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El tiburón tigre

FOTO: Emmanuelle Camallonga

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

¡Oh, Dios impío! Tu bondad injusta me dio talento
Y has sido cruel con mis compañeros de barro
De quienes yo también he abusado
Si supero a todos los villanos que me precedieron
Sólo ha sido por tus dones caprichosos, ciegos.
Robert Burns

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Una sombra tornasol navega en agua claras. Pronto se destaca como un pez macizo, con hebras rayadas en su lomo, como un idioma atávico diseñado por un pincel de ninfas. Le dicen leopardo, tintorera, tigre. Estudia a sus presas, les rodea fijando su mirada abismal que a veces se cubre con una membrana blancuzca. Seduce su tonalidad verde azulada. Detecta una tortuga que se desplaza con lentitud. Acelera desde el fondo. Su poderosa mandíbula destroza el caparazón y el diseño moteado se llena de sangre.

El más grande y feroz miembro de los tiburones réquiem tiene un morro chato y conspicuo, debajo una sonrisa atravesada que enseña la punta de dientes curveados y filosos. Galeocerdo cuvier significa tiburón con piel de zorro. Es una de las criaturas más bellas del mar. Incluso más grande que un tiburón blanco, una hembra capturada en 1957 medía 7 metros y pesaba 3 toneladas. En promedio miden más de 4 metros y son escualos prolíficos, paren de 30 a 70 crías, la única especie de su familia, vivípara aplacentaria.

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El diente del tigre es más parecido a los hemigaleidos que a los carcharínidos. Curvo, con una profunda muesca y una serie de incisiones pequeñas en el borde distal del área aserrada y cortante. Morfología parecida a grupos más antiguos. Para cubrir sus necesidades energéticas se mueven miles de kilómetros entre islas oceánicas y en mar abierto.

Diletante de aguas tropicales abunda en el Atlántico, especialmente el Mar Caribe, las Bahamas, frente a Belice y la Península de Yucatán, patrullando los arrecifes coralinos. Es frecuente en las costas del Brasil y logra subir hasta Nueva Inglaterra. Algunos se dirigen hacia las costas occidentales y australes de África. En el Pacífico es un habitante migratorio y visita todas las islas desde Hawái hasta Australia.

Es un depredador solitario, hábil cazador. Cuando son juveniles se alimentan de pulpos y calamares, de peces pequeños que vagan por los fondos, de crustáceos, rayas y moluscos. Son noctívagos. Empiezan a crecer y sus demandas energéticas aumentan. Se atreven a batir en la superficie, devoran pelícanos, gaviotas, peces mayores, persiguen tortugas y hacen pedazos los caparazones. Pasan los años y adquieren experiencia, su fuerza y tamaño le permiten acosar delfines, ballenas, focas, lobos marinos, dugongos, manatíes, marlines, otros tiburones, incluidos a sus hermanos. Caníbales también.

En Sudáfrica, Dicken y otros analizaron el contenido estomacal de más de 700 tiburones tigre capturados en las redes de seguridad de las playas de 1983 a 2014. Se dieron cuenta de que el tiburón tigre no discrimina nada, como lo que puede de toda la cadena trófica, desde camarones y bivalvos hasta ballenas, pasando por pingüinos, delfines, calamares, sepias, pulpos y muchos tiburones. La principal presa de los juveniles son peces óseos y tiburones, pero conforme ganan tamaño y masa prefieren mamíferos marinos, reptiles —adoran a las tortugas— y aves, principalmente, los alcatraces. Incluso un pajarito como el abejuco, Merops apiaster fue hallado en su estómago. Los abejarucos tienen la costumbre de refrescarse haciendo pequeñas zambullidas. Uno de ellos se encontró un monstruo que jamás podría haber soñado.

