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El extraordinario tiburón toro

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

Es pescado que acomete a una vaca y a un caballo cuando pace

y bebe a orillas de los ríos y se come a un hombre.

Francisco López de Gómara

 Historia de la conquista de México

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). A principios del siglo XX cerca de San Carlos, en el río San Juan, un indígena nicaragüense apilaba troncos cuando perdió el equilibrio y cayó al agua. Siguió una explosión de sangre y un grito que se perdió en la selva. Cuando recobraron el cuerpo le encontraron mutilado.

Días después capturaron a un tiburón robusto de morro amplio y coloración broncínea. En su estómago se encontró la pierna de la víctima. A casi 180 kilómetros del mar Caribe, en plena jungla, había muerto por el ataque de un tiburón toro Carcharhinus leucas.

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En el río Ganges, sagrado para los hindúes, dos tiburones hacen presa de los cadáveres y los peregrinos, el tiburón del Ganges y el tiburón toro. Cito este pasaje del viaje del poeta Leonardo Fernández Nadieco a Varanasi para acceder a la atmósfera de estos páramos:

Hombres y mujeres de todas las edades se bañaban en las aguas heladas; incluso la bebían (nuestra guía mencionaba que las aguas del Ganges están tan contaminadas que se consideran sépticas, con registros de millones de bacterias fecales coliformes, treinta grandes drenajes descargan continuamente). Sin embargo, a la gente poco le importaba, algunos encendían veladoras que eran arrastradas como flores en llamas en la cabellera de la diosa Ganga. El guía remó hasta el Manikarnika ghat. Al bajarnos de la canoa, nos recibió la imagen de una pierna saliendo de una pira funeraria. 

El olor acre y dulzón de la carne humana,

el fuego literal lamiendo el pecho,

la carne que se ampula y carboniza,

el vapor que evacua nuestro cuerpo.

El encargado de lidiar con los turistas nos contó que ahí llegaban cadáveres de todos las regiones del país y que el fuego llevaba encendido desde hacía cientos de años. Primero envuelven el cuerpo en una tela, lo sumergen en el Ganges y después lo queman. La visión de ese momento persistirá en la memoria: en el espacio trémulo que construyen las llamas se levantaba el sol y duplicaba su majestad naranja en la piel del río, dos perros  peleaban a muerte por un hueso, una vaca defecaba a unos cuantos metros y un grupo de niños correteaba un papalote. La muerte y la vida se reconciliaron en ese instante, ese instante era la India vibrando, sonriendo.

¿Cómo es que en estos ríos plagados de basura, carroña y  cenizas pululen los galeodos?

El tiburón toro puede penetrar el agua dulce gracias a su fisiología. Es un organismo eurihalino, es decir, se aclimata al agua dulce y al agua salada por igual soportando grandes variaciones. Cuando nada en el mar sus concentraciones de sodio, calcio y urea aumentan.  Poseen una glándula rectal cuya función es secretar estos electrolitos. Se concentran en el riñón más que en el músculo. Les provee de un transporte iónico efectivo. Cuando el tiburón penetra en agua dulce, la actividad de la glándula rectal disminuye así como el número de sus glóbulos rojos.

Otras cinco especies de tiburón comparten esta característica y habitan el agua dulce, el tiburón del Ganges, Glyphis gangeticus, el tiburón diente de lanza, Glyphis glyphis, el Glyphis siamensis, el de Borneo Glyphis sp. B, y el de Nueva Guinea Glyphis sp.

Se le ha encontrado en el río Amazonas a la altura de Iquitos, Perú, lejos del mar tanto como 3500 km. En 1937, el Alton Evening Telegraph publicó las fotografías de un tiburón toro capturado cerca de Alton, Illinois, 2800 km río arriba en el Mississippi.

Se han hallado en el Potomac, el Grijalva, el Champoton, el Usumacinta, el Ganges, el Zambesi y el Parammata. Existen numerosos reportes de personas mutiladas en los afluentes del Tigris y el Éufrates. Penetra el lago Cocibolca o Nicaragua, el lago Michigan, el lago Isabel en Guatemala, el Patuca en Honduras, entre otros.

