1

Jaws no fue la culpable

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Desde hace tiempo se ha satanizado la película Jaws de Steven Spielberg como si fuera responsable de haber satanizado a los tiburones, un despropósito. El objetivo del arte no es moralizar ni educar, sino sublimar y mitificar, todo en el arte es símbolo -mimesi- re-presentación de lo real por medio de la ficción. El fenómeno masivo que implicó la película no fue el origen de la satanización de los tiburones sino su culmen.

La novela de Peter Benchley no inventó un género nuevo, no fue original en la base del horror, sino que retomó un terror atávico desde que los homínidos aparecieron en la Tierra, el miedo a ser devorado. 

También te podría interesar: Los dioses seguirán viviendo en Marte

FOTO: UABCS

Benchley conocía a los tiburones por su experiencia desde niño cuando pescaba con su padre en Nantucket. En 1964 leyó una noticia que le llamó la atención. Un legendario pescador llamado Frank Mundus había capturado un tiburón blanco de dos toneladas y lo exhibía en la costa de Montauk. En 1971, el agente literario de Benchley consiguió que el editor Thomas Congdon le pagase $ 1000 dólares por cien páginas de una novela atractiva. Benchley ya desde hacía años escribía una historia sobre un tiburón que ataca gente y se queda rondando en la zona. La trama no es nada nuevo, durante siglos ha sido una creencia de los pescadores llamada tiburón cebado. Hace una referencia antropocéntrica a que cuando un tiburón prueba carne humana se queda en el área y ya no desea probar algo más. 

Ese mismo año se estrenó un documental dirigido por Peter Gimbel y el matrimonio Taylor, buzos que filmaron tiburones blancos en Sudáfrica y Australia dentro de jaulas. El título del filme es Blue Water, White Death y el slogan rezó: La más aterradora y fascinante aventura marina

Muerte y Terror.

Benchley vio el documental y junto con la célebre historia de los ataques de Nueva Jersey en 1916, acabó la novela en 1973. Aún no había sido publicada cuando el editor les comentó a los productores Richard Zanuck y David Brown acerca de ella. Zanuck y su compañero habían ya financiado el célebre filme El golpe y buscaban otro gran éxito. Se reunieron en Francia con un joven director, Steven Spielberg.

El resto es historia del arte, el filme fue un ícono en la historia del cine y los negocios. Fue el primer blockbuster masivo, generó pasión, histeria, neurosis y fanatismo. Es, tanto una película de terror como de aventuras y le debe gran porcentaje de su éxito a la música de John Williams. La película costó 9 millones de dólares y consiguió recaudar 471 millones.

Generó vasos comunicantes entre el comportamiento del tiburón y la sobrepesca. Su protagonista es un tiburón blanco casi mecánico. El personaje Hooper repite a lo largo de la trama que se enfrentan a una máquina prefecta, una máquina de comer. Además, la historia que cuenta el personaje Quint sobre el USS Indianapolis, liga la profanación del hombre al cosmos debido al transporte de las bombas atómicas con el castigo que los animales infligen a los marinos. 

Fidel Castro interpretó el filme como un reflejo de la codicia capitalista en aras de sacrificar la vida de las personas para proteger sus inversiones. El tiburón es visto por fuerzas económicas desde tierra, que intentan velar los ataques para proteger la fama de un lugar turístico.

Quizá ayudó a difundir la leyenda negra sobre estos peces que estaba circunscrita a los hombres de mar, pescadores y marineros principalmente, y la llevó a masas de poblaciones urbanas muy ignorantes respecto a los animales marinos. 

Después de Jaws se realizaron numerosas películas de baja calidad que plagiaban la misma trama y se concentraban en el pánico que generaban los ataques exagerados. Una pléyade de bazofias ha inundado las pantallas. Yo le llamo pornografía de tiburones.  Los protagonistas son tiburones desproporcionados, mutantes, con tentáculos de calamar y de pulpo, dientes de piraña, escualos gigantes que se meten a pantanos, que viven en la arena del desierto, híbridos de dinosaurios y tiburones que se deshielan; tiburones que atacan góndolas en Venecia, incluso megalodones redivivos que saltan y se llevan a un avión de pasajeros entre sus fauces. Representados por muñecos de goma, títeres, gráficos de animación digital, juguetes robotizados; a todos se les elimina matándolos de los modos más nefastos: con cargas explosivas, quemándolos con lanzallamas, electrocutándolos, volándolos con lanzamisiles y como ya he escrito, también asesinando tiburones reales. 

El filósofo Luke White incorpora la noción de tecnonaturaleza. Implica las ansiedades crecientes sobre un aparente cosmos que el hombre no puede controlar, sobre todo a principios del siglo XX, mezclada con la tecno ciencia derivada del capitalismo que desea transformar la naturaleza. Esta noción genera una visión de la vida como una fuerza que responde a la intromisión del hombre.

Lo cierto es que tanto la fobia como el odio a los tiburones y particularmente contra el tiburón blanco llevaba milenios fermentándose.

Ya en la antigüedad, algunos autores clásicos los llamaron monstruos. Bestias malvadas y Plagas son epítetos que Plinio el viejo utilizó para referirse a estos peces. Opiano, poeta griego de Cilicia, que nació a finales del reinado de Marco Aurelio, escribió su poema didáctico Haliéutica (De la pesca). Cito:

En cuanto a los monstruos marinos de potentes y enormes miembros, maravillas del mar, cargados de fuerza invencible, cuya contemplación causa terror, siempre armados de mortífera rabia, muchos de ellos andan errantes por los inmensos mares en donde están los desconocidos laboratorios de Poseidón.

Note el lector la afirmación: causa terror.

Pero es durante los últimos 400 años que el tiburón adquirió su configuración conceptual moderna como símbolo del terror, del shock y el castigo. Los vocablos modernos que se refieren a los tiburones surgen de los viajes de conquista como palabras insultantes. ¿Cómo nació esta concepción? Debido a los testimonios y crónicas de conquistadores, mercaderes y esclavistas europeos en sus viajes transoceánicos. 

Algunos capitanes utilizaban restos humanos para atraer tiburones. En papeles del Parlamento inglés referente a las bitácoras de barcos negreros en 1791, el capitán Thomas Bolton testifica que:

Nuestra forma de atraerlos era arrojando por la borda un negro muerto al que podían seguir hasta comérselo.

Desde el siglo XVII los marineros europeos que navegaban rumbo a América, África y Asia contaban anécdotas de tiburones enormes que, al abrirles la tripa, brotaban miembros humanos. El origen no es tanto legendario como conductual. Al arrojar basura por la borda, restos de cerdos, gallinas, cabras, sobras, despojos orgánicos, y por supuesto, cadáveres humanos envueltos en lonas. 

La mayoría de los marineros eran envueltos en una lona y arrojado a las aguas en cuanto morían. Un horror para sus compañeros era observar cómo sus cuerpos eran devorados por los tiburones que rodeaban el barco. Los negreros también arrojaban los esclavos enfermos o asesinados al océano donde los esperaban los inhumanos monstruos ansiosos por cebarse con su carne. 

Las crónicas de los viajes de la Compañía Jan hacia la Indias Orientales de los Países Bajos nos ilustran de cómo los marineros capturaban tiburones con bicheros y al hacerlo se enardecían. La tripulación de un retourschip se divertía vengándose de un escualo. Cuando el animal agonizaba en cubierta le arrancaban los ojos, le rebanaban las aletas pectorales, amarraban un barril a su cola y lo devolvían al océano.

Los buques negreros encontraron grandes tiburones alrededor de las islas Canarias, Madeira, Cabo Verde, Congo y Angola. 

Lo cierto es que entre mayor fuese la mortalidad a bordo, más tiburones se congregaban junto al barco. Los reportes registraban que los tiburones aumentaban al llegar a América, en las costas de Brasil, del Caribe y del Sur de Virginia. Los barcos llevaban tras ellos gran número de tiburones que alarmaban a los pueblos costeros como lo demuestra una noticia publicada en un periódico de Kingston de 1785:

Los hombres de Guinea que acaban de arribar han introducido tal número de ingentes tiburones que bañarse en el río se ha vuelto extremadamente peligroso. Uno muy largo fue capturado el domingo al lado de los Hibberts, Capitán Boyd

Los capitanes utilizaban a los tiburones para evitar deserciones. En un barco negrero un africano experto en matar tiburones se arrojó al agua cuchillo en mano para matarles y que la tripulación pudiese bañarse en alta mar a gusto. En lugar de recompensarlo el capitán ordenó azotarle por la hazaña. 

Algunos capitanes utilizaban restos humanos para atraer tiburones. En papeles del Parlamento inglés referente a las bitácoras de barcos negreros en 1791, el capitán Thomas Bolton testifica que:

Nuestra forma de atraerlos era arrojando por la borda un negro muerto al que podían seguir hasta comérselo. 

Samuel Robinson recuerda en sus Memorias escritas en 1867 cuando navegó en buques de esclavos durante su niñez. Según él los tiburones seguían al barco debido a la cantidad de basura y desechos arrojados por la borda. Describe al tiburón como “un monstruo feo, largo y negro” y el sentimiento de terror que provocaba su presencia. Con su “aleta negra dos pies encima de la superficie, su morro ancho y ojos pequeños con una mirada de villano que hace temblar al que lo mira aún a la distancia”. 

En 1716 un marinero anónimo escribió en su diario: 

El tiburón es un pez muy voraz y algunos de ellos son muy vastos…con sus enormes mandíbulas podrían devorar fácilmente el cuerpo del marinero más robusto que tenemos a bordo…son grandes amantes de la carne humana…sus dientes son puntiagudos como sierras. 

La noción de que los tiburones aman la carne humana fue muy común en aquellas épocas donde el hombre era el centro del universo. El naturalista británico Thomas Pennant se basó en un reporte de un capitán esclavista para describir al tiburón blanco en su tratado Zoología Británica (1768 — 1770): 

Un tiburón blanco como la ceniza que mide 20 pies y pesa 4000 libras y tiene una vasta codicia por la carne humana.

El tiburón era el horror de los marineros y ladrón codicioso en espera de cualquier hombre que caiga por la borda. En 1744 un oficial de la Compañía Real Africana de Inglaterra, William Smith escribió:

Los tiburones bullían alrededor nuestro y esperaban con impaciencia a que el fondo de nuestra canoa se volteara. Estos voraces animales frecuentemente siguen a las canoas hacia las rompientes en espera de una presa. 

El siglo XX potenció la mala publicidad de los escualos.

 A partir de 1939 los hombres de todo el mundo volvieron a masacrarse en todos los rincones posibles. La Segunda Guerra Mundial estalló. La nueva tecnología naval permitió morir y matar en lugares donde antes no había tantos incidentes; el mar abierto.

Los constantes naufragios debido a las batallas navales multiplicaron los encuentros con los tiburones. Trágicos ataques masivos a los náufragos como el de las fragatas Nova Scotia, Empress of Canada, los japoneses frente al Golfo de Huon, el buque cubano de carga Libertad, el buque japonés Arisan Maru, del USS Hoel DD 533, el buque Cape San Juan, el buque hospital Centaur, el barco brasileño Alfonso Penna, el City of Cairo el buque inglés Empire Avocet y el celebérrimo USS Indianapolis que transportó la bomba atómica; provocaron un pánico tremendo.  Miles de hombres murieron en el mar y un porcentaje de ellos gracias a las mordidas de los tiburones. 

Incluso en la película, el pescador Quint es un superviviente del USS Indianapolis, lo que justifica su odio contra estos animales. 

De hecho, la investigación científica sobre los tiburones comenzó de manera sistemática justo acabando la guerra -no por la curiosidad biológica hacia estos seres- sino para minimizar las bajas en los futuros conflictos. 

Ahora bien, el tiburón blanco desde tiempos de Aristóteles se convirtió en el epítome del devorador de hombres. 

En 1776 Pennat describió al tiburón blanco en estos términos: 

Crecen hasta llegar a ser un gran bloque. Gillius dice que en su estómago se encontró un cadáver entero, lo cual no es increíble, considerando su vasta codicia por la carne humana. Son el pavor de los marineros del trópico, donde siguen a los barcos esperando alimento arrojado por la borda.  Un hombre que sufrió esta desgracia murió sin redención. Los nadadores frecuentemente son muertos por ellos. A veces pierden un brazo o una pierna, a veces son partidos en dos sirviendo como bocados de este hambriento animal.

El interés principal por este tiburón se debe a su fama de antropófago. Junto con el tiburón toro, Carcharhinus leucas y el tiburón tigre, Galeocerdo cuvier, es el tiburón que más humanos ha atacado. En la mayoría de estos ataques no han devorado a la víctima, aunque existen casos reportados donde el tiburón engulló al humano, como el de  Shirley Ann Durdin en 1985 y algunos ataques a buceadores chilenos.

Paradójicamente, en el siglo XXI los tiburones han pasado de verdugos a víctimas y hasta banderas de movimientos contra lo industrial. Quizá eso proviene del triste hecho de la disminución de poblaciones y la destrucción de hábitats, la contaminación de ecosistemas en un mundo cada vez más tecnificado e industrializado. Los animales poco a poco se van idealizando positivamente, porque cada vez son más raros. 

En las últimas décadas han surgido un sin fin de documentales que intentan desmitificar la visión aberrante sobre los tiburones. Otros subrayan la belleza de estos animales y su relación con un aparente equilibrio natural. Los documentales se enfocan en la defensa por la conservación y en la denuncia contra la destrucción del océano. 

Otra falsa concepción es que la película acrecentó las pesquería y matanzas.  Bastante exagerado. Para 1975 las poblaciones de tiburón blanco ya habían decaído casi al borde la extinción. 

Los tiburones blancos desaparecieron de aguas donde antes habían sido comunes como Perú en el Pacífico. Mientras que en la costa Atlántica donde hoy los registros del gran blanco son casi nulos, debajo de Brasil y las costas de Argentina exhibían áreas de reproducción de pinnípedos que fueron casi exterminados a finales del siglo XIX por la caza. Esto, aunado con la pesca indiscriminada de cetáceos en estas áreas ha hecho que los tiburones blancos no hayan regresado.

Frank Mundus fue la inspiración de Benchley para su personaje de Quint, el asesino de tiburones, en la novela.  Se consideraba a sí mismo como el pescador supremo de tiburones. Tenía su negocio en Long Island, costa del Atlántico. En 1958 empezó su pesca de monstruos donde mataba ballenas y delfines para atraer grandes blancos. Su cebo preferido era la carne de los calderones, animales muy dañinos según él porque eran destructores de peces comerciales. A bordo de su Cricket II, el capitán llevaba a sus clientes — sus idiotas según él— a capturar makos, tiburones azules, grises y zorros. Pero su objetivo dorado era el blanco. 

En 1960 encontró a cinco alimentándose del cadáver de una ballena y logró arponear a uno de 4 m y 1500 kg. En 1988, Mundus entró al libro de récords de la Asociación de Pesca gracias a un blanco de más de dos toneladas. 

