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Historiador francés Christian Duverger dictará conferencia sobre Hernán Cortés

FOTO: UABCS

La Paz, Baja California Sur (BCS). Este 3 de mayo, el famoso historiador y antropólogo Christian Duverger impartirá una conferencia magistral en la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS) titulada Hernán Cortés. Fundador de la Nueva España y descubridor del Mar del Sur. El evento, que es abierto al público interesado, tendrá lugar de manera presencial en el Poliforo Cultural Universitario del Campus La Paz, en punto de las 11:00 horas, aunque con un aforo limitado. Para quienes no puedan asistir, la institución también transmitirá en vivo la ponencia a través de su página oficial de Facebook.

De acuerdo con el comunicado de prensa por parte de la Universidad, Duverger, quien es profesor de antropología y director de estudios en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales en París, Francia, es ampliamente reconocido por su trabajo de investigación acerca de las civilizaciones mesoamericanas. Ha dedicado gran parte de su vida al estudio de las culturas precolombinas tanto en México como en otras partes de América Central, partiendo desde la historia, la arqueología y antropología.

 Esto lo ha llevado a colaborar con diferentes instituciones mexicanas, como las universidades Nacional Autónoma de México y de Guadalajara, la Escuela Nacional de Antropología e Historia y el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

En su haber, se cuentan múltiples artículos científicos y de divulgación, entrevistas, así como casi una decena de libros de su autoría donde destacan Vida de Hernán Cortés. La pluma y la espada, Crónica de la eternidad. ¿Quién escribió la historia verdadera de la conquista de la Nueva España y El ancla de arena, finalizó el comunicado de prensa.




Sí al rescate del nombre original de nuestra tierra: California

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El siglo XXI es el espacio y tiempo idóneo para que se derrumben viejos y anquilosados paradigmas que se han sostenido en el tiempo, ya sea por ignorancia o por costumbre. El nombre que actualmente tiene nuestro estado: Baja California Sur, al cual muchos nativos y extranjeros han reducido al ignominioso adjetivo de baja, se le impuso bajo un esquema toponímico que ya es innoperante, para rescatar el verdadero nombre que nos corresponde y del cual fuimos los primeros en poseer: California.

Hagamos un recuento histórico. En el año de 1535, llega a nuestra península el explorador español Hernán Cortés y durante su estancia, envía diferentes contingentes a explorar esta tierra con el propósito de conocer sus recursos así como para saber si estaba en una isla o no. Nuestro personaje en comento bautizó diferentes puntos de la geografía peninsular como fueron la Bahía de Santa Cruz, Isla de Santiago, Isla de las Perlas, Sierra de San Felipe pero no llegó a bautizar toda esta larga lengua de tierra sobre la que permaneció por casi un año. El historiador Carlos Lazcano Sahagún, uno de los grandes eruditos sobre la historia peninsular con los que contamos en México, sostiene que fueron los hombres enviados por Cortés hacia el sur de la península, los cuales a mediados del mes de noviembre dieron con un sitio al cual los naturales llamaban “Yenekamú”, y en cuya bahía se encontraba un hermoso arco de piedra, el cual estaba rodeado de “bravas costas“, semejantes a las descritas por Garcí Rodríguez de Montalvo en su legendario libroLas Sergas de Esplandián, por lo que es de suponerse que ellos, los soldados y no Cortés, fueron quienes por primera vez llamaron a ese sitio California.

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¿De dónde obtuvieron la palabra California las huestes de soldados que llegaron a esta tierra peninsular? La teoría mayormente aceptada indica que el nombre proviene de una palabra que aparecía en un cantar de gesta romántica titulado La canción de Roland, la cual dice Muerto está mi sobrino que tantas tierras conquistó, contra mí se rebelarán los sajones, y los húngaros y los búlgaros y tantos otros, los romanos, los pullés y los de Palermo, y los de África y los de Califerne.

Sin embargo el término “California” aparece como tal en la novela de caballería Las Sergas de Esplandián, escrita a principios del siglo XVI y que se atribuye su autoría a Garcí Rodríguez de Montalvo. En la mencionada novela se puede leer: Sabed que a la diestra mano de las Indias hubo una isla llamada California, muy llegada al Paraíso Terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algún varón entre ellas hubiese, que casi como las Amazonas era su modo de vivir. Eran éstas de valientes cuerpos y esforzados y ardientes corazones y de grandes fuerzas. La ínsula en sí la más fuerte de riscos y bravas peñas que en el mundo se hallaba. Sus armas eran todas de oro y también las guarniciones de las bestias fieras en que, después de haberlas amansado, cabalgaban; que en toda la isla no había otro metal alguno. Moraban en cuevas muy bien labradas; tenían navíos, muchos, en que salían a otras partes a hacer cabalgadas, y los hombres que prendían llevábanlos consigo, dándoles la muerte que adelante oiréis. Esta novela era muy popular entre los exploradores españoles por lo que seguramente al ver las costas del Sur de nuestra península, creyeron estar frente a la famosa “isla California” y así le pusieron por nombre.

El registro más antiguo de una exploración, en donde aparece mencionado el nombre de California para aplicarlo a nuestra península, se obtuvo en el diario de navegación de Francisco Preciado en la navegación que realizara Francisco de Ulloa. La fecha de esta anotación fue en noviembre de 1539: Aquí nos encontramos a cincuenta y cuatro leguas de distancia de la California, poco más o menos, siempre de la parte de garbino, viendo por la noche tres o cuatro fuegos por los cuales se demostraba que el país estaba muy habitado y por mucha gente, porque la grandeza de la tierra así lo demuestra y pensamos que no puede ser que no haya ciudades grandes habitadas tierra adentro.

El primer mapa donde aparece el nombre de California fue el realizado por Diego Gutiérrez, titulado Americae Sive Qvartae Orbis Partis Nova et Exactisima Descriptio (Exacta Descripción de América, parte nueva del Orbe) fechado en 1562. El término no se aplica a la península, sino al Cabo San Lucas, en donde se lee C. California, es decir Cabo California. Debido a que Cortés no le dio un nombre oficial a toda la tierra descubierta, y ante la necesidad de nombrar a toda esta región con un nombre que permitiera su más fácil manejo tanto en mapas como en descripciones, se procedió a generalizar el toponímico California hacia toda esta península.

Con el paso de los siglos, el nombre de California quedó definitivamente ligado a nuestra península, siendo la media mitad sur de la misma la que por espacio de más de dos siglos tuvo el honor de llevar este toponímico. Durante el año de 1769, con la puesta en marcha del proceso expansionista de los Borbones en la península, que incluía la colonización de las tierras al norte de la California; los franciscanos se trasladan a este sitio y, por cuestiones administrativas deciden dividir este vasto territorio en dos grandes porciones: a la península le dejan el nombre de Baja o Antigua California, y a las tierras de la parte norte, que recién estaban colonizando, y a las que el pirata inglés Francis Drake las había bautizado como Nueva Albión en 1579, le colocan el de Alta o Nueva California. Como bien dice Carlos Lazcano: La California estadounidense nació y se consolidó gracias al gran apoyo que recibieron de las misiones de la California mexicana. La Nueva California recibió un amplio apoyo, material y humano, por parte de la Antigua California. Sin este apoyo la nueva provincia hubiera fracasado.

Esta denominación de Alta y Baja California continuó utilizándose posteriormente al nacimiento de nuestro país, México. En ocasiones como Departamento y en otras como Territorio. Fue durante la guerra de invasión que realizó el gobierno de Estados Unidos contra nuestro país en el año de 1847, que nos arrebató una gran porción de tierra, entre la que se incluía la Alta California. A partir de su incorporación como un nuevo estado de aquella nación, el adjetivo de Alta se hizo innecesario por lo que procedieron a eliminarlo y desde entonces utilizan sólo California para referirse a esta pujante y rica porción de tierra. Una solución igual debió seguir el gobierno mexicano, pero sumido en las constantes y encarnizadas luchas de facciones por lograr el control del poder político y económico de la joven nación mexicana, continuaron utilizando, lamentablemente, el nombre de Baja California para nuestra península. Con el paso de los años nuestro nombre ha sufrido leves variaciones hasta que en el año de 1974 se procedió a realizarse la última modificación legislativa en donde se decide apostarle a lo seguro, aunque no por ello lo mejor, de dejar inamovible el nombre de “Baja California Sur” para nuestro naciente Estado.

