Sobrevivió a un disparo en el ojo; ahora funda un ‘anexo’ en La Paz (I)

image_pdf
q_portada

Terapia en Instituto Vieira. Foto: Modesto Peralta Delgado.

La Paz, Baja California Sur. A mediados de septiembre, un joven de 23 años —a quien por respeto a su anonimato se le identificará como “Q.”— fundó el Instituto Vieira, un nuevo centro de rehabilitación en La Paz, para personas con problemas de adicción a las drogas. El también llamado “anexo”, está ubicado en la calle Sierra de las Vírgenes, frente a la Secundaria 10, en la colonia 8 de Octubre. En exclusiva para CULCO BCS, el fundador y director de centro cuenta su historia.

“Fue un 23 de marzo, en domingo, en la colonia Loma Linda, en 2008”, recuerda Q., cuando perdió su ojo izquierdo. “En ese momento yo no me encontraba en mis cinco sentidos, yo andaba consumiendo marihuana y diferentes tipos de drogas que me tenían en una situación inestable, no medía consecuencias y no respetaba los topes de autoridad de mi familia; por creerme ingobernable, superior a los demás, disparé (…)  Fue una pistola, una 22 escuadra, era una pistola de balines de 22, de corona, era un arma que parecía normal (…) Yo la disparaba contra 8 láminas galvanizadas, y sí podía matar a una persona”,

Q. relató que entonces —cuando tenía 15 años y cursaba la prepataroria—, vivía una “adolescencia rebelde”; era un goleador en un equipo de fútbol y bailaba breakdance, pero ese accidente fue “algo que dio un giro en mi vida (…) Ese día me encontraba fuera de mi casa, en la acera de la banqueta, me encontraba con un par de amigos, me encontraba con mi hermana, mi cuñado, estábamos jugando con un arma, al modo, en la calle, en el pandillerismo, en lo que me encontraba, me creía muy valiente, que yo me comía el mundo de una mordida. Por andar entre juego y juego se me disparó el arma y me golpeé un ojo, la bala me entró por un ojo. Me acuerdo que caí en la acera de la banqueta, empapado de sangre, sin el ojo, porque explotó, quedó solamente un orificio en mi ojo, y lo que hice fue que me asusté, de repente me asusté. No veía nada, me quedé sordo, en esos momentos veía gente correr, veía gente llorando, yo me quedé todo empapado en sangre.

“En ese momento me acuerdo que salió mi padre, me cargó en los brazos y me llevaron al hospital, el hospital Salvatierra, el que estaba por la Bravo; me metieron a una camilla, y lo único que me hicieron fue vendarme el ojo, y decirme ‘El médico de guardia no está, no se encuentra, hasta que llegue lo vamos a atender’. Ahí estuve toda la tarde, yo ingresé a las 11 de la noche y hasta el día siguiente, a las 11:00 de la mañana me atendieron: ahí me empezó a pasar el dolor de la anestesia, empecé a sentir el dolor, el frío de los aires, empezaba a sentir que me iba a morir, la verdad, porque sí me sentía débil de tanta sangre que había perdido, la verdad es que fue una negligencia médica muy grande (…) Me llevaron a Fidepaz, el doctor Lechuga, creo que se llamaba el doctor, me hizo la cirugía, él fue el que me operó de urgencia, y me dijo que la verdad nunca había visto un caso como el mío, que nunca había visto que alguien sobreviviera a algo tan fuerte, así, a una detonación desde una corta distancia, y verme que estuviera respirando, que estuviera hablando, que estuviera moviéndome, para él era algo impresionante, y me hizo la cirugía. Fue una cirugía de casi 12 horas, reconstruyéndome el ojo (…) Atravesó todo el ojo, no te sabría decir hasta dónde, dijo el doctor que fue un milagro, que lo impresionante es que atravesó y no llegó al cerebro, y dijo que lo que me salvó fue el párpado, ese apretón de ojo, fue el que le quitó mucha velocidad”.

Su ojo izquierdo quedó reconstruido en su mayor parte, sólo con un fin estético, para mantenerlo en su sitio, sin embargo, no tiene visión.

Hasta 7 años después ‘tocó fondo’

El accidente marcó su vida, sin embargo, Q. no dejó sus adicciones, al contrario, confesó que volvió a las calles a consumir más alcohol y drogas, entre ellas el cristal y la cocaína. “Me refugié más en las drogas y el alcohol, porque para mí la droga era como olvidarme de lo que había perdido; en esos momentos me olvidaba de que yo tenía un solo ojo, me olvidaba de que yo no tenía la visión perfecta, se me olvidaba que la gente miraba a veces incluso con lástima”.

Al tiempo se casó, pero su adicción hizo que —especialmente en mal estado— le reclamara a su esposa que estaba con él sólo por lástima. En el transcurso de estos 8 años, el joven lograba tener una rehabilitación, sin embargo, pasado un tiempo volvía a consumir.

Su ‘fondo’ ocurrió hace poco más de un año. “Fue cuando los federales me detuvieron, me agarraron, me llevaron a la casa… Verme una vez más esposado, triste, una mujer llorando, una familia decepcionada; de verme que iba rumