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Conversatorios con la muerte

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California Mítica

Por Gilberto Manuel Ortega Avilés

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Estamos en una de las épocas más significativas para los mexicanos, me atrevería a ponerla a la par, o aún más, que las Fiestas Patrias. Octubre y noviembre se visten de colores y calaveras en todo México, y no solo por el Halloween, sino por nuestra tradición ancestral del Día de Muertos o Day Dead —que se escucha como un film de zombies de George Romero, pero es como se conoce mundialmente.

Si eres mexicano, esperas con ansia esta época porque, según nuestra tradición, nuestros, familiares, amigos y mascotas regresan del Mas Allá, así que los recibimos con ofrendas, tributos, altares y demás. Para el mexicano, la muerte no es el final, sino una parte más del camino, es una tradición que trasciende lo cultural y se vuelve espiritual, y en ninguna parte del mundo una muerte se vive como se vive en México. Esto ha sido plasmado en crónicas, películas y libros.

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Alrededor del mundo existen historias curiosas —incluso rayando en lo macabro— sobre los presos que están condenados a muerte. Aunque, claramente, muchos de ellos no son inocentes de los cargos que se les imputan, ¿realmente podemos hacer un juicio objetivo de cuando es justo cobrar una vida por otra?

En 1999, en una cárcel de Chicago, en Estados Unidos, seis prisioneros condenados a muerte fueron sacados de sus celdas para tener un conversatorio, hablar de sus vidas, sus experiencias y creencias sobre la muerte. Todo esto, registrado por autoridades, psicólogos, psiquiatras y fotógrafos. De hecho, se elaboró un documento muy detallado al respecto; al parecer, quedó para fines institucionales y privados, y aunque poco se conoce del caso, encontramos una noticia al respecto en periódicos del Archivo Histórico “Pablo L. Martínez”.

Hablar con personas que van a morir puede dar escalofríos, pero quizás no superen este otro relato. Tres pilotos de aviones bombarderos Douglas DB-7 Boston, que después de una misión de bombardeo a las defensas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, regresaron a la base con el terror impreso en sus rostros. El mariscal, quien los recibió, los envió inmediatamente a elaborar su informe y luego les otorgo un descanso para que se relajara y tomaran unas cervezas. Minutos después, el mariscal recibió la noticia de que estos mismos pilotos habían muerto en esta misión.

Este caso es muy interesante porque se dejó la evidencia física de la manifestación de estas tres almas en pena, que incluso después de la muerte escribieron el informe que contenía una descripción detallada de c+omo murieron en la misión.

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Una película de policías, un filme que nos pone en los zapatos de policías de carne y hueso

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Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿A qué suena la sirena de una patrulla? Alguien dirá que es un sonido de alarma que avisa peligro y debemos estar atentos para reaccionar. ¿Pero porqué suena como suena? No será acaso la premonición de un lamento ante la tragedia? Una Llorona, construida con sintetizadores que anuncia en forma estridente y aguda que sus hijos están perdidos, o a punto de perderse. El lamento de una sociedad desamparada que profetiza el dolor y sufrimiento y ante la cual la reacción es alejarse para dejarla pasar. Así, Alonso Ruizpalacios,  director de Una película de policías inicia su filme. Con una alarma humana, preparándonos ante la tragedia diaria que viven dos policías de la Ciudad de México.

Parejas de policías en el cine hay muchas y es un género que tuvo un gran apogeo en la década de los 80 y 90 donde sobresalen Danny Glover y Mel Gibson en la serie de Arma mortal, hasta la pareja formada por Will Smith y Martin Lawrence en Bad Boys. Generalmente, sobresale el tono cómico y la relación se cimenta en las personalidades opuestas, pero con valores comunes para atrapar a los villanos. Además, cuentan con todos los recursos necesarios para hacer su trabajo. Ahí, ser policía es un privilegio.

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Pero el film de Ruizpalacios, estrenado el pasado 5 de noviembre en Netflix, nos lleva por un rumbo distinto. Aquí no importan tanto los villanos y tampoco importa ser héroes: lo que tenemos son personas que están buscando sobrevivir el día o la noche. Nos cuenta la historia de Teresa y Montoya, oficiales de policía que se conocieron en el trabajo y ahora también son pareja sentimental. Un par que de manera casi inexplicable se fajan ante una corporación que no los apoya, no los capacita, no les da equipo, y ante una sociedad que los insulta, que les teme y los desprecia. El director, que salta de manera magistral entre la ficción, el falso documental y el documental, construye un multiverso en el que la realidad es como un macanazo de granadero y la ficción es una bala de goma en el pecho.

