Martha Reyes: Abrazada por la historia, impulsada por la ciencia (I)

FOTOS: Cortesía.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Era uno de esos sábados en los que el sol parece tener buen humor. Al llegar al café donde habíamos quedado, la primera en saludarme fue la sonrisa amplia de la doctora Martha Reyes, que me recibió con una frase tan simpática que no pude evitar soltar una risa. Desde ese primer instante supe que la conversación iba a fluir como buen café recién servido. Ella es Doctora en Ciencias en Uso, Manejo y Preservación de los Recursos Naturales (sí, un título tan largo como su currículum), se especializó en Inmunología y Nutrición, dos palabras que juntas suenan a defensa personal celular con una dieta balanceada. No conforme con eso, realizó postdoctorados en la Universidad de Murcia (España) y en la Universidad de Ciencias Marinas de Tokio (Japón), lo que la hace científica internacional con pasaporte sellado por la sabiduría.

Fue coordinadora del Programa de Acercamiento de la Ciencia a la Educación (PACE) en el CIBNOR, de enero de 2021 a enero de 2025, donde conecta la ciencia con la educación como si fueran piezas de un rompecabezas perfectamente armado. Pero eso no es todo: esta científica también se transforma en autora para acercar la ciencia a niñas y niños a través de cuentos con títulos tan épicos como ¡Mami, un coronavirus quiere comerme!, ¡Coronavirus, mis soldaditos me defienden! y Abel y las vacunas. Además, ha dado vida a libros como De pequeña a científica, sudcalifornianas extraordinarias (volúmenes 1 y 2) y Mi libro sobre científicas, donde demuestra que la ciencia también se escribe con C de creatividad.

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Mientras intercambiábamos los típicos comentarios sobre el clima (sí, otra vez ese calor que no se decide a ser primavera o verano), empecé a desplegar mi pequeño arsenal tecnológico: micrófonos, grabadora, smartphone… todo listo para capturar una charla que prometía ser tan amena como reveladora.

Lo primero que hice fue preguntarle ¿Cómo recuerdas tu infancia?, a lo que de inmediato, sin meditar mucho la respuesta me dijo: Recuerdo una infancia muy alegre, muy divertida, y realmente una infancia muy diferente, creo, a lo que están viviendo los niños de hoy, por todas las situaciones de seguridad que hay, pero recuerdo ser una niña muy extrovertida, muy vaga, muy dinámica. Me encantaba participar en todo lo que se me pusiera en frente. Desde el kínder siempre salía en los bailes, en los festivales. En la primaria me encantaba el folclor, la danza folclórica era mi pasión. Obviamente, no iba a escuelas reconocidas, cerca de mi casa estaba el DIF de la Loma Linda y ahí daban cursos. Me iba sola a tomar las clases. Y era muy chistoso porque lo que aprendía lo llevaba a la primaria, los mismos maestros me buscaban, estaba en tercer o cuarto, y me buscaban para que pusiera los nuevos bailes a sus niños, les enseñara. Y me acuerdo muy bien porque los niños iban a mi casa y allí en mi patio recibía a los niños de otros grupos, pero siendo niña también, y les ponía los pasos, los bailes, y me encantaba. Entonces, siempre fui una niña muy dinámica, muy extrovertida, siempre pensando qué hacer y no quedarme quieta.

¿Eras una niña curiosa? ¿Qué tipo de preguntas hacías de pequeña? Era una niña curiosa, pero un poco solitaria. Vengo de una familia en donde perdí a mi padre muy chiquita, a los tres años. Mi madre tuvo que trabajar para sacarnos adelante a mi hermana y a mí. Mi hermana era más pequeña, entonces mi madre se enfocó mucho en mi hermana pequeña. Siento que eso también me dio a mí la libertad de ser muy independiente desde muy chiquita. Sí era una niña preguntona, no recuerdo en este momento qué preguntaba, pero sé que era muy observadora, y eso me gusta porque eso también me ayudó a salir adelante. He viajado mucho, y como mujer a veces no es tan fácil andar por todo el mundo viajando, pero el ser observadora, eso me ha ayudado también.