Como el Lector se habrá podido dar cuenta, los habitantes de esta tierra tenemos el derecho y la posibilidad de eliminar el adjetivo –baja– y el sustantivo –sur– del actual nombre que tenemos como entidad federativa, los cuales nos fueron impuestos por cuestiones administrativas que ya son inoperantes. Refrendo aquella frase de Lazcano que dice “El nombre es parte esencial de la identidad de un pueblo, del arraigo y sus raíces”, y por lo mismo debemos promover la iniciativa ante las instancias legislativas correspondientes para que se retome el nombre original que tuvimos durante más de 200 años y que jamás debimos de haber abandonado. El ignorar la historia de nuestra tierra y de nuestro mar sólo nos llevará hacia la pérdida del amor que aún le tenemos, de la identidad que ha sido avasallada una y otra vez por aquellos malos mexicanos y extranjeros ignorantes que insisten en llamar a nuestro estado como “baja”, creyendo que la única California que existe o ha existido es la que se encuentra en los Estados Unidos.

La propuesta de rescatar el nombre de California para que sea el único que tenga nuestro Estado, está respaldada por muchos hombres y mujeres que amamos profundamente esta península. El nombre tiene un grave significado ya que es parte de nuestras raíces, esencia e identidad. Nuestro compromiso es honrar, conservar y respetar este nombre que nos fue heredado desde hace más de 400 años para que las generaciones venideras continúen esta tradición, y lo veneren como se hace con una madre la cual les dio la vida y los sigue sosteniendo.

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El descubrimiento de California: la navegación Becerra-Ximénez, 1533

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Los movimientos políticos, sociales y económicos de la Europa de finales del siglo XVI, iniciaron una serie de exploraciones a través de los mares que contribuyeron en la construcción de un nuevo orden mundial. Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Diego Becerra de Mendoza y Fortún Jiménez, entre muchos otros, fueron eslabones de la gran cadena de exploraciones que finalizaron con el descubrimiento, sometimiento y colonización de América, o mejor dicho “con la construcción de América” en palabras del historiador y filósofo mexicano Edmundo O´Gorman.

El tema que hoy nos ocupa es la segunda expedición que envió Hernán Cortés en su deseo por encontrar, por un lado, una ruta hacia las islas de Especiería, sitio del cual se extraían una gran cantidad de productos vegetales (las especias), las cuales eran cotizadas en su precio en oro en la Europa de aquellos años. Por otra parte, Cortés también estaba deseoso por conocer si en estas partes del Occidente de la Nueva España, se localizaba la mítica isla California y sus incalculables tesoros. Recordemos que ya en el año de 1532 había enviado una expedición consistente en dos navíos completamente equipados con personal y bastimento, al mando de Diego Hurtado de Mendoza. Esta expedición había dado frutos amargos puesto que a medio camino, una parte de la gente se insubordinó y fueron devueltos a Acapulco en uno de los barcos, el resto del contingente, encabezado por Hurtado de Mendoza continuó su periplo, pero desapareció sin dejar rastro alguno, en algún lugar de las tierras que recientemente había conquistado Nuño de Guzmán y que corresponden al actual estado de Sinaloa. Como colofón de este viaje, se comenta que los amotinados que fueron devueltos, llegaron a un sitio llamado “Bahía de Banderas”. Procedieron a desembarcar y rellenar sus ya exhaustas provisiones de agua. Lo que ellos ignoraban es que debido a los malos tratamientos que había dado Nuño de Guzmán a los naturales que poblaban el sitio, al verlos llegar creyeron que eran gente de este mal capitán y cayeron sobre ellos con singular violencia. Aquello fue una carnicería, sólo sobrevivieron dos de los españoles, los cuales huyeron rumbo a la Ciudad de México en donde narraron su triste final a Cortés.

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Conociendo el carácter empecinado y perseverante de Cortés, esto no fue un impedimento, sino más bien una motivación, para enviar una nueva expedición para indagar el paradero de Nuño así como continuar con las exploraciones. El marqués del valle de Oaxaca había empeñado su palabra y fortuna en las famosas “Capitulaciones” que suscribió con el rey de España, Carlos V, el 27 de octubre de 1529, y en donde se comprometía a descubrir, conquistar y poblar cualesquier isla, tierras o provincias que hay en la Mar del Sur de la Nueva España, que no sea en paraje de las tierras que hasta agora hay proveídos gobernadores. En este último punto se refieren a los capitanes Pánfilo de Narváez y Nuño de Guzmán, los cuales habían emprendido desde años antes la conquista de estos parajes y se les había concedido potestad sobre ellos.

Durante el resto de este año y buena parte del siguiente, el extremeño se dedica a supervisar personalmente la construcción de nuevos barcos en los cuales enviaría la nueva expedición que ya estaba preparando. Fue el día 30 de octubre de 1533 que zarpan del puerto de Santiago dos naves, la San Lázaro y la Concepción, que iban al mando de Diego Becerra de Mendoza. En la nave Concepción, como piloto mayor de la armada se encontraba Fortún Jiménez, natural de Vizcaya, España. Al parecer, este Jiménez era un sujeto que gozaba de mucho ascendiente sobre los tripulantes del barco, principalmente los de su misma región natal. Según lo consignado por Bernal Díaz del Castillo en su libro “Historia verdadera de la conquista de Nueva España”, donde nos dice Y el piloto Ortuño Jiménez, cuando estaba platicando con otros pilotos en las cosas de la mar, antes que partiese para aquella jornada, decía y prometía de llevarles a tierras bien afortunadas de riquezas, que así las llamaban, y decía tantas cosas cómo serían todos ricos, que algunas personas lo creían. Si concedemos completa veracidad a este testimonio de Díaz del Castillo, nos damos cuenta de la personalidad poco confiable de este piloto, en primer lugar él no sabía si era cierto que encontrarían las riquezas que contaba, y es muy probable que el contarles estas suposiciones a sus compañeros fuera para contar con su confianza y que en un dado caso, lo secundasen ante cualquier curso que tomara. Tal vez desde este momento, Jiménez ya estaba fraguando el apoderarse de la nave para capitanear la búsqueda de las riquezas que tanto pregonaba.

Una vez que los exploradores se hicieron a la mar, el barco San Lázaro, el cual iba comandado por Hernando de Grijalva, se separó del rumbo que tenían marcado y jamás volvió a reunirse con la tripulación de la Concepción. De acuerdo a las investigaciones del historiador Carlos Lazcano, comenta que al separarse Grijalva, en realidad no buscó el reencuentro con la capitana para no estar bajo el mando de Becerra y llevarse él solo la gloria de los descubrimientos que hiciera. Mientras tanto, en el barco San Lázaro se daban una serie de desencuentros entre el capitán Diego Becerra y una parte de la tripulación. Al parecer, Becerra tenía un carácter colérico y altivo que lo hacía “malquistarse y hacerse de palabras” con las personas con las que interactuaba.

De acuerdo al testimonio de Díaz del Castillo, en un momento no determinado del viaje, una parte de la tripulación, consistente en los vizcaínos y soldados con los que había tenido desencuentros Becerra, se amotinan bajo la dirección de Fortún Jiménez. Aprovechando la noche y que la mayor parte de la tripulación estaba durmiendo y desprevenida, los amotinados caen sobre el comandante y lo asesinan, así mismo combaten a los pocos marineros que trataron de defenderlo o se negaron a unirse a los rebelados. Afortunadamente, de entre los expedicionarios había un par de sacerdotes franciscanos los cuales mediaron la situación, y evitaron que hubiera más muertes. Al día siguiente, negociaron con Fortún Jiménez y su gente para que les permitiera desembarcarlos en una costa cercana y llevarse con ellos a los heridos y a los que no quisieran permanecer en la nave, a lo cual acceden y los abandonan en una parte de la costa del actual estado de Jalisco.

