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Poetas científicos y científicos poetas

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

Pero del científico corno del poeta, 

es el pensamiento desinteresado lo que se intenta honrar aquí. 

Que aquí al menos no se los considere como hermanos enemigos. 

Pues sostienen la misma interrogación sobre un mismo abismo, 

y únicamente difieren sus modos de investigación.

Saint-John Perse

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Ernesto Cardenal leía su Cántico cósmico a menos de un metro de mi mirada. Había asistido a mi programa de radio Poiesis y esa noche hubo una atmósfera de luz. Mi mirada bebía de la suya porque sus palabras me hipnotizaban. No porque fuera un sacerdote, tampoco por su pasado de exguerrillero o por ser candidato a Premio Nobel. Era la magia en la voz de un hombre que cantaba al polvo de estrellas y a las galaxias dentro de nosotros mismos. Esa noche estuve junto a un verdadero poeta.

Dice Cardenal: 

Observando la danza de los astros/ percibieron que había orden en el cielo/ y así un día podría haber orden en los hombres. / El cosmos canta. ¿Pero para quién? / ¿Por qué el mirlo es tan musical/ pasada le época de la reproducción?

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Esa noche Sandino Gámez me instó a escribir algo sobre esa experiencia. Cardenal habló sobre la ciencia en la poesía y de eso justamente aquí expongo. Mi percepción de ambas maravillas que se imbrican como las dos actividades dignas de llamarse humanas. Siempre he sostenido que el científico es antes que el poeta en una escala de la percepción porque el primero deduce y pone a prueba y el segundo imagina y sueña. Los dos intuyen, el primero se constriñe, el segundo especula.

La ciencia es la mejor actividad que los humanos tenemos para conocer la realidad fuera de nosotros mismos; confiable a pesar de sus errores y limitaciones. Nos lleva a pensar, y a pesar de su amoralidad trata de ser una luz en las tinieblas de la ignorancia y la superstición. Desde la India antigua con sus conocimientos en medicina, pasando por Aristóteles, hasta la teoría de las supercuerdas, la ciencia es un derrotero de lo maravilloso.

La filosofía y la epistemología también se estructuraron en los cantos de poetas como Heráclito, Parménides o Lucrecio. Este último desarrolló la teoría de la materia en sí misma, la ciencia como liberadora del hombre y la vida en el universo en su poema ‘Sobre la naturaleza de las cosas’ escrito en el siglo IV a.C.

La poesía nació como un canto sagrado donde la palabra y la eufonía sirven para henchirnos, aterrorizarnos, sentir lo maravilloso y tremendo del cosmos que no entendemos. Como un resabio de la magia, no mueve a los astros pero nos ayuda a perfeccionar nuestros ideales por medio del sueño.

Las ciencias nos dan argumentos y pruebas para inferir si existe o no un libre albedrío, nos ayudan a perfeccionar nuestros conceptos de materia y energía por medio de la lógica y la inteligencia. A veces el poeta se nutre de las ciencias, de sus conceptos, de sus palabras porque hace suya la traducción del universo hacia la belleza.

No en balde algunos poetas han sido científicos como Nabokov (entomólogo) o Nodier (zoólogo); en la antigüedad no se definía todavía el concepto de ciencia como lo aceptamos ahora pero muchos tenían un viso de medicina, astrología y alquimia como Dante que también fue boticario.

Los poetas han abierto canales de intuición maravillosos que después la ciencia descubre o inventa en analogías sorprendentes. Por ejemplo, ya Bocaccio había cantado sobre las lenguas de piedra como reminiscencias de animales antediluvianos mucho antes que se descubriese que eran dientes fosilizados de tiburones. Para algunos, Eureka de Poe es la anticipación de una teoría electromagnética y en el Fausto de Goethe se prefigura el mar como cuna de la vida material mucho antes que de Oparin. Por cierto, Goethe, es el padre de la anatomía vegetal e intentó refutar la teoría de la luz de Newton.

