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Las Cenicientas de lo Laboral y la Psicología del Opresor

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Colaboración Especial

Por Pablo Chiw

 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  La neutralidad de la ciencia es un mito, está claro y en las ciencias del comportamiento humano no es la excepción, al contrario, todo ministerio de guerra que se respete tiene su departamento de psicología.

El espíritu mismo de la psicología es la manipulación del comportamiento humano, se suponía que para bien de la humanidad, lo que se va a problematizar en este artículo es la utilización de la investigación psicológica para la explotación laboral de las personas.

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¿Para qué se usan los descubrimientos de la Psicología?

Los y las psicólogas observan, describen, analizan, entienden y modifican la conducta, desarrollan múltiples estrategias e intervenciones para lograr su objetivo, a veces una simple pregunta basta para desencadenar un cambio significativo en el comportamiento de una persona.

La capacidad para manipular es oro molido para las empresas, el error, sin embargo, es creer que tal manipulación se limita a la hora de diseñar anuncios publicitarios, en realidad, va más allá y se trata de un uso mucho más vil: la explotación laboral.

Psicología de la Motivación

¿Qué te emociona? ¿qué anhelas? ¿qué sueñas? ¿qué deseas? ¿qué te excita? ¿qué te mueve? La psicología de la motivación encuentra aquellos deseos inconscientes que impulsan la conducta, las empresas contratan psicólogos/as, para que vayan a convencer a las y los trabajadores que sus deseos y carencias afectivas se resolverán si aumentan la productividad de la empresa. Un obrero con la camiseta bien puesta trabaja el doble, se queda horas extras no remuneradas, aguanta abusos, violencias, contratos raquíticos, instalaciones peligrosas, se lleva trabajo a la casa, acude a juntas, juntas y más juntas y más juntas. A pesar de que nada de esto termine mejorando su salario.

Los cursos de motivación personal que dan las empresas explotadoras son en realidad instrumentos para la explotación laboral, los cuales terminan, inauditamente, responsabilizando al trabajador por su situación de precariedad y no a la empresa que año con año aumenta su récord de ganancias históricas pero que sigue pagando salarios mínimos. Es una cosa de locos.

Secuelas Mentales de la Manipulación

El pobre es pobre porque quiere, si en verdad te lo propones nada es imposible, el límite lo pones tú, si eres como un ratón siempre encontrarás tu queso, no es explotación es experiencia laboral, Will Smith vivía en un baño y luego se hizo ejecutivo, los diamantes se crean a presión, el que persevera alcanza, llénate de ideas positivas y saldrás adelante, la vida es para el trabajo y el descanso para la eternidad, mentalidad de tiburón estómago de ratoncito, si no comes no engordas, se el primero en llegar y el último en irte.

Los slogans que se derivan de estas conferencias se convierten en mantras que protegen a las personas que los repiten de cualquier posibilidad de reflexión, un optimismo oscuro que les condena a la opresión, son personas que habitan en la fantasía de ser descubiertos y recompensados por su fidelidad a la empresa, una especie de Cenicientismo laboral donde el trabajador deja la vida en el lugar de trabajo con la esperanza de que su príncipe azul (el patrón), le extienda la mano y lo levante del fango.

La realidad es devastadora, sobre todo cuando tenemos patrones como Ricardo Salinas Pliego:

Como buen fifí fui al Palacio de Hierro, Liverpool y otros lugares a buscar lavadora para mi casa en la playa, pero me recomendaron ir a Elektra (Cozumel) para conseguir un buen deal y el asociado Jorge me consiguió un excelente producto (Comentario).

Ser fifí no es comprar en Liverpool, ser fifí es ser lo suficientemente inteligente para hacerse rico, no para aparentar serlo (Respuesta de Ricardo Salinas Pliego).

En esta conversación por Twitter, nos damos cuenta que los millonarios, evidentemente desprecian a la gente que explotan, si no los despreciaran entonces no los explotarían.

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Psicoanálisis como ciencia transempírica

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Ciencia transempírica. Un nuevo concepto que sería equivalente a las ideas metafísicas, según Kant. Engloba modelos que no tiene evidencias empíricas sólidas, sino que se infieren a partir de otras teorías, ecuaciones o intuiciones.

