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¿Novelas de narcos, mi amigo?

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hace dos años vi unos capítulos de la serie El Chapo porque todo mundo hablaba de ella y quise asomarme para mirar qué había que llamaba tanto la atención. Traté de verla a solas por estar muy cargada de contenidos para mayores de edad. No obstante, mi hija, en una de esas vio algunas imágenes y me preguntó que si ese hombre había hecho algo por el país, que si era algún héroe nacional (andaba muy metida en la cosa de la Revolución Mexicana porque su maestro había logrado interesarla en la historia de México; no hablaba de otra cosa). Le dije que no. Cerré el canal y jamás volví a nada que tuviera que ver con esa serie. La verdad, me dio pena encontrarme en esa situación incómoda y no saber qué decir exactamente; algo le dije, pero no lo suficiente. A un adulto es más fácil explicarle, pero no a una niña. Esos primeros capítulos me parecieron insulsos, carentes de toda profundidad, sin crítica, una narrativa sin contenido, sólo la descripción de sucesos que ensalzaban la astucia del personaje; poseía un aparente ropaje de mensaje social, pero en realidad sólo era una telenovela creada desde la nota roja, justamente como lo hacía la famosa Alarma! de hace unos 4o años. No había mucha diferencia entre Los ricos también lloran y El Chapo.

Ese suceso con mi hija me ayudó a ver claramente que yo como adulto quizá podía asimilarla y verla como una realidad ficcionada, pero no una menor. Ellos ven el mundo distinto. Para ellos hay buenos y malos y a veces los límites entre una y otra cosa no los alcanzan a percibir. Si su papá veía aquello es porque era bueno y, por tanto, digno de verse y celebrarse. No es una cuestión moralista, sino un asunto de principios humanos o de valores si se quiere, aunque estos son mutables y permeables, y los principios no. Y es cierto: el país pasa por un túnel al que fuimos introducidos por décadas sin darnos cuenta (o tal vez sí, pero nos dio miedo o indiferencia hacer algo) y todo aquello que nos unió como familias hoy carece de sentido. No hablaré del rompimiento del tejido social por cuestiones de espacio, pero creo que todos tenemos eso en mente y sabemos a qué nos referimos.

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Hace unos días puse en mi muro del Facebook un acalorado mensaje a raíz de lo de Culiacán el jueves 17 de octubre, donde descalificaba la narcoliteratura. Varios me hicieron algunos comentarios muy atinados, una especie de defensa del subgénero. Hay quienes dicen que “no debemos darle la espalda” que porque “retrata la realidad”, “que es un reflejo de lo que estamos viviendo”, etcétera. Claro, ¿qué obra literaria no lo hace?: Condición humana, de André Malraux (por mencionar una), hace una extraordinaria visión de la estupidez de las guerras. Desde mi punto de vista, la narcoliteratura está muy lejos de eso. Otros que dicen que no porque un actor equis haga el papel de narco está haciendo apología del delito o la violencia, pues sería como pensar que como sale de ladrón en una película, todo mundo comenzará a robar.

Yo creo que no es tan simple. No creo que “sólo sea un programa” o “sólo sea una película”. Todo lo que entra a la mente es información, y ésta la soluciona, selecciona, empata, adiciona, equilibra y usa con fines de vivir y supervivir la realidad, o nos da herramientas para hacernos sentir seguros, tal como lo hacen el alcohol o las drogas. Quisiera decir que educa, pero creo que educación todavía es más amplia, porque ésta moldea la mente con fines humanísticos y prácticos. Y, bueno, esos programas no tienen la menor intención de eso, claro está, sino de vender. Por tanto, lo que experimentamos, lo que vivimos, lo que oímos, sí forma nuestra personalidad, arroja un resultado, una conducta social, un patrón a seguir.