Cyrano de Bergerac, en su afán por explicarlo todo escribe en Historia cómica de los estados del sol y la luna:

 Esto me hizo imaginar que descendía hasta la luna (…) –Pues- me decía a mí mismo-, al ser esta masa menor que la nuestra, la esfera de su actividad debe tener menos extensión y, por lo tanto, he tardado más en sentir la fuerza de su centro. 

Cyrano presiente las leyes de la gravitación universal ¡Casi medio siglo antes que Isaac Newton las formulara matemáticamente! 

Por supuesto que, la imaginación cumple con reverberaciones de intuición, se me reprocharía que existan muchos ejemplos contrarios donde parece que las metáforas no tienen que ver nada con el universo real que codifica la ciencia y es lógico pues el poema cae en el reino de la posibilidad total.

Los poetas se han nutrido de los conocimientos y teorías científicas, falsas o verdaderas, para enmarcar una atmósfera, recordemos a Dante que utilizó el sistema astronómico de Ptolomeo para situar el viaje en La Divina Comedia. En la misma, acerca de los vientos dice:

 Oíase a través de las turbias ondas un ruido, lleno de horror que hacía retemblar las dos orillas, asemejándose a un viento impetuoso impelidos por contrarios ardores. 

Dante se refiere a una causa de los fenómenos atmosféricos, cuando el calor que enrarece el aire aumenta su volumen y disminuye su densidad, de lo cual resulta que busca su equilibrio en diversas partes del planeta provocando vientos.

También los poetas critican el poder oscuro que emanan los descubrimientos científicos. Pablo Neruda escribe toda una Oda al átomo donde acusa el poder horroroso que los hombres desencadenaron con la bomba atómica, remite:

Pequeñísima estrella, / parecías para siempre enterrada en el metal: /oculto, / tu diabólico fuego. / Un día golpearon en la puerta minúscula: / era el hombre./ 

Luego:

eras una fruta terrible, / de eléctrica hermosura, /

y entonces el guerrero te guardó en su chaleco / como si fueras sólo una píldora norteamericana, y viajó por el mundo / dejándote caer en Hiroshima.

Machado poetizó en contra del Principio de Lavoisier (Primera ley de la termodinámica)- en realidad en contra la aparente esperanza que nos pueda dar:

Dices que nada se pierde/ y acaso dices verdad; / pero todo lo perdemos/ y todo nos perderá. 

Borges en su poema a la cantidad, después de analizar lo infinito, lo inconmensurable del tiempo y de las cosas, no se atreverá a juzgar la lepra ni a Calígula. Pedro Salinas en Cero:

Invitación al llanto. Esto es un llanto, / ojos, sin fin, llorando/ escombrera adelante, por las ruinas / de innumerables días. / Ruinas que esparce un cero- autor de nadas, / obra del hombre-, un cero, cuando estalla. 

Imbricados por los fenómenos de los universos conocidos, llamamos a la poesía como un peldaño más verdadero que la ciencia, siendo esta una disciplina que ha abierto caminos imposibles e increíbles para nuestro deleite. Pero si nuestras sensaciones nos engañan, en la poesía nos abren camino y nos destellan. No quiere decir esto que la ciencia es un método de conocimiento menos efectivo, al contrario, es mejor. Es un peldaño donde conocemos la realidad de manera más exacta que otro cualquiera, incluyendo la poesía. Los fenómenos del universo que descifra son altamente poéticos en el rango de la belleza y la imaginación. Saber que los tiburones poseen una mandíbula protusible o que el diseño de la cabeza del tiburón martillo que detecta el campo electromagnético en el fondo apareció en la evolución cuando la polaridad del planeta cambió, es fascinante. Einstein dijo que la mejor cualidad del científico es la imaginación, esto aplica lo mismo para el poeta.