En medio del remolino filosófico que ha buscado implementar criterios que nos den la certeza del conocimiento de la realidad, dos hombres lúcidos, Alejandro Segura y Daniel Omar Stchigel, proponen defender el psicoanálisis como una ciencia transempírica.

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La mente como noúmeno, epifenómeno del cerebro, res cogitans o como una metáfora de “algo” de una “cosa en sí” que nos remite a la conciencia, ha sido por milenios pugna de debates racionales e irracionales. El psicoanálisis parte de la tesis de que el comportamiento es un reflejo del inconsciente.

El psicoanálisis como terapia —según Onfray—, tiene a su fundador en Antifón de Atenas en el 411 a.C. Se ha erigido como una técnica científico filosófica muy profunda, llena de subteorías, vericuetos y hasta pergeñada de alquimia.

Antifón entendió la felicidad como la búsqueda de la paz interior, una serenidad ante la turbulencia existencial. Escuchaba los problemas de sus pacientes para otorgar terapias verbales con el fuego de la palabra. Atribuyó a los sueños significados que pudieran combatir la tristeza de los hombres. La onirocrítica.

Fueron los románticos quienes, a partir de la conmoción que dejó Kant con su crítica de la razón pura, defendieron la noción del inconsciente. Uno de sus discípulos rebeldes, Johann Gottfried von Herder, arguyó que la filosofía de Kant era palabrería vacía,y en contra de la imposibilidad de la razón de encontrar una esencia propuso la teoría del genio, en la cual, tal genio puede simbolizar las pasiones como verdades universales de manera inconsciente.

Basado en esto, Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling en su sistema de idealismo trascendental retoma la teoría del genio justificando que en el arte no todo se hace de manera consiente.

Fue así como en la estética romántica, el arte es considerada una vía privilegiada de conocimiento del hombre a través de su inconsciente.

La literatura y las teorías del siglo XIX estuvieron pergeñadas por el inconsciente como motor irracional de nuestras conductas. Las novelas góticas simbolizaron el laberinto oscuro donde la conciencia se pierde. Schopenhauer, Nietzsche y Dostoievski fueron maestros consumados en teorizar sobre esto.

Fue en este contexto en que Sigmund Freud heredó todo el bagaje para desarrollar sus teorías y tratar de instaurar el psicoanálisis como una ciencia psicológica. A partir de su visión se escindieron escuelas y estéticas, algunas tan profundas como la de Jung o tan complejas como la de Lacan.

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La difícil ciencia de la psicología desarrolló varias escuelas para conocer la conducta humana. Con el descubrimiento de las neuronas, el genoma y la evolución de la bioquímica, aunado con la polémica sobre las enfermedades mentales, la psiquiatría médica y la anti psiquiatría como antítesis. La mera teoría psicoanalítica resultó insuficiente para totalizar las explicaciones del complejo devenir humano. Han surgido escuelas como la Gestalt, la psicología evolutiva, el cognitivismo, el funcionalismo, el conductismo, etcétera.

El psicoanálisis ha sufrido sendos ataques a los largo del siglo XX y XXI, tanto epistemológicos como filosóficos, por mentes egregias como Bunge, Onfray, Popper, Bueno o Sokal.

Desde un panorama gnoseológico sólido, Segura y Stchigel defienden la cientificidad del psicoanálisis paso a paso, contestando los argumentos más virulentos en su contra de manera racional y con ejemplos históricos.

Lo que logran es un tratado filosófico muy lúcido, que resulta apto no solo para el psicoanálisis, sino, para entender la base de la filosofía de las ciencias en general.

Al defender el psicoanálisis como ciencia transempírica, lo que Segura y Stchigel realizan no es solo argumentar en favor de su disciplina, sino aseverar que las más osadas teorías cosmológicas son en realidad noúmenos, antinomias imposibles de resolver por medios empíricos. Se lanzan al centro del remolino kantiano donde tiene sentido volver a dividir la realidad en fenómenos e ideas trascendentales. El psicoanálisis sería una metafísica imposible de resolver racional y empíricamente pero -gran ironía- esto no implica negar su cientificidad.

En su libro La cientificidad del psicoanálisis, Segura y Stchigel argumentan en contra de Onfray, Popper, Bunge, Lakatos, Sokal y Kuhn. Más que un ensayo, su libro es un tratado muy preciso y muy claro. Incluso podría ser usado como texto para todo un curso de filosofía de la ciencia. Es un libro placentero, bien escrito y sin rodeos.