Recientemente, el historiador Carlos Lazcano dio a conocer un documento en donde aparece el testimonio de uno de los integrantes de la expedición y que fue testigo presencial de los hechos. El documento se llama “Informe a pedimento de Hernán Cortés sobre la muerte que se dio por Ortún Ximénez, piloto de una de dos embarcaciones que envió al Mar del Sur, y Pedro Ximénez, su hermano, a Diego Becerra, Caballero de Extremadura, que iba por capitán de las dos embarcaciones”. El testigo se llamaba Juan de Carasa y tenía el puesto de Contador en el barco La Concepción.

Gracias a este texto sabemos que el 27 de noviembre, después de navegar un mes por la actual costa de Oaxaca y Guerrero, Becerra llegó a la altura Zacatula y de ahí decidió irse a Cihuatán para aprovisionarse de agua. Al día siguiente 28 de noviembre, por la noche es cuando Jiménez inicia la rebelión apoderándose de la nave en forma violenta. Hieren gravemente a Becerra y asesinan a varios de sus allegados, sometiendo y apresando a los otros. No los asesinan a todo gracias a la intervención de los franciscanos. El 29 de noviembre los amotinados nombran capitán a Fortún Jiménez, a quien le juran lealtad. El primero de diciembre muere Becerra a consecuencia de sus heridas. Los amotinados arrojan su cadáver al mar envuelto en una manta junto con muchas piedras a manera de lastre. Navegan durante once días hasta que deciden dejar en la costa a los no amotinados es decir que fueron abandonados entre el 10 y 11 de diciembre de 1533. El mismo día de su abandono fueron auxiliado por Manuel de Cáceres, vecino de Colima, quien se encontraba en el pueblo de Apoztlán, a donde habían llegado caminando Juan de Carasa y el padre Juan de San Miguel. Así termina esta odisea para los no amotinados. Por desgracia no se conoce un testimonio así sobre lo ocurrido a Fortún y su gente.

A partir de este momento, Jiménez y sus amotinados se convierten en proscritos y pierden cualquier facultad legal para poder ser reconocidos por la corona Española como descubridores. De igual forma la posesión que hicieran de algún sitio y el nombramiento de los parajes por los que transcurrieran no tendrían ninguna validez debido a haber infringido la ley y cometido varios delitos. No les quedaba otra opción que continuar su viaje hacia un destino lo más lejano de las tierras gobernadas por Nuño de Guzmán y Pánfilo de Narváez, puesto que si los descubrían seguramente sería apresados y conducidos ante la justicia.

Los únicos testimonios que existen del derrotero que siguieron Jiménez y sus hombres, así como su trágico final se encuentran en las siguientes narraciones. Bernal Díaz del Castillo en su “Historia verdadera de la conquista de Nueva España”, nos dice Y Ortuño Jiménez dio vela y fue a una isla que la puso por nombre Santa Cruz, donde dijeron que había perlas, y estaba poblada de indios salvajes. Y como saltó en tierra y los naturales de aquella bahía o isla estaban en guerra, los mataron, que no quedaron, salvo los marineros que quedaban en el navío. Y de que vieron que todos eran muertos, se volvieron al puerto de Jalisco con el navío y dieron nuevas de lo acaecido, y certificaron que la tierra era buena y rica de perlas; y luego fue esta nueva a México. Y como Cortés lo supo, hubo gran pesar de lo acaecido.

Antonio de Herrera en su libro “Historia general de los hechos de los Castellanos en las islas y tierra firme de el Mar Océano” comenta y que decían que habiendo salido a tierra el piloto, y 22 personas, los indios los mataron y que habían hallado muchas muestras de perlas. El historiador Carlos Lazcano concluye lo siguiente: El piloto de esta nave, Fortún Jiménez, se amotinó y asesinó a Becerra apoderándose de la nave. Los amotinados, en plan de prófugos siguieron explorando y llegaron a una tierra que creyeron ser isla. Se trataba del sur de la actual península de Baja California. A fines de diciembre de 1533 o principios de enero de 1534 desembarcaron en lo que hoy es la bahía de La Paz y entraron en problemas con los indios guaycuras, los habitantes milenarios de la región. Jiménez y veinte personas más fueron muertas. Los sobrevivientes huyeron a las costas de la Nueva Galicia y fueron capturados por Nuño de Guzmán.

Lo cierto, es que todas las versiones coinciden en que Fortún Jiménez y la mayor parte de sus amotinados encontraron la muerte en un punto indeterminado de lo que hoy se conoce como el puerto de La Paz, Baja California Sur. El motivo del ataque que sufrieron por parte de los habitantes del lugar, que pudieron ser miembros de las etnias guaycura o pericúe, ya que ambos grupos dominaban espacios dentro de la ensenada, no ha quedado claro, y debido a que no se cuenta con testimonios verídicos, se han realizado algunas especulaciones.

Seguramente el motivo del desembarco en la bahía fue con el propósito de rellenar sus ya casi vacíos depósitos de agua y conseguir alimentos, además de lo anterior, explorar el lugar para identificar si era esta la mítica tierra de la que hablaban las leyendas de Cihuatlán y Calafia en donde había metales preciosos y perlas. Hasta el momento se desconoce cuál fue el motivo que inició la lucha entre los recién llegados y los naturales que habitaban el lugar. De acuerdo a Pablo L. Martínez los blancos intentaron violentar a las mujeres indígenas, lo que provocó el furor de los nativos, quienes se echaron sobre los españoles, matando a Jiménez junto con veinte compañeros [1]. Esta suposición surgió de algunos españoles que quedaron en el barco, y que al ver que sus compañeros eran asaltados por los naturales, deciden abandonar apresuradamente el sitio y ponen rumbo hacia Sinaloa en donde son apresados por gente de Nuño de Guzmán al cual narran sus peripecias en este sitio.

Bernal Díaz del Castillo, da otra versión sobre los motivos del ataque de los californios a la gente de Jiménez: Y como saltó en tierra y los naturales de aquella bahía o isla estaban en guerra, los mataron, que no quedaron, salvo los marineros que quedaban en el navío. Esta versión es poco probable, debido a que si bien es cierto que los grupos nativos de la California son descritos por los jesuitas como belicosos entre ellos y que por cualquier motivo iniciaban pleitos entre sus rancherías, las cuales involucraban al poco tiempo a varias de ellas, cuando llegaban grupos de exploradores europeos, lo primero que hacían los naturales era escapar hacia el interior de sus tierras y sólo después de pasado ciertos días se acercaban a conocer a los extranjeros. Era imposible que los hubieran confundido con otro grupo de nativos de la California puesto que ni su apariencia física, vestimenta, armamento o lengua era conocido por los habitantes de esta tierra.

En lo que respecta a la primera hipótesis, que fue sostenida por Pablo L. Martínez, en donde se dice que los españoles intentaron abusar de las mujeres indígenas causando el enojo y agresión de los naturales, esto es también muy remoto. No olvidemos que tanto los guaycuras como los pericúes eran los grupos étnicos que poblaban la ensenada de La Paz así como islas cercanas, y entre sus costumbres estaba el ofrecer a sus mujeres a los visitantes para que tuvieran sexo con ellas, lo anterior como una muestra de amistad, por lo que es difícil que se hayan molestado si acaso algunos de los recién llegados quisieran cohabitar con sus mujeres.