Nada más poético que la posibilidad de que las partículas elementales estén hechas de ondas que vibran, como si la energía fuese música. Bueno, esa es parte fundamental de la teoría de las supercuerdas en Física. Conocer que existe un hongo dorado bajo el humus en la jungla que mide cerca de veinte metros es habitar un sueño y más cuando conocemos la comunicación hormonal y mineral entre las raíces de los árboles por medio de canales micóticos. La mínima turbulencia en un sistema como el aleteo de una abeja puede provocar una tempestad y saber que la entropía conlleva irreversibilidad es tan estremecedor como el verso de T. S Eliot:

I will show you fear in a handful of dust (Te mostraré el miedo en un puñado de polvo)

Uno de los versos más hermosos que he leído y que remite trascendencia es ‘La luz no envejece’. No lo escribió ningún poeta, fue el Premio Nobel de física Brian Green.

Cardenal hace lo mismo en su cántico cósmico, toma el descubrimiento de que todo nuestro carbón ha sido forjado en las supernovas y como somos de carbón (de hecho todos los seres vivos) entonces tenemos en nuestra constitución material polvo de estrellas.

Remito al lector as que lea el monumental Canto a un dios mineral de Jorge Cuesta, que, como bioquímico experimentó la ergotina en sus percepciones (quizá descubrió el LSD antes que Hoffman, pero no publicó sus resultados) y se aplicó un tratamiento enzimático buscando la reversibilidad del envejecimiento. Su genio lo llevó al suicidio después de emascularse. Quede ‘Canto a un dios mineral’ como un himno a la materia constructora y destructora de sí misma.

El poeta traduce el universo a su sensibilidad e inteligencia, su arma es la imaginación dinámica y su terreno el cosmos sin restricciones, analiza cantando.

Un ejemplo profundo de Shams-ud-din Muhammad Hafiz, poeta persa nacido en 1325:

Me dijiste una vez: Deja tu vida 

en mis manos y te daré la paz. 

Y mi vida te di sin pesadumbre 

más la paz no me llegó. 

En cuatro versos abrió umbrales en todos los humanos que lo han leído hasta la fecha, universalmente nos deleita con la impotencia, la desilusión, incluso el problema teológico o nihilista; lo mismo puede referirse a un amigo, al ser amado o una divinidad. Las posibilidades son tantas como lectores y la cadencia y el color a pesar de ser traducción de su lengua original no se pierden con el tiempo. Eso no sucede en la ciencia, las teorías científicas del siglo XIV han cambiado, evolucionado, algunas se han desechado. En cambio el poema sigue vibrando en nuestra sangre porque mientras seamos humanos tenemos el comportamiento específico.

En la ciencia la magia no existe, se busca siempre una respuesta lógica porque lo mágico está en la materia y se le despoja del adjetivo al encontrarlo racional. La poesía es el resabio de la magia porque la palabra provoca un estado anímico especial. No en balde aún está unida en los cánticos místicos de las culturas como en esta canción sagrada tehuelche:

 

Üloküs iagülwawütr gaiau küsüna

waptsjülnana salpün kanana

kalwum a atasajou

ka amaha kalwun, amahaja kalwum,

sagap atütgütchanük.

 

No es para jugar nuestro emblema;

partía al medio la manada (o bandada)

(el) corazón de tigre, 

tigre del sol (o luna), del sol (o luna)

brazo pintado (dibujado).

 

Es notable la presencia del tigre (jaguar americano) en los linajes de toda la Patagonia. Es dable recordar, que este félido vivió hasta en Tierra del Fuego. El último jaguar del que se tiene registro en esta zona, fue cazado a fines del siglo XIX, en la margen norte del Río Colorado. También el zoólogo puede reconstruir la biogeografía de un animal por la tradición de los pueblos.

En la Poesía la belleza es el trasfondo y objetivo, hay una danza que evoca, estos versos eróticos del chileno Santiago Azar:

 Eres una pantera de barro fresco, 

ansiosa de carnes rojas, hambrienta de vapores.

