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El niño que se aparece en El Zacatal

IMÁGENES: Gilberto Manuel Ortega Avilés.

California Mítica

Por Gilberto Manuel Ortega Avilés

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Existen tradiciones muy arraigadas en el paceño, y pareciera que ir al panteón El Zacatal la noche de Halloween, es una de ellas. Este cementerio es el ultimo vestigio de una gran hacienda, de manera que quedó oculto entre el monte, desolado y oscuro; a pesar de seguir siendo un panteón activo —y el más antiguo de la ciudad de La Paz—, se prestaba para que brujos y brujas acudieran a realizar sus ritos o conjuros en el lugar.

Hoy en día ya no es tan terrorífico, ya que grandes tiendas departamentales están muy cerca, iluminando el lugar; además, se creó el Eco Parque de la Juventud, que lo rodea. Con todo, son varios los guardias que aseguran haber visto sombras  y entes recorrer el lugar.

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La tradición de ir a El Zacatal en Halloween nos remontan a los 90 del siglo pasado, cuando el lugar era más sombrío y alejado de la ciudad. Estas son algunas leyendas.

Un grupo de jóvenes, en la Noche de Brujas, fueron al panteón, al entrar encontraron mucha gente con antorchas y túnicas, los cuales empezaron a perseguir a los curiosos hasta fuera del panteón.

También unos jóvenes fueron a jugar a la ouija, cuando de repente frente a ellos se apareció una mujer vestida de blanco, de la impresión, incluso uno de los chicos perdió la cordura, y cuenta la leyenda urbana que jamás la recupero.

Por allá, a principios del 2000, cuando el Internet apenas se popularizaba, en cierto grupo de chat de paceños, se viralizó una fotografía de un niño fantasma que había sido tomada en la capilla que se encuentra en el lugar. Esto ocasionó que mucha gente fuera a buscan al infante espectral.

Un grupo de jóvenes llegaron, y antes de entrar al misterioso lugar, una chica del grupo comenzó a sentirse mal, al observar bien sus amigos se dieron cuenta que un niño traslúcido se encontraba detrás de la chica… Los jóvenes salieron huyendo del lugar. Las apariciones se siguieron dando, pero con el tiempo el relato del niño de El Zacatal se fue olvidando.

En el 2020, Paola y Apolo Rolex, famosos influencers y miembros del famoso circo Rolex acudieron junto a un servidor, al panteón El Zacatal en busca de fantasmas, donde se utilizo la ouija obteniendo resultados impactantes. Se grabaron muchas psicofonías, pero hubo dos eventos extraordinarios, ya que al llegar al auto nos dimos cuenta que el auto estaba lleno de huellas de manitas de niño, las cuales no estaban al principio, además era imposible que alguien las hubiera hecho ya que estábamos muy lejos y era muy tarde para que cualquier infante anduviese por ahí.

Pero hubo otro evento extraño que pasamos desapercibidos. En el video de Paola Rolex , cuando salíamos del panteón, se observa como un niño espectral nos observa. Nos nos dimos cuenta hasta que los seguidores de ella lo comentaron. Nos pusimos en contacto con la chica que había tenido el encuentro con el niño en el auto en el año 2000, y al ver el video nos confirmo que era el mismo que ellos habían visto.

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Dune: épica y somnolienta

FOTOS: Internet.

Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En el desértico panorama cinematográfico que arrastramos desde que arrancó la pandemia, la nueva producción a cargo de Denis Villeneuve tenía la pinta de un esplendoroso oasis. Retrasada casi un año por las condiciones que ya todos conocemos, nuestras almas sedientas de espectáculos audiovisuales veían esos parajes desérticos, esas batallas entre la arena, esos seres extraños y poderosos, así como a unos aguerridos ojiazules como una rehidratación para nuestras marchitadas almas cinéfilas. Lastimosamente, todo fue un espejismo.

Denis Villeneuve ha construido una carrera sólida en Hollywood y nos ha entregado producciones de alta manufactura que le han labrado un nombre de prestigio en la industria. Podemos mencionar Sicario (2014) donde desmenuza la tensa relación que existe entre los gobiernos mexicano, estadounidense y los cárteles que dominan la frontera, metiendo las manos en el lodo y obligándonos a meter la cabeza con él para ver lo que no queremos ver. Después llegó Arrival (2016), una pieza casi perfecta de ciencia ficción en la que consigue conceptualizar el tiempo y el espacio de una manera diferente. Finalmente llego Blade Runner 2049 (2017), una secuela del clásico de culto ochentero que logró renovar la historia y darle una digna continuación.

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Por ello las expectativas sobre Dune eran altas. Basada en una novela clave de la ciencia ficción escrita por Frank Herbert en los 60, ha sido referencia obligada para ese género a partir de entonces. Sin embargo, la primera señal de alarma llega desde los primeros segundos de la película, cuando en los créditos vemos que el título completo es Dune: Parte Uno. Se dice que la película será de dos partes, pero no hay seguridad sobre ello. Aunque hay que decirlo, el inicio es épico. Se ve y se oye como un espectáculo digno de una sala de cine. Pero más allá de que los logros audiovisuales estén fuera de toda discusión, el problema radica en la narrativa y en las decisiones tomadas en el cuarto de edición.