Existe una tercera hipótesis que hasta el momento considero como el detonante más probable de la agresión de los naturales al contingente de Jiménez. Esta hipótesis la ha desarrollado el investigador Julio César Montané Martí y ha expuesto en sus libros el historiador Carlos Lazcano Sahagún: “Algo más probable quizá fue la defensa de las fuentes de agua por parte de los guaycuras. Los navegantes españoles siempre andaban en busca de agua fresca y en cualquier punto que se detenían, una de sus prioridades era el agua. Para los indios californios, debido a lo hostil de la geografía californiana, el agua también era una prioridad y la defensa de sus fuentes motivo de guerras y ataques. El misionero Jaime Bravo menciona en una de sus cartas como los guaycura de la bahía de La Paz defendían el único aguaje que tenía: “. . . mezquitales y otros árboles que estaban inmediatos al aguaje, desde donde disparaban flechazos los Guaycuros a los buzos, siempre que venían a hacer aguada, y para poderla hacer, habían de estar disparando tiros a dicho monte”[2].

Dando por finalizado el análisis del periplo de la expedición Becerra-Ximénez, es importante pasar a hacer un análisis de otros sucesos acontecidos y que nos ayudarán a comprender mejor no sólo la figura de Hernán Cortés, sino las implicaciones que tuvieron sus exploraciones para la colonización de nuestra península.

Aunque en los documentos que se han consultado sobre esta expedición no aparece información al respecto, es muy probable que antes de partir Diego Becerra, Cortés le haya hecho entrega de sus acostumbradas “Instrucciones”. Este documento consistía en una serie de mandatos que Cortés les hacía a sus capitanes de cómo conducirse durante el viaje, también les aconsejaba sobre qué decisiones tomar en caso de que encontraran tierra habitada y cómo debía ser su relación con los naturales. Desde su primer expedición hacia estos rumbos, la cual fue comandada por Diego Hurtado de Mendoza, Cortés le entregó una serie de “Instrucciones” en donde trataba los puntos ya descritos, así que no es de extrañarse que también lo hiciera con esta.

La relevancia que tiene este documento es el trato justo y respetuoso que Cortés ordenaba que sus hombres tuvieran con los naturales. Un ejemplo de este tipo de órdenes lo vemos en las Instrucciones que tiempo después el mismo Cortés suscribiera a Juan de Jasso, el cual realizó exploraciones dentro de la península durante el tiempo que Cortés estuvo en ella:

No molestar a los naturales

Item si topardes alguna gente de los naturales de la tierra aora en poca cantidad aora en mucha, aora en pueblo o ranchería o fuera della, trabajaréis por todas las formas que pudierdes de darles a entender que no váis a les enoxar ni a facer daño ni perjuicio alguno sino que váis a ver la tierra y a buscar bastimentas, y que si los /al/ardes se los pagaréis del rescate que lleváis hasta hacer en esto todo lo que vos a posible no consentiréis que ninguno de los de vuestra compañía los enoxe en persona ni en haciendas y si alguno sin vuestra licencia se desmandara, castigarlo éis con toda riguridad en presencia de los naturales y darles éis a entender que por el enoxo que les hicieron los castigáis.

Item si habiéndoles fecho todos los cumplimientos y diligencias necesarias para darles a entender que no les queréis enoxar y no obstante todavía ellos fueren pertinaces y quisieren ofenderos, defenderos éis, e darles éis a entender e conocer el yerro que ficieron en acometeros e quereros ferir sin causa.

Item si en la manera susodicha y por su culpa con los naturales, trabajaréis que a mujer ni a niño no les faga daño ni se les queme mieses ni casas ni otras heredades, pero el despojo mueble que /al/ardes hacerlo éis recoger e inventarias ante tres personas de las de vuestra compañía, las que más autoridad para esto tuvieren mandado sopena de muerte, que ninguno esconda cosa aunque sea de poco valor de lo que se oliere de dicho despojo.

Item porque muchas veces suele acaecer que la gente de guerra movida con la codicia dexando seguir la vitoria se ocupan en el despojo, apercibís/os éis que ninguno tome cosa aunque sea de comer del despojo de los enemigos hasta ser echados del campo y con siguridad enteramente de la votiria dellos, porque suele volver hallando la gente desconcertada y sin orden, los vencidos ser vencedores y esto habéis de amonestar con mucha instancia y castigarlo con mucha riguridad.

Probablemente, a muchos de los que por primera vez conocen este tipo de documentos escritos de puño y letra de Cortés se queden asombrados, y sobre todo, intrigados de cuál fue en realidad la personalidad de esta figura. Hasta el día de hoy se nos ha manejado tanto en los libros de texto como en la historia oficial, que Cortés fue un hombre sanguinario y que al mando de sus hombres conquistó y diezmó, a base de asesinatos despiadados, a miles de habitantes de lo que ahora era la Nueva España, sin el menor remordimiento. Si lo anterior fuera cierto, ¿Por qué entonces Hernán Cortés escribiría este tipo de instrucciones de forma tan detallada y pormenorizada? ¿Qué sentido tendría el que obligara a los comandantes de sus expediciones que se ciñeran a ellas y que castigaran con toda severidad a quienes bajo su mando hubieran cometido desacato a las mismas? La respuesta a estas y otras preguntas no soy yo quien debe proporcionarlas, sino cada uno de los que me escuchan lean, reflexionen y concluyan sobre el particular. Ustedes público, son los que tienen la última opinión.

Para muchos, ésta y otras expediciones a nuestra península, que envió o comandó Cortés, se inscriben entre las derrotas y descalabros más tremendos que tuvo, no sólo por sus escasos resultados sino por las pérdidas millonarias que tuvo el extremeño en cada una de ellas. Sin embargo, para aquellos que vemos con calma y relatividad los hechos de la historia, podemos decir que no fue así. Cortés fue un hombre visionario y perseverante, lo primero distinguió a muchos exploradores de su generación, pero lo segundo era muy escaso en el carácter de esos hombres. Debido a esta personalidad, él porfió una y otra vez en ensanchar los territorios de la Nueva España, en fortalecer las actividades productivas en cada uno de los sitios a los que llegaba, en promover matrimonios entre sus oficiales y soldados con las mujeres de los caciques de cuanta tierra visitaba, y lo más importante, en tratar a toda costa de conquistar nuevos territorios pero siempre por la vía de la alianza y negociación. Algunos historiadores creen ver en ello, un proyecto de formar un reino independiente del de España, en donde el extremeño sería el monarca. Sin embargo esto nunca lo sabremos puesto que siempre fue la Corona Española y sus instituciones los que pusieron dique a sus empresas.

Hernán Cortés

Hernán Cortés

El historiador francés, Christian Duverger, en su magnífico libro “Cortés”, anota lo siguiente: No se puede estudiar al hombre sin analizar al mismo tiempo la leyenda impregnada a su piel, ya sea negra, ya dorada. Sin embargo, reducir también a Cortés a su leyenda sería perder la ocasión de descubrir al hombre y a su tiempo. Su itinerario personal no se limita a los dos años de la conquista de México, ese lacónico 1519-15 21 de los diccionarios. Cortés tiene una trayectoria: una infancia, deseos, ambiciones, voluntad e inteligencia, pero también puede ser presa del abatimiento; conoce tanto el éxito como el fracaso; posee familia, amigos y se debate entre amores complicados; envejece, sus sienes encanecen; no esquiva las lindes de la amargura, tiene penas y alegrías; sus reflexiones profundas chocan con sus preocupaciones más terrenas y cuando ve venir la muerte juzga a su época, piensa en el porvenir de España y México. En una palabra, Cortés lleva una vida de hombre, una vida plena de 62 años.

Sorprende que la historiografía tradicional no haya tratado de escrutar al personaje en su totalidad y en su continuidad. ¿Acaso se habla del Cortés que se valía de todos los medios en la administración de Santo Domingo?, ¿del Cortés agricultor en Cuba? Y quién sabe que Cortés está al lado de Carlos V en su expedición de 1541 contra los berberiscos. Con dificultad, la memoria colectiva concibe a Cortés como el explorador del Pacifico que descubre California, que comercia con el Perú o que intenta abrir la ruta del poniente hacia las Malucas y Filipinas, por ejemplo. Le es difícil reconocer Al hombre que desafiaba a la Corona al tomar posesión de México (…) Resulta ilusorio tratar de comprender al hombre sin entender su siglo, pero aquí hay que mirarlo desde dos ángulos (…) No es posible limitarse al estudio del contexto hispánico, hay que intentar también pasar del lado indígena, para apreciar ese extraño itinerario cartesiano trazado en la frontera del Viejo y del Nuevo Mundo.

