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Apuntes históricos sobre el arte rupestre en Baja California Sur

 

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El ser humano en su deseo de inmortalizarse y dejar testimonio de su efímera vida en su paso por este mundo, ha plasmado en diversas partes del orbe pinturas, petroglifos y demás muestras de su inteligencia y creatividad. En el caso de la península de Baja California, diferentes grupos que la habitaron a través del tiempo, nos legaron unos bellos murales en diferentes puntos de su geografía, los cuales afortunadamente se han preservado hasta la actualidad. En este caso trataremos sobre los encontrados en la parte mitad sur de la Baja California, y específicamente en la Sierra de San Francisco.

La Sierra de San Francisco se localiza en el extremo norte del actual estado de Baja California Sur y hacia el lado del Golfo de California, entre el paralelo 27 y el meridiano 112 y 113, dentro de la geología de la Sierra de La Giganta, la cual tiene una formación de origen volcánico. Es importante mencionar que, la sierra de San Francisco forma parte de la Reserva de la Biósfera del Vizcaíno, y en los años noventas del siglo pasado, fue denominada como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Los anteriores nombramientos obedecen a que este sitio es un espacio con una gran diversidad de plantas y animales, algunos de los cuales son endémicos de estos sitios, y por tener un ecosistema con un frágil equilibrio, se promovió su cuidado y preservación. Además ello, cuenta con una gran cantidad de sitios con Arte Rupestre la hace un sitio único en el mundo tanto por el tipo de pinturas como la forma en que los grupos humanos se establecieron en este sitio tan apartado.

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Estos sitios con pinturas rupestres, se encuentran entre cañadas y barrancos, algunos de muy difícil acceso y de los lugares que se proporciona acceso a los visitantes, se encuentran los que conforman el circuito del cañón de Santa Teresa en el arroyo de San Pablo, algunos del arroyo del Parral y otros en Santa Marta (cuevas del ratón, pintada, de las flechas, la soledad, de la música, entre otras).

Entrando en materia de los murales, a pesar de que desde el siglo XX se han realizado diversas mediciones de su antigüedad, los estudiosos no se han puesto de acuerdo, algunos las datas con más de diez mil años de antigüedad y otros con menos, pero se puede decir que sus resultados promedian por lo menos tres mil trescientos años de antigüedad. Todos los análisis que se han realizado sobre estas pinturas concluyen que su magnífico estado de conservación se debe a la composición de las rocas en las que fueron plasmadas y la exposición que han tenido a los factores como la lluvia, viento, sol, etc. Además, los colores se han mantenido en muy buen estado debido al origen del pigmento que utilizaron, el cual ya se sabe que provenía de rocas pulverizadas procedentes de diversos sitios aledaños, incluso de las faldas de los volcanes denominados como Las Tres Vírgenes, así como de la savia de algunas plantas o la grasa y sangre de ciertos animales, las cuales utilizaban como aglutinante.

La referencia más antigua que se tiene de estas pinturas fue la realizada por el sacerdote Joseph Rothea, el cual fue responsable de la Misión de San Ignacio Kadakaamán. Este sacerdote describe cómo fue que supo de su existencia así como un viaje de reconocimiento que hizo de ellas. Según este sacerdote, al cuestionar a los cochimíes con los que convivía, sobre los autores de tales pinturas, ellos aseguraron que no lo sabían, pero que sus abuelos les habían contado que a ese sitio llegaron, en el pasado, un grupo de gigantes que venían huyendo de otros que los perseguían por haber sido derrotados en una guerra, y que ellos fueron los que pintaron estos murales. Fue el ingeniero francés León Diguet, quien publicó las primeras descripciones de los murales de las cuevas de la sierra de San Francisco en el año de 1895. Este personaje llegó a nuestra península contratado por la compañía de El Boleo como ingeniero químico, sin embargo en sus ratos libres y vacaciones se dedicó a explorar nuestra media península dando cuenta de una gran cantidad de historia la cual fue publicada en revistas francesas. Sin embargo el gran impulso de difusión del arte rupestre en estas cuevas se dio a partir de los años ochentas del siglo XX, y desde entonces ha ido en crecimiento.