En el 2010, Gallagher y otros capturaron en los Cayos de Florida a una hembra de 2.5 metros para tomarle biopsias. Mientras los científicos trajinaban, el tiburón vomitó los restos de un ave terrestre. Fue identificada como la focha Fulica americana, un ave fornida que habita los pantanos. Drymon en 2019 publicó que el 40% de neonatos de tintoreras registrados a lo largo de la costa del Missisipi en el Golfo de México tenían pájaros terrestres en sus tripas como golondrinas, pitirres, chochines, chipes, turpiales, gorriones, entre otros.

Que le fascinan las aves de todo tipo lo muestra el hecho de que los tiburones tigre viajan miles de kilómetros hacia los atolones de Hawái específicamente, para devorar albatros en sus épocas de anidación. William Young dijo que la vida de un tiburón capturado en un palangre junto a un tiburón tigre duraría 30 segundos.

Por cierto, en ningún otro tiburón se han encontrado más restos humanos.  Abro el periódico del 7 de septiembre del 2010 y leo: “Pescadores de las Bahamas vieron como un tiburón tigre escupía un pie humano. Le capturaron y llevaron al animal a Nassau. Cuando le abrieron el vientre encontraron el costillar, los brazos y las piernas de un hombre”. En el 2002 encontraron una pierna humana en un espécimen de 4 metros. En el 2001 el cráneo del anciano Arthur Applet se encontró en otro de 3 metros. O los de Kyle Dickens, una quinceañera que se ahogó en aguas de Carolina del Norte en 1995. O los del buzo Richard Peter Bisley, encontrado en un tigre capturado seis días después de su desaparición y así, hasta no dormir. De niño leí y miré una fotografía de los pies de un hombre negro encontrados en las tripas de un tiburón tigre. Las pesadillas se acumularon.

Y es que Galeocerdo no sólo es un cazador pertinaz sino un ávido carroñero. Pantagruélico y limpiador dentro de su barriga se han hallado: piedras, remos, bolsas de plástico, basura orgánica, hot-dogs, pijamas, huesos de buey, sacos de carbón, llantas, placas de automóviles, trapos, hamburguesas, cabezas de renos, caballos, cables, rollos de papel, zapatos y la cabeza de un cocodrilo. En el estudio de Dicken, los investigadores encontraron paquetes de papas fritas, condones, cigarros, piel de gamuza, mollejas de pollo, y restos de mataderos. ¡Incluso encontraron a un cefalofo, un pequeño antílope!

No todo este bagaje puede ser digerido. Al igual que otros escualos, tienen una capacidad de regurgitar lo nefasto. Esta destreza hace que algunos tiburones cuando se encuentran en la agonía de la pesca lleguen a expeler hasta sus propias vísceras. Además, existe un comportamiento debido a la curiosidad llamado “mordidas de prospección”. El tiburón no puede manipular las cosas, así que las muerde para estudiarlas y a veces las engulle. Después de horas o días vomitará el contenido.

Algunas anécdotas parecen grotescas. Un barco de la guardia costera norteamericana programaba cargas de profundidad del tamaño de un coco para realizar sondeos geológicos en el fondo del Pacífico. Cuando lo arrojaron, un tiburón tigre engulló el explosivo y segundos después explotó. Fin sombrío que nos enseña a no meternos todo a la boca. Lo que le sucedió a una mujer en 1949 fue igual de macabro. La joven nadaba en la costa occidental australiana cuando un tigre le arrancó el brazo. Pudo sobrevivir. Días después pescaron al agresor, abrieron su estómago y encontraron el brazo cuya mano llevaba un anillo, se lo devolvieron a la señorita que se lo puso en su único miembro.

En Cuba, todavía se habla sobre la leyenda de Don Pepe, un tiburón tigre que arribó a la bahía de Nipe en 1930. Según los pescadores que lo avistaron durante veinte años, medía 5 metros y era un animal astuto que esperaba los barcos que se acercaban a Punta Salinas para devorar cualquier basura que cayera de ellos. Las autoridades prohibieron arrojar basura para alejar al depredador, pero Don Pepe aumentó su radio de acción a El Ramón, Felton, Saetía y Nicaro. Cuando los pescadores no le alimentaban, el tigre mordía sus embarcaciones. Una vez devoró a un burro que cayó al mar con todo y carreta. El 6 de noviembre de 1943, dos lanchas de pasajeros colisionaron y Don Pepe devoró a varios. Por dos décadas escapó de los que deseaban matarlo y desapareció en 1950.