¿Nos terminamos convirtiendo en eso después de un bombardeo constante? Digo, una película o la historia de un ladrón no hace que nos convirtamos en ladrones, pero si una industria se dedica por completo a decir que ese ladrón o ladrones son lo más chingón del mundo, y sale hasta en las toallas íntimas, algo deberá pasarnos. Como la corrupción en México: permitida, aplaudida y deseada porque “es lo que todo mundo hace y les va bien”. Cuando éramos niños, allá por 1977, en Baja California Norte, al pueblo donde vivíamos, Puertecitos, nos llevaron a ver la película La banda del carro rojo en un cine de carpa; no había conciencia de lo que veríamos, sólo era una película. Los niños salimos sintiéndonos Emilio Varela y se nos hacía de lo más fregón que hubieran engañado a la ley poniendo la droga en la llantas. Tiene un mensaje moralino y retorcido al final, “esto es malo”, pero a los niños eso nos valió madre: lo chingón era el contrabandista (así le llamaban a los narcos en esos años). Hoy, las editoriales piden a sus escritores que hagan series de libros para adolescentes con la temática del narco, el secuestro y etcétera, “para el fomento a la lectura entre los jóvenes”, alegan.

Existe en los hechos una cultura del narco, con productos comerciales legales e ilegales, y claro, la literatura no escapó a ese paradigma, y hoy está sumergida en la ola. Tal vez no siempre aplique aquello de que “escribes lo que vives” porque hay múltiples casos donde hay obras que no tocan el tema ni por asomo y experimentan con otras cosas, pero muchos de pronto se ven inmersos en la temática sin quizá proponérselo, porque algo nos toca de ello. ¿Quién no se ha sentido paranoico y con miedo de salir de casa en estos últimos años por lo mismo? Hace casi dos años, en 2017, Modesto Peralta, mi editor de Culco, me pidió reseñar un extraordinario trabajo disciplinario de periodismo de gente del gremio, Romper el silencio, y tardé dos meses en decidirme a que lo publicara por la ola de violencia que se había suscitado en todo BCS.

Recuerdo ese año de 2017 con amargo sabor de vida y con las inquietudes de un tiempo que no tenía asideros. En todas partes se hablaba de La Paz que se nos fue; los choferes del transporte no hacían otra cosa que hablar de ello, de los muertos, de las balaceras (incluso por mi colonia llegamos a oír muchas), y varios se solazaban de placer de estar al corriente del número de muertos, cómo habían muerto y en qué circunstancias (era el morbo desatado). Era un ambiente de lo más deplorable, decadente y sinsentido. Bajo esas circunstancias, ¿qué ganas de escribir literatura, o aún más, narcoliteratura? Yo no. Paso. Nunca he escrito una sola línea sobre la temática, ni cuento, ni poesía, ni novela. Para mí el tema está muerto aunque se insista a través de series, películas, canciones, corridos, poemas, novelas, cuentos. Sé que pronto pasará, como muchas cosas, pero la industria del bísnes está haciendo su agosto y contra eso es difícil no estar enterado. Sólo queda estar con los sentidos abiertos y que algún día nuestra humanidad reaccione ante la estupidez que estamos viviendo, porque a la industria no le interesa lo que opines, sino venderte lo que está de moda, mientras prolongue la imagen de violencia que pretende normalizarse para acrecentar su capital.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




La violencia como género literario: ‘Indio borrado’ de Luis Felipe Lomelí

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).Los escritores en México siempre dan de qué hablar. Muchos de ellos geniales y propositivos, con nuevos alientos que fortalecen las letras nacionales. Y los escritores del norte —agréguese Noreste y Noroeste— han tenido que inventarse a sí mismos dentro de un contexto editorial muy competitivo —lo cual no sé si eso es sano, pero que ha dado nombres destacados—, tratando siempre de sobreponerse a lo que se hace sobre todo en la Ciudad de México. Durante años así fue, la ciudad más poblada de México fijaba las pautas y los caminos, de ahí surgían los movimientos literarios más importantes del país. No obstante, los del Norte tuvieron que ir cuesta arriba en especial porque creyeron que era más trascendente escribir desde sus lugares de origen y no tener que trasladarse a la gran ciudad para hacerse de un nombre. Luis Felipe Lomelí es uno de esos, cuya obra ha dado significación y prestigio, pero también una manera de seguir sus pasos. Ha recorrido un camino y deja tras de sí un legado de narraciones que nos hablan del talento y dedicación de un hombre sencillo y amable que ha sabido ganarse a sus lectores, que se cuentan por cientos.