Tengo un abuelo que es historiador y que ha sido mi maestro de vida, de enseñanza y a quien le debo muchísimo. Creo que he tomado lo mejor. Muchas veces me pregunto en mi situación si hubiera tomado un camino diferente al que tomé, y afortunadamente creo que tuve muy buena guía porque creo que tomé el mejor camino, el camino del bien, el camino de lo que ahora hago, que también me siento muy afortunada de haber encontrado mi vocación, y eso es muy, muy bueno. Soy científica, ahora también soy divulgadora de la ciencia, y eso me encanta, entonces creo que fui una niña y ahora una mujer muy afortunada, por mi familia, por lo que me tocó vivir, y también por la libertad que me dieron en mi casa de ser yo.

¿Jugabas a ser científica o te imaginabas en otra profesión? No, eso es muy curioso y se lo cuento a los estudiantes con los que he tenido la oportunidad de platicar. Encontré mi vocación ya grande. De niña pensaba que iba a ser maestra de danza, porque me gustaba mucho la danza folclórica. También un día llegué de pensar en ser psicóloga, en ser soldado, y decía, voy a seguir los pasos de mi papá, porque mi papá estudió en el Colegio Militar en México, entonces llegó un tiempo en que dije, voy a ser también soldado. Tenía muchas cosas en mi mente.

Lo que sí sabía es que a mí me gustaba mucho la biología, me gustaban mucho los animales, y eso también me ayudó a encontrar realmente una profesión, a enfocarme en una línea, pero aun así todavía no sabía que quería ser científica. Hasta entrar a la maestría, ahí fue donde dije, esto es lo mío, porque cuando salí de la carrera de Ingeniero en Producción Animal, egresada de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, cuando salí de la carrera dije, quiero tener un rancho de cerdos. Quiero tener mi rancho, ser productora, ser ganadera, pero pasó algo muy curioso, muy bonito, que mi director de tesis de licenciatura, el cual estudió la maestría en nutrición animal en la UNAM, me dijo, “Martita no te quedes aquí, sal a estudiar, conoce, no te quedes aquí”, y le hice caso.

Entonces solita me inscribí en la maestría de la UNAM, tuve la oportunidad de hacer los exámenes, me fui sola, fui aceptada y me fui a hacer la maestría a la UNAM, una paceña por allá. Fue muy curioso porque estando allá conocí a un doctor que es muy famoso en el área de nutrición animal, el doctor Armando Shimada Miyazaki, y él me dijo, Martha, ¿Por qué no haces tú tesis en La Paz? Allá está el CIBNOR, conozco una persona nueva en ahí, trabaja con nutrición, pero en peces, es algo nuevo, ve para allá y haz tu tesis allá y aquí terminas la maestría. Entonces le hice caso, me vine para acá, por primera vez siendo paceña conocí el CIBNOR, y cuando llegué ahí y vi los laboratorios, que entré por primera vez a un laboratorio, dije: quiero ser científica, quiero estar en un laboratorio, ahí fue donde realmente ya dejé lo de producción de cerdos, mi granja, y donde realmente encontré mi vocación en la maestría, ya grande.

Por eso siempre le digo a los jóvenes, no se preocupen si ustedes no han encontrado su vocación de jóvenes, va a llegar el momento y el día que la encuentren no lo suelten, síganla, agárrense, aférrense a ella. Yo ya lo encontré grande, pero lo encontré y me siento muy afortunada de haber encontrado mi vocación, porque siento que ahorita no trabajo, porque hago lo que me gusta, y aparte de eso me pagan por hacer lo que me gusta, entonces hago la ciencia, hago divulgación, me gusta escribir y lo hago con pasión, no lo hago porque tengo que hacerlo, sino porque me gusta, entonces me siento muy afortunada.

