1

Thomas Cavendish y el asalto a la Nao de China

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). De acuerdo a lo relatado en su libro Memorias del Vigía. Cabo San Lucas en su historia, el joven escritor sudcaliforniano Gustavo de la Peña Avilés nos narra que fue a los hombres de Hernán Cortés a quienes que les tocó el honor de haber descubierto este lugar en el año de 1535. Esta primera expedición que llegó por tierra al lugar, nombró al sitio como California. Francisco Javier Clavijero comenta en su libro Historia de la Antigua o Baja California lo siguiente: Añadiremos aquí la opinión del docto ex-jesuita don José Campoi sobre la etimología del nombre California o Californias como dicen otros. Este padre cree que el tal nombre se compone de la voz española cala, que significa una ensenada pequeña del mar, y de la latina fornix, que significa bóveda; porque en el cabo San Lucas hay una pequeña ensenada, en cuyo lado occidental sobresale una roca agujerada de modo, que en la parte superior de aquel gran agujero se ve formada un bóveda tan perfecta, que parece hecha por el arte. Observando pues Cortés aquella cala y aquella bóveda y entendiendo de latín, es verosímil que diese a aquel puerto el nombre de California o Cala-y-fornix, hablando medio español y medio latín. En algunos mapas de los años de 1589 (Ortelius), 1592 (Diego Gutiérrez) y Jaducus Handius (1640), se señala como “C. de California” o “C. California” a la punta de la península.

Sin embargo, aún faltaban muchos sucesos por ocurrir en esta parte del mundo para que se quedara un nombre definitivo para este bello lugar de la geografía californiana. En el año de 1539, Francisco de Ulloa recorre en un viaje de exploración este mismo sitio al cual denomina como Plaia Ballena y es con este nombre que aparece en el mapamundi que fue diseñado y construido por Agnes en el año de 1542.  El explorador español Juan Rodríguez Cabrillo arriba a este puerto el día 3 de julio de 1542 y tras una estancia de tres días, antes de partir le da el nuevo nombre de “Puerto de San Lucas”. El nombre original del puerto en comento era “Yenecamú”, palabra de origen pericú que significa “Lugar donde se unen dos aguas”. Posterior a la llegada de los colonizadores españoles y debido a la gran afluencia de expedicionarios, los cuales cada uno se sentía como descubridor de este sitio y con la facultad para colocarle el nombre que le viniera en gana, el sitio tuvo varios nombres a saber: Nueva Albión, Puerto Seguro, Reino de Nueva Andalucía y Villa San Felipe. Sin embargo el nombre que tuvo un mayor impacto y por el cual fue nombrado y conocido por propios y extraños fue el de Cabo San Lucas, nombre puesto el 18 de octubre de 1541 por el soldado español Francisco de Bolaños en el preciso día dedicado en el santoral católico a San Lucas Evangelista.

También te podría interesar: Sí al rescate del nombre original de nuestra tierra: California

Hasta este hermoso paraje arribó uno de los corsarios más jóvenes de la historia y que tenía como intención llevar a cabo el atraco de uno de los barcos más legendarios en los anales de la literatura marina: La Nao de China o Galeón de Manila. Este personaje fue nada menos que Thomas Cavendish (o Candish), un inglés el cual había nacido dentro de una de las familias aristócratas de la antigua Inglaterra y pese a que su familia se esmeró por darle una brillante educación en las más caras y prestigiadas escuela de su reino, él siempre demostró una propensión hacia la vida disipada y de lujo. Una vez que hubo dilapidado su fortuna, con lo poco que le quedaba mandó construir una nave con la cual viajó a las riquísimas tierras recién descubiertas de América en donde pudo admirar y ser testigo de la inmensidad de oro, plata y demás mercancías que se podían obtener de forma fácil y rápida a través de la rapiña en el mar. Regresó a su patria y mandó construir un barco al cual llamó “Deseo” y con él se aprestó a viajar hacia las costas de la Nueva España, en espera de capturar y saquear el Galeón de Manila, al regresar de su viaje por oriente, y donde vendría lento, y su tripulación hambrienta y cansada, cargado con miles y miles de toneladas de oro, plata y mercadería invaluable.

A continuación hago un relato de cómo fue que se llevó a cabo este atraco el cual le valió a Cavendish ser considerado como el corsario más rico de la historia.

A finales del siglo XVI, el territorio de la Antigua California era una tierra inhóspita y casi virgen. Fue a principios de ese siglo que el explorador español Hernán Cortés arribó al puerto, que en aquel entonces bautizó como “de la Santa Cruz”, sin embargo, nuestra península solamente fue ocupado con pequeños enclaves de colonos españoles por periodos muy breves y que al final terminaban en tremendas pérdidas no sólo de haberes sino de vidas humanas.

Fue en ese entonces que la Corona Española se encontraba en pleno auge expansionista y que su llegada a Norte, Centro y Sud América simplemente eran la antesala al dominio de todo el mundo conocido y por conocerse. En uno de esos viajes imperialistas y que viene a colación en esta historia, se descubrió una ruta rápida para transportar las riquezas que se obtenían de los dominios que tenía España en las tierras asiáticas, y traerlos hacia el virreinato de la Nueva España en espera de concentrarlos en España. Me refiero a los viajes que realizaba una de las naves más imponentes por su tonelaje (algunos de 2000 tn.) y capacidad de maniobra y transportación (algunos llevaban 1000 personas) conocida coloquialmente como “La Nao de China”. Este “Galeón de Manila” como también se le conocía, realizaba sus viajes desde las tierras del lejano oriente que estaban bajo el dominio español (Filipinas, Guam, Malasia, Islas Saavedra, Islas Marianas) en donde recolectaba diferentes productos como eran: oro y plata en barra o monedas, telas y objetos de seda; alfombras persas, algodón, abanicos, cajoneras, arcones, cofres y joyeros laqueados, peines y cascabeles, biombos y porcelanas, especias, lana de camello, cera, marfil labrado o tallado, bejucos para cestas, jade, ámbar, piedras preciosas, madera y corchas de madreperla, fierro, estaño y pólvora. En su regreso a América lo realizaba utilizando un fenómeno marino natural llamado “Corriente de Kuroshio” la cual había sido descubierta accidentalmente por el marino Andrés de Urdaneta en el año de 1565. La mencionada “corriente de Kuroshio o Kurosivo” arrastra con mucha fuerza a los barcos que llegan a ella desde Japón y lugares aledaños, y desemboca en el sitio que hoy conocemos como estado de California, EUA. Una vez que los españoles dominaron el arte de navegar utilizando esta ruta, iniciaron un gran intercambio comercial llevando y trayendo productos de América hacia Oriente, y viceversa, con el propósito de establecer su hegemonía sobre los demás países europeos que ya la buscaban.