Pese a la gran trascendencia de estas pinturas, no siempre fueron apreciadas por la población y los gobiernos de nuestra media península. En la denominada cueva de El ratón, aún existen daños practicados en algunas pinturas producto del humo de fogatas que se hacían en el sitio debido a la presencia de seres humanos que resguardaban animales como chivas y vacas, incluso en los ochentas aún quedaban algunos corrales. 

Afortunadamente el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha tomado bajo su resguardo estos sitios proporcionando guardias y guías expertos para cuidarlos y preservarlos. Nadie puede (o debe) visitar estas pinturas sin el acompañamiento de un guía autorizado por el INAH, y previamente haberse registrado oficialmente como visitante y recibir las instrucciones sobre el reglamento de protección de este sitio.

Aún existe mucho para investigar en las hermosas pinturas rupestres que decoran los cañones de la sierra de San Francisco, y es aquí donde estriba la trascendencia de que las generaciones actuales y futuras sepan de los resultados de este trabajo, para que los acrisolen dentro de su identidad de sudcalifornianos, y que todos seamos obcecados defensores de nuestro patrimonio histórico del cual disfrutamos, pero también del que somos depositarios y guardianes.

Bibliografía:

Gutiérrez Martínez, M. L. (coord.). (1994). Guía Arte rupestre Baja California Sur: La Sierra de San Francisco. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. INAH-SALVAT. México.

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Buscan Congreso y autoridades impulsar arte rupestre en BCS

FOTO: Archivo

La Paz, Baja California Sur (BCS). A través de un boletín de prensa, el presidente de la comisión de cultura, Rigoberto Mares Aguilar dio a conocer que se busca sentar las bases, para revisar de manera integral la Ley de Cultura del Estado. Esto, tras presidir la primera mesa de trabajo con el Instituto Sudcaliforniano de Cultura, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Secretaria de Turismo Estatal, diputadas y diputados.

El presidente de la comisión, declaró que se busca integrar “una ley al servicio de la cultura, al servicio del arte que permita proteger nuestro patrimonio cultural, nuestro patrimonio histórico, que permita la divulgación”.

En la mesa de trabajo, destacaron las coincidencias por impulsar la conservación y promoción del arte rupestre en Baja California Sur localizado al norte del Estado, asimismo su impacto cultural, histórico, turístico, económico y social. De tal manera que se impulsé entre autoridades de los tres niveles de gobierno y el Poder Legislativo.

Para finalizar, acordaron diseñar la ruta crítica y un cronograma de trabajo que permita integrar la propuesta de reforma a la Ley de Cultura del Estado, la cual se podría presentar ante el pleno en el primer periodo del segundo año del ejercicio constitucional que comprende de septiembre a diciembre de 2022.




Rescatar el patrimonio arqueológico de La Paz y Los Cabos. Entrevista con Aníbal López

FOTOS. Cortesía

Colaboración Especial

Por Arturo González Canseco

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Así como no existe un solo México, tampoco existe una sola “Baja”. La primera noticia que recibió Aníbal López de la existencia de arte rupestre cerca de La Paz fue gracias al libro de Fernando Jordán, El otro México. Encontró la pintura de la que hablaba el periodista y una pregunta surgió de inmediato: “¿dónde habrá más?”. Fue así que nació el proyecto que lo llevó a realizar más de 400 registros de pinturas rupestres en la región austral del Estado y la publicación del libro, Evocaciones del olvido (ISC-INAH, 2014).

A la fecha, esta línea de sitios arqueológicos que comprende de La Paz a Los Cabos, se mantiene a la espera de un programa para implementar su conservación y difusión. Al documentar estos lugares, Aníbal pudo atestiguar el abandono que prevalece en ellos. Un descuido por parte de autoridades y comunidad por igual.

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Un caso que contrasta con el de la sierra de San Francisco. El arte rupestre en la zona alta del Estado es uno de los máximos emblemas sudcalifornianos. Se le comenzó a prestar atención desde el lejano 1789 por el jesuita Francisco Javier Clavijero. Su estilo realista, con fauna marina y terrestre, además de figuras humanas, es un atractivo único en todo México. Desde 1993 recibió por parte de la UNESCO la denominación de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Para Aníbal López, el rescatar la riqueza arqueológica en la parte sur permitirá a la gente que no tiene posibilidad de ir al extremo norte, apreciar parte de sus raíces. El legado de las etnias originarias que ya han desaparecido. Un bálsamo en medio de una desmedida transculturalidad que se está experimentando desde hace unas décadas en esta parte del territorio mexicano.