¿Cómo describirías el entorno familiar en el que creciste? Fue algo difícil al inicio, por lo que le comento, mi hermana y yo nacimos en Tepic, Nayarit, mi papá era paceño, el mayor de cinco hermanos, y decidió irse a estudiar al Colegio Militar, allá en México conoce a mi mamá, mi mamá es del Estado de México, de Toluca, se enamoran, él termina el Colegio Militar, se casan, se van a vivir a Tepic, Nayarit, ahí nacimos mi hermana y yo. Cuando tenía tres años, mi hermana de meses, pasa una tragedia, a mi papá en un encuentro con narcos, lo matan, fallece, mis abuelos vuelan de aquí de La Paz a Nayarit, y bueno, entre toda la tragedia, mi abuelo, consciente de que mi mamá era de Toluca, pues le dice, Martha, sabemos que eres de allá, y en este momento, si tú quieres regresar a Toluca con las niñas, te vamos a apoyar, pero si tú decides venirte a La Paz, que mi mamá no conocía La Paz, vas a tener también todo el apoyo de nosotros, y las niñas van a estar protegidas. Y mi mamá, sin pensarlo, dijo, me voy a La Paz. Entonces mi mamá, con dos niñas pequeñas, se viene a La Paz, llega aquí y empieza a buscar trabajo.

Mi mamá encuentra un trabajo cerca de su casa, en un kínder, como personal de intendencia, y con ese trabajo, mi madre nos saca adelante a mi hermana y a mí. Ella se enfocó mucho en sacarnos adelante… En ese momento, la doctora Martha dejó escapar una interjección breve, casi como un suspiro que se le escapaba del alma. Fue un intento sutil por contener la emoción, por no dejar que la voz se le quebrara o que una lágrima rebelde asomara sin permiso. Hubo un pequeño silencio, de esos que dicen mucho sin decir nada. Luego, con la misma serenidad que la caracteriza, retomó el hilo de la conversación, como quien recoge con cuidado un hilo fino para seguir bordando su historia… Y recuerdo que sí, ella se enfocó mucho en mi hermana, porque tenía meses, sí fui un poco más independiente, eso me ayudó también a ser una mujer fuerte, guerrera, pero también, obviamente, agradezco mucho a mi mamá.

Mi mamá fue un poco seca, con nosotros, a lo mejor por toda la situación que atravesó, no era una mamá que abrazara, no era una mamá que diera besos, ella demostraba su amor de otra forma, y recuerdo que cada cambio de grado, llegaba a mi cuarto y en mi cama estaba mi uniforme nuevo, mi par de calcetas nuevas, blancas, mis zapatos nuevos, mi mochila, mis útiles, y era la forma en que ella me decía, “te quiero”. Eso es algo que no voy a olvidar nunca, ver el uniforme siempre en la cama. Entonces, mi mamá nos sacó adelante siendo intendente, y bueno, no podía pagarle de otra manera que seguir adelante y estudiar, porque ella me decía, “pues ahora sí que el estudio es lo que te va a dar a ti la fuerza, las herramientas, y esto es lo que te voy a brindar”.

Mencionas a tu abuelo de manera recurrente, al profesor Leonardo Reyes Silva, ¿cómo influyó él en tu amor por el conocimiento y la identidad sudcaliforniana? Híjole, muchísimo, porque cuando llego aquí a La Paz, pues obviamente él acababa de perder a su primogénito, a su hijo que se fue a estudiar fuera, un gran orgullo, pues al igual que todos, pero ese hecho creo que también me acercó mucho, mucho a él y él a mí, formamos un vínculo muy grande mi abuelo y yo, y fue muy bonito porque recuerdo cuando iba en la primaria, y cada vez que me sacaba un 10, él era el que me premiaba, y me acuerdo mucho de que en aquel entonces había aquí un restaurante que se llamaba tortas “Nonis”, y eran 10 que me sacaba y 10 que me llevaba por una hamburguesa y una malteada de nieve de vainilla, entonces llegaba con mi 10 y mi abuelo, te ganaste tu hamburguesa y tu malteada de nieve, nunca lo voy a olvidar, y nos íbamos él y yo, y platicábamos y lo escuchaba.