Sin embargo la preciada carga de estos barcos se convirtió pronto en un tesoro codiciado por todas las potencias de aquella época e incluso los reinos más poderosos como Inglaterra y Portugal patrocinaban a piratas a los cuales otorgaban una “patente de corso” para que pudieran atacar y saquear estas naves, y que al regresar a las tierras bajo sus reinados no fueran perseguidos ni mucho menos juzgados por sus fechorías, siempre y cuando compartieran con sus “contratantes”, la mayor parte de los tesoros obtenidos por este bandidaje más o menos “legalizado”.

Uno de estos famosos atracos se llevó a cabo frente a las costas de Cabo de San Lucas el 14 de noviembre del año de 1587. Como es bien sabido una vez que la “corriente de Kuroshio” depositaba a la “Nao de China” a la altura de la que después se conocería como la Alta California, bajaba “bordeando” toda la península de California hasta llegar al puerto de San Blas y finalmente su punto de llegada que era Acapulco. Cuando pasaba por Cabo San Lucas, por lo general se detenía a surtirse de agua potable y víveres los cuales ya casi se les habían agotado a estas alturas del viaje (por lo general el viaje de vuelta duraba 7 meses). Desde principios del mes de octubre de 1587 el conocido filibustero Thomas Cavendish había llegado a las playas de Cabo San Lucas a bordo de su poderoso barco “Desire” (“Deseo) con la aviesa intención de capturar a uno de los “Galeones de Manila” más grandes y cargado con una de las mayores riquezas que hasta el momento se podían transportar desde tierras orientales: se decía que el mencionado Galeón solamente en barras de oro y plata transportaba un valor de 122 mil dólares (algunos documentos mencionan que eran 700,000 pesos de plata), una cantidad jamás vista en esas épocas, y eso sin contar el valor en más de 1 millón de pesos en mercancía.

Durante más de un mes, el temible capitán Cavendish, se ocultó en la bahía del Cabo de San Lucas en la espera de que se avistara el Galeón. Cuando se tuvo a vista la nave, se pudo apreciar que llevaba el nombre de “Santa Anna”. En ese momento Cavendish dio la orden de iniciar el ataque y después de una persecución de varias horas, empezó a disparar sus cañones, y unos cuarenta de sus hombres abordaron el barco español. Sin embargo debido a la férrea resistencia de los españoles, los ingleses tuvieron que retirarse, hasta que al cuarto ataque dañaron al galeón y el “Santa Anna” alzó su bandera de tregua, logrando Cavendish capturar la “Nao de China”. Cavendish y sus corsarios no cabían de gusto al percatarse que habían logrado una hazaña colosal al convertirse en los piratas más ricos que surcaban los mares en esos años. El 19 de noviembre de 1587, ciento noventa españoles, incluyendo mujeres, fueron abandonados sin prenda alguna en la playa de Cabo San Lucas, únicamente les dieron las velas del “Santa Anna” para usar como casas de campaña. Entre los sobrevivientes se encontraba el que después se convertiría en un extraordinario navegante y explorador: Sebastián Vizcaíno, al cual debe su actual nombre el puerto de La Paz.

Thomas Cavendish tomó algunos prisioneros, como Alonso de Valladolid, el piloto del galeón, quien conocía las rutas del Pacífico, y un sacerdote. Según se sabe, este último lo ofendió por lo que procedió a colgarlo y luego arrojar su cuerpo al mar, partiendo después, rumbo a Gran Bretaña a bordo del “Desire”. Se cuenta que como una muestra del desdén que sentía hacia la corona española, entregó a los sobrevivientes que dejó en suelo californiano, la bitácora de navegación donde se consignaba la carga que llevó el Galeón de Manila, y en la que al calce estampó su firma como una especie de “agradecimiento” por el tesoro concedido. El destino del “Galeón de Manila” fue mucho más triste, el barco de Cavendish era demasiado pequeño como para llevar todo el tesoro, y no tenía suficientes hombres para hacer navegar el galeón español, por lo que procedió a incendiarlo, y lo envió con el resto del tesoro, al fondo del puerto de Cabo de San Lucas. Thomas Cavendish contaba con 27 años de edad cuando realizó este acto que le dio fama mundial.

Sin embargo, este no sería el primero ni el último ataque pirata al Puerto de Cabo de San Lucas o a los Galeones de Manila, los cuales tuvieron la supremacía de los viajes entre los continentes asiático y americano por más de 200 años.

Bibliografía:

Memorias del Vigía. Cabo San Lucas en su historia – Gustavo de la Peña Avilés.

Historia de la Antigua o Baja California – Francisco Javier Clavijero.

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Sí al rescate del nombre original de nuestra tierra: California

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El siglo XXI es el espacio y tiempo idóneo para que se derrumben viejos y anquilosados paradigmas que se han sostenido en el tiempo, ya sea por ignorancia o por costumbre. El nombre que actualmente tiene nuestro estado: Baja California Sur, al cual muchos nativos y extranjeros han reducido al ignominioso adjetivo de baja, se le impuso bajo un esquema toponímico que ya es innoperante, para rescatar el verdadero nombre que nos corresponde y del cual fuimos los primeros en poseer: California.

Hagamos un recuento histórico. En el año de 1535, llega a nuestra península el explorador español Hernán Cortés y durante su estancia, envía diferentes contingentes a explorar esta tierra con el propósito de conocer sus recursos así como para saber si estaba en una isla o no. Nuestro personaje en comento bautizó diferentes puntos de la geografía peninsular como fueron la Bahía de Santa Cruz, Isla de Santiago, Isla de las Perlas, Sierra de San Felipe pero no llegó a bautizar toda esta larga lengua de tierra sobre la que permaneció por casi un año. El historiador Carlos Lazcano Sahagún, uno de los grandes eruditos sobre la historia peninsular con los que contamos en México, sostiene que fueron los hombres enviados por Cortés hacia el sur de la península, los cuales a mediados del mes de noviembre dieron con un sitio al cual los naturales llamaban “Yenekamú”, y en cuya bahía se encontraba un hermoso arco de piedra, el cual estaba rodeado de “bravas costas“, semejantes a las descritas por Garcí Rodríguez de Montalvo en su legendario libroLas Sergas de Esplandián, por lo que es de suponerse que ellos, los soldados y no Cortés, fueron quienes por primera vez llamaron a ese sitio California.

También te podría interesar: El descubrimiento de California: la navegación Becerra-Ximénez, 1533

¿De dónde obtuvieron la palabra California las huestes de soldados que llegaron a esta tierra peninsular? La teoría mayormente aceptada indica que el nombre proviene de una palabra que aparecía en un cantar de gesta romántica titulado La canción de Roland, la cual dice Muerto está mi sobrino que tantas tierras conquistó, contra mí se rebelarán los sajones, y los húngaros y los búlgaros y tantos otros, los romanos, los pullés y los de Palermo, y los de África y los de Califerne.