La película está contada de tal forma que la emoción inicial se va diluyendo poco a poco, pasando del ¿a qué hora va a pasar algo? hasta al ¿a que hora se va acabar?, terminando en ¿y eso fue todo?, no sin dejar escapar algunos bostezos en el proceso. Los personajes, en vez de ir ganando protagonismo lo van perdiendo, y sus acciones en vez de ser más relevantes se convierten en juguetes de la casualidad. La tensión y emoción que se supone deberíamos de sentir por lo que viven los personajes en pantalla nunca llega, y el final es un cliffhanger tan débil y poco bien logrado, que no quedan muchas ganas de ver la segunda parte. De igual forma, las partes donde se construyen los motivos de la historia son obviados y cortados, dando la impresión que se les olvidó filmarlos o por alguna extraña razón se quedaron guardados en la sala de edición.

En ello parte de todo es que el reparto se siente desperdiciado: Javier Bardem, Jason Momoa, Josh Brolin son un poco más de cameos y el protagónico, Timothee Chalamet, es imposible verlo como la figura principal de esta épica espacial. No hay ninguna evolución en su interpretación y realmente no logramos explicarnos cuál es la relevancia de su personaje en la cinta.

Dune más que una película en sí misma, parece más un muy ambicioso episodio piloto de una serie. Las bases de la historia están sentadas, los personajes definidos y la atmósfera sólidamente construida. El problema es que estamos ante un episodio piloto que dura dos horas y media y sólo constará de dos capítulos.

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Entre más conocemos, menos sabemos

FOTOS: Internet.

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Esta paradoja es la ironía de los avances científicos, descubrimientos prodigiosos y teorías matemáticas que nos deslindan del azar y nos acercan a un determinismo material que, aunque parezca extraordinario, es en realidad lo ordinario –el orden, el cosmos de lo real.

¿Es lo mismo la sabiduría que el conocimiento? Quizá tengamos la ilusión de que sabemos mientras conocemos, pero, piénselo bien Lector. ¿Los científicos son sabios? ¿Siglos de progreso nos han llevado a una mejora ética o únicamente tecnológica?

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Pensemos en un hombre de hace 100 mil años. Horrorizado por las llagas y la muerte no tenía idea de la existencia de bacterias o anticuerpos. Quizá él cree que sabe ciertas cosas, que los espíritus se han llevado a su hijo, que la maldición de los astros lo tiene lisiado.

Pensemos en un cardenal católico europeo del siglo XV. La observación del atardecer y las inferencias bíblicas le tiene  convencido de su sabiduría. Él cree que sabe. Que la Tierra no se mueve, que las estrellas son fijas  y que el Sol gira alrededor de ella. No conoce las órbitas elípticas, ni que hay más planetas de los que ve a simple vista, ni que es la Tierra la que orbita alrededor de un Sol que no es centro, porque quizás no existen los centros.

Pensemos en un médico del siglo XVI. Desconoce los leucocitos o las células T, no sabe de neuronas o antibióticos. Él cree que sabe. Aplica enemas y sanguijuelas para sangrar a un paciente de fiebres, está convencido de que los vapores de los miasmas provocan calenturas.

Pensemos en un profesor de Física en 1870. Él cree que sabe. Está convencido de que las leyes de Newton y su sistema de tiempo – espacio absolutos  han dado sentido y explicación al movimiento. Ya no hay nada que conocer después de ello, tan sólo comprobarlo. Aún no intuye la revolución de la Relatividad que será propuesta por Einstein cincuenta años después, ni las nociones de quarks o partículas elementales. No sueña en sus pesadillas con posibles armes termonucleares.

Ni Al Jaziz en el 810, ni Darwin –mil años después— en 1860 conocieron los genes, ni el DNA, ni los cromosomas aun cuando imaginaron presiones de selección natural que hacia evolucionar lo vivo.

Ahora contamos con telescopios gigantescos, estaciones espaciales y el misterio de la materia y energía oscuras minimizan la sabiduría mientras maximizan el conocimiento.

Conocemos datos, figuraciones, teorías que mañana serán mitos, hechos fascinantes. Que los átomos de un objeto representan 99.9% de espacio vacío; que el ojo humano detecta menos de 1 % del espectro electromagnético; y que nuestro oído escucha menos del 1 % del espectro acústico.

Parece que entre más conocemos, nuestra conciencia de la nimiedad aumenta y de lo que Kant llamó sublime matemático. Si el Sol fuera del tamaño de una célula, la vía láctea tendría el tamaño de los Estados Unidos.  Podemos calcular eso, pero… ¿Imaginarlo en su justa proporción?

Según el genio de Königsberg, la grandeza de lo sublime nace del intelecto y se opone a la comprensión. Una magnitud que nos rebasa en poder y tamaño, la magnitud de la inconmensurabilidad universal, las consideraciones metafísicas acera de la eternidad.

Este hombre aparentemente pequeño, que murió a comienzos del siglo XIX y que puso diques a la razón en su afán por comprender las esencias, no conoció la teoría del Big Bang, la expansión del espacio – tiempo, los agujeros de gusano, la fisión atómica y, sin embargo, sus antinomias son válidas para demostrar que estas teorías son abusos de los noúmenos. Kant más que un científico, fue un sabio.