Cuando entré a la secundaria, fue curioso porque solita me fui a inscribir, igual a la prepa, sí veía a mi mamá con mi hermana, porque mi hermana creció más apegada a mi mamá y yo un poquito más independiente, pero cuando llegó el momento de escoger una carrera, me acuerdo que mi abuelo me acompañó a la universidad a hacer los exámenes, porque en aquel entonces todo era presencial, nada era virtual como ahora, entonces él me acompañó, cuando me dicen a mí que quedé en la carrera de Ingeniería en Zootecnia, pues fue el primero en saberlo, cuando entré a la maestría y les dije me quiero ir a México a la UNAM, pues él fue el primero también en apoyarme, claro mi mamá, pero mi abuelo, y era padre porque mi abuelo y mi abuela fueron los que me fueron a visitar cuando estaba allá, entonces la maestría era de la UNAM, pero el campus estaba en Querétaro, en un pueblo que se llamaba Ajuchitlán, que estaba a 20 minutos de Querétaro, entonces llegaron unas vacaciones, tenía que estar allá, y mi abuelo y mi abuela me anunciaron, te vamos a ir a visitar, y se lanzaron hasta Ajuchitlán, conocieron el internado donde me albergaba, los llevé a pasear a Peña de Bernal, Tequisquiapan, en fin. En Querétaro había una familia que su hijo estudiaba aquí en La Paz, Biología Marina, entonces como que hicimos intercambio y ellos me arroparon allá, fue muy bonito porque ellos me andaban siguiendo a donde fuera.

Con mi abuelo realmente hemos hecho un lazo muy bonito, porque también gracias a él he tenido la oportunidad de conocer a muchas personas, a muchos, a muchos maestros, historiadores, maestras, y me rodeo de ellos y me encanta, porque cada vez que hay una presentación de libro, algún festival de historia, ahí vamos los dos, entonces ya también la gente me reconoce, incluso muchos piensan que mi abuelo es mi papá, oye, ¿Dónde está tu papá? ¿y tu papá? y ya no les digo, no es mi papá, porque también ya me acostumbré y me gusta, y realmente para mí él es como un padre, entonces mi abuelo y yo hemos hecho una mancuerna, un equipo grandioso, y él siempre me ha escuchado de lo que quiero ser, me ha apoyado. Cuando concursé para ser coordinadora del Programa de Acercamiento de la Ciencia a la Educación (PACE), fue el primero en saberlo, cuando me dieron la oportunidad de ser coordinadora fue también el primero en saberlo, entonces creo que él y yo tenemos un vínculo muy especial, y realmente él ha sido una influencia muy, muy grande a lo que hoy es Martha Reyes.

¿Crees que su labor, la de tu abuelo, como cronista, te enseñó a observar y contar historias desde otro ángulo? Creo que sí, crecí viéndolo a él trabajando, escribiendo y también es algo bonito porque siempre lo seguía, ahorita que estoy recordando, cuando él fue director del Archivo Histórico, varias veces fui a visitarlo, al Archivo Histórico y me acuerdo de su secretario, de las personas que estaban ahí, que ya también decían, ahí viene su hija, a visitarlo, y ya me conocían, también cuando mi abuelo fue director de la Casa de la Cultura, a veces me aprovechaba, porque en la Casa de la Cultura cada verano había cursos, entonces aprovechaba y me metía a todos los cursos, me metía a teatro, a folclor, a hawaiano, a todo lo que se podía, estaba ahí, pero ahora que recuerdo es eso, siempre lo andaba buscando y trataba de estar cerca de él y creo que eso también nos unió muchísimo.

Te cuento, un día me pongo a escribir, creo que el primer cuento que escribí se llamó El Niño de Enfrente, mi abuelo vive por la calle 16 de septiembre, entonces eso también a mí me marcó mucho, crecí en la 16 de septiembre, ahí me la pasaba los fines de semana, las vacaciones, en aquel entonces cerca de su casa estaba lo que llamamos nosotros la huevera, iba por los huevos que estaba ahí a media cuadra, la CONASUPO que también estaba ahí cerquita, los vecinos, etcétera. Enfrente de la casa de mi abuelo había un niño con ciertas limitaciones que creció con nosotros, nosotros lo veíamos y él siempre que nos veía llegar se emocionaba, gritaba, nos saludaba, entonces crecí con ese recuerdo del Niño de Enfrente y un día me dio por escribir una crónica o un cuento sobre el Niño de Enfrente, lo escribí y me acuerdo que se lo llevé a mi abuelo, era la primera vez que escribía, recuerdo que él lo leyó, creo que hasta se le salió la baba y  me quedé así, y me dijo “¡Qué bonito!”, se quedó tan asombrado de ese primer intento mío y le encantó, entonces de ahí él me empezó a motivar y empecé a escribir varias historias, tengo varios cuentos de la 16, de hecho uno se llama, pues el Niño de Enfrente fue el primero, escribí uno sobre mi tía Cuca que vivía a un lado y que tenía más de 100 pájaros, escribí sobre don Félix, el dueño de una tiendita que estaba cerca de la casa de mi abuelo y donde íbamos a comprar el pan, entonces tengo muchas vivencias en la 16 de septiembre, en su casa y de ahí me agarre escribiendo, entonces mi abuelo ahora sí que era mi principal fan, él era el primero, a ver abuelo aquí le traigo esto y él a veces me los corregía y todo, entonces creo que sí influyó y él siempre me ha dicho, “Martha no dejes de escribir, Martha escribe, escribe”.

