1

Celebrar las Fiestas de las Fundaciones de La Paz

FOTOS: Modesto Peralta Delgado.

El Beso de la Mujer Araña (*)

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En 2019, como estudiante de la Maestría en Investigación Histórico-Literaria de la UABCS, me tocó realizar una estancia a la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Para viajar a Chile, el Ayuntamiento de La Paz me otorgó algunos apoyos para el boleto de avión gracias a un par de regidores —especialmente, José María Avilés, a quien agradezco muchísimo el interés y la gestión—, incluyendo al Alcalde. Sin embargo, desde entonces y en todo el 2020, Rubén Muñoz Álvarez nunca me atendió personalmente. Busqué y busqué al Presidente Municipal para contarle en extenso mi investigación sobre las celebraciones de mayo y plantear una propuesta. Ni cuando se reorganizaba el trabajo, posterior a la pandemia, pudo o quiso escucharme.

Aquí no podría extender a detalle mi propuesta, opto por escribir un artículo de fondo sobre las Fiestas de Fundación de La Paz —tema de mi tesis de maestría—, una tradición inventada que podría considerarse la celebración identitaria más importante del Estado, pero cuyos supuestos históricos han sido cuestionados en los últimos años. Mi propósito es volver al Palacio Municipal, con quien gane la Alcaldía en estas elecciones, para replantearlo. Ahora no tiene caso, estamos en pleno tiempo de venta de ilusiones: las y los candidatos son capaces de bailarte una cumbia o correr descalzos sobre las brasas con tal de obtener tu apoyo. Todo/as dicen interesarse por la cultura, como siempre, y como siempre, olvidarse de ella nomás llegan al poder. ¡Cuento viejo, no se necesita un doctorado para saberlo!

También te podría interesar: 35 años de la muerte de Juan Rulfo; 70 de “¡Diles que no me maten!” 

Todavía estamos en mayo, y aunque desde el año pasado, estas fiestas fundaciones han sido afectadas por la pandemia de la COVID-19 —el año pasado hubo charlas virtuales, este año no me enteré más que de una foto por ahí, o sea: nada—, nadie podría negar que son una tradición que, como tal, podría seguir indefinidamente, bajo las mismas premisas. Desde hace varias décadas, el Ayuntamiento de La Paz lleva a cabo las Fiestas de Fundación de La Paz con eventos artísticos, deportivos y culinarios, siendo la escenificación El desembarco de Hernán Cortés en La Paz, la perla del festejo. Esta representación teatral sugiere la idea de la fundación de esta capital el 3 de mayo de 1535, en el encuentro entre el conquistador de México, Hernán Cortés, y la reina Calafia —reina de los guaycuras—; luego de que el español supuestamente huye despavorido por la bravura de los indios, pronto llegan los jesuitas, y así, se da el proceso de mestizaje del que actualmente somos producto. Cierto, desde 1958 que se realizó por primera vez, han habido variantes en la interpretación, pero en lo esencial es esto; y como suele ocurrir con los mitos, no queda claro dónde empieza la fantasía y dónde la adulteración de la historia.

En 2020, publiqué el reportaje Los mitos de las Fiestas de Fundación de La Paz y la fundación desconocida, donde abundo en detalles sobre la historia de esta celebración. Los resultados de la investigación que realicé, me hacen concluir que esta tradición se inventó en la década de los 40 del siglo pasado, a través del Frente de Unificación Sudcaliforniana, bajo la responsabilidad de los profesores y con la anuencia del gobierno del entonces Territorio. Desde allí se “eligió” que la fundación sería desde entonces, con esos personajes y esas temáticas, lo que significaría que esta ciudad cumpliría ¡casi medio siglo de antigüedad! Y desde entonces también, esta borrado de la memoria colectiva —y de la educación histórica en la entidad— el proceso fundacional del que emergió realmente La Paz como poblado, en el primer tercio del siglo XIX —es decir, casi 300 años de diferencia con la versión oficial.

