Eusebio Francisco Kino: La fe y la ciencia en las fronteras de la Nueva España

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Eusebio Kino nació el 10 de agosto de 1645 en Segno, un pequeño pueblo alpino del Tirol, entonces parte del principado de Trento en el Sacro Imperio Romano Germánico (actual Italia). Su nombre de pila era Eusebio Chini (o en italiano Eusebio Francesco Chini), y provenía de una familia de raíces italianas y alemanas, de allí que en algunas fuentes se le denomine Eusebius Franz Kühn. Desde joven mostró gran inteligencia y una profunda fe religiosa. Sus padres lo enviaron a colegios de la Compañía de Jesús (orden jesuita) en Trento y posteriormente en Hall, cerca de Innsbruck, Austria, donde recibió una sólida educación en letras, ciencias y matemáticas. Esta formación académica temprana, especialmente en astronomía y cartografía, sería fundamental para sus futuras exploraciones en América.

Con aproximadamente 20 años de edad, Kino ingresó formalmente al noviciado jesuita, iniciando el largo camino de formación espiritual e intelectual propio de la orden. Además de filosofía y teología, dominó disciplinas científicas, lo que luego le valdría el título de cosmógrafo real en Nueva España. Hacia el final de sus estudios teológicos, su prestigio intelectual era tal que el Duque de Baviera le ofreció una cátedra de ciencias en la Universidad de Ingolstadt. Sin embargo, Kino sentía la vocación misionera y había manifestado su deseo de evangelizar en tierras lejanas. Originalmente, pidió ser enviado a misiones en Asia (China), pero cuando llegó el momento, solo había dos destinos disponibles: Filipinas y México. Un sorteo decidió su rumbo, y a Kino le correspondió la misión en el Virreinato de Nueva España (América). Así, renunció a la vida académica en Europa y se preparó para llevar el cristianismo a las remotas fronteras del Imperio Español.

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La travesía de Kino hacia América estuvo llena de obstáculos y retrasos. En junio de 1678, partió de Italia con un grupo de 18 misioneros jesuitas, embarcándose en el puerto de Génova con destino a España. El objetivo era unirse en Cádiz a la flota que zarpaba anualmente rumbo a Nueva España, pero durante la navegación inicial sufrieron contratiempos: una densa niebla y fuertes corrientes desorientaron al piloto cerca de Gibraltar, llevándolos hacia la costa de África (Ceuta) y haciendo que perdieran tiempo precioso. Cuando finalmente llegaron a Cádiz a mediados de julio, la flota ya había partido sin ellos. Este contratiempo obligó a Kino a esperar en España dos años enteros hasta la siguiente oportunidad de cruce.

Durante aquella larga espera forzada en Cádiz, Kino no permaneció ocioso: perfeccionó su dominio del idioma español y aprovechó para continuar sus estudios científicos. En 1680 obtuvo finalmente pasaje en un galeón llamado El Nazareno. Sin embargo, de nuevo la mala fortuna lo acechó: el barco encalló a la salida del puerto de Cádiz (en un banco de arena conocido como el Gran Diamante), y acabó destrozado por una tormenta. Kino perdió todas sus pertenencias en el naufragio y debió pasar otros 6 meses en España antes de poder embarcarse de nuevo. Durante este periodo, observó atentamente el Gran Cometa de 1680 que surcó los cielos ese año y redactó un ensayo científico al respecto (Exposición astronómica del cometa), en el cual refutaba supersticiones populares sobre estos fenómenos. Esta publicación temprana evidenció su formación científica y le ganó reconocimiento intelectual incluso antes de arribar al Nuevo Mundo.

Finalmente, a finales de 1680, Eusebio Kino logró cruzar el Atlántico. Después de casi 3 años de vicisitudes, llegó a la Nueva España a principios de 1681 (su arribo oficial se registra en enero de 1681). Los superiores jesuitas, conociendo su preparación, lo destinaron a participar en una ambiciosa expedición a las entonces prácticamente inexploradas tierras de California, un proyecto que combinaba colonización y evangelización.

Primeras misiones en las Californias

La península de las Californias fue el primer campo misionero de Kino en América. Desde hacía tiempo, el Imperio Español buscaba colonizar esas tierras alNnoroeste de México (incluso Hernán Cortés había intentado un asentamientos sin éxito). En enero de 1683, Kino zarpó desde el puerto de Chacala (Nayarit) como parte de la expedición liderada por el almirante Isidro de Atondo y Antillón, acompañado por otro misionero, Matías Goñi. Desembarcaron en la bahía de La Paz, al Sur de la península de California, y fundaron un efímero asentamiento así como la primera misión de la península la cual llevó por nombre Nuestra Señora de Guadalupe de las Californias. Sin embargo, las condiciones resultaron muy adversas: la hostilidad de algunos grupos nativos —exacerbada en parte por la conducta imprudente de los soldados coloniales— y la escasez de suministros llevaron a que la colonia en La Paz se abandonara al poco tiempo. Kino se sintió profundamente decepcionado por esta retirada, pues veía en California un vasto campo para la evangelización.

Decididos a no rendirse, Kino y Atondo intentaron una segunda misión en las Californias más al norte ese mismo año, en el otoño de 1683. Establecieron la Misión de San Bruno cerca del sitio de Loreto, lo que marcó la fundación de la segunda misión en la península. Durante un año aproximadamente, los misioneros trabajaron intensamente: aprendieron las lenguas de los indígenas californios, bautizaron niños y moribundos, e incluso lograron cultivar la tierra en aquel entorno árido. Parecía que el proyecto finalmente prosperaría. No obstante, una severa sequía en 1685 arruinó las cosechas en San Bruno, dejando a la comunidad sin alimento suficiente. Ante la hambruna, Atondo y el resto de la expedición votaron por abandonar la empresa. Con gran tristeza, Kino tuvo que evacuar la misión en 1685, viendo desvanecerse su sueño de crear en California un rosario de misiones a lo largo de la península.

Aunque el propio Padre Kino no logró consolidar las misiones en las Californias, su trabajo pionero sentó las bases para esfuerzos posteriores. A finales de 1685, tras el abandono de San Bruno, Kino regresó al territorio continental en Sinaloa. Ahora era un misionero sin misión fija, pero no por mucho tiempo. Sus superiores jesuitas valoraron su dedicación y experiencia, y consideraron que aún podía ser sumamente útil en otro rincón de la frontera: la vasta Pimería Alta, en el desierto de Sonora, donde urgía la presencia evangelizadora.