Recientemente tuve la oportunidad de leer su novela Indio borrado, publicado por Tusquets, y me dejó grata sorpresa. Digo sorpresa porque debo confesar que no soy muy fan de la literatura del narco, ni sobre temas de violencia y comencé a leer con algunos prejuicios muy personales, pero Lomelí fue capaz de ofrecerme una historia de marginalidad convertida en una obra estética; en resumen, fue capaz de ganarse un nuevo lector, que es la parte fundamental de dedicarse a escribir. Me llama la atención la delicadeza de un lenguaje poético, un respeto contundente a sus personajes, donde las palabras ponen en su justa dimensión la realidad de la violencia en México, para nada convirtiéndola en justificación, más bien alejándose del oportunismo rampante, tan generalizado en escritores mediocres que le apuestan a la fórmula comercial para vender.

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Es verdad, hay violencia, pero la humanidad que prevalece en su novela es la de las relaciones, la familia que es estandarte y al mismo tiempo la decadencia que se hace cada vez más visible y nos hace cuestionarnos sobre el futuro social de la misma. Su personaje El Güero pertenece al inframundo de las personas que habitan la invisibilidad de quienes no han podido o no los han dejado hacerse presentes debido a la pobreza económica y cultural que ha mermado socialmente a la mayoría de los mexicanos. Todo lo humano de El Güero es todo lo humano que ocurre en cada rincón de México, como una calca del territorio patrio, pero que en distintas circunstancias ánimos divergentes distancian a las mismas clases marginales debido a su color y origen, que incluso llegan a ser racistas en algunos casos —un güero norteño pobre y marginal frente a un indígena chiapaneco, por ejemplo; para ellos ser güeros, aunque pobres, es síntoma inconsciente de supervivencia frente a una marginación más profunda—. Sin embargo, aquí nada los salva, la pobreza jode profundamente, la falta de educación, de oportunidades: el medio se impone como un ángel exterminador, del mismo modo que lo planteó Luis Buñuel en su ya legendaria película.

El universo de El Güero es el de los amigos y su madre, la morrita que le gusta. Es muy simple la línea argumental, pero Luis Felipe Lomelí sabe darle una dignidad a toda prueba, demostrando con narración poética lo que puede construirse literariamente, con pinceladas e imágenes que nos conducen a través de los párrafos con la certidumbre de que estamos ante la presencia de la miseria humana, de los destinos retorcidos e inevitables, que con todo son una manera de saber que nuestra humanidad está reflejada en ellos, que quieren ser parte de un tinglado, aunque no lo entiendan. El Güero vive a ciegas —borrado, en efecto—, guiado por sus instintos y víctima de sus emociones, de su violencia desatada sin que llegue a saber realmente que su mundo sí puede ser modificado.

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“Inevitable” que surja la narcoliteratura en BCS: Eduardo Antonio Parra

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Eduardo Antonio Parra dio un taller de novela en La Paz. Fotos: Modesto Peralta Delgado.

La Paz, Baja California Sur (BCS). El novelista Eduardo Antonio Parra —uno de los autores más importantes en la literatura del México actual—, estuvo presente en la pasada Feria del Libro La Paz 2017CULCO BCS consiguió una entrevista exclusiva donde el escritor habló de lo inevitable que podría resultar la irrupción de la narcoliteratura en BCS, los planes de llevar a la pantalla grande su novela Nostalgia de la sombra, y sobre la potencialidad de los escritores sudcalifornianos que le ha tocado conocer y leer, entre otros temas.

Justo el día de la entrevista —el pasado 31 de marzo, cuando Parra daba un taller de novela en La Paz—, recibió un mensaje de un director de cine interesado en llevar a la pantalla grande su novela Nostalgia de la sombra, sin embargo, no quiso revelar su nombre; “durante un año y medio no supe nada, y ahora me acaba de llegar un mensaje telefónico de que se reavivó el interés, y a ver qué pasa, simplemente estaba a la expectativa (…) Fue justo hoy, el que mandó el mensaje es el que la quiere dirigir, pero anda buscando productor”, dijo.

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La cultura no es un lujo

Luego de que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) fuera convertido en la Secretaría de Cultura federal, en su presupuesto para este año no dio nada en varios estados, incluyendo a Baja California Sur, que tuvo echar mano de recursos estatales. Le preguntamos a Parra su opinión al respecto, quien está ya poco sorprendido de esta carencia puesto que “estamos viviendo tiempos demasiado tristes en ese sentido con los presupuestos, se disminuyen, y lo primero que sale bailando, que sufre, es la cultura”.