Esta versión de la historia, la de Cortés y Calafia, es rica en ironías, no sólo porque tal encuentro, literalmente, nunca se dio y poco o nada tiene que ver con la identidad local. Hay personas que han creído que Calafia era la reina de los guaycuras cuando los antiguos californios ni siquiera sabían de su existencia; los españoles que vinieron en busca de riqueza y exuberancia alentados por la idea de una “California”Calafia es un personaje secundario de la novela Las Sergas de Esplandián, donde era la reina de una isla prometida en oro, llamada “California”, precisamente—, huyeron pero por el hambre, la aridez y el calor. Es irónico que esta celebración “rescatara” un personaje escrito para divertir e ilusionar a los que venían a conquistarnos en aquella época, y en cambio, el punto de encuentro que es el nombre de “California”, no se rescate como nombre original de esta tierra que, a estas alturas, la mayoría conocemos como “Baja”. Nos hemos quedado con la parte más chafa del mito.

El desembarco de Cortés es una especie de libre interpretación de un desastre. Hernán Cortés gastó una fortuna para venir a California y regresó con más pérdidas y muertes que ganancias. Su último viaje a lo que él creía que era Asia, fue una verdadera hazaña, pero que acabó en un descomunal fracaso. Sin embargo, aquí se ha elevado su figura positivamente al representarlo como fundador —aunque él no le puso La Paz a La Paz, ni California a California; aunque de los campamentos para explorar que asentó, no quedaron ni las cenizas— y hasta el golfo lleva su nombre —como Mar de Cortés, no como el Golfo de Cortés, claro. Y de tanto que escribió, el europeo apenas mencionó lugares y hechos de este lado reseco del mundo. De manera que estos mitos elegidos a capricho, probablemente para crear lazos de identidad en el siglo pasado, para ensalzar una historia de 500 años de antigüedad, se originaron desde la ignorancia y desde la ignorancia se han seguido replicando.

Con todo, al realizar mi investigación y entrevistar a personajes que escribieron el guion de El desembarco de Cortés; que lo dirigieron, actuaron o fotografiaron, lo que sí pude constatar es el esfuerzo por llevar a cabo un evento tradicional, a veces, con irrisorios presupuestos; y un amor al terruño: el deseo de recordar a los guaycuras extintos. Por eso, en mi opinión, no sería un impulsor para cancelar la celebración, ¡al contrario: darle más difusión a la historia regional! En líneas generales, creo que las Fiestas de Fundación de La Paz puede ser el pretexto para contar la historia de LAS FUNDACIONES DE LA PAZ y ampliar el rango de tiempo, pues en tres siglos, asentar un poblado llevó más de cinco intentos. No cercenar la cabeza de Cortés: sí llegó a estas tierras, enteró de ellas al mundo y creó el puente para ser parte de México, el hecho no es poca cosa; pero tampoco cercenar, al soldado desconocido, Juan José Espinosa, el primer habitante y vecino de La Paz perdurable, por ejemplo, así como a los migrantes navegantes, marinos y comerciantes que realmente hicieron nacer y crecer a esta ciudad.

Si se realizan las Fiestas de las Fundaciones de La Paz se difundiría más la historia local, y en vez de dar una apariencia de entreguismo o derrota, reflejaría la cultura de las dificultades de vivir aquí, como ha sido en realidad la mística de nuestro desierto. Además, puede ser un atractivo turístico importante, si se invirtiera con esa visión, pues todavía tienen muy poco aforo sus actividades. Me parece plausible abarcar el espectro de promover a los deportistas y artistas locales, creo que como celebración de identidad puede ser también muestra de los talentos y generar convivencia. Creo que hay episodios históricos muy interesantes desaprovechados, así como ideas o recursos por explorar.

Pero, ya será cuando llegue la próxima alcalde o alcaldesa que compartamos los resultados y llevemos nuestros puntos de vista. Soy pesimista en creerles todo a los candidatos y candidatas, hasta veo con cierto hartazgo a algunos amigo/as peleándose con otro/as por cuestiones electorales, un escenario tan repetitivo como las ideas publicitarias de las campañas. Los discursos electorales son más predecibles que una telenovela. Pese a todo, seguiremos insistiendo. Sirva esta publicación como antecedente para pedir una cita en los próximos meses, y he de copiar alguna nota donde las futuras autoridades municipales hayan dicho que se interesaban en la cultura, por si sirve de algo, que de lengua, hasta Cortés se comió un taco.