Los autores proponen una triple demarcación, que se fundamenta en una idea infinita, a saber: que el Ser no está hecho a medida del Hombre por lo cual la astroconciencia específica nos limita de manera fatal para lograr una verdad contundente. Pero, no podemos más que justificar las ciencias a nuestra escala, lo que daría prioridad al instrumentalismo sobre el realismo.

Tal visión nos remite al psicoanálisis como un modelo más inserto en el fragor de nuestros conocimientos que se acumulan en forma de símbolos y mitos. Aun cuando el subtítulo del tratado es valiente y se atreve a proponer una respuesta definitiva, lo que sugiere al final es una dialéctica infinita que enriquece la filosofía con nuevas categorías que debemos explorar.

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El amor no es una película de Disney. 8 mitos del amor romántico (I)

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Sexo + Psique

Por Yaroslabi Bañuelos 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Todos lo sabemos: el enamoramiento es la emoción más avasalladora que existe. Cuando estamos enamorados nos sometemos al otro en cuerpo y alma; la altas dosis de dopamina, serotonina y noradrenalina en nuestro cerebro provocan una euforia incontrolable, las mariposas estallan en el estómago y nos volvemos adictos a la presencia de la persona amada. En este mes del amor, te invitamos a leer la primera de dos partes sobre algunos mitos alrededor de él.

El enamoramiento actúa como una droga en el cuerpo humano, sus reacciones causan dependencia e incluso sufrimos síndrome de abstinencia cuando nos separamos de la mujer o el hombre que nos arrebata el sueño; casi existe una necesidad física de ver y estar en contacto con la persona amada. Debido a este estado alterado del organismo, muchas veces confundimos el “amor” con una simple obsesión neuroquímica.

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Esto no significa que enamorarse siempre sea terrible —aunque a veces lo parezca—, está claro que a partir de un estallido hormonal puede construirse una relación saludable y feliz, y también es posible que de un amor sosegado surja una pasión desbordada; no obstante, el problema nace cuando canalizamos esa energía pasional y amorosa en patrones, generalmente machistas, que se han establecido como una convención social y cultural a lo largo de la historia, es decir, cuando vivimos el amor a través de mitos.

En este caso, un mito equivale a simplificar la complejidad de las relaciones; es el conjunto de creencias irracionales y absurdas que nos señala cómo se supone que debemos experimentar el amor de pareja o el enamoramiento. El rico universo emocional y las posibilidades de tejer vínculos sanos en nuestras interacciones de carácter romántico y sexual, se desvanecen ante los clichés del cine rosa, las típicas canciones con mensajes de autoflagelación y el machismo imperante en las relaciones; sin embargo, no se trata de una situación inofensiva. Los estereotipos del amor romántico y las creencias distorsionadas pueden conducir a casos que van desde una profunda insatisfacción personal hasta la violencia de género.

A continuación algunos de los principales mitos del enamoramiento y el romance:

1. Mito de la media naranja

Sin ti estoy muerto, pues eres, lo que más quiero en este mundo, eso eres.

Eres, Café Tacvba

“Somos personas incompletas que sólo hallaremos la plenitud cuando encontremos a la persona ideal que encaje a la perfección con nosotros”.  Esta afirmación resulta un mito porque esencialmente ningún ser humano es “incompleto”, todos los proyectos de vida son distintos y tener pareja o estar soltero no son garantías de felicidad; comenzar y construir una relación sentimental es una elección personal, pero jamás será un requisito indispensable para lograr la autorrealización.

Cuando dicha creencia se introyecta como un patrón rígido de pensamiento, provoca que idealicemos a la “otra mitad” de forma obsesiva y la búsqueda del amor perfecto se vuelve desalentadora. Las altas expectativas sobre la mujer o el hombre ideal, así como la necesidad neurótica de pareja desencadenan sentimientos de frustración, ansiedad, angustia e impotencia al no hallar por ningún lado a esa persona que cumpla con la lista infinita de características que trazamos . Un molde que raras veces es llenado por los simples mortales.

El mejor camino para deshacer el mito de la media naranja, es dirigir nuestra energía y atención a los procesos de autoconocimiento y desarrollo humano. Entre mayor sea el amor propio, menor será la prioridad que le otorguemos a las leyendas de romances imposibles.