Evangelización en la Pimería Alta

En 1687, Eusebio Kino fue asignado a las misiones de Sonora, en la región llamada Pimería Alta (zona habitada por la nación indígena pima y otros grupos). Este territorio abarcaba el Norte del actual Estado de Sonora y el Sur de Arizona, en ese entonces una frontera remota de la Nueva España. Kino llegó primero a una ranchería llamada Cosari donde fundó, en marzo de 1687, la misión de Nuestra Señora de los Dolores. Según la tradición, la fecha de su llegada coincidió con un Viernes de Dolores, lo cual inspiró el nombre de la misión. Los Dolores se convirtió en la base de operaciones de Kino y residencia principal durante el resto de su vida. Desde allí, emprendió una incesante labor misionera, viajando a caballo por miles de kilómetros para fundar comunidades cristianas y explorar la región.

Entre 1687 y 1711, fundó o impulsó más de una veintena de misiones y visitas a lo largo del río Magdalena, el río Altar y otros valles fértiles en medio del desierto sonorense. Algunas de las misiones establecidas por Kino y sus compañeros jesuitas incluyen: San Ignacio de Cabórica, Santa María Magdalena, San José de Ímuris, San Pedro y San Pablo de Tubutama, Nuestra Señora de la Concepción de Caborca, San Xavier del Bac, San Gabriel de Guevavi, San Cayetano de Tumacácori, entre otras. Varias de estas fundaciones ocurrieron en territorios que hoy pertenecen a Arizona (por ejemplo, San Xavier del Bac y Guevavi fueron las primeras misiones en la actual Arizona, fundadas hacia 1691–1692). Debido a esta prolífica actividad, Kino es recordado como el “Padre de la Pimería Alta”, el principal artífice de la colonización espiritual y pacífica de esa región.

Kino aplicó un método misionero considerado ejemplar para su época. Prefería la persuasión y el ejemplo antes que la fuerza: enviaba mensajeros indígenas aliados para contactar a tribus distantes, luego visitaba personalmente sus aldeas, y finalmente los invitaba a conocer las misiones establecidas para ver los beneficios de la vida comunitaria cristiana. Enseñó a los nativos técnicas de agricultura y ganadería; de hecho, introdujo en la Pimería Alta los primeros rebaños de ganado bovino, equino y caprino, fomentando la creación de ranchos productivos en torno a las misiones. Este modelo atraía a muchos grupos pimas, que veían mejoras materiales en alimento y seguridad. Una vez ganada su confianza y amistad, Kino los instruía en la fe católica y administraba bautismos. Gracias a este enfoque, llegó a congregar pacíficamente a miles de indígenas bajo la protección de la Corona española: en informes al virrey, Kino afirmaba que unas 30,000 almas de diversas naciones (pimas, sobaipuris, yumas, cocomaricopas, ópatas, etc.) se habían aliado o al menos entablado amistad con los españoles a través de sus esfuerzos evangelizadores.

No todo fue idílico en la Pimería Alta. La región era escenario de tensiones constantes: algunas tribus nómadas, como apaches, janos y jocomes, hostigaban tanto a otros indígenas como a los colonos españoles, rehusándose a someterse. En 1695, estalló una revuelta en la que un misionero jesuita, el Padre Francisco Javier Saeta, fue asesinado en la misión de Caborca. Inicialmente se culpó a los pimas de la rebelión, pero Kino investigó y señaló que incursiones de apaches podrían haber instigado la violencia. Con paciencia, Kino logró apaciguar la situación evitando una represalia militar masiva, y continuó abogando ante las autoridades por un trato más justo hacia los indígenas convertidos. También enfrentó incomprensión por parte de algunos colonos españoles y funcionarios, que dudaban de la posibilidad de «civilizar» a los nativos. Sin embargo, Kino contó con apoyos influyentes: su amigo y colega jesuita Juan María Salvatierra respaldó sus iniciativas y colaboró en la visión de continuar la evangelización de California. De hecho, Salvatierra partió a la capital de Nueva España para gestionar recursos, mientras Kino se comprometía a buscar rutas para llegar a California por mar o tierra.

En reconocimiento a su labor, en 1695 la Compañía de Jesús reorganizó las misiones del Noroeste: la Pimería Alta fue erigida en un distrito misional autónomo, separado de las misiones del Sur de Sonora, con Nuestra Señora de los Dolores como cabecera. Kino asumió la dirección de este nuevo distrito, lo que le permitió administrar con mayor eficacia los recursos y el personal en la frontera. A pesar de las dificultades, su presencia durante casi 24 años en la región dejó una huella profunda: además de las comunidades cristianas establecidas, introdujo la ganadería extensiva, nuevos cultivos y conocimientos geográficos que integraron al noroeste mexicano dentro del mundo colonial.

Exploraciones geográficas y contribuciones científicas

Paralelamente a su obra evangelizadora, el Padre Kino realizó importantes exploraciones geográficas. Con un afán incansable, recorrió desiertos, montañas y ríos, generalmente a caballo y a veces acompañado solo de unos cuantos hombres. Su motivación principal era doble: por un lado, encontrar una ruta terrestre hacia las Californias (para retomar la evangelización allá), y por otro, fortalecer la presencia española en la frontera norte ante potenciales incursiones de otras potencias coloniales (ingleses, franceses o incluso rusos en la costa del Pacífico). Estas expediciones ampliaron enormemente el conocimiento cartográfico de la región. Se le atribuye la elaboración de al menos 30 mapas detallados de las Californias, Sonora y sus alrededores, algunos de los cuales circularon en Europa a comienzos del siglo XVIII.

Uno de los logros geográficos más notables de Kino fue haber demostrado la conexión terrestre de las Californias con el continente. Durante siglos, muchos mapas europeos representaban California como una isla separada. Kino sospechaba que esto era un error y estaba decidido a comprobarlo. Realizó varias expediciones hacia el Noroeste de Sonora, llegando hasta las orillas del río Colorado y el desierto que rodea su delta. En una de esas travesías, en 1702, Kino y sus acompañantes escalaron una alta colina (identificada como el cerro del Nazareno) desde la cual divisaron la confluencia del río Colorado con el río Gila y las llanuras hacia el poniente. Desde esa altura, utilizando un anteojo de larga vista, Kino pudo observar más de 30 leguas de terreno contínuo hacia el sur y oeste sin rastro de mar alguno, confirmando así que las tierras de California se unían con las de Sonora. Este descubrimiento fue plasmado en sus mapas: en cartografías posteriores dibujó la Península de California correctamente unida al resto de Nueva España, refutando la antigua leyenda de la «isla de California». Sus informes geográficos, enviados a la Ciudad de México, persuadieron a las autoridades virreinales y eclesiásticas de que era factible viajar por tierra hasta la Alta California.

Además de California, Kino exploró hacia el Noreste, buscando vías de comunicación con Nuevo México (la provincia del Moqui, donde los españoles ya tenían asentamientos desde hacía un siglo). En sus recorridos contactó numerosas etnias y registró cuidadosamente sus asentamientos, costumbres y las rutas entre ellos. También identificó recursos naturales valiosos, como fértiles valles para agricultura y yacimientos minerales, viendo en ello oportunidades para el avance colonial. Por ejemplo, navegó partes del río Gila y describió el río Colorado como el más caudaloso de toda Nueva España, imaginando que por sus riberas se podría llegar fácilmente hasta los pueblos Hopi (los “moqui”) en lo que hoy es Arizona y Nuevo México.

