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La Casa del Trabajador. Casa llena en tiempos de aislamiento

FOTOS: Cortesía.

Colaboración Especial

Por Octavio Escalante

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). No es la primera vez que Ana entra al edificio, pero aunque todavía no lo sepa, esta ocasión tiene algo de memorable. Acaban de entregarle las llaves de la Casa del Trabajador (La Catra) y no sabe bien qué esperar. El proyecto está trazado en una decena de hojas explicativas, pero la realidad hace de toda especulación un diagrama nebuloso. Tal vez hallen neblina dentro del edificio de dos plantas y seis salones abandonados.

Hace cuatro años que se les ocurrió, a Ana y Alejandro, reabrir la Casa del Trabajador, en la colonia Fovissste de La Paz. Les pregunto cuál fue su motivación y me sorprende que no tengan muy claro el asunto. Me cuentan retazos anecdóticos, una plática con algún colono viejo que dice «lástima que esté cerrada, lástima que esté en desuso tanto espacio». Les insisto, porque yo mismo no puedo creer que la motivación principal ande extraviada, y ellos apenas me sepan responder.

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Sin embargo, que no se piense que les tiembla la voz al hablar de La Catra. Al contrario, se me dificulta contenerlos, lograr que se detengan un poco. Han pasado ya cuatro años desde su apertura y en esos cuatro años han vivido experiencias diferentes, tanto como para que se les enrede la memoria. Formalmente, una prueba documental de su historia con La Catra es la presentación del proyecto de reapertura al Programa de Acciones Culturales Multilingües y Comunitarias, Pacmyc, que les fue concedido con un primer lugar y un monto de cincuenta y tantos mil pesos.

Maliciosamente, les pregunto si esa cantidad fue suficiente para darle empuje a lo que planeaban. «Independientemente de que nos dieran el Pacmyc –me responde Alejandro– nosotros ya teníamos contactados a todos los talleristas, y si no hubiese sido con ese recurso hubiéramos buscado por otro lado. Cuando abrimos el edificio, que llevaba sin actividad desde el 2014, nos dimos cuenta de la magnitud del reto que estaba frente a nosotros».

Conviene saber que La Catra fue concebido desde el inicio como un proyecto comunitario, sin fines de lucro y que los talleristas a los que se refiere Alejandro, debían tener muy claro que se les estaba invitando a dar parte de su tiempo y de su conocimiento sin paga alguna. Fue una primera inyección, un abanico que iba desde las clases de guitarra, alfabetización, taichí, grabado en madera, danza árabe, ¡análisis de posibles utopías!, cine, derechos humanos…

En términos coloquiales, el tema estaba apalabrado, sólo que tanto Alejandro como Ana no tenían en cuenta la capa de polvo plastificado que cubría todo el piso, paredes y techo de los salones, la inutilidad total del cableado eléctrico, la catastrófica apariencia del par de baños, los vidrios pintados con brocha hacía más de 5 años, una pintura que en algún momento desempeñó una función pero que ahora representaba uno de los defectos por solucionar. En La Catra estuvo por diez años una clínica del ISSSTE, pequeña y ruidosa como un gallinero, y al entrar Ana y Alejandro sólo era un almacén de recetas médicas. «Cajas de recetas –me dice Ana–, todo un cuarto estaba lleno de cajas con recetas. Movimos sillas, pintamos, pero para cosas como el cableado y la limpieza del piso tuvimos que llamar a profesionales».

