Jaws no fue la culpable

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Desde hace tiempo se ha satanizado la película Jaws de Steven Spielberg como si fuera responsable de haber satanizado a los tiburones, un despropósito. El objetivo del arte no es moralizar ni educar, sino sublimar y mitificar, todo en el arte es símbolo -mimesi- re-presentación de lo real por medio de la ficción. El fenómeno masivo que implicó la película no fue el origen de la satanización de los tiburones sino su culmen.

La novela de Peter Benchley no inventó un género nuevo, no fue original en la base del horror, sino que retomó un terror atávico desde que los homínidos aparecieron en la Tierra, el miedo a ser devorado. 

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FOTO: UABCS

Benchley conocía a los tiburones por su experiencia desde niño cuando pescaba con su padre en Nantucket. En 1964 leyó una noticia que le llamó la atención. Un legendario pescador llamado Frank Mundus había capturado un tiburón blanco de dos toneladas y lo exhibía en la costa de Montauk. En 1971, el agente literario de Benchley consiguió que el editor Thomas Congdon le pagase $ 1000 dólares por cien páginas de una novela atractiva. Benchley ya desde hacía años escribía una historia sobre un tiburón que ataca gente y se queda rondando en la zona. La trama no es nada nuevo, durante siglos ha sido una creencia de los pescadores llamada tiburón cebado. Hace una referencia antropocéntrica a que cuando un tiburón prueba carne humana se queda en el área y ya no desea probar algo más. 

Ese mismo año se estrenó un documental dirigido por Peter Gimbel y el matrimonio Taylor, buzos que filmaron tiburones blancos en Sudáfrica y Australia dentro de jaulas. El título del filme es Blue Water, White Death y el slogan rezó: La más aterradora y fascinante aventura marina

Muerte y Terror.

Benchley vio el documental y junto con la célebre historia de los ataques de Nueva Jersey en 1916, acabó la novela en 1973. Aún no había sido publicada cuando el editor les comentó a los productores Richard Zanuck y David Brown acerca de ella. Zanuck y su compañero habían ya financiado el célebre filme El golpe y buscaban otro gran éxito. Se reunieron en Francia con un joven director, Steven Spielberg.

El resto es historia del arte, el filme fue un ícono en la historia del cine y los negocios. Fue el primer blockbuster masivo, generó pasión, histeria, neurosis y fanatismo. Es, tanto una película de terror como de aventuras y le debe gran porcentaje de su éxito a la música de John Williams. La película costó 9 millones de dólares y consiguió recaudar 471 millones.

Generó vasos comunicantes entre el comportamiento del tiburón y la sobrepesca. Su protagonista es un tiburón blanco casi mecánico. El personaje Hooper repite a lo largo de la trama que se enfrentan a una máquina prefecta, una máquina de comer. Además, la historia que cuenta el personaje Quint sobre el USS Indianapolis, liga la profanación del hombre al cosmos debido al transporte de las bombas atómicas con el castigo que los animales infligen a los marinos. 

Fidel Castro interpretó el filme como un reflejo de la codicia capitalista en aras de sacrificar la vida de las personas para proteger sus inversiones. El tiburón es visto por fuerzas económicas desde tierra, que intentan velar los ataques para proteger la fama de un lugar turístico.

Quizá ayudó a difundir la leyenda negra sobre estos peces que estaba circunscrita a los hombres de mar, pescadores y marineros principalmente, y la llevó a masas de poblaciones urbanas muy ignorantes respecto a los animales marinos. 

Después de Jaws se realizaron numerosas películas de baja calidad que plagiaban la misma trama y se concentraban en el pánico que generaban los ataques exagerados. Una pléyade de bazofias ha inundado las pantallas. Yo le llamo pornografía de tiburones.  Los protagonistas son tiburones desproporcionados, mutantes, con tentáculos de calamar y de pulpo, dientes de piraña, escualos gigantes que se meten a pantanos, que viven en la arena del desierto, híbridos de dinosaurios y tiburones que se deshielan; tiburones que atacan góndolas en Venecia, incluso megalodones redivivos que saltan y se llevan a un avión de pasajeros entre sus fauces. Representados por muñecos de goma, títeres, gráficos de animación digital, juguetes robotizados; a todos se les elimina matándolos de los modos más nefastos: con cargas explosivas, quemándolos con lanzallamas, electrocutándolos, volándolos con lanzamisiles y como ya he escrito, también asesinando tiburones reales. 