Kino aplicó sus conocimientos astronómicos a la exploración: determinaba latitudes con astrolabio, lo que le ayudó a ubicar regiones en sus mapas con bastante precisión para la época. También promovió la construcción de una pequeña embarcación en la misión de Caborca, con la idea de botarla en el Golfo de California y explorar la costa por mar. Si bien este barco nunca llegó a concretar un viaje a California (en parte por falta de apoyo y la muerte de Kino antes de lograrlo), el proyecto demuestra su creatividad en buscar soluciones logísticas.

En el ámbito científico, Kino dejó escritos significativos. Su exposición astronómica del cometa de 1680 ya mencionada fue un primer aporte. Su obra más importante es la Crónica de la Pimería Alta: Favores Celestiales, un extenso manuscrito donde narró las aventuras y desventuras de su vida misionera entre 1687 y 1706. En Favores Celestiales, Kino relata la fundación de las misiones, las costumbres indígenas, sus viajes, e incluye observaciones sobre fauna, flora y geografía, constituyéndose en una fuente histórica invaluable. Este texto no fue publicado durante su vida; permaneció en archivos jesuitas y fue redescubierto y editado por primera vez en el siglo XX. Asimismo, Kino escribió cartas e informes sobre la Vida del P. Saeta (su compañero mártir en 1695) y otros documentos, difundiendo las noticias de la frontera misional novohispana. Gracias a todo este legado documental, se pudo reconstruir con detalle su labor en Sonora y Arizona.

Muerte y legado

El Padre Kino continuó cabalgando y sirviendo activamente hasta el final de sus días. En marzo de 1711, con 65 años de edad, viajó al pueblo de Santa María Magdalena (Sonora) para asistir a la dedicación de una nueva capilla en honor a San Francisco Javier, construida por su amigo, el misionero Agustín de Campos. Durante aquella celebración, Kino se sintió mal de salud; esa misma noche, el 15 de marzo de 1711, falleció tranquilamente, asistido por el Padre Campos. Sus restos fueron sepultados en el piso de la capilla de Magdalena según la costumbre de la época. Con su muerte, las misiones de la Pimería Alta perdieron a su principal guía, pero muchas de ellas continuaron activas bajo otros jesuitas en las décadas siguientes.

Por casi 250 años, el paradero exacto de la tumba de Kino se perdió en la memoria colectiva. Fue recién en el siglo XX que historiadores y pobladores se dieron a la tarea de buscar sus restos. Finalmente, el 19 de mayo de 1966, un grupo de investigadores patrocinados por el gobierno de Sonora logró descubrir los restos del Padre Kino bajo la plaza central de Magdalena de Kino (la antigua Santa María Magdalena). El hallazgo ocurrió en las ruinas del antiguo templo y cabecera misional, frente a lo que había sido el palacio municipal. Para honrarlo, se construyó en ese sitio un mausoleo que preserva sus huesos, abierto al público. Toda la plaza fue remodelada en torno a este mausoleo, con jardines y portales, y actualmente Magdalena de Kino es un popular destino histórico y Pueblo Mágico en honor a su legado.

El legado de Eusebio Francisco Kino se manifiesta de muchas formas, tanto en México como en Estados Unidos. En Sonora, la Bahía Kino (cerca de Hermosillo, donde él desembarcó en alguna expedición costera) lleva su nombre, al igual que la propia ciudad de Magdalena de Kino donde murió. En Arizona, su memoria es muy estimada: en 1961 el estado de Arizona donó una estatua de bronce de Padre Kino a la National Statuary Hall del Capitolio de los Estados Unidos, en Washington D.C.. Esta estatua representa a Arizona junto a otra figura ilustre, lo que subraya la importancia histórica transfronteriza de Kino (aunque Kino no era angloamericano, su trabajo en territorio que hoy es Arizona lo hace parte de la historia temprana de ese Estado). Asimismo, numerosas iglesias, escuelas, bibliotecas y organizaciones llevan el nombre de Padre Kino a ambos lados de la frontera, reflejando su papel como puente cultural y espiritual. Por ejemplo, la biblioteca de la Provincia Jesuita Mexicana en la Ciudad de México lleva su nombre.

Canonización del Padre Kino

Dentro de la iglesia católica, Eusebio Kino es recordado como un modelo de misionero. Su causa formal de beatificación fue abierta en 2006, lo que le otorgó el título de Siervo de Dios. Más recientemente, el Papa Francisco reconoció la santidad de la vida de Kino: el 11 de julio de 2020 el Papa firmó el decreto que reconoce las virtudes heroicas del Padre Kino, con lo cual este fue declarado Venerable. Este es un paso clave hacia una posible futura canonización (para la cual se requeriría la aprobación de un milagro atribuido a su intercesión). La declaración de venerabilidad confirma la relevancia de su ejemplo cristiano y ha renovado el interés por su figura tanto en México como internacionalmente.

Eusebio Francisco Kino dejó una huella indeleble en la historia de Sonora, Arizona y las  Californias. A lo largo de casi un cuarto de siglo, combinó de manera excepcional las facetas de evangelizador, explorador y científico. Fundó comunidades que con el tiempo se convirtieron en pueblos y ciudades, introdujo la ganadería y nuevos cultivos que transformaron la economía regional, y cartografió territorios vastos que hasta entonces figuraban en blanco en los mapas de Nueva España. Su respeto y empatía hacia los pueblos indígenas le permitieron forjar alianzas y difundir el cristianismo mayormente de forma pacífica, en contraste con otros episodios violentos de la colonización. Los conocimientos que aportó —desde mapas hasta crónicas detalladas— ampliaron las fronteras del saber geográfico en su época, corrigiendo conceptos erróneos (como la geografía de California) y sirviendo de base para expediciones posteriores.

Referencias bibliográficas

Herbert Eugene Bolton, Los confines de la cristiandad: una biografía de Eusebio Francisco Kino, misionero y explorador de Baja California y la Pimería Alta (trad. Felipe Garrido; ed. Gabriel Gómez Padilla), UCOL, 2001. Biografía extensa (781 pp.)

Charles W. Polzer, S.J., Eusebio Kino, S.J. padre de la Pimería Alta: biografía de Eusebio Francisco Kino, civilizador de Sonora, explorador de Arizona, misionero en la Pimería Alta, y una guía a sus misiones y monumentos (trad. José J. Romero y J. Olvera), Gobierno del Estado de Sonora / Southwestern Mission Research Center, 1981-1984 (distintas eds.).

Felipe Garrido (comp.), Aventuras y desventuras del Padre Kino en la Pimería, Secretaría de Educación Pública / Asociación Nacional de Libreros, 1986.

