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El castillo de cristal, la familia disfuncional de Jeannette Walls

FOTOS: Internet.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Muchos tenemos la idea generalizada de que una familia disfuncional es mal vista por la sociedad, pues temen a ser señalados o descubiertos en su vida íntima, que se da particularmente en las clases medias y altas. La disfunción consiste en que crece y se desarrolla dentro del seno familiar creyendo que lo que se vive es normal, en aquellos hogares de adultos codependientes, muchas veces afectados por el abuso de adicciones como el alcohol o las drogas. Eso es lo que ocurre en la incómoda novela de la periodista y escritora Jeannette Walls (Phoenix, 1960), El castillo de cristal (The Glass Castle, 2005). Walls recibió el premio American Library Association en 2006 por este trabajo, y gracias al éxito de este libro decidió dedicarse por completo a la escritura.

Las familias disfuncionales andan por el mundo a ciegas, según dicen las pautas psicológicas que solo pueden ser resueltas en terapia. No obstante, no todos son conscientes de esta circunstancia, por lo que esta ceguera les hace creer, como dijimos, que es completamente normal vivir de aquellas formas. Un marido alcohólico es una vergüenza social y la esposa es quien se encarga de tapar todos los hoyos para que no salga a la luz lo que están viviendo; así la vemos justificar todos los conflictos, desaguisados, irresponsabilidades del marido, enfermando ella a veces más que el propio alcohólico. En El castillo de cristal se vive de esta manera, aunque el círculo familiar gira en torno a los niños que se protegen unos a otros, pues tanto el padre como la madre viven dentro de una vorágine de emociones descontroladas, egoísmos potenciados por sus personalidades intelectuales y artísticas. Son los niños quienes fijan las pautas, aunque no pueden escapar de la turbulencia de sufrimientos que se infligen unos a otros. Tienen todos los límites rotos.

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Así, toparnos con este extraordinario libro de Jeannette Walls es una perla que no debemos pasar por alto. Su lectura atrapante se vuelve entrañable haciendo que no dejemos el libro en paz, no solo por su sólida propuesta narrativa, sino porque es un pedazo de la realidad de muchos. El relato de esta familia profundamente viva, de aspectos apasionantes que la vuelven una disfunción más allá del patrón circular. Rex, el padre, alcohólico destructivo y en el que no se puede confiar, es un hombre que ha leído mucho y de todo, que trata de transmitirle a sus hijos todo el conocimiento, haciéndoles hincapié que la escuela formal es innecesaria y que solo viviendo esa sabiduría es como de verdad vamos a aprender a vivir. Por otro lado, la madre es una especie de alma en pena, un espíritu que pretende ser libre, amante de las artes y pintora, que detesta una cotidianidad de convenciones, pero al mismo tiempo no asume ningún compromiso con sus cuatro hijos.

Los Walls van de aquí para allá sin orden, sin afincarse en nada, nómadas del sistema y huérfanos de sus propios sentimientos. Es por ello que los hijos aprenden a ayudarse unos a otros, tratando siempre de salir del infierno al que han sido sometidos. Han dormido en donde les cae la noche, no tienen domicilio y la escuela solo es una cosa que los demás padecen, pero ellos no. Estoy seguro de que esta historia los cimbrará, pues conmueve los adentros, donde una familia ama, abandona y constantemente se defraudan, que al final tal vez encuentren algo de la luminosidad que se da a destellos a lo largo del relato.

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¿Cómo identificar a una familia tóxica?

FOTO: Internet

Sexo + psique

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo

La Paz, Baja California Sur (BCS). Familias venenosas, tóxicas, disfuncionales…entre otros calificativos, parecieran estar de moda últimamente. Es frecuente ver post en Facebook que hablan acerca de la toxicidad familiar, mientras que, por otro lado, encontramos otras publicaciones que critican la familia de hoy y enaltecen la de hace algunos años. Pero, ¿qué es lo que hace tóxica a una familia?, ¿será verdad que antes las familias eran mejores?

En el pasado, muchas veces escuche que las familias, en específico los matrimonios de antes, eran para toda la vida y no como ahora que hay divorcios exprés y que las nuevas generaciones parecieran huirle al compromiso. Junto con esta frase, venia el comentario: es que antes si reparábamos las cosas, ahora solo se desechan.

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Puede que en algunos casos tengan razón, que cada vez estemos menos tolerantes a lo que haga el otro, pero esto tiene una explicación: cada vez somos más conscientes de lo que no queremos para nosotros. Muchos de los matrimonios duraderos —porque pareciera que el número de años casado fuera equivalente de éxito— se sustentaron en los silencios y aguante de las mujeres; es verdad que en la actualidad hay más divorcios que hace unos 30 o 40 años, porque antes ser divorciada o madre soltera era sinónimo de ser un paria de la sociedad; si aún hoy, luchan con el estigma de mamá luchona —cómo si esto fuera algo negativo—, solo recordemos o imaginemos como fue en los años 50´s a los 90´s, muchas veces parecía mejor opción soportar al borracho/golpeador/abusador/negligente marido que huir de él.