Y a cada revelación, las preguntas retumban en la cabeza, pero también llegan las respuestas, y éstas no son amables en lo absoluto. El filme, va diseccionando a la corporación policíaca y el olor cada vez es más fétido cuando el verdadero villano sale a la luz. Un villano que se alimenta de la indiferencia de la sociedad y la corrupción del gobierno, y ante la cual la pareja protagonista queda indefensa. Entre la tragedia y la desesperación, Teresa y Montoya buscan el asidero para seguir adelante. Para ayudar a una mujer en parto o atrapar a un ladrón de Oxxos que se escabulle en el metro, ganando mil cien pesos a la quincena.

Con el lente centrado en la humanidad de los protagonistas, Alonso Ruizpalacios logra un filme que es una genialidad en el lenguaje cinematográfico, estableciendo nuevos estándares para el documental y la ficción. Ubica al espectador en el centro de la ecuación y lo obliga a buscar respuestas y establecer compromisos. Una pareja de policías provoca que la indiferencia se vuelva una maleta muy pesada para cargar e invita a la reflexión profunda y a repensar nuestro papel en la sociedad.

Una película de policías

País: México

Año: 2021

Director: Alonso Ruizpalacios

Disponible en Netflix

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El espejo y la autoconciencia

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿Siempre somos conscientes de que somos? ¿De que somos qué? En 1554, el médico Gómez Pereira en su libro Antoniana Margarita declaró su célebre apotegma: “Conozco que conozco algo. Todo lo que conoce, es. Luego yo soy”. ¿Esto es cierto?

Desde un espiritualismo humanista, Pereira consideraba al hombre como un espíritu puro encerrado en un cuerpo animal. Dualismo añejo y un prejuicio antropocéntrico en el que no debemos conceder a los animales no humanos las facultades de sentir o desear, pues habría también que concederles pensamiento y entendimiento. Inadmisible para un cristiano. Los animales no piensan, no inteligen, y por lo tanto, tampoco siente dolor ni tienen alma racional. Son solo “autómatas”, entes mecánicos. El galgo que persigue a la liebre sería una máquina diseñada que sólo se mueve por estímulos mecánicos dados.

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Pero el hombre sí es capaz de autoconocerse, no es un mero autómata: Quidquid noscit est; ergo sum. Cuando Descartes formuló su célebre Cogito ergo sum –razono entonces soy—, 80 años después de Pereira, su mecanicismo era casi idéntico, inmerso en el dualismo de la res extensa y la res pensante. ¿El francés plagió al español?

Estos argumentos han justificado cualquier atrocidad que los humanos podemos ejercer sobre otros sistemas vivientes al negarles no sólo el pensamiento y la autocomprensión de ellos mismos, sino hasta sus capacidades sensitivas.

Un cascarrabias pensador del XIX, el genial Schopenhauer incluso negó la conciencia del propio hombre. Inmerso en la filosofía romántica que desarrolló la noción del subconsciente o del inconsciente que culminaría en las teorías freudianas, intuyó la voluntad como fuerza motora detrás de cada cuerpo. Más o menos lo que los biólogos llamarían instinto. La voluntad no es consciente de sí misma más que en casos límite, de crisis mortal. Generalmente, hacemos las cosas por voluntad, pero esta es ciega y sin otro objetivo más que la supervivencia inmanente.

Han pasado más de cuatro siglos y medio desde Pereira, y dos siglos desde Schopenhauer. Ahora conocemos un poco más de los sistemas nerviosos, de etología y de redes neuronales. La concepción de los sistemas bioquímicos que son conscientes de sí mismos se infiere más allá de nuestros prejuicios.

La clave es el espejo. El espejo, símbolo mágico de la conciencia y la imaginación.

Según Scheler, el espejo es el vehículo mental donde se produce la auto contemplación y reflejo del Universo. Símbolo de la luna que replica la realidad hasta el infinito, horror para el ciego Borges: ¿Por qué persistes, incesante espejo? / ¿Por qué duplicas, misteriosos hermano, / el menor movimiento de mi mano? / ¿Por qué en la sombra el súbito reflejo?

El espejo fue uno de los símbolos más recurridos por los alquimistas. Para Jacob Boehme, el ser divino se engendra a sí mismo en las profundidades, reflejándose en el Espejo de la Sabiduría (Sophia).

En la Rama Dorada, Frazer retoma las creencias de varias culturas en donde el alma reside en la imagen reflejada en el espejo. Según una oscura tradición, en la noche de los tiempos, la esfinge egipcia tenía un espejo en la frente, signo lunar al igual que la diosa Hathor y el espejo de Isis con el cual pudo resucitar a su amado Osiris.

A comienzos del siglo XVII, los alquimistas transitan entre una visión orgánica y otra mecanicista matemática. En esta polémica, el espejo se vuelve representación de la nueva racionalidad. En la portada del Ars vitraria experimentalis, de Johann Kunckel, de 1744, se puede ver la alegoría de la experiencia cuya luz de la Naturaleza se enciende por el sol de la verdad en el espejo de la razón.

Jaques Lacan sostiene su filosofía en el espejo como símbolo de un estadio psíquico de los niños. Según Lacan hay una relación entre imagen e identidad, pero para que esta se forme el niño debe identificarse con una imagen fuera de él. Retomando el concepto de mimetismo, el niño encuentra su imagen en el espejo, o en la imagen de otro niño. En promedio los niños se reconocen ante el espejo a los 18 meses de edad.

Los humanos con un retraso mental fallan en reconocerse al espejo, también los que sufren Alzheimer. 30 % de los niños autistas no pueden hacerlo y los esquizofrénicos confunden su imagen con otra persona (Harris 1977, Spiker & Ricks 1984; Biringer & Andersen 1993).

Un célebre estudio realizado por Gallup en 1970 intentó contestar la pregunta de sí otros animales se reconocían en el espejo.

Gallup colocó un gran espejo frente a las jaulas de varios chimpancés por 10 días consecutivos. Al principio, los chimpancés actuaron como si vieran a otros individuos mediante conductas sociales pero días después cambiaron su comportamiento. Comenzaron a acicalarse frente al espejo. Posteriormente, Gallup los anestesió y marcó su frente con una señal teñida de rojo. Cuando los chimpancés se miraron en el espejo, se alarmaron y se llevaron la mano a la frente intentando borrar la marca y se olían los dedos después de tocarla.

Después de este paradigma se ha repetido la prueba del espejo en muchos animales. La mayoría de los primates y prosimios no se auto reconocen ante el espejo o las evidencias no son contundentes.  Lemures, gálagos, monos ardilla, titíes, monos capuchino, mandriles, macacos y gibones parecen reconocer en el espejo a otros miembros de su especie, más que a ellos mismos. Algunos de estudios han sido llevados a cabo durante meses e incluso años y no encuentran una correlación entre el uso de herramientas –que la mayoría de estos animales realiza—, y la autopercepción.

Esto ha hecho especular a Gallup que solo los grandes simios pueden lograrlo. Él y Suárez confirmaron el auto reconocimiento entre los orangutanes, también se ha confirmado en bonobos y en gorilas; aunque estos fallan muchas veces el examen.

También se han examinado otras especies no primates. El examen ha sido positivo para delfines nariz de botella, elefantes africanos, lobos grises, perros, cuervos y urracas.

En 2014, se colocó un espejo en la ruta de paso de un puma. Cuando este lo encontró al principio rugió a su imagen y conforme se fue acostumbrando se tendió ante ella mordisqueando una rama y posteriormente se acicaló y rodó sobre la hojarasca como si fuera un gato juguetón.

Uno de los casos más interesante es el de las mantarrayas gigantes o móbulas. En 2016 Ari y D’Agostino colocaron un gran espejo en un acuario. Las mantas al ver su reflejo cambiaban sus patrones de color de la piel, expusieron su costado al espejo y exhalaron burbujas. Cuando las mantas se encuentran con uno de sus iguales intensifican el blanco de sus manchas, algo que no sucedió cuando se miraron al espejo. Esto indica que no suponían que la imagen correspondiera a otro individuo que no fuera ella.

Las mantas gigantes poseen la masa encefálica más grande entre todos los elasmobranquios (tiburones y rayas); exhiben conductas sociales muy acentuadas y se comunican entre ellas cambiando de color y mediante saltos fuera del agua y coletazos.

La  teoría de la mente se basa en que la habilidad de inferir estados mentales de otros es producto de la auto conciencia. Esta habilidad es importante para que una criatura sobreviva, ya sea para optimizar sus interacciones con los otros, como para anticipar y aprender los movimientos y conductas de sus depredadores. También el depredador puede realizar estrategias de ataque si prevé la dinámica de sus presas. Cada vez se tienen más ejemplos de estrategias y contraestrategias.  Por ejemplo, frente a Seal Island en Sudáfrica, los lobos marinos nadan a toda velocidad en fila india en busca de minimizar la probabilidad de que los tiburones blancos las ataquen. Sin embargo, el tiburón las acecha desde el fondo somero viendo hacia la superficie y las embosca interceptándolas  en un ataque vertical brutal que las noquea. Esta guerra perpetua de estrategias se inclina a favor de los mamíferos marinos. De cada intento y salto, el tiburón falla 8 de 10 para un éxito del 20 %.

Si reconocer al otro para sobrevivir, implica reconocerse a sí mismo: ¿qué tanto las criaturas tienen la conciencia de un Yo? Un Yo casi fantasmal inventado como concepto trascendental por Pereira y los filósofos de El Renacimiento.

Según Gallup, las criaturas que fallan en reconocerse a sí mismas en los espejos podrían fallar también en mostrar evidencia basada en estrategias sociales. Cheney y Seyfart, en 1990, sugirieron que los monos que fallaron la prueba tampoco entendieron el estado mental de los otros monos; demandas intencionales como decepción, gratitud y empatía.

Los humanos que fallan en auto reconocerse, usualmente tienen deficiencias sociales y problemas para aventurar lo que otras personas piensan. Johnson (1982) correlacionó el reconocimiento en el espejo de niños entre 18 y 24 meses de edad con las conductas altruistas hacia los demás.

La conciencia de sí se relaciona neurológicamente con ciertas áreas cerebrales como la corteza frontal, principalmente en mamíferos y aves. Esta área es importante para desarrollar otras habilidades como memoria episódica o autobiográfica, humor y autoevaluación.

En contraste con los humanos, los gorilas se auto reconocen menos al espejo. Semendorfi encontró que los gorilas tienen una corteza frontal más pequeña y menos desarrollada que los hombres; asimismo, su cerebro es menos lateralizado que el de los chimpancés y los orangutanes.

Sin embargo, no se debe constreñir a una zona específica. En cerebros primitivos que no tienen o poseen una cortea frontal muy pobre, el auto reconocimiento también es positivo. Ya describí el caso de las mantas gigantes; también varias especies de peces óseos se han reconocido en el espejo, como los lábridos limpiadores.

Si el reconocimiento implica una conciencia inteligente sigue siendo tema de debate. Los etólogos y neurólogos aún compilan estudios de muchas capacidades distintas para determinar qué aspectos cognitivos son asociados al reconocimiento en busca de tener una visión hacia otras mentes.

No en balde hace 25 siglos, un sabio, Tales de Mileto subrayó que nada es más difícil que conocerse a sí mismo.

Referencias

Ari, C., & D’Agostino, D. P. (2016). Contingency checking and self-directed behaviors in giant manta rays: Do elasmobranchs have self-awareness?. Journal of Ethology, 34(2), 167-174.

De Veer, M. W., & Van den Bos, R. (1999). A critical review of methodology and interpretation of mirror self-recognition research in nonhuman primates. Animal Behaviour, 58(3), 459–468.

Gallup Jr, G. G., Anderson, J. R., & Shillito, D. J. (2002). The mirror test. The cognitive animal: Empirical and theoretical perspectives on animal cognition, 325-333.

Johnson, D. B. (1982). Altruistic behavior and the development of the self in infants. Merrill-Palmer Quarterly (1982-), 379-388.

Kohda, M., Hotta, T., Takeyama, T., Awata, S., Tanaka, H., Asai, J., & Jordan, A. L. (2019) If a fish can pass the mark test, what are the implications for consciousness and self-awareness testing in animals? PLOS Biology, 17(2)

Llavona, R., & Bandrés, J. (1996). Gómez Pereira y la Antoniana Margarita. M. Saiz y D. Saiz (coords.), Personajes para una historia de la psicología en España, 79-92.

Medina, F. S., Taylor, A. H., Hunt, G. R., & Gray, R. D. (2011). New Caledonian crows’ responses to mirrors. Animal Behaviour, 82(5), 981–993.

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Thomas Cavendish y el asalto a la Nao de China

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). De acuerdo a lo relatado en su libro Memorias del Vigía. Cabo San Lucas en su historia, el joven escritor sudcaliforniano Gustavo de la Peña Avilés nos narra que fue a los hombres de Hernán Cortés a quienes que les tocó el honor de haber descubierto este lugar en el año de 1535. Esta primera expedición que llegó por tierra al lugar, nombró al sitio como California. Francisco Javier Clavijero comenta en su libro Historia de la Antigua o Baja California lo siguiente: Añadiremos aquí la opinión del docto ex-jesuita don José Campoi sobre la etimología del nombre California o Californias como dicen otros. Este padre cree que el tal nombre se compone de la voz española cala, que significa una ensenada pequeña del mar, y de la latina fornix, que significa bóveda; porque en el cabo San Lucas hay una pequeña ensenada, en cuyo lado occidental sobresale una roca agujerada de modo, que en la parte superior de aquel gran agujero se ve formada un bóveda tan perfecta, que parece hecha por el arte. Observando pues Cortés aquella cala y aquella bóveda y entendiendo de latín, es verosímil que diese a aquel puerto el nombre de California o Cala-y-fornix, hablando medio español y medio latín. En algunos mapas de los años de 1589 (Ortelius), 1592 (Diego Gutiérrez) y Jaducus Handius (1640), se señala como “C. de California” o “C. California” a la punta de la península.

Sin embargo, aún faltaban muchos sucesos por ocurrir en esta parte del mundo para que se quedara un nombre definitivo para este bello lugar de la geografía californiana. En el año de 1539, Francisco de Ulloa recorre en un viaje de exploración este mismo sitio al cual denomina como Plaia Ballena y es con este nombre que aparece en el mapamundi que fue diseñado y construido por Agnes en el año de 1542.  El explorador español Juan Rodríguez Cabrillo arriba a este puerto el día 3 de julio de 1542 y tras una estancia de tres días, antes de partir le da el nuevo nombre de “Puerto de San Lucas”. El nombre original del puerto en comento era “Yenecamú”, palabra de origen pericú que significa “Lugar donde se unen dos aguas”. Posterior a la llegada de los colonizadores españoles y debido a la gran afluencia de expedicionarios, los cuales cada uno se sentía como descubridor de este sitio y con la facultad para colocarle el nombre que le viniera en gana, el sitio tuvo varios nombres a saber: Nueva Albión, Puerto Seguro, Reino de Nueva Andalucía y Villa San Felipe. Sin embargo el nombre que tuvo un mayor impacto y por el cual fue nombrado y conocido por propios y extraños fue el de Cabo San Lucas, nombre puesto el 18 de octubre de 1541 por el soldado español Francisco de Bolaños en el preciso día dedicado en el santoral católico a San Lucas Evangelista.

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Hasta este hermoso paraje arribó uno de los corsarios más jóvenes de la historia y que tenía como intención llevar a cabo el atraco de uno de los barcos más legendarios en los anales de la literatura marina: La Nao de China o Galeón de Manila. Este personaje fue nada menos que Thomas Cavendish (o Candish), un inglés el cual había nacido dentro de una de las familias aristócratas de la antigua Inglaterra y pese a que su familia se esmeró por darle una brillante educación en las más caras y prestigiadas escuela de su reino, él siempre demostró una propensión hacia la vida disipada y de lujo. Una vez que hubo dilapidado su fortuna, con lo poco que le quedaba mandó construir una nave con la cual viajó a las riquísimas tierras recién descubiertas de América en donde pudo admirar y ser testigo de la inmensidad de oro, plata y demás mercancías que se podían obtener de forma fácil y rápida a través de la rapiña en el mar. Regresó a su patria y mandó construir un barco al cual llamó “Deseo” y con él se aprestó a viajar hacia las costas de la Nueva España, en espera de capturar y saquear el Galeón de Manila, al regresar de su viaje por oriente, y donde vendría lento, y su tripulación hambrienta y cansada, cargado con miles y miles de toneladas de oro, plata y mercadería invaluable.

A continuación hago un relato de cómo fue que se llevó a cabo este atraco el cual le valió a Cavendish ser considerado como el corsario más rico de la historia.

A finales del siglo XVI, el territorio de la Antigua California era una tierra inhóspita y casi virgen. Fue a principios de ese siglo que el explorador español Hernán Cortés arribó al puerto, que en aquel entonces bautizó como “de la Santa Cruz”, sin embargo, nuestra península solamente fue ocupado con pequeños enclaves de colonos españoles por periodos muy breves y que al final terminaban en tremendas pérdidas no sólo de haberes sino de vidas humanas.

Fue en ese entonces que la Corona Española se encontraba en pleno auge expansionista y que su llegada a Norte, Centro y Sud América simplemente eran la antesala al dominio de todo el mundo conocido y por conocerse. En uno de esos viajes imperialistas y que viene a colación en esta historia, se descubrió una ruta rápida para transportar las riquezas que se obtenían de los dominios que tenía España en las tierras asiáticas, y traerlos hacia el virreinato de la Nueva España en espera de concentrarlos en España. Me refiero a los viajes que realizaba una de las naves más imponentes por su tonelaje (algunos de 2000 tn.) y capacidad de maniobra y transportación (algunos llevaban 1000 personas) conocida coloquialmente como “La Nao de China”. Este “Galeón de Manila” como también se le conocía, realizaba sus viajes desde las tierras del lejano oriente que estaban bajo el dominio español (Filipinas, Guam, Malasia, Islas Saavedra, Islas Marianas) en donde recolectaba diferentes productos como eran: oro y plata en barra o monedas, telas y objetos de seda; alfombras persas, algodón, abanicos, cajoneras, arcones, cofres y joyeros laqueados, peines y cascabeles, biombos y porcelanas, especias, lana de camello, cera, marfil labrado o tallado, bejucos para cestas, jade, ámbar, piedras preciosas, madera y corchas de madreperla, fierro, estaño y pólvora. En su regreso a América lo realizaba utilizando un fenómeno marino natural llamado “Corriente de Kuroshio” la cual había sido descubierta accidentalmente por el marino Andrés de Urdaneta en el año de 1565. La mencionada “corriente de Kuroshio o Kurosivo” arrastra con mucha fuerza a los barcos que llegan a ella desde Japón y lugares aledaños, y desemboca en el sitio que hoy conocemos como estado de California, EUA. Una vez que los españoles dominaron el arte de navegar utilizando esta ruta, iniciaron un gran intercambio comercial llevando y trayendo productos de América hacia Oriente, y viceversa, con el propósito de establecer su hegemonía sobre los demás países europeos que ya la buscaban.