La denominación “Baja” surge a raíz del fenómeno de masificación del turismo con fines comerciales. Son muchas las voces que rechazan esta etiqueta que mutila el nombre del Estado. No todo en la vida son intereses comerciales. Una vez que se comienza a conocer esta región, se descubre que hay mucho más. El arte rupestre como ejemplo. La otra “Baja” de Aníbal López.

A continuación la charla con este guía, explorador, fotógrafo naturalista y egresado de Turismo Alternativo por la Universidad Autónoma de Baja California Sur.

Para empezar, con tus propias palabras platícanos ¿quién es Aníbal López? Yo creo que se podría definir como “un vago con justificación”. Yo me he dedicado a hacer ecoturismo, ya tengo más de la mitad de mi vida haciendo distintos tipos de actividades ecoturísticas y turísticas. En algún momento incursioné en la investigación en lo que yo considero la base cultural del estado de Baja California Sur, arqueología y antropología. El tema específico fue el arte rupestre en la parte austral. Ese fue un proyecto que llevó casi seis años.

¿Cuándo fue que te diste cuenta de que eras un vago? Pues yo crecí en una ciudad de La Paz que era muy restringida en cuanto a actividades, no había espacios más que elefantes blancos, lo que los gobiernos proponían a la población para recreación eran puras canchas de básquetbol que nadie usaba. A mí me llamó más la onda de las patinetas, después de la escuela nos reuníamos en el Parque Cuauhtémoc. Hoy en día ya rindieron fruto todos los problemas que nosotros pasamos por andar en patineta. Era como un desafío entretenerse, fuimos perseguidos por las autoridades. La Policía Municipal no permitía que anduviéramos patinando en las calles.

Fue la patineta el primer vehículo en el que comenzaste a transitar por los caminos de esta ciudad.  Sí, básicamente sí. Ya después en la adolescencia conseguíamos tablas de surfear con extranjeros que venían de paso, mochileros. En ese momento se usaban los “raites”. La ciudad llegaba hasta donde está la UABCS y ahí eran horas de estar esperando para que nos dejaran en la entrada a los Cerritos, en la zona del sur de Pescadero.

A surfear en Cerritos. Sí, era lo más cercano a La Paz. En verano nos íbamos a Costa Azul, hasta San José del Cabo. Y eventualmente uno iba buscando, se acababan las olas de ahí y empezamos a buscar otros espacios, a viajar a lo largo de la costa del Estado.

¿Qué recuerdas de aquello, de esos primeros momentos que salías a conocer y explorar las rutas de Sudcalifornia? Recuerdo la paz, la tranquilidad, lo virgen de los espacios. Definitivamente ya no es lo mismo que antes, estamos viviendo un tiempo de transición (que algunos lo llaman progreso), esos lugares que en algún momento estaban vírgenes ya se quedaron atrás. Es el caso de los Cerritos, ya es un pueblito, una comunidad intercultural no sólo con extranjeros norteamericanos sino también mucho sudamericano que se está viniendo para acá.

¿Qué más te ha quedado de aquellos años en la memoria? ¡La buena comida! Antes llegaba uno a esos pueblos pesqueros, éramos raros los que llegábamos ahí, y nos recibía la gente con muy buena vibra, siempre como todo buen sudcaliforniano muy buenos anfitriones. Eso sí yo creo que nunca se nos va a quitar, tampoco lo desconfiados. En esos tiempos uno se podía quedar días en esos lugares, ahora en Cerritos ya no se puede acampar, por ejemplo. Sin embargo, uno busca otros espacios y seguimos con la vagancia.