Capturó en 1964 a Big Daddy; un gran blanco de 2041 kg y 5.3 m. Para arponearlo colgó a los lados de su embarcación una línea con tiburones azules y roció el mar con trozos de ballena. Cuando los desembarcó en Montauk, el animal todavía coleteaba así que Mundus le disparó quince veces con su arma. Tipos como este, dedicados al asesinato sistemático de tiburones blancos para vender sus mandíbulas como trofeos deportivos contribuyeron a su disminución poblacional. Todo esto sucedió antes de la película. 

En 1989 un equipo de filmación de la Cousteau Society viajó al sur de Australia para filmar tiburones blancos. Durante un mes, la tripulación arrojó cebos entre Dangerous Reef y las islas Neptune. Durante este periodo lograron atisbar tres tiburones pequeños que se alejaron con rapidez. Nicolas Dourassoff dijo: — Según van las cosas, el tiburón blanco estará extinto en 20 años.

Han pasado décadas y el tiburón blanco sigue en el planeta. ¿Por qué? Leonard Compagno — uno de los más reconocidos científicos que estudian tiburones en la actualidad— comenzó una campaña para proteger al tiburón blanco en Sudáfrica a la vera de las nuevas reformas políticas en los 90. Cientos de países se han unido a su protección desde entonces. Hoy ya no está en peligro de extinción, aunque sigue amenazado. 

Muy escasos ya en el Mediterráneo donde eran comunes, sus poblaciones se recuperan en Australia, California, la costa Atlántica de los Estados Unidos y Sudáfrica. Aun así, verlo es como encontrar a un tigre siberiano. Los siguen cazando de manera ilegal y en la mayoría de los casos no se registra el delito. Sin embargo, sus poblaciones se recuperan. 

Hay evidencias esperanzadoras. Desde 2004 se ha incrementado el número de avistamientos en la costa de Massachusetts especialmente cerca de la isla de Monomoy en donde se han registrado ataques a las focas grises Halichoerus grypus. Desde que se protegieron en 1972, las focas aumentaron y recolonizaron playas e islas de Cape Cod. El tiburón blanco ha vuelto para depredar sobre su alimento favorito. 

Las pesquerías de tiburones se industrializaron durante los años 40 gracias al boom del aceite de tiburón. Se instituyeron nuevas compañías en el Atlántico y se descubrió que todos los tiburones tenían vitamina A. Palangres, líneas, redes, boyas, arpones; todos los artefactos posibles. En Florida un bote capturó 1972 tiburones en un día. Sólo en Estados Unidos se alcanzó el pico en 1944: ¡24 000 toneladas de cazón! La pesquería comenzó a colapsar. En Massachusetts, una compañía ganó 2 millones de dólares al año vendiendo aceite de tiburón. Se abrieron factorías en Cuba, México, Jamaica y las islas del Caribe. A principios de la década de los cincuentas la pesquería colapsó; a mediados volvió a estabilizarse.

Nuevamente, a finales del siglo XX la presión pesquera sobre los tiburones a nivel mundial aumentó, pero las causas no tienen nada que ver con películas. Las poblaciones más afectadas no fueron los grandes blancos sino las especies de carcharhínidos (tiburones grises). 

La industria aumentó debido a la demanda de aletas para la sopa china desde los años 90. Cuando el gobierno chino abolió la prohibición comunista de la sopa de aleta como fineza burguesa, el comercio de aletas creció un 5% anualmente entre 1995 y el 2000. La gran demanda de aletas propició la práctica del finning o aleteo. Los pescadores rebanan las aletas de los tiburones vivos y los arrojan al mar donde mueren miserablemente. 

La demanda de cartílago para productos supuestamente anticancerígenos se exponenció desde mediados de los 70. Eso coincidió con la moda de la película, pero no hay correlación entre tales fenómenos.  

Entonces, la película de Spielberg no inauguró la visión negativa del tiburón blanco en particular y los tiburones en general, sino que la sintetizó. Logró capturar la esencia y la tesis de un horror atávico que fue potenciándose en la modernidad. 

Creemos que nuestros vicios e iniquidades brotan de lo natural como un espejo de nuestra impotencia. Nada más falso. Será difícil que el hombre como especie comprenda que somos uno más del torbellino de la evolución, que los fenómenos naturales pueden ser crueles y agresivos, que podemos ser víctimas de inteligencias que no entendemos, pero nunca de injusticia y maldad porque esos son adjetivos meramente humanos. 

 

Referencias

Dash, M. (2011). Batavia’s graveyard. Hachette UK.

Domeier ML. 2012. Global Perspectives on the Biology and Life History of the White Shark. CRC Press. Taylor and Francis Group, Boca Raton, Fl.

Jaime-Rivera M. (2021). Tiburones: supervivientes en el tiempo. Fondo de Cultura Económica.

Klimley A. P. 1996 Great White Sharks. The biology of Carcharodon carcharias. Academic Press. USA.

Midway, S. R., Wagner, T., & Burgess, G. H. (2019). Trends in global shark attacks. PloS one, 14(2), e0211049.

Mundus, F. 1976. Monster Man. Master hunter of the deep. USA.

Plinio Segundo, Cayo. Siglo I. Historia natural. Obra completa. Madrid. 2010. Editorial Gredos. 4 volúmenes.

Pratt H, Gruber S, Taniuchi T. 1990. Elasmobranchs as Living Resources; Advances in the Biology, Ecology, Systematics, and the status of Fisheries. NOAA Technical Report.

White L. 2010. Damien Hirst’s Shark: Nature, Capitalism and the Sublime. The Contemporary sublime. Tate Britain Symposium.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




El Tiburón Megalodón. Súper depredador de los mares

IMÁGENES: Internet.

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En 1843, Louis Rodolphe Agassiz describió un diente fósil enorme. La similitud morfológica de este diente –forma triangular con bordes aserrados— hizo que el naturalista suizo le clasificara como un tiburón blanco gigantesco del género Carcharodon, dándole su nombre icónico: Megalodón (“Diente gigante”).

En una riña de locos, los palentólogos discuten aún su género. Para unos es pariente del gran blanco, un Carcharodon, para otros un género específico llamado Carcharocles y recientemente le han adjudicado el género Otodus. Es el tiburón fósil más popular entre el público no especializado.

También te podría interesar: El linaje de los megatiburones

A su lado, el tiburón blanco actual es un menudo animalillo. No conocemos su anatomía, sólo se han encontrado dientes fósiles. Tal vez fue un gigante masivo con un morro redondeado parecido al tiburón tigre, le dibujan como a un lámnido, Martin le compara a un tiburón blanco que se inyectó esteroides.

Surcó los océanos desde el Mioceno temprano hasta el Plioceno, un periodo comprendido entre los 20 y los 2.5 millones de años.

Buceemos en estas aguas temibles. Hago una paráfrasis de una reconstrucción ficticia  que hizo el paleontólogo Jorge Ortiz: El Cetoterium, una pequeña ballena de 6 metros en la superficie. Un Carcharocles megalodon la atisba desde el fondo. La ballena se sumerge y emerge ajena a su destino. De pronto se percata de un cambio en la corriente, trata de virar. Muy tarde. Los cuchillos sagitales de 18 centímetros  hacen mella en su carne, súbitamente todo cae en la cruenta realidad para el Cetoterium, todo es tan rápido. Su  aleta caudal ha sido cortada de  tajo. Ubica a su verdugo y le mira a los ojos, pero en los ojos del megalodón se percibe una  mirada vacía, siniestra, de cierta manera; sus negras lentes no muestran expresión  alguna. Sólo el reflejo del cetáceo herido. El tiburón abre la boca proyectando y expandiendo sus implacables mandíbulas. Los gigantescos dientes apuntan para el frente, atrapando a la ballena por el vientre. Tras un brutal impacto, el megalodon sacude violentamente a la ballena, los dientes penetran aún más. El Cetoterium es sacudido cual piltrafa. Las entrañas aún palpitantes son arrancadas de su cuerpo. La ballena entra en shock debido al terrible ataque. Su corazón emite un latido largo y pausado para finalmente dejar de latir.