En Nicaragua son famosos, aunque ya muy raros debido a la sobrepesca. Los primeros estudios sobre estos “escualos de agua dulce” fueron realizados en las décadas de los 40 por el  jesuita Ignacio Astorqui. Los indígenas de la selva nicaragüense les adoraban como a un dios y le ofrecían cadáveres engalanados.

Para entrar al lago Cocibolca,  el tiburón nada 180 km desde el Mar Caribe a través del Río San Juan.

Ya Fernández de Oviedo en el capítulo XLII de su Historia general y natural de las Indias de 1535 específica que dentro de este lago habita el tiburón y el pexe vigüela refiriéndose al toro y al pez sierra Pistris sp.

En 1852, Efraín George Squier admitió el hecho de que en el lago abundan los tiburones toro o tigrones llamado así por su rapacidad. Squier describió el hecho de que atacaban bañistas a tiro de piedra desde la orilla y que él les observaba desde los muros del castillo; proyectando sus aletas sobre el agua.

En 1877, el tiburón del lago Nicaragua recibió el nombre de Eulamia nicaraguensis y en 1887 fue bautizado como Carcharhnius nicaraguensis. Los naturalistas del siglo XIX pensaban que era pariente del tiburón toro marino pero otra especie de agua dulce, según su opinión, era imposible que el tiburón toro pudiese pasar los rápidos del San Juan para entrar al lago. La teoría de entonces subrayaba la posibilidad de que en tiempos geológicos pretéritos, el lago se había cerrado dejando atrapada a una población de tiburones que se adaptó al agua dulce.

Fue hasta 1966 que se reportó que los tiburones saltaban los rápidos de San Juan como si fueran salmones.  Bigelow y Schroeder demostraron que toda la población de agua dulce era la misma que la de agua salada y los tiburones del lago Nicaragua eran en realidad Carcharhinus leucas.

Desgraciadamente, su población en este lago está muy diezmada. En 1953 un pescador se ufanó de haber capturado él sólo más de 7 000 especímenes en 8 meses. Los japoneses instalaron en sus orillas dos procesadoras de carne de tiburón que exportaron más de 4 millones de libras de aletas rumbo a Asia. Estas factorías cerraron en 1981. Como si la sobrepesca no fuese suficiente, las aguas del Nicaragua están muy contaminadas. En los años 80’s se estimaba que 32 toneladas de aguas residuales eran vertidas cada día por las corporaciones químicas.  Aunado a esto, la sedimentación del río San Juan debida a la deforestación contribuye a la desaparición del tiburón toro en esta zona.

Los tiburones toro nacen cerca de los esteros y fijan en su memoria el lugar de nacimiento y su área de crianza. Comparados con otros tiburones réquiem, el toro nace con una talla pequeña, unos 70 cm de LT. Su tasa de crecimiento es muy lenta, al primer año miden 85 cm y crecen en promedio unos 15 cm al año.

Cuando adultos van y vienen, se juntan en cardúmenes o vagan solitarios, desde los abismos hasta aguas de menos de 50 cm de profundidad. Su cuerpo es sólido, broncíneo, con un rostro romo y una efigie maciza. De joven, la tonalidad en la punta de sus aletas es negra y se decolora con los años. Llega a tener un color plateado y gris en el lomo y blanco en el vientre. Viven cerca de 25 años y las hembras pueden llegar a medir hasta 3.5 m. Es vivíparo y tiene de 1 a 3 crías. Su periodo de gestación de 11 meses. Los machos maduran sexualmente a los 15 años y las hembras a los 18.

Michelle Heupel et al estudiaron los movimientos de tiburones toro en el río Caloosahatchee al suroeste de Florida entre el 2003 y el 2006. Colocaron 25 receptores acústicos para monitorear el patrón de movimiento de los tiburones en el río que mide unos 108 Km de largo. Un individuo se movía hasta 14 Km al día y viajan a lo largo de todo el río moviéndose en contracorriente durante el día y dejándose llevar por ella durante la noche; nadando por la superficie durante la noche y sobre el lecho del río durante el día. El río Caloosahatchee es un área de crianza para ellos y un refugio para los manatíes. En este río, Olín et al descubrieron que los tiburones juveniles ampliaban el rango de sus presas conforme la corriente aumentaba; en momentos de poca corriente los bagres les sustituyen como depredadores tope.