Alfonso Trueba, El Padre Kino: misionero itinerante y ecuestre, Editorial Jus, 1960.

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Hernán Cortés: Explorador, conquistador y fundador de la Nueva España

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hernán Cortés, Marqués del Valle de Oaxaca, es una de las figuras más significativas en la historia de la exploración y la conquista del Nuevo Mundo. Nacido en 1485 en Medellín, Badajoz, Cortés fue un hombre visionario, cuyo genio militar y político sentó las bases para la construcción de una nueva nación: México. Su vida fue una combinación de astucia, ambición y determinación que lo llevó a enfrentarse a desafíos sin precedentes y a dejar una huella indeleble en la historia.

Hernán Cortés nació en el seno de una familia hidalga, aunque con recursos limitados. Su padre, Martín Cortés de Monroy, y su madre, Catalina Pizarro Altamirano, pertenecían a linajes respetados pero de modesta fortuna. Desde joven, Cortés mostró un carácter inquieto y una inclinación por la aventura. A los 14 años, fue enviado a Salamanca para estudiar leyes, pero su espíritu rebelde y su desinterés por la carrera jurídica lo llevaron a abandonar los estudios tras dos años. A pesar de no obtener el título de bachiller, Cortés adquirió conocimientos fundamentales en latín, leyes y gramática, habilidades que serían clave en su posterior éxito como líder y estratega.

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Tras regresar a Medellín, su vida tomó un giro inesperado. En busca de aventuras y nuevas oportunidades, Cortés decidió embarcarse hacia el Nuevo Mundo en 1504, a la edad de 19 años. Fue recibido en La Española, donde comenzó su carrera como colono y administrador, actividades que le proporcionaron una comprensión profunda de las dinámicas sociales y económicas en las colonias.

Primeros años en América

Durante 14 años, Cortés residió en La Española y posteriormente en Cuba. Allí, su talento administrativo y su habilidad para manejar situaciones complejas lo llevaron a ganar notoriedad entre los colonos. Participó en la conquista de Cuba bajo el mando de Diego Velázquez y fue designado secretario del tesorero de la expedición, encargándose de la administración del Quinto Real. Durante este periodo, acumuló riqueza y experiencia, estableciendo plantaciones y explotando minas de oro. Sin embargo, sus ambiciones lo llevaron a desear más que una vida de hacendado en las colonias.

En 1518, Diego Velázquez eligió a Cortés para liderar una expedición hacia el continente americano. Aunque su designación generó controversia debido a su falta de experiencia militar, Cortés demostró ser un líder visionario y estratega excepcional. Esta decisión marcaría el inicio de una de las epopeyas más extraordinarias de la historia: la conquista del Imperio Mexica.

La conquista del Imperio Mexica

En febrero de 1519, Cortés zarpó hacia las costas de Yucatán al frente de una expedición conformada por poco más de 500 hombres, 16 caballos, algunas piezas de artillería y cinco barcos. Su fuerza militar era modesta en comparación con los ejércitos que enfrentaría, pero su habilidad para forjar alianzas estratégicas con los pueblos indígenas fue clave para su éxito.

Al llegar a Tabasco, Cortés recibió a Malintzin, conocida como doña Marina, quien se convertiría en su intérprete, consejera y aliada. Malintzin no solo dominaba el náhuatl y las lenguas mayas, sino que también comprendía la estructura política y social del Imperio Mexica. Su papel fue crucial para que Cortés pudiera comunicarse con los pueblos indígenas y comprender las divisiones internas que debilitaban al imperio.

Cortés fundó la Villa Rica de la Vera Cruz como base de operaciones y rompió formalmente con Diego Velázquez al quemar sus naves, simbolizando su decisión de no regresar. Avanzó hacia el altiplano central, donde logró alianzas decisivas con los totonacas y los tlaxcaltecas, enemigos históricos de los mexicas. Estas alianzas proporcionaron refuerzos esenciales para su ejército y debilitaron la posición de Tenochtitlán, capital del Imperio Mexica.

El 8 de noviembre de 1519, Cortés y sus hombres entraron en Tenochtitlán, donde fueron recibidos por Moctezuma, el tlatoani mexica. Sin embargo, la tensión entre ambos grupos creció rápidamente. En mayo de 1520, tras un enfrentamiento entre los españoles y los mexicas, estalló una rebelión que obligó a Cortés a abandonar la ciudad en la conocida «Noche Triste». A pesar de las graves pérdidas sufridas, Cortés reorganizó a su ejército y, con el apoyo de sus aliados indígenas, emprendió una campaña para reconquistar Tenochtitlán.

El 13 de agosto de 1521, tras un asedio de tres meses, Tenochtitlán cayó en manos de los españoles. La victoria no solo fue un logro militar, sino también un triunfo político, ya que Cortés supo aprovechar las divisiones internas del imperio para consolidar su dominio. Con la caída de Tenochtitlán, se inició el proceso de construcción de la Nueva España.

Fundación de la Nueva España

Como gobernador y capitán general de la Nueva España, Cortés emprendió una serie de reformas y proyectos que sentaron las bases para la nueva sociedad. Fundó la Ciudad de México sobre las ruinas de Tenochtitlán, siguiendo un diseño urbano moderno. Estimuló el mestizaje como una forma de integrar a las comunidades indígenas y españolas, y promovió la evangelización con el apoyo de misioneros franciscanos.

Cortés también impulsó la economía mediante la agricultura, la ganadería y la explotación minera. Estableció plantaciones de caña de azúcar y trigo, desarrolló sistemas de riego y promovió el comercio entre las regiones conquistadas. Además, financió expediciones para explorar y expandir los territorios bajo su control, incluyendo las regiones del Pacífico y Baja California.

Últimos años y legado

En 1528, Cortés regresó a España para defender su posición ante la corte y buscar el favor del emperador Carlos V. Aunque recibió títulos nobiliarios y reconocimiento, perdió gran parte de su poder político en la Nueva España. Durante sus últimos años, enfrentó dificultades económicas y conflictos legales, pero continuó participando en expediciones y proyectos.

Cortés falleció el 2 de diciembre de 1547 en Castilleja de la Cuesta, Sevilla. Su muerte marcó el fin de una era, pero su legado perdura como uno de los personajes más influyentes en la historia de América. A través de su genio militar, visión política y ambición, Hernán Cortés no sólo conquistó un imperio, sino que también inició la construcción de una nueva nación que evolucionaría hasta convertirse en el México contemporáneo.

Cortés fue más que un conquistador: fue un arquitecto de cambio, un explorador que supo aprovechar las oportunidades y superar las adversidades para dar forma a un nuevo orden en el Nuevo Mundo. Aunque su figura es objeto de debate, su impacto en la historia es innegable. Su vida y obra reflejan la complejidad de un hombre que, con determinación y visión, transformó el curso de la historia y sentó las bases para una nueva nación.