[1] Pablo L. Martínez, Historia de Baja California, La Paz, Instituto Sudcaliforniano de Cultura, 2011, pág. 83

[2] Carlos Lazcano Sahagún (2006). LA BAHÍA DE SANTA CRUZ. Cortés en California 1535-1536, Ensenada, Museo de Historia de Ensenada, 2006, págs. 67-68

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Cortés y los californios: primeros testimonios indígenas en California

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El encuentro de personas pertenecientes a culturas diferentes siempre obedece a expectativas y a prejuicios, y esto no estuvo ajeno de ocurrir durante la llegada del contingente encabezado por Hernán Cortés a estas costas de California. Las huestes de recién llegados venían con el ímpetu que da el creerse con el derecho de asentarse y colonizar las tierras y mares que de antemano consideran “de su propiedad”, y las cuales, de acuerdo a sus creencias, estaban habitadas por seres infrahumanos a los cuales se les debería convertir no sólo a la religión que ellos detentaban sino atraerlos, por las buenas o por las malas, hacia su cultura y modo de vida.

La presencia de Cortés en la California obedecía al proyecto expansionista de la Corona Española, la cual buscaba a toda costa apoderarse del mayor número de recursos naturales y humanos de estas tierras que se encontraban en la región que les había sido asignada con base al Tratado de Tordesillas (1494) que firmaron con sus rivales, los portugueses. Si bien es cierto que la llegada de los españoles a lo que posteriormente se conoció como América, había sido de forma accidental y fortuita, puesto que ellos buscaban una ruta marítima a las islas de Especiería por el Occidente, de ninguna manera iban a despreciar un territorio en el cual, desde el principio, encontraron con grandes riquezas minerales y recursos humanos. El primer paso para asegurar el dominio de estos territorios fue pactar alianzas con diferentes grupos de naturales con el propósito de derrotar a un grupo de pueblos que mantenían la hegemonía en una buena parte de estas tierras, la famosa Triple Alianza (los señoríos de Texcoco, Tenochtitlan y tlacopan). Con la caída de Tenochtitlan (1521) se redujo en gran medida la resistencia de los pueblos nativos ante el avance de los colonos recién llegados, por lo que se iniciaron una serie de exploraciones y “posesiones” que ensancharon aún más el dominio español.

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Cortés, hombre hábil, que había demostrado con creces su carácter apasionado y perseverante, decide continuar con la búsqueda de una ruta que permitiera retomar el acceso a las islas de Especiería. Para tal fin suscribe las famosas “Capitulaciones” con la Corona Española (1529) en las que se compromete a realizar la exploración y colonización de islas y tierras en el lado de la Mar del Sur, obviamente con la respectiva recompensa pactada en los mencionados documentos. En el año de 1532 envía una expedición al mando de Diego Hurtado de Mendoza con el propósito de explorar estos sitios del noroeste, lamentablemente tuvo un trágico final. Posteriormente en 1533 vuelve a la carga enviando un nuevo contingente a cargo de Diego Becerra de Mendoza, el cual a las pocas semanas de partir enfrenta una rebelión en donde es asesinado su capitán, quedando al mando de los amotinados el piloto Fortún Jiménez, el cual encabezó este movimiento sedicioso.

En esta última expedición, el barco encuentra a su paso una larga extensión de tierra de la cual ignoran si era una isla o una península. En su recorrido, Jiménez y sus hombres deciden desembarcar en una bahía con el propósito de rellenar sus ya casi vacíos depósitos de agua y conseguir alimentos, además de lo anterior descubre una gran cantidad de madreperlas las cuales empiezan a explotar. Hasta el momento se desconoce cuál fue el motivo que inició la lucha entre los recién llegados y los naturales que habitaban el lugar. De acuerdo a Pablo L. Martínez “los blancos intentaron violentar a las mujeres indígenas, lo que provocó el furor de los nativos, quienes se echaron sobre los españoles, matando a Jiménez junto con veinte compañeros”[1], esta versión se supo debido a que algunos españoles que quedaron en el barco, al ver que sus compañeros eran asaltados por los naturales, deciden abandonar apresuradamente el sitio y ponen rumbo hacia Sinaloa en donde son apresados por gente de Nuño de Guzmán, a quien narran sus peripecias en este sitio.

Bernal Díaz del Castillo, da otra versión sobre los motivos del ataque de los californios a la gente de Jiménez: “Y como saltó en tierra y los naturales de aquella bahía o isla estaban en guerra, los mataron, que no quedaron, salvo los marineros que quedaban en el navío”. Esta versión es poco probable debido a que si bien es cierto que los grupos nativos de la California son descritos por los jesuitas como belicosos entre ellos y que por cualquier motivo iniciaban pleitos entre sus rancherías, las cuales involucraban al poco tiempo a varias de ellas, cuando llegaban grupos de exploradores europeos, lo primero que hacían los naturales era escapar hacia el interior de sus tierras y sólo después de pasado ciertos días se acercaban a conocer a los extranjeros. Era imposible que los hubieran confundido con otro grupo de nativos de la California puesto que ni su apariencia física, vestimenta, armamento o lengua era conocido por los habitantes de esta tierra.

En lo que respecta a la primera hipótesis, que fue sostenida por Pablo L. Martínez, en donde se dice que los españoles intentaron abusar de las mujeres indígenas causando el enojo y agresión de los naturales, esto es también muy remoto. No olvidemos que tanto los guaycuras como los pericúes eran los grupos étnicos que poblaban la ensenada de La Paz así como islas cercanas, y entre sus costumbres estaba el ofrecer a sus mujeres a los visitantes para que tuvieran sexo con ellas, lo anterior como una muestra de amistad, por lo que es difícil que se hayan molestado si acaso algunos de los recién llegados quisieran cohabitar con sus mujeres.

Existe una tercera hipótesis que hasta el momento considero como el detonante más probable de la agresión de los naturales al contingente de Jiménez. Esta hipótesis la ha desarrollado el investigador Julio César Montané Martí y ha expuesto en sus libros el historiador Carlos Lazcano Sahagún: “Algo más probable quizá fue la defensa de las fuentes de agua por parte de los guaycuras. Los navegantes españoles siempre andaban en busca de agua fresca y en cualquier punto que se detenían, una de sus prioridades era el agua. Para los indios californios, debido a lo hostil de la geografía californiana, el agua también era una prioridad y la defensa de sus fuentes motivo de guerras y ataques. El misionero Jaime Bravo menciona en una de sus cartas como los guaycuras de la bahía de La Paz defendían el único aguaje que tenía: “. . . mezquitales y otros árboles que estaban inmediatos al aguaje, desde donde disparaban flechazos los guaycuros a los buzos, siempre que venían a hacer aguada, y para poderla hacer, habían de estar disparando tiros a dicho monte”[2].

Retomando el hilo de las expediciones enviadas hacia lo que hoy se conoce como la península de Baja California, Hernán Cortés, tal vez frustrado por el triste desenlace de sus empresas así como las grandes pérdidas económicas y en hombres que tuvo en ellas, decide encabezar él mismo una nueva exploración. Fue durante los últimos meses de 1534 y principios de 1535 que prepara un nuevo contingente así como varios barcos con los cuales parte del puerto de Chametla, del actual estado de Sinaloa, el 18 de abril de 1535, rumbo a la tierra en la cual yacían los restos de Fortún Jiménez y varios de sus hombres. De acuerdo a los diarios de navegación, se sabe que Cortés avistó tierra peninsular desde el 1 de mayo, pero fue hasta el 3 del mismo mes que decide desembarcar en el mismo sitio donde había llegado Jiménez y toma posesión del sitio nombrándolo “Santa Cruz”.

