Los mitos de las Fiestas de Fundación de La Paz y la fundación desconocida

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FOTOS: Modesto Peralta Delgado, excepto donde se indica.

El Beso de la Mujer Araña

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Ni Hernán Cortés fundó La Paz, ni la reina Calafia existió, pero ¿qué pasa si presentamos “algo” con datos que no son del todo falsos, pero tampoco del todo verdaderos? Creamos mitos. ¿Y si lo repetimos cada tanto tiempo, incluso con el apoyo de las autoridades? Tenemos una tradición. Cada año —con ciertas excepciones como éste, ante la amenaza del COVID-19—, el Ayuntamiento de La Paz realiza las Fiestas de Fundación de La Paz que en la escenificación El desembarco de Hernán Cortés en la Bahía de La Paz, promueve la idea de que su fundación corresponde al 3 de mayo de 1533. De ser cierto, estamos a pocos años de ser una ciudad con 500 años de antigüedad.

El año pasado, en un pequeño sondeo que hicimos durante esta festividad, algunos ciudadanos no tienen idea de quien fue Calafia, pero hay quien cree que fue la reina de los antiguos californios o una guaycura destacada, y en la primera representación fue elevada a categoría de “diosa”. Derivado de una investigación bibliográfica, damos a conocer aquí información que, si bien está al alcance de quien quiera, no goza de mucha difusión. ¿Cuándo y cómo surgen las Fiestas de Fundación de La Paz? ¿Qué cosas realmente pasaron y qué otras han sido inventadas o “retocadas”? ¿A partir de cuándo esta ciudad, realmente, empezó a poblarse y crecer tal como la conocemos hoy?

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FOTOS Gabriel Larios Heredia.

Los orígenes y la interpretación

En 1945, nace un grupo y movimiento político muy importante en Baja California Sur: el Frente de Unificación Sudcaliforniano (FUS) que, entre otras causas, buscaba que el gobernador del entonces Territorio Sur fuera originario de esta entidad —pues desde el centro del país la Federación los imponía, ignorando las necesidades de los nativos. Pese a esta inquietud, de 1946 a 1956, el Gobierno de México impuso a Agustín Olachea. El general sí era nativo de BCS, era originario de Todos Santos, pero no tenía arraigo sudcaliforniano —de hecho, había gobernado ya entre 1929 y 1931, sin parecer un gobierno del todo fructífero, por lo que nadie parecía extrañarlo. Aunque al inicio de su gestión incorporó a algunos elementos del FUS, pronto los fue sacando y logró perdurar en la gubernatura por 10 años. Sobre estas circunstancias políticas se puede leer “El gobierno de Francisco J. Múgica y los movimientos civiles en la década de los cuarenta”, de María Eugenia Altable, en el libro Historia General de Baja California Sur.

Justo en este periodo de ese movimiento político local —también llamado “nativista”—, surgen las primeras Fiestas de Fundación de La Paz. En el Archivo Histórico del Estado —no confundir con el Archivo Histórico “Pablo L. Martínez” o AHPLM— se encuentran documentos que señalan los inicios de la tradición. El más lejano que encontramos es del año 1946, cuando se conmemora “el CDX Aniversario de la llegada del Conquistador Hernán Cortés a playas sudcalifornianas”. La invitación al público en general la realizó la Dirección de Educación Federal y el FUS —papeles de la época felicitan a la maestra Julia García de Ojeda por el éxito del festival llevado a cabo en el Palacio de Gobierno. Cabe anotar que entre los integrantes del Frente, en la élite intelectual de esos momentos, estaba Pablo L. Martínez, entre otros destacados maestros.

El FUS era eminentemente político, pero con fuertes inquietudes en el desarrollo del Estado. Lo que parece probable es que en el seno de este grupo —especialmente en el magisterio de las escuelas normales, hay que recordar que la UABCS se fundó hasta 1976—, decretaran como fundación de esta ciudad la llegada de Hernán Cortés en 1535. Desde los años 40’s se celebra así. Sería hasta 1958 la primera vez que se escenifica El desembarco de Hernán Cortés, un magno evento realizado en El Caimancito donde estuvo como invitado de honor Adolfo López Mateos. Allí incorporaron la figura de Calafia —entonces, presentada como una diosa—, inspirada en el clásico poema del mismo nombre de Fernando Jordán, quien había ganado los Juegos Florales 3 años atrás. Más detalles sobre este suceso se encuentra en la tesis de Gonzalo de Jesús Avilés Lara: Políticas Culturales en el caso de la Escenificación del Desembarco de Hernán Cortés en las Fiestas de Fundación de la Ciudad La Paz.

