¿Romper el silencio?

image_pdf

FOTOS: Brigadas para leer en libertad, asociación que publicó el libro.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

Para que no viéramos ni subiéramos al Topus Uranus,

fuimos metidos a balazos a la caverna de Platón de nuevo.

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La verdad no sé qué decir o qué escribir de este libro que me han pasado. Digital, por cierto. De hecho, no debería estar escribiendo sobre esto, Romper el silencio, ni los periodistas que ahí escriben tendrían que haber escrito algo así. ¿Autocensura? No. Nadie tendría que estar hablando de estas cosas en pleno siglo XXI, donde se supone que debería estar marcado por la evolución de la especie humana, una época acentuada por las maravillas tecnológicas y los derechos civiles, no obstante, al parecer nos hemos inclinado hacia el lado oscuro. Bueno, una minoría que le apuesta por el ascenso rápido (“éxito”, le llaman) a costa de lo que sea: sangre y corrupción. Nadie tendría que estar hablando de esto ni en la intimidad, ni en la calle. Todos deberíamos estar disfrutando de nuestras inteligencias y vidas en plenitud, no acosados, amenazados, asustados, sin visión de futuro y escondidos en nuestras madrigueras mentales, donde prolifera la paranoia, el miedo y la impotencia.

Para descargar el libro Romper el silencio DA CLIC AQUÍ o en esta VERSIÓN EN PDF.

No quiero hablar de este libro, Romper el silencio. ¡Para qué? ¿Me informa de qué cosa? ¿En verdad me informa o sólo es un desfogue intrépido? Hace muchos años que dejé de creer y pensar que “estar informado” era fundamental. Informado periodísticamente, digo. Porque de pronto noté que muchos periódicos eran en realidad barricadas de interés y lucro y no un servicio ético a la humanidad. ¿Leer noticias cambia en algo lo que sucede? Sin embargo, todos los periodistas que tuvieron los güevos y ovarios en Romper el silencio para narrar todo lo que dicen son más que informadores: son cápsulas de un instante que nos delinea un mapa del terror, un horizonte en el que no hay salida, donde no hay luz al final del túnel. Todos sus textos son una muestra de lo que pasa en cada rincón de México, y nos queda la sensación de que México ha muerto, o que más bien estamos viviendo sobre su cadáver pero los medios oficiales nos crean la fantasía de que “está vivo”. Entonces, ¿de qué sirve estar informado? ¿A dónde me lleva? ¿Merecemos este país todos juntos? ¿Cada mexicano merece este país muerto? Vamos, me explico: no es fatalismo ni una onda, acá, apocalíptica, sino un intento por entender(me) en este caos generado ¿de la nada?

También te podría interesar “Anotaciones sobre Odile” o cómo hacer la poesía del presente y lo concreto.

Somos una maravilla como humanos, dije. Pero somos una jodidez como mexicanos, lo admito. Perdón si generalizo. Sé que no somos dueños de nuestras vidas y al mismo tiempo lo somos. Es decir, todo es opcional. Todo es cuestión de qué lado queremos estar: del lado oscuro o del lado de la luz. El lado oscuro es corto, fácil y se llega rápido a donde se quiere: es impositivo, traicionero y regresivo, olvida que como oscuridad también es parte de la luz, que sin ella no es, pero eso a la oscuridad le vale madre, lo que quiere es reproducirse como un cáncer para su propia satisfacción y seguridad. El lado de la luz es un camino largo, que a veces no lleva a ninguna parte, pero siempre hay la sensación de avanzar, que no se toma a pecho la cosa del “éxito” ni teme al futuro inmediato y que además la oscuridad es su compañera de viaje porque está consciente de que a veces necesita respirar y descansar con los ojos cerrados. La luz no tiene miedo de morir de hambre porque siempre es luz. Somos una jodidez como mexicanos porque no nos reconocemos en el Otro, porque en la oscuridad nos hemos separado en buenos y malos y nadie quiere encender el interruptor de luz para ver qué chingados está pasando y qué estamos haciendo mal. En lo político hacemos elecciones, votamos en la oscuridad, votamos por seres en sombra (sí, como en la caverna de Platón) que no tienen una puta idea de lo que es dirigir o gobernar (a veces tienen más miedo que las mayorías), de lo que es la conciencia y humana y mucho menos de lo que se trata la inteligencia y de para qué sirve.