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La leyenda de Juan Rodríguez Cabrillo vuelve a navegar

FOTOS: Cortesía

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Uno de los grandes navegantes que tuvieron el desarrollo de su carrera unida a esta península Baja Californiana es, sin lugar a dudas, el cordobés Juan Rodríguez Cabrillo. Este intrépido navegante español logró una de las hazañas de navegación más importantes y sin precedentes en el descubrimiento de las posesiones del noroeste de la Nueva España.

Rodríguez Cabrillo nació en Villa de Palma, hoy ciudad de Palma del Río, Reino de Córdoba en la antigua Castilla (España) a finales del siglo XVI. A la edad de 20 años llega a la isla de Cuba como soldado a las órdenes de Diego de Velázquez, el gobernador. Poco después de que Hernán Cortés desobedeciera las órdenes del gobernador y decidiera emprender por sí mismo el descubrimiento y colonización de las tierras que posteriormente serían conocidas como la Nueva España, encontramos a Rodríguez Cabrillo como parte de la fuerza enviada por Velázquez para sofocar la insurrección y aprisionar a Cortés.

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Posterior al enfrentamiento entre ambos grupos, Cabrillo decide unirse al grupo de Cortés y ayudarlo en la conquista de la Gran Tenochtitlán. Poco tiempo después, decide acompañar a Pedro de Alvarado en el suroeste de México, así como en la conquista de Guatemala, El Salvador y Honduras, en Centroamérica. En 1530 se establece en la ciudad de Guatemala y contrae matrimonio con una española, logrando procrear a 2 hijos. Para ganarse la vida se dedica a las actividades de comercio e importación de mercancías.

Sin embargo, el carácter intrépido y aventurero de Rodríguez Cabrillo lo hace que en 1541 responda al llamado del Virrey Antonio de Mendoza, el cual lo invita a encabezar una expedición a través de la Mar del Sur en donde se dedicaría a buscar evidencia de la existencia del afamado Estrecho de Anián, así como de la mítica ciudad de Cíbola. Como recordaremos, varios exploradores entre los que contamos a Hernán Cortés, Francisco de Ulloa, Fernando de Alarcón y el piloto Domingo del Castillo, habían realizado exploraciones hacia el mismo rumbo y sólo habían encontrado unas tierras que ignoraban si eran una gran isla o una península (lo que hoy se sabe que es la península de Baja California). Es así como, el 24 de junio de 1542, inicia su periplo por las desconocidas costas del Noroeste de la Nueva España al frente de 3 barcos de los cuáles él viajaba en la capitana la cual tenía el nombre de “San Salvador”.

Como producto de este intrépido e inusitado viaje, Cabrillo logró costear la península de Baja California en sus costas del golfo de California y de la Mar del Sur (Océano Pacífico), llegando hasta donde ningún marino español de aquellos tiempos había llegado, los 36º 36´ de latitud Norte, en donde encuentra una hermosa bahía a la cual impone el nombre de Bahía de Los Pinos, siendo rebautizada años después por Vizcaíno como Bahía de Monterrey, cuyo nombre aún conserva.

Lamentablemente, durante la exploración de estas costas sostuvo un enfrentamiento contra un grupo de nativos y, producto de una caída, se fractura un brazo el cual debido a la falta de los cuidados adecuados se gangrenó, siendo la causa de su muerte. El 3 de enero de 1543 fue la fecha en que este marino español expiró su último aliento.

Antes de fallecer Rodríguez Cabrillo transmite el mando de su mermada flota al navegante Bartolomé Ferrer o Ferrelo para que continúe explorando lo más al norte posible, tratando de cumplir sus órdenes de encontrar el Estrecho de Anián. Después de hacer un gran esfuerzo, el 1º de marzo, Ferrer logra llegar hasta la latitud 40º 26´ y bautiza esta parte de la costa como Cabo Mendocino (en honor el Virrey Antonio de Mendoza, patrocinador de la expedición). Con la mayor parte de la tripulación enferma del mal de Loanda, decide regresar a la Nueva España y el 14 de abril de 1543 atracan en el Puerto de Navidad, conocido en la actualidad como Barra de Navidad, Jalisco.

Si bien es cierto que esta expedición fue un fracaso ya que no logró encontrar ni el afamado Estrecho de Anián como tampoco evidencia de la existencia de Cíbola, estableció la presencia de una tierra vasta y llena de riquezas hacia el norte de la Bahía y Puerto de la Santa Cruz, establecido 7 años atrás por el Marqués del Valle.

Ahora bien, afirmamos que Juan Rodríguez Cabrillo vuelve a navegar debido a que hace un lustro se concretó un magno proyecto, acariciado desde hace más de 30 años (las primeras ideas del proyecto datan de principios de los ochentas), con la construcción de una réplica del barco “San Salvador”, el cual fuera, como ya dijimos, la nave capitana sobre la que navegó Rodríguez Cabrillo en su descubrimiento de las costas del noroeste de la Nueva España.

 El Museo Marítimo de San Diego, en el año de 2005, decidió retomar el proyecto de la construcción de este barco, debido a que el primer punto de lo que hoy es la costa oeste de Estados Unidos de América que se tocó por un europeo fue precisamente lo que hoy es el puerto de San Diego (el cual fue nombrado como San Miguel por el explorador Cabrillo cuando llegó a este sitio el 28 de septiembre de 1542). Es así como el comité de este museo inicia con actividades de investigación histórica para el diseño de la nave. En su contra tenían el que no se cuenta con planos sobre la construcción de este barco, por lo que tuvieron que integrar un grupo multidisciplinario que investigó en pinturas de barcos de la época, así como en restos de barcos que se habían encontrado en Canadá y que correspondían al tipo de nave que era el “San Salvador”.

Después de muchas peripecias, por fin el diseño estaba concluido. Ahora, la siguiente dificultad se encontraba en reunir los 12 millones de dólares que costaría el construir esta nave. De nuevo se mueve la maquinaria del museo y se consiguen 6 millones de dólares, donados por particulares, y los otros 6 millones con aportaciones de diversas instituciones, entre ellas el Gobierno de la Ciudad y asociaciones civiles. Cabe destacar, que muchas empresas de construcción hicieron importantes donaciones de materiales con los que construyó y detalló el barco.

En el año de 2011 se inicia la construcción de este magno proyecto y para tal fin, tratando de recrear el ambiente de un astillero del siglo XVI, se levanta una carpa en la cual penden las banderas de los reinos de España y Portugal y bajo ellas se empieza la construcción y ensamble de las partes del barco. Según estimaciones, cerca de 1 millón de personas visitaron este sitio durante los 4 años que se tardó en construir la nave.