Sin embargo el término “California” aparece como tal en la novela de caballería Las Sergas de Esplandián, escrita a principios del siglo XVI y que se atribuye su autoría a Garcí Rodríguez de Montalvo. En la mencionada novela se puede leer: Sabed que a la diestra mano de las Indias hubo una isla llamada California, muy llegada al Paraíso Terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algún varón entre ellas hubiese, que casi como las Amazonas era su modo de vivir. Eran éstas de valientes cuerpos y esforzados y ardientes corazones y de grandes fuerzas. La ínsula en sí la más fuerte de riscos y bravas peñas que en el mundo se hallaba. Sus armas eran todas de oro y también las guarniciones de las bestias fieras en que, después de haberlas amansado, cabalgaban; que en toda la isla no había otro metal alguno. Moraban en cuevas muy bien labradas; tenían navíos, muchos, en que salían a otras partes a hacer cabalgadas, y los hombres que prendían llevábanlos consigo, dándoles la muerte que adelante oiréis. Esta novela era muy popular entre los exploradores españoles por lo que seguramente al ver las costas del Sur de nuestra península, creyeron estar frente a la famosa “isla California” y así le pusieron por nombre.

El registro más antiguo de una exploración, en donde aparece mencionado el nombre de California para aplicarlo a nuestra península, se obtuvo en el diario de navegación de Francisco Preciado en la navegación que realizara Francisco de Ulloa. La fecha de esta anotación fue en noviembre de 1539: Aquí nos encontramos a cincuenta y cuatro leguas de distancia de la California, poco más o menos, siempre de la parte de garbino, viendo por la noche tres o cuatro fuegos por los cuales se demostraba que el país estaba muy habitado y por mucha gente, porque la grandeza de la tierra así lo demuestra y pensamos que no puede ser que no haya ciudades grandes habitadas tierra adentro.

El primer mapa donde aparece el nombre de California fue el realizado por Diego Gutiérrez, titulado Americae Sive Qvartae Orbis Partis Nova et Exactisima Descriptio (Exacta Descripción de América, parte nueva del Orbe) fechado en 1562. El término no se aplica a la península, sino al Cabo San Lucas, en donde se lee C. California, es decir Cabo California. Debido a que Cortés no le dio un nombre oficial a toda la tierra descubierta, y ante la necesidad de nombrar a toda esta región con un nombre que permitiera su más fácil manejo tanto en mapas como en descripciones, se procedió a generalizar el toponímico California hacia toda esta península.

Con el paso de los siglos, el nombre de California quedó definitivamente ligado a nuestra península, siendo la media mitad sur de la misma la que por espacio de más de dos siglos tuvo el honor de llevar este toponímico. Durante el año de 1769, con la puesta en marcha del proceso expansionista de los Borbones en la península, que incluía la colonización de las tierras al norte de la California; los franciscanos se trasladan a este sitio y, por cuestiones administrativas deciden dividir este vasto territorio en dos grandes porciones: a la península le dejan el nombre de Baja o Antigua California, y a las tierras de la parte norte, que recién estaban colonizando, y a las que el pirata inglés Francis Drake las había bautizado como Nueva Albión en 1579, le colocan el de Alta o Nueva California. Como bien dice Carlos Lazcano: La California estadounidense nació y se consolidó gracias al gran apoyo que recibieron de las misiones de la California mexicana. La Nueva California recibió un amplio apoyo, material y humano, por parte de la Antigua California. Sin este apoyo la nueva provincia hubiera fracasado.

Esta denominación de Alta y Baja California continuó utilizándose posteriormente al nacimiento de nuestro país, México. En ocasiones como Departamento y en otras como Territorio. Fue durante la guerra de invasión que realizó el gobierno de Estados Unidos contra nuestro país en el año de 1847, que nos arrebató una gran porción de tierra, entre la que se incluía la Alta California. A partir de su incorporación como un nuevo estado de aquella nación, el adjetivo de Alta se hizo innecesario por lo que procedieron a eliminarlo y desde entonces utilizan sólo California para referirse a esta pujante y rica porción de tierra. Una solución igual debió seguir el gobierno mexicano, pero sumido en las constantes y encarnizadas luchas de facciones por lograr el control del poder político y económico de la joven nación mexicana, continuaron utilizando, lamentablemente, el nombre de Baja California para nuestra península. Con el paso de los años nuestro nombre ha sufrido leves variaciones hasta que en el año de 1974 se procedió a realizarse la última modificación legislativa en donde se decide apostarle a lo seguro, aunque no por ello lo mejor, de dejar inamovible el nombre de “Baja California Sur” para nuestro naciente Estado.

Como el Lector se habrá podido dar cuenta, los habitantes de esta tierra tenemos el derecho y la posibilidad de eliminar el adjetivo –baja– y el sustantivo –sur– del actual nombre que tenemos como entidad federativa, los cuales nos fueron impuestos por cuestiones administrativas que ya son inoperantes. Refrendo aquella frase de Lazcano que dice “El nombre es parte esencial de la identidad de un pueblo, del arraigo y sus raíces”, y por lo mismo debemos promover la iniciativa ante las instancias legislativas correspondientes para que se retome el nombre original que tuvimos durante más de 200 años y que jamás debimos de haber abandonado. El ignorar la historia de nuestra tierra y de nuestro mar sólo nos llevará hacia la pérdida del amor que aún le tenemos, de la identidad que ha sido avasallada una y otra vez por aquellos malos mexicanos y extranjeros ignorantes que insisten en llamar a nuestro estado como “baja”, creyendo que la única California que existe o ha existido es la que se encuentra en los Estados Unidos.

La propuesta de rescatar el nombre de California para que sea el único que tenga nuestro Estado, está respaldada por muchos hombres y mujeres que amamos profundamente esta península. El nombre tiene un grave significado ya que es parte de nuestras raíces, esencia e identidad. Nuestro compromiso es honrar, conservar y respetar este nombre que nos fue heredado desde hace más de 400 años para que las generaciones venideras continúen esta tradición, y lo veneren como se hace con una madre la cual les dio la vida y los sigue sosteniendo.

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




El descubrimiento de California: la navegación Becerra-Ximénez, 1533

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Los movimientos políticos, sociales y económicos de la Europa de finales del siglo XVI, iniciaron una serie de exploraciones a través de los mares que contribuyeron en la construcción de un nuevo orden mundial. Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Diego Becerra de Mendoza y Fortún Jiménez, entre muchos otros, fueron eslabones de la gran cadena de exploraciones que finalizaron con el descubrimiento, sometimiento y colonización de América, o mejor dicho “con la construcción de América” en palabras del historiador y filósofo mexicano Edmundo O´Gorman.