En Hawái, representa un icono de peligro. Con un promedio de cuatro ataques por año, mantiene el suficiente miedo para ser considerado un enemigo. De 1959 a 1976 el Estado propuso un programa de matanza selectiva —así como el gobierno de Canadá designa a la masacre de focas. Se mataron 4 mil 688 tiburones, entre ellos, 554 tigres. Los ataques no disminuyeron. Cada tiburón capturado le costó a los contribuyentes 182 dólares. La lógica detrás de esta estrategia: los tiburones tigre vagan por ciertas áreas pequeñas.

Varios ataques fatales durante la década de los noventas hicieron que el gobierno reconsiderase las matanzas selectivas. A partir de esto se disparó la investigación sobre sus migraciones. Los científicos le pusieron sondas y transmisores satelitales. Los resultados indicaron que el tiburón tigre no se queda en el área de alimentación sino que se desplaza rápidamente, en pocas horas alejándose de cualquier punto donde ataca. Su fama de asesino también ha sido exagerada, de más de cuatro mil ataques a humanos documentados, cerca de 60 han sido efectuados por nuestro amigo. El primero confirmado en el cual se identificó a la especie fue en 1853 en el puerto de Charleston, Carolina del Sur, cuando un hombre murió al ser mordido por una tintorera preñada.

Hoy existe una atracción ecoturística en Tiger Beach, cerca de Gran Bahama, muy popular entre los que pueden pagarla. Se conoce como wrangling; esta palabra en México se conoce como curracaneo. A bordo de una embarcación los buceadores esperan nerviosos. Usan capucha, guantes y aletas negras, está prohibido usar algo de colores para no confundirse con los peces.  El instructor lanza carnada al agua, utiliza un cabo que lleva en su extremo una boya embadurnada con cebo de pescado. Cuando aparece el animal, el instructor lo atrae a la embarcación y puede que los turistas se diviertan en alejar el cebo y disputárselo a tirones. Entonces los buzos se arrojan al agua en una formación en “U”, llevan bastones de plástico para alejar a los depredadores. Los buceadores descienden al fondo arenoso para fotografiar a los tigres que nadan en círculos. A veces se juntan hasta nueve ejemplares.

Su capacidad reproductiva y su gran tamaño hacen pensar que seguirán en este mundo tremendo, como otra pieza en una biosfera formidable. Se ha calculado que pueden parir de 40 a 80 crías. Los recién nacidos miden unos 70 centímetros y crecen rápidamente. Los neonatos tienen forma de anguila, son largos y esbeltos. No tiene placenta. Sus embriones ganan un 2119% en peso húmedo durante la gestación.

Tan impresionante crecimiento hace que la energía del huevo fertilizado no sea suficiente para desarrollar por completo al embrión así que cuando la yema se termina la madre secreta un fluido por el revestimiento uterino para terminar de nutrirlos. Tal estrategia se conoce como embriotrofía. Conforme crecen se van haciendo masivos. Al año de vida ya han doblado su tamaño, en promedio crecen unos 30 centímetros al año. Después de alcanzar los 2 metros, el tiburón tigre comienza a engordar y a aterrorizar a sus posibles enemigos.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Ataques de tiburones ¿incidentes, accidentes o verdaderos ataques? (II)

FOTO: Internet

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cada vez que ocurre un ataque de tiburón surge la negación del hecho o se desea restarle importancia en una atmósfera de gazmoñería y escrúpulos mojigatos.

¿Por qué tres científicos norteamericanos en 1916 defendían la idea de que un tiburón era incapaz de matar a un hombre cuando en su época existían numerosos registros, reportes médicos y testimonios de ataques en todo el mundo?