Desde el principio, la relación de Cortés con los californios fue fría y distante. Los nativos veían con desconfianza a los recién llegados, principalmente por la amarga experiencia que habían tenido un poco más de un año atrás con la llegada de Fortún Jiménez y sus hombres. No olvidemos que los exploradores españoles, al fin hijos de su tiempo, tenían una actitud de superioridad en cuanto a los grupos étnicos, a los cuales consideraban sus vasallos y para ellos, cualquier territorio que encontraran en estas latitudes “era tierra conquistable” y de la cual podían tomar posesión sin necesidad de pedir consentimiento a sus moradores. Además de ello, lo usual es que los contingentes de exploradores, dispusieran de los recursos como el agua, la flora y fauna que ahí existían para su beneficio, sin pedir permiso ni pensar en las consecuencias que esto acarrearía a los grupos que habitaban estos lugares desde hace miles de años. Como ya mencioné, este tipo de prácticas no eran sólo propias de los españoles, sino que eran comunes a todos los reinos existentes en ese entonces en todo el orbe. Tal vez al día de hoy nos parezcan prácticas abusivas y carentes de toda legalidad, pero recordemos que estamos analizando hechos acontecidos en el siglo XVI, en donde eran atribuciones totalmente legales y de acuerdo a la mentalidad imperante.

Es probable que ni Cortés ni sus hombres desearan un enfrentamiento con los locales, el hecho de que iban en una misión de exploración y colonización requería hacer alianzas, y mantener un trato amistoso con la gente que poblaba estas tierras; en el pasado, la sensibilidad demostrada por Cortés para tejer acuerdos con los naturales le había redundado en la conquista de Tenochtitlán, por lo que tras catorce años de aquel acontecimiento, estaba bastante bien curtido en la diplomacia que había de tener con los pueblos que iba conociendo en esta nueva tierra. Sin embargo, los habitantes de la ahora nombrada “Santa Cruz”, tenían memoria y recordaban su lamentable encuentro con la gente de Jiménez, por lo que desde un principio demostraron su rechazo hacia la estancia de los extranjeros en el lugar. Lo anterior quedó plasmado en el testimonio de uno de los españoles que estuvo con Cortés en esta empresa y que fue retomado por el historiador Lazcano Sahagún en uno de sus libros: Es decir aparentemente no hubo ningún tipo de oposición, por lo cual procedía la incorporación de esa tierra a la corona de España. Sin embargo sí hubo oposición, la cual desde luego no menciona Cortés, pero sí uno de los españoles que lo acompañaban; Hernán Rodríguez: . . . dijo: “que luego como saltaron en tierra, oyó decir que habían venido hasta cincuenta ó sesenta indios, al Marqués, a defender la entrada e haciéndoles rayas que no pasasen …”. Es decir, los indios naturales no estuvieron de acuerdo con la presencia hispana en su tierra y le pintaron a Cortés una raya en la arena para que no pasara. Cruzar la raya sería como una declaración de guerra. Esta costumbre de pintar una raya para marcar un límite a la presencia de extraños, al parecer fue una costumbre extendida entre grupos indígenas del norte de México. Se sabe que los yaquis en Sonora, también le pintaron su raya a los españoles, justamente en esos mismos años. Esa raya en la arena simbolizó la primer frontera en California, entre la cultura indígena y la occidental [3].

El buen trato hacia los naturales de estas tierras estuvo garantizado desde el inicio, cuando Cortés suscribió las “Capitulaciones” con la Corona Española. En varios párrafos se reitera “el buen tratamiento que debían dar a los indios”, por lo que so pena de ser enjuiciado y castigado, además de perder cualquier beneficio que pudiera obtener de estas exploraciones, Cortés y sus hombres estaban obligados a obedecer estos acuerdos. Aquí menciono algunas partes de las “Capitulaciones” en donde queda de manifiesto lo ya mencionado:

Buen tratamiento a los indios

Otro sí, Ordenamos y Mandamos que si las dichas Nuestras justicias, por la dicha información o informaciones, hallaren que algunos de Nuestros subditos, de qua/quier calidad o condición que sean, o otros que tubiesen algunos indios por esclavos, sacado y traídos de sus tierras y naturaleza injusta e indevidamente, los saquen de su poder e queriendo los tales indios, los hagan volver a sus tierras y naturaleza, si buenamente y sin incomodidad se pudiese hacer; y no se pudiendo esto hazer cómoda y buenamente, les pongan en aquella libertad o encomienda que de rrazon y de justicia, segun la calidad o capacidad o habilidad de sus personas hubiese lugar, teniendo siempre rrespeto y consideración al bien y provecho de los dichos indios, para que sean tratados como libres, y no como esclavos, y que sean bien mantenidos y governados, y que no se les dé trabajo demasiado, y que no los tengan en las minas contra su voluntad, lo qua/ han de hazer con parecer del Prelado o de su oficial abiendolo en el lugar, y en su ausencia, con acuerdo y parecer del cura ó su teniente de la Iglesia que ende estuviere, sobre lo qual, encargo mucho a todos las conciencias; y si los dichos indios fuesen cristianos, no se han de volver a sus tierras, aunque ellos lo quieran, si no estuviesen convertidos a nuestra santa fee católica, por el peligro que a sus animas se les puede seguir.

Si se llega a vivir en las islas o tierra

Otro sí, Mandamos que después de fecha y dada a entender la dicha amonestacion y rrequerimiento a los dichos indios, segun y como se contiene en el capítulo supra próximo, si vieredes que conviene y es necesario para servicio de Dios y Nuestro y seguridad vuestra y de los que adelante hubieren de vivir y morar en las dichas Islas o tierra, de hazer algunas fortalezas o casas fuertes o llanas para vuestras moradas, procuraran con mucha diligencia y cuidado de las hazer en las partes y lugares donde esten mejor y se puedan conservar e perpetuar; procurando que se hagan con el menor daño y perjuicio que ser pueda, sin les herir y matar por causa de las hazer e sin les tomar por fuerza sus bienes e hacienda, antes Mandamos que les hagan buen tratamiento e buenas obras y les animen e alleguen y traten como a próximos, de manera que por ello y por ejemplo de sus vidas, de los dichos religiosos o clérigos, o por su doctrina, pedricación e instrución venga en conocimiento de nuestrafeé y en amor y gana de ser Nuestros vasallos y de estar y perseverar en nuestro servicio, como los otros nuestro vasallos, subditos y naturales. 

Trato justo

Otro sí, mandamos que la misma forma y orden guardeb y cumplan en los rescates y en todas las otras contrataciones que oviesen de hazer e hizieren con los dicho indios, sin les tomar por fuerza ni contra su voluntad ni les facer mal ni daño en sus personas, dando a los dichos indios por lo que tuvieren y los dichos españoles quisieren aber, satisfacción o equivalencia, de manera que ellos queden contentos.[4]

Cortés, durante su estancia en la California, siempre cuidó de que sus hombres no dañaran intencionalmente a alguno de los naturales e incluso les hacía severas amonestaciones y prevenía de los castigos de los que podían hacerse acreedores si llegaban a propasarse con ellos. Sin embargo, algo que Cortés no podía impedir, era el que sus hombres sintieran un rechazo por las costumbres de los grupos que habitaban estas tierras, las cuales chocaban con las suyas, haciéndolos ver como bestiales y salvajes a sus ojos, y por lo mismo rechazándolos e indisponiéndolos con ellos. A continuación Lazcano Sahagún comenta algunas de ellas: “Siempre andaban con sus arcos y flechas y con unas varas. Se alimentaban de semillas, frutos, yerbas, raíces, pescado, mariscos y carne de otros animales. A los españoles les escandalizó que llegaran a comer la carne cruda, e incluso llegaron a pensar que eran antropófagos. De hecho consideraron a los indios como gente salvaje, bestial y sin razón”.