El filósofo Luke White incorpora la noción de tecnonaturaleza. Implica las ansiedades crecientes sobre un aparente cosmos que el hombre no puede controlar, sobre todo a principios del siglo XX, mezclada con la tecno ciencia derivada del capitalismo que desea transformar la naturaleza. Esta noción genera una visión de la vida como una fuerza que responde a la intromisión del hombre.

Lo cierto es que tanto la fobia como el odio a los tiburones y particularmente contra el tiburón blanco llevaba milenios fermentándose.

Ya en la antigüedad, algunos autores clásicos los llamaron monstruos. Bestias malvadas y Plagas son epítetos que Plinio el viejo utilizó para referirse a estos peces. Opiano, poeta griego de Cilicia, que nació a finales del reinado de Marco Aurelio, escribió su poema didáctico Haliéutica (De la pesca). Cito:

En cuanto a los monstruos marinos de potentes y enormes miembros, maravillas del mar, cargados de fuerza invencible, cuya contemplación causa terror, siempre armados de mortífera rabia, muchos de ellos andan errantes por los inmensos mares en donde están los desconocidos laboratorios de Poseidón.

Note el lector la afirmación: causa terror.

Pero es durante los últimos 400 años que el tiburón adquirió su configuración conceptual moderna como símbolo del terror, del shock y el castigo. Los vocablos modernos que se refieren a los tiburones surgen de los viajes de conquista como palabras insultantes. ¿Cómo nació esta concepción? Debido a los testimonios y crónicas de conquistadores, mercaderes y esclavistas europeos en sus viajes transoceánicos. 

Algunos capitanes utilizaban restos humanos para atraer tiburones. En papeles del Parlamento inglés referente a las bitácoras de barcos negreros en 1791, el capitán Thomas Bolton testifica que:

Nuestra forma de atraerlos era arrojando por la borda un negro muerto al que podían seguir hasta comérselo.

Desde el siglo XVII los marineros europeos que navegaban rumbo a América, África y Asia contaban anécdotas de tiburones enormes que, al abrirles la tripa, brotaban miembros humanos. El origen no es tanto legendario como conductual. Al arrojar basura por la borda, restos de cerdos, gallinas, cabras, sobras, despojos orgánicos, y por supuesto, cadáveres humanos envueltos en lonas. 

La mayoría de los marineros eran envueltos en una lona y arrojado a las aguas en cuanto morían. Un horror para sus compañeros era observar cómo sus cuerpos eran devorados por los tiburones que rodeaban el barco. Los negreros también arrojaban los esclavos enfermos o asesinados al océano donde los esperaban los inhumanos monstruos ansiosos por cebarse con su carne. 

Las crónicas de los viajes de la Compañía Jan hacia la Indias Orientales de los Países Bajos nos ilustran de cómo los marineros capturaban tiburones con bicheros y al hacerlo se enardecían. La tripulación de un retourschip se divertía vengándose de un escualo. Cuando el animal agonizaba en cubierta le arrancaban los ojos, le rebanaban las aletas pectorales, amarraban un barril a su cola y lo devolvían al océano.

Los buques negreros encontraron grandes tiburones alrededor de las islas Canarias, Madeira, Cabo Verde, Congo y Angola. 

Lo cierto es que entre mayor fuese la mortalidad a bordo, más tiburones se congregaban junto al barco. Los reportes registraban que los tiburones aumentaban al llegar a América, en las costas de Brasil, del Caribe y del Sur de Virginia. Los barcos llevaban tras ellos gran número de tiburones que alarmaban a los pueblos costeros como lo demuestra una noticia publicada en un periódico de Kingston de 1785:

Los hombres de Guinea que acaban de arribar han introducido tal número de ingentes tiburones que bañarse en el río se ha vuelto extremadamente peligroso. Uno muy largo fue capturado el domingo al lado de los Hibberts, Capitán Boyd

Los capitanes utilizaban a los tiburones para evitar deserciones. En un barco negrero un africano experto en matar tiburones se arrojó al agua cuchillo en mano para matarles y que la tripulación pudiese bañarse en alta mar a gusto. En lugar de recompensarlo el capitán ordenó azotarle por la hazaña. 

