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Las redes sociales como espacio para compartir la historia

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Las redes sociales se han convertido en una herramienta fundamental para la difusión de la historia en todo el mundo. Desde la aparición de plataformas como Facebook, Twitter e Instagram, la cantidad de contenido histórico disponible en línea se ha multiplicado exponencialmente.

La importancia de las redes sociales en la difusión de la historia es innegable. En la era digital, las redes sociales permiten a los historiadores, investigadores y aficionados compartir información y conocimientos sobre la historia de una manera más accesible y rápida que nunca antes. Además, las redes sociales tienen la capacidad de llegar a audiencias masivas en todo el mundo, lo que significa que el conocimiento histórico se puede difundir a una audiencia más amplia que nunca antes.

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Según un estudio de Hootsuite, en el que se analizaron 1.000 millones de publicaciones en redes sociales en 2019, los principales temas de historia que atraen a las personas en todo el mundo son la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto, la Revolución Industrial, el Imperio Romano y la Guerra Fría. Estos temas son de gran interés para el público general, lo que indica que existe un gran apetito por la historia en las redes sociales.

En cuanto a las redes sociales donde se publican más artículos de historia, Twitter es una plataforma especialmente popular. Un estudio de la revista Journal of Digital Humanities encontró que Twitter es la plataforma más utilizada por los historiadores para compartir contenido histórico, seguida de cerca por Facebook y Instagram. En Twitter, los historiadores a menudo utilizan hashtags específicos para hacer que sus publicaciones sean más accesibles y fáciles de encontrar para las personas interesadas en temas específicos.

​Otro estudio realizado por la plataforma de redes sociales Hopper HQ encontró que el contenido histórico es particularmente popular en Instagram, con hashtags como #history, #historia y #worldhistory utilizados en millones de publicaciones en la plataforma. Además, muchos museos y galerías de arte han comenzado a utilizar Instagram como una forma de compartir contenido histórico con sus seguidores.

En cuanto a la cantidad de artículos de historia que se publican en el mundo, es difícil precisar un número exacto. Sin embargo, una revisión de la plataforma JSTOR, que aloja miles de revistas académicas, encontró que en 2019 se publicaron más de 46.000 artículos en revistas de historia. Además, con la creciente popularidad de los blogs y otros medios en línea, es probable que la cantidad total de contenido histórico disponible en línea sea mucho mayor.

Las redes sociales son una herramienta vital para la difusión de la historia en todo el mundo. La popularidad de los temas históricos, la prevalencia de los hashtags históricos en las redes sociales y la cantidad de artículos de historia publicados en línea indican que existe un gran apetito por el conocimiento histórico en las plataformas de redes sociales.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Ciudadanía digital. Marco legal

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Ius et ratio

Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La ciudadanía digital es definida por la UNESCO como el conjunto de competencias que faculta a los ciudadanos a acceder, recuperar, comprender, evaluar y utilizar, para crear, así como compartir información y contenidos de los medios en todos los formatos, utilizando diversas herramientas, de manera crítica, ética y eficaz con el fin de participar y comprometerse en actividades personales, profesionales y sociales.

El enfoque debe realizarse desde tres niveles: el sujeto como receptor, como participante y como actor activo, de tal suerte que en todo momento el individuo sea capaz de identificar -en cada nivel- tanto las oportunidades como los riesgos correspondientes.

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Si bien la interacción del ciudadano común con los medios electrónicos y su desenvolvimiento en el campo cibernético lleva ya décadas en desarrollo, lo cierto es que durante la pandemia se aceleró y acrecentó la interacción en las redes sociales y demás medios, con implicaciones significativas en materia de educación, trabajo a distancia, salud, información, recreación, comercio, actividades políticas, etc.

El concepto de ciudadanía digital, por lo tanto, se encuentra en constante evolución, y actualmente todos nos encontramos inmersos en las redes sociales, cuya importancia y trascendencia las han convertido en una herramienta indispensable en el desenvolvimiento social.

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A diferencia de quienes nacimos el siglo pasado, que somos mayoritariamente inmigrantes digitales, las nuevas generaciones nacen inmersas en el campo de la tecnología a distancia, al grado que Marc Prensky los denomina nativos digitales por la fluidez natural que poseen las jóvenes generaciones para el uso de las herramientas tecnológicas cibernéticas.