«Me acuerdo –dice Alejandro– que debajo de las escaleras había muchas inscripciones, Sandra y Marco, 1998, encerrado en un corazón y cosas así». Casi treinta años sin pintar bajo los escalones, pienso. Me interesa que me cuenten del día en que abrieron y comenzaron a limpiar, pero veo que se hacen bolas, que se miran entre sí como queriendo acordarse de fechas y de gente. Trato de ayudarles un poco con una pregunta «¿Convocaron a los talleristas para que les ayudaran a limpiar? ¿Vinieron todos?» Se vuelven a mirar entre sí. «No, mira –dice Ana–. Es que al principio no convocamos a nadie. Y no fue sólo un día. Había que mover unas mesas, traerlas, y dimos una vuelta a la cuadra en el Pitufo, el carro de Alejandro, y vamos viendo como anillo al dedo a unos vatos con faja y todo para cargar, y ellos nos ayudaron. Otro día vimos a unos morros que se juntaban aquí abajo, y nos ayudaron a pintar. Otro día sí vinieron algunos talleristas. Pero las cosas que de plano no pudimos hacer solos por seguridad, como la de quitar la plasta de todo el piso, eso sí lo pagamos y ayudamos a sacar el agua».

Meses antes de que les acepten el proyecto, a Alejandro se le ilumina la cara con la luz de la computadora. Está diseñando, bien o mal, un pequeño volante que imprimirán en papel bond, para repartir entre los colonos. Ana y él fueron personalmente a más de ochocientas puertas de las viviendas del Fovissste, una de las pocas colonias con edificios en La Paz, y dejaron como quien deja una promoción de pizza o sushi por debajo de la puerta, su propuesta, su solicitud de apoyo e invitarlos a la junta informativa para reabrir La Catra. A la gente, acostumbrada a que el viejo edificio de los 70 fuese manejado por dependencias para eventos políticos, de pronto le parece rara la idea de abrirla para clases de danza, de dibujo, para instalar una biblioteca. Pero aunque lo raro suele despertar precaución, van mostrando confianza y terminan diciendo a la rehabilitación del lugar.

Acaban de imprimir los volantes. Detrás de unas rejas, una señora tiene estanterías con latas de valvita, frijoles, arroz, un refrigerador lleno de refrescos, leche yaqui o caracol y unos kilos de queso que le trae un señor de Los Planes. Es de las pocas tienditas que quedan en el barrio, quizá en toda la ciudad. Por fuera de la reja está Alejandro, hablando con la señora sobre lo que planean hacer con ese espacio, y no parece funcionarle mal la labia. Ana va a la escuela primaria de la colonia, “Carlos Moreno Preciado”, en la que alguna vez desalojaron a los niños por una amenaza de bomba, y les informa sobre las clases y talleres que habrá próximamente.

La capa de pintura, la limpieza del piso, la reinstalación de la luz, el desalojo de lo que no está vivo, la fabricación en conjunto de libreros o la barnizada de las sillas y mesas que les han obsequiado y por las que fueron en el pick up de un amigo, es un gran avance, pero les ha revelado el tiempo que implicará meter en sus vidas al elemento Catra. El sábado tienen que trabajar en una boda. Son fotógrafos y suelen regresar pasada la media noche. También fabrican castillos de madera y rascaderas para gato, y a pesar de conocer tanto el mar, no se les quita el deseo y la costumbre de una acampada de vez en cuando, sin olvidar a Marcelino, el hijo de Ana, que quiere bucear, que quiere vivir.

Me dicen que la primera reunión que tuvieron con algunos voluntarios fue por la tarde y que, como no tenían luz, terminaron hablando casi a oscuras. Era todavía un espacio sin vida, que aún así servía para convocar a unos cuantos y decirles «imagínense lo que puede ser aquí». El instructor de guitarra mira al de taichí, y el de taichí mira a uno que no parece que venga a dar ninguna clase de nada, pero que al menos tiene las ganas de barrer cuando sea necesario, de mover, de ir por tornillos, de martillar, de colocar papel en el piso cuando venga la hora de usar las brochas o de conseguir de a gratis un bote de pintura. Y ya a oscuras, ¿qué más da para los talleristas que no se haga nada? Unos cuantos de ellos, por una u otra razón, no podrán hacerlo. Viven lejos, tienen un horario infranqueable o han sido desanimados por un montón de vidrios de espejo acumulados en una esquina de la sala. En esa misma sala, dos años después, habrá mesas de trabajo y se discutirá sobre la minería, la pesca indiscriminada, el despojo, la importancia de la lectura y la creación de nuevos espacios comunes. Y sin embargo, mientras la sala se va poniendo oscura porque viene la noche y el cableado está deshecho, Ana y Alejandro tampoco lo saben, tampoco imaginan el festival de Día de Muertos que habría un año después, con sus cantantes y altares, pero un montón de vidrios de espejo en un rincón de una sala sucia no iba a inmovilizarlos.