__

(*) Esta publicación obtuvo Mención Honorífica en el Premio Estatal de Periodismo 2021, en la categoría de “Artículo de Fondo”.

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




José María Morelos y Pavón, una estatua para la posteridad

FOTOS: Archivos.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Conforme los pueblos van abandonando su estructura primigenia y se convierten paulatinamente en ciudades, sus habitantes y autoridades de gobierno empiezan a embellecer sus calles a través de edificios majestuosos, jardines y sobre todo, estatuas ubicadas estratégica e incluso simbólicamente en diferentes puntos de su geografía. Tal es el caso de la inmensa estatua que representa al “Siervo de la Nación”, a don José María Teclo Morelos Pérez y Pavón, mejor conocido como José María Morelos y Pavón, y que se encuentra en esta ciudad de La Paz, Baja California Sur.

Pocas personas saben que esta estatua cuenta ya con más de 78 años de que fue construida. Esta hermosa pieza escultórica fue encargada para su manufactura al escultor Guillermo Ruiz Reyes, originario de la Ciudad de México. El coronel Rafael M. Pedrajo, el cual fungió como jefe de gobierno y militar de nuestro territorio en los años de 1938 a 1940, fue el encargado de realizar las gestiones para el diseño, confección y financiamiento de la obra. El escultor Ruiz Reyes fue el que esculpió la estatua colosal de Morelos, de 40 metros de alto, y que se encuentra en la isla de Janitzio, Michoacán.

También te podría interesar: La Reina Isabel II en La Paz. En busca del origen de la perla de la Corona

La estatua que se encuentra en La Paz, fue realizada en bronce. Este monumento consistía en dos grandes partes. La primera de ella era una placa de aproximadamente un metro cuadrado en donde estaba grabada en relieve, la escena con la que quedó inmortalizado para la posteridad este caudillo del Sur de México durante la lucha por la independencia nacional. Nos referimos al momento en que Morelos y Pavón hace entrega del documento titulado “Sentimiento de la Nación” a un cuerpo legislativo que recibió el título de “Congreso del Anáhuac” y que durante los meses de septiembre y noviembre de 1813 se reunieron en la ciudad de Chilpancingo, Guerrero, para crear la primera Constitución de México. Esta constitución fue promulgada en Apatzingán el 22 de octubre de 1814. Para aquellos que tuvimos la oportunidad de admirar de cerca la placa, era una hermosa representación magistralmente elaborada por su creador.

La estatua que representa al Generalísimo Morelos mide aproximadamente cuatro metros de altura. Representa a nuestro caudillo portando con gallardía su uniforme militar del ejército insurgente, con su mirada altiva y gesto adusto, viendo hacia el sur, hacia la tierra que lo vio nacer. Sobre la parte superior de su cabeza lleva atado un paliacate, con el cual es representado en un sinnúmero de cuadros y estatuas. Cubren su espalda un largo capote el cual le llega hasta los tobillos. Sus manos descansan sobre la empuñadora de un mandoble (término para describir a una espada de gran peso, de hasta 4 kg, y grandes dimensiones (de 2 a 2,5 metros de largo), que debe ser manejada con ambas manos para hacerlo con velocidad). La punta de esta espada descansa en el suelo, entre sus piernas. Al observar esta pieza escultórica muchos sentimientos sobrecogen al espectador: admiración, respeto, orgullo, honor, felicidad, alegría, etcétera.

Originalmente el conjunto escultórico (placa y estatua) fue colocado en una columna que se encontraba en el centro de una glorieta localizada en las calles de 5 de Mayo y Lic. Primo de Verdad. Cuentan que eran frecuentes los accidentes automovilísticos en el lugar ya que por falta de precaución se impactaban contra este sitio. Fue en el año de 1961, durante el mandato del general Bonifasio Salinas Leal, gobernador del territorio, que se construye un pequeño parque en honor de este héroe, en el cruce de las calles 5 de Febrero entre Calzada Agustín Olachea y Forjadores de Sudcalifornia, a donde fue trasladada toda la obra escultórica. Frente a este parque se construyó un edificio que en ese tiempo, y hasta la fecha, albergaría a la Escuela Secundaria que porta el nombre del “Siervo de la Nación”.