Sin embargo la preciada carga de estos barcos se convirtió pronto en un tesoro codiciado por todas las potencias de aquella época e incluso los reinos más poderosos como Inglaterra y Portugal patrocinaban a piratas a los cuales otorgaban una “patente de corso” para que pudieran atacar y saquear estas naves, y que al regresar a las tierras bajo sus reinados no fueran perseguidos ni mucho menos juzgados por sus fechorías, siempre y cuando compartieran con sus “contratantes”, la mayor parte de los tesoros obtenidos por este bandidaje más o menos “legalizado”.

Uno de estos famosos atracos se llevó a cabo frente a las costas de Cabo de San Lucas el 14 de noviembre del año de 1587. Como es bien sabido una vez que la “corriente de Kuroshio” depositaba a la “Nao de China” a la altura de la que después se conocería como la Alta California, bajaba “bordeando” toda la península de California hasta llegar al puerto de San Blas y finalmente su punto de llegada que era Acapulco. Cuando pasaba por Cabo San Lucas, por lo general se detenía a surtirse de agua potable y víveres los cuales ya casi se les habían agotado a estas alturas del viaje (por lo general el viaje de vuelta duraba 7 meses). Desde principios del mes de octubre de 1587 el conocido filibustero Thomas Cavendish había llegado a las playas de Cabo San Lucas a bordo de su poderoso barco “Desire” (“Deseo) con la aviesa intención de capturar a uno de los “Galeones de Manila” más grandes y cargado con una de las mayores riquezas que hasta el momento se podían transportar desde tierras orientales: se decía que el mencionado Galeón solamente en barras de oro y plata transportaba un valor de 122 mil dólares (algunos documentos mencionan que eran 700,000 pesos de plata), una cantidad jamás vista en esas épocas, y eso sin contar el valor en más de 1 millón de pesos en mercancía.

Durante más de un mes, el temible capitán Cavendish, se ocultó en la bahía del Cabo de San Lucas en la espera de que se avistara el Galeón. Cuando se tuvo a vista la nave, se pudo apreciar que llevaba el nombre de “Santa Anna”. En ese momento Cavendish dio la orden de iniciar el ataque y después de una persecución de varias horas, empezó a disparar sus cañones, y unos cuarenta de sus hombres abordaron el barco español. Sin embargo debido a la férrea resistencia de los españoles, los ingleses tuvieron que retirarse, hasta que al cuarto ataque dañaron al galeón y el “Santa Anna” alzó su bandera de tregua, logrando Cavendish capturar la “Nao de China”. Cavendish y sus corsarios no cabían de gusto al percatarse que habían logrado una hazaña colosal al convertirse en los piratas más ricos que surcaban los mares en esos años. El 19 de noviembre de 1587, ciento noventa españoles, incluyendo mujeres, fueron abandonados sin prenda alguna en la playa de Cabo San Lucas, únicamente les dieron las velas del “Santa Anna” para usar como casas de campaña. Entre los sobrevivientes se encontraba el que después se convertiría en un extraordinario navegante y explorador: Sebastián Vizcaíno, al cual debe su actual nombre el puerto de La Paz.

Thomas Cavendish tomó algunos prisioneros, como Alonso de Valladolid, el piloto del galeón, quien conocía las rutas del Pacífico, y un sacerdote. Según se sabe, este último lo ofendió por lo que procedió a colgarlo y luego arrojar su cuerpo al mar, partiendo después, rumbo a Gran Bretaña a bordo del “Desire”. Se cuenta que como una muestra del desdén que sentía hacia la corona española, entregó a los sobrevivientes que dejó en suelo californiano, la bitácora de navegación donde se consignaba la carga que llevó el Galeón de Manila, y en la que al calce estampó su firma como una especie de “agradecimiento” por el tesoro concedido. El destino del “Galeón de Manila” fue mucho más triste, el barco de Cavendish era demasiado pequeño como para llevar todo el tesoro, y no tenía suficientes hombres para hacer navegar el galeón español, por lo que procedió a incendiarlo, y lo envió con el resto del tesoro, al fondo del puerto de Cabo de San Lucas. Thomas Cavendish contaba con 27 años de edad cuando realizó este acto que le dio fama mundial.