¿Cómo te involucraste con el turismo? Nosotros en mi familia somos sudcalifornianos. Mi abuelo vivía en Guerrero Negro, entonces desde niño me traían por todo el Estado. Conocía perfectamente bien todos los pueblos. Mi padre se dedicaba a la comercialización del pescado y marisco, así que desde chavito cuando había vacaciones a mí me traían por todos los campos pesqueros. A la par que estaba estudiando tuve muchos otros trabajos pero después tuve la oportunidad de tener un negocio. Una tienda que proveía a todos los jóvenes de patinetas, ropa, calzado, tablas de surf, a veces usadas o a veces tenía nuevas. En algún momento, tuve a un chavo que trabajaba conmigo y resultó ser que su papá era el fundador de la empresa ecoturística más vieja yo creo que de todo el país, Baja Expediciones. Yo decidí vender el negocio luego de diez años, es muy esclavizante ¿sabes? Luego de eso me dieron la oportunidad de trabajar con ellos. Por cierto, el año pasado se nos acaba de ir el señor Tim Means que es una leyenda en cuanto al ecoturismo a nivel nacional. Así empecé en distintos programas de la empresa como viajes en kayak desde La Paz por las islas hasta Loreto, buceo, ballena gris, en ese entonces la compañía montaba un campamento en Bahía Magdalena, me tocó trabajar ahí en el estero de San Buto, al sur de San Carlos. A veces me mandaban a otro campamento que la empresa aún tiene en la laguna de San Ignacio.

¿Cómo observas al estado en materia de turismo alternativo? ¿Cuáles son las áreas que más destacas? En la bahía de La Paz indiscutiblemente la zona de mangles, tiene mucho potencial. La bahía de La Paz tiene mucho potencial en varios aspectos. Toda la zona de El Conchalito es una zona de humedal y se extiende hasta pasando el CET del Mar. Hay unas zonas de mangles muy bonitas, pero también hay una zona de recintos arqueológicos muy interesantes. En lo personal, me hubiera gustado que la universidad del estado ya ofreciera otras carreras, técnicas por lo menos, una de arqueología y otra de antropología. Hay material arqueológico por todos lados. Esto porque aquí las culturas eran seminómadas. Si bien no tenemos registros de grandes edificaciones como pirámides o cabezas olmecas, sí hay bastante material arqueológico. De hecho, hoy en día como parte de la documentación que necesitan los desarrolladores está una liberación arqueológica. Lo que sucede es que la institución encargada de esto importa estudiantes de la ciudad de México, egresados de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, cuyos programas de estudio no están siquiera cercanos a lo que eran estas culturas. También todo un tema son los saqueos y pues todo eso es de nosotros, acuérdate que estas culturas son más antiguas que la mismísima cultura azteca.

¿Qué se ha hecho bien y qué no referente a la preservación de las riquezas naturales en BCS? Lo que se ha hecho bien ha sido la intención de los programas de manejo, la capacitación. Lo que no, ha sido la implementación de las cuestiones que son para el cuidado de, es decir, hay muchas restricciones pero no hay quién las vigile. Las Áreas Naturales Protegidas en general, en todo el estado existen pero no hay suficiente personal para la supervisión y aparte el compromiso como funcionarios para ponerse más estrictos en la cuestión de las sanciones.

Platícame por favor de la experiencia que tuviste con tu libro, “Evocaciones del olvido”, cómo fue que lograste llegar a este conocimiento de las pinturas rupestres al sur del estado. Cuando tenía como 12 años tenía un libro que se llamaba “Pinturas rupestres de la Península de Baja California”. Era un libro muy antiguo, que hablaba de las pinturas rupestres en la parte media de la península. Ya de grande me tocó leer otro libro, del periodista Fernando Jordán, “El otro México”. Hablaba de la cultura de Sudcalifornia, de un viaje que hizo en los años 50 desde Tijuana hasta Cabo San Lucas. Al escribir esto, dio a conocer a muchas personas en la ciudad capital cómo era la cultura en estos lugares. Y en ese libro, Jordán hablaba específicamente de un lugar con pinturas rupestres que estaba cerca de La Paz. Yo ya tenía conocimiento de que había en la parte norte ¿no? La Sierra de San Francisquito, San Borja. En ese entonces tenía una novia y nos convencimos los dos de irnos a explorar y a encontrar esa pintura. Llegamos al lugar y estando ahí me llegó la pregunta: “¿dónde habrá más?”. Dimos con personas que nos fueron dando referencias, también nos cobraban, por su tiempo, que es obvio. Así empezó esto y después se me hizo como una adicción. Me fui dando cuenta que no había tanta información acerca de estos sitios arqueológicos y de ahí me nace la idea de hacer este proyecto.