“Siempre los políticos piensan que la cultura es un adorno, o que dar dinero a Cultura es como para que la gente tenga con qué divertirse, cuando en realidad olvidan que lo que se está haciendo es una filosofía nacional, una idiosincracia, un conocimiento más profundo de lo que es ser un mexicano y un ser humano universal”; aunque de algún modo —explicó— celebra que los gobiernos de los Estados aporten, pues antes “se hacía patos porque la Federación era la que repartía”. Para el escritor, los tres niveles de gobierno deberían tomar conciencia de que “el apoyo a la cultura no es un apoyo a la diversión, tampoco es un lujo, tampoco es algo superfluo”.

Se dispara la narcoliteratura

Desde el 2012, Eduardo Antonio Parra ha viajado alrededor de siete veces a La Paz para dar conferencias o talleres. “Desde que la conocí, es una ciudad que hace honor a su nombre. Ahora con lo que me dices y he visto en los periódicos, de que ya hay más violencia, creo que era inevitable, porque también es un estado norteño, está en camino a los Estados Unidos, está dentro de la rutas del narcotráfico, de alguna manera ese había librado un poco, y yo espero que se vuelve a librar,  porque es una ciudad que no merece tal violencia, es una ciudad pacífica, hace honor a su nombre, es una ciudad hermosa, un paraíso; a mí me gusta caminar por el malecón y sentir que puedo caminar con seguridad”.

Y en sus visitas a esta capital, al leer a los jóvenes escritores sudcalifornianos ha podido apreciar que en las historias de éstos “está mucho más asimilada la violencia, el lado oscuro de la sociedad”. Al charlar con Parra, parecería claro que este tipo de literatura es una tendencia nacional, posiblemente sea una moda y no tarde en aparecer como tal en Baja California Sur.

“Es inevitable. Te voy a decir una cosa, ya se hablaba de narcoliteratura y no había nada, más bien había alusiones a las actividades criminales, ni siquiera la novela negra se metía con la narcoliteratura, pero últimamente sí ha habido bastante literatura dedicada a las actividades del narco y es inevitable, es un contexto nacional, no se puede eludir. Es como cuando la novela de la Revolución Mexicana, era algo muy parecido a lo que estamos viviendo ahorita, claro que ya quedó prestigiada por la historia y porque llegaron ideólogos a decir después que ‘ha sido para alivianar a los pobres’ y ese tipo de cosas, era un ambiente de ‘la bola’; yo creo que estamos viviendo un ambiente ‘de bola’, de lo mismo que en aquella época: no había ley, no había protección de ningún tipo, y eso tiene que quedar registrado de alguna manera. Ahora, de la manera en que lo registre cada escritor, eso depende de él: si quiere hacer historias de sicarios, historias de capos; a mí me parece mucho más interesante de cómo ésto repercute en la gente, en un clima de zozobra, de incertidumbre”.

Sin embargo, quizá tendría que pasar un par de décadas para que los literatos hayan asimilado con más calma la violencia del narcotráfico, qué es lo que está pasando, al igual que le ocurrió a la llamada literatura de la Revolución Mexicana. “Yo creo que eso es lo que va a pasar, la mayoría de los libros (sobre el narco) son periodísticos, eso es indiscutible (… ) pero para tener un panorama mucho más amplio tiene que pasar mucho tiempo. En la novela de la Revolución Mexicana, salvo la novela Los de abajo de Mariano Azuela —que sí se escribió en medio de los trancazos—, podemos decir todos los demás tardaron entre 15 y 20 años en escribirlas. Es lo que yo creo que tarda un narrador, un escritor de a de veras, en asimilar lo que esta ocurriendo”.

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Por último, al preguntarle a Eduardo Antonio Parra sobre su experiencia en los talleres literarios en La Paz, de qué escriben los escritores sudcalifornianos y cuáles podrían ser una promesa, comentó que “como en todos lados, se escribe de todo, he visto historias bastante intimistas y también de violencia. Ahora me tocó ver unas mucho más asimilando la violencia, el lado oscuro de la sociedad, escritores que ya los veo un poco mas formados, y lo seguirá si sigue habiendo talleres, ejercicios literarios (…) Y se mantengan los concursos y los premios. Esos concursos son los que hacen que los jóvenes se animen a escribir”.