La madera que se empleó en su construcción fue “sapele” traído desde la República Centroafricana, la quilla del barco se hizo de plomo sólido y se recubrió de madera, a efecto de que sirviera de contrapeso para ofrecer estabilidad en la marcha. En la construcción del barco trabajaron 500 personas, de las cuales 2 terceras partes eran voluntarios. Es importante mencionar que sólo la parte superior y exterior del barco tienen un diseño que replica al barco original, en el interior cuenta con un potente motor de combustión interna así como diversos aditamentos modernos que garantizan un viaje seguro y cómodo, sin depender, como lo hacía el “San Salvador”, exclusivamente del impulso del viento en sus velas. Las dimensiones totales del barco son de 28 metros de eslora, 7.3 metros de manga y 3.3 metros de calado con un peso total de 150 toneladas. Por lo general, requiere una tripulación de 18 personas para garantizar un viaje seguro.

La ceremonia en que se botó el barco se llevó a cabo el 30 de julio de 2015 en el puerto de San Diego, California. Hasta el día de hoy, el barco ha visitado 30 puertos entre los que se puede mencionar Santa Bárbara, Los Ángeles, San Francisco, Santa Cruz, Sacramento, Ensenada (el 17 de septiembre de 2018) y otros. Ha recorrido cerca de 3,500 millas y más de 400,000 visitantes han tenido la oportunidad de subir a él para conocerlo. Actualmente, la mayor parte del tiempo el barco se encuentra atracado en la Bahía de San Diego y es considerado como la atracción principal del Museo Marítimo de la Ciudad. Los visitantes pueden subir a él y recibir una interesante charla sobre la historia del barco, del explorador Juan Rodríguez Cabrillo así como tener la oportunidad de explorar la cocina, el salón comedor y diversos espacios que se utilizaban en los barcos del siglo XVI.

No hay que olvidar que en la ruta que siguió Rodríguez Cabrillo antes de llegar a las costas de lo que hoy es California, EUA, estuvo en muchos sitios de nuestro estado, Baja California Sur, entre ellos San José del Cabo, Bahía Magdalena (a la que nombra como tal) e Isla de Cedros. Una propuesta muy interesante sería que pueblo y gobierno nos uniéramos para establecer un museo donde se diera a conocer la vida y obra de estos navegantes, que ofrendaron su vida misma en su deseo de cumplir con el descubrimiento de estas hermosas tierras.

 

Bibliografía:

CLAVIJERO, Francisco Javier (2007) Historia de la Antigua o Baja California, estudios preliminares de Miguel León-Portilla, México, ed. Porrúa ISBN 970-07-7044-3

Relación del descubrimiento que hizo Juan Rodríguez, navegando por la contracosta del Mar del Sur al Norte, hecha por Juan Páez (julio de 1542)

Diario Hispanic council

Diario Ensenada net

Diario PS en línea

Diario El País

Diario El vigía

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Juan González de Valdivieso, el primer alcalde en la Antigua California

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Las noticias de la California siempre estuvieron rodeadas de fantasía y un toque de misterio. Durante los primeros años de la llegada de los europeos a lo que posteriormente se conoció como la Nueva España, se dedicaron a realizar exploraciones en sus ricas y vastas tierras, en ocasiones para descubrir, pero en muchas otras para confirmar, o no, si las leyendas que pululaban en la antigua Europa sobre personajes y lugares míticos eran ciertas y habían tenido, o no, su basamento en espacios reales, como lo era la virginal América.

Desde que Hernán Cortés tuvo conocimiento por parte de los capitanes que envió a explorar las tierras a las que recién había llegado (estamos hablando del año de 1521, cuando apenas había logrado el dominio de la imponente ciudad de Tenochtitlán), de que en las costas del sur se hablaba de la existencia de una isla la cual estaba habitada solamente por mujeres y en donde abundaba el oro, las piedras preciosas y las perlas, no se le quitó de su mente que probablemente fuera la mítica isla de California, de la cual hablaba el libro de Las sergas de Esplandián (Las proezas de Esplandián), escrito por Amadís de Gaula, y que era tan popular en aquellos tiempos. El viajar hacia aquellos lugares y ser el primero en reclamarlo para sí y para la Corona Española, le aseguraría, a él y a sus descendientes, riquezas incalculables para toda su existencia.

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Siendo Cortés hombre muy ambicioso pero también de un gran espíritu aventurero y empecinado, no quitó el dedo del renglón durante el resto de su existencia, para lograr colonizar y conquistar aquellas tierras. Para tal fin no escatimó en recursos económicos y humanos, gastando una incalculable fortuna en la construcción de naves, avituallamiento de las mismas y contratación de cientos de marinos y militares para que llevaran a cabo los viajes de exploración y colonización. Sobra decir que en vida, y a pesar de contar con Capitulaciones respaldadas por el mismo Rey de España, Carlos V, jamás recuperó un solo quinto del dinero invertido y antes tuvo que arrostrar acusaciones infundadas del maledicente de su archienemigo Nuño de Guzmán, los virreyes y la Audiencia de la Nueva España.

Para lograr culminar su obra de dominio sobre la mencionada isla, que a decir de los naturales de las costas de la mar del sur era Cihuatán o Ciguatán, pero que Cortés y muchos de sus hombres pensaron que estaban frente a la mismísima California de sus cuentos imaginarios, se enviaron 2 expediciones: la primera al mando de Diego Hurtado de Mendoza en 1532 y la segunda bajo las órdenes de Diego Becerra. Ambas expediciones obtuvieron resultados infructuosos, siendo la más desastrosa la de Diego Becerra, en donde murieron prácticamente todos, salvándose solo algunos marineros heridos y frailes que fueron abandonados en las costas de Nueva Galicia, cuando se consumó el motín de Fortún Jiménez, así como unos pocos que escaparon a la matanza en el sitio donde desembarcaron en California para surtirse de agua y hacer exploraciones.

Del testimonio de los marineros que llegaron a los territorios gobernados por Nuño de Guzmán se pudo saber que en el sitio donde habían llegado, no saben si era isla o península, había una gran cantidad de perlas de un excelente oriente. Uno de estos desafortunados marineros logró escapar de la prisión de Guzmán y llegó hasta la capital de la Nueva España en donde narró lo ocurrido al Marqués del Valle de Oaxaca.

Cortés, lejos de amilanarse ante las mayúsculas pérdidas económicas que esto representó, cobró nuevos bríos y decide él mismo capitanear la siguiente expedición. Para tal fin aceleró la fase final de construcción de tres grandes navíos: el San Lázaro, la Santa Águeda y la Santo Tomás, y con más de 300 hombres, entre ellos 37 que llevaron a sus esposas para fundar con sus familias el primer enclave de colonización en estas tierras promisorias, Hernán Cortés parte hacia las costas del noreste de la Nueva España.

Sobra decir que el gobernador de las tierras de Nueva Galicia, Nuño de Guzmán, intentó frenarlo en su empresa, sin embargo, Cortés poseía un salvoconducto como Capitán General de la Nueva España y tratar de detenerlo significaba meterse en graves problemas con el mismísimo Rey de España, por lo que Nuño, muy a su pesar, tuvo que replegarse e incluso ayudarlo dotándolo de avituallamientos para su viaje.