Sin embargo, este no sería el primero ni el último ataque pirata al Puerto de Cabo de San Lucas o a los Galeones de Manila, los cuales tuvieron la supremacía de los viajes entre los continentes asiático y americano por más de 200 años.

Bibliografía:

Memorias del Vigía. Cabo San Lucas en su historia – Gustavo de la Peña Avilés.

Historia de la Antigua o Baja California – Francisco Javier Clavijero.

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Sí al rescate del nombre original de nuestra tierra: California

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El siglo XXI es el espacio y tiempo idóneo para que se derrumben viejos y anquilosados paradigmas que se han sostenido en el tiempo, ya sea por ignorancia o por costumbre. El nombre que actualmente tiene nuestro estado: Baja California Sur, al cual muchos nativos y extranjeros han reducido al ignominioso adjetivo de baja, se le impuso bajo un esquema toponímico que ya es innoperante, para rescatar el verdadero nombre que nos corresponde y del cual fuimos los primeros en poseer: California.

Hagamos un recuento histórico. En el año de 1535, llega a nuestra península el explorador español Hernán Cortés y durante su estancia, envía diferentes contingentes a explorar esta tierra con el propósito de conocer sus recursos así como para saber si estaba en una isla o no. Nuestro personaje en comento bautizó diferentes puntos de la geografía peninsular como fueron la Bahía de Santa Cruz, Isla de Santiago, Isla de las Perlas, Sierra de San Felipe pero no llegó a bautizar toda esta larga lengua de tierra sobre la que permaneció por casi un año. El historiador Carlos Lazcano Sahagún, uno de los grandes eruditos sobre la historia peninsular con los que contamos en México, sostiene que fueron los hombres enviados por Cortés hacia el sur de la península, los cuales a mediados del mes de noviembre dieron con un sitio al cual los naturales llamaban “Yenekamú”, y en cuya bahía se encontraba un hermoso arco de piedra, el cual estaba rodeado de “bravas costas“, semejantes a las descritas por Garcí Rodríguez de Montalvo en su legendario libroLas Sergas de Esplandián, por lo que es de suponerse que ellos, los soldados y no Cortés, fueron quienes por primera vez llamaron a ese sitio California.

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¿De dónde obtuvieron la palabra California las huestes de soldados que llegaron a esta tierra peninsular? La teoría mayormente aceptada indica que el nombre proviene de una palabra que aparecía en un cantar de gesta romántica titulado La canción de Roland, la cual dice Muerto está mi sobrino que tantas tierras conquistó, contra mí se rebelarán los sajones, y los húngaros y los búlgaros y tantos otros, los romanos, los pullés y los de Palermo, y los de África y los de Califerne.

Sin embargo el término “California” aparece como tal en la novela de caballería Las Sergas de Esplandián, escrita a principios del siglo XVI y que se atribuye su autoría a Garcí Rodríguez de Montalvo. En la mencionada novela se puede leer: Sabed que a la diestra mano de las Indias hubo una isla llamada California, muy llegada al Paraíso Terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algún varón entre ellas hubiese, que casi como las Amazonas era su modo de vivir. Eran éstas de valientes cuerpos y esforzados y ardientes corazones y de grandes fuerzas. La ínsula en sí la más fuerte de riscos y bravas peñas que en el mundo se hallaba. Sus armas eran todas de oro y también las guarniciones de las bestias fieras en que, después de haberlas amansado, cabalgaban; que en toda la isla no había otro metal alguno. Moraban en cuevas muy bien labradas; tenían navíos, muchos, en que salían a otras partes a hacer cabalgadas, y los hombres que prendían llevábanlos consigo, dándoles la muerte que adelante oiréis. Esta novela era muy popular entre los exploradores españoles por lo que seguramente al ver las costas del Sur de nuestra península, creyeron estar frente a la famosa “isla California” y así le pusieron por nombre.