Sin importar si somos inmigrantes o nativos, UNESCO establece nueve elementos que definen la ciudadanía digital:

1.- Acceso al mundo digital. Requisito fundamental para convertirse en un ciudadano digital. Por estatus socioeconómico o ubicación georreferencial, algunos individuos pueden no tener acceso de forma regular. Las escuelas y las bibliotecas públicas deben paliar este problema.

2.-Comercio digital. Cada día se genera mayor actividad económica online . Atiende a la comprensión de los peligros y beneficios de las operaciones mercantiles en red, usando tarjetas de crédito y demás opciones de compra en línea.

3.- Comunicación digital. Este elemento implica la comprensión de los distintos medios de comunicación online, que abarcan del correo electrónico a la  mensajería instantánea.

4.- Alfabetización digital. Adquirir el conocimiento adecuado para usar distintos dispositivos digitales. Por ejemplo: Aprender a usar correctamente un motor de búsqueda dependiendo del contexto. No se busca lo mismo en Google que en una base de datos.

5.- Etiqueta digital. Regulación aplicable para establecer la comunicación digital. Cada medio cuenta con sus propias normas de uso.

6.- Legislación digital. Leyes aplicables a la descarga ilegal de contenidos, plagio, hacking, creación de virus, campañas de spam, robo de identidad, ciberacoso, entre otras.

7.- Derechos y responsabilidades digitales. Con relación a la privacidad y a la libertad de expresión, la difusión de información falsa, entre otras más.

8.- Salud digital. Conocer los riesgos a la salud que pueden generar el exceso en la exposición ante una pantalla, como el estrés físico, la adicción al medio, etc.

9.- Seguridad digital. tomar las medidas de seguridad mínimas, indispensables, necesarias para desplazarse por la red con tranquilidad.

Si bien la internet no reconoce fronteras, es factible y necesario regular los diferentes campos de operación de los medios, y establecer las normas nacionales e internacionales aplicables a la protección de los usuarios de la red. Si los medios evolucionan constantemente, es indispensable que los campos de regulación, las leyes aplicables, se adecuen en la medida de las posibilidades a los cambios e innovaciones que se van presentando en el universo cibernético.

Debe crearse una comisión legislativa que, de manera INTEGRAL, establezca, adecue, armonice y actualice las leyes nacionales relacionadas con el comercio digital, régimen de propiedad intelectual, los delitos informáticos en general, y en particular, ciberacoso, contra la integridad y libertad sexual, privacidad de los usuarios, protección de los datos personales, firma digital, defensa del consumidor, teletrabajo, protección a usuarios infantes, acceso a la información.

La falta de armonización y actualización del marco legal aplicable en los campos enlistados, genera confusión, superposición de facultades en los casos de concurrencia competencial de las autoridades responsables de cada área, duplicidad y/o contradicción en presupuestos normativos, inaplicabilidad normativa por desfase tecnológico y grandes vacíos de prevención y sanción, problemática en constante evolución cuya desatención está generando enormes espacios de impunidad, y eleva el margen de riesgo a los usuarios, en particular los menores de edad.

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Poetas del like ¿el nuevo paradigma?

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Se acusa frecuentemente que la poesía es la menos leída y sin embargo, es de la que más se habla en diferentes sectores. Y del medio intelectual, que es el grupo que eleva a la diosa a los brazos inalcanzables de la pureza, el elitismo, la especialidad y, en algunos casos, la visión selectiva de poetas que sí son de los que no son. Los hay de todos los colores y sabores, desde los que buscan un nuevo paradigma que rompa con sus propias argucias, hasta los que sólo desean comunicar sentimientos y emociones.

Los primeros acusan a los segundos de no estar haciendo poesía y que no se puede considerar la simpleza y la cursilería un acto poético; los segundos acusan a los primeros de estar en un mundo intelectual que pocos leen, escuchan y que no transmite nada a sus lectores. Autores de ambos bandos hay miles. Millones. Pero sólo unos pocos quedan en la posteridad histórica y marcan pauta en las dos posturas.

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Hay, en nuestros días modernos que corren, un movimiento de poetas que incursionan en las redes sociales para hablar de lo que creen un acto poético que desmitifica a los consagrados por la literatura mundial. Suelen ser muy emotivos, intimistas, ventrales, donde la búsqueda del like es lo más importante, sin que importe si lo leído posee alguna calidad escritural.