Así, pues, teóricamente, es más probable encontrar un tiburón toro en el río durante la noche en momentos de gran afluencia de agua dulce.

Nuestro amigo es un gourmet que no desprecia nada. Al conquistar diversos ambientes la gama de sus presas en enorme. En su estómago se han encontrado erizos, camarones, cangrejos y multitud de peces óseos. Devora otras especies de tiburones como Carcharhinus limbatus, C. acronotus, C. plumbeus, Rhizoprionodon terranovae, Sphyrna tiburo, S. lewini, además de rayas como Mobula sp.  En los ríos colombianos han comido pez sierra Pristis pectinata. Por sus hábitos ha podido devorar perros, tortugas, monos, terneros, pájaros y —tristemente— basura que el hombre lanza a los ríos como plástico y botellas; mezclada con detritos y pastos.

La crónica de Francisco de Gómara del siglo XVI sobre el pez que devora caballos junto a los ríos nos remite al tiburón toro. En marzo del 2003, el entrenador equino Alan Treadwell acompañaba a su caballo de 500 kg mientras se bañaba en el río Brisbane, Australia; cuando un tiburón toro mordió al equino en las ancas. El tiburón mató al caballo y se alimentó. Esto sucedió apenas unas semanas después de que un tiburón toro mordiese en la cabeza al joven de 18 años Nathan Shaxson tan sólo a 15 km de distancia del ataque al caballo.

A veces, la síntesis de toxinas del hígado puede resultar mortal para el hombre. Los pescadores de Manakara al sureste de Madagascar no tenían problemas al capturar y comer tiburones toro. Sin embargo, en noviembre de 1993, cinco horas después de la ingesta, 188 personas fueron ingresadas en un hospital después de haber consumido un solo tiburón toro. Todos presentaban ataxia y 40 personas murieron. El análisis confirmó que el hígado del tiburón presentaba dos toxinas liposolubles desconocidas. Fueron bautizadas en honor al tiburón como carchatoxinas 1 y 2.

Desde que Rasmussen y Murru evaluaron, en 1992, la concentración de esteroides en la sangre de algunos tiburones, se ha mitificado el tema sobre los niveles de testosterona en el tiburón toro.  Su agresividad ha sido ligada a las hormonas.

Para que el lector compare, he aquí algunos datos: en un hombre joven la concentración de testosterona varía entre 2.5 ng/ml  y 12 ng/ml. En un elefante africano macho Loxodonta africana, la testosterona se dispara a 64.4 ng/ml siempre y cuando halle a una hembra en época reproductiva. En un tiburón toro hembra (son mayores que los machos) 0.1 ng/ml. Mucho menos que en un hombre —después de todo debe conservar su feminidad—.

¿De dónde sale la falacia de la testosterona? Rasmussen encontró una concentración de 358 ng/ml en un tiburón macho. En promedio 10 ng/ml a 20 ng/ml, sin embargo, cuando llegaba la época de reproducción su nivel aumentaba hasta 185 ng/ml. Más que un elefante, en efecto. Ahora, otros tiburones más pequeños tienen concentraciones de testosterona más altos. Manire, en 1995, registró 303 ng/ml en un macho y en una hembra 74 ng/ml en la sangre de tiburón martillo Sphyrna tiburo. No se excite el lector ávido pensando que puede incorporar esta testosterona a sí mismo bebiendo sangre de tiburón  —una creencia moderna— como si se inyectara esteroides. El metabolismo humano disuelve radicalmente la concentración de testosterona cuando se absorbe a través de los intestinos. Es decir, no sirve para nada matar estos animales en pos de una fuerza masculina.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Ataques de tiburones ¿incidentes, accidentes o verdaderos ataques? (II)

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cada vez que ocurre un ataque de tiburón surge la negación del hecho o se desea restarle importancia en una atmósfera de gazmoñería y escrúpulos mojigatos.