La ciencia no puede cuantificar suspiros y aunque se ha descubierto que la esperanza en cualquier cosa produce efedrinas en el cerebro (lo que explicaría la fe); no hay otro lenguaje para el erotismo que el arte.

En la poesía está lo verdadero del hombre, en la ciencia la realidad del universo respecto al hombre, según pruebas de confirmación y error. No hay otros métodos mejores para entender y aprehender el caos en el que habitamos.

En su discurso para recibir el Premio Nobel de literatura, el poeta Saint-John Perse dijo:

Por más lejos que la ciencia haga retroceder sus fronteras, y sobre todo el arco extendido de esas fronteras, se escuchará todavía correr la jauría cazadora del poeta. Ya que si la poesía no es, como se ha dicho, “lo real absoluto”, es sin duda su más próxima aspiración y la más cercana aprehensión, en ese límite extremo de complicidad donde lo real en el poema parece informarse a sí mismo.

Así pues, el Poeta es más poderoso en su visión. Lo dice mejor este poema de José Emilio Pacheco:

Segismundo Freud / tras arduo estudio/ descubrió lo que al otro/ le costó un verso / el delito es haber nacido. 

Refiriéndose a Calderón de la Barca. 

Roald Hoffman, que recibió el Premio Nobel de química en 1981, experto en la estructura molecular, es un poeta cuyos libros de arte enlazan las dos visiones. Hoffman advierte que en el mundo de la ciencia es más fácil construir un devenir que en el mundo de las letras. Mientras que el 65 % de los trabajos científicos son aceptados en cualquier revista especializada del mundo, sólo el 5 % de los poemas que se reciben en el mundo del arte son publicados. Uno de sus poemas diferencia al arte de la ciencia se refiere al Grito’ pintura de Münch y acaba:

Pero la intromisión de la molécula de pintura es muy fuerte/ libera sólo moléculas de pintura, en patente demostración/ del Principio de Incertidumbre. La pintura cuelga; / el cielo noruego y el puerto recogen el grito/ reflejándolo hacia el cráneo del observador. / Allí, resonando, se produce el cambio. 

La ciencia, poderosa herramienta que nos deslumbra, el arte, el que nos traduce la emoción del cosmos. El científico puede llegar a ser un esteta, pero el poeta siempre es un pequeño dios. Por mucho que los experimentos nos desvelen discusiones lógicas nada nos abrirá más puertas de la percepción que el arte. ¿Qué puede superar La sinfonía fantástica compuesta por Hector Berlioz, basada en su ensueño de opio y deseo por Harriet Smithson? Tal vez el entendimiento de los alcaloides y el estallido neuronal ayuden a potenciar el placer.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Pablo Aldaco, un poeta a secas

El librero

Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Uno ha leído la poesía suficiente como para darnos cuenta de lo necesaria que es para limpiar las cañerías del alma, es decir, de las tormentas que conlleva y del impacto que produce su presencia. Algo así me sucede al leer la poesía de Pablo Aldaco, que antes de ser cantor, es un poeta que despliega sus alas ganadas a pulso desde la experiencia del verbo, desde los versos que se activan en dos de sus libros, La noche que se expande (Ediciones Los Ablucionistas, 2011) y Corazón, punto cero (Ediciones Aldamar, 2018).

Pablo Aldaco nació en Hermosillo, Sonora, en 1989. Es un raro artista que es difícil encontrar en el medio del espectáculo, pues tiene la virtud de ser un estupendo cantautor y un poeta que ha sabido darle voz a la poesía por sí misma, más como merecedora de sus atributos poéticos que como trovador de sus alcances musicales, que es decir bastante. En ese sentido, es un artista muy completo porque conoce perfectamente los significados de sus búsquedas literarias, un bardo que se vale de la armonía para darnos su versión de la realidad.

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Consciente de su capacidad y talento, hizo un diplomado de creación literaria en la Sogem, lo que le ha permitido acudir a encuentros nacionales e internacionales como en Cuba, Perú, Argentina, Chile y España, además de abundar con mayor calidad su obra musical, como en los discos Primeros vuelos, Pablo Aldaco, Nube de verano, Crepuscular y Hombre del paraíso, que pueden ser escuchados en las distintas plataformas digitales.