Confucio no vio a Urano en el telescopio ni conoció las vacunas, pero su ética universal vale para todo humano que desee tratar a otro con dignidad. Confucio fue un sabio.

¿Sabemos más que nuestros ancestros o conocemos más?

Una alumna me confesó que sus compañeros tenían la noción de saberlo todo en algún punto de sus carreras científicas. Tamaña desproporción es absurda. ¿Arrogancia juvenil?

Sin embargo conforme conocen más, la catarata de conocimientos y teorías nuevos que van sucediéndose unos a otros abruma al científico que se minimiza ante tal potestad.

Entre más conocemos, sabemos menos, una ironía que ya subrayó Cyrano cuando le espetó a Christian: No eres tonto, pues te das cuenta de que lo eres.

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El descubrimiento de California: la navegación Becerra-Ximénez, 1533

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Los movimientos políticos, sociales y económicos de la Europa de finales del siglo XVI, iniciaron una serie de exploraciones a través de los mares que contribuyeron en la construcción de un nuevo orden mundial. Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Diego Becerra de Mendoza y Fortún Jiménez, entre muchos otros, fueron eslabones de la gran cadena de exploraciones que finalizaron con el descubrimiento, sometimiento y colonización de América, o mejor dicho “con la construcción de América” en palabras del historiador y filósofo mexicano Edmundo O´Gorman.

El tema que hoy nos ocupa es la segunda expedición que envió Hernán Cortés en su deseo por encontrar, por un lado, una ruta hacia las islas de Especiería, sitio del cual se extraían una gran cantidad de productos vegetales (las especias), las cuales eran cotizadas en su precio en oro en la Europa de aquellos años. Por otra parte, Cortés también estaba deseoso por conocer si en estas partes del Occidente de la Nueva España, se localizaba la mítica isla California y sus incalculables tesoros. Recordemos que ya en el año de 1532 había enviado una expedición consistente en dos navíos completamente equipados con personal y bastimento, al mando de Diego Hurtado de Mendoza. Esta expedición había dado frutos amargos puesto que a medio camino, una parte de la gente se insubordinó y fueron devueltos a Acapulco en uno de los barcos, el resto del contingente, encabezado por Hurtado de Mendoza continuó su periplo, pero desapareció sin dejar rastro alguno, en algún lugar de las tierras que recientemente había conquistado Nuño de Guzmán y que corresponden al actual estado de Sinaloa. Como colofón de este viaje, se comenta que los amotinados que fueron devueltos, llegaron a un sitio llamado “Bahía de Banderas”. Procedieron a desembarcar y rellenar sus ya exhaustas provisiones de agua. Lo que ellos ignoraban es que debido a los malos tratamientos que había dado Nuño de Guzmán a los naturales que poblaban el sitio, al verlos llegar creyeron que eran gente de este mal capitán y cayeron sobre ellos con singular violencia. Aquello fue una carnicería, sólo sobrevivieron dos de los españoles, los cuales huyeron rumbo a la Ciudad de México en donde narraron su triste final a Cortés.

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Conociendo el carácter empecinado y perseverante de Cortés, esto no fue un impedimento, sino más bien una motivación, para enviar una nueva expedición para indagar el paradero de Nuño así como continuar con las exploraciones. El marqués del valle de Oaxaca había empeñado su palabra y fortuna en las famosas “Capitulaciones” que suscribió con el rey de España, Carlos V, el 27 de octubre de 1529, y en donde se comprometía a descubrir, conquistar y poblar cualesquier isla, tierras o provincias que hay en la Mar del Sur de la Nueva España, que no sea en paraje de las tierras que hasta agora hay proveídos gobernadores. En este último punto se refieren a los capitanes Pánfilo de Narváez y Nuño de Guzmán, los cuales habían emprendido desde años antes la conquista de estos parajes y se les había concedido potestad sobre ellos.

Durante el resto de este año y buena parte del siguiente, el extremeño se dedica a supervisar personalmente la construcción de nuevos barcos en los cuales enviaría la nueva expedición que ya estaba preparando. Fue el día 30 de octubre de 1533 que zarpan del puerto de Santiago dos naves, la San Lázaro y la Concepción, que iban al mando de Diego Becerra de Mendoza. En la nave Concepción, como piloto mayor de la armada se encontraba Fortún Jiménez, natural de Vizcaya, España. Al parecer, este Jiménez era un sujeto que gozaba de mucho ascendiente sobre los tripulantes del barco, principalmente los de su misma región natal. Según lo consignado por Bernal Díaz del Castillo en su libro “Historia verdadera de la conquista de Nueva España”, donde nos dice Y el piloto Ortuño Jiménez, cuando estaba platicando con otros pilotos en las cosas de la mar, antes que partiese para aquella jornada, decía y prometía de llevarles a tierras bien afortunadas de riquezas, que así las llamaban, y decía tantas cosas cómo serían todos ricos, que algunas personas lo creían. Si concedemos completa veracidad a este testimonio de Díaz del Castillo, nos damos cuenta de la personalidad poco confiable de este piloto, en primer lugar él no sabía si era cierto que encontrarían las riquezas que contaba, y es muy probable que el contarles estas suposiciones a sus compañeros fuera para contar con su confianza y que en un dado caso, lo secundasen ante cualquier curso que tomara. Tal vez desde este momento, Jiménez ya estaba fraguando el apoderarse de la nave para capitanear la búsqueda de las riquezas que tanto pregonaba.