«Es cansado, nos absorbe mucho tiempo», y les creo por sus caras y porque toda la semana he estado tratando de entrevistarlos. No podían, había que reabrir La Catra después de la pandemia. Y ahora, de pronto, requiere que la atiendan, organizándola, desde la limpieza hasta la difusión, las llamadas telefónicas, el diseño de la página, las inscripciones y de nuevo los talleristas, resbaladizos y volubles.

Me comentan que han ido descubriendo cosas durante el proceso. Una de ellas es que, sin demeritar a las instituciones culturales, hay un gran valor en que las cosas no estén dadas de buenas a primeras, que no estén como servicios a los que uno accede y luego se va. Sino que la batalla porque exista ese bien común, le da un valor de pertenencia a todos los implicados, «hasta a los que limpiaron la capa de polvo del piso», dice Ana, que comienza a hablar con un tono casi poético y conmovedor, mientras intento improvisar otra pregunta. A pesar del tono conmovedor, ni a ella ni a Alejandro les veo lágrimas asomándose entre expresiones melosas. Más bien veo coraje. Coraje en ambas acepciones: el de la valentía y el de la molestia. Valentía que han reforzado sabiendo que pueden hacer cosas, que se pueden lograr cosas. Y coraje, bueno, aquí es donde me dicen que esperarían del gobierno un mecanismo de apoyo, pagado con los impuestos de cada uno. Pero sin atenernos a ello. «Cuando veo un lugar abandonado, un edificio, un parque, un barrio entero, lo que veo es que la lógica de un sistema individualista ha triunfado. Lo que hacemos en La Catra es lo contrario a eso. En el abandono de inmuebles, de parques, lo que vemos es un ciudadano que está solo, y eso es lo que queremos romper».

Veo que Ana quiere comentar algo. «Bueno –dice–, primero pensé que era algo egoísta, pero está lejos de serlo. Una de las fuertes razones de esto, al menos para mí, es que mi hijo me movió a soñar en lo que no tuve, y que él y otros podrían tenerlo. Si hubiese estado al alcance… Otra cosa hubiera sido. De ahí lo de pensar en lo que carecemos y de lo que aspiramos para ellos, es de donde sale la idea de los talleres… No importa si no pones esto en el texto, pero quería mencionarlo. El tren va muy rápido y nos mantiene ocupados y dispersos. Quería mencionarlo, nada más».

La Catra ha contado con alrededor de 700 beneficiarios de sus talleres, y 150 a 200 por año, sin contar a los usuarios de su biblioteca Colibríes, de más de mil 500 libros. Ha sido apoyada con tres recursos: Pacmyc en 2018, Fasol en 2019 y de nuevo Pacmyc en 2020, lo demás ha sido levantado a pulso, puro peso muerto. Ha hecho de la naturalidad una de sus fuerzas, sin ninguna clase de sesgo elitista. La casa está abierta, pásele a lo barrido…

Ana acaba de enviarme un mensaje de audio. Insiste en que «el camino es parte de esas preguntas y esas respuestas que van apareciendo, sueños e ideas, participación en conjunto, y que va seguir experimentándose a sí mismo mientras dura lo que dure». Dicha así, con esa voluntad, me parece convincente la incertidumbre. Será idea mía, pero algo parecido les he escuchado decir a las personas que no le temen al amor.

