La visión jainista sobre la vida

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Quizá el jainismo sea la religión más utópica —en sus bases doctrinales—, con respecto a la visión de lo vivo. Tuve el privilegio de aprender superficialmente, la doctrina del ahimsa gracias al maestro Juan Miguel de Mora en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y nunca olvidaré la sorpresa que sentí cuando escuché que el jaina hacía depender la metafísica de la ecología.

Confinada hoy a pequeñas comunidades al norte de la India, su filosofía se hizo popular en occidente gracias a la doctrina de la no violencia que predicó Mohandas Gandhi. Hay un discurso constante en donde se alega que adquirió su filosofía de la no violencia de bases occidentales. Thomas Merton aseguró que Gandhi redescubrió su propia tradición y dharma (deber) de las lecturas pacifistas de Thoureu y Tolstoi y… ¡del Nuevo Testamento!

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Ese alegato es propaganda cristiana y muestra una gran ignorancia sobre la tradición india milenaria. Es cierto que Gandhi no era jainista, pero su filosofía pacifista maná principalmente, de fuente jainas. La llamada ecología profunda, filosofía surgida a finales del siglo XX ha sido comparada con las doctrinas jainas del siglo IV a.NE. Algunos filósofos como Trelinski no están de acuerdo en que el jainismo refleja los ideales de la ecología profunda desarrollada por Arne Næss.

Los principales pensamientos del jainismo con respecto a la vida conducen a una forma de pensar la naturaleza como algo sagrado más allá de cultos mágicos. La doctrina jaina carece de dogmas y supercherías que tanto cimientan otras religiones. Derivada de tradiciones hindúes brahmánicas en medio del conflicto con el punto de vista del primer Budismo, el jainismo surge de las experiencias místicas de un hombre y permaneció durante mucho tiempo como una filosofía exclusivamente, religiosa.

Ese hombre fue Mahavira o Majavirá (599 – 527 a.NE). El vigesimocuarto Tirthankara o Jina. Los tirthankara eran aquellos que establecen vados  a través del océano de la existencia, mientras que, jina significa el victorioso o el que conquista. Estos títulos se otorgan a aquellos que han superado la opresión  del samsāra —flujo de las transmigraciones—, y enseñan el camino de la liberación. Entre otros, el deber del jaina se basa en la ahimsa —principio de no violencia—, contrapuesto a la himsa —violencia—, que degrada a los hombres. A pesar de ser imposible se constituye como un camino.

Por otro lado, la realidad se constituye como posibilidad incapaz de ser abarcada en toda su magnitud. Como doctrina atea, en el jainismo no hay dioses ni una divinidad creadora, se nombra en sánscrito Nastika. El anekantabada es un mosaico subjetivo, que depende del observador. Hay tantas explicaciones sobre la realidad como observadores y no hay un marco privilegiado, milenios antes del posmodernismo y de la relatividad, los jainas ya pensaban en ello. Por eso nada es absoluto ni definido.

Todo lo vivo tiene un principio, una sustancia consiente capaza de aumentar o disminuir el cuerpo que la habita. Uno de los problemas biofilosóficos más difíciles se refiere a una naturaleza vital. Si el fenómeno de lo vivo se puede reducir a sus componentes celulares, o componentes moleculares. En el jainismo se nombra atman y depende de la materia que se conforma de anu (moléculas o átomos). Si el atman es una combinación de anu, tenemos una materialista y temprana teoría sobre lo vivo que se infiere y que coincide en varios puntos con la fisicoquímica actual.

Así, tanto el mosquito como el rinoceronte, tanto los hongos como las bacterias tendrían atman. Pero, esta doctrina conlleva a un respeto irrestricto del atman si quiere ser congruente con el ahimsa. Iguala a cualquier ser en un terreno ético. Por ello el jaina debe ser vegano absoluto, mantenerse inmóvil toda su vida, barrer el suelo con una escobilla ante su paso, usar cubrebocas, así como otras medidas para minimizar el daño y el dolor sobre lo vivo.

El jaina existiría en un no movimiento, en la contemplación de la realidad a través de una ruta que posiblemente, lleva al nirvana. He ahí en donde el materialismo se idealiza. Si se iguala lo ético, ¿es posible la satisfacción o el placer fuera de la contemplación inmóvil? ¿Se tiene en cuenta la imposibilidad de la santidad en los hombres? ¿Qué se hace con las cadenas tróficas? ¿Es compatible la idea frente al hambre? ¿Se puede luchar contra el determinismo genético?

El jainismo insiste en la realidad del cambio y por lo tanto permite el pensamiento evolutivo. Esto conllevaría a una paradoja, religión sin dogmas se vuelve cualquier cosa como ironía, contradicción y proteína —etimológicamente, hablando. Como teoría resulta un poema hermoso, como práctica, una frustración enorme. Recuerdo el día en que Juan Miguel me enseñó esta doctrina, yo deseaba creer, iluminarme a través de una posibilidad. Cuando salí de la instrucción lo primero que vi fue una madre golpeando a su hijo.

 Referencias:

Babb, Lawrence, Lord: Ascetics and Kings in a Jain Ritual Culture, Ingletarra, University of California Press, p. 96.

Tralinski Blair, Deep ecology and Jainism. A critical Assessment of Theory and Practice, Canada, Queen’s Univesity, 2010, p. i.

Biardeau Madelaine, Las filosofías de la India en Historia de la Filosofía. El pensamiento prefilosófico y oriental, México, Siglo XX editores, 1969, p. 145.

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

Doctor en Ciencias Marinas. Recibió el Premio Internacional de Divulgación Científica “Ruy Pérez Tamayo” en 2012. Entre sus libros sobre temas científicos destacan “Tiburones, supervivientes en el tiempo” y “Ensayos en Filosofía Científica” en coautoría con David Siqueiros.

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