Una vez que los exploradores se hicieron a la mar, el barco San Lázaro, el cual iba comandado por Hernando de Grijalva, se separó del rumbo que tenían marcado y jamás volvió a reunirse con la tripulación de la Concepción. De acuerdo a las investigaciones del historiador Carlos Lazcano, comenta que al separarse Grijalva, en realidad no buscó el reencuentro con la capitana para no estar bajo el mando de Becerra y llevarse él solo la gloria de los descubrimientos que hiciera. Mientras tanto, en el barco San Lázaro se daban una serie de desencuentros entre el capitán Diego Becerra y una parte de la tripulación. Al parecer, Becerra tenía un carácter colérico y altivo que lo hacía “malquistarse y hacerse de palabras” con las personas con las que interactuaba.

De acuerdo al testimonio de Díaz del Castillo, en un momento no determinado del viaje, una parte de la tripulación, consistente en los vizcaínos y soldados con los que había tenido desencuentros Becerra, se amotinan bajo la dirección de Fortún Jiménez. Aprovechando la noche y que la mayor parte de la tripulación estaba durmiendo y desprevenida, los amotinados caen sobre el comandante y lo asesinan, así mismo combaten a los pocos marineros que trataron de defenderlo o se negaron a unirse a los rebelados. Afortunadamente, de entre los expedicionarios había un par de sacerdotes franciscanos los cuales mediaron la situación, y evitaron que hubiera más muertes. Al día siguiente, negociaron con Fortún Jiménez y su gente para que les permitiera desembarcarlos en una costa cercana y llevarse con ellos a los heridos y a los que no quisieran permanecer en la nave, a lo cual acceden y los abandonan en una parte de la costa del actual estado de Jalisco.

Recientemente, el historiador Carlos Lazcano dio a conocer un documento en donde aparece el testimonio de uno de los integrantes de la expedición y que fue testigo presencial de los hechos. El documento se llama “Informe a pedimento de Hernán Cortés sobre la muerte que se dio por Ortún Ximénez, piloto de una de dos embarcaciones que envió al Mar del Sur, y Pedro Ximénez, su hermano, a Diego Becerra, Caballero de Extremadura, que iba por capitán de las dos embarcaciones”. El testigo se llamaba Juan de Carasa y tenía el puesto de Contador en el barco La Concepción.

Gracias a este texto sabemos que el 27 de noviembre, después de navegar un mes por la actual costa de Oaxaca y Guerrero, Becerra llegó a la altura Zacatula y de ahí decidió irse a Cihuatán para aprovisionarse de agua. Al día siguiente 28 de noviembre, por la noche es cuando Jiménez inicia la rebelión apoderándose de la nave en forma violenta. Hieren gravemente a Becerra y asesinan a varios de sus allegados, sometiendo y apresando a los otros. No los asesinan a todo gracias a la intervención de los franciscanos. El 29 de noviembre los amotinados nombran capitán a Fortún Jiménez, a quien le juran lealtad. El primero de diciembre muere Becerra a consecuencia de sus heridas. Los amotinados arrojan su cadáver al mar envuelto en una manta junto con muchas piedras a manera de lastre. Navegan durante once días hasta que deciden dejar en la costa a los no amotinados es decir que fueron abandonados entre el 10 y 11 de diciembre de 1533. El mismo día de su abandono fueron auxiliado por Manuel de Cáceres, vecino de Colima, quien se encontraba en el pueblo de Apoztlán, a donde habían llegado caminando Juan de Carasa y el padre Juan de San Miguel. Así termina esta odisea para los no amotinados. Por desgracia no se conoce un testimonio así sobre lo ocurrido a Fortún y su gente.

A partir de este momento, Jiménez y sus amotinados se convierten en proscritos y pierden cualquier facultad legal para poder ser reconocidos por la corona Española como descubridores. De igual forma la posesión que hicieran de algún sitio y el nombramiento de los parajes por los que transcurrieran no tendrían ninguna validez debido a haber infringido la ley y cometido varios delitos. No les quedaba otra opción que continuar su viaje hacia un destino lo más lejano de las tierras gobernadas por Nuño de Guzmán y Pánfilo de Narváez, puesto que si los descubrían seguramente sería apresados y conducidos ante la justicia.

Los únicos testimonios que existen del derrotero que siguieron Jiménez y sus hombres, así como su trágico final se encuentran en las siguientes narraciones. Bernal Díaz del Castillo en su “Historia verdadera de la conquista de Nueva España”, nos dice Y Ortuño Jiménez dio vela y fue a una isla que la puso por nombre Santa Cruz, donde dijeron que había perlas, y estaba poblada de indios salvajes. Y como saltó en tierra y los naturales de aquella bahía o isla estaban en guerra, los mataron, que no quedaron, salvo los marineros que quedaban en el navío. Y de que vieron que todos eran muertos, se volvieron al puerto de Jalisco con el navío y dieron nuevas de lo acaecido, y certificaron que la tierra era buena y rica de perlas; y luego fue esta nueva a México. Y como Cortés lo supo, hubo gran pesar de lo acaecido.