¿Por qué tres científicos norteamericanos en 1916 defendían la idea de que un tiburón era incapaz de matar a un hombre cuando en su época existían numerosos registros, reportes médicos y testimonios de ataques en todo el mundo?

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Algo así ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, cuando los oficiales de la Armada de los Estados Unidos publicaron un infame manual para la supervivencia de los náufragos. Según este manual los tiburones eran “lentos, cobardes y fácilmente se pueden ahuyentar golpeando el agua”. En el manual se recomienda montar al tiburón y matarlo abriéndole el vientre a cuchilladas. Como si esto fuese fácil.

En 1959, después del ataque a Robert Pamperin en La Joya en donde un tiburón blanco lo mató, dos periódicos locales se negaron a reportar el incidente pues dependían de la corporación hotelera.

Empresarios, reporteros, editores y oficiales de policía niegan o tratan de minimizar la importancia después de un ataque para no darle mala fama a la localidad.

Es que después de un ataque, el pánico se apodera de las masas y la ignorancia fluye sin control. Después del ataque en Zihuatanejo en el 2008 cuando un tiburón mató a un surfista,  se creía ver aletas por todos lados y las autoridades locales buscaban a expertos para que les explicaran porqué había ataques en esa zona.

En enero del 2011, después de que un tiburón toro le arrancase el brazo una mujer canadiense en Cancún frente al Hotel Park Royal, los periódicos plagaron sus titulares de adjetivos como inusual, y algunos voceros de los hoteles clamaban que los tiburones iban de paso rumbo a Florida, como si las costas de Quintana Roo no fueran áreas de crianza de tiburón toro,  como si una región determinada estuviera exenta del azar y sus criaturas.

En mayo de 2017, Andrés Rozada practicaba snorkeling en Cabo Pulmo, México a las 5 pm cuando sus amigos en la playa le perdieron de vista. Dos helicópteros le buscaron infructuosamente y al día siguiente se recuperaron su visor y su camiseta hecha trizas con marcas de dientes de tiburón. Dos días después se recobraron sus restos con mordeduras. Cabo Pulmo es una reserva donde abundan tiburones toro, también se observan tiburones tigre ocasionalmente. Algunos medios de comunicación locales negaron un probable ataque de tiburón, a pesar de que el incidente fue incluido en los registros internacionales como el Shark Attack File y que la policía dio el reporte de los restos mordidos. Los periodistas publicaron que se había ahogado y que las mordeduras fueron post mortem. El director de protección civil del lugar negó el ataque. La reputación de un lugar turístico debe prevalecer aún en contra de ciertas evidencias.

La teoría de la falsa identificación

En 1985, McCosker propuso la hipótesis de “Morder y escupir”. Según su idea, un tiburón blanco muerde una vez a la foca para inmovilizarla, después se retira a una distancia prudente para esperar a que se desangre y posteriormente vuelve para devorarla. Eso explicaría, según él, porque tantos humanos sobreviven a los ataques del tiburón blanco. Sin embargo, ese comportamiento solo es válido cuando los tiburones atacan a presas muy masivas como los elefantes marinos. Se ha observado que los tiburones blancos, cuando atacan lobos marinos o focas menos masivas, las devoran inmediatamente después de golpearlas.

La teoría de la falsa identificación propone que los tiburones blancos confunden a los surfistas, nadadores o buzos, con focas, elefantes marinos y pinnípedos en general. Según ella, cuando el tiburón ve desde abajo la silueta de una tabla de surf, la identifica erróneamente con la silueta de una foca. Entonces se lanza a atacarla. Peter Klimley sugirió que cuando el tiburón prueba la carne humana se da cuenta de su error y abandona el ataque, al no encontrar casi nada de grasa en la presa.

Aidan Martin y otros investigadores rechazaron la teoría, aduciendo estudios que revelan una visión esplendida del tiburón blanco que discrimina objetos muy pequeños a plena luz del día. Según estos autores, es absurdo que un animal experto cazador se equivoque en su propio medio, con sus sentidos afinados, confundiendo un primate con una foca.