Finalmente un 18 de abril de 1535, Cortés partió del puerto de Chametla, con rumbo hacia el punto donde según sus informes había desembarcado su desleal y traicionero piloto Fortún Jiménez. A este sitio arribó el 3 de mayo de 1535, tomando inmediatamente posesión lo cual quedó ampliamente narrado en el proceso protocolario descrito en el Auto de posesión del puerto y bahía de Santa Cruz, levantado por el escribano Martín de Castro. Es probable que en el sitio desembarcó junto a Cortés un contingente de 350 personas: marineros, soldados, indios amigos y negros esclavos.

Es de suponer que en los primeros días se levantaron construcciones que pudieran proveerles de las comodidades básicas así como de frentes de defensa ante los probables ataques de los naturales, los cuales desde el primer momento en que pusieron pie en tierra, les mostraron que no eran bienvenidos e incluso los retaron a cruzar una línea que trazaron en el suelo, como símbolo de posibles hostilidades. Entre las construcciones levantadas se edificaron caballerizas, enramadas, pequeños cuartos para Cortés y sus capitanes, etc.

Fue en algún momento entre los días del 3 al 10 de mayo, que Cortés decide nombrar de entre su gente de confianza y más preparada, al que realizaría las funciones de Alcalde Mayor. Esta responsabilidad recayó sobre el médico Juan González de Valdivieso, el cual había sido contratado por Cortés desde los preparativos para este viaje con la obligación de cuidar de la salud de todos los que lo acompañaran en esta expedición. Al investir con este nombramiento a González Valdivieso queda asentado el más antiguo precedente de los actuales presidentes municipales de este puerto de La Paz, antiguamente, de la Santa Cruz. El día 10 de mayo de 1535, Cortés jura formalmente como Gobernador de Santa Cruz y de toda la tierra descubierta y por descubrirse en aquellos confines de la Nueva España.

Sobre datos de la vida de Juan González Valdivieso, sólo se conoce lo que consigna el historiador y cartógrafo Carlos Lazcano Sahagún en su libro La Bahía de la Santa Cruz. Cortés en California 1535-1536: “Casi nada se sabe sobre la vida de este personaje antes y después de su viaje en esta expedición de Cortés. Era médico y quizá esa fue la razón por la que Cortés lo incorporó a su entrada a California. Igualmente, debido a que era una de las personas más cultas de sus hombres, lo nombró alcalde. Se ignora cuál fue su actuación como alcalde, la cual seguramente combinó con su trabajo de médico, que seguramente lo tuvo mucho debido a lo trágico de los acontecimientos que se vivieron”.

Durante los siguientes 11 meses que duró esta incursión en la California, Hernán Cortés invirtió todas sus fuerzas y energías en tratar de hacerla prosperar, en descubrir, a través de más de 5 expediciones hacia el sur y norte de aquellas tierras, si era cierto, o no, que existían las ciudades construidas de oro, con calles de piedras preciosas. Aunado a lo anterior tuvo que sortear calamidades como el hambre y la búsqueda de sus naves, las cuales encallaron en diferentes lugares de las costas de Sinaloa y Nayarit, que durante su rescate estuvo a punto de perder la propia vida. Finalmente tuvo que abandonar esta ya desastrosa expedición para regresar a la capital de la Nueva España, y al poco tiempo los sobrevivientes que quedaron en el sitio fueron repatriados logrando huir de una muerte segura. Lo único cierto que Cortés trajo de aquella empresa de exploración y colonización fue que había territorios vírgenes e inexplorados en aquellas latitudes, que había placeres perleros abundantes y además una gran cantidad de naturales que podían ser convertidos a la fe católica.

La California ancestral probó una vez más que no se entrega fácilmente a cualquiera, ni aun siendo el vencedor de tantas batallas y ostentar títulos nobiliarios. Esta tierra maravillosa sólo se entrega a aquellos que con tesón, trabajo y respeto la enfrentan y entregan su sudor y su sangre en garantía de las mieles que ahora disfrutan sus descendientes.

 

Bibliografía:

 

“La Bahía De La Santa Cruz. Cortés En California 1535-1536” – Carlos Lazcano Sahagún

Auto De Posesión Del Puerto Y Bahía De Santa Cruz. 3 De Mayo De 1535. Paleografía Y Notas, Eligio Moisés Coronado.

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La balandra El Triunfo de la Santa Cruz, una obra de ingeniería californiana

FOTO: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cada vez que escudriñamos los textos jesuitas, nos sorprende encontrar datos de hazañas logradas de forma casi milagrosa. Las tierras californianas durante muchísimos años fueron la frontera más septentrional de la Nueva España y, por lo mismo, las más aisladas. Sus habitantes tuvieron que echar mano de su ingenio para adaptar la tecnología europea y construir edificaciones y maquinaria, pero con variantes surgidas de la austeridad en que se vivía y de la mente ágil y versátil de los sacerdotes jesuitas y sus ayudantes, los Californios.

Como ya se ha escrito en diferentes textos, el aprovisionamiento de los escasos asentamientos humanos coloniales que había en la península, por lo general alrededor de las Misiones Jesuitas, se daba a través de las rutas de los navíos adquiridos por los sacerdotes para que hicieran los viajes entre poblados como Matanchel, San Blas y otros puntos de las costas de Sonora, y que, una vez cargados de alimentos, herramientas y demás implementos necesarios, los trasladaban hacia el puerto de Loreto, en donde eran guardados en un almacén y posteriormente distribuidos entre las misiones.

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Como es de suponerse, cuando los barcos se encontraban averiados o había mal tiempo, la navegación se interrumpía y podían pasar varios meses antes de que se lograra restablecer. Lo anterior, ocasionaba graves trastornos a la vida de los poblados californianos, ya que la gente pasaba grandes hambrunas y penurias.

Fue en una de esas ocasiones, en que uno de los barcos con los que se contaba para realizar los viajes de transporte de alimentos y enseres necesarios para las misiones californianas se destruyó y no se contaba con recursos para adquirir otro, que un sacerdote creativo, instruido y fuerte que había llegado a las Misiones Californianas, decide emprender la titánica y descabellada empresa de construir un barco totalmente manufacturado y con maderas de esta tierra peninsular. Me refiero al sacerdote jesuita Juan de Ugarte.

En su obra póstuma, Historia de la antigua o Baja California, el sacerdote Francisco Javier Clavijero menciona que el propósito que animó a Ugarte para realizar la construcción de esta balandra fue doble. Por un lado, deseaba tener un navío que le permitiera viajar por mar a todos los puntos de las costas de la California y Sonora en donde hubiera grupos de gentiles y poder predicar la palabra de Dios y con ello alentar su evangelización. Además de lo anterior, deseaba cumplir con uno de los encargos que constantemente realizaban los virreyes de la Nueva España, que era el escudriñar las costas del pacífico californiano, en la búsqueda de un puerto donde pudiera atracar el Galeón de Manila y ofrecerles alimento, agua y descanso a los cansados viajeros, que regresaban de su largo viaje por aquellas tierras.