¿Cuál es la ruta que tú detectaste, las zonas donde ubicaste estas pinturas rupestres y cuántas localizaste? Cuando empecé el proyecto comencé con una lista bien pequeña, pero cuando me fui a la institución adecuada para poder hacer esto de manera oficial y mostrar lo que estaba haciendo, porque me enteré que también se tenían que sacar permisos, ya mi lista era de casi 400 sitios. Entre la zona de la Bahía de La Paz y el puerto de Cabo San Lucas. Con arte rupestre, que no quiere decir que sean los grandes murales, pero un diseño que esté en un lugar ese ya es un sitio arqueológico. Usualmente hay más evidencia de otro tipo en la misma zona, eso habla del desplazamiento que había de un lugar a otro. Cuando presenté el proyecto el mismo instituto tenía 11 sitios arqueológicos nada más, que son los que autorizaron ellos mismos para que se publicaran en mi libro “Evocaciones del olvido”.

Impresionante, es muchísimo. Sí y hasta la fecha sigo colaborando con el INAH para el registro oficial de sitios arqueológicos.

¿Cuál es el estatus, qué ha pasado con estos sitios, con lo relacionado a abrirlos al público, darlos a conocer?  Esa es una muy buena pregunta ¿sabes? Yo hace tiempo inicié una asociación civil para en conjunto con las autoridades apoyar la protección de los sitios arqueológicos y que se pudieran abrir algunos espacios oficialmente al público. Se platicó con la antigua directora del INAH, hicimos una reunión, pero básicamente lo que ella resumió fue que no se podía llevar gente a estos lugares, turismo, porque no estaban abiertos al público. Se quedó en realizar una nueva reunión para hacer lo posible para abrir algunos sitios en el municipio de Los Cabos y de La Paz pero terminó su periodo y nunca se logró una nueva reunión. Hace un par de meses hubo un acto vandálico en uno de los sitios, que es de los más representativos en Los Cabos, grafitearon. Y el tema es que no hay ni siquiera señalítica. Hoy justamente hablé con uno de los investigadores del centro INAH Baja California Sur y me dijo que ayer hicieron una visita a este sitio y que van a tomar medidas para restringir el acceso, van a hacer una serie de vallas, señalítica y están viendo la posibilidad de conseguir patrocinios. Y quiero hacer hincapié en que aquí es distinto, porque no es como el tratar de restaurar un microambiente, tú sabes que dejas un espacio que ha sido afectado y eventualmente la naturaleza va a volver a hacer su trabajo, pero en un sitio arqueológico es bien difícil. Una vez que dañan una pieza con 5 mil, 10 mil años, ya no hay retroceso.

Es Baja Ocre el nombre de tu organización ¿cierto? Es correcto.

Pues mira tu libro es del 2014, ya estamos en el 2021, han pasado varios años. Desde Baja Ocre y de tu parte ¿cuál sería el llamado, cuál es tu visión y qué acciones son necesarias respecto a toda esta riqueza arqueológica que existe en el estado? Educar, educarnos. Muchos de estos espacios están cerca de lugares muy marginados, en zonas rurales, y muchas veces piensa uno que por el hecho de que están cerca de un arroyo o que sabemos que pertenece “a todos los mexicanos” uno puede llegar y simplemente hacer una afectación, lo hacemos inconscientemente. Dices “bueno, aquí voy a hacer una carne asada”… me ha tocado llegar a un lugar con pinturas rupestres y hay una familia ahí haciendo carne asada, todo el humo de la fogata pegándole al mural. Muy sudcaliforniano el asunto en el sentido de convivencia familiar, pero es como sentido común. Sensibilizarnos más. Pensar cómo nuestros actos pueden estar afectando al que viene atrás, a la siguiente generación. No dejar rastro, caminar pero sin dejar rastro. De alguna manera se empezó a hacer una idea errónea del tema de las actividades ecoturísticas, del senderismo. Se hizo moda y empezaron a surgir grupos hasta por debajo de las piedras. Ahí veías las filas de 40-60 personas subiendo el cerro, pues. Obviamente eso no es senderismo, y algunos de esos organizadores, que no quiero decir nombres, resultó ser que pintaron algunas rocas grandísimas, unos monolitos bien bonitos con unas flechas blancas indicando por dónde va el camino, o llenando todo de listoncitos rosas. Ya después me enteré de que sí los capacitaron, les hicieron entender de que los grupos tienen que ser reducidos para dejar el menor rastro posible, y sobre todo hacer que la gente se concientice pero a través de un cobro.