Otra costumbre indígena que horrorizó a los españoles fue el que la suciedad de los hombres la guardaban seca para comer. Esta parece ser la primera referencia a lo que posteriormente los misioneros llamarían “la segunda cosecha”, que se trata de formas muy particulares de sobrevivir en el desierto y que imponía la difícil geografía de la península.

Sin embargo, lo que mayor estupor causó a los españoles fue el que los indios cuando quieren ayuntarse, varón con muger, lo hacen en presencia de todos; é . . . toman á las mugeres por las espaldas, como animales, y para confirmar esto uno de los testigos, Hemán Rodríguez, dijo: . . . que un indio de los naturales le trageron donde estaba el Marqués, é le mandó meter en la cocina donde estaba una india de los dichos naturales para que aprendiese la lengua, é que estando en la dicha cocina, el dicho indio, dicen, que asió a la india por las espaldas é hizo su voluntad, é que á palos no se la pudieron quitar hasta que cumplió su voluntad; é que se dice que las mugeres son comunes a todos, é que ninguno tiene muger propia; é que también oyó decir que eran sodométicos.

Estas acusaciones de bestialismo y homosexualismo eran parte del famoso “pecado nefando”, una de las justificaciones que daban los españoles para someter a los indios. Las acusaciones también incluían el canibalismo, que como ya vimos era otra de las excusas importantes y que viene mencionada en las capitulaciones del rey. Al respecto nos dice el testigo Alonso de Ceballos: …lo que sabe es quéste testigo los tiene por selváticos é sin ninguna razón ni ley, ni manera de vivir,· é que sabe, segund todos decían, que se comen unos á otros, porque los han hallado el indio é indios enteros asados… [5].

Como podemos comprender, esta visión eurocentrista, descalificaba de entrada cualquier contacto “terso” que pudiera darse entre los recién llegados y los californios. Además de ello, coincidimos en lo que afirma Carlos Lazcano, que la colonia de la Santa Cruz, fue siempre “una bahía sitiada”:

Para rematar los guaycura no les facilitaban las cosas, y así, el mismo Hernán Rodríguez nos dice: …que yendoá buscar la dicha comida tres y cuatro leguas del Real, sabe que un día mataron los indios, siete cristianos, porque iban tan flacos que no tenían fuerzas para poderse defender; é que asimismo mataron muchos negros é indios [amigos] yendoá buscar la dicha comida; y que algunos cristianos por la necesidad que tenían, mataban los caballos; é que también los dichos indios naturales, por falta de comida, les mataban los caballos é se los comían.

El panorama era de desastre. Otro testigo afirma que habían sido unos 15 los españoles muertos de esta manera y no menos de unos 120 entre indios amigos y negros esclavos, así como unos 45 caballos. Otro testimonio consigna que habían muerto entre españoles e indios naturales unos 25 y “que muertos de indios é de hambre é muertos los caballos para comer, pasaban de cuarenta caballos”. Otro dice que cree son unos 30 en total de muertos del bando español, incluyendo indios amigos, negros y españoles. Los testigos no se ponen de acuerdo en la cifra, pero lo que si se ve es una terrible tragedia”[6].  Así que haciendo cuentas, los españoles se mostraron mucho más comprensivos y “civilizados” con los Californios, que éstos con los primeros.

Durante su estancia en la California, se enviaron por lo menos cuatro misiones de exploración a diferentes sitios de esta tierra, buscando corroborar la supuesta presencia de grandes ciudades y oro, tal como se suponía que debía haber si esta tierra era la “Isla California” tan mencionada en Las Sergas de Esplandián, sin embargo, los resultados desmintieron este mito. Lo que sí demostraron fue el cuidado que puso Hernán Cortés en prevenir a sus contingentes de exploración de tratar con respeto y cortesía a todos los naturales que fueran encontrando, lo cual vuelve a poner de manifiesto el papel diplomático de Cortés y la misión que venía a desempeñar. Algunos ejemplos de estas órdenes lo retomamos de “Las instrucciones que Cortés diera a Juan de Jasso para explorar el territorio más allá de la Bahía de Santa Cruz”:

“No molestar a los naturales

Item si topardes alguna gente de los naturales de la tierra aora en poca cantidad aora en mucha, aora en pueblo o ranchería o fuera della, trabajaréis por todas las formas que pudierdes de darles a entender que no váis a les enoxar ni a facer daño ni perjuicio alguno sino que váis a ver la tierra y a buscar bastimentas, y que si los /al/ardes se los pagaréis del rescate que lleváis hasta hacer en esto todo lo que vos a posible no consentiréis que ninguno de los de vuestra compañía los enoxe en persona ni en haciendas y si alguno sin vuestra licencia se desmandara, castigarlo éis con toda riguridad en presencia de los naturales y darles éis a entender que por el enoxo que les hicieron los castigáis.

Item si habiéndoles fecho todos los cumplimientos y diligencias necesarias para darles a entender que no les queréis enoxar y no obstante todavía ellos fueren pertinaces y quisieren ofenderos, defenderos éis, e darles éis a entender e conocer el yerro que ficieron en acometeros e quereros ferir sin causa.

Item si en la manera susodicha y por su culpa con los naturales, trabajaréis que a mujer ni a niño no les faga daño ni se les queme mieses ni casas ni otras heredades, pero el despojo mueble que /al/ardes hacerlo éis recoger e inventarias ante tres personas de las de vuestra compañía, las que más autoridad para esto tuvieren mandado sopena de muerte, que ninguno esconda cosa aunque sea de poco valor de lo que se oliere de dicho despojo.

Item porque muchas veces suele acaecer que la gente de guerra movida con la codicia dexando seguir la vitoria se ocupan en el despojo, apercibís/os éis que ninguno tome cosa aunque sea de comer del despojo de los enemigos hasta ser echados del campo y con siguridad enteramente de la votiria dellos, porque suele volver hallando la gente desconcertada y sin orden, los vencidos ser vencedores y esto habéis de amonestar con mucha instancia y castigarlo con mucha riguridad.

No romper con los naturales

Item si antes del tiempo que lleváis señalado para volver hallardes alguna poblazón que sea poblazón formada donde haya labranzas y las otras particularidades que suelen tener los pueblos de los naturales destas partes, no consentiréis que se les tome cosa alguna contra su voluntad aunque sean bastimentas, pues los lleváis de aquí para el tiempo que debáis de estar y si algo os dieren, pagárselo éis del rescate que lleváis, de manera que queden contento y trabajad sin os quedar nada de lo posible de no venir en rompimiento con ellos, aunque para ello os sea forzado volver desde allá a este campo.

Honrar a los principales

Item informaros éis si en el tal pueblo hay señor natural a quien todos obedezcan y si lo hubiere trabajaréis de hablarle y mostrarle todo amor y buena voluntad e dallo de lo que lleváis por manera que conozcan los señores y personas principales han de ser muy honrados y preferidos en todo buen tratamiento e porque suele acaecer que los señores se niegan e no quieren parecer de temor sabiendo que hay señor si buenamente él no viniere a hablarlos o quisiere que vos le habléis, procuraréis insistir muncho en ello más de informaros lo mejor e más secretamente que pudierdes de la manera que se tiene en obedecerle y servirle y lo mismo /aréis si topardeis algunas rancherías grandes donde obiere copia de gente [7].

Tratando de sacar algunas conclusiones de la presente Conferencia podemos concluir que Hernán Cortés nunca pretendió abusar y mucho menos masacrar a los pobladores de la bahía de la Santa Cruz o de los sitios en donde estuvo su gente al interior de esta tierra. En cambio, desde un principio apercibió a todos los que estaban bajo sus órdenes de ofrecer un trato digno y respetuoso a los naturales, buscando en todo momento granjearse su amistad e incluso “servirles” en lo que se pudiere.