El tema que hoy nos ocupa es la segunda expedición que envió Hernán Cortés en su deseo por encontrar, por un lado, una ruta hacia las islas de Especiería, sitio del cual se extraían una gran cantidad de productos vegetales (las especias), las cuales eran cotizadas en su precio en oro en la Europa de aquellos años. Por otra parte, Cortés también estaba deseoso por conocer si en estas partes del Occidente de la Nueva España, se localizaba la mítica isla California y sus incalculables tesoros. Recordemos que ya en el año de 1532 había enviado una expedición consistente en dos navíos completamente equipados con personal y bastimento, al mando de Diego Hurtado de Mendoza. Esta expedición había dado frutos amargos puesto que a medio camino, una parte de la gente se insubordinó y fueron devueltos a Acapulco en uno de los barcos, el resto del contingente, encabezado por Hurtado de Mendoza continuó su periplo, pero desapareció sin dejar rastro alguno, en algún lugar de las tierras que recientemente había conquistado Nuño de Guzmán y que corresponden al actual estado de Sinaloa. Como colofón de este viaje, se comenta que los amotinados que fueron devueltos, llegaron a un sitio llamado “Bahía de Banderas”. Procedieron a desembarcar y rellenar sus ya exhaustas provisiones de agua. Lo que ellos ignoraban es que debido a los malos tratamientos que había dado Nuño de Guzmán a los naturales que poblaban el sitio, al verlos llegar creyeron que eran gente de este mal capitán y cayeron sobre ellos con singular violencia. Aquello fue una carnicería, sólo sobrevivieron dos de los españoles, los cuales huyeron rumbo a la Ciudad de México en donde narraron su triste final a Cortés.

También te podría interesar: Cortés y los californios: primeros testimonios indígenas en California

Conociendo el carácter empecinado y perseverante de Cortés, esto no fue un impedimento, sino más bien una motivación, para enviar una nueva expedición para indagar el paradero de Nuño así como continuar con las exploraciones. El marqués del valle de Oaxaca había empeñado su palabra y fortuna en las famosas “Capitulaciones” que suscribió con el rey de España, Carlos V, el 27 de octubre de 1529, y en donde se comprometía a descubrir, conquistar y poblar cualesquier isla, tierras o provincias que hay en la Mar del Sur de la Nueva España, que no sea en paraje de las tierras que hasta agora hay proveídos gobernadores. En este último punto se refieren a los capitanes Pánfilo de Narváez y Nuño de Guzmán, los cuales habían emprendido desde años antes la conquista de estos parajes y se les había concedido potestad sobre ellos.

Durante el resto de este año y buena parte del siguiente, el extremeño se dedica a supervisar personalmente la construcción de nuevos barcos en los cuales enviaría la nueva expedición que ya estaba preparando. Fue el día 30 de octubre de 1533 que zarpan del puerto de Santiago dos naves, la San Lázaro y la Concepción, que iban al mando de Diego Becerra de Mendoza. En la nave Concepción, como piloto mayor de la armada se encontraba Fortún Jiménez, natural de Vizcaya, España. Al parecer, este Jiménez era un sujeto que gozaba de mucho ascendiente sobre los tripulantes del barco, principalmente los de su misma región natal. Según lo consignado por Bernal Díaz del Castillo en su libro “Historia verdadera de la conquista de Nueva España”, donde nos dice Y el piloto Ortuño Jiménez, cuando estaba platicando con otros pilotos en las cosas de la mar, antes que partiese para aquella jornada, decía y prometía de llevarles a tierras bien afortunadas de riquezas, que así las llamaban, y decía tantas cosas cómo serían todos ricos, que algunas personas lo creían. Si concedemos completa veracidad a este testimonio de Díaz del Castillo, nos damos cuenta de la personalidad poco confiable de este piloto, en primer lugar él no sabía si era cierto que encontrarían las riquezas que contaba, y es muy probable que el contarles estas suposiciones a sus compañeros fuera para contar con su confianza y que en un dado caso, lo secundasen ante cualquier curso que tomara. Tal vez desde este momento, Jiménez ya estaba fraguando el apoderarse de la nave para capitanear la búsqueda de las riquezas que tanto pregonaba.

Una vez que los exploradores se hicieron a la mar, el barco San Lázaro, el cual iba comandado por Hernando de Grijalva, se separó del rumbo que tenían marcado y jamás volvió a reunirse con la tripulación de la Concepción. De acuerdo a las investigaciones del historiador Carlos Lazcano, comenta que al separarse Grijalva, en realidad no buscó el reencuentro con la capitana para no estar bajo el mando de Becerra y llevarse él solo la gloria de los descubrimientos que hiciera. Mientras tanto, en el barco San Lázaro se daban una serie de desencuentros entre el capitán Diego Becerra y una parte de la tripulación. Al parecer, Becerra tenía un carácter colérico y altivo que lo hacía “malquistarse y hacerse de palabras” con las personas con las que interactuaba.

De acuerdo al testimonio de Díaz del Castillo, en un momento no determinado del viaje, una parte de la tripulación, consistente en los vizcaínos y soldados con los que había tenido desencuentros Becerra, se amotinan bajo la dirección de Fortún Jiménez. Aprovechando la noche y que la mayor parte de la tripulación estaba durmiendo y desprevenida, los amotinados caen sobre el comandante y lo asesinan, así mismo combaten a los pocos marineros que trataron de defenderlo o se negaron a unirse a los rebelados. Afortunadamente, de entre los expedicionarios había un par de sacerdotes franciscanos los cuales mediaron la situación, y evitaron que hubiera más muertes. Al día siguiente, negociaron con Fortún Jiménez y su gente para que les permitiera desembarcarlos en una costa cercana y llevarse con ellos a los heridos y a los que no quisieran permanecer en la nave, a lo cual acceden y los abandonan en una parte de la costa del actual estado de Jalisco.

Recientemente, el historiador Carlos Lazcano dio a conocer un documento en donde aparece el testimonio de uno de los integrantes de la expedición y que fue testigo presencial de los hechos. El documento se llama “Informe a pedimento de Hernán Cortés sobre la muerte que se dio por Ortún Ximénez, piloto de una de dos embarcaciones que envió al Mar del Sur, y Pedro Ximénez, su hermano, a Diego Becerra, Caballero de Extremadura, que iba por capitán de las dos embarcaciones”. El testigo se llamaba Juan de Carasa y tenía el puesto de Contador en el barco La Concepción.

Gracias a este texto sabemos que el 27 de noviembre, después de navegar un mes por la actual costa de Oaxaca y Guerrero, Becerra llegó a la altura Zacatula y de ahí decidió irse a Cihuatán para aprovisionarse de agua. Al día siguiente 28 de noviembre, por la noche es cuando Jiménez inicia la rebelión apoderándose de la nave en forma violenta. Hieren gravemente a Becerra y asesinan a varios de sus allegados, sometiendo y apresando a los otros. No los asesinan a todo gracias a la intervención de los franciscanos. El 29 de noviembre los amotinados nombran capitán a Fortún Jiménez, a quien le juran lealtad. El primero de diciembre muere Becerra a consecuencia de sus heridas. Los amotinados arrojan su cadáver al mar envuelto en una manta junto con muchas piedras a manera de lastre. Navegan durante once días hasta que deciden dejar en la costa a los no amotinados es decir que fueron abandonados entre el 10 y 11 de diciembre de 1533. El mismo día de su abandono fueron auxiliado por Manuel de Cáceres, vecino de Colima, quien se encontraba en el pueblo de Apoztlán, a donde habían llegado caminando Juan de Carasa y el padre Juan de San Miguel. Así termina esta odisea para los no amotinados. Por desgracia no se conoce un testimonio así sobre lo ocurrido a Fortún y su gente.