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Algo así ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, cuando los oficiales de la Armada de los Estados Unidos publicaron un infame manual para la supervivencia de los náufragos. Según este manual los tiburones eran “lentos, cobardes y fácilmente se pueden ahuyentar golpeando el agua”. En el manual se recomienda montar al tiburón y matarlo abriéndole el vientre a cuchilladas. Como si esto fuese fácil.

En 1959, después del ataque a Robert Pamperin en La Joya en donde un tiburón blanco lo mató, dos periódicos locales se negaron a reportar el incidente pues dependían de la corporación hotelera.

Empresarios, reporteros, editores y oficiales de policía niegan o tratan de minimizar la importancia después de un ataque para no darle mala fama a la localidad.

Es que después de un ataque, el pánico se apodera de las masas y la ignorancia fluye sin control. Después del ataque en Zihuatanejo en el 2008 cuando un tiburón mató a un surfista,  se creía ver aletas por todos lados y las autoridades locales buscaban a expertos para que les explicaran porqué había ataques en esa zona.

En enero del 2011, después de que un tiburón toro le arrancase el brazo una mujer canadiense en Cancún frente al Hotel Park Royal, los periódicos plagaron sus titulares de adjetivos como inusual, y algunos voceros de los hoteles clamaban que los tiburones iban de paso rumbo a Florida, como si las costas de Quintana Roo no fueran áreas de crianza de tiburón toro,  como si una región determinada estuviera exenta del azar y sus criaturas.

En mayo de 2017, Andrés Rozada practicaba snorkeling en Cabo Pulmo, México a las 5 pm cuando sus amigos en la playa le perdieron de vista. Dos helicópteros le buscaron infructuosamente y al día siguiente se recuperaron su visor y su camiseta hecha trizas con marcas de dientes de tiburón. Dos días después se recobraron sus restos con mordeduras. Cabo Pulmo es una reserva donde abundan tiburones toro, también se observan tiburones tigre ocasionalmente. Algunos medios de comunicación locales negaron un probable ataque de tiburón, a pesar de que el incidente fue incluido en los registros internacionales como el Shark Attack File y que la policía dio el reporte de los restos mordidos. Los periodistas publicaron que se había ahogado y que las mordeduras fueron post mortem. El director de protección civil del lugar negó el ataque. La reputación de un lugar turístico debe prevalecer aún en contra de ciertas evidencias.

La teoría de la falsa identificación

En 1985, McCosker propuso la hipótesis de “Morder y escupir”. Según su idea, un tiburón blanco muerde una vez a la foca para inmovilizarla, después se retira a una distancia prudente para esperar a que se desangre y posteriormente vuelve para devorarla. Eso explicaría, según él, porque tantos humanos sobreviven a los ataques del tiburón blanco. Sin embargo, ese comportamiento solo es válido cuando los tiburones atacan a presas muy masivas como los elefantes marinos. Se ha observado que los tiburones blancos, cuando atacan lobos marinos o focas menos masivas, las devoran inmediatamente después de golpearlas.

La teoría de la falsa identificación propone que los tiburones blancos confunden a los surfistas, nadadores o buzos, con focas, elefantes marinos y pinnípedos en general. Según ella, cuando el tiburón ve desde abajo la silueta de una tabla de surf, la identifica erróneamente con la silueta de una foca. Entonces se lanza a atacarla. Peter Klimley sugirió que cuando el tiburón prueba la carne humana se da cuenta de su error y abandona el ataque, al no encontrar casi nada de grasa en la presa.

Aidan Martin y otros investigadores rechazaron la teoría, aduciendo estudios que revelan una visión esplendida del tiburón blanco que discrimina objetos muy pequeños a plena luz del día. Según estos autores, es absurdo que un animal experto cazador se equivoque en su propio medio, con sus sentidos afinados, confundiendo un primate con una foca.