Cuando me fui a España, a Murcia a hacer una estancia, escribí también varias vivencias, cuando estuve en Japón, en Tokio, escribí varias vivencias, todo se lo enviaba a él y él todo lo tiene guardado, todo lo que le mando tiene un álbum guardado y dice que a veces lo saca y recuerda, empieza a leer otra vez lo que escribo y siempre, siempre me ha dicho “No dejes de escribir”, me regaña, me dice “No todo es ciencia, no escribas nada más de ciencia, escribe tus vivencias, escribe cuentos, escribe crónicas” y le respondo, lo voy a escribir, y es muy chistoso porque él la vez pasada me describió y me decía, “Es que tú escribes como fulanito escritor (ahorita no lo recuerdo), tienes una forma de escribir como él”, entonces siempre está él motivándome, igual con mi esposo Carlos, siempre le dice “Carlos quiero que escribas, escribe, escribe”, pero a mí siempre me dice “No dejes de escribir, escribe, no dejes de escribir”, y ahorita a mi abuelo le está dando por escribir cuentos y me dice, “Sabes qué me está pasando como tú”. Le digo a mi abuelo, cuando escribo algo me siento, empiezo y termino, no es porque mañana continúo, no, es algo que me nace, que me surge en el momento, inicio y termino, a veces no lo quiero leer cómo quedó, porque ahí está la idea, ya como a los tres días regreso y a ver qué escribí, pero siempre es así, es empezar y terminar, o sea como que me inspiro, como que la musa que llevo dentro sale y termino. Entonces me está diciendo mi abuelo, “Sabes qué me está pasando como tú, ahorita me estoy sentando, escribo, empiezo y termino, no es algo que deje y que vaya empezando así todos los días, no, como tú me está pasando”. Entonces es bonito que me diga eso y que se refiera a que lo estoy inspirando ahora a este tipo de cuentos, de crónicas, algo diferente a lo que él hace en cuanto a la historia.

¿Qué aprendizajes te dejó el postdoctorado en España y Japón? Mucho muy grande. Es que realmente si hay mucha diferencia, aquí, por ejemplo, en México, cuando haces un doctorado, te piden que publiques un artículo, es un requisito para poder egresar de un doctorado. Cuando llego a España, me encuentro con compañeros que también hacían su doctorado, y me dicen, ahorita voy en mi artículo número 8, en mi publicación número 8, 10, 11, 12, ya tengo 15 artículos publicados, y decía, ¿Cómo le hacen? Eso para mí era así como que ¡guau! Con la chica que vivía, Irene Salinas, que ahorita es una investigadora muy reconocida, fue contratada en Estados Unidos, en la Universidad de Nuevo México, en Alburquerque, me motivó muchísimo.