Pasaron más de dos décadas para volver a realizar esta representación, que luego quedó a cargo del Ayuntamiento de La Paz, aunque en buena medida, apoyados por las escuelas normales. Hasta la fecha, poco a poco se han incorporado artistas y promotores culturales que conservan la esencia de esta interpretación histórica, con algunos cambios, por ejemplo, darle un poco más de fuerza a la presencia guaycura —que nada tuvo que ver con la fundación “última” de la que hablaremos más adelante. Pablo L. Martínez fue, sin duda, uno de los principales promotores de esta idea fundacional, así lo defiende en una pequeña obra que merecería mucha más difusión: Las cinco fundaciones de La Paz, en la que, precisamente, enumera cada intento fallido de poblar esta tierra por siglos. El punto es que estas festividades, esta representación que juega entre ser artística y al mismo tiempo histórica, fueron decretadas de esa manera. Se “eligió” a esas figuras para inventar elementos de identidad sudcaliforniana, sin que emergieran realmente del pueblo, pero sin contar tampoco con oposición de ninguna clase, por lo que terminó convirtiéndose, sencillamente, en una tradición incuestionable.

Lo que sí pasó y lo que no pasó

Hernán Cortés sí desembarcó en la costa de lo que hoy serían las playas paceñas. Fue el 3 de mayo de 1535. El documento que lo prueba es el Auto de Posesión del Puerto E Bahía de Santa Cruz que se encuentra en el Archivo de las Indias; en este enlace se puede leer una transcripción. Más que una fundación, se trató de una apropiación de la tierra para la Corona Española, creyendo en aquel entonces que se llegaba a una isla de Asia —además, ni siquiera la nombró La Paz, así la bautizó Sebastián Vizcaíno seis décadas después. Sin embargo, tal exploración fue un descomunal fracaso, pues se invirtió una fortuna sin encontrar el oro esperado; en cambio, lo desértico de la tierra —literalmente: el hambre— hizo que el ejército no durara aquí ni un año. Cortés, que escribió muchísimo, no escribió casi nada de esta aventura. Por cierto, el primer europeo en llegar aquí no fue él sino Fortún de Jiménez, quien enviado previamente en una embarcación por el conquistador, amotinó el barco, descubrió por casualidad la península, pero tuvo un enfrentamiento con los antiguos guaycuras, terminando asesinado. Ni rastros quedaron de unos, ni de otros.

Sangre y sed de oro, hambre y deseo de evangelizar a esos escasos indios, hubo en esos primeros encuentros. No hubo matanza de indios porque apenas si encontraron, sin embargo, esos episodios debieron ser sumamente dramáticos, tal como si hubieran llegado a la Luna. La ignota California era el último brazo de tierra a conquistar sin que tuvieran una idea de a dónde llegaban. Hordas de hombres se perdieron en el mar tratando de reconocer los litorales, y otros murieron a falta de comida.

Cortés tampoco bautizó como California a nuestra actual tierra, aunque sí es evidente en los primeros mapas que así se le empezó a llamar desde el siglo XVI. De hecho, el legado del español fue, precisamente, ubicar a esta tierra en la cartografía: colocarla en el conocimiento del mundo que se tenía hasta entonces. El clásico Historia de Baja California de Pablo L. Martínez cuenta —y de forma amena—, todos estos eventos de la tierra que duró inconquistable por casi tres siglos. Otros títulos recomendables sobre esta etapa son A la diestra mano de las Indias de Ignacio del Río y La Bahía de Santa Cruz. Cortés en California 1535-1536 de Carlos Lazcano Sahagún.

Por su parte, la reina Calafia es un personaje secundario de Las Sergas de Esplandián de Garcí rodríguez de Montalvo. Jamás existió en la vida real. En dicha novela de caballerías —a propósito, no encontramos un solo ejemplar en ninguna biblioteca pública que consultamos— ella era una guerrera negra que reinaba la isla de California. Era una profana y asesina de hombres, pero se cristianizó al enamorarse de la belleza de Esplandián, quien al final de la historia no le correspondió.

En el siglo XVI en que los españoles navegaban hacia América, esta obra estaba de moda, y se cree que —en broma y en serio— este territorio que creían una isla, era “esa” California, y de allí se ha deducido como altamente probable que así haya sido el origen del nombre. Sin embargo, no era ninguna deidad y no tuvo nada qué ver con los guaycuras; se rinde tributo a un personaje cuyo autor ubicó ¡en Turquía! El personaje reinaba una isla de fantasía en los alrededores de lo que era Constantinopla.