He ahí un momento en la vida de Carcharocles megalodon.

El diente más largo del megalodón que se ha encontrado mide 18.15 centímetros. Las estimaciones de biomasa indican que un individuo de unos 15 m pesaba cerca de 47 toneladas, uno de 17 m pesaba 59 toneladas y uno de 20 m pesaba 103 toneladas. Ha sido el pez más grande que ha existido. Cooper, en 2020, mediante modelos matemáticos, calculó un promedio de 16 metros de longitud total, con una cabeza de 4.6 m, la altura de la aleta dorsal de 1.6 m y la cola de 3.8 m.

Mediante estudios con vertebras fosilizadas se ha estimado que tenía un promedio de vida de unos 30 años.  También se han encontrado fósiles de vértebras de delfines y ballenas, cráneos de focas y cetáceos con mordidas de este mega depredador.

En el 2008, Wroe calculó la fuerza de su mordida utilizando mandíbulas reconstruidas. Un megalodón de 16 metros ejercía una presión de 108 514 newtons u 11 toneladas. Uno de 20 metros habría ejercido una presión de 182 201 newtons o 18 toneladas.

Para que tengamos una idea de que significa esto, el megalodón tenía una presión de mordida 10 veces más fuerte que el moderno tiburón blanco que alcanza hasta 1.8 toneladas, una presión cinco veces más grande que la del tiranosaurio que alcanzaba hasta 3.1 toneladas e incluso más fuerte que la del Liopleurodon  que teóricamente  alcanzó una presión de 15 toneladas.

Súper depredador entre los super depredadores se han encontrado huesos fósiles de cetáceos y pinnípedos con marcas de dientes atribuidas a megalodón por la presencia de márgenes aserrados en las incisiones.

Godfrey y Altman (2005) describieron registros de vértebras caudales de ballenas con evidencias de haber sido mordidas por este gigante. Una vértebra estaba fracturada posiblemente como consecuencia de un fuerte impacto desde la parte inferior del cuerpo. El cetáceo logró cicatrizar y sobrevivir al brutal ataque. ¿Acaso los megalodones impactaban a las ballenas proyectándolas fuera del agua como hoy hacen los grandes blancos con las focas?

También se han hallado vertebras caudales del delfín gigante Xiphiacetus y dientes de cachalotes con marcas de dientes de megalodón. Estas son evidencias de que nuestro megatiburón era un depredador sumamente activo.

Ferrón (2017) y Neumann (2018) han sugerido que los megatiburones poseían endotermia como los actuales lámnidos, lo que explicaría su crecimiento brutal.

El regular la temperatura corporal para ser más cálidos que el mar circundante y alcanzar grandes tallas se le llama gigantotermia. Según Neumann el megalodón presentaba un tamaño corporal, un grado de endotermia y una temperatura interna equivalentes a las orcas actuales.

El megalodón reinó todavía hasta el Plioceno, hace 5 millones de años. En esos tiempos Sudamérica y Norteamérica se unieron formando el istmo. La solidez de esta frontera cerró el paso al flujo de las corrientes cálidas, esto ocasionó un nuevo cambio climático. Los marsupiales americanos se extinguieron, con excepción de las sarihueyas (Didelphis). El océano Atlántico se enfrió mientras que África colisionaba con Europa formando el Mediterráneo. El mar Ártico comenzó a congelarse y la Antártica continuó su enfriamiento. Las selvas quedaron confinadas al Ecuador. Europa se volvió selva fría extinguiendo a sus cocodrilos. Los hielos bajaron del Polo Norte hasta Alemania. Los Andes, los Alpes y el Himalaya se congelaron.  Los camellos cruzaron Asia y penetraron en Norteamérica por un puente de roca que había emergido en el estrecho de Bering. Los australopitecos caminaban en los pastizales del centro de África. El tiburón blanco ya cazaba focas desde hacía unos 7 millones de años. Ciertas regiones de España estaban sumergidas y sobre sus fondos cazaban los makos, los tiburones grises, el recién aparecido tiburón blanco y el Carcharocles megalodon.

Hace 2  millones de años, se extinguieron muchos depredadores marinos gigantes. Las glaciaciones imperaron, el frío aceleró la presión evolutiva. El megalodón no soportó la época. Sin presas adecuadas, actuó contra él un nuevo súper depredador: un delfín enorme que nadaba en manadas y podía perseguir sin descanso a las ballenas hasta los polos helados: la orca, Orcinus orca. El megalodón desapareció para siempre y la orca se afianzó como el máximo carnívoro en los mares.

Referencias:

Cooper, J.A., Pimiento, C., Ferrón, H.G. et al. Body dimensions of the extinct giant shark Otodus megalodon: a 2D reconstruction. Sci Rep 10, 14596 (2020).

Godfrey, S.J., Altman, J., 2005. A Miocene Cetacean Vertebra Showing a Partially Healed Compression Fracture, the Result of Convulsions Or Failed Predation by the Giant White Shark, Carcharodon megalodon. Jeffersoniana, 16, 1–12.

Shimada, K.; Chandler, R. E.; Lam, O. L. T.; Tanaka, T.; Ward, D. J. (2016). «A new elusive otodontid shark (Lamniformes: Otodontidae) from the lower Miocene, and comments on the taxonomy of otodontid genera, including the ‘megatoothed’ clade». Historical Biology: 1-11.




El linaje de los megatiburones

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Desde el Cretácico, hace unos 94 millones de años –en plena era de los dinosaurios—, apareció en los mares un linaje de megatiburones que, a través de las eras, fueron alcanzando grandes tamaños.

El gigantismo era común en esta época, ejemplos marinos eran los grandes mosasaurios como el Prognathodon de 13 metros; el Plotosaurus de 14 m. o el Mosasaurus de 18 m. Peces titánicos como el celacanto Mawsonia de casi 3 m. de largo o el pez sierra Onchopristis de 11 metros.

También te podría interesar: Robots poetas. De algoritmos y versos

Incluso los invertebrados tendían al gigantismo como los amonitas Parapuzosia, cuya concha podía alcanzar 3 metros de diámetro o la almeja Inoceramus de casi 2 m.

Desde el Jurásico había surgido el tatarabuelo del tiburón blanco, el fósil más antiguo de los lamniformes llamado Paleocarcharias con una aleta caudal con un lóbulo superior terminal y un diminuto lóbulo inferior, cinco pares de aberturas branquiales y boca ventral.

En el Cretácico, los lámnidos conquistaron ambientes pelágicos y compitieron con los grandes saurios marinos. Nuevas especies de tiburones se adaptaron a las formidables condiciones mesozoicas, como el Cretoxyrhina mantelli, que ocupó un nicho parecido al que hoy ocupa el tiburón blanco. Se han encontrado esqueletos fósiles de este depredador que alcanzaba los 5 metros de longitud. Shimada sugirió que Cretoxyrhina pudo haberse enfrentado a enormes reptiles como los mosasaurios.

Este tiburón tenía dientes triangulares de hasta 7 centímetros de largo, curvados y de bordes lisos. Con 34 dientes en la mandíbula superior y 36 en la inferior en cada fila.

Se han encontrado fósiles que sugieren que Cretoxyrhina depredó en Pterosaurios voladores. Algunos sugieren que saltaba fuera del agua para capturarlos en vuelo, pero es más simple entender que los pudo haber devorado como carroña o cuando descansaban sobre las olas como el actual tiburón tigre devora gaviotas y albatros.