2. Mito de la omnipotencia

Eres quien me hace llorar, pero sólo tú me puedes consolar. Te regalo mi amor, te regalo mi vida.

A pesar del dolor eres tú quien me inspira.

Blanco y negro, Malú

El amor se suele pensar como sentimiento mágico que puede transformar milagrosamente a la gente de la noche a la mañana, pero sobre todo, se cree que el amor tiene la capacidad de soportar cualquier clases de obstáculos y barreras. Este es de los mitos más peligrosos, ya que en el intento por tolerar lo intolerable, en nombre del amor, muchas mujeres —principalmente— aguantan golpes, insultos, humillaciones, celos, rechazos y sufrimiento inconmensurable con la esperanza de que un día el agresor cambie y se arrepienta, o que se solucionen los problemas de pareja.

El amor no siempre tiene que ser incondicional; si existe violencia y dolor en la relación, entonces no hay oportunidad para amar plenamente. Los besos nunca transformarán los comportamientos sociópatas en conductas pacíficas; el amor no es una película de Disney, el amor “triunfa” cuando predomina el respeto y la empatía. Los sentimientos románticos no bastan para sostener una relación sana, es necesario desarrollar una comunicación eficiente, asertividad y confianza.

3. Mito del amor eterno

No sé si vuelva a verte después […] La historia de este amor se escribió para la eternidad.

El triste, José José

Alrededor del mundo, miles de parejas han tenido que soportar durante décadas matrimonios fallidos porque les hicieron creer desde niños que ese era un pacto de por vida, “hasta que la muerte los separe”. Sin embargo, no todas las relaciones pasan por los mismos procesos y experiencias; en muchas casos, la violencia, la hostilidad, la indiferencia y los engaños consumen hasta el último rastro del enamoramiento inicial, y la convivencia se vuelve casi imposible e irreparable.

En dichas circunstancias es conveniente poner en duda el mito del amor inmarcesible; es cierto que hay casos excepcionales donde la pasión y el romance perduran hasta el último aliento de los enamorados, en cambio, otras veces, la sublime historia de amor sólo dura una década, 5 años o unas cuantas noches. La duración del romance dependerá de factores como: la potencia bioquímica del enamoramiento, la construcción de lazos, la fortaleza del vínculo como pareja, el tipo de comunicación, la convivencia, el respeto mutuo y un cúmulo de circunstancias que deben ser resueltas.

FOTO: Proceso

Aquí concluye la primera parte de este artículo. No olvidemos que ante la presencia crónica de malestar generalizado, sufrimiento o infelicidad en la relación de pareja, es importante solicitar apoyo psicoterapéutico y orientación profesional que nos permita encontrar una salida victoriosa a los laberintos del amor romántico.

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Afrodisíacos: ¿realidad o simple placebo?

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Sexo + Psique

Por Yaroslabi Bañuelos 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Desde tiempos inmemoriales, el ser humano se embarcó hacia la búsqueda del placer y la felicidad, incluso antes de las grandes civilizaciones, los misterios del ser ya nos inquietaban; la inmortalidad, la juventud eterna y el sexo glorioso, fueron anhelos que se enraizaron en el imaginario social.

Sin embargo, además de buscar al satisfacción del propio deseo, en la antigüedad era muy importante lograr la fecundación, puesto que la mortalidad infantil era extremadamente grave a causa de las hambrunas y las múltiples enfermedades que proliferaban en las ciudades, por lo que tener descendencia se consideraba vital para la subsistencia de la familia, ya que esto significaba contar con más manos para trabajar y proveer alimentos al hogar.

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Con el objetivo de potenciar la libido y traer más bebés al mundo, en las comunidades se empezaron a utilizar brebajes, pócimas, remedios herbolarios y amuletos; asimismo, surgió la costumbre de consumir ciertos alimentos o platillos que —supuestamente— estimulaban el deseo sexual: los afrodisíacos.

Este término deriva del nombre de Afrodita, la diosa griega de la belleza y el amor, no obstante, el origen de los afrodisíacos es más remoto que los dioses de la Antigua Grecia; las primeras referencias escritas acerca de los potenciadores de la libido se encuentran en papiros que datan del Antiguo Egipto, fechados entre el 2200 y 1700 a.C. Después aparece en la India el famoso Kama-sutra, el cual no sólo propone posiciones para disfrutar del “arte del sexo”, también señala estrategias para incrementar el vigor sexual, por ejemplo, incita al consumo de alimentos como la leche o la miel, los cuales son reconocidos como fuente de energía.