Algunos capitanes utilizaban restos humanos para atraer tiburones. En papeles del Parlamento inglés referente a las bitácoras de barcos negreros en 1791, el capitán Thomas Bolton testifica que:

Nuestra forma de atraerlos era arrojando por la borda un negro muerto al que podían seguir hasta comérselo. 

Samuel Robinson recuerda en sus Memorias escritas en 1867 cuando navegó en buques de esclavos durante su niñez. Según él los tiburones seguían al barco debido a la cantidad de basura y desechos arrojados por la borda. Describe al tiburón como “un monstruo feo, largo y negro” y el sentimiento de terror que provocaba su presencia. Con su “aleta negra dos pies encima de la superficie, su morro ancho y ojos pequeños con una mirada de villano que hace temblar al que lo mira aún a la distancia”. 

En 1716 un marinero anónimo escribió en su diario: 

El tiburón es un pez muy voraz y algunos de ellos son muy vastos…con sus enormes mandíbulas podrían devorar fácilmente el cuerpo del marinero más robusto que tenemos a bordo…son grandes amantes de la carne humana…sus dientes son puntiagudos como sierras. 

La noción de que los tiburones aman la carne humana fue muy común en aquellas épocas donde el hombre era el centro del universo. El naturalista británico Thomas Pennant se basó en un reporte de un capitán esclavista para describir al tiburón blanco en su tratado Zoología Británica (1768 — 1770): 

Un tiburón blanco como la ceniza que mide 20 pies y pesa 4000 libras y tiene una vasta codicia por la carne humana.

El tiburón era el horror de los marineros y ladrón codicioso en espera de cualquier hombre que caiga por la borda. En 1744 un oficial de la Compañía Real Africana de Inglaterra, William Smith escribió:

Los tiburones bullían alrededor nuestro y esperaban con impaciencia a que el fondo de nuestra canoa se volteara. Estos voraces animales frecuentemente siguen a las canoas hacia las rompientes en espera de una presa. 

El siglo XX potenció la mala publicidad de los escualos.

 A partir de 1939 los hombres de todo el mundo volvieron a masacrarse en todos los rincones posibles. La Segunda Guerra Mundial estalló. La nueva tecnología naval permitió morir y matar en lugares donde antes no había tantos incidentes; el mar abierto.

Los constantes naufragios debido a las batallas navales multiplicaron los encuentros con los tiburones. Trágicos ataques masivos a los náufragos como el de las fragatas Nova Scotia, Empress of Canada, los japoneses frente al Golfo de Huon, el buque cubano de carga Libertad, el buque japonés Arisan Maru, del USS Hoel DD 533, el buque Cape San Juan, el buque hospital Centaur, el barco brasileño Alfonso Penna, el City of Cairo el buque inglés Empire Avocet y el celebérrimo USS Indianapolis que transportó la bomba atómica; provocaron un pánico tremendo.  Miles de hombres murieron en el mar y un porcentaje de ellos gracias a las mordidas de los tiburones. 

Incluso en la película, el pescador Quint es un superviviente del USS Indianapolis, lo que justifica su odio contra estos animales. 

De hecho, la investigación científica sobre los tiburones comenzó de manera sistemática justo acabando la guerra -no por la curiosidad biológica hacia estos seres- sino para minimizar las bajas en los futuros conflictos. 

Ahora bien, el tiburón blanco desde tiempos de Aristóteles se convirtió en el epítome del devorador de hombres. 

En 1776 Pennat describió al tiburón blanco en estos términos: 

Crecen hasta llegar a ser un gran bloque. Gillius dice que en su estómago se encontró un cadáver entero, lo cual no es increíble, considerando su vasta codicia por la carne humana. Son el pavor de los marineros del trópico, donde siguen a los barcos esperando alimento arrojado por la borda.  Un hombre que sufrió esta desgracia murió sin redención. Los nadadores frecuentemente son muertos por ellos. A veces pierden un brazo o una pierna, a veces son partidos en dos sirviendo como bocados de este hambriento animal.