Se extinguiría 30 millones de años antes que los dinosaurios. Otro tiburón conocido como ‘el cuervo’ fue descrito por David Schwimmer cual carroñero que se alimentaba de restos de hadrosaurios —dinosaurios pico de pato— y que depredaba sobre mosasaurios y tortugas. Su nombre: Squalicorax.

Comenzó la evolución de los otodontidos, tiburones que tenderían al gigantismo en los siguientes periodos geológicos. Uno de los primeros fue Cretolamna, con dientes de cúspide triangular ancha y dos cúspides laterales pequeñas. Bordes afilados como navajas y un cuerpo fusiforme que le confería hábitos pelágicos indican a un superdepredador.

Hace 65 millones de años se extinguió el 85% de las especies que habitaban el planeta. Desaparecieron grupos bióticos como los belemnites, los amonites, la mayoría de los reptiles marinos, los pterosaurios y los últimos dinosaurios. Otros grupos perdieron gran diversidad. La mayoría de las plantas del hemisferio Norte murieron excepto los helechos, algunas gimnospermas y angiospermas. En el mar: diatomeas, moluscos, equinodermos y braquiópodos. Algunos tiburones sobrevivieron y dieron origen a líneas evolutivas actuales.

Cambios climáticos debidos al intenso vulcanismo y hasta el choque de un meteorito se han propuesto como hipótesis del desastre. ¿Cómo afectó el meteorito a los condrictios? En 2020, Wynd estudió la diversidad de euselacios fósiles en la formación de Hell Creek y concluyó que la riqueza decayó precipitadamente y muchas especies se extinguieron localmente.

Sin embargo algunos paleontólogos como Maisey piensan que los hibodontes no se extinguieron por las mismas razones que los dinosaurios, sino que fueron desapareciendo gradualmente al perder la competencia ecológica contra nuevas formas de tiburones que se diversificaron en esta era.

En los siguientes 60 millones de años, los tiburones alcanzaron los nichos ecológicos tope que ocupan en la actualidad.

Supervivientes: nuevas posibilidades

Millones de especies pueden extinguirse, la vida no. Mientras el planeta albergue condiciones aceptables, los organismos seguirán. Después del holocausto, la recuperación se dio gracias a la resiliencia. La Tierra en su conjunto era más seca y fría. Poco a poco comenzó a calentarse. Los helechos fueron los primeros en colonizar la zona devastada. A lo largo de Paleoceno, hace 50 millones de años, aparecieron las palmeras.

Europa y Groenlandia aún no se separaban cuando en esta zona los bosques cálidos renacieron, los cocodrilos habían sobrevivido a los dinosaurios y ahí pudieron diversificarse. Los mamíferos amniotas con glándulas mamarias llevaban 140 millones de años en madrigueras, pero ahora sin dinosaurios y con un planeta en recuperación se diversificaron ocupando las posibilidades y pudieron crecer. Surgió el ornitorrinco y los Hyaenodontes, parecidos a hienas masivas como un rinoceronte que cazaban entre las selvas. Las aves se diversificaron y muchas conservaban el diseño del dinosaurio corredor como la inmensa ave del horror: Gastornis.

En los mares fluyeron corrientes cálidas, los polos eran templados y prosperaron los arrecifes coralinos. Escualos de siete branquias continuaban en los fondos. Los mamíferos regresaban al mar, los ancestros de las ballenas como el Basilosaurus aún conservaban sus patas posteriores disfuncionales en un cuerpo hidrodinámico de 18 metros. Este depredador era temible pero le rondaban enormes tiburones como el Otodus obliquus, probablemente semejaba a un tiburón tigre de arena actual, de 9 m. de largo. Aquí nació el primer tiburón tigre, Galeocerdo latidens.

En esta época apareció el abuelo del tiburón blanco, Carcharodon hubbelli en aguas al sur de Rusia, Marruecos, Angola y los Estados Unidos.

En tierra, los enormes titanotéridos se extinguieron hace 30 millones de años cuando los pastizales sustituyeron a las selvas tropicales. Un cambio climático importante se debió a la separación de Sudamérica y la Antártida. Esta catástrofe dejó libre la corriente circumpolar que provocó un intenso enfriamiento. Los arqueocetáceos disminuyeron dejando paso a los nuevas ballenas y hace 20 millones de años ya chapoteaban los primeros pinnípedos. Es en este ambiente donde una nueva familia de tiburones emerge; los réquiem o carcharínidos. Carcharhinus apareció en el Eoceno en el norte de África. Con su forma hidrodinámica devinieron en raudos cazadores y ensancharon las estrategias de supervivencia. La inversión de la polaridad terrestre coincidió con la aparición de los ancestros del tiburón martillo. Con su cabeza en forma de alerón, aplanada por extensiones laterales en cuyos extremos descansan los ojos. Esta testa plagada de ámpulas es un detector infalible de flujos electromagnéticos.

Viajemos al Mioceno Medio, hace 14 millones de años. Mientras nuestros tatarabuelos,  los primeros homínidos como el Sahelanthropus chapotean en los pantanos africanos, el gigantismo continúa en el mar.

Enormes ancestros del cachalote vagan en manadas, aún conservan dientes en la mandíbula superior; focas monje de 3 m se asolean en las rompientes; cocodrilos de 4 m como el Thecachampsa sericodon; aves marinas gigantes con pseudodientes como Pelagornis chilensis y Osteodontornis orri de más de 5 m de envergadura; el marlín azul de 4 m Makaira; y uno de los cetáceos más formidables de todos los tiempos: el cachalote gigante Leviathan nevillei, descubierto en Perú.

Los tiburones planctófagos como el Megachasma ya filtran en esos lares, por allí caza el abuelo del tiburón tigre, el Galeocerdo adancus y el abuelo del tiburón blanco, Isurus hastalis.

El linaje de los megatiburones ya está establecido. Sin competencia ya –los viejos reptiles marinos están extintos—, los tiburones se vuelven titanes monstruosos.

Otodus, Carcharocles y Carcharodon –que pueden ser o no el mismo género— depredan todo lo que se pone a su alcance debido a sus formidables tallas que van desde los 7 a los 16 m.

Otros escualos prehistóricos crecen en demasía. Es la época de oro de los megatiburones. Alcanzaron tamaños enormes respecto a los actuales. Cosmopolitodus hastalis de 8 m, Otodus chubutensis alcanzó los 12 m, Carcharocles angustidens y Paratodus benedeni los 9 m, e incluso existió un tiburón zorro gigante, el Alopias grandis de 13 m.

Pero no es el más poderoso de los tiburones. Esta distinción pertenece al Megalodón

Continuará…

Referencias

Solé, F. & Noiret, C. & Desmares, et al. (2019). Reassessment of historical sections from the Paleogene marine margin of the Congo Basin reveals an almost complete absence of Danian deposits. Geoscience Frontiers, 10 (3): 1039-1063.

Wynd, B. M., Demar, D. G., & Wilson, G. P. (2020). Euselachian diversity through the uppermost Cretaceous Hell Creek Formation of Garfield County, Montana, USA, with implications for the Cretaceous-Paleogene mass extinction in freshwater environments. Cretaceous Research.

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




El extraordinario tiburón toro

FOTOS: Internet

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

Es pescado que acomete a una vaca y a un caballo cuando pace

y bebe a orillas de los ríos y se come a un hombre.

Francisco López de Gómara

 Historia de la conquista de México

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). A principios del siglo XX cerca de San Carlos, en el río San Juan, un indígena nicaragüense apilaba troncos cuando perdió el equilibrio y cayó al agua. Siguió una explosión de sangre y un grito que se perdió en la selva. Cuando recobraron el cuerpo le encontraron mutilado.