En España crecí, me rodé de personas muy buenas en el laboratorio, que me enseñaron técnicas que afortunadamente pude traerme a México, estandarizar, y que ahora hago muchísimo trabajo con cultivo de células, y eso también lo agradezco muchísimo a las personas de allá. Me enseñaron también a escribir artículos científicos. La doctora María Ángeles, que era mi jefa, Irene, me enseñaron cómo escribir artículos de calidad, con muy buenas investigaciones, muy buenos experimentos. Gracias a ella pude convertirme también en una inmunóloga en peces, que aquí hay muy pocos, entonces, también me siento muy afortunada, que soy de las pocas inmunólogas en peces que hay en México. Pude conocer y entrar en el medio de los inmunólogos, en esta área de acuacultura, entonces, realmente, estar allá me abrió también muchísimo los ojos. Sola, me fui por primera vez por tres meses, luego me fui por dos años, sí fue algo difícil, pero afortunadamente en España, al hablar el mismo idioma, la misma comida, pues era fabuloso estar allá, la gente también es muy cálida, había muchos estudiantes de fuera que me cobijaron, la pasábamos padrísimo, nunca me sentí como que, ¡ay, extraño¡, ya me quiero regresar, no, en la Universidad de Murcia he hecho muy buenas colaboraciones, y creo que en todo este tiempo he regresado como unas siete veces, que voy y vengo, y ahora hace poquito tuve la fortuna de poder llevar a mi hija, entonces, imagínate regresar, estar allá como estudiante y de pronto regresar ya con mi hija, mi familia, pues fue también padrísimo.

En Japón fue muy diferente, Japón es una cultura totalmente diferente a la de nosotros los latinos, no, aquí la sangre es caliente, muy abrazadores, nos damos abrazos, es muy diferente, allá llegué y me encontré con una cultura totalmente diferente, una cultura enfocada al trabajo, 100%, eso sí, el día que llegué me hicieron una comida, muy lindos, al siguiente día era trabajo, trabajo, trabajo, trabajo. Digamos que sufrí un poco porque había días en que no hablaba con nadie, no podía hablar español porque nadie hablaba español, era puro inglés con un acento muy diferente, y ellos están muy enfocados al trabajo, entonces era trabajo, trabajo, trabajo. Llegaba al laboratorio a las 7 de la mañana, les ganaba el llegar, eso sí, llegaba a las 7, todavía no llegaban ellos, ellos llegaban como a las 8, me iba a las 8 de la noche y ellos se quedaban, no sabía a qué hora se iban, estaba de 7 de la mañana a 8 de la noche en el laboratorio trabajando de lunes a lunes. Me acuerdo un día que me solté llorando en el laboratorio porque necesitaba un abrazo, necesitaba hablar con alguien, me sentía más bien, sentí mucha soledad cuando estuve allá, sí conocí, fui al museo nacional de Tokio, fui a varios lugares, pero sola, me sentí muy sola cuando estuve allá, muy muy sola, hubo un día en que me solté llorando en la televisión en mi pequeño departamento que era muy pequeñito, pequeñito, pequeñito, tenía una televisión y ahí me tocó ver películas que aquí había visto, pero todo era en japonés, todo, todo, todo era en japonés.

Recuerdo una anécdota: el metro allá es muy grande, es una cosa majestuosa y me acuerdo que un día me perdí, entonces empecé a preguntar en inglés que dónde estaba la estación de Tsushima y preguntaba y ellos, los japoneses caminaban y no me hacían caso y me decían “no, no, no” y seguían su paso y me acuerdo que dije y ahora cómo voy a hacer para llegar a mi casa y me senté en unas escaleras muy triste porque dije “Estoy perdida y ahora qué hago y no me quieren ayudar” y me acuerdo que un japonés se acercó y en inglés me dijo ¿Cómo puedo ayudarte? y le dije “estoy perdida, no sé cómo llegar a esta estación” y me dijo “ven, yo te ayudo”, me llevó hasta la estación del tren, se subió conmigo y cuando ya iba acercándose a la estación, me dijo “ahí está, tóca”, fue algo muy bonito, fue como si fuera un ángel que de pronto llegó y pude llegar a mi casa, entonces eso tampoco lo voy a olvidar porque de la nada salió él y creo que me vio mi cara muy triste, muy acongojada después de estar pidiéndole a varios que me apoyaran y es que no lo hacían de mala gana, simplemente que ellos van como soldados, enfocados a lo suyo, me pasaban y me decían “no, no, no” y yo “please, please, where is the station” y nada, me siento y de pronto llega él, se sube y me lleva claro, ya no se baja pero me dice aquí es, adelante, sigue tu camino y yo me quedo, fueron de las cosas bonitas que me pasó.