Ritter y Quester en 2016, interpretaron fotografías de tablas de surf dañadas por mordeduras de tiburones blancos y heridas de las víctimas, con énfasis en el tamaño del tiburón, severidad de la herida y la extensión del daño a la tabla. Compararon los resultados con las estrategias de ataques a pinnípedos y concluyeron que en el 77 % de los ataques el daño era superficial y moderado; no reflejaba el nivel de daño necesario para  inmovilizar a un pinnípedo. Por lo tanto la teoría no se sostiene, como sospechaban Aidan Martin y Ralph Collier, es probable que el tiburón blanco ataque por curiosidad. Indaga sobre un objeto y se lanza contra él con fuerza moderada, que para un humano puede ser o no mortal. Y en otras ocasiones ataque por hambre, simplemente para comer.

Defensas

El ser devorado o asesinado por un animal salvaje es un terror atávico que nos concierne como parte de la biosfera. No existe otra defensa contra el azar de la vida que la no acción, pero esta es absurda pues somos móviles. Únicamente podemos minimizar los riesgos al meternos al mar.

Algunos consejos son: evitar nadar o bucear cerca de colonias de pinnípedos. Nunca nadar ni bucear solo. Certificarse en técnicas de primeros auxilios. Llevar botiquines a las expediciones. Si se recolectan o capturan animales marinos, sacarlos inmediatamente del agua. Observar el comportamiento de los animales marinos en el área. Antes de emerger echar un vistazo al fondo. Evitar bucear o nadar de noche. Evitar nadar en la superficie de forma ruidosa y evitar nadar en áreas donde haya habido ataques de tiburón. Y sobre todo, esperar que la suerte nos sea benévola.

El horror hizo que en algunos lugares donde los ataques eran frecuentes se instalara una barrera física. Se colocaron redes a lo largo de kilómetros entre la playa y el mar. Una trampa asesina de nylon que se mantiene a flote por medio de boyas. En Sudáfrica se colocaron en 1952 y aún hoy existen, atrapando toda clase de fauna: tortugas, delfines, peces de varios tamaños, tiburones y rayas que se enmallan hasta agonizar en la asfixia desesperante. En Australia comenzaron a enmallar desde 1960 y aún hoy hay más de 51 playas con redes. En Honk Kong, el gobierno ordenó enmallar 32 playas desde 1995. El argumento retorcido detrás de la estrategia es que controlando la población de tiburones se minimiza el riesgo de ataque, sin tomar en cuenta la crueldad y la matanza que se ejerce contra otras especies, además de ignorar que el hábitat marino no es nuestro sino de ellos. Típico ejemplo de la frialdad humana.

La investigación sobre los repelentes ha sido continua desde la ineficacia del Shark chaser. Se han desarrollado algunos repelentes que parecen ser efectivos contra ciertas especies como el acetato de amonio, con un olor similar a la carne descompuesta de tiburón. Asimismo se utilizan magnetos de bario y ferrita; estos asustan o perturban a los tiburones que pueden detectar campos electromagnéticos.

En los años 60’s la armada de los Estados Unidos llevó a cabo un programa de entrenamiento con delfines nariz de botella, Tursiops sp. condicionados para atacar tiburones. Los delfines atacaron las agallas del tiburón aleta de cartón, Carcharhinus plumbeus, tiburones gata y tiburones limón. Pero al enfrentarse con un tiburón toro se retiraron espantados. Recordaron que los tiburones que les depredan en la naturaleza son peligrosos.

Se ha mostrado que diversas ondas acústicas excitan a los tiburones hasta el frenesí; ondas que se asemejan a un pez en problemas; ondas erráticas. Mientras que algunas frecuencias pueden repeler a los escualos.

Algunas frecuencias que atraen al tiburón tigre, rechazan a otros tiburones réquiem. Los chillidos de dolor de los delfines cuando eran cazados por los nativos de Nueva Guinea no atraen a los tiburones. Dichas frecuencias los aterrorizan.

Si el lugar de la fuente sónica cambia, los tiburones de inmediato se dirigen hacia el área; si se deja la señal por mucho tiempo los tiburones atacan el aparato emisor y después comienzan a morderse entre ellos debido a la frustración.