Días después capturaron a un tiburón robusto de morro amplio y coloración broncínea. En su estómago se encontró la pierna de la víctima. A casi 180 kilómetros del mar Caribe, en plena jungla, había muerto por el ataque de un tiburón toro Carcharhinus leucas.

También te podría interesar: ¿Somos más estúpidos que nuestros ancestros? (II) Sobre disonancia cognitiva

En el río Ganges, sagrado para los hindúes, dos tiburones hacen presa de los cadáveres y los peregrinos, el tiburón del Ganges y el tiburón toro. Cito este pasaje del viaje del poeta Leonardo Fernández Nadieco a Varanasi para acceder a la atmósfera de estos páramos:

Hombres y mujeres de todas las edades se bañaban en las aguas heladas; incluso la bebían (nuestra guía mencionaba que las aguas del Ganges están tan contaminadas que se consideran sépticas, con registros de millones de bacterias fecales coliformes, treinta grandes drenajes descargan continuamente). Sin embargo, a la gente poco le importaba, algunos encendían veladoras que eran arrastradas como flores en llamas en la cabellera de la diosa Ganga. El guía remó hasta el Manikarnika ghat. Al bajarnos de la canoa, nos recibió la imagen de una pierna saliendo de una pira funeraria. 

El olor acre y dulzón de la carne humana,

el fuego literal lamiendo el pecho,

la carne que se ampula y carboniza,

el vapor que evacua nuestro cuerpo.

El encargado de lidiar con los turistas nos contó que ahí llegaban cadáveres de todos las regiones del país y que el fuego llevaba encendido desde hacía cientos de años. Primero envuelven el cuerpo en una tela, lo sumergen en el Ganges y después lo queman. La visión de ese momento persistirá en la memoria: en el espacio trémulo que construyen las llamas se levantaba el sol y duplicaba su majestad naranja en la piel del río, dos perros  peleaban a muerte por un hueso, una vaca defecaba a unos cuantos metros y un grupo de niños correteaba un papalote. La muerte y la vida se reconciliaron en ese instante, ese instante era la India vibrando, sonriendo.

¿Cómo es que en estos ríos plagados de basura, carroña y  cenizas pululen los galeodos?

El tiburón toro puede penetrar el agua dulce gracias a su fisiología. Es un organismo eurihalino, es decir, se aclimata al agua dulce y al agua salada por igual soportando grandes variaciones. Cuando nada en el mar sus concentraciones de sodio, calcio y urea aumentan.  Poseen una glándula rectal cuya función es secretar estos electrolitos. Se concentran en el riñón más que en el músculo. Les provee de un transporte iónico efectivo. Cuando el tiburón penetra en agua dulce, la actividad de la glándula rectal disminuye así como el número de sus glóbulos rojos.

Otras cinco especies de tiburón comparten esta característica y habitan el agua dulce, el tiburón del Ganges, Glyphis gangeticus, el tiburón diente de lanza, Glyphis glyphis, el Glyphis siamensis, el de Borneo Glyphis sp. B, y el de Nueva Guinea Glyphis sp.

Se le ha encontrado en el río Amazonas a la altura de Iquitos, Perú, lejos del mar tanto como 3500 km. En 1937, el Alton Evening Telegraph publicó las fotografías de un tiburón toro capturado cerca de Alton, Illinois, 2800 km río arriba en el Mississippi.

Se han hallado en el Potomac, el Grijalva, el Champoton, el Usumacinta, el Ganges, el Zambesi y el Parammata. Existen numerosos reportes de personas mutiladas en los afluentes del Tigris y el Éufrates. Penetra el lago Cocibolca o Nicaragua, el lago Michigan, el lago Isabel en Guatemala, el Patuca en Honduras, entre otros.

En Nicaragua son famosos, aunque ya muy raros debido a la sobrepesca. Los primeros estudios sobre estos “escualos de agua dulce” fueron realizados en las décadas de los 40 por el  jesuita Ignacio Astorqui. Los indígenas de la selva nicaragüense les adoraban como a un dios y le ofrecían cadáveres engalanados.

Para entrar al lago Cocibolca,  el tiburón nada 180 km desde el Mar Caribe a través del Río San Juan.

Ya Fernández de Oviedo en el capítulo XLII de su Historia general y natural de las Indias de 1535 específica que dentro de este lago habita el tiburón y el pexe vigüela refiriéndose al toro y al pez sierra Pistris sp.

En 1852, Efraín George Squier admitió el hecho de que en el lago abundan los tiburones toro o tigrones llamado así por su rapacidad. Squier describió el hecho de que atacaban bañistas a tiro de piedra desde la orilla y que él les observaba desde los muros del castillo; proyectando sus aletas sobre el agua.

En 1877, el tiburón del lago Nicaragua recibió el nombre de Eulamia nicaraguensis y en 1887 fue bautizado como Carcharhnius nicaraguensis. Los naturalistas del siglo XIX pensaban que era pariente del tiburón toro marino pero otra especie de agua dulce, según su opinión, era imposible que el tiburón toro pudiese pasar los rápidos del San Juan para entrar al lago. La teoría de entonces subrayaba la posibilidad de que en tiempos geológicos pretéritos, el lago se había cerrado dejando atrapada a una población de tiburones que se adaptó al agua dulce.

Fue hasta 1966 que se reportó que los tiburones saltaban los rápidos de San Juan como si fueran salmones.  Bigelow y Schroeder demostraron que toda la población de agua dulce era la misma que la de agua salada y los tiburones del lago Nicaragua eran en realidad Carcharhinus leucas.

Desgraciadamente, su población en este lago está muy diezmada. En 1953 un pescador se ufanó de haber capturado él sólo más de 7 000 especímenes en 8 meses. Los japoneses instalaron en sus orillas dos procesadoras de carne de tiburón que exportaron más de 4 millones de libras de aletas rumbo a Asia. Estas factorías cerraron en 1981. Como si la sobrepesca no fuese suficiente, las aguas del Nicaragua están muy contaminadas. En los años 80’s se estimaba que 32 toneladas de aguas residuales eran vertidas cada día por las corporaciones químicas.  Aunado a esto, la sedimentación del río San Juan debida a la deforestación contribuye a la desaparición del tiburón toro en esta zona.

Los tiburones toro nacen cerca de los esteros y fijan en su memoria el lugar de nacimiento y su área de crianza. Comparados con otros tiburones réquiem, el toro nace con una talla pequeña, unos 70 cm de LT. Su tasa de crecimiento es muy lenta, al primer año miden 85 cm y crecen en promedio unos 15 cm al año.

Cuando adultos van y vienen, se juntan en cardúmenes o vagan solitarios, desde los abismos hasta aguas de menos de 50 cm de profundidad. Su cuerpo es sólido, broncíneo, con un rostro romo y una efigie maciza. De joven, la tonalidad en la punta de sus aletas es negra y se decolora con los años. Llega a tener un color plateado y gris en el lomo y blanco en el vientre. Viven cerca de 25 años y las hembras pueden llegar a medir hasta 3.5 m. Es vivíparo y tiene de 1 a 3 crías. Su periodo de gestación de 11 meses. Los machos maduran sexualmente a los 15 años y las hembras a los 18.

Michelle Heupel et al estudiaron los movimientos de tiburones toro en el río Caloosahatchee al suroeste de Florida entre el 2003 y el 2006. Colocaron 25 receptores acústicos para monitorear el patrón de movimiento de los tiburones en el río que mide unos 108 Km de largo. Un individuo se movía hasta 14 Km al día y viajan a lo largo de todo el río moviéndose en contracorriente durante el día y dejándose llevar por ella durante la noche; nadando por la superficie durante la noche y sobre el lecho del río durante el día. El río Caloosahatchee es un área de crianza para ellos y un refugio para los manatíes. En este río, Olín et al descubrieron que los tiburones juveniles ampliaban el rango de sus presas conforme la corriente aumentaba; en momentos de poca corriente los bagres les sustituyen como depredadores tope.