Durante muchos años fue costumbre que las autoridades educativas de la secundaria “José María Morelos y Pavón” llevaran a grupos de alumnos a tomarse fotografías a un costado o frente a este monumento, asimismo se realizaron diversos actos cívicos y militares en conmemoración de los aniversarios luctuoso y del natalicio de este gran héroe. Tristemente, hace aproximadamente unos 4 años fue sustraída la placa que tenía el relieve y hasta la fecha se ignora su paradero.

Como podemos darnos cuenta en nuestra ciudad se encuentran una gran cantidad de sitios y monumentos con una gran trascendencia, Realizados por artistas de reconocida fama nacional e internacional. Sólo basta la mirada interesada y aguda para descubrir lo que encierran en su historia. Este breve relato es también un llamado a que cuidemos de estas obras, a que las respetamos y evitemos su daño y deterioro. Que sea nuestro legado respetuoso a las generaciones venideras.




Pablo L. Martínez y la quinta fundación de La Paz

malecon-la-paz-2

Kiosco del malecón de La Paz. Fotos: Modesto Peralta Delgado.

Colaboración Especial

Por Manuel Lucero

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En 1950, en el número 2 de la revista B. C. Sur, Pablo L. Martínez publicó un artículo titulado La fundación de La Paz, B. C. S. Dicho texto fue editado por el Archivo Histórico en 1984 con el título Las cinco fundaciones de La Paz, B. C. S. En ese texto brevísimo, el viejo profesor menciona, a vuelo de pájaro, los frustrados asentamientos que intentaron, según él, los navegantes Hernán Cortés, Sebastián Vizcaíno e Isidro de Atondo y el misionero jesuita Jaime Bravo entre los siglos XVI y XVIII. Asimismo, se refiere a la quinta fundación como la definitiva, y se la atribuye a un soldado de la guarnición del mineral de San Antonio llamado Juan José Espinoza, quien se estableció aquí a comienzos del siglo XIX. Sin embargo, tiene cuidado el autor en señalar que, “por primordial y dramática”, la llegada del conquistador de México, ocurrida el 3 de mayo de 1535, debe considerarse “como la verdadera y legítima” fecha de fundación de La Paz.

No sé en qué momento su propuesta fue aceptada por las autoridades en turno y comenzaron las celebraciones oficiales de esa fecha. Hoy forman parte del ceremonial cívico, el cual se realiza sin ningún rubor. De vez en cuando me pregunto cómo pudo aceptarse esa idea, sabiéndose, como se sabía, que La Paz era una ciudad del siglo XIX, sin ningún rastro de un pasado colonial que jamás tuvo, salvo los efímeros intentos de Atondo y Bravo, con casi cuatro décadas de distancia entre uno y otro. Aun así, este 2017 se anuncia con bombo y platillo el 482 aniversario de la fundación de La Paz. Vivimos pues, según la celebración oficial, en una ciudad con cerca de cinco siglos de existencia. Nada más alejado de la verdad, me temo. Confieso que me hubiese gustado que fuera cierto. Que alguna vez aquí, en estas playas, desembarcó el mismísimo Hernán Cortés y fundó un poblado que perduró y se convirtió en esto que hoy es este puerto. No fue así, y lo lamento.

hernan-cortes-antigua-california

Nada en los documentos de la época nos indica con certeza que en esta ensenada, frente a esa lengua de arena que llamamos El Mogote, fue donde el Marqués del Valle estableció su campamento al que nombró Santa Cruz. Algunos señalan que se ubicó en la ensenada de Pichilingue, otros que en una pequeña bahía frente a la isla Cerralvo, en un lugar que hoy se llama Las Cruces pero que todavía en 1912, el año en que el explorador francés León Diguet publicó su libro sobre la península, se llamaba Santa Cruz.