Los científicos buscan ictiotoxinas como las saponinas secretadas por holoturios. En 1965, Sobotka utilizó una toxina secretada por el pepino de mar Actinopyga agassizi y reportó que 1 g/ml de este veneno mató a un tiburón limón de 22 kg en 50 minutos.

En 1970 la doctora Clark descubrió un repelente natural. El fluido lechoso excretado por el lenguado de Moisés, Pardachirus marmoratus del Mar Rojo. Esta sustancia es venenosa debido a la paradaxina que afecta el transporte de iones en las células de los peces.

Rasmussen y Schmidt, propusieron la semioquímica en 1992. Esta teoría propone que un animal detecta secreciones de un posible depredador y es ahuyentado por estas. Demostraron que al tiburón limón Negaprion brevirostris, le repugnan 3 exudados del cocodrilo americano Crocodylus acutus; que segrega de una glándula submaxilar, las heces y la sangre.

Existe una bolsa de protección para náufragos, la víctima se introduce en ella. Tres flotadores la mantienen a la deriva, los olores y la sangre quedan dentro de la bolsa y las piernas ocultas para evitar cualquier mordida.

Se han desarrollado también repelentes eléctricos como el SharkPOD (Protective Oceanic Device), este aparato lanza ondas y crea un campo magnético de 8 metros de diámetro alrededor del buzo. Si el tiburón penetra el campo, las ondas golpean sus ámpulas de Lorenzini y le ahuyentan. Al menos hay un caso de un buzo comercial muerto por un tiburón mientras usaba este aparato; Paul Buckland murió desangrado por la mutilación de su pierna izquierda en Smoky Bay, Australia en el 2003.

Asimismo, las jaulas para turistas son muy populares. Los humanos se introducen en jaulas de aluminio o acero mientras atraen a los peces con carnaza. Desde ahí toman fotografías o vídeo. Parece ser una barrera más bien psicológica para el hombre que una barrera física para el animal. Desde 2005 se han reportado varios incidentes en que los tiburones blancos han destrozado las jaulas. El biólogo Craig Bovim piensa que el uso de las jaulas turísticas representa un peligro, pues condicionan al pez en un medio de frenesí y excitación.

Como un sistema que intenta suplir las mortíferas redes de protección que aniquilan la vida marina, desde el 2004 se ha implementado un programa de avistamiento de tiburones peligrosos en Sudáfrica. Los avistadores colocados en puntos altos dan la voz de alarma cuando advierten tiburones grandes acercarse a los bañistas, tocan silbatos, colocan banderas de alarma  y cierran las playas. Lo interesante es que las personas no abandonan la playa sino que esperan a que los avistadores den la señal de que el tiburón se ha ido y la gente vuelve entrar al agua. Esto indica un cambio de percepción en las personas.

El respeto por el mar y sus criaturas se extiende como un manto de conciencia. Somos partículas humildes, enanas, átomos en un caos ingente que nos aplasta.

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Ataques de tiburones ¿incidentes, accidentes o verdaderos ataques? (I)

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El pasado 11 de noviembre de 2019 en Loma Amarilla, en el complejo lagunar de Bahía Magdalena, un tiburón mako mordió el brazo de un buzo danés. Aunque el incidente no pasó a mayores, este hecho fue calificado en la prensa como un ataque de tiburón. Casi un año antes, el buzo Naum Iván Erubey murió desangrado en Puerto San Carlos y en 2017 el cadáver de Andrés Rozada fue recuperado en Cabo Pulmo con mordidas evidentes de tiburón.

La satanización de los tiburones es injustificada. Es difícil discernir si un tiburón ataca a un ser humano, es decir, se lanza contra él con la intención de hacerle daño. Más preciso es hablar de incidentes; los tiburones al carecer de manos dan mordidas de prospección para saber que son las cosas. A veces su intención no es comer, sino solo es curiosidad. Lo más probable es que eso haya sucedido con el danés. Asimismo, hay accidentes, el azar se presenta en la realidad sin otra intención que el grado de ignorancia que tenemos sobre ella.