¿A qué viene el tema de los matrimonios con la familia? que, de la misma forma que muchos matrimonios se sustentaban más en el miedo que en el amor, de igual forma lo hacían las familias. No es que ahora nazcan las familias disfuncionales, es que antes no se hablaban de ellas y se esperaba obediencia ciega y total a los padres.

Hay muchas características de las familias disfuncionales, te enumeraré unas pocas:

  • Critican o comparan constantemente. Si bien sabemos que existe la crítica constructiva, esta se debe de dar en un espacio seguro y siempre con el afán de hacer crecer a la persona en cuestión. Comentarios sobre el peso, la vestimenta, los gustos, la forma de ser, tics, entre muchos más, no deberían ser cuestiones de burla o crítica, y es muy común escuchar a madres decirles a sus hijas que están gordas, que si porque tienen acné nadie las va a querer o critican a todos los amigos y/o pareja que, en muchas ocasiones, ni siquiera hacen el intento de conocer.
  • Son intrusivos. Básicamente se meten en lo que no les importa: estilo de vida, estilo de crianza, problemas con familiares que no los afectan directamente. Buscan hacerse siempre presentes tratando de imponer su voluntad, sus preguntas suelen ser inquisidoras y persistentes, pueden dar su comentario, pero por lo general lleva un reclamo u otra intensión.

  • Obligan a ocultar quien eres. Suelen darle más peso a lo que creen correcto que al sufrimiento que pueda causar su comportamiento. Tratan de imponer un estilo de vida que no es para ti, y aunque en ocasiones hayas mencionado tu sentir, lo minimizan, esquivan o se preocupan más por otras cosas.
  • No prestan atención a las emociones. Ya sea por indiferencia o por estar muy ocupados, no se dan el tiempo de escuchar al otro y de prestarle real atención. Acostumbran minimizar los dolores, preocupaciones, experiencias y angustias ajenas, pero buscan ser escuchados.
  • Son controladoras. De una u otra forma buscan que hagas lo que ellos dicen, pueden recurrir a la amenaza, chantaje, manipulación, gritos, silencios, lo que sea para que sigas sus indicaciones. Su control no se limita solo al lenguaje o vestimenta, en casos muy extremos, quieren controlar la forma en la que te relacionas con los demás o en como vives tu vida, lo que conlleva a generar dependencia, conductas evitativas y emocionalmente inestables.
  • Justifican su violencia con educación. Este golpe me duele más a mí que a ti, es que tu solo a gritos comprendes, solo a golpes entiendes, te golpeo porque te quiero… solo por mencionar algunas frases que utilizan para disfrazar la violencia y ejercerla como método de “educación”. Recordemos que la violencia no es solo física, hay violencia emocional, psicológica, sexual, económica y muchas más.                                                                           
  • Utilizan a un chivo expiatorio. Utilizan a un miembro de la familia para culparle o responsabilizarle por todo —acciones u omisiones que ellos realizaron, pero no quieren aceptar la responsabilidad—. Tienden a ser personas sumamente controladoras o narcisistas las que se desafanan de sus acciones o palabras y las implantan en el chivo expiatorio.
  • Se aprovechan de tus inseguridades. En vez de apreciar tus logros, señalarán lo que no has hecho o se burlarán de aquello que te lastima. Es frecuente que intenten remarcarte que la vida es injusta y no hay razón para ser feliz porque ellos lo sienten personalmente así.
  • Se victimizan. Cuando está pasando algo que no les agrada, por mínimo que sea, se ponen en el papel de víctimas, hay algunos que llegan a tal grado de fingir enfermedades con tal de retener u obligar a los demás a hacer su voluntad.
  • Obsesión por un hijo. Al contrario de lo que es el chivo expiatorio, hay familias que enaltecen o ponen en un pedestal a un solo miembro y este se vuelve intocable e intachable, aunque este repleto de errores u omisiones.

Hay algo que me gustaría aclarar, el que una familia sea disfuncional o que, al leer las anteriores descripciones encasilles a algún familiar, no implica que haya falta de amor —claro, hay que revisar el caso, en ocasiones es precisamente eso—, hay algunas acciones antes mencionadas que pueden nacer de la preocupación sincera al ver a un ser querido ir por el “mal camino” según su perspectiva, pero es eso, su perspectiva, que no tiene que ser la tuya. Además, por más bienintencionadas que intenten ser estas acciones, no borra el daño o el sufrimiento que puedan conllevar. De aquí se hace necesario mencionar que, no porque sea tu familia significa que tienen la razón y lo mas importante, no porque sea tu familia implica que lo tengas que querer. El cariño y el amor se cultivan, no se dan por defecto. Así que hay ocasiones que lo mejor que se puede hacer, es alejarse de ese miembro familiar o de la familia entera en pos de mejorar tu estabilidad emocional y mental. Es importante considerar que tomar distancia de familiares tóxicos puede despertar emociones difíciles de gestionar. Si sientes que no puedes hacerlo solo/a, no dudes en pedir ayuda a un profesional.

 

Referencias

  • Ackerman, N. (1970). Teoría y práctica de la terapia familiar. Buenos Aires: Proteo.
  • McNamee, S. y Gergen, K.J. (1996) La terapia como construcción social. Barcelona: Paidós.
  • Minuchin, S. (1982). Familias y terapia familiar Buenos Aires: Gedisa.

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