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En La Paz, MUABCS invita a niños y niñas a taller sobre tradiciones mexicanas

FOTO: ISC.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Víctor Hugo Caballero Gutiérrez, director del Instituto Sudcaliforniano de Cultura (ISC), dio a conocer a través de un comunicado de prensa que el Museo de Arte de Baja California Sur (MUABCS), llevará a cabo el taller Jugando con nuestras tradiciones, el cual será impartido por Margarita Ruiz Reyes.

El titular del ISC, mencionó que este curso que culminará el 11 de diciembre del presente año, busca estimular la creatividad y fomentar el gusto por las tradiciones mexicanas en las nuevas generaciones. “Este taller será totalmente gratuito, sólo podrán ingresar 15 niños y el material que utilizaran durante este curso será proporcionado por el recinto”, mencionó Caballero Gutiérrez.

En ese orden de ideas destacó que, para la dependencia a su cargo, es de suma importancia ofrecer este tipo de actividades, ya que invitan al sano desarrollo e impulsan el desarrollo cultura y las artes en la niñez sudcaliforniana.

Para concluir, Víctor Caballero hizo un llamado a los padres de familia a inscribir a sus hijos vía WhatsApp 6122828213 a través del teléfono 6121294176 de martes a domingo de 11:00 a 19:00 horas, concluye el boletín de prensa del ISC.




Anuncia La Catra reapertura con más de 20 talleres y cursos gratuitos

FOTOS: Centro Cultural La Catra.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Después de más de un año de haber cerrado sus puertas a causa la pandemia por la COVID-19, el Centro Cultural La Catra apertura su nuevo ciclo de actividades para el mes de noviembre de 2021, con más de veinte talleres gratuitos para niños y niñas, jóvenes, adultos y adultos mayores.

La Catra vuelve a la escena cultural con un grupo sólido de voluntarios que donarán dos horas de su tiempo a la semana para enseñar y compartir sus conocimientos a través de talleres completamente gratuitos.

En esta ocasión, se contará con la presencia de 23 talleristas con una larga trayectoria, tales como Rubén Rivera con el taller de Creación y Práctica poética; Ana Rosshandler con Caligramas; Perla Taddie con Rap y Verso Libre; Obed Téllez proyectando películas en Cinema Matiné; Mariana Sánchez con Cartotecnia para adultas mayores; Gabriela Jiménez con el Círculo de Arte-Terapia para Mujeres; Gabriel Alexander moderará el conversatorio de Asumiendo el Machismo; Gabriel Rovira con técnicas para desarrollar el Cuento Breve; Ramsés Reysal ahondará en temas de personalidad con el taller de Eneagramas; Pam Galleg Oz con el taller de Teatro Integral; y Arafat Moreno les enseñará Inglés.

También están Jaime Molina con Iniciación a la Pintura y Dibujo, así como Óleo y Dibujo para Avanzados; Gustavo Arnaud enseñará disciplina por medio del Kung Fu; Nuria Gil y Afra Sofía, impartirán el taller de Feminismos y Perspectivas para Jóvenas; Guadalupe Higuera impartirá Yoga y Tai-Chi; Siddhartha Velázquez hará un Taller Práctico de Introducción a la Aeronáutica; María del Pilar con su taller de Educación Emocional; Cristian Moreno con Tecnología Apps; América Aquino bailando en Zumba; Yisel Morgendorffer con Baile y Expresión Corporal y José Bogarín con Arte Terapia.

Ana Bochm, Alejandro Escalante, Arafat Moreno, Adrián Telechea y Octavio Escalante, integrantes del Consejo Directivo del Centro Cultural La Catra, comentan que ya está lista la plataforma para que los interesados se inscriban al taller de su gusto, y añaden que en 2022 abrirán diez talleres más a las actividades. AQUÍ te facilitamos el link en el que podrán hallar toda la información de los procesos de inscripción digital a los talleres.