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Ahora, algunos tiburones han matado seres humanos. Es un hecho.

El encuentro de estos dos depredadores ha sido, la más de las veces, horripilante.  El hombre merma de forma continua las poblaciones de escualos, los escualos —muy pocas veces— sesgan la vida de los hombres.

En la actualidad hay más de 500 especies de tiburones, de estas muy pocas han atacado humanos. Tres son las más peligrosas. El tiburón blanco Carcharodon carcharias, el tiburón tigre Galeocerdo cuvier, y el tiburón toro Carcharhinus leucas, son los principales protagonistas de incidentes fatales. Tríada de peces masivos, habitantes de aguas tropicales y templadas, su forma de vida les acerca a donde el humano ha invadido.

El tiburón blanco es un cazador temible. Ha atacado nadadores, kayakistas, buzos, náufragos y surfistas. Una hipótesis que está siendo refutada sugería que los confunde con pinnípedos.  Su forma de atacar a los mamíferos resulta formidable. Vaga por el fondo y cuando divisa una presa potencial se lanza verticalmente para dar el primer golpe. Mutilada, la presa comienza a desangrarse, el tiburón a veces se retira por unos instantes y después regresa a comer. Este comportamiento ha provocado mutilaciones humanas pero también ha propiciado que los heridos puedan salvarse, ya que el tiburón paladea algo extraño y no regresa a matarlo.

Sin embargo, esto no es necesariamente cierto, existen pocos registros que indican que el tiburón blanco ha devorado seres humanos.

El tiburón tigre es un animal voraz, que no desprecia ningún alimento. Agresivo y curioso, se le atribuye la mayoría de los ataques a humanos en aguas de Hawái y Australia.

El tiburón toro nada en los fondos, se introduce en los ríos, habita lagos, estuarios, manglares, playas rocosas, esteros, aguas bajas y contaminadas; lugares que frecuentan los hombres. Es muy agresivo, algunos biólogos comparan su forma de morder con la de un pit bull.

Luego siguen especies que han mordido a nadadores y buzo; principalmente: el tiburón mako Isurus oxyrinchus, el tiburón limón Negaprion brevirostris que se acerca a las costas y se introduce en los esteros. El puntas blancas oceánico Carcharhinus longimanus y el tiburón azul Prionace glauca han sido relacionados con naufragios. El tiburón del Ganges Glyphis gangeticus ha matado peregrinos y santones en la India. El tiburón de Galápagos Carcharhinus galapagensis, el tiburón de arrecife Carcharhinus perezi, el tiburón oscuro Carcharhinus obscurus, el tiburón puntas negras Carcharhinus limbatus, el tiburón sedoso Carcharhinus falciformis, el tiburón gris de arrecife Carcharhinus amblyrhynchos, el gran tiburón martillo Sphyrna mokarran y el tiburón puntas negras de arrecife Carcharhinus melanopterus. De la mayoría se han documentado en ataques no fatales, mordidas a pescadores o bañistas.

Relatar los ataques necesita una selección.

De 1500 casos estudiados, el 75 % no tuvo nada que ver con un comportamiento de caza y alimentación. Esto indica que la mayoría fueron contingentes, accidentes diremos. El hombre no es su presa habitual pues no pertenece al ecosistema marino.

Sin embargo, los incidentes no pasan desapercibidos, la prensa alardea y se esparce el pánico. Tradicionalmente, el morbo ha hecho que se publiquen más documentos sobre sus ataques que sobre su biología.

El archivo global sobre ataques de tiburón (Global Shark Attack File), reporta cerca de 5700 ataques documentados desde el siglo VIII a. NE  hasta el 2018. De estos, 4288 no fueron fatales y 1388 costaron la vida a humanos.