También verlos a ellos como japoneses, otra cultura en el metro, casi siempre ellos iban como dormidos y era muy curioso porque faltaba una estación para llegar a donde ellos iban a bajar, inmediatamente abrían los ojos y bajaban, decía ¿Cómo le hacen? o ver que iban leyendo y allá es al revés, empiezan a leer del lado derecho, no como nosotros, del lado izquierdo, llevamos un orden, es que todo era muy diferente aprendí muchísimo obviamente pero sí recuerdo mucha soledad y afortunadamente el último día de estar allá, me hicieron un convivio muy bonito, bailamos, les enseñaba a bailar a ellos salsa, cumbia y ellos, y es que no es que no sean malas personas ni secos ni nada, sino que ellos pues tienen otra cultura que es el trabajo pero eso sí cuando dicen divertirse, ellos saben divertirse, porque tengo videos de ese último día en donde bailaron, llegaron con un tequila, porque una amiga de México, un conocido viajaba a Tokio y me dijo “Martha te quiero mandar algo” y me mandó chiles jalapeños, me mandó tortillas de maíz y se los llevé a mis compañeros japoneses y ellos agarraban los chiles jalapeños y se los comían así enteros y decían que no les picaba, les hice quesadillas, en fin ellos disfrutaron la comida que les hice en ese último día y fue padrísimo. Sí son buenas personas, saben divertirse, pero ellos están educados de una forma que es primero el trabajo y es su cultura y la respeto. Me enseñaron muchísimas cosas de los peces de allá, técnicas, fueron muy muy amables.

Otro dato curioso es que un día expuse sobre mi trabajo en el CIBNOR, claro en inglés y cuando terminé mi ponencia que les gustó mucho, mi jefe de allá el doctor Aoki me dijo aquí está y me entrega un dinero y me quedé sacada de onda, dije “No, porque me está dando dinero” y él me dice “tu presentación” pero no le entendía y decía “Pero porque él me está pagando” y ya llegó otro japonés, otro doctor con un acento en inglés que yo le podía entender mejor y me dice “Es que aquí cuando dan una conferencia es pagada también, a los conferencistas les pagamos”. Me he tocado dar conferencias en muchas partes del mundo y es normal, es como parte de “ok yo soy invitada, yo te ofrezco una conferencia” pero me dijo “No, es que aquí pagamos o sea todo el trabajo que tú haces es remunerado, no es gratuito porque tú tuviste que estudiar, hacer una investigación y eso para nosotros es muy valioso y lo pagamos”, entonces me dieron un pago por la conferencia que hice y yo “¡wow!”, fue algo nuevo.

Y así, entre investigaciones sobre inmunología, experiencias internacionales y una profunda vocación por acercar la ciencia a la niñez, la trayectoria de la Dra. Reyes Becerril se perfila como un ejemplo notable de compromiso científico y educativo. Pero esto es sólo el comienzo. En la siguiente parte de esta entrevista conoceremos más detalles sobre su trabajo actual, los retos que ha enfrentado como mujer en la ciencia y cómo ha logrado transformar temas complejos en herramientas accesibles para la educación.

Muy pronto, una segunda entrega tan interesante como esta… O incluso más.

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Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

Profesor de Educación Primaria, Licenciado en Educación Especial y Maestro en Ciencias de la Educación. Labora en la Secretaría de Educación Pública y comparte su tiempo con su pasión por la historia de la California del Sur. Administra el grupo de Facebook “Conociendo Baja California Sur”. Nació el 22 de septiembre de 1969 en Puerto Vallarta, Jalisco, pero radica en Sudcalifornia desde hace 44 años. Actualmente, es Director de la Unidad de Servicios de Apoyo a la Educación Regular No. 17 y Maestro de Comunicación del Centro de Atención Múltiple “Gilberto Vega Martínez” en La Paz. Escribió la antología (E-Book) “Piratas, Corsarios y Filibusteros en la Antigua California”. Mención Honorífica en el VII Premio Estatal de Periodismo “Jesús Chávez Jiménez”, y ganador en Entrevista por su trabajo “Graciela Tiburcio Pintos, la leyenda de la biología de las tortugas”.

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