A partir de este momento, Jiménez y sus amotinados se convierten en proscritos y pierden cualquier facultad legal para poder ser reconocidos por la corona Española como descubridores. De igual forma la posesión que hicieran de algún sitio y el nombramiento de los parajes por los que transcurrieran no tendrían ninguna validez debido a haber infringido la ley y cometido varios delitos. No les quedaba otra opción que continuar su viaje hacia un destino lo más lejano de las tierras gobernadas por Nuño de Guzmán y Pánfilo de Narváez, puesto que si los descubrían seguramente sería apresados y conducidos ante la justicia.

Los únicos testimonios que existen del derrotero que siguieron Jiménez y sus hombres, así como su trágico final se encuentran en las siguientes narraciones. Bernal Díaz del Castillo en su “Historia verdadera de la conquista de Nueva España”, nos dice Y Ortuño Jiménez dio vela y fue a una isla que la puso por nombre Santa Cruz, donde dijeron que había perlas, y estaba poblada de indios salvajes. Y como saltó en tierra y los naturales de aquella bahía o isla estaban en guerra, los mataron, que no quedaron, salvo los marineros que quedaban en el navío. Y de que vieron que todos eran muertos, se volvieron al puerto de Jalisco con el navío y dieron nuevas de lo acaecido, y certificaron que la tierra era buena y rica de perlas; y luego fue esta nueva a México. Y como Cortés lo supo, hubo gran pesar de lo acaecido.

Antonio de Herrera en su libro “Historia general de los hechos de los Castellanos en las islas y tierra firme de el Mar Océano” comenta y que decían que habiendo salido a tierra el piloto, y 22 personas, los indios los mataron y que habían hallado muchas muestras de perlas. El historiador Carlos Lazcano concluye lo siguiente: El piloto de esta nave, Fortún Jiménez, se amotinó y asesinó a Becerra apoderándose de la nave. Los amotinados, en plan de prófugos siguieron explorando y llegaron a una tierra que creyeron ser isla. Se trataba del sur de la actual península de Baja California. A fines de diciembre de 1533 o principios de enero de 1534 desembarcaron en lo que hoy es la bahía de La Paz y entraron en problemas con los indios guaycuras, los habitantes milenarios de la región. Jiménez y veinte personas más fueron muertas. Los sobrevivientes huyeron a las costas de la Nueva Galicia y fueron capturados por Nuño de Guzmán.

Lo cierto, es que todas las versiones coinciden en que Fortún Jiménez y la mayor parte de sus amotinados encontraron la muerte en un punto indeterminado de lo que hoy se conoce como el puerto de La Paz, Baja California Sur. El motivo del ataque que sufrieron por parte de los habitantes del lugar, que pudieron ser miembros de las etnias guaycura o pericúe, ya que ambos grupos dominaban espacios dentro de la ensenada, no ha quedado claro, y debido a que no se cuenta con testimonios verídicos, se han realizado algunas especulaciones.

Seguramente el motivo del desembarco en la bahía fue con el propósito de rellenar sus ya casi vacíos depósitos de agua y conseguir alimentos, además de lo anterior, explorar el lugar para identificar si era esta la mítica tierra de la que hablaban las leyendas de Cihuatlán y Calafia en donde había metales preciosos y perlas. Hasta el momento se desconoce cuál fue el motivo que inició la lucha entre los recién llegados y los naturales que habitaban el lugar. De acuerdo a Pablo L. Martínez los blancos intentaron violentar a las mujeres indígenas, lo que provocó el furor de los nativos, quienes se echaron sobre los españoles, matando a Jiménez junto con veinte compañeros [1]. Esta suposición surgió de algunos españoles que quedaron en el barco, y que al ver que sus compañeros eran asaltados por los naturales, deciden abandonar apresuradamente el sitio y ponen rumbo hacia Sinaloa en donde son apresados por gente de Nuño de Guzmán al cual narran sus peripecias en este sitio.

Bernal Díaz del Castillo, da otra versión sobre los motivos del ataque de los californios a la gente de Jiménez: Y como saltó en tierra y los naturales de aquella bahía o isla estaban en guerra, los mataron, que no quedaron, salvo los marineros que quedaban en el navío. Esta versión es poco probable, debido a que si bien es cierto que los grupos nativos de la California son descritos por los jesuitas como belicosos entre ellos y que por cualquier motivo iniciaban pleitos entre sus rancherías, las cuales involucraban al poco tiempo a varias de ellas, cuando llegaban grupos de exploradores europeos, lo primero que hacían los naturales era escapar hacia el interior de sus tierras y sólo después de pasado ciertos días se acercaban a conocer a los extranjeros. Era imposible que los hubieran confundido con otro grupo de nativos de la California puesto que ni su apariencia física, vestimenta, armamento o lengua era conocido por los habitantes de esta tierra.

En lo que respecta a la primera hipótesis, que fue sostenida por Pablo L. Martínez, en donde se dice que los españoles intentaron abusar de las mujeres indígenas causando el enojo y agresión de los naturales, esto es también muy remoto. No olvidemos que tanto los guaycuras como los pericúes eran los grupos étnicos que poblaban la ensenada de La Paz así como islas cercanas, y entre sus costumbres estaba el ofrecer a sus mujeres a los visitantes para que tuvieran sexo con ellas, lo anterior como una muestra de amistad, por lo que es difícil que se hayan molestado si acaso algunos de los recién llegados quisieran cohabitar con sus mujeres.

Existe una tercera hipótesis que hasta el momento considero como el detonante más probable de la agresión de los naturales al contingente de Jiménez. Esta hipótesis la ha desarrollado el investigador Julio César Montané Martí y ha expuesto en sus libros el historiador Carlos Lazcano Sahagún: “Algo más probable quizá fue la defensa de las fuentes de agua por parte de los guaycuras. Los navegantes españoles siempre andaban en busca de agua fresca y en cualquier punto que se detenían, una de sus prioridades era el agua. Para los indios californios, debido a lo hostil de la geografía californiana, el agua también era una prioridad y la defensa de sus fuentes motivo de guerras y ataques. El misionero Jaime Bravo menciona en una de sus cartas como los guaycura de la bahía de La Paz defendían el único aguaje que tenía: “. . . mezquitales y otros árboles que estaban inmediatos al aguaje, desde donde disparaban flechazos los Guaycuros a los buzos, siempre que venían a hacer aguada, y para poderla hacer, habían de estar disparando tiros a dicho monte”[2].