Global Shark Attack Files

Global Shark Attack Files

Evidentemente, los más antiguos se basan en dibujos de vasijas, leyendas, mitos, bitácoras y testimonios escritos.  Los primeros datos que se obtuvieron de estos animales fueron anécdotas sangrientas.  A partir del siglo XVIII se obtuvieron datos provenientes de bitácoras y anécdotas, pero su confiabilidad seguía envuelta en la sazón de los relatos marineros. Según el historiador Marcus Redliker si tuviéramos, como ahora, registros confiables de ataques de tiburones del siglo XVIII, cuando las poblaciones de escualos eran mucho mayores, las estadísticas modernas serían despreciables en comparación.

La investigación científica se disparó después de la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de minimizar los riesgos en caso de naufragio.

El problema es que los reportes provienen de los países imperialistas como Estados Unidos, Francia o Inglaterra que llevan cuenta de lo que sucede en sus territorios y colonias. No existen registros confiables en otros lugares del mundo, lo que no significa que esos incidentes nunca hayan ocurrido. Las estadísticas están sesgadas por la política y la falsa consideración de lo que llamamos civilización occidental. ¿Cuántos pescadores o buceadores han sido atacados en la historia de la humanidad? Incontables.

Un aspecto a considerar es la falacia numérica que he leído en varios libros. La probabilidad de sufrir un ataque de tiburón es de 1/12,000,000 ¿Y la de morir por esta causa? 0/264,000,000. Otro artículo da esta cifra 1/300,000,000 ¿Cómo calculan esta probabilidad? Se pueden encontrar frases como: la probabilidad de que te ataque un tiburón es menor que la probabilidad de que te caiga un relámpago. ¿Se mide el número de fatalidades por tiburones contra fatalidades por los rayos? Si la premisa original no tiene relación con la subsecuente, ¿cómo relacionarlas? Esto es un error de silogismo. Planteo estas preguntas: ¿cuál es la probabilidad de sufrir un ataque de tiburón si habito un departamento en Zacatecas? ¿cuál es la probabilidad de sufrir un ataque de tiburón si naufrago de noche en alta mar y quedo a la deriva por cinco días?

Se antoja un chiste: un hombre nada entre un cardumen de tiburones tigre mientras arponea bagres. Cuando emerge su piloto le pregunta: ¿no tienes miedo de ser mordido? Y el pescador deportivo responde: no, según las estadísticas sólo una persona entre once millones que van al mar es muerta por ataque de tiburón. Y la semana pasada murió un amigo aquí mismo, así que la probabilidad de que me muerdan es nula.

Los acontecimientos raros —dice el matemático John Allen Paulos en su libro El hombre anumérico— que son fruto del azar no se pueden predecir individualmente.

No hablamos de números solamente, sino de hechos en un planeta peligroso. El hombre minimiza o maximiza el riesgo en su trato con un animal dependiendo las actividades que realiza y los lugares donde los realice.

La primera representación de un ataque, de la cual se tiene noticia, es la figura en un vaso desenterrado en Ischia, isla del Mar Tirreno. El vaso muestra a un hombre llevado por un pez parecido a un tiburón. Los análisis demuestran que data del 725 a.NE. Esta época aún abunda en mitos, por lo que no sabemos si es una representación de facto o una representación poética.

Los últimos casos de ataques fatales, refieren la mano de un hombre llamado Richard Martin Turner que se encontró en el estómago de un tiburón tigre en agosto de 2019 en la Isla Reunión de Madagascar. Su viuda lo identificó por el anillo de bodas.

En los últimos 20 años el número de ataques de tiburones ha sido mayor que en toda la historia de la humanidad. Esto no significa que los tiburones se hayan vuelto más agresivos, lo que sucede es que nunca antes la comunicación había sido global; cualquier incidente se reporta inmediatamente.

Por otro lado, la superpoblación mundial es de tal magnitud que nunca antes el hombre había utilizado tanto el mar para sus actividades lúdicas y económicas. Simplemente, la probabilidad de ataques se incrementa en cuanto más personas se metan al agua.

Aun así los encuentros son raros con relación a la población. Por ejemplo, la Bahía de Mossel Bay en Sudáfrica alberga una población residente de más 300 tiburones blancos que atacan a las focas de Seal Island frente a playas que se colman de turistas en verano; casi dos millones de visitantes anuales. Y no ha habido un ataque en más de dos décadas.

Continuará…

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