Los afrodisíacos a través de la historia

Los primeros estimulantes sexuales eran alimentos o plantas cuya forma se asemejaban a los órganos sexuales, por ejemplo las orquídeas, moluscos, ciruelas, fresas, papayas e higos han estado asociados a la fecundidad y el placer por su forma semejante a la vulva; por otro lado, debido a su forma fálica, los espárragos, zanahorias, pepinos y plátanos, se vincularon con la potencia sexual masculina.

También hay plantas que se convirtieron en afrodisíacos por tener un olor similar a las secreciones sexuales, por ejemplo, la flor de castaño fue usada como brebaje desde la antigüedad porque se decía que tenía un olor semejante al del semen; asimismo, durante siglos, en algunas culturas se ha utilizado la carne o miembros de animales exóticos para estimular el apetito sexual, como es el caso de los testículos de león, bilis de oso, huevos de tortuga, grasa de antílope, carne de cobra, caballitos de mar, colibríes disecados, escorpiones, huesos de tigre o el cuerno pulverizado del rinoceronte.

Hoy en día, estas prácticas siguen vigentes y lamentablemente, algunos de estos animales se encuentran en peligro de extinción, y muchos otros son criados y masacrados en “granjas” para fines comerciales por la gran demanda que existe. Otros ejemplos de afrodisíacos extremos son la sopa china de nido de golondrina, el jugo peruano de rana o la receta del naturalista Plino El Viejo, quien recomendaba beber “la orina de un hombre en la que se haya ahogado un lagarto”. Si uno no tiene un lagarto, puede “usar como amuleto la sección derecha del pulmón de un buitre, envuelto en la piel de una grulla”.

¿Funcionan realmente los afrodisíacos?

El chocolate, el champán y los mariscos son algunos de los afrodisíacos más populares, aunque existen pocas evidencias científicas que apoyen su efectividad; tal es el caso de la Damiana y su famoso licor, símbolos culturales de Baja California Sur y sus áridas tierras, a los cuales se les han otorgado propiedades diuréticas y afrodisíacas, pero no hay muchos estudios serios que respalden las supuestas propiedades de esta planta, por lo que es probable que su fama se sustente más en la tradición popular.

Sin embargo, algunos componentes nutricionales que aportar determinados alimentos, como ciertos aminoácidos, vitaminas o minerales que podrían estar relacionados con el aumento del flujo sanguíneo que favorece a las erecciones y excitación, al incremento de energía y la producción de neurotransmisores y hormonas relacionadas con el deseo sexual o el placer (estrógenos, testosterona, dopamina, serotonina).

Algunos alimentos con supuestas propiedades nutritivas y afrodisíacas son:

Cardamomo

Es una planta aromática originaria de la India, sus semillas son conocidas como “semillas del paraíso” y al ser “picante”, genera calor corporal, teniendo un efecto vasodilatador; esta sensación se confunde con el calor generado por la activación sexual, pero únicamente tendría efecto afrodisíaco si la persona presenta una predisposición erótica, si se siente atraída por su amante o si el encuentro le resulta sensual.

El vino

Debido a un compuesto llamado histamina, el vino posee un efecto relajante que puede “sedar” los receptores en el cerebro responsables de los estados de ansiedad o estrés, pero en exceso esta bebida consigue el efecto adverso, es decir, somnolencia y disfunción sexual.

Ostiones y almejas

Los moluscos proporcionan grandes cantidades de zinc, mineral implicado en la regulación de los niveles de testosterona y estrógenos, así como en la producción de esperma.

Chocolate

El chocolate, contiene fenilalanina o “droga del amor”, un aminoácido que estimula la liberación se serotonina en el cerebro, lo que desencadena una sensación de bienestar y relajación y te predispone psicológicamente a mantener relaciones sexuales más satisfactorias.

Mariscos y la sandía

Los mariscos, el pescado y la sandía contienen arginina, un aminoácido que favorece el aumento del flujo sanguíneo necesario para mantener un erección durante el acto sexual. Otro alimento con la misma función es el jengibre, el cual es rico en vitamina K, y funciona en el organismo como un anticoagulante, mejorando la circulación.