También en su libro Historia natural y crónica de la antigua California, el sacerdote Miguel del Barco hace una breve referencia a la construcción de esta embarcación, elogiando la entereza y fuerza del sacerdote Ugarte en donde acota que en cualquiera cosa que ponía la mano hacía más que cuatro hombres juntos pudieran.

Debido a diversas experiencias que habían tenido los jesuitas con los constructores de naves en Nueva Galicia y Matanchel, desconfiaban de ellos (los llamaban arteros bellacos), por lo que Ugarte decide contratar un Maestro Constructor y varios oficiales (amanuenses hábiles que trabajaban bajo la dirección de un Maestro principal), a los cuales trajo probablemente de Matanchel o San Blas.

Debido a la aridez de estas tierras y al tipo de vegetación de matorrales y arbustos, se consideró que no había madera pertinente para extraer tablones que sirvieran para fabricar el barco. Ese fue el primer obstáculo a salvar, puesto que el traer este tipo de madera de la contracosta, además de representar un gran gasto, significaba decenas de viajes.

Pero como dice el viejo refrán Dios aprieta pero no ahorca, la solución le vino de parte de sus neófitos de la Misión de San Francisco Javier Vigge Biaundó, los cuales le comentaron que, a unas 100 leguas de su misión, al noroeste de Loreto, existían una sierra a la que los españoles llamaban de Guadalupe y en la cual había profundas cañadas en las que crecían árboles grandes y resistentes, de los cuales fácilmente podría extraer estas maderas. Estos árboles eran conocidos como guéribos o guáribos.

De inmediato Ugarte, junto con el Maestro Constructor y un grupo de neófitos, se dirigieron hacia aquel sitio. Al llegar pudieron apreciar al fondo de las barrancas una gran cantidad de estos árboles, sin embargo, sería una tarea casi imposible el trasladarlos hacia las costas donde se encontraba la Misión de Mulegé, unas 30 leguas, que fue el punto seleccionado para la construcción de un astillero improvisado. Aún así, cuando el Maestro Constructor le manifestó descorazonado este grave inconveniente, el sacerdote Juan de Ugarte le dijo eso déjemelo a mí y de inmediato puso manos a la obra.

Por espacio de cuatro meses, el sacerdote Ugarte permaneció en aquel sitio y, haciendo equipo con sus neófitos y con una gran cantidad de integrantes de rancherías que existían cerca de aquel sitio, empezó a talar los árboles y llevarlos cuesta arriba para extraerlos de aquel sitio. Fue grande el cansancio, más de una vez el sacerdote tuvo que curar las heridas que se hacían los neófitos al cumplir el pesado trabajo, e incluso él mismo se hizo graves heridas en sus manos, sin embargo, su ánimo jamás desfalleció. Era el primero que se presentaba a realizar las tareas del día, el que más trabajaba y el último que se retiraba a descansar. Mientras los neófitos cortaban los guéribos y les quitaban ramas y follaje, él dirigía a cuadrillas de neófitos para que hicieran un camino por donde pudieran trasladarse los troncones, jalados por mulas y bueyes, hacia la misión de Mulegé.

Es importante mencionar que la clavazón y demás partes metálicas necesarias en este tipo de embarcaciones, fueron compradas en Matanchel y transportadas hasta la California bajo la supervisión del Maestro Constructor que había contratado el sacerdote Ugarte.

Los afanes que vivía diariamente el sacerdote Ugarte, tanto en la tala de los guéribos como en su traslado hacia la misión de Santa Rosalía de Mulegé, serían una titánica tarea que dejaría exhausto a cualquier ser humano y que le consumiría todo el tiempo de la jornada diaria, sin embargo, nadie sabe de dónde sacaba la fuerza y el tiempo para también dedicarse a la conversión de los gentiles de las rancherías cercanas, de los cuales hizo una gran cantidad, que con el tiempo se trasladaron hacia las Misiones de San Ignacio Kadakaaman y Santa Rosalía de Mulegé.

El sacerdote Ugarte era un hombre con un gran sentido de previsión y un amplio conocedor de la índole humana, por lo que, sabiendo que los constructores del barco, todos ellos venidos de otras partes de la Nueva España, rápidamente se cansarían de vivir en estos sitios tan inhóspitos y desertarían, decidió, además de pagarles rigurosamente el salario convenido, en proveerlos de la mejor carne de res que pudiera tener en su Misión de San Francisco Javier y, además de ello, diariamente les entregaba raciones prudentes del buen vino que se producía en California, con lo cual logró mantenerlos interesados en el trabajo hasta su conclusión.

Finalmente el 14 de septiembre de 1719, la balandra estuvo concluida y fue botada al mar para pasar la prueba de fuego y ver si todos los grandes afanes y cansancios padecidos, había valido la pena. Y no hubo decepción, la balandra flotó tal y como se esperaba; a partir de ese día, fue uno de los barcos que más utilidad proporcionó a las misiones jesuitas.

El sacerdote Miguel del Barco, describe lo siguiente de esta nave: “en opinión de todos los inteligentes era el buque más bello, mas fuerte y más bien hecho de cuantos hasta entonces se habían visto en el golfo de la California”. El nombre que le fue impuesto por Juan de Ugarte en el momento de ser bendecida para que tuviera una larga y útil vida fue El Triunfo de la Santa Cruz.

En esta balandra se transportaron Juan de Ugarte y Jaime Bravo, cuando vinieron a buscar un punto en la bahía de La Paz para fundar la Misión del lugar, y fue en este mismo bajel que hicieron su último viaje los jesuitas que en el año de 1768 fueron expulsados de la California por orden del Rey de España.

Nada se sabe del fin que tuvo esta balandra, lo que sí se puede decir es que por lo menos tuvo una vida útil de 50 años, lo cual se conoce por las referencias en los escritos de los sacerdotes Jesuitas hasta el año de 1768.

Hermosas epopeyas se pueden rescatar de los escritos misionales, tesoros que nos llenan de nostalgia y ensoñación, y que nos narran la valentía, el arrojo y sobre todo la entereza que tuvieron aquellos hombres, naturales de la California y colonos extranjeros, que sembraron con su sudor, su sangre y su valentía, estas tierras que hoy conforman nuestra entrañable sudcalifornia.

 

Bibliografía:

Historia natural y crónica de la antigua california – Miguel del Barco

Historia de la antigua ó baja california – Francisco Javier Clavijero

Noticias de la península americana de california – Juan Jacobo Baegert

Noticia de la california y de su conquista temporal y espiritual hasta el tiempo presente tomo 1-3 – Miguel Venegas

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