Ritter y Quester en 2016, interpretaron fotografías de tablas de surf dañadas por mordeduras de tiburones blancos y heridas de las víctimas, con énfasis en el tamaño del tiburón, severidad de la herida y la extensión del daño a la tabla. Compararon los resultados con las estrategias de ataques a pinnípedos y concluyeron que en el 77 % de los ataques el daño era superficial y moderado; no reflejaba el nivel de daño necesario para  inmovilizar a un pinnípedo. Por lo tanto la teoría no se sostiene, como sospechaban Aidan Martin y Ralph Collier, es probable que el tiburón blanco ataque por curiosidad. Indaga sobre un objeto y se lanza contra él con fuerza moderada, que para un humano puede ser o no mortal. Y en otras ocasiones ataque por hambre, simplemente para comer.

Defensas

El ser devorado o asesinado por un animal salvaje es un terror atávico que nos concierne como parte de la biosfera. No existe otra defensa contra el azar de la vida que la no acción, pero esta es absurda pues somos móviles. Únicamente podemos minimizar los riesgos al meternos al mar.

Algunos consejos son: evitar nadar o bucear cerca de colonias de pinnípedos. Nunca nadar ni bucear solo. Certificarse en técnicas de primeros auxilios. Llevar botiquines a las expediciones. Si se recolectan o capturan animales marinos, sacarlos inmediatamente del agua. Observar el comportamiento de los animales marinos en el área. Antes de emerger echar un vistazo al fondo. Evitar bucear o nadar de noche. Evitar nadar en la superficie de forma ruidosa y evitar nadar en áreas donde haya habido ataques de tiburón. Y sobre todo, esperar que la suerte nos sea benévola.

El horror hizo que en algunos lugares donde los ataques eran frecuentes se instalara una barrera física. Se colocaron redes a lo largo de kilómetros entre la playa y el mar. Una trampa asesina de nylon que se mantiene a flote por medio de boyas. En Sudáfrica se colocaron en 1952 y aún hoy existen, atrapando toda clase de fauna: tortugas, delfines, peces de varios tamaños, tiburones y rayas que se enmallan hasta agonizar en la asfixia desesperante. En Australia comenzaron a enmallar desde 1960 y aún hoy hay más de 51 playas con redes. En Honk Kong, el gobierno ordenó enmallar 32 playas desde 1995. El argumento retorcido detrás de la estrategia es que controlando la población de tiburones se minimiza el riesgo de ataque, sin tomar en cuenta la crueldad y la matanza que se ejerce contra otras especies, además de ignorar que el hábitat marino no es nuestro sino de ellos. Típico ejemplo de la frialdad humana.

La investigación sobre los repelentes ha sido continua desde la ineficacia del Shark chaser. Se han desarrollado algunos repelentes que parecen ser efectivos contra ciertas especies como el acetato de amonio, con un olor similar a la carne descompuesta de tiburón. Asimismo se utilizan magnetos de bario y ferrita; estos asustan o perturban a los tiburones que pueden detectar campos electromagnéticos.

En los años 60’s la armada de los Estados Unidos llevó a cabo un programa de entrenamiento con delfines nariz de botella, Tursiops sp. condicionados para atacar tiburones. Los delfines atacaron las agallas del tiburón aleta de cartón, Carcharhinus plumbeus, tiburones gata y tiburones limón. Pero al enfrentarse con un tiburón toro se retiraron espantados. Recordaron que los tiburones que les depredan en la naturaleza son peligrosos.

Se ha mostrado que diversas ondas acústicas excitan a los tiburones hasta el frenesí; ondas que se asemejan a un pez en problemas; ondas erráticas. Mientras que algunas frecuencias pueden repeler a los escualos.

Algunas frecuencias que atraen al tiburón tigre, rechazan a otros tiburones réquiem. Los chillidos de dolor de los delfines cuando eran cazados por los nativos de Nueva Guinea no atraen a los tiburones. Dichas frecuencias los aterrorizan.

Si el lugar de la fuente sónica cambia, los tiburones de inmediato se dirigen hacia el área; si se deja la señal por mucho tiempo los tiburones atacan el aparato emisor y después comienzan a morderse entre ellos debido a la frustración.

Los científicos buscan ictiotoxinas como las saponinas secretadas por holoturios. En 1965, Sobotka utilizó una toxina secretada por el pepino de mar Actinopyga agassizi y reportó que 1 g/ml de este veneno mató a un tiburón limón de 22 kg en 50 minutos.

En 1970 la doctora Clark descubrió un repelente natural. El fluido lechoso excretado por el lenguado de Moisés, Pardachirus marmoratus del Mar Rojo. Esta sustancia es venenosa debido a la paradaxina que afecta el transporte de iones en las células de los peces.

Rasmussen y Schmidt, propusieron la semioquímica en 1992. Esta teoría propone que un animal detecta secreciones de un posible depredador y es ahuyentado por estas. Demostraron que al tiburón limón Negaprion brevirostris, le repugnan 3 exudados del cocodrilo americano Crocodylus acutus; que segrega de una glándula submaxilar, las heces y la sangre.

Existe una bolsa de protección para náufragos, la víctima se introduce en ella. Tres flotadores la mantienen a la deriva, los olores y la sangre quedan dentro de la bolsa y las piernas ocultas para evitar cualquier mordida.

Se han desarrollado también repelentes eléctricos como el SharkPOD (Protective Oceanic Device), este aparato lanza ondas y crea un campo magnético de 8 metros de diámetro alrededor del buzo. Si el tiburón penetra el campo, las ondas golpean sus ámpulas de Lorenzini y le ahuyentan. Al menos hay un caso de un buzo comercial muerto por un tiburón mientras usaba este aparato; Paul Buckland murió desangrado por la mutilación de su pierna izquierda en Smoky Bay, Australia en el 2003.

Asimismo, las jaulas para turistas son muy populares. Los humanos se introducen en jaulas de aluminio o acero mientras atraen a los peces con carnaza. Desde ahí toman fotografías o vídeo. Parece ser una barrera más bien psicológica para el hombre que una barrera física para el animal. Desde 2005 se han reportado varios incidentes en que los tiburones blancos han destrozado las jaulas. El biólogo Craig Bovim piensa que el uso de las jaulas turísticas representa un peligro, pues condicionan al pez en un medio de frenesí y excitación.

Como un sistema que intenta suplir las mortíferas redes de protección que aniquilan la vida marina, desde el 2004 se ha implementado un programa de avistamiento de tiburones peligrosos en Sudáfrica. Los avistadores colocados en puntos altos dan la voz de alarma cuando advierten tiburones grandes acercarse a los bañistas, tocan silbatos, colocan banderas de alarma  y cierran las playas. Lo interesante es que las personas no abandonan la playa sino que esperan a que los avistadores den la señal de que el tiburón se ha ido y la gente vuelve entrar al agua. Esto indica un cambio de percepción en las personas.

El respeto por el mar y sus criaturas se extiende como un manto de conciencia. Somos partículas humildes, enanas, átomos en un caos ingente que nos aplasta.

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Ataques de tiburones ¿incidentes, accidentes o verdaderos ataques? (I)

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El pasado 11 de noviembre de 2019 en Loma Amarilla, en el complejo lagunar de Bahía Magdalena, un tiburón mako mordió el brazo de un buzo danés. Aunque el incidente no pasó a mayores, este hecho fue calificado en la prensa como un ataque de tiburón. Casi un año antes, el buzo Naum Iván Erubey murió desangrado en Puerto San Carlos y en 2017 el cadáver de Andrés Rozada fue recuperado en Cabo Pulmo con mordidas evidentes de tiburón.

La satanización de los tiburones es injustificada. Es difícil discernir si un tiburón ataca a un ser humano, es decir, se lanza contra él con la intención de hacerle daño. Más preciso es hablar de incidentes; los tiburones al carecer de manos dan mordidas de prospección para saber que son las cosas. A veces su intención no es comer, sino solo es curiosidad. Lo más probable es que eso haya sucedido con el danés. Asimismo, hay accidentes, el azar se presenta en la realidad sin otra intención que el grado de ignorancia que tenemos sobre ella.

Baja California Sur Noticias

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Ahora, algunos tiburones han matado seres humanos. Es un hecho.

El encuentro de estos dos depredadores ha sido, la más de las veces, horripilante.  El hombre merma de forma continua las poblaciones de escualos, los escualos —muy pocas veces— sesgan la vida de los hombres.

En la actualidad hay más de 500 especies de tiburones, de estas muy pocas han atacado humanos. Tres son las más peligrosas. El tiburón blanco Carcharodon carcharias, el tiburón tigre Galeocerdo cuvier, y el tiburón toro Carcharhinus leucas, son los principales protagonistas de incidentes fatales. Tríada de peces masivos, habitantes de aguas tropicales y templadas, su forma de vida les acerca a donde el humano ha invadido.

El tiburón blanco es un cazador temible. Ha atacado nadadores, kayakistas, buzos, náufragos y surfistas. Una hipótesis que está siendo refutada sugería que los confunde con pinnípedos.  Su forma de atacar a los mamíferos resulta formidable. Vaga por el fondo y cuando divisa una presa potencial se lanza verticalmente para dar el primer golpe. Mutilada, la presa comienza a desangrarse, el tiburón a veces se retira por unos instantes y después regresa a comer. Este comportamiento ha provocado mutilaciones humanas pero también ha propiciado que los heridos puedan salvarse, ya que el tiburón paladea algo extraño y no regresa a matarlo.

Sin embargo, esto no es necesariamente cierto, existen pocos registros que indican que el tiburón blanco ha devorado seres humanos.

El tiburón tigre es un animal voraz, que no desprecia ningún alimento. Agresivo y curioso, se le atribuye la mayoría de los ataques a humanos en aguas de Hawái y Australia.

El tiburón toro nada en los fondos, se introduce en los ríos, habita lagos, estuarios, manglares, playas rocosas, esteros, aguas bajas y contaminadas; lugares que frecuentan los hombres. Es muy agresivo, algunos biólogos comparan su forma de morder con la de un pit bull.

Luego siguen especies que han mordido a nadadores y buzo; principalmente: el tiburón mako Isurus oxyrinchus, el tiburón limón Negaprion brevirostris que se acerca a las costas y se introduce en los esteros. El puntas blancas oceánico Carcharhinus longimanus y el tiburón azul Prionace glauca han sido relacionados con naufragios. El tiburón del Ganges Glyphis gangeticus ha matado peregrinos y santones en la India. El tiburón de Galápagos Carcharhinus galapagensis, el tiburón de arrecife Carcharhinus perezi, el tiburón oscuro Carcharhinus obscurus, el tiburón puntas negras Carcharhinus limbatus, el tiburón sedoso Carcharhinus falciformis, el tiburón gris de arrecife Carcharhinus amblyrhynchos, el gran tiburón martillo Sphyrna mokarran y el tiburón puntas negras de arrecife Carcharhinus melanopterus. De la mayoría se han documentado en ataques no fatales, mordidas a pescadores o bañistas.

Relatar los ataques necesita una selección.

De 1500 casos estudiados, el 75 % no tuvo nada que ver con un comportamiento de caza y alimentación. Esto indica que la mayoría fueron contingentes, accidentes diremos. El hombre no es su presa habitual pues no pertenece al ecosistema marino.

Sin embargo, los incidentes no pasan desapercibidos, la prensa alardea y se esparce el pánico. Tradicionalmente, el morbo ha hecho que se publiquen más documentos sobre sus ataques que sobre su biología.

El archivo global sobre ataques de tiburón (Global Shark Attack File), reporta cerca de 5700 ataques documentados desde el siglo VIII a. NE  hasta el 2018. De estos, 4288 no fueron fatales y 1388 costaron la vida a humanos.

Global Shark Attack Files

Global Shark Attack Files

Evidentemente, los más antiguos se basan en dibujos de vasijas, leyendas, mitos, bitácoras y testimonios escritos.  Los primeros datos que se obtuvieron de estos animales fueron anécdotas sangrientas.  A partir del siglo XVIII se obtuvieron datos provenientes de bitácoras y anécdotas, pero su confiabilidad seguía envuelta en la sazón de los relatos marineros. Según el historiador Marcus Redliker si tuviéramos, como ahora, registros confiables de ataques de tiburones del siglo XVIII, cuando las poblaciones de escualos eran mucho mayores, las estadísticas modernas serían despreciables en comparación.