Su relación con la poesía lo ha llevado a experimentar con versos donde explora sus dilemas cotidianos y confronta sus demonios y fantasmas para limpiar el camino de sus inquietudes, en especial los dos libros que mencionamos al principio de esta nota, más en el de 2018, Corazón, punto cero, donde podemos ver a un poeta maduro, sabedor de que ha resuelto parte del misterio estético y de que con esa armadura bien vale la pena cantarle a sus seguidores no solo por oficio sino por devoción a la poesía misma.

Todos los poetas con oficio deberían tener un guitarra porque con ello sabríamos que el canto viene no solo de la poesía, sino de vivir la vida. ¿Qué poeta puede prescindir de su guitarra y abandonar el ritmo de sus versos?. De seguro ninguno, máxime si los poetas modernos han olvidado cantarle a la cotidianidad para abrevar un poco de esa escurridiza comprensión de lo que significa vivir, como en La noche que se expande, que con simpleza nos establece un recorrido por las cosas que se han ido para siempre, pero que mantienen su contacto con su propia experimentación dentro de las ciudades.

Es justo decir que Pablo Aldaco es un consumado diletante que encausa sus arreglos poéticos para socavarle un poco al significado de las cosas su estrategia de guardar el dulce sabor del fuego, que es lo que anima al poeta a rasgar las cuerdas de la música. Merece mucho la pena leer a Pablo Aldaco, aprender cómo es que un poeta logra llevar su voz fuera de sus libros para ofrecernos la oportunidad de esgrimir la poesía como un acto de entrega a las palabras, sostén de todo acto de entendimiento con el otro y con su espejo.

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Jorge Teillier, un poeta que olvidé 

El librero

Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Uno olvida a veces poetas y poemas sustanciales que nos llamaron la atención en algún momento. También ocurre que dejamos de interesarnos por la poesía, más por el interés inicial de darse a conocer que por lo que estética y humanamente significa, es decir, que abandonamos la búsqueda desesperada del reconocimiento para sustituirla por el gozo inherente, el sentido que vamos adquiriendo conforme vamos avanzando en lecturas y en experiencias de vida. Porque he aprendido que sin vida no hay poesía, esto no como un cliché, sino como una auténtica conmoción de entrar en contacto con el acto poético.

Y justo me ha ocurrido que en estos días un contacto de Facebook me hizo recordar a un poeta enorme que había olvidado y que conocí gracias a un chileno con el que dialogué a mediados de los noventa en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM —durante una charla solitaria en la entonces cafetería Mascarones—, a quien por cierto nunca más volví a ver; ni siquiera me dijo su nombre ni yo a él. Lo que sí me viene a la memoria es que ese personaje era un chico culto, un voraz lector, admirador de los clásicos griegos y latinos, además de autores del Renacimiento y de poetas modernos a quien él veneraba. Entre las cosas que mencionó estaba el poeta chileno Jorge Teillier. Aquel desconocido fue generoso: habló de su poesía y de cómo había influido en él. Me recomendó sus libros.

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Hoy que me viene su recuerdo, me doy cuenta de que no cumplí con la promesa de leerlo; solo me había quedado absorto con la maestría de aquel joven intelectual que hablaba compulsivamente de narradores, poetas, filósofos. En estos días me puse a buscar algo de Teillier y me encontré con dos de sus obras: Los trenes de la noche y otros poemas (1961) y Para ángeles y gorriones (1956). En general su voz es nostálgica, de quien ha vivido profundamente y saboreado el instante desde la imagen y desde el gusto de desplegarlo en la poesía. En Los trenes…, por ejemplo, donde él tenía veintiséis años, escuchamos a un poeta con una voz anciana, de quien conoce las raíces profundas de la cotidianeidad y es capaz de expresarla con una madurez contundente. Mientras que en Para ángeles…, con veintiún años, se experimenta desde la vida diaria lo que nos dicen los objetos, el crecimiento de las exploraciones de la vida y de cómo cada instante nos ofrenda su eternidad, que se impregna de olores y sabores.