La paciencia y tolerancia demostrada por Cortés en esta incursión, fue mucha puesto que bien justificado hubiera estado un acto de guerra contra los pobladores de la bahía de la Santa Cruz, para vengar las muertes de tantos españoles, indios y negros que fueron ultimados por los naturales durante la estancia de esta fallida colonia, sin embargo no existe evidencia ni constancia de que esto haya ocurrido.

No se conoce un acto de agresión hacia los naturales por parte de los hombres de Cortés, mas sin embargo sí quedó constancia del rechazo que estos les tenían por sus costumbres alimentarias y sexuales. Algo comprensible y justificable tomando en cuenta la poca preparación de los soldados, marineros y demás personas que acompañaron a Cortés, que eran, como siempre manifiesto, hijos de su tiempo.

Creo que es tiempo de analizar con una óptica más justa y objetiva, la influencia de Hernán Cortés en la hoy península de Baja California. La leyenda negra que se han encargado de perpetuar de la figura cruel y sanguinaria de este conquistador, hoy se ve trastocada y corregida. La evidencia documental nos deja claro que la llegada de Cortés y muchos otros exploradores a la península de California iba acompañada de declaraciones pacíficas y que buscaba el integrar a los habitantes de esta retirada parte de la Nueva España a un mundo que estaba cambiando. No negamos que entre estos extranjeros hubo algunos de aviesas intenciones y que causaron daño a los naturales, sin embargo la mayoría sólo quería su bien, de acuerdo a lo que en esa época y a la perspectiva ideológica se puede entender por esa palabra.

Es necesario que los historiadores continuemos indagando y difundiendo más evidencias sólidas sobre estos sucesos, con el único propósito de acercarnos a la verdad histórica y se coloque en su justa dimensión, para el bien de nuestra identidad mexicana, el papel que cada uno de los actores desempeñaron en este devenir histórico de nuestra nación.

[1] Pablo L. Martínez, Historia de Baja California, La Paz, Instituto Sudcaliforniano de Cultura, 2011, pág. 83

[2] Carlos Lazcano Sahagún (2006). LA BAHÍA DE SANTA CRUZ. Cortés en California 1535-1536, Ensenada, Museo de Historia de Ensenada, 2006, págs. 67-68

[3] Carlos Lazcano Sahagún op. Cit. pág. 67.

[4]Capitulación celebrada por la reina Juana con Fernando Cortés para la exploración de la Mar del Sur 27 de octubre de 1529”, como se citó en Lazcano, La Bahía de la Santa Cruz. Cortés en California. 1535-1536, 2006.

[5] Carlos Lazcano Sahagún (2006). LA BAHÍA DE SANTA CRUZ. Cortés en California 1535-1536, Ensenada, Museo de Historia de Ensenada, 2006, págs. 93-94.

[6] Carlos Lazcano Sahagún (2006). LA BAHÍA DE SANTA CRUZ. Cortés en California 1535-1536, Ensenada, Museo de Historia de Ensenada, 2006, pág. 97.

[7] González Leal, Mariano, Juan de Jasso, El Viejo, “La Alborada de Guanajuato y la fundación de León”, como se citó en Lazcano, La Bahía de la Santa Cruz. Cortés en California. 1535-1536, 2006.

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VII Festival de la Antigua California. La fiesta de la californidad

FOTOS: Internet

Colaboración Especial

Por Sealtiel Enciso Pérez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Reflexionar en torno a los 500 años de la exploración del Pacífico mexicano y la presencia de Hernán Cortés en California será la premisa fundamental en este evento que se prepara para la semana del 4 al 9 de octubre del presente año. Los organizadores forman parte de la Sociedad de la Antigua California, un grupo de personas comprometidas con la historia e identidad de la Península de Baja California, entre los que destacan Carlos Lazcano Sahagún, José Luis García Chávez, Elizabeth Acosta Mendía, y Sealtiel Enciso Pérez, entre otros. Durante los Festivales anteriores, se han promovido una serie de conferencias y eventos, los cuales han abordado diferentes perspectivas sobre personajes y sucesos que han forjado la historia de los bajacalifornianos.

La inauguración del VII Festival se llevará a cabo a las 19:00 horas por parte de Pedro Ochoa Palacio secretario de Cultura de Baja California. Posteriormente, a las 19:15 horas se realizará un conversatorio denominado: Cortés y California: Una reflexión en el cual participarán Carlos Lazcano, Eligio M. Coronado, y Sealtiel Enciso, siendo la moderadora Elizabeth Acosta.  Estos dos eventos se transmitirán por la página de Facebook de la Sociedad de la Antigua California (https://www.facebook.com/antiguacalifornia).

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El 5 de octubre, se iniciará de manera presencial a las 18:30 horas con la presentación del libro Cortés, la espada, de Christian Duverger. Continuará a las 19:30 horas con la presentación del libro Cortés en california: descubrimiento del pacífico mexicano, 1521-1540, por Carlos Lazcano. Simultáneamente, a las 18:00 horas se hará la transmisión de la conferencia Un retrato cortesiano políticamente incorrecto, por Daniel Salinas Basave (escritor y periodista bajacaliforniano) y, finalmente, a las 19:00 horas El legado de Hernán Cortés al siglo XXI por Tomás García Muñoz (cronista oficial de la ciudad de Medellín, España).

El 6 de octubre, de manera presencial a las 19:00 horas, se hará la presentación del libro Cortés, la espada, de Christian Duverger, con los comentarios del Dr. David Piñera en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UABC. Posteriormente, a las 20:00 horas, se realizará la presentación del libro Cortés en California: descubrimiento del pacífico mexicano, 1521-1540, por Carlos Lazcano con comentarios de Christian Duverger. Simultáneamente, a las 18:00 horas, se hará la transmisión por la página de Facebook de la conferencia El descubrimiento de California: la navegación Becerra-Ximénez, 1533, por el Mtro. Sealtiel Enciso Pérez. Luego, a las 19:00 horas, se transmitirá la conferencia Cortés y California: otra perspectiva, por el Mtro. Eligio Moisés Coronado.

El 7 de octubre, se llevarán a cabo las transmisiones de conferencias. La primera será a las 18:00 horas, llevará el título de El encuentro de una península: la navegación de Francisco de Ulloa, por Gabriel Rivera, y a las 19:00 horas, Carlos Lazcano presentará 500 años del descubrimiento del Pacífico mexicano.

El 8 de octubre, se realizará de forma presencia la conferencia magistral La evolución del español y relación con lenguas indígenas, por Juan Villoro. Simultáneamente, en punto de las 19:00 horas se realizarán las transmisiones por la página de Facebook de la Sociedad de la Antigua California. A las 18:00 horas, iniciará la conferencia Cortés y los californios: primeros testimonios indígenas en california, por el Mtro. Sealtiel Enciso Pérez, y a las 19:00 horas, Reinterpretación y relectura de la 3ª. expedición europea a Mesoamérica, por el Dr. Hugo Castro Aranda presidente de la Junta Nacional de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.

Durante el último día, el 9 de octubre, se llevará a cabo la conferencia presencial Hernán Cortés: encuentro y conquista, por el Dr. Juan Miguel Zunzunegui. A las 19:00 horas, se transmitirá la entrega de reconocimientos a dos grandes historiadores sudcalifornianos Gilberto Ibarra Rivera y Leonardo Reyes Silva por parte de la Sociedad de la Antigua California. A las 20:00 horas, se transmitirá la clausura del VII Festival de la Antigua California a cargo del Dr. Fernando Rojas Íñiguez, director del Centro de Nanociencias y Nanotecnología de la UNAM.

Para mayores informes y consultar a detalle la agenda del evento pueden visitar el sitio web: https://antiguacalifornia.org/festival/. El horario de los eventos será el de la ciudad de Ensenada, Baja California (tiempo del Pacífico PST). Los organizadores agradecen el puntual y desinteresado apoyo del Gobierno del Estado de Baja California, la Universidad Autónoma de México, Instituto de Cultura de BC, Museo de Historia de Ensenada, Centro de Nanociencias y Nanotecnología, California Peninsular y Gráfica.ws.

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