cercanos por tierra y visitando las islas Cerralvo, San José y Espíritu Santo en busca de naturales que acudieran para ser catequizados.

El sacerdote Bravo menciona que, al mismo tiempo que una parte de sus hombres van a explorar, otra parte empieza a desmontar la “loma alta que habían encontrado” y finalmente concluye lo siguiente: Al mismo tiempo que llegó la canoa, estábamos mudando todo el tren de barracas y demás cosas a la loma que se había despejado. Y todo quedó en ese día compuesto, y en el siguiente día del glorioso Apóstol de las Indias, San Xavier, armadas las tres barracas dentro de una trinchera de estantería de mezquites, con su plaza de armas y a los alrededores sus casillas que hizo la gente de mar, cocina, y corral, todo junto dominando toda la bahía, palmar y dilatados llanos, con admirable vista.

Este mismo día, después de las misas, se enarboló el estandarte de nuestra redención, la Santa Cruz, hecha de dos palmas muy derechas y fuertes, y la principal quedó de once varas de alto, con lo que le corresponde de brazos, hechura de un buen carpintero, y con aparejos reales y cabrias, en que son Inteligentes los marineros, se plantó en un hoyo de estado de hondo, y como está en alto y despejado, se ve desde muchas leguas a la mar.

El día en que se celebra al “glorioso Apóstol de las Indias, San Xavier” es el día 3 de diciembre, por lo que es muy probable que todos los actos que relata Bravo que se llevaron a cabo ese día, hayan hecho concluir al Dr. W. M. Mathes, que no fue el 3 de noviembre, sino el 3 de diciembre de 1720, el día en que “formalmente” se fundó la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí.

Aquí abro un paréntesis para aclarar lo siguiente. En diversos sitios de Internet y documentos que circulan dentro y fuera de nuestro Estado, se dice que la actual Catedral de la Ciudad de La Paz (ubicada en la calle Revolución de 1910 entre Independencia y 5 de mayo) corresponde al templo de la “Misión” que fundó Jaime Bravo y Juan de Ugarte en 1720. Esto es totalmente falso. Este templo, el que ahora vemos en el centro histórico de la ciudad, inició su construcción en el año de 1861 y en su fase primaria se culminó cuatro años después. El sitio donde se erigió tampoco es el lugar donde se cree que estuvo la Misión de Nuestra Señora del Pilar. De todo esto hay constancia en el Archivo Histórico de Baja California Sur “Pablo L. Martínez”.

Como conclusión general podemos decir que, de acuerdo a los documentos que se conocen en la actualidad sobre los sucesos que ocurrieron en las fechas en que llegaron a este puerto de La Paz los sacerdotes Bravo, Ugarte y Guillén, no definen explícitamente una fecha específica para decretar la fundación de la misión del sitio, tal como sí aparece, por ejemplo, en la fundación de la Misión de Nuestra Señora de Loreto. A la mejor conclusión que podemos llegar es que fue el día 3 de noviembre (no el 4, como asegura Pablo L. Martínez) la fecha de la llegada del contingente de colonos que venían a fundar una Misión en este puerto de La Paz.

Bibliografía:

Pablo L. Martínez. “Historia de la Baja California”

Dr. Michael W. Mathes. “Las Misiones de Baja California  1683 – 1849”

Carlos Lazcano Sahagún. “Misiones de las Californias X: Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airipí”

Leonardo Reyes Silva. “3 hombres ilustres de sudcalifornia”

Jaime Holmos Montaño. “Apuntes cronológicos de Baja California Sur y los Cabos”

Gilberto Ibarra Rivera. “La Paz, ciudad y puerto mexicano. Origen, proceso histórico y símbolos emblemáticos”

Juan de Ugarte. “Carta del padre visitador Juan de Ugarte al excelentísimo seño Marqués de Valero, Virrey. Fundación de la misión de Nuestra Señora del Pilar, en el puerto de La Paz. Marzo 15 de 1721”.

Clemente Guillén. “Expedición por tierra desde la Misión de San Juan Malibat a la Misión de La Paz en el seno Califórnico, año 1720, por el padre Clemente Guillén”

Jaime Bravo. “Razón de la entrada al puerto de La Paz: conquista de la Nación guaycura y fundación de la Misión de Nuestra Señora del Pilar en California, año de 1720, por el padre Jaime Bravo”.

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