Jorge Octavio Teillier Sandoval nació en Lautaro en 1935 y murió a la edad de sesenta años en Viña del Mar en 1996, por los años en que conocí a aquel chileno desconocido. Fue de la generación de los nacidos en los cincuenta —como a muchos se les comenzó a catalogar a partir de entonces— y creador y exponente de la poesía lárica, influido seguramente por Vicente Huidobro —uno de sus referentes poéticos—, y su creacionismo. Lo cierto es que hay mucho que decir de este poeta que a mí me despierta el deseo de regresar a la poesía por necesidad y menos por el honor de premiarme y que me arrinconen en el olvido. Por hoy aquí lo dejo y más adelante les platicaré de sus libros y algo de su vida.

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Yaroslabi Bañuelos: Premio Iberoamericano de Poesía

FOTOS: Cortesía.

El Beso de la Mujer Araña

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En recientes días, el Facebook de varios literatos, promotores culturales y aficionados a las letras en Baja California Sur, se volcaron hacia Yaroslabi Bañueños Ceseña, por la obtención del Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía “Carlos Pellicer” con su poemario Inventario de las cosas perdidas. Lo anterior, la coloca de nuevo en los reflectores de los nuevos y potentes talentos de la literatura en la media península.

Decimos “de nuevo”, porque la escritora no ha dejado de trabajar y obtener reconocimientos en los últimos años. El año pasado realizamos una entrevista a propósito de la publicación de Otro agosto habita el aire; entonces, además del Premio Estatal de Poesía 2019, recibía el primer lugar de los Juegos Florales Nacionales Carnaval La Paz 2019, los XLVI Juegos Florales Margarito Sández Villarino y el Primer Concurso Municipal de Poesía “Letras Nuevas”. De nueva cuenta, sobresaliendo a nivel internacional, CULCO BCS le solicitó una entrevista que transcribimos a continuación.

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CULCO BCS: Platícanos, primero, ¿cuál fue el proceso para escribir el Inventario de las cosas perdidas? ¿Cómo es que se publica?

Yaroslavi: Todo comenzó gracias a la convocatoria “Vivir el encierro” de la revista “Punto en Línea” (UNAM), publicada en abril de 2020, en la cual se abordaba el tema de la escritura y la vida cotidiana desde múltiples experiencias a raíz de la contingencia sanitaria provocada por el Covid-19. Participé en dicha convocatoria y los dos poemas que envié fueron seleccionados para ese número especial de la revista. A partir de aquel momento, motivada por la experiencia de publicar en “Punto en Línea”, empecé a construir el manuscrito que después se transformaría en Inventario de las cosas perdidas; aunque algunos de los poemas ya existían, la mayor parte del libro se trabajó y se revisó durante aquellos primeros meses de pandemia. Poco tiempo después de que mis textos sobre la cuarentena fueron publicados en la revista y el poemario quedó armado, el libro se presentó ante un comité editorial de Literatura UNAM que dictaminó de forma favorable y así Inventario de las cosas perdidas fue publicado por Ediciones de Punto de Partida.

¿Cómo fue que ganaste el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2021?

A finales del mes de septiembre vi que la convocatoria aún se encontraba abierta, tan sólo unos días antes de que el certamen cerrara, y decidí enviar mi libro porque dentro de las bases se mencionaba que tres de los seis ejemplares enviados se donarían a la Biblioteca Pública “José María Pino Suárez” de Villahermosa, Tabasco. Este detalle de la donación de libros fue lo que me animó a participar, ya que pensé en las posibilidades y en la emoción de encontrarme a través de la poesía con lectoras y lectores de otros puntos del país.