Me gusta mucho el título del libro, ¿por qué elegiste Evocaciones del olvido? Un hermano de mi padre hizo su autobiografía y así la nombró. Ya por publicarse el libro me preguntaron por el título que le iba a poner, yo ya tenía varios. Siempre tengo una biblioteca a un lado mío. De repente volteo y veo el título del libro de mi tío. Hablé con su viuda y le pedí la autorización de usar ese nombre. Pensé que le cayó como anillo al dedo a todo el contexto de la temática del libro. Ciertamente, todas estas zonas que yo visité la gran mayoría estaban vandalizadas o saqueadas. Eso hablaba de un olvido de las autoridades correspondientes y de la falta de compromiso de nosotros como ciudadanos de no darle la importancia y cuidado a este tipo de emblemas que tenemos. “Evocaciones”, porque estamos tratando de rescatar, la palabra evocación es más como un llamado espiritual, y digo espiritual porque justamente son de culturas que ya no existen. Si has estado alguna vez en uno de estos sitios puedes sentir la energía. Tenemos entendido que estos artistas plasmaban esos diseños después de algún ritual o durante alguna ceremonia. Parte de los pigmentos que se encontraron en los resultados de análisis presentaron hematita, sangre. Son lugares con una energía bien fuerte, demasiado fuerte. Vas a decir híjole Aníbal ya se está volviendo loco…

No, para nada. Con estas experiencias que has tenido, eres alguien que ha estado en contacto con el alma sudcaliforniana más auténtica, me gustaría escuchar tus palabras sobre cómo describes el espíritu sudcaliforniano, qué representa para ti esta tierra y estas rutas. Libertad. Nosotros los sudcalifornianos creo que tenemos ese espíritu de libertad en muchos aspectos. Nos excluimos completamente a diferencia de otros mexicanos de otras partes del país. Nosotros aquí somos un estado que ciertamente ha sido formado por migrantes de otros estados, pero a pesar de que cada vez son menos las familias 100% sudcalifornianas, creo que cada sudcaliforniano desde Cabo San Lucas hasta Tijuana y Mexicali, nos sentimos de alguna manera con cierto arraigo a la tierra. Simplemente con el hecho de abrir los ojos y decir, toda esta gente que está alrededor mío si llegaron a vivir o están aquí es por algo, algo de magia debe de tener. Y eso que está desolado y medio desértico.

Por algo aquí estamos, la magia que nos reúne. Estamos tan orgullosos de nuestras tierras, este aire que se respira, estas maravillas que vemos todos los días. Aquí estoy en Todos Santos, tú puedes venir aquí, caminamos veinte minutos de donde tienes tu casa y vamos a ver ballenas saltando, ahorita al atardecer, ¿dónde ves eso? O estás viviendo en la ciudad de La Paz y te cruzas al Mogote, contratas a alguien que hace los tours al tiburón ballena y en un ratito estás nadando con los peces más grandes del planeta. Estamos en un lugar muy privilegiado.

¿Cuál es el lugar favorito de Aníbal López, el más entrañable, el que te hace sentir más orgullo de ser sudcaliforniano? Aquí, justamente, mi campamento base que es mi casa. Esta casa está hecha biotecnológicamente, estas paredes están hechas con costales rellenos de tierra, tierra de aquí mismo de Todos Santos. Todas estas vigas que están arriba son de palmas que yo mismo labré, es una cabañita muy bonita, bueno lo diré yo porque yo la construí. Este piso que estoy pisando es de madera y fue de un delfinario, de un muelle muy antiguo que existió en La Paz. Todos Santos es donde empieza esa transición de dos hemisferios, el trópico y el hemisferio norte.

¿Cuánto tiempo tardaste en construir tu casa? No pues todavía, estos proyectos nunca acaban porque yo mismo me aferré a hacerlo yo solo, ya llevo unos 4-5 años haciéndola. Es de dos pisos, no hay una sola varilla, el primer piso son paredes de piedra de un metro de grueso. La luz la metí apenas hace un año y medio, ya sé lo que vivieron Cervantes y Da Vinci al estar bajo la luz de la vela dentro de una mazmorra de piedra.

Gracias por esta entrevista y por tu trabajo en rescate de la riqueza arqueológica sudcaliforniana. Hay muchísimo qué ver, mucha gente no sabe que existen estas pinturas en esta zona del país. No es como en otras partes que todavía hay etnias indígenas, aquí las culturas étnicas hace más de 200 años que desaparecieron. Este es el único legado que nos queda.

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