Dando por finalizado el análisis del periplo de la expedición Becerra-Ximénez, es importante pasar a hacer un análisis de otros sucesos acontecidos y que nos ayudarán a comprender mejor no sólo la figura de Hernán Cortés, sino las implicaciones que tuvieron sus exploraciones para la colonización de nuestra península.

Aunque en los documentos que se han consultado sobre esta expedición no aparece información al respecto, es muy probable que antes de partir Diego Becerra, Cortés le haya hecho entrega de sus acostumbradas “Instrucciones”. Este documento consistía en una serie de mandatos que Cortés les hacía a sus capitanes de cómo conducirse durante el viaje, también les aconsejaba sobre qué decisiones tomar en caso de que encontraran tierra habitada y cómo debía ser su relación con los naturales. Desde su primer expedición hacia estos rumbos, la cual fue comandada por Diego Hurtado de Mendoza, Cortés le entregó una serie de “Instrucciones” en donde trataba los puntos ya descritos, así que no es de extrañarse que también lo hiciera con esta.

La relevancia que tiene este documento es el trato justo y respetuoso que Cortés ordenaba que sus hombres tuvieran con los naturales. Un ejemplo de este tipo de órdenes lo vemos en las Instrucciones que tiempo después el mismo Cortés suscribiera a Juan de Jasso, el cual realizó exploraciones dentro de la península durante el tiempo que Cortés estuvo en ella:

No molestar a los naturales

Item si topardes alguna gente de los naturales de la tierra aora en poca cantidad aora en mucha, aora en pueblo o ranchería o fuera della, trabajaréis por todas las formas que pudierdes de darles a entender que no váis a les enoxar ni a facer daño ni perjuicio alguno sino que váis a ver la tierra y a buscar bastimentas, y que si los /al/ardes se los pagaréis del rescate que lleváis hasta hacer en esto todo lo que vos a posible no consentiréis que ninguno de los de vuestra compañía los enoxe en persona ni en haciendas y si alguno sin vuestra licencia se desmandara, castigarlo éis con toda riguridad en presencia de los naturales y darles éis a entender que por el enoxo que les hicieron los castigáis.

Item si habiéndoles fecho todos los cumplimientos y diligencias necesarias para darles a entender que no les queréis enoxar y no obstante todavía ellos fueren pertinaces y quisieren ofenderos, defenderos éis, e darles éis a entender e conocer el yerro que ficieron en acometeros e quereros ferir sin causa.

Item si en la manera susodicha y por su culpa con los naturales, trabajaréis que a mujer ni a niño no les faga daño ni se les queme mieses ni casas ni otras heredades, pero el despojo mueble que /al/ardes hacerlo éis recoger e inventarias ante tres personas de las de vuestra compañía, las que más autoridad para esto tuvieren mandado sopena de muerte, que ninguno esconda cosa aunque sea de poco valor de lo que se oliere de dicho despojo.

Item porque muchas veces suele acaecer que la gente de guerra movida con la codicia dexando seguir la vitoria se ocupan en el despojo, apercibís/os éis que ninguno tome cosa aunque sea de comer del despojo de los enemigos hasta ser echados del campo y con siguridad enteramente de la votiria dellos, porque suele volver hallando la gente desconcertada y sin orden, los vencidos ser vencedores y esto habéis de amonestar con mucha instancia y castigarlo con mucha riguridad.

Probablemente, a muchos de los que por primera vez conocen este tipo de documentos escritos de puño y letra de Cortés se queden asombrados, y sobre todo, intrigados de cuál fue en realidad la personalidad de esta figura. Hasta el día de hoy se nos ha manejado tanto en los libros de texto como en la historia oficial, que Cortés fue un hombre sanguinario y que al mando de sus hombres conquistó y diezmó, a base de asesinatos despiadados, a miles de habitantes de lo que ahora era la Nueva España, sin el menor remordimiento. Si lo anterior fuera cierto, ¿Por qué entonces Hernán Cortés escribiría este tipo de instrucciones de forma tan detallada y pormenorizada? ¿Qué sentido tendría el que obligara a los comandantes de sus expediciones que se ciñeran a ellas y que castigaran con toda severidad a quienes bajo su mando hubieran cometido desacato a las mismas? La respuesta a estas y otras preguntas no soy yo quien debe proporcionarlas, sino cada uno de los que me escuchan lean, reflexionen y concluyan sobre el particular. Ustedes público, son los que tienen la última opinión.

Para muchos, ésta y otras expediciones a nuestra península, que envió o comandó Cortés, se inscriben entre las derrotas y descalabros más tremendos que tuvo, no sólo por sus escasos resultados sino por las pérdidas millonarias que tuvo el extremeño en cada una de ellas. Sin embargo, para aquellos que vemos con calma y relatividad los hechos de la historia, podemos decir que no fue así. Cortés fue un hombre visionario y perseverante, lo primero distinguió a muchos exploradores de su generación, pero lo segundo era muy escaso en el carácter de esos hombres. Debido a esta personalidad, él porfió una y otra vez en ensanchar los territorios de la Nueva España, en fortalecer las actividades productivas en cada uno de los sitios a los que llegaba, en promover matrimonios entre sus oficiales y soldados con las mujeres de los caciques de cuanta tierra visitaba, y lo más importante, en tratar a toda costa de conquistar nuevos territorios pero siempre por la vía de la alianza y negociación. Algunos historiadores creen ver en ello, un proyecto de formar un reino independiente del de España, en donde el extremeño sería el monarca. Sin embargo esto nunca lo sabremos puesto que siempre fue la Corona Española y sus instituciones los que pusieron dique a sus empresas.

Hernán Cortés

Hernán Cortés

El historiador francés, Christian Duverger, en su magnífico libro “Cortés”, anota lo siguiente: No se puede estudiar al hombre sin analizar al mismo tiempo la leyenda impregnada a su piel, ya sea negra, ya dorada. Sin embargo, reducir también a Cortés a su leyenda sería perder la ocasión de descubrir al hombre y a su tiempo. Su itinerario personal no se limita a los dos años de la conquista de México, ese lacónico 1519-15 21 de los diccionarios. Cortés tiene una trayectoria: una infancia, deseos, ambiciones, voluntad e inteligencia, pero también puede ser presa del abatimiento; conoce tanto el éxito como el fracaso; posee familia, amigos y se debate entre amores complicados; envejece, sus sienes encanecen; no esquiva las lindes de la amargura, tiene penas y alegrías; sus reflexiones profundas chocan con sus preocupaciones más terrenas y cuando ve venir la muerte juzga a su época, piensa en el porvenir de España y México. En una palabra, Cortés lleva una vida de hombre, una vida plena de 62 años.