 




Violentan La Catra; Centro Cultural Sudcalifornia convoca a reunión

FOTO: Cortesía.

La Paz, Baja California Sur a 30 de mayo de 2019.

A LOS COLONOS DEL CONJUNTO HABITACIONAL SUDCALIFORNIA,
A LAS AUTORIDADES ESTATALES Y MUNICIPALES,
A LA CIUDADANÍA EN GENERAL:

El Centro Cultural Sudcalifornia La Catra ha sido violentado en los últimos días por quien dice
llamarse Verónica Pedrín Arenas, quien ostenta ser la presidenta de la colonia Conjunto
Habitacional Sudcalifornia FOVISSSTE, aún después de que el director general de desarrollo social, Ing. Manuel Alejandro Cota Cárdenas, notificó que el proceso de elección del Consejo Ciudadano La Paz de la Esperanza correspondiente a la conjunto habitacional sudcalifornia FOVISSSTE es improcedente, pues no contaba con el quórum suficiente, según el reglamento de los consejos de colaboración del municipio de La Paz. En su artículo 23 menciona que para estar en posibilidades de que la asamblea esté debida y legalmente instalada, se requerirá de la asistencia mínima
de 50 habitantes de ese sector, por lo que el director de desarrollo social se apegó a lo establecido
y derivó en la destitución del presidente, secretario, tesorero y vocales de la elección del pasado 12
de marzo de 2019 y la reposición oficial de la nueva elección para el 2 de Julio.

Antes de la destitución, Verónica Pedrín Arenas intentó desalojar a los beneficiarios de los
talleres que se imparten en el Centro Cultural. Después de la destitución, el 30 de mayo del 2019,
increpó a la estudiante de literatura de la UABCS, Luna Manuela, quien está realizando su servicio
social en el centro y le solicitó verbalmente las llaves del inmueble y que si no se las entregaba al
otro día iría con las autoridades para quitárselas. Estas actitudes no son nuevas en Verónica Pedrín:
quien solicitó en varias ocasiones el corte del servicio del agua con el sector 4 de SAPA, y al no ser
atendida su solicitud deja abierta la llave del agua de la oficina para derramarla deliberadamente,
provocando que se efectuara el corte por parte de SAPA para evitar desperdicio, lo cual nos dejó sin
el servicio por un periodo corto, lo que derivó en emisión de un reporte elaborado por SAPA
evidenciando su conducta.

Por otro lado, José Salas Benavides, entrenador de Box, ha impartido clases en la
plataforma del Centro Cultural, indebidamente, aparentemente autorizado por Verónica Pedrín. José Antonio Salas Benavides, aun entendiendo la problemática que Verónica Pedrín estaba
ocasionando, se impuso impartiendo sus clases con fines de lucro en la plataforma. Además, incitó
a su esposa a golpear a una beneficiaria que les pidió que mostraran algún documento de
autorización o se retiraran de la plataforma para tomar la clase (ya que invadían horarios
prestablecido en las actividades del centro). El día de hoy, 30 de mayo de 2019, Verónica Pedrín y
José Antonio Salas Benavides realizaron una reunión con los padres de familia de sus alumnos e
increparon a un integrante del Centro, Alejandro Escalante Geraldo, amenazando con golpearlo,
sin que Alejandro les faltara al respeto.

El Centro Cultural Sudcalifornia La Catra es un proyecto comunitario que ha impartido
talleres gratuitos, y se ha mantenido del trabajo de los voluntarios que imparten los talleres.

Todo esto ha violado los lineamientos que estipulamos en el Centro Cultural, y que estipulamos en el instrumento interno de integración del consejo directivo; tanto por razones de  transparencia y de respeto a un inmueble (que reconocemos como propiedad comunal), así como por principios que hemos hecho públicos en nuestras nutridas reuniones informativas documentadas.