Considero que tu trayectoria como creadora ha crecido mucho en los últimos años, y este premio es fruto de ello. ¿Te ha “caído el veinte” de que ya eres una de las más importantes escritoras sudcalifornianas? ¿qué sientes al respecto?

En realidad, no es algo en lo que piense mucho, soy escritora porque me apasiona leer y perderme en otros universos, aunque estos sean mundos oscuros. Escribo cuentos y poemas desde que tengo seis años, simplemente ya no concibo mi vida de otra manera, los libros han sido siempre mi mayor refugio, el hogar donde estoy a salvo de esa bestia rabiosa que es la ansiedad. Por eso me gusta seguir el consejo de Ray Bradbury: Las cosas que haces deberían de ser las cosas que amas, y las cosas que amas deberían de ser las cosas que haces.

En tu poesía hay mucho de los recuerdos y lo cotidiano, ¿usas la poesía como una catarsis, ¿cómo influye en tu visión de las cosas?

Siento que la poesía es mi manera de contar historias, mi estrategia para visibilizar aquello que necesita ser nombrado. Creo que mediante la Palabra podemos señalar el origen del dolor, perseguir fugaces destellos de belleza, explorar las junglas de la memoria, rescatar la historia familiar olvidada, denunciar las opresiones e injusticias que nos golpean, coleccionar fantasmas o atrapar a los pájaros de la tristeza.

La poesía no es una varita mágica para curar llagas emocionales ni sanar heridas psicológicas, sin embargo, es indudable la capacidad catártica del arte y el enorme poder de sublimación que brota a través de la escritura poética, y eso es lo que convierte a la poesía en una especie de conjuro: las emociones, las experiencias, las voces y los pensamientos se filtran hasta que sólo queda un misterio, una puerta, una llave, un espejo. Muchas veces los poemas más demoledores nacen de lo terrible.

¿Hay algún proyecto en puerta? ¿Qué actividades literarias has realizado últimamente?

Recientemente concluí el proyecto de poesía en el que estuve trabajando a lo largo de este año, con el apoyo de la beca de Jóvenes Creadores del FONCA. Es un poemario al que le he dedicado mucha energía, cariño y un enorme compromiso; espero en el futuro también ver publicado este manuscrito y tener la oportunidad de seguir compartiendo el cobijo de las letras. Además de los planes para próximos libros, otro de mis proyectos es la creación y realización de diversos talleres de poesía, escritura terapéutica, autobiografía poética, entre otros; este es un trabajo que he llevado a cabo desde hace varios años y me gustaría continuar ofertando talleres, sobre todo, con la intención de abrir espacios que fomenten el quehacer literario, no desde una perspectiva elitista donde la poesía es un objeto de lujo al alcance de unas cuantas personas, si no a partir de un enfoque más social, más humano y empático que nos permita estrechar lazos comunitarios. Ya lo dijo Roque Dalton: la poesía es como el pan, de todos.

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Robots poetas. De algoritmos y versos

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En 1996, Deep Blue derrotó a Gary Kasparov en una partida de ajedrez. Han pasado dos décadas de que una inteligencia artificial superó a un genio en su terreno. ¿Puede ahora otra emular el fondo y la forma de un Dante Alighieri en lo sublime?

En 2019, una compañía de inteligencia artificial llamada Engineered Arts lanzó el robot Ai-Da, a petición del dueño de la galería de Oxford. El objetivo fue crear una inteligencia artificial que pintara, esculpiera y escribiera poesía. La habilidad para el dibujo se la otorga un  programa desarrollado por investigadores de la Universidad de Oxford mediante un brazo mecánico, una mano biónica y cámaras en los ojos diseñados para tal fin.

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La computadora fue instalada en un robot con forma de mujer bautizada en honor a Ada Lovelace –la hija del celebérrimo Lord Byron-, matemática decimonónica que junto con Charles Babbage fue pionera de las computadoras mecánicas.

Para engañar a los despistados, la robot tiene un torso y rostro femeninos, que perturban al inconsciente, pues estamos acostumbrados a humanizar los objetos.