Presentación de “Romper el silencio” en la Feria Internacional del Libro del Zócalo en octubre de 2017. Por Baja California Sur, participó en este material, Modesto Peralta Delgado.

¿Debo recomendar leer Romper el silencio? Al leerlo, pareciera que estamos ante la presencia de una antología de narradores avezados en la realidad, que es literatura de pura imaginación. Pero, nel. No es literatura, o quizá sí, hay algunos que descuelgan una sintaxis hermosa que hace que lo narrado se vuelva menos vomitivo, menos espeluznante. Y no, no se trata de seguidores de H. P. Lovecraft. Ni de Quiroga. Ni de Allan Poe. Ni de Rulfo (por lo de sombras y fantasmas y muertos…), es la puritita realidad. A lo largo de sus páginas se siente el miedo. Todos tienen miedo. ¿Es un libro para que tengamos miedo? ¿O es un libro que describe el miedo porque no saben qué hacer con él? Párrafos y párrafos inteligentes, algunos nítidos, otros más bien estomacales, viscerales, otros narcisistas y lucidos, pero todos con un mismo fin: hablar con palabras de lo que pasa en las calles, sobre todo desde sus sentimientos y emociones trastocadas por la violencia.

Yo pensaba que el silencio era un don del poeta, que el silencio era el más alto sentido de la poesía, que sólo en el silencio es que podíamos encontrar la verdad, o el indicio de algo que me definiera lo que no entiendo con palabras. Pero, no. Aquí me dicen que lo rompamos, que no nos callemos, que usemos las palabras para nombrar lo que está en la oscuridad. ¿Eso será como encender la puta luz del cuarto que todos quieren mantener en la oscuridad porque en las sombras es mejor y se está más a salvo? No sé, no tengo la menor idea. Pero en la luz yo he encontrado que se está mejor aunque sea más más fuerte y nos espante. Pero la luz es un proceso largo, entrar en la luz no es enchílame esta gorda, dos pa’ llevar. No. Es una caída interior y exterior que debe ser individual primero y colectiva después, si no, no sirve. Dicen que las palabras transforman, que algo dicho con sentido negativo o positivo, impacta en un oyente o lector. Debe ser cierto. Todo cerebro se alimenta de información, como un estómago. Ahí procesa y desecha. Ahora bien, ¿qué tipo de información debo consumir o qué tipo de información debo permitir que entre en mi cerebro? He ahí el detalle, diría un clásico. ¿Qué estamos dispuestos a consumir? ¿Estamos dispuestos a deglutir, devorar, darle una probadita a cualquier cosa para Romper el silencio?

Romper el silencio, su propuesta es una locura, o su no propuesta, pero igual es una locura lo que vivimos, una locura que no deberíamos estar viviendo. Por lo pronto, no olvido que las maravillas de la vida humana son mayoría, pero que necesitamos activar el interruptor de luz para que nos demos cuenta.

Compartir en
Descargar
   Veces compartida:

Ramón Cuéllar Márquez

Nació en La Paz, en 1966. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Actualmente se desempeña como productor y guionista en Radio UABCS, donde dirige el programa “Letras Vivas, la voz de los escritores sudcalifornianos”. Ha publicado los libros de poesía: “La prohibición del santo”, “Los cadáveres siguen allí”, “Observaciones y apuntes para desnudar la materia” y “Los poemas son para jugar”; las novelas “Volverá el silencio”, “Los cuerpos” e “Indagación a los cocodrilos”; de cuentos “Los círculos”; y de ensayos: “De varia estirpe”.

Compartir
Compartir