Dijo que “básicamente lo que veo son obras en formación, espero que de repente cuajen bien. Me llama mucho la atención Alejandro y Jorge, ya se ven mucho más formados, a uno de ellos me ha tocado verlo desde el principio y se ve prácticamente su evolución”. Parra se refiere a Alejandro Aguirre Riveros, autor de Las palabras revoloteaban como las moscas alrededor de la mierda; el zumbido de sus alas era el zumbido de la rutina, Premio Estatal de Cuento “Ciudad de La Paz” 2015, y a Jorge Peredo, autor de En pedazos, ganador del más reciente Premio Estatal de Cuento.




Cuadernos de la Serpiente publicará antología; ¿inicia la narcoliteratura en BCS?

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Raúl Cota Álvarez en la presentación del número 31 de la revista Cascabel. A su izquierda el maestro Raúl Antonio Cota, su padre. Fotos: Modesto Peralta Delgado.

La Paz, Baja California Sur (BCS). La semilla en la voz, Cartografía poética de Baja California Sur es el título del proyecto más ambicioso de Cuadernos de la Serpiente, editorial independiente dirigida por Raúl  Cota Álvarez, el cual se publicará a mediados de este mes o de enero de 2017; en entrevista, el también colaborador de CULCO BCS, habló sobre la trayectoria de esta alternativa de difusión de literatura en BCS, y lo que parece ser inevitable: la narcoliteratura que habrá de surgir en cualquier momento en la entidad.

“La editorial Cuadernos de la Serpiente nace como una opción, un cauce más para darle proyección a los escritores del estado. Vemos que tenemos una editorial institucional, que es la Coordinación de Fomento Editorial del Instituto Sudcaliforniano de Cultura (ISC); y un proyecto editorial en la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS); pero la demanda supera la oferta. Tenemos muchos escritores, hay tiempos que se sobrepasan por la producción literaria de nuestros creadores y buscamos la manera de hacer un proyecto que no le cueste al autor y que al lector le cueste muy poco, y ese costarle muy poco sea un ingreso que nos permita seguir adquiriendo material para editar al siguiente autor. Es un proyecto meramente sustentable para darle promoción y difusión, y nace exactamente en octubre del 2014”, recuerda Cota Álvarez.

El primer número: La ciudad y otros gatos, de Omar Murillo, pretendía publicarse en septiembre de 2014, sin embargo, el huracán Odile lo retrasó para octubre. Y desde entonces no han parado de promocionar a nuevos talentos en poesía y narrativa en Baja California Sur, sumando 12 títulos hasta el momento. En la presentación más reciente, Sabor a Soledad de Mike Olvera, se vendieron 96 ejemplares, un récord hasta el momento; sin embargo, el más vendido de toda la colección son los Cinco minutos de locura, de Jorge Peredo (Premio Estatal de Cuento “Ciudad de La Paz” 2016), que tuvo un tiraje inicial 300 ejemplares, pero hubo que hacer una reimpresión a petición de una maestra del Cobach que lo encargó como lectura para dos de sus grupos. Ha vendido 400 ejemplares.

El proceso de publicación

Cota Álvarez contó que Cuadernos de la Serpiente es una editorial de puertas abiertas, sin distinción de género, aunque la mayor parte hasta el momento ha sido poesía. Para que un autor pueda ser publicado, primero se pide un trabajo con una extensión de máximo 25 cuartillas. “Llega el manuscrito; lo revisamos en conjunto los miembros del consejo editorial; hablamos con el autor, inmediatamente después de haber hecho correcciones; se toman en cuenta consejos y lo que proceda; se imprime; se manda a costura; se manda a perfilado; y se empieza el proceso de promoción. Y finalmente se busca un recinto, generalmente las distintas bibliotecas de la ciudad”.

Los distintos títulos de la colección se pueden encontrar en la Casa del Libro Sudcaliforniano, en Altamirano entre 5 de Mayo y Constitución —en El Ágora—; en Cafebrería Camelbook, en Francisco J. Mújica y Colosio, en la planta alta de la  plaza;  y vía redes sociales en la página de Facebook de Cuadernos de la Serpiente o la del propio Raúl Cota Álvarez.