Tienen muchos seguidores e incluso convocan a los lectores a hacer lo propio, creando cuentas para también entrar en el mundo de la poesía de Instagram, Facebook, entre otros. También hay un nicho de jóvenes en Wattpad que escriben novelas, cuentos, sus experiencias, ficciones, dolencias, tristezas, alegrías, basados sobre todo en su mirada digital de series televisivas animadas o aquellas dirigidas a los adolescentes. No hay una búsqueda de quedar bien con alguien, o de querer pertenecer a grupos literarios, sino sólo de divertirse, expresarse y sin la idea de asentar una trascendencia. Sólo quieren ser tendencia.

El cambio de paradigma está a la vista. Cuando jóvenes, muchos comenzamos a escribir por vanidad intelectual, porque la lectura de poesía nos hacía especiales o por alguna otra circunstancia. Pero hoy no. No les interesa que los reconozcan como poetas, ni buscan becas o premios: sólo comunicarse.

Es una generación que está creando su propio mundo, su propio lenguaje, su propia manera de establecer sus parámetros, a los que no llaman literatura sino diversión.

Esta evolución está frente a nuestros ojos, se está gestando día a día y los que crecimos con una idea de poesía no entendemos a las nuevas tribus de poetas a los que no les gusta ser llamados así, porque nos les interesa el futuro de sus textos, sino que sus voces sean escuchadas aunque se pierdan en el mar de las redes sociales.

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Los Bots del Gobierno

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Agenda Comunitaria

Por Frank Aguirre

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  ¿Te imaginas que usarán tu información de Facebook, Twitter e Instagram para bombardearte de información de políticos que ni conoces y a los que, la neta, no les importas un bledo, pero de alguna forma a través de mentiras te convencen de votar por ellos?

Esto es una realidad. Pasó en Estados Unidos e Inglaterra no hace muchos años. La empresa a cargo se llamaba Cambridge Analytica, hoy en bancarrota por la ilegalidad con la que operaba. Fue artífice de utilizar información de usuarios de redes sociales sin su consentimiento, para planear campañas políticas basadas en estrategias de guerra, y ganar.

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Campañas que utilizaron noticias falsas, miedo, polarización, división intencionada, odio. Todo menos dar información sobre lo que siempre se espera en las campañas: Que digan ¿qué chingados proponen y cómo lo van a hacer?

En el documental Nada es Privado (The Great Hack) en Netflix, explican cómo la conectividad libre en el internet nunca tuvo términos ni condiciones, y hay quienes aprovechan estas lagunas para utilizar las interacciones de los usuarios, el uso de sus tarjetas de banco, las búsquedas que hacen en internet, el registro de visitas a lugares en Facebook, los me gusta, y todo lo que queda registrado en tiempo real, para hacer una relación de identidad digital y con eso generar un acceso directo al impulso emocional de los usuarios, para uso, goce y disfrute del mejor postor.

Con esta información, quienes buscan ganar tu atención, compiten proporcionándote un flujo de contenidos constantes, desarrollados específicamente para tí. Tus gustos, tus miedos, lo que te llama la atención, tus límites y lo que se necesita para cruzarlos: palabras clave de miedo. Videos que aspiran a darte ansiedad y elevar tus emociones al punto de la ira. Noticias falsas repetidas una y otra, y otra vez. Convirtiéndose el mundo digital en un mundo real de divisiones.

Después de ver éste documental no pude dejar de pensar en uno de los elementos más comunes de ver en las redes sociales con este tipo de estrategias. Elementos que buscan “posicionar” un tema (falso o descontextualizado): los Bots.

 Las empresas de Bots no solo se dedican a elaborar perfiles falsos. Primero desarrollan campañas de comunicación, memes, edición de infografías y titulares de periódicos falsos a detalle. Después vienen los Bots.

¿Cómo reconocer un Bot? Recuerdo el año pasado, en campaña, había un par de usuarios falsos en Facebook que siempre que hacíamos enlaces en vivo, no tardaban en descalificar con comentarios xenofóbicos o chauvinistas, fuera de contexto, como: pinche chilango ó ese wey no es de aquí. Sobra decir que nací en el edificio que está en las calles Bravo esquina Licenciado Primo Verdad, de esta ciudad de La Paz.

Volviendo al Bot. Fue sencillo saber que la cuenta era falsa (Bot), con tan solo ver el año en la que se abrió la misma (justo al inicio de las campañas). Lo más evidente fue ver que los únicos amigos de ésta cuenta eran usuarios reales que colaboraban en la campaña del partido contra el que competíamos.