Reiteramos, en La Catra no se cobra, sólo se aceptan donaciones en especie y programas establecidos para los fines culturales del Centro, no para el lucro de los particulares.

Reprobamos las acciones de Verónica Pedrín Arenas y de José Antonio Salas Benavides, pues han creado un ambiente de incitación a la violencia a miembros del Centro, y se han manejado al margen de la ley y de la oficialidad. Nunca en el año y medio que tenemos de poseer para beneficio comunitario el edificio de Catra, así como de trabajo se había presentado una problemática de esta envergadura.

Es para enfrentar esta problemática por lo que solicitamos apoyo y solidaridad de toda la
comunidad sudcaliforniana. La Catra ha posibilitado el acceso a disciplinas artísticas y del
conocimiento, tanto de humanidades como de ciencia. Ése es uno de los valores primordiales al
construir espacios desde la comunidad, de manera ética y con el acuerdo de la mayoría. Nuestro
trabajo como comunidad es luchar por su permanencia, crecimiento por su condición autónoma,
gratuita y comunitaria, en nuestro trayecto hemos logrado el respaldo de diversas organizaciones
civiles e instituciones gubernamentales tanto federales, estatales y municipales con las que hemos
tenido proyectos específicos de colaboración y que reconocen plenamente la constitución del
proyecto Centro Cultural Sudcalifornia.

Exhortamos a las autoridades a atender este problema, tomando las medidas pertinentes
ante la trasgresión de todo proceso y desobediencia de Verónica Pedrín y José Antonio Salas
Benavides, al hacer caso omiso de los comunicados emitidos por el H. XVI Ayuntamiento de La Paz,
por el Centro Cultural Sudcalifornia La Catra y los colonos.

Hacemos un atento llamado para la celebración de una reunión informativa en las instalaciones del Centro Cultural Sudcalifornia La Catra, a todos los simpatizantes, beneficiarios y voluntarios.

El día martes 4 de junio de 2019, a partir de las 18:30 horas. Habrá mesa de firma de apoyo a la continuidad del proyecto cultural.

Mayores informes en nuestra página de Facebook Centro Cultural Sudcalifornia La Catra donde presentamos documentos oficiales y video que exponen los hechos.

Agradecemos de antemano su presencia, respaldo y difusión.

Atentamente,

Consejo Directivo del Centro Cultural Sudcalifornia La Catra




Centro Municipal de las Artes busca profesores para talleres artísticos

FOTO: Archivo / Interior: Ayuntamiento de La Paz.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Raúl Cota Álvarez, director del Centro Municipal las Artes (CEMA) del XVI Ayuntamiento de La Paz,  dio a conocer que, actualmente, en el recinto se cuenta con once diferentes cursos y talleres impartidos por orientadores profesionales en cada una de las áreas, dirigidos a jóvenes y adultos que buscan iniciarse en la educación artística.

A través de un comunicado de prensa del Ayuntamiento de La Paz, el funcionario destacó que se espera iniciar con nuevos talleres: poesía, cuento, grabado, fotografía, artesanía con barro, joyería artesanal, teatro, jazz, blues, tap e inglés, por lo que la convocatoria para maestros que deseen impartirlos se encuentra abierta.

De igual manera, expresó que a su llegada como Director del CEMA, se ha iniciado con una campaña de promoción y difusión de los talleres, con la finalidad de crear nuevos públicos, así como generar los nuevos cursos que serán de gran interés para la sociedad y la rehabilitación de algunos espacios interiores.

Cota Álvarez abundó que en este momento el recinto cultural atiende a decenas de niños, jóvenes y adultos de la colonias aledañas, mismos que aprovechan el espacio para aprender algunas de las disciplinas que se imparten a muy bajos costos; finalmente destacó que el Centro Municipal de las Artes se encuentra ubicado en calle Cobre esquina con Hierro en la colonia El Dorado, teléfono (612) 1281612.