Desde entonces, Ai-Da ha pintado a diversas personas, dado conferencias, y hasta arrestada por diez días en Egipto, como sospechosa de espionaje.

En la conmemoración de los 700 años de la muerte de Dante, Ai-Da “leyó” —es decir, le metieron La Divina Comedia traducida al inglés. Entonces, mediante sus algoritmos que se nutren de su banco de datos de palabras y análisis de la sintaxis y la retórica, la computadora escribió poemas inspirados en la obra medieval.

Ai-Da genera los poemas a través de modelos de lenguaje y provee 20 mil palabras en 10 segundos.

Algunos de los versos que “leyó” en el museo de Oxford fueron:

A needle and thread would be necessary / For the completion of the picture. / To view the poor creatures, who were in misery, / That of a hawk, eyes sewn shut.

Según la poeta Carol Rumens es un verso poderoso y el ritmo fluye adecuadamente.

Otro verso dice: We looked up from our verses like blindfolded captives, / Sent out to seek the light; but it never came.

Ai-Da logra escribir versos, pero… ¿puede comprenderlos? Sus versos pueden parecer inteligibles, pero…¿significan algo? En el arte, la forma es la mitad de la obra. La calidad de pensamiento es el fondo, la otra mitad de una obra.

Sostiene Jesús Maestro que la poesía es filosofía en verso.  En el arte, la hermenéutica es requerida para dilucidar el fondo tras las metáforas o símbolos. Así, todo espectador funge como un hermeneuta. El hermeneuta es aquel que se dedica a interpretar y desvelar el sentido de los mensajes, haciendo que su comprensión sea posible y todo malentendido evitado. Un artista conlleva una intención al realizar una obra, incluso la impostura de fingir una no-intención resulta ya una.

¿La computadora tiene una intención de expresar un pensamiento filosófico o sólo vomita resultados según su programa?

Algunos matemáticos defienden la idea de una Inteligencia Artificial fuerte en la que el cerebro no es muy diferente a una computadora digital. Ambos ejecutan algoritmos pero la diferencia entre un cerebro humano y una computadora electrónica radicaría solamente en la construcción material de cada uno.

Simon y Newell afirman que desde que hay máquinas que pueden crear, el problema mente-cuerpo está cerrado, ya que la posibilidad de la conciencia se reduce a la ejecución y resolución de algoritmos.

La idea de que habitamos una realidad cósmica regida por leyes matemáticas se liga con el pensamiento de Anaxágoras sobre el Nous: si nuestro cerebro entiende el cosmos, es porque está regulado por leyes fisicomatemáticas precisas.

Hay científicos como Roger Penrose, o filósofos como John Searle, que piensan que esto es falso. Para ellos no se sostiene la idea de que nuestro pensamiento es básicamente lo mismo que la acción de una computadora muy compleja. Como un idealista platónico, Penrose argumenta que debe haber algo especial y esencial en los cerebros biológicos, especialmente en el humano, que está ausente de cualquier imagen puramente computacional. Eso es la conciencia.

Un universo gobernado por leyes que no permiten la conciencia no es un universo en absoluto, sostiene Penrose. Añade que la mente consiente no puede trabajar como una computadora.

Searle, como buen filósofo lógico, propone el experimento mental de la habitación china para refutar la afirmación de Simon y Newell.

El silogismo es: si la inteligencia artificial fuerte es verdadera, hay un programa para el idioma chino tal que cualquier mecanismo que lo ejecute entiende chino. Una persona puede ejecutar, mecánicamente, un programa para el idioma chino sin entender el idioma chino. Los argumentos de la inteligencia artificial fuerte son falsos porque en realidad el sistema no entiende chino, nada más simula entender.

La propia Ai-Da escribió, desde su programación: There are some things, that are so difficult – so incalculable. / The words are not intelligible to the human ear; / She can only speculate what they mean.

¿Será una ironía o una mera casualidad?

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