¿Porqué los Bots son un peligro? Primero porque nos cuestan dinero y división social. No voy a afirmar, pero sí sugerir, que muy probablemente se utiliza dinero público, dinero tuyo y mío, para que en un twitt cualquiera, del gobernador, se obtenga cientos de likes, y aparente que mucha gente lo quiere, lo aprueba, lo sigue. Para ejemplos los siguientes, que en un simple y rápido clickeo encontré:

Así que cada que el gober twittero publica algo y le llueven likes de cuentas falsas, de Bots, me pregunto ¿cuánto nos cuestan? ¿de dónde saldrán?

Salen de empresas que se dedican a posicionar políticos con el uso (sin el consentimiento de los usuarios) de información digital, utilizada contra los mismos usuarios. En México se estima hay no solo una sino cientos de cambridge analytics caseros. Empresas que lucran construyendo y posicionando noticias falsas, información a medias o fuera de contexto, y en el medio un político que se beneficia contratando a estas empresas. Los hay de todos los colores: marrón, tricolor, azul, etcétera.

Esta vez no hay una recomendación o un llamado a la acción. Una disculpa querido y querida lectora. La única forma que recomiendan para no ser víctima de estas empresas ni de estos políticos, es dejar las redes sociales.

¿Quién ch%&$# va a hacer eso? Ni yo me atrevo. Pero espero hayas aprendido algo después de leer esto. Existe algo que se llama derechos digitales y todos los días están siendo vulnerados.

 

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Hitchcock y el virus de la red social

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Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Que la sala de cine no se extinga. Que el placer de enfrentarnos a lo desconocido, a una historia que nos golpee y nos deje en shock hasta por el resto de nuestra vida no se muera. ¿Qué es eso de dejarle a los memes la misión de determinar si una película vale la pena o no? La sala de cine es territorio sagrado, la sala de cine se respeta y el espectáculo de ver en la gran pantalla las historias que nos hacen sufrir, llorar, reír y sentirnos parte de un mundo que no existe pero a la vez tan real que nos conmueve. Lo malo es que, últimamente, desde de las redes sociales, ya nadie respeta nada. Porque en esta época nos encontramos con cúmulos información, en una guerra donde los contrincantes de este “battle royale” virtual quieren ser los más chistosos, los más rápidos, los más votados, los más compartidos, retuiteados, “likeados”, vistos.  Donde las relaciones a distancia cuentan más que un apretón de manos, pareciera que todos los esfuerzos creativos del mundo están volcados a hacer un meme viral o a un popular y efímero tuitazo. Y entre esa guerra en la que varios se apuntan, aparecen spoilers, tuiteratura (jajajaja), hilos, gifs, filosofías de vida, citas citables o no tan citables; y se reproducen en retuiteos y compartidos, como uno, muchos virus luchando por ser el nuevo regidor del orden mundial, hasta que un nuevo #hashtag salga a dominar las tendencias.

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Pero es casi imposible no dejarse llevar por lo efímero. Y en clara señal de una insana adicción, crece la ansiedad de llenarme de datos inútiles y buscar esa pizca de información que me haga cambiar la forma de ver las cosas. Navego sin descanso entre el caudal de información buscando algo que no encuentro. Y en un racimo bifurcado de corrientes infinitas, puedo saber que Spiderman (a pesar de la súplica a Tony Stark) fue convertido en cenizas triangulares por Thanos, pero que realmente no pudo haber muerto porque su próxima película ya está en producción y tiene nombre, se llama Far From Home. Y eso impide que me emocione, aunque me haya divertido mucho en la más reciente guerra infinita peleada por los Vengadores de Marvel. Es tanta la información que circula, es tanto el deseo no perder visibilidad en la marea de las redes, y también el deseo de las productoras a que todas las películas sean blockbusters, que es mucho más difícil encontrar en estos días algo que realmente te sorprenda, porque esa multitud de información que arrasa nuestros sentidos de una u otra forma ya te ha dicho lo que va a pasar antes de incluso comprar tu boleto en taquilla.

Subámonos al Delorean y vayamos a 1960, al estreno de una película dirigida por un tal Alfred Hitchcock que decidió nombrarla con el nombre genérico pero intrigante de Psicosis. La heroína, Marion Crane, decide romper con su tedio y monotonía y roba 20 mil dólares para irse sola a buscar una nueva vida. En la carretera decide tomar un descanso en el Motel Bates, donde busca aligerar la carga de su conciencia con una ducha, hasta que es apuñalada por una mujer despiadada que al ritmo de unos acordes musicales muy desconcertantes y frenéticos han dejado mudo y estupefacto al público que no cree lo que ve. Hitchcock sabe de su travesura, pues no han pasado ni veinte minutos y la protagonista está muerta. ¿Y ahora? Pero el público no abandona la sala y Alfred sabe que lo ha conseguido.