Sorprende que la historiografía tradicional no haya tratado de escrutar al personaje en su totalidad y en su continuidad. ¿Acaso se habla del Cortés que se valía de todos los medios en la administración de Santo Domingo?, ¿del Cortés agricultor en Cuba? Y quién sabe que Cortés está al lado de Carlos V en su expedición de 1541 contra los berberiscos. Con dificultad, la memoria colectiva concibe a Cortés como el explorador del Pacifico que descubre California, que comercia con el Perú o que intenta abrir la ruta del poniente hacia las Malucas y Filipinas, por ejemplo. Le es difícil reconocer Al hombre que desafiaba a la Corona al tomar posesión de México (…) Resulta ilusorio tratar de comprender al hombre sin entender su siglo, pero aquí hay que mirarlo desde dos ángulos (…) No es posible limitarse al estudio del contexto hispánico, hay que intentar también pasar del lado indígena, para apreciar ese extraño itinerario cartesiano trazado en la frontera del Viejo y del Nuevo Mundo.

[1] Pablo L. Martínez, Historia de Baja California, La Paz, Instituto Sudcaliforniano de Cultura, 2011, pág. 83

[2] Carlos Lazcano Sahagún (2006). LA BAHÍA DE SANTA CRUZ. Cortés en California 1535-1536, Ensenada, Museo de Historia de Ensenada, 2006, págs. 67-68

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




VII Festival de la Antigua California. La fiesta de la californidad

FOTOS: Internet

Colaboración Especial

Por Sealtiel Enciso Pérez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Reflexionar en torno a los 500 años de la exploración del Pacífico mexicano y la presencia de Hernán Cortés en California será la premisa fundamental en este evento que se prepara para la semana del 4 al 9 de octubre del presente año. Los organizadores forman parte de la Sociedad de la Antigua California, un grupo de personas comprometidas con la historia e identidad de la Península de Baja California, entre los que destacan Carlos Lazcano Sahagún, José Luis García Chávez, Elizabeth Acosta Mendía, y Sealtiel Enciso Pérez, entre otros. Durante los Festivales anteriores, se han promovido una serie de conferencias y eventos, los cuales han abordado diferentes perspectivas sobre personajes y sucesos que han forjado la historia de los bajacalifornianos.

La inauguración del VII Festival se llevará a cabo a las 19:00 horas por parte de Pedro Ochoa Palacio secretario de Cultura de Baja California. Posteriormente, a las 19:15 horas se realizará un conversatorio denominado: Cortés y California: Una reflexión en el cual participarán Carlos Lazcano, Eligio M. Coronado, y Sealtiel Enciso, siendo la moderadora Elizabeth Acosta.  Estos dos eventos se transmitirán por la página de Facebook de la Sociedad de la Antigua California (https://www.facebook.com/antiguacalifornia).

También te podría interesar: Las expediciones de Hernán Cortés al noroeste novohispano 

El 5 de octubre, se iniciará de manera presencial a las 18:30 horas con la presentación del libro Cortés, la espada, de Christian Duverger. Continuará a las 19:30 horas con la presentación del libro Cortés en california: descubrimiento del pacífico mexicano, 1521-1540, por Carlos Lazcano. Simultáneamente, a las 18:00 horas se hará la transmisión de la conferencia Un retrato cortesiano políticamente incorrecto, por Daniel Salinas Basave (escritor y periodista bajacaliforniano) y, finalmente, a las 19:00 horas El legado de Hernán Cortés al siglo XXI por Tomás García Muñoz (cronista oficial de la ciudad de Medellín, España).

El 6 de octubre, de manera presencial a las 19:00 horas, se hará la presentación del libro Cortés, la espada, de Christian Duverger, con los comentarios del Dr. David Piñera en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UABC. Posteriormente, a las 20:00 horas, se realizará la presentación del libro Cortés en California: descubrimiento del pacífico mexicano, 1521-1540, por Carlos Lazcano con comentarios de Christian Duverger. Simultáneamente, a las 18:00 horas, se hará la transmisión por la página de Facebook de la conferencia El descubrimiento de California: la navegación Becerra-Ximénez, 1533, por el Mtro. Sealtiel Enciso Pérez. Luego, a las 19:00 horas, se transmitirá la conferencia Cortés y California: otra perspectiva, por el Mtro. Eligio Moisés Coronado.

El 7 de octubre, se llevarán a cabo las transmisiones de conferencias. La primera será a las 18:00 horas, llevará el título de El encuentro de una península: la navegación de Francisco de Ulloa, por Gabriel Rivera, y a las 19:00 horas, Carlos Lazcano presentará 500 años del descubrimiento del Pacífico mexicano.

El 8 de octubre, se realizará de forma presencia la conferencia magistral La evolución del español y relación con lenguas indígenas, por Juan Villoro. Simultáneamente, en punto de las 19:00 horas se realizarán las transmisiones por la página de Facebook de la Sociedad de la Antigua California. A las 18:00 horas, iniciará la conferencia Cortés y los californios: primeros testimonios indígenas en california, por el Mtro. Sealtiel Enciso Pérez, y a las 19:00 horas, Reinterpretación y relectura de la 3ª. expedición europea a Mesoamérica, por el Dr. Hugo Castro Aranda presidente de la Junta Nacional de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.

Durante el último día, el 9 de octubre, se llevará a cabo la conferencia presencial Hernán Cortés: encuentro y conquista, por el Dr. Juan Miguel Zunzunegui. A las 19:00 horas, se transmitirá la entrega de reconocimientos a dos grandes historiadores sudcalifornianos Gilberto Ibarra Rivera y Leonardo Reyes Silva por parte de la Sociedad de la Antigua California. A las 20:00 horas, se transmitirá la clausura del VII Festival de la Antigua California a cargo del Dr. Fernando Rojas Íñiguez, director del Centro de Nanociencias y Nanotecnología de la UNAM.

Para mayores informes y consultar a detalle la agenda del evento pueden visitar el sitio web: https://antiguacalifornia.org/festival/. El horario de los eventos será el de la ciudad de Ensenada, Baja California (tiempo del Pacífico PST). Los organizadores agradecen el puntual y desinteresado apoyo del Gobierno del Estado de Baja California, la Universidad Autónoma de México, Instituto de Cultura de BC, Museo de Historia de Ensenada, Centro de Nanociencias y Nanotecnología, California Peninsular y Gráfica.ws.

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Las islas de la Especiería y su relación con la California

FOTOS: Internet

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

La Paz, Baja California Sur (BCS). La llegada de los europeos a esta península californiana fue una etapa más dentro de una serie de acciones tendientes a dos objetivos: por un lado a la búsqueda de una vía corta y efectiva para llegar a las islas de la Especiería —las islas Molucas, en la actual Indonesia, conocidas como las islas de las Especias o de la Especiería en la antigüedad—, y por otro lado, el explorar y proclamar como suyas estas tierras de las cuales aún no tenían la certeza de que fueran islas o un nuevo continente.