Así, pues, teóricamente, es más probable encontrar un tiburón toro en el río durante la noche en momentos de gran afluencia de agua dulce.

Nuestro amigo es un gourmet que no desprecia nada. Al conquistar diversos ambientes la gama de sus presas en enorme. En su estómago se han encontrado erizos, camarones, cangrejos y multitud de peces óseos. Devora otras especies de tiburones como Carcharhinus limbatus, C. acronotus, C. plumbeus, Rhizoprionodon terranovae, Sphyrna tiburo, S. lewini, además de rayas como Mobula sp.  En los ríos colombianos han comido pez sierra Pristis pectinata. Por sus hábitos ha podido devorar perros, tortugas, monos, terneros, pájaros y —tristemente— basura que el hombre lanza a los ríos como plástico y botellas; mezclada con detritos y pastos.

La crónica de Francisco de Gómara del siglo XVI sobre el pez que devora caballos junto a los ríos nos remite al tiburón toro. En marzo del 2003, el entrenador equino Alan Treadwell acompañaba a su caballo de 500 kg mientras se bañaba en el río Brisbane, Australia; cuando un tiburón toro mordió al equino en las ancas. El tiburón mató al caballo y se alimentó. Esto sucedió apenas unas semanas después de que un tiburón toro mordiese en la cabeza al joven de 18 años Nathan Shaxson tan sólo a 15 km de distancia del ataque al caballo.

A veces, la síntesis de toxinas del hígado puede resultar mortal para el hombre. Los pescadores de Manakara al sureste de Madagascar no tenían problemas al capturar y comer tiburones toro. Sin embargo, en noviembre de 1993, cinco horas después de la ingesta, 188 personas fueron ingresadas en un hospital después de haber consumido un solo tiburón toro. Todos presentaban ataxia y 40 personas murieron. El análisis confirmó que el hígado del tiburón presentaba dos toxinas liposolubles desconocidas. Fueron bautizadas en honor al tiburón como carchatoxinas 1 y 2.

Desde que Rasmussen y Murru evaluaron, en 1992, la concentración de esteroides en la sangre de algunos tiburones, se ha mitificado el tema sobre los niveles de testosterona en el tiburón toro.  Su agresividad ha sido ligada a las hormonas.

Para que el lector compare, he aquí algunos datos: en un hombre joven la concentración de testosterona varía entre 2.5 ng/ml  y 12 ng/ml. En un elefante africano macho Loxodonta africana, la testosterona se dispara a 64.4 ng/ml siempre y cuando halle a una hembra en época reproductiva. En un tiburón toro hembra (son mayores que los machos) 0.1 ng/ml. Mucho menos que en un hombre —después de todo debe conservar su feminidad—.

¿De dónde sale la falacia de la testosterona? Rasmussen encontró una concentración de 358 ng/ml en un tiburón macho. En promedio 10 ng/ml a 20 ng/ml, sin embargo, cuando llegaba la época de reproducción su nivel aumentaba hasta 185 ng/ml. Más que un elefante, en efecto. Ahora, otros tiburones más pequeños tienen concentraciones de testosterona más altos. Manire, en 1995, registró 303 ng/ml en un macho y en una hembra 74 ng/ml en la sangre de tiburón martillo Sphyrna tiburo. No se excite el lector ávido pensando que puede incorporar esta testosterona a sí mismo bebiendo sangre de tiburón  —una creencia moderna— como si se inyectara esteroides. El metabolismo humano disuelve radicalmente la concentración de testosterona cuando se absorbe a través de los intestinos. Es decir, no sirve para nada matar estos animales en pos de una fuerza masculina.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Ataques de tiburones ¿incidentes, accidentes o verdaderos ataques? (II)

FOTO: Internet

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cada vez que ocurre un ataque de tiburón surge la negación del hecho o se desea restarle importancia en una atmósfera de gazmoñería y escrúpulos mojigatos.

¿Por qué tres científicos norteamericanos en 1916 defendían la idea de que un tiburón era incapaz de matar a un hombre cuando en su época existían numerosos registros, reportes médicos y testimonios de ataques en todo el mundo?

También te podría interesar: <em>Ataques</em> de tiburones ¿incidentes, accidentes o verdaderos ataques? (I)

Algo así ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, cuando los oficiales de la Armada de los Estados Unidos publicaron un infame manual para la supervivencia de los náufragos. Según este manual los tiburones eran “lentos, cobardes y fácilmente se pueden ahuyentar golpeando el agua”. En el manual se recomienda montar al tiburón y matarlo abriéndole el vientre a cuchilladas. Como si esto fuese fácil.

En 1959, después del ataque a Robert Pamperin en La Joya en donde un tiburón blanco lo mató, dos periódicos locales se negaron a reportar el incidente pues dependían de la corporación hotelera.

Empresarios, reporteros, editores y oficiales de policía niegan o tratan de minimizar la importancia después de un ataque para no darle mala fama a la localidad.

Es que después de un ataque, el pánico se apodera de las masas y la ignorancia fluye sin control. Después del ataque en Zihuatanejo en el 2008 cuando un tiburón mató a un surfista,  se creía ver aletas por todos lados y las autoridades locales buscaban a expertos para que les explicaran porqué había ataques en esa zona.

En enero del 2011, después de que un tiburón toro le arrancase el brazo una mujer canadiense en Cancún frente al Hotel Park Royal, los periódicos plagaron sus titulares de adjetivos como inusual, y algunos voceros de los hoteles clamaban que los tiburones iban de paso rumbo a Florida, como si las costas de Quintana Roo no fueran áreas de crianza de tiburón toro,  como si una región determinada estuviera exenta del azar y sus criaturas.

En mayo de 2017, Andrés Rozada practicaba snorkeling en Cabo Pulmo, México a las 5 pm cuando sus amigos en la playa le perdieron de vista. Dos helicópteros le buscaron infructuosamente y al día siguiente se recuperaron su visor y su camiseta hecha trizas con marcas de dientes de tiburón. Dos días después se recobraron sus restos con mordeduras. Cabo Pulmo es una reserva donde abundan tiburones toro, también se observan tiburones tigre ocasionalmente. Algunos medios de comunicación locales negaron un probable ataque de tiburón, a pesar de que el incidente fue incluido en los registros internacionales como el Shark Attack File y que la policía dio el reporte de los restos mordidos. Los periodistas publicaron que se había ahogado y que las mordeduras fueron post mortem. El director de protección civil del lugar negó el ataque. La reputación de un lugar turístico debe prevalecer aún en contra de ciertas evidencias.

La teoría de la falsa identificación

En 1985, McCosker propuso la hipótesis de “Morder y escupir”. Según su idea, un tiburón blanco muerde una vez a la foca para inmovilizarla, después se retira a una distancia prudente para esperar a que se desangre y posteriormente vuelve para devorarla. Eso explicaría, según él, porque tantos humanos sobreviven a los ataques del tiburón blanco. Sin embargo, ese comportamiento solo es válido cuando los tiburones atacan a presas muy masivas como los elefantes marinos. Se ha observado que los tiburones blancos, cuando atacan lobos marinos o focas menos masivas, las devoran inmediatamente después de golpearlas.