El interés principal por este tiburón se debe a su fama de antropófago. Junto con el tiburón toro, Carcharhinus leucas y el tiburón tigre, Galeocerdo cuvier, es el tiburón que más humanos ha atacado. En la mayoría de estos ataques no han devorado a la víctima, aunque existen casos reportados donde el tiburón engulló al humano, como el de  Shirley Ann Durdin en 1985 y algunos ataques a buceadores chilenos.

Paradójicamente, en el siglo XXI los tiburones han pasado de verdugos a víctimas y hasta banderas de movimientos contra lo industrial. Quizá eso proviene del triste hecho de la disminución de poblaciones y la destrucción de hábitats, la contaminación de ecosistemas en un mundo cada vez más tecnificado e industrializado. Los animales poco a poco se van idealizando positivamente, porque cada vez son más raros. 

En las últimas décadas han surgido un sin fin de documentales que intentan desmitificar la visión aberrante sobre los tiburones. Otros subrayan la belleza de estos animales y su relación con un aparente equilibrio natural. Los documentales se enfocan en la defensa por la conservación y en la denuncia contra la destrucción del océano. 

Otra falsa concepción es que la película acrecentó las pesquería y matanzas.  Bastante exagerado. Para 1975 las poblaciones de tiburón blanco ya habían decaído casi al borde la extinción. 

Los tiburones blancos desaparecieron de aguas donde antes habían sido comunes como Perú en el Pacífico. Mientras que en la costa Atlántica donde hoy los registros del gran blanco son casi nulos, debajo de Brasil y las costas de Argentina exhibían áreas de reproducción de pinnípedos que fueron casi exterminados a finales del siglo XIX por la caza. Esto, aunado con la pesca indiscriminada de cetáceos en estas áreas ha hecho que los tiburones blancos no hayan regresado.

Frank Mundus fue la inspiración de Benchley para su personaje de Quint, el asesino de tiburones, en la novela.  Se consideraba a sí mismo como el pescador supremo de tiburones. Tenía su negocio en Long Island, costa del Atlántico. En 1958 empezó su pesca de monstruos donde mataba ballenas y delfines para atraer grandes blancos. Su cebo preferido era la carne de los calderones, animales muy dañinos según él porque eran destructores de peces comerciales. A bordo de su Cricket II, el capitán llevaba a sus clientes — sus idiotas según él— a capturar makos, tiburones azules, grises y zorros. Pero su objetivo dorado era el blanco. 

En 1960 encontró a cinco alimentándose del cadáver de una ballena y logró arponear a uno de 4 m y 1500 kg. En 1988, Mundus entró al libro de récords de la Asociación de Pesca gracias a un blanco de más de dos toneladas. 

Capturó en 1964 a Big Daddy; un gran blanco de 2041 kg y 5.3 m. Para arponearlo colgó a los lados de su embarcación una línea con tiburones azules y roció el mar con trozos de ballena. Cuando los desembarcó en Montauk, el animal todavía coleteaba así que Mundus le disparó quince veces con su arma. Tipos como este, dedicados al asesinato sistemático de tiburones blancos para vender sus mandíbulas como trofeos deportivos contribuyeron a su disminución poblacional. Todo esto sucedió antes de la película. 

En 1989 un equipo de filmación de la Cousteau Society viajó al sur de Australia para filmar tiburones blancos. Durante un mes, la tripulación arrojó cebos entre Dangerous Reef y las islas Neptune. Durante este periodo lograron atisbar tres tiburones pequeños que se alejaron con rapidez. Nicolas Dourassoff dijo: — Según van las cosas, el tiburón blanco estará extinto en 20 años.

Han pasado décadas y el tiburón blanco sigue en el planeta. ¿Por qué? Leonard Compagno — uno de los más reconocidos científicos que estudian tiburones en la actualidad— comenzó una campaña para proteger al tiburón blanco en Sudáfrica a la vera de las nuevas reformas políticas en los 90. Cientos de países se han unido a su protección desde entonces. Hoy ya no está en peligro de extinción, aunque sigue amenazado. 