Volvamos de regreso a esta época de memes y #averrazionesoRtoGRafikas. ¿Hay espacio para historias y argumentos en vez de explosiones y CGI? ¿Puede el público ser sorprendido por una vuelta de tuerca? El espacio se reduce entre las estrategias de marketing enfocadas en inundar el espacio cibernético con la mayor información posible y aquellos desesperados por atención que inician la tormenta de spoilers un minuto después de haber abandonado la sala. El ver antes que nadie la película ya no es una opción sino una necesidad pues corres el peligro inminente de ser arrollado por el #trendelmame dispuesto a tuitear que Batman no mató a Superman porque “ella se llamaba Martha, ella se llamaba así”.

Los tiempos cambian, es imposible que hoy algún director por más obsesivo y excéntrico que sea, se pudiera parar frente a la puerta de la entrada de la sala de cine para impedir el paso a gente que llegó tarde a la proyección, tal como Hitchcock lo hizo en el estreno de Psicosis. Yo sólo espero que me toque volver a vivir aquella experiencia cuando vi Lock, Stock And Two Smoking Barrels de Guy Ritchie allá por el 2000. Me llamó la atención el nombre de la película y sin tener realmente mucho que hacer compré mi boleto. Cambió mi forma de ver el cine. Y puedo decir que hay otras películas que pude disfrutar en bendita ignorancia como MementoyBatman Beginsde Nolan (es increíble pero no sabía nada del estreno del Batman nolanesco hasta que vi el cartel de estreno) o The Matrix de las hermanas Wachowski, fenómeno que se ha ido esfumando con el tiempo y en gran medida con mi interacción en las redes sociales y la circulación en el inevitable agujero de gusano informativo que es Internet.

Pero hay solución. Olvidarse de las redes sociales. Lo he hecho y me he sentido más feliz, libre y con una mayor capacidad de asombro y empatía. Un auténtico Elso godín (o Elsa, como la de Frozen). Y no soy el único que lo ha experimentado. Facebook acaba de perder el 20% de su valor, y Twitter no se queda atrás. Yo me siento abrumado por el exceso de información, y muchas veces navegar en esos sitios es como ir caminando por un campo minado. No les miento, cierro los ojos cuando veo indicios de algún dato que no quiero conocer. Además, eso de exponerle a todo mundo tu vida privada realmente no es tan bonito. Tener como amigos a gente con la que coincidiste veinte minutos en una fiesta no es normal, y el hecho de que un algoritmo esté tomando decisiones por ti sobre lo que te gusta y lo que no te gusta es bastante perturbador. Estamos ante un Gatekeeper digital que está diseñado para darte gusto a ti. Si creían que Jacobo te hacía bobo, pues sí, sí lo hacía pero realmente no te quedaba de otra. Facebook te hace bobo, pero no te das cuenta porque te dice justamente lo que quieres saber, y te tiene encasillado como un producto genérico de un cierto tipo de mercado con cierto rango de edad y ciertos gustos ideológicos. ¿O es casualidad que te salga un anuncio del nuevo modelo de Kia cuando hace treinta segundos buscaste “como ahorrar gas en mi nave”? Ni Jacobo era tan perverso, o si lo fuera, seguramente sería un personaje de algún film del maestro Alfred.

¿Podría Hitchcock triunfar en los tiempos de hoy? Sin duda, pero no estoy seguro si hubiera podido realizar Psicosis o dejarte helado con el final de “Frenzy” que, literalmente, nunca lo esperas. Hace 15 años, cuando era un estudiante y lo sabía todo, seis películas de Hitchcock me dieron un batazo en la cabeza y me hicieron notar que no tenía maldita idea de nada. Hoy, la súper carretera de la información fluye más rápido que nunca y dice que sabe todo, oye todo, ve todo y hasta piensa por nosotros en todo. Pues saben qué, hay que ponerle un alto, al menos en lo que al cine se refiere. Olvidemos por un rato toda la avalancha informativa que hay, hagamos una apuesta de fe y entremos a ver una película por lo que nos dice el cartel. No le hagamos caso a las recomendaciones de Netflix, ni leamos las críticas hasta después de formar nuestra propia opinión. Hay que regalarnos la oportunidad de ser sorprendidos de nuevo y entregarnos sin reservas al placer mágico de la oscuridad de una sala de cine, donde como en la vida, cualquier cosa puede pasar.