Otros alimentos

Higos, fresas, espárragos, apio, ginseng y la granada, son ricos en boro, mineral que participa en la regulación de los niveles de testosterona, hormona que se asocia con un rendimiento sexual óptimo.

No obstante, algunos investigadores sostienen que para desencadenar los efectos estimulantes de dichas sustancias, estas comidas deberían ingerirse en cantidades enormes. Por ello, es posible que no sean las propiedades de los alimentos las que provocan la estimulación sexual, sino los factores psicológicos y sociales como la imaginación, la fantasía, el entorno erótico y el goce de los sentidos, condiciones que pueden generar que la libido se vea estimulada. Por ejemplo, disfrutar de los sabores, olores y texturas de una fruta o un platillo ayudaría a la relajación, a conectar con las sensaciones del cuerpo y canalizar la energía física y mental hacia el acto sexual.

Otra hipótesis indica que el deseo crecería entre los amantes por la sugestión o efecto placebo, es decir, la excitación se produce a nivel psicológico por la fuerte creencia de que el afrodisíaco va a funcionar y, efectivamente, funciona. Esto sucede porque ante una señal de “recompensa” —como una caricia o un beso —, el cerebro libera en el núcleo accumbens, los neurotransmisores relacionados con el placer, entre ellos la dopamina y la serotonina, y a su vez el estado de ánimo y el rendimiento sexual mejoran.

De esta manera concluimos que el cerebro es el órgano “sexual” más importante, ya que sin imaginación ni erotismo, sería muy difícil lograr el disfrute sexual. Es importante recordar que los afrodisíacos nunca podrán solucionar ningún problema sexual real ni los conflictos de pareja, por ello es recomendable buscar orientación médica, emocional y psicológica ante cualquier inquietud respecto a la calidad de tu vida sexual.

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¿Por qué no cumplimos los propósitos de Año Nuevo?

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Sexo + Psique

Por Yaroslabi Bañuelos 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El inicio del nuevo año nos explota en la cara, con sus mañanas frías, las deudas navideñas, los kilos de más que dejó diciembre y las garras financieras de la temida cuesta de enero; pareciera que apenas nos adaptábamos a las vicisitudes del 2018, cuando de pronto debemos dar el gran salto a un intempestivo 2019 que nos lanza fuegos artificiales para animarnos a seguir adelante, aunque la ansiedad postvacacional ya se haya apoderado de nosotros.

Algunos biólogos opinan que conforme envejecemos, la percepción del tiempo se acelera, el ritmo de vida cambia y empezamos a sentir que las semanas se escurren como agua frente a nuestros ojos; esto posiblemente debido a los patrones de hábitos, la rutina o los múltiples cambios del organismo, como las variaciones de la presión arterial o alteraciones  fisiológicas. Joaquín Sabina retrata a la perfección este efecto de la edad en uno de los versos de Lagrimas de mármol: Pero el futuro es cada vez más breve y la resaca es larga. Quizás por eso el Año Nuevo siempre nos toma desprevenidos.

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Y bien, como la tradición lo dicta, el comienzo de otra vuelta al sol es un momento clave para hacer un balance de los logros y las pérdidas, de los aprendizajes personales y los tropiezos. Para millones de personas, el 1 de enero es una fecha estratégica en la planeación de las metas a cumplir en los próximos 365 días. Sin embargo, sabemos de antemano la dolorosa verdad, muchos de estos propósitos se convierten en un simple repertorio de utopías, buenas intenciones que se abandonan en el pedregoso camino del calendario ante la primera dificultad que se presente.

Hacer ejercicio, bajar de peso, dejar de fumar, aprender un nuevo idioma, comer saludable, viajar por el mundo o leer más libros, son algunos de los objetivos que solemos repetir hasta el cansancio en la típica lista decembrina y, en definitiva, son metas que anhelamos ferozmente porque —suponemos—, mejorarán nuestra calidad de vida, pero… ¿Por qué no logramos materializar esos propósitos que nos planteamos con tanto ahínco al inicio del nuevo año?