Muy escasos ya en el Mediterráneo donde eran comunes, sus poblaciones se recuperan en Australia, California, la costa Atlántica de los Estados Unidos y Sudáfrica. Aun así, verlo es como encontrar a un tigre siberiano. Los siguen cazando de manera ilegal y en la mayoría de los casos no se registra el delito. Sin embargo, sus poblaciones se recuperan. 

Hay evidencias esperanzadoras. Desde 2004 se ha incrementado el número de avistamientos en la costa de Massachusetts especialmente cerca de la isla de Monomoy en donde se han registrado ataques a las focas grises Halichoerus grypus. Desde que se protegieron en 1972, las focas aumentaron y recolonizaron playas e islas de Cape Cod. El tiburón blanco ha vuelto para depredar sobre su alimento favorito. 

Las pesquerías de tiburones se industrializaron durante los años 40 gracias al boom del aceite de tiburón. Se instituyeron nuevas compañías en el Atlántico y se descubrió que todos los tiburones tenían vitamina A. Palangres, líneas, redes, boyas, arpones; todos los artefactos posibles. En Florida un bote capturó 1972 tiburones en un día. Sólo en Estados Unidos se alcanzó el pico en 1944: ¡24 000 toneladas de cazón! La pesquería comenzó a colapsar. En Massachusetts, una compañía ganó 2 millones de dólares al año vendiendo aceite de tiburón. Se abrieron factorías en Cuba, México, Jamaica y las islas del Caribe. A principios de la década de los cincuentas la pesquería colapsó; a mediados volvió a estabilizarse.

Nuevamente, a finales del siglo XX la presión pesquera sobre los tiburones a nivel mundial aumentó, pero las causas no tienen nada que ver con películas. Las poblaciones más afectadas no fueron los grandes blancos sino las especies de carcharhínidos (tiburones grises). 

La industria aumentó debido a la demanda de aletas para la sopa china desde los años 90. Cuando el gobierno chino abolió la prohibición comunista de la sopa de aleta como fineza burguesa, el comercio de aletas creció un 5% anualmente entre 1995 y el 2000. La gran demanda de aletas propició la práctica del finning o aleteo. Los pescadores rebanan las aletas de los tiburones vivos y los arrojan al mar donde mueren miserablemente. 

La demanda de cartílago para productos supuestamente anticancerígenos se exponenció desde mediados de los 70. Eso coincidió con la moda de la película, pero no hay correlación entre tales fenómenos.  

Entonces, la película de Spielberg no inauguró la visión negativa del tiburón blanco en particular y los tiburones en general, sino que la sintetizó. Logró capturar la esencia y la tesis de un horror atávico que fue potenciándose en la modernidad. 

Creemos que nuestros vicios e iniquidades brotan de lo natural como un espejo de nuestra impotencia. Nada más falso. Será difícil que el hombre como especie comprenda que somos uno más del torbellino de la evolución, que los fenómenos naturales pueden ser crueles y agresivos, que podemos ser víctimas de inteligencias que no entendemos, pero nunca de injusticia y maldad porque esos son adjetivos meramente humanos. 

 

Referencias

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Jaime-Rivera M. (2021). Tiburones: supervivientes en el tiempo. Fondo de Cultura Económica.

Klimley A. P. 1996 Great White Sharks. The biology of Carcharodon carcharias. Academic Press. USA.

Midway, S. R., Wagner, T., & Burgess, G. H. (2019). Trends in global shark attacks. PloS one, 14(2), e0211049.

Mundus, F. 1976. Monster Man. Master hunter of the deep. USA.

Plinio Segundo, Cayo. Siglo I. Historia natural. Obra completa. Madrid. 2010. Editorial Gredos. 4 volúmenes.

Pratt H, Gruber S, Taniuchi T. 1990. Elasmobranchs as Living Resources; Advances in the Biology, Ecology, Systematics, and the status of Fisheries. NOAA Technical Report.

White L. 2010. Damien Hirst’s Shark: Nature, Capitalism and the Sublime. The Contemporary sublime. Tate Britain Symposium.

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

Doctor en Ciencias Marinas. Recibió el Premio Internacional de Divulgación Científica “Ruy Pérez Tamayo” en 2012. Entre sus libros sobre temas científicos destacan “Tiburones, supervivientes en el tiempo” y “Ensayos en Filosofía Científica” en coautoría con David Siqueiros.

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