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La semilla más ambiciosa

A poco más de dos años de trabajo y 12 títulos en su haber, Cuadernos de la Serpiente presentará a mediados de diciembre, o a más tardar a mediados de enero próximo —“por cuestiones de maquila”, explica Cota Álvarez— la antología La semilla en la voz: cartografía poética de Baja California. Se trata de una obra “que nació de la sociedad civil, con recaudación de fondos con recompensas. Es un proyecto muy importante ya que no sólo presenta a los nuevos creadores de poesía del estado, sino que pretende ser el punto de partida de un fondo editorial independiente para seguir generando proyectos”.

“Sí, es el más ambicioso —subrayó—, porque estamos hablando de 28 autores, estamos hablando de autores de todo el estado y de un formato distinto al que manejamos; no tan austero, no tan artesanal, sino un formato totalmente comercial que tiene ya los formatos institucionales, que pudieran abordarse un formato más cómodo; con un diseño más elegante; con un tiraje de 500 ejemplares que pretende distribuirse en todo el estado. Es el más ambicioso pero también es como la puerta a una nueva etapa en la editorial que pretende avanzar en este sentido”. En su momento se darán a conocer los datos de su presentación, y se calcula que el costo del ejemplar ronde los 50 pesos.

Se asoma la narcoliteratura a BCS

Al preguntarle a Cota Álvarez si no le han llegado textos con temática que giren alrededor del narcotráfico, respondió que “en textos sueltos sí. Sí  hay minificciones, Jorge Arce Gálvez ha incursionado en ello; José Luis Gómez también; y pues ya hay un libro publicado por el ISC, Cuentos cortos de narcotienditas de Amado Malváez. Pero en sí, que nos haya llegado material específico o material que dentro de los temas trate éste, para edición de la editorial, todavía no lo tenemos”.

Sin embargo, al preguntarle su opinión del posible arribo o conformación de la narcoliteratura en Baja California Sur, lo ve como algo prácticamente inevitable. “Lo leía hoy mismo en La Jornada, una plática que tuvieron Elena Poniatowska y Paco Ignacio Taibo II en la Feria Internacional del Libro. Ellos dicen que quisieran hablar de su familia, de temas más agradables, pero la realidad los rebasa, los aturde, los contamina. Yo creo que aunque nos desagrade, nos entristezca, quisiéramos evadirlo, y luchemos de manera paralela por generar otro tipo de entorno, nos absorbe, y también, tenemos que hablarlo. No hacer una exaltación de esta situación, pero sí sembrar un panorama, cómo nos está afectando, cómo podemos verlo de otra manera, a lo mejor para anestesiarnos, o por menos enfrentarlo desde otra óptica que no sea tan cruda”.

Mientras tanto, los jóvenes literatos publicados en esta editorial aún escriben —en general— sobre temas de la región. “La temática es la de los jóvenes creadores. Tenemos la soledad, el desamor, la locura, o la percepción que tenemos del entorno y que pensamos que es totalmente distinta a lo que se percibe naturalmente y lo etiquetamos así, como una locura de nuestra parte, que viene siendo la creación misma de la literatura. En narrativa, en poesía predomina el entorno, el canto al mar y al desierto, el terruño, la regionalidad.

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Finalmente, al cuestionar la promoción de la literatura en la media península —desde las editoriales institucionales a las independientes— de hoy comparada a unos tres años atrás, Cota Álvarez cree que hay que voltear más a lo que se hace más al interior del país, entrarle más como sociedad civil y no temerle a la iniciativa privada.

“Va creciendo, si bien es cierto que la UABCS ha ralentizado la aparición de sus libros pues es porque tienen un consejo editorial exigente que ha filtrado en demasía las propuestas; el ISC tiene muchas más publicaciones, ha diversificado los temas, los formatos, y los abordajes, ha llegado a nuevos públicos. Aparece Cuadernos de la Serpiente como una opción independiente. Hay editoriales que se están formando como Insomnia, que es una editorial de unos chavos de la UABCS que están preparándose para lanzar un proyecto cartonero; apareció Átropos, que es una editorial que acaba de publicar el primer título en el Encuentro de Escritores Lunas de Octubre. Tenemos propuestas, nos estamos dando cuenta como sociedad que tenemos que dar proyectos desde la sociedad civil de tener opciones independientes además de las institucionales, además de la iniciativa privada. Creo que tenemos que voltear mucho al interior del país (…) Las salas de lecturas son muy importante en este proceso que tenemos, porque volteamos más a ver los libros, buscamos más opciones”.