La teoría de la falsa identificación propone que los tiburones blancos confunden a los surfistas, nadadores o buzos, con focas, elefantes marinos y pinnípedos en general. Según ella, cuando el tiburón ve desde abajo la silueta de una tabla de surf, la identifica erróneamente con la silueta de una foca. Entonces se lanza a atacarla. Peter Klimley sugirió que cuando el tiburón prueba la carne humana se da cuenta de su error y abandona el ataque, al no encontrar casi nada de grasa en la presa.

Aidan Martin y otros investigadores rechazaron la teoría, aduciendo estudios que revelan una visión esplendida del tiburón blanco que discrimina objetos muy pequeños a plena luz del día. Según estos autores, es absurdo que un animal experto cazador se equivoque en su propio medio, con sus sentidos afinados, confundiendo un primate con una foca.

Ritter y Quester en 2016, interpretaron fotografías de tablas de surf dañadas por mordeduras de tiburones blancos y heridas de las víctimas, con énfasis en el tamaño del tiburón, severidad de la herida y la extensión del daño a la tabla. Compararon los resultados con las estrategias de ataques a pinnípedos y concluyeron que en el 77 % de los ataques el daño era superficial y moderado; no reflejaba el nivel de daño necesario para  inmovilizar a un pinnípedo. Por lo tanto la teoría no se sostiene, como sospechaban Aidan Martin y Ralph Collier, es probable que el tiburón blanco ataque por curiosidad. Indaga sobre un objeto y se lanza contra él con fuerza moderada, que para un humano puede ser o no mortal. Y en otras ocasiones ataque por hambre, simplemente para comer.

Defensas

El ser devorado o asesinado por un animal salvaje es un terror atávico que nos concierne como parte de la biosfera. No existe otra defensa contra el azar de la vida que la no acción, pero esta es absurda pues somos móviles. Únicamente podemos minimizar los riesgos al meternos al mar.

Algunos consejos son: evitar nadar o bucear cerca de colonias de pinnípedos. Nunca nadar ni bucear solo. Certificarse en técnicas de primeros auxilios. Llevar botiquines a las expediciones. Si se recolectan o capturan animales marinos, sacarlos inmediatamente del agua. Observar el comportamiento de los animales marinos en el área. Antes de emerger echar un vistazo al fondo. Evitar bucear o nadar de noche. Evitar nadar en la superficie de forma ruidosa y evitar nadar en áreas donde haya habido ataques de tiburón. Y sobre todo, esperar que la suerte nos sea benévola.

El horror hizo que en algunos lugares donde los ataques eran frecuentes se instalara una barrera física. Se colocaron redes a lo largo de kilómetros entre la playa y el mar. Una trampa asesina de nylon que se mantiene a flote por medio de boyas. En Sudáfrica se colocaron en 1952 y aún hoy existen, atrapando toda clase de fauna: tortugas, delfines, peces de varios tamaños, tiburones y rayas que se enmallan hasta agonizar en la asfixia desesperante. En Australia comenzaron a enmallar desde 1960 y aún hoy hay más de 51 playas con redes. En Honk Kong, el gobierno ordenó enmallar 32 playas desde 1995. El argumento retorcido detrás de la estrategia es que controlando la población de tiburones se minimiza el riesgo de ataque, sin tomar en cuenta la crueldad y la matanza que se ejerce contra otras especies, además de ignorar que el hábitat marino no es nuestro sino de ellos. Típico ejemplo de la frialdad humana.

La investigación sobre los repelentes ha sido continua desde la ineficacia del Shark chaser. Se han desarrollado algunos repelentes que parecen ser efectivos contra ciertas especies como el acetato de amonio, con un olor similar a la carne descompuesta de tiburón. Asimismo se utilizan magnetos de bario y ferrita; estos asustan o perturban a los tiburones que pueden detectar campos electromagnéticos.

En los años 60’s la armada de los Estados Unidos llevó a cabo un programa de entrenamiento con delfines nariz de botella, Tursiops sp. condicionados para atacar tiburones. Los delfines atacaron las agallas del tiburón aleta de cartón, Carcharhinus plumbeus, tiburones gata y tiburones limón. Pero al enfrentarse con un tiburón toro se retiraron espantados. Recordaron que los tiburones que les depredan en la naturaleza son peligrosos.

Se ha mostrado que diversas ondas acústicas excitan a los tiburones hasta el frenesí; ondas que se asemejan a un pez en problemas; ondas erráticas. Mientras que algunas frecuencias pueden repeler a los escualos.

Algunas frecuencias que atraen al tiburón tigre, rechazan a otros tiburones réquiem. Los chillidos de dolor de los delfines cuando eran cazados por los nativos de Nueva Guinea no atraen a los tiburones. Dichas frecuencias los aterrorizan.

Si el lugar de la fuente sónica cambia, los tiburones de inmediato se dirigen hacia el área; si se deja la señal por mucho tiempo los tiburones atacan el aparato emisor y después comienzan a morderse entre ellos debido a la frustración.

Los científicos buscan ictiotoxinas como las saponinas secretadas por holoturios. En 1965, Sobotka utilizó una toxina secretada por el pepino de mar Actinopyga agassizi y reportó que 1 g/ml de este veneno mató a un tiburón limón de 22 kg en 50 minutos.

En 1970 la doctora Clark descubrió un repelente natural. El fluido lechoso excretado por el lenguado de Moisés, Pardachirus marmoratus del Mar Rojo. Esta sustancia es venenosa debido a la paradaxina que afecta el transporte de iones en las células de los peces.

Rasmussen y Schmidt, propusieron la semioquímica en 1992. Esta teoría propone que un animal detecta secreciones de un posible depredador y es ahuyentado por estas. Demostraron que al tiburón limón Negaprion brevirostris, le repugnan 3 exudados del cocodrilo americano Crocodylus acutus; que segrega de una glándula submaxilar, las heces y la sangre.

Existe una bolsa de protección para náufragos, la víctima se introduce en ella. Tres flotadores la mantienen a la deriva, los olores y la sangre quedan dentro de la bolsa y las piernas ocultas para evitar cualquier mordida.

Se han desarrollado también repelentes eléctricos como el SharkPOD (Protective Oceanic Device), este aparato lanza ondas y crea un campo magnético de 8 metros de diámetro alrededor del buzo. Si el tiburón penetra el campo, las ondas golpean sus ámpulas de Lorenzini y le ahuyentan. Al menos hay un caso de un buzo comercial muerto por un tiburón mientras usaba este aparato; Paul Buckland murió desangrado por la mutilación de su pierna izquierda en Smoky Bay, Australia en el 2003.

Asimismo, las jaulas para turistas son muy populares. Los humanos se introducen en jaulas de aluminio o acero mientras atraen a los peces con carnaza. Desde ahí toman fotografías o vídeo. Parece ser una barrera más bien psicológica para el hombre que una barrera física para el animal. Desde 2005 se han reportado varios incidentes en que los tiburones blancos han destrozado las jaulas. El biólogo Craig Bovim piensa que el uso de las jaulas turísticas representa un peligro, pues condicionan al pez en un medio de frenesí y excitación.

Como un sistema que intenta suplir las mortíferas redes de protección que aniquilan la vida marina, desde el 2004 se ha implementado un programa de avistamiento de tiburones peligrosos en Sudáfrica. Los avistadores colocados en puntos altos dan la voz de alarma cuando advierten tiburones grandes acercarse a los bañistas, tocan silbatos, colocan banderas de alarma  y cierran las playas. Lo interesante es que las personas no abandonan la playa sino que esperan a que los avistadores den la señal de que el tiburón se ha ido y la gente vuelve entrar al agua. Esto indica un cambio de percepción en las personas.

El respeto por el mar y sus criaturas se extiende como un manto de conciencia. Somos partículas humildes, enanas, átomos en un caos ingente que nos aplasta.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.