También te podría interesar 23 años sin Víctor Bancalari, un poeta que creó y apagó su propio fuego

Cuando don Pablo escribió su artículo, La Paz era un pequeño puerto de 13 mil habitantes que no podía competir en tradición con la vieja Loreto, la antigua Capital de las Californias, fundada a fines del siglo XVII por el misionero jesuita Juan María de Salvatierra. Esa competencia no resultaba fácil para una población cuya apariencia era la de un asentamiento de fines del siglo XIX y principios del XX. Loreto, en cambio, podía presumir algunas construcciones de por lo menos dos centurias. La diferencia es muy simple: la antigua capital californiana ha sido habitada de manera permanente desde el 26 de octubre de 1697, mientras que en La Paz sólo ha vivido gente de manera ininterrumpida a partir de la tercera década del siglo XIX.

malecon-de-la-paz

No busco aquí denostar a nuestro “sudcaliforniano ilustre” ni pretendo que se modifique el calendario cívico ni tampoco deseo parecer un aguafiestas. Mi afán es documentar un poco más los varios intentos fallidos por establecer asentamientos humanos no indígenas en esta parte de la península, que son finalmente “una historia de encantos y desencantos”, como bien lo dijo ya el doctor Ignacio del Río, historiador de la Antigua California.

Veamos pues cada uno de esos intentos de colonización, sus circunstancias y desenlaces, y en qué medida cada uno de ellos corresponde al pasado mítico o histórico de este conglomerado humano que es hoy la ciudad y puerto de La Paz.

la-paz

_____

*Este texto forma parte de un libro en preparación, el cual llevará por título Navegantes, misioneros y comerciantes en la fundación del puerto de La Paz, 1535-1830, mismo título de la conferencia que el Dr. Manuel Lucero impartirá este miércoles 3 de mayo a las 19:00 horas en Cafebrería Camelbook, en esta ciudad.

 




Llegando está el Carnaval de La Paz; ¿desde cuándo se remonta en BCS?

carnaval-portada

Érase una vez

Por Pablo Reynosa

 

“Gracias a las fiestas el mexicano se abre, participa, comulga con sus semejantes y con los valores que dan sentido a su existencia religiosa o política. Y es significativo que un país tan triste como el nuestro tenga tantas y tan alegres fiestas. Su frecuencia, el brillo que alcanzan, el entusiasmo con que todos participamos, parecen revelar que, sin ellas, estallaríamos. Ellas nos liberan, así sea momentáneamente, de todos esos impulsos sin salida y de todas esas materias inflamables que guardamos en nuestro interior”, Octavio Paz en “Todos Santos, Día de Muertos”.

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Una vez más, como ha venido sucediendo año con año desde 1888, la ciudad de La Paz, Baja California Sur, que “tiene el color más bonito de toda la tierra”, se viste de diversión, baile y festejos durante la celebración del carnaval.

El origen de la palabra carnaval parece ser el carmen levare o carnelevarium (la “carne”), del latín vulgar. También es posible que la palabra italiana carnevale se derive de la expresión latina carrus navale, es decir, “barco sobre ruedas”, lo que constituiría un recuerdo de las naves que llegaron a desfilar por las calles en los festejos de la Roma antigua. “Barco sobre ruedas” es también un concepto disparatado que expresa muy bien el desorden y la subvención de la realidad que reina en esos días.

También te podría interesar Centenario de la Constitución Mexicana y sus efectos en Baja California Sur

Tal y como lo conocemos hoy en día, el carnaval es una continuidad de los antiguos Saturnales, las festividades romanas que se celebraban en honor al Dios Saturno. A raíz de la expansión del cristianismo tomó un auge mayor y la fiesta adquirió el nombre de carnaval, cuyo motivo principal es el de despedirse de comer carne y de llevar una vida licenciosa durante el tiempo de cuaresma, que inicia el Miércoles de ceniza y concluye el Domingo de resurrección.

Por lo que corresponde al Carnaval de La Paz, encontramos que el origen de éste se remonta al siglo XIX, cuando el general José María Rangel asistió a una finca, propiedad de la familia González, para participar en una celebración en la que habría una serie de bailes. En esas fiestas, los padres permitían que sus hijas bailaran con los mancebos (hombres jóvenes solteros) que así lo solicitaran.

Al día de hoy el Carnaval de La Paz es una celebración en la que sudcalifornianos y turistas nos damos a la tarea de disfrutar de los cascarones de huevo rellenos de confeti, los antifaces, las gorditas de nata, el desfile de carros alegóricos y en que la singular voz de quien vende cobijas nos remonta a nuestra más tierna infancia y nos da un sentido de pertenencia, y de identidad.