La investigación científica se disparó después de la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de minimizar los riesgos en caso de naufragio.

El problema es que los reportes provienen de los países imperialistas como Estados Unidos, Francia o Inglaterra que llevan cuenta de lo que sucede en sus territorios y colonias. No existen registros confiables en otros lugares del mundo, lo que no significa que esos incidentes nunca hayan ocurrido. Las estadísticas están sesgadas por la política y la falsa consideración de lo que llamamos civilización occidental. ¿Cuántos pescadores o buceadores han sido atacados en la historia de la humanidad? Incontables.

Un aspecto a considerar es la falacia numérica que he leído en varios libros. La probabilidad de sufrir un ataque de tiburón es de 1/12,000,000 ¿Y la de morir por esta causa? 0/264,000,000. Otro artículo da esta cifra 1/300,000,000 ¿Cómo calculan esta probabilidad? Se pueden encontrar frases como: la probabilidad de que te ataque un tiburón es menor que la probabilidad de que te caiga un relámpago. ¿Se mide el número de fatalidades por tiburones contra fatalidades por los rayos? Si la premisa original no tiene relación con la subsecuente, ¿cómo relacionarlas? Esto es un error de silogismo. Planteo estas preguntas: ¿cuál es la probabilidad de sufrir un ataque de tiburón si habito un departamento en Zacatecas? ¿cuál es la probabilidad de sufrir un ataque de tiburón si naufrago de noche en alta mar y quedo a la deriva por cinco días?

Se antoja un chiste: un hombre nada entre un cardumen de tiburones tigre mientras arponea bagres. Cuando emerge su piloto le pregunta: ¿no tienes miedo de ser mordido? Y el pescador deportivo responde: no, según las estadísticas sólo una persona entre once millones que van al mar es muerta por ataque de tiburón. Y la semana pasada murió un amigo aquí mismo, así que la probabilidad de que me muerdan es nula.

Los acontecimientos raros —dice el matemático John Allen Paulos en su libro El hombre anumérico— que son fruto del azar no se pueden predecir individualmente.

No hablamos de números solamente, sino de hechos en un planeta peligroso. El hombre minimiza o maximiza el riesgo en su trato con un animal dependiendo las actividades que realiza y los lugares donde los realice.

La primera representación de un ataque, de la cual se tiene noticia, es la figura en un vaso desenterrado en Ischia, isla del Mar Tirreno. El vaso muestra a un hombre llevado por un pez parecido a un tiburón. Los análisis demuestran que data del 725 a.NE. Esta época aún abunda en mitos, por lo que no sabemos si es una representación de facto o una representación poética.

Los últimos casos de ataques fatales, refieren la mano de un hombre llamado Richard Martin Turner que se encontró en el estómago de un tiburón tigre en agosto de 2019 en la Isla Reunión de Madagascar. Su viuda lo identificó por el anillo de bodas.

En los últimos 20 años el número de ataques de tiburones ha sido mayor que en toda la historia de la humanidad. Esto no significa que los tiburones se hayan vuelto más agresivos, lo que sucede es que nunca antes la comunicación había sido global; cualquier incidente se reporta inmediatamente.

Por otro lado, la superpoblación mundial es de tal magnitud que nunca antes el hombre había utilizado tanto el mar para sus actividades lúdicas y económicas. Simplemente, la probabilidad de ataques se incrementa en cuanto más personas se metan al agua.

Aun así los encuentros son raros con relación a la población. Por ejemplo, la Bahía de Mossel Bay en Sudáfrica alberga una población residente de más 300 tiburones blancos que atacan a las focas de Seal Island frente a playas que se colman de turistas en verano; casi dos millones de visitantes anuales. Y no ha habido un ataque en más de dos décadas.

Continuará…

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