El registro más antiguo de una exploración, en donde aparece mencionado el nombre de California para aplicarlo a nuestra península, se obtuvo en el diario de navegación de Francisco Preciado en la navegación que realizara Francisco de Ulloa. La fecha de esta anotación fue en noviembre de 1539: Aquí nos encontramos a cincuenta y cuatro leguas de distancia de la California, poco más o menos, siempre de la parte de garbino, viendo por la noche tres o cuatro fuegos por los cuales se demostraba que el país estaba muy habitado y por mucha gente, porque la grandeza de la tierra así lo demuestra y pensamos que no puede ser que no haya ciudades grandes habitadas tierra adentro.

El primer mapa donde aparece el nombre de California fue el realizado por Diego Gutiérrez, titulado Americae Sive Qvartae Orbis Partis Nova et Exactisima Descriptio (Exacta Descripción de América, parte nueva del Orbe) fechado en 1562. El término no se aplica a la península, sino al Cabo San Lucas, en donde se lee C. California, es decir Cabo California. Debido a que Cortés no le dio un nombre oficial a toda la tierra descubierta, y ante la necesidad de nombrar a toda esta región con un nombre que permitiera su más fácil manejo tanto en mapas como en descripciones, se procedió a generalizar el toponímico California hacia toda esta península.

Con el paso de los siglos, el nombre de California quedó definitivamente ligado a nuestra península, siendo la media mitad sur de la misma la que por espacio de más de dos siglos tuvo el honor de llevar este toponímico. Durante el año de 1769, con la puesta en marcha del proceso expansionista de los Borbones en la península, que incluía la colonización de las tierras al norte de la California; los franciscanos se trasladan a este sitio y, por cuestiones administrativas deciden dividir este vasto territorio en dos grandes porciones: a la península le dejan el nombre de Baja o Antigua California, y a las tierras de la parte norte, que recién estaban colonizando, y a las que el pirata inglés Francis Drake las había bautizado como Nueva Albión en 1579, le colocan el de Alta o Nueva California. Como bien dice Carlos Lazcano: La California estadounidense nació y se consolidó gracias al gran apoyo que recibieron de las misiones de la California mexicana. La Nueva California recibió un amplio apoyo, material y humano, por parte de la Antigua California. Sin este apoyo la nueva provincia hubiera fracasado.

Esta denominación de Alta y Baja California continuó utilizándose posteriormente al nacimiento de nuestro país, México. En ocasiones como Departamento y en otras como Territorio. Fue durante la guerra de invasión que realizó el gobierno de Estados Unidos contra nuestro país en el año de 1847, que nos arrebató una gran porción de tierra, entre la que se incluía la Alta California. A partir de su incorporación como un nuevo estado de aquella nación, el adjetivo de Alta se hizo innecesario por lo que procedieron a eliminarlo y desde entonces utilizan sólo California para referirse a esta pujante y rica porción de tierra. Una solución igual debió seguir el gobierno mexicano, pero sumido en las constantes y encarnizadas luchas de facciones por lograr el control del poder político y económico de la joven nación mexicana, continuaron utilizando, lamentablemente, el nombre de Baja California para nuestra península. Con el paso de los años nuestro nombre ha sufrido leves variaciones hasta que en el año de 1974 se procedió a realizarse la última modificación legislativa en donde se decide apostarle a lo seguro, aunque no por ello lo mejor, de dejar inamovible el nombre de “Baja California Sur” para nuestro naciente Estado.

Como el Lector se habrá podido dar cuenta, los habitantes de esta tierra tenemos el derecho y la posibilidad de eliminar el adjetivo –baja– y el sustantivo –sur– del actual nombre que tenemos como entidad federativa, los cuales nos fueron impuestos por cuestiones administrativas que ya son inoperantes. Refrendo aquella frase de Lazcano que dice “El nombre es parte esencial de la identidad de un pueblo, del arraigo y sus raíces”, y por lo mismo debemos promover la iniciativa ante las instancias legislativas correspondientes para que se retome el nombre original que tuvimos durante más de 200 años y que jamás debimos de haber abandonado. El ignorar la historia de nuestra tierra y de nuestro mar sólo nos llevará hacia la pérdida del amor que aún le tenemos, de la identidad que ha sido avasallada una y otra vez por aquellos malos mexicanos y extranjeros ignorantes que insisten en llamar a nuestro estado como “baja”, creyendo que la única California que existe o ha existido es la que se encuentra en los Estados Unidos.

La propuesta de rescatar el nombre de California para que sea el único que tenga nuestro Estado, está respaldada por muchos hombres y mujeres que amamos profundamente esta península. El nombre tiene un grave significado ya que es parte de nuestras raíces, esencia e identidad. Nuestro compromiso es honrar, conservar y respetar este nombre que nos fue heredado desde hace más de 400 años para que las generaciones venideras continúen esta tradición, y lo veneren como se hace con una madre la cual les dio la vida y los sigue sosteniendo.

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