No son metas realistas

Hay que considerar que no es muy realista empezar enero con un radical cambio de hábitos, sobre todo después de vivir semanas entre los excesos: gastos desmedidos, abundante comida, grandes dosis de alcohol, holgazanería e infinitas horas de Netflix. Es normal sentir pereza al intentar levantarnos de la cama para salir a correr con la mejor sonrisa del mundo, como si de un comercial de bebidas energéticas se tratara; es normal repudiar un plato de lechuga y betabel, y luego fantasear con los suculentos platos de pozole que inundaban las pasadas fiestas; es normal extrañar las viejas rutinas.

Los hábitos son comportamientos muy arraigados a nuestra personalidad, se trata de conductas aprendidas a lo largo de los meses, años, incluso décadas; sería muy ambicioso e irracional creer que podemos eliminar o desaprender un vicio de “la noche a la mañana”, o por otro lado, aprender por “arte de magia” una nueva serie de conductas que jamás hemos puesto en práctica.

Los seres humanos nos sentimos seguros y protegidos en ambientes que nos resultan familiares, donde no corremos ningún peligro y estamos a salvo del salvaje mundo exterior, es decir, la zona de confort; sin embargo, olvidamos el estado de transitoriedad de las cosas y la naturaleza cambiante de las relaciones y las dinámicas personales: la transformación de todo lo que conocemos es inevitable, el cambio es vital para la salud mental.

Una estrategia efectiva para vencer a la zona de confort y la desidia, es plasmar tus metas por escrito y evitar que los propósitos se conviertan en oraciones vagas o pocos definidas; entre más específicos sean los objetivos, más realista será la planificación y existirán más probabilidades de que tu soñado plan se materialice. Se trata de traducir las buenas intenciones en conductas concretas.

Por ejemplo, podríamos modificar la imprecisa frase “empezaré a hacer ejercicio”, por “todos los días de enero saldré a caminar 40 minutos. Durante el mes de febrero caminaré 50 minutos cada día. A partir de marzo voy a caminar diariamente durante 1 hora”. En este caso, observamos que la “intensidad” fue aumentando y eso permite adaptarnos mucho mejor a las nuevas conductas que queremos implementar.

Autoengaño

Una actitud optimista siempre ayuda, sin embargo, hay que reconocer que los propósitos más populares provienen de aspectos que nos desagradan de nosotros mismos, incluso que odiamos; quisiéramos desaparecer para siempre todos los defectos terribles que tenemos, no obstante, al tratar de ocultar o reprimir esas imperfecciones sólo cultivamos el auto-rechazo, ya que estamos percibiéndonos como un enemigo a vencer sin apreciarnos en el espejo como un ser integral.

Es mucho más saludable emocionalmente, entender la personalidad como un Todo, como un paisaje con múltiples matices en donde se mezclan la luz y la sombra. El psicólogo humanista Carl Rogers señala que la capacidad de aceptación total de quién eres y de las experiencias que sufrimos es necesaria ante cualquier proceso de transformación individual: La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal como soy, entonces puedo empezar a cambiar.

La impaciencia

En una época donde lo “normal” es ir a un ritmo hiperacelerado, resulta comprensible que durante las primeras semanas nos frustremos y hasta perdamos el buen ánimo al no observar resultados rápidos; muchas veces deseamos un cambio instantáneo, pero las expectativas son altas y el fruto de tanto esfuerzo no es el esperado. Es precisamente en este punto cuando corremos el riesgo de abandonar el camino hacia la meta.

No obstante, hay que recordar que un cambio conductual duradero es progresivo, por lo que sería muy difícil simplemente hacer “borrón y cuenta nueva”, por ello la clave del proceso de transformación se encuentra en la motivación y la disciplina. A veces la habilidad de concentrarse en el presente también puede ayudar; no es una obligación esperar hasta fin de año o hasta que tu propósito se cumpla por completo para celebrar todo el esfuerzo dedicado, por cada avance otórgate un premio o estímulo que te impulse a seguir con entusiasmo el duro camino de la fuerza de voluntad.

También puedes elaborar una lista de todos los beneficios que traerá a tu vida el cumplir con estos objetivos, y por último, prémiate en el momento que logres cumplir un paso hacia tu objetivo final, pero sobre todo, disfrútalo. Recuerda que los propósitos de Año Nuevo no deben significar una carga o un sufrimiento intolerable, sino una oportunidad para reinventarnos y motivarnos en el día a día.

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