La fundación desconocida

Dení Trejo Barajas y Marco Antonio Landavazo escribieron Población y grupos de poder en la península de Baja California, publicado en 1994 por la UABCS. En dos capítulos, explican de manera clara y contundente cómo fue realmente cómo La Paz empezó a poblarse, mantenerse y crecer hasta ser lo que es hoy en día, así como la forma en que los grupos fundadores fueron ganando poder hasta ser, en pocos años, la capital del Estado. En La Paz, sus tiempos y espacios sociales de Edith González Cruz, Ignacio Rivas Hernández y Francisco Altable, publicado por el AHPLM (descargable en línea), también se pueden encontrar datos importantes sobre los orígenes del Puerto de Ilusión. Realmente no hay muchos libros que traten el tema a profundidad, además de ganar más atención la versión de la celebración oficial. Por eso se trata de “la fundación desconocida”.

¿Que encontramos? Que las Fiestas de Fundación de La Paz tienen un “excedente” de ¡casi 300 años! El texto de la maestra Edith González dice literalmente: Fue en el transcurso de los años veinte del siglo XIX cuando comenzó a poblarse lo que hoy es la ciudad de La Paz, gracias a su condición geográfica, a la riqueza perlera que guardaba su bahía y a su vecindad con el pueblo minero de San Antonio; a ello se agregó, en 1828, su acondicionamiento como puerto de cabotaje y altura. Su desarrollo comercial llevó a que ahí se estableciera en 1829 las autoridades hacendarias y en 1830, sin disponerse de manera oficial, se convirtió en la capital peninsular; a la que se proveyó, al año siguiente, de vida municipal, que fuera reconocida por el gobierno central en 1833. Así pues, La Paz vio la luz como centro comercial, donde fueron estableciéndose varios inmigrantes extranjeros y del interior del país. De ocho a diez vecinos que había en 1826, para 1835 vivían casi 800 personas y en toda la municipalidad 1,226.

Antes, los exploradores no dejaron asentado nada; ni la misión perduró; no hay un solo rastro de que esta sea una ciudad colonial; en cambio, se desconoce que La Paz fue una de los primeros poblados del México Independiente. Y se fundó, especialmente, gracias al comercio. Tal vez no sea tan épico ni romántico, pero es. Existe, sin duda, un proceso fundacional: fundar una ciudad no es tan simple y rápido como firmar un documento. A veces tenemos que atenernos a símbolos y síntesis, pero las fiestas de mayo no le han hecho justicia alguna a los hombres y mujeres que hicieron esta ciudad en el siglo XIX; se les ha mutilado de la celebración.

Podría servir como un referente de la verdadera fundación de La Paz el año de 1923, ya que un documento —está en el AHPLM— señala que el entonces jefe político del Territorio, José Manuel Ruiz Carrillo, donó tierras para que poblara ese pedazo de arena frente a la playa que tenía tiempo usándose como fondeadero de barcos sin que hubiera provisiones de ningún tipo a la venta. Uno de los primeros, o el primer habitante, fue el soldado Juan José Espinoza. Tampoco suenan legendarios sus nombres, lo sé, pero fue así como La Paz se empezó a poblar, y lo hizo tan rápido que en pocos años se quedó como capital de Sudcalifornia. Muchos empresarios llegaron, se instalaron, dieron trabajo y vieron crecer este puerto. Entre muchos otros hombres y mujeres, están Antonio Ruffo, Antonio Navarro, Manuel Amao, Antonio Belloc, Juan Gómez, Manuel Galindo, Francisco Sosa y Silva, Manuel y Tirso Hidalgo, Juan José Encinas, Antonio Ramírez y Salvador Viosca. Avecinados del Sur que llegaron a instalarse en La Paz, marineros y hombres del mar que le dieron el ser, comerciantes y empresarios nacionales y extranjeros fueron los que hicieron a La Paz. No fue la espada ni la cruz, fue el comercio. Sí, poco espectacular en comparación.

Sin embargo, el mérito se le ha dado a Hernán Cortés. Es tanto como organizarle una fiesta a quien una vez, hace mucho, vino a nuestra casa pero cuando era un lote vacío, y al darse cuenta que no podía llevarse ni una piedra, se fue sin decir adiós. Las Fiestas de Fundación de La Paz ya son una tradición, ojalá implicara una mayor difusión turística pero también la oportunidad de acercar a la población a sus orígenes. Es interesante ir descubriendo cómo la literatura y la historia han estado implícitas en el destino sudcaliforniano, sin embargo, también podemos tener más claro qué son mitos y qué más episodios históricos están pendientes de difundirse. Por supuesto, los procesos siempre son más complejos y éste es solo un punto de vista. Yo te preguntaría. ¿cuándo celebrarías la inauguración de una obra, cuando se puso la primera piedra o cuando se concluyó?

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