Durante el siglo XV, las grandes potencias navales de España y Portugal se dieron a la tarea de encontrar una ruta que les permitiera comerciar con India y China productos suntuarios que eran altamente cotizados en Europa, las famosas especias. “Son cualquier sustancia vegetal aromática que sirve de condimento. Condimento es lo que sirve para sazonar la comida y darle buen sabor. Algunos ejemplos de ellas son la canela, mostaza, cilantro, hinojo, eneldo, anís, sésamo o ajonjolí, cardamomo, pimienta, jengibre o el ginseng, regaliz, vainilla, azafrán, clavo, cilantro, perejil, nuez moscada, guindilla o ají, pimentón, ajo, cebolla.” (Díaz, 2015; p:71). Recordemos que el comercio con los reinos establecidos en Asia, se había estado llevando a través de una ruta que recorría miles de kilómetros por tierra y atravesaba regiones como el imperio Bizantino y la India hasta llegar a China en donde podían obtener las codiciadas especias.

También te podría interesar: Barcos impulsados por trenes en Tehuantepec. La odisea de Modesto Rolland 

De tiempo inmemorial ese comercio con el Oriente había llevado a grupos de mercaderes de Venecia, Génova y Pisa, Barcelona y Valencia, Narbona Marsella y Montpellier a establecerse en diversas ciudades del extremo oriental del Mediterráneo. Así había núcleos de tales comerciantes, entre otros lugares, en Alejandría, El Cairo, San Juan de Acre, Beirut, Trípoli, Antioquia, Alepo, Constantinopla, al igual que en varias Islas del archipiélago griego. En esos y otros sitios encontraban su destino final las rutas comerciales que, de múltiples formas, se originaban en las costas de China y la India.

En juncos chinos o japoneses o en otras embarcaciones malayas se embarcaban originalmente muchos productos y se despachaban así a Malaca que funcionaba como importante centro comercial. Mercaderes árabes y de la India acudían también a este lugar y transportaban luego sus productos con dirección al puerto de Ormuz en la entrada del Golfo Pérsico. De allí se pasaba al Mar Rojo y luego, ya por tierra, en caravanas ya veces valiéndose también de barcazas a lo largo del Nilo las mercaderías del oriente llegaban al fin, al ámbito del Mediterráneo. (Miguel León-Portilla, Cartografía y Crónica de la Antigua California, México, UNAM, 2001, pág. 18)

Posterior a la caída del imperio Bizantino a manos de los otomanos, el conseguir estos productos por parte de los mercaderes europeos fue casi imposible debido a la hostilidad de los turcos que cortaban sus antiguas rutas comerciales. Por lo anterior, fue necesario que se buscaran vías alternas para lograrlo, la solución inmediata fue iniciar una carrera por el control de las vías marítimas que les permitieran tener una ruta segura hasta estos sitios “esta realidad cuya significación no puede minusvaluarse, por una parte se convirtió en acicate de nuevos preparativos bélicos contra el Turco y, por otra, despertó el interés por descubrir nuevas rutas que llevaran también al Asia por caminos muy distintos” (Miguel León-Portilla, op. cit. p. 19).

Debido a que los antiguos reinos visigodos de Hispania estaban emergiendo de una guerra con los árabes, la cual les había llevado más de siete siglos (711-1492), los portugueses les ganaron la delantera y consolidaron su dominio de la ruta marítima hacia oriente, “una primera culminación de las exploraciones a lo largo de las costas de África la alcanzó el Portugués Bartolomeu Díaz en 1486-1487. Si bien llegó este al extremo sur de dicho continente, no paso ya al océano Índico. Ello lo lograría al fin Vasco de Gama varios años después en 1497” (Miguel León-Portilla, op. cit. p. 19). Los españoles iniciaron una serie de litigios para tratar de competir por un espacio en estas rutas, pero los portugueses no tenían la mínima intención de dejar escapar esta preciada posesión:

El Tratado de Tordesillas dejaba a España libertad de acción a 370 leguas marinas de la isla de Cabo Verde, pero al otro lado de esta línea imaginaria la iniciativa era para Portugal. Para defender la soberanía castellana sobre los territorios recién descubiertos por Colón, Isabel y Fernando solicitaron ayuda al papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia), que había sido elegido en agosto de 1492. El Papa emitió cuatro bulas, conocidas como Bulas Alejandrinas, fechadas entre mayo y septiembre de 1493, en las que estableció que pertenecerían a la corona de Castilla las tierras y mares al oeste del meridiano situado a 100 leguas al oeste de las Azores y Cabo Verde y se incurría en pena de excomunión si no se respetaban estos límites, lo que hizo que mientras los españoles realizamos la colonización de América, los portugueses se dedicaron a colonizar las tierras productoras de especias (Díaz, 2015; p:70). En ese sentido, a los españoles no les quedó más remedio de voltear hacia el occidente e iniciar con exploraciones hacia esta parte del mundo en la búsqueda de una ruta exitosa hacia la isla de la Especiería.

Algo que obró en su favor fue la publicación de la obra de Ptolomeo Geographia, la cual permaneció oculta por trece siglos. En cuyas páginas destacan sus ideas sobre un sistema de medición de las latitudes y longitudes de la tierra así como la disposición de las grandes porciones continentales dispersas en todo el globo. “Con la difusión de la Geografía de Ptolomeo se reafirmó la antigua creencia en la redondez de la tierra” (Miguel León-Portilla, op. cit. p. 20.). Todo lo anterior revolucionó el mundo de las navegaciones ya que por fin se contaba con un sistema de localización que permitía ubicar a un barco sin necesidad de depender de un punto de referencia físico. Por eso la adaptación de la brújula para ser utilizada en los barcos, así como de los mapas portulanos ayudó a que los viajes a grandes distancias a través del mar fueran más previsibles y, hasta cierto punto seguros.

Es así como a partir de la segunda mitad del siglo XV, se iniciaron una serie de viajes patrocinados por los reinos españoles en los que se pretendía atravesar el Mare Tenebrosum —era el nombre medieval del Océano Atlántico—, para llegar a las islas de Especiería y apoderarse de estas materias primas tan valiosas. Sin embargo, lo que no se esperaban era encontrar en medio de esta travesía un nuevo continente: América. Conforme las expediciones se adentraban en conocer esta nueva tierra descubierta, que durante la primera mitad del siglo XVI no se sabía si era un grupo de islas o un nuevo continente, jamás se dejó de lado la meta de poder encontrar una ruta para continuar sus viajes hacia China.

Bibliografía:

Díaz Yubero, Ismael (2015), Especias y condimentos. Distribución y Consumo, Vol. 2, Madrid.

León-Portilla, Miguel (2001), Cartografía y Crónica de la Antigua California, México, UNAM.

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.