Antonio de Herrera en su libro “Historia general de los hechos de los Castellanos en las islas y tierra firme de el Mar Océano” comenta y que decían que habiendo salido a tierra el piloto, y 22 personas, los indios los mataron y que habían hallado muchas muestras de perlas. El historiador Carlos Lazcano concluye lo siguiente: El piloto de esta nave, Fortún Jiménez, se amotinó y asesinó a Becerra apoderándose de la nave. Los amotinados, en plan de prófugos siguieron explorando y llegaron a una tierra que creyeron ser isla. Se trataba del sur de la actual península de Baja California. A fines de diciembre de 1533 o principios de enero de 1534 desembarcaron en lo que hoy es la bahía de La Paz y entraron en problemas con los indios guaycuras, los habitantes milenarios de la región. Jiménez y veinte personas más fueron muertas. Los sobrevivientes huyeron a las costas de la Nueva Galicia y fueron capturados por Nuño de Guzmán.

Lo cierto, es que todas las versiones coinciden en que Fortún Jiménez y la mayor parte de sus amotinados encontraron la muerte en un punto indeterminado de lo que hoy se conoce como el puerto de La Paz, Baja California Sur. El motivo del ataque que sufrieron por parte de los habitantes del lugar, que pudieron ser miembros de las etnias guaycura o pericúe, ya que ambos grupos dominaban espacios dentro de la ensenada, no ha quedado claro, y debido a que no se cuenta con testimonios verídicos, se han realizado algunas especulaciones.

Seguramente el motivo del desembarco en la bahía fue con el propósito de rellenar sus ya casi vacíos depósitos de agua y conseguir alimentos, además de lo anterior, explorar el lugar para identificar si era esta la mítica tierra de la que hablaban las leyendas de Cihuatlán y Calafia en donde había metales preciosos y perlas. Hasta el momento se desconoce cuál fue el motivo que inició la lucha entre los recién llegados y los naturales que habitaban el lugar. De acuerdo a Pablo L. Martínez los blancos intentaron violentar a las mujeres indígenas, lo que provocó el furor de los nativos, quienes se echaron sobre los españoles, matando a Jiménez junto con veinte compañeros [1]. Esta suposición surgió de algunos españoles que quedaron en el barco, y que al ver que sus compañeros eran asaltados por los naturales, deciden abandonar apresuradamente el sitio y ponen rumbo hacia Sinaloa en donde son apresados por gente de Nuño de Guzmán al cual narran sus peripecias en este sitio.

Bernal Díaz del Castillo, da otra versión sobre los motivos del ataque de los californios a la gente de Jiménez: Y como saltó en tierra y los naturales de aquella bahía o isla estaban en guerra, los mataron, que no quedaron, salvo los marineros que quedaban en el navío. Esta versión es poco probable, debido a que si bien es cierto que los grupos nativos de la California son descritos por los jesuitas como belicosos entre ellos y que por cualquier motivo iniciaban pleitos entre sus rancherías, las cuales involucraban al poco tiempo a varias de ellas, cuando llegaban grupos de exploradores europeos, lo primero que hacían los naturales era escapar hacia el interior de sus tierras y sólo después de pasado ciertos días se acercaban a conocer a los extranjeros. Era imposible que los hubieran confundido con otro grupo de nativos de la California puesto que ni su apariencia física, vestimenta, armamento o lengua era conocido por los habitantes de esta tierra.

En lo que respecta a la primera hipótesis, que fue sostenida por Pablo L. Martínez, en donde se dice que los españoles intentaron abusar de las mujeres indígenas causando el enojo y agresión de los naturales, esto es también muy remoto. No olvidemos que tanto los guaycuras como los pericúes eran los grupos étnicos que poblaban la ensenada de La Paz así como islas cercanas, y entre sus costumbres estaba el ofrecer a sus mujeres a los visitantes para que tuvieran sexo con ellas, lo anterior como una muestra de amistad, por lo que es difícil que se hayan molestado si acaso algunos de los recién llegados quisieran cohabitar con sus mujeres.

Existe una tercera hipótesis que hasta el momento considero como el detonante más probable de la agresión de los naturales al contingente de Jiménez. Esta hipótesis la ha desarrollado el investigador Julio César Montané Martí y ha expuesto en sus libros el historiador Carlos Lazcano Sahagún: “Algo más probable quizá fue la defensa de las fuentes de agua por parte de los guaycuras. Los navegantes españoles siempre andaban en busca de agua fresca y en cualquier punto que se detenían, una de sus prioridades era el agua. Para los indios californios, debido a lo hostil de la geografía californiana, el agua también era una prioridad y la defensa de sus fuentes motivo de guerras y ataques. El misionero Jaime Bravo menciona en una de sus cartas como los guaycura de la bahía de La Paz defendían el único aguaje que tenía: “. . . mezquitales y otros árboles que estaban inmediatos al aguaje, desde donde disparaban flechazos los Guaycuros a los buzos, siempre que venían a hacer aguada, y para poderla hacer, habían de estar disparando tiros a dicho monte”[2].

Dando por finalizado el análisis del periplo de la expedición Becerra-Ximénez, es importante pasar a hacer un análisis de otros sucesos acontecidos y que nos ayudarán a comprender mejor no sólo la figura de Hernán Cortés, sino las implicaciones que tuvieron sus exploraciones para la colonización de nuestra península.

Aunque en los documentos que se han consultado sobre esta expedición no aparece información al respecto, es muy probable que antes de partir Diego Becerra, Cortés le haya hecho entrega de sus acostumbradas “Instrucciones”. Este documento consistía en una serie de mandatos que Cortés les hacía a sus capitanes de cómo conducirse durante el viaje, también les aconsejaba sobre qué decisiones tomar en caso de que encontraran tierra habitada y cómo debía ser su relación con los naturales. Desde su primer expedición hacia estos rumbos, la cual fue comandada por Diego Hurtado de Mendoza, Cortés le entregó una serie de “Instrucciones” en donde trataba los puntos ya descritos, así que no es de extrañarse que también lo hiciera con esta.

La relevancia que tiene este documento es el trato justo y respetuoso que Cortés ordenaba que sus hombres tuvieran con los naturales. Un ejemplo de este tipo de órdenes lo vemos en las Instrucciones que tiempo después el mismo Cortés suscribiera a Juan de Jasso, el cual realizó exploraciones dentro de la península durante el tiempo que Cortés estuvo en ella:

No molestar a los naturales

Item si topardes alguna gente de los naturales de la tierra aora en poca cantidad aora en mucha, aora en pueblo o ranchería o fuera della, trabajaréis por todas las formas que pudierdes de darles a entender que no váis a les enoxar ni a facer daño ni perjuicio alguno sino que váis a ver la tierra y a buscar bastimentas, y que si los /al/ardes se los pagaréis del rescate que lleváis hasta hacer en esto todo lo que vos a posible no consentiréis que ninguno de los de vuestra compañía los enoxe en persona ni en haciendas y si alguno sin vuestra licencia se desmandara, castigarlo éis con toda riguridad en presencia de los naturales y darles éis a entender que por el enoxo que les hicieron los castigáis.

Item si habiéndoles fecho todos los cumplimientos y diligencias necesarias para darles a entender que no les queréis enoxar y no obstante todavía ellos fueren pertinaces y quisieren ofenderos, defenderos éis, e darles éis a entender e conocer el yerro que ficieron en acometeros e quereros ferir sin causa.

Item si en la manera susodicha y por su culpa con los naturales, trabajaréis que a mujer ni a niño no les faga daño ni se les queme mieses ni casas ni otras heredades, pero el despojo mueble que /al/ardes hacerlo éis recoger e inventarias ante tres personas de las de vuestra compañía, las que más autoridad para esto tuvieren mandado sopena de muerte, que ninguno esconda cosa aunque sea de poco valor de lo que se oliere de dicho despojo.

Item porque muchas veces suele acaecer que la gente de guerra movida con la codicia dexando seguir la vitoria se ocupan en el despojo, apercibís/os éis que ninguno tome cosa aunque sea de comer del despojo de los enemigos hasta ser echados del campo y con siguridad enteramente de la votiria dellos, porque suele volver hallando la gente desconcertada y sin orden, los vencidos ser vencedores y esto habéis de amonestar con mucha instancia y castigarlo con mucha riguridad.

Probablemente, a muchos de los que por primera vez conocen este tipo de documentos escritos de puño y letra de Cortés se queden asombrados, y sobre todo, intrigados de cuál fue en realidad la personalidad de esta figura. Hasta el día de hoy se nos ha manejado tanto en los libros de texto como en la historia oficial, que Cortés fue un hombre sanguinario y que al mando de sus hombres conquistó y diezmó, a base de asesinatos despiadados, a miles de habitantes de lo que ahora era la Nueva España, sin el menor remordimiento. Si lo anterior fuera cierto, ¿Por qué entonces Hernán Cortés escribiría este tipo de instrucciones de forma tan detallada y pormenorizada? ¿Qué sentido tendría el que obligara a los comandantes de sus expediciones que se ciñeran a ellas y que castigaran con toda severidad a quienes bajo su mando hubieran cometido desacato a las mismas? La respuesta a estas y otras preguntas no soy yo quien debe proporcionarlas, sino cada uno de los que me escuchan lean, reflexionen y concluyan sobre el particular. Ustedes público, son los que tienen la última opinión.

Para muchos, ésta y otras expediciones a nuestra península, que envió o comandó Cortés, se inscriben entre las derrotas y descalabros más tremendos que tuvo, no sólo por sus escasos resultados sino por las pérdidas millonarias que tuvo el extremeño en cada una de ellas. Sin embargo, para aquellos que vemos con calma y relatividad los hechos de la historia, podemos decir que no fue así. Cortés fue un hombre visionario y perseverante, lo primero distinguió a muchos exploradores de su generación, pero lo segundo era muy escaso en el carácter de esos hombres. Debido a esta personalidad, él porfió una y otra vez en ensanchar los territorios de la Nueva España, en fortalecer las actividades productivas en cada uno de los sitios a los que llegaba, en promover matrimonios entre sus oficiales y soldados con las mujeres de los caciques de cuanta tierra visitaba, y lo más importante, en tratar a toda costa de conquistar nuevos territorios pero siempre por la vía de la alianza y negociación. Algunos historiadores creen ver en ello, un proyecto de formar un reino independiente del de España, en donde el extremeño sería el monarca. Sin embargo esto nunca lo sabremos puesto que siempre fue la Corona Española y sus instituciones los que pusieron dique a sus empresas.

Hernán Cortés

Hernán Cortés

El historiador francés, Christian Duverger, en su magnífico libro “Cortés”, anota lo siguiente: No se puede estudiar al hombre sin analizar al mismo tiempo la leyenda impregnada a su piel, ya sea negra, ya dorada. Sin embargo, reducir también a Cortés a su leyenda sería perder la ocasión de descubrir al hombre y a su tiempo. Su itinerario personal no se limita a los dos años de la conquista de México, ese lacónico 1519-15 21 de los diccionarios. Cortés tiene una trayectoria: una infancia, deseos, ambiciones, voluntad e inteligencia, pero también puede ser presa del abatimiento; conoce tanto el éxito como el fracaso; posee familia, amigos y se debate entre amores complicados; envejece, sus sienes encanecen; no esquiva las lindes de la amargura, tiene penas y alegrías; sus reflexiones profundas chocan con sus preocupaciones más terrenas y cuando ve venir la muerte juzga a su época, piensa en el porvenir de España y México. En una palabra, Cortés lleva una vida de hombre, una vida plena de 62 años.

Sorprende que la historiografía tradicional no haya tratado de escrutar al personaje en su totalidad y en su continuidad. ¿Acaso se habla del Cortés que se valía de todos los medios en la administración de Santo Domingo?, ¿del Cortés agricultor en Cuba? Y quién sabe que Cortés está al lado de Carlos V en su expedición de 1541 contra los berberiscos. Con dificultad, la memoria colectiva concibe a Cortés como el explorador del Pacifico que descubre California, que comercia con el Perú o que intenta abrir la ruta del poniente hacia las Malucas y Filipinas, por ejemplo. Le es difícil reconocer Al hombre que desafiaba a la Corona al tomar posesión de México (…) Resulta ilusorio tratar de comprender al hombre sin entender su siglo, pero aquí hay que mirarlo desde dos ángulos (…) No es posible limitarse al estudio del contexto hispánico, hay que intentar también pasar del lado indígena, para apreciar ese extraño itinerario cartesiano trazado en la frontera del Viejo y del Nuevo Mundo.

[1] Pablo L. Martínez, Historia de Baja California, La Paz, Instituto Sudcaliforniano de Cultura, 2011, pág. 83

[2] Carlos Lazcano Sahagún (2006). LA BAHÍA DE SANTA CRUZ. Cortés en California 1535-1536, Ensenada, Museo de Historia de Ensenada, 2006, págs. 67-68

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La feminista, la que te incomoda

FOTOS: Internet.

Colaboración Especial

Por Diana Reneé Amao Esquivel

La Paz, Baja California Sur (BCS). Este texto puede hacerte sentir incómodo/a al leer su contenido, y esa es precisamente la intención: incomodar para reflexionar, cuestionar los privilegios de un orden social desequilibrado llamado patriarcado. Este texto también busca empatizar con las mujeres, particularmente con aquellas que nos asumimos como feministas, porque adoptar el feminismo como forma de vida no siempre resulta un proceso fácil.

Sí, soy feminista. No sigo los chistes machistas en las reuniones de oficina; tampoco le sigo el juego al pariente machirul que en navidad se sienta como patrón a que le sirvan y le limpien todo; tampoco tolero la comunicación violenta; ni tampoco tengo mucho aguante en esas fiestas en las que las mujeres están por un lado a cargo de la comida y los niños/as mientras ellos, los varones, se dedican a beber.

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No, ahí no hay espacio para las feministas como yo. Porque no me quedo callada, creo que el silencio ha sido el mejor aliado del patriarcado. Éste ha sellado los pactos más injustos y ha permitido que la balanza del poder se siga inclinando hacia ellos. Eso significa que voy a cuestionar los patrones de género, el orden familiar y trataré de establecer límites, y eso no es algo que caiga bien a la gente, porque todos/as quieren reír y hacer como que no pasa nada para llevarla “suave”, pero sí pasa y es por eso que yo decidí ser la hermana, prima, cuñada, la tía que incomoda, esa a la que no le tiembla la voz para decir: “lava tus platos” o “podrías ayudar más” o “tranquilo, estás gritando” esto me ha valido la antipatía de muchas personas en mi familia. También hace que mi lista de amigos/as sea reducida, no le caigo bien a varias personas en la oficina o en los pasillos de la escuela. Soy esa, la feminista que incomoda.

Ser la pariente o la amiga feminista, significa que tu mundo va a cambiar, que las relaciones como antes las concebías ya nunca serán las mismas porque ahora eres consciente y tus ojos afilados por el morado de las gafas feministas no toleran la violencia, el abuso y la injusticia ¡tremenda cosa! Porque en el camino me llegué a sentir rechazada, incomprendida, ignorada, en algunos momentos sola e incluso he sido violentada por señalar los privilegios y las cárceles que vivimos cotidianamente como sano/as hijos/as del patriarcado.

Ser feminista significa que si estás pensando en tener una pareja has de ser exigente con lo que deseas de tu compañero y que desde las primeras citas tienes que indagar si no es un potencial manipulador, golpeador, feminicida, o de esos de que se dicen deconstruídos [1] y que terminan siendo más de lo mismo… Y de pronto te enfrentas a que tu lista de posibilidades para tener un compañero se ha reducido de forma tremenda, porque tristemente, los varones en el proceso de cuestionar su lugar privilegiado en este sistema social que se llama patriarcado no han empezado aún su tarea o se ha tardado demasiado —a esos pocos que ya empezaron, sigan así, falta mucho por trabajar. Es así como tantas mujeres que ya abrimos los ojos y empezamos el cambio ya no encontramos el puente para el encuentro con los compañeros y preferimos estar solas aunque nuestro deseo es en realidad construir un lazo significativo libre de violencia machista.

Cuando has adoptado el feminismo como una forma de vida la relación con nuestros cuerpos cambia, también cambia nuestra idea de la maternidad, del trabajo, de nuestro lugar en los espacios públicos y privados. Así, de pronto, llega un momento en el que te miras al espejo y te das cuenta que nuestros cuerpos se encuentran llenos de las expectativas de una sociedad patriarcal en la cual los cuerpos de las mujeres han sido moldeados por estereotipos que hacen que nos rechacemos a nosotras mismas hasta matarnos: tienes arrugas, sobrepeso, imperfecciones, usa maquillaje, ve al gimnasio, vístete bien, píntate el pelo, usa tacones, uñas de gel y minifalda. Las revistas, las redes sociales y los medios de comunicación usan imágenes de mujeres delgadas y blancas, ese es el estereotipo de belleza, nada más alucinante como ese espejismo, las mujeres reales venimos en empaques de muy diversos en tamaños, colores, proporciones y texturas, negarlo hace que las mujeres terminemos odiando nuestros cuerpos. Ser feminista implica romper con eso y abrazar nuestros cuerpos, reconocernos como únicas y especiales.

Así que cuando empecé a abrir los ojos y la conciencia a las relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres no me di cuenta que era un camino sin retorno, que ya no vería los roles de género de una manera tradicional y que me iba a cuestionar todo; no sólo a mi, sino también a quienes me rodean, el feminismo es como una avalancha que transforma nuestra vida, y en el camino no estamos solas, en el camino de pronto te encuentras a una gran colectiva de mujeres que estamos en el mismo proceso y entonces dejas de sentirte el bicho raro de la familia, ahora tienes un grupo de amigas que se ha tejido contigo, conmigo, como una red que nos abraza y sostiene.

Me di cuenta que en el camino del feminismo hay muchas mujeres que lo viven de maneras muy diversas, aquellas que son artistas, las que pintan, danzan y cantan con su voz para denunciar o sanar; aquellas que han decidido irse por el camino de las leyes y las políticas públicas; aquellas que han decidido acompañar a otras mujeres que han vivido violencia; aquellas que han sido tan violentadas por el patriarcado que simplemente no quieren tener nada que ver con los hombres; hay mujeres de 60 años despertando así como chicas de 15 años, hay divorciadas, casadas, lesbianas y LGBT+ hay todo un arcoíris de mujeres que nos estamos inventando día a día el cómo vivir siendo feminista.

También hay mujeres que dicen que no son feministas aunque sean más feministas que la misma Simone de Beauvoir, pero su lucha es distinta, su apuesta es por una vida mejor para las mujeres, y aunque no se llamen feministas a sí mismas, su actuar es de lo más feminista que te puedas imaginar, como el grupo de mujeres en un barrio de la ciudad o en una comunidad rural que ha formado un grupo de apoyo y escucha para mujeres que han vivido violencia. Así que no importa si te reconoces o no como feminista, si vas o no a las marchas o si estás en una colectiva de mujeres o no; si usas un pañuelo verde, uno morado o los dos o ninguno, lo que nos hace feministas es buscar una vida buena, digna y justa para todas las mujeres y la lucha por esa vida se pelea en lo cotidiano, en la cama o la mesa del comedor con tu pareja, con la familia, con los compañeros/as en el trabajo, con las amistades, ¡vaya, con toda la gente con la que interactuamos!

Lo que importa es que vayas tras la idea de que podemos hacerlo mejor como mujeres. Dicho todo lo anterior, entonces sí, sí soy feminista y sí, soy incómoda para muchas personas, pero eso me ha liberado de una gran carga, la de las expectativas de la sociedad, y caminar sin ese peso es el mejor regalo que me ha dado el feminismo; también el derecho al voto, a la educación, a decidir sobre mi cuerpo, mi identidad sexual, a usar pantalones, y bueno la lista se puede hacer muy larga, lo importante es reconocer que todo eso ha sido gracias al feminismo incómodo que tiene más de tres siglos de lucha.

[1] En el contexto de la ruptura de los roles de género y la adopción de la mirada crítica feminista, hablar de deconstrucción, tanto para hombres como para mujeres, significa un proceso que conlleva primero el cuestionamiento de los privilegios propios y de las personas, instituciones o símbolos que ostentan mayor poder; segundo, buscar otros patrones de comportamiento que equilibren la balanza de poder; y por último, aplicar esos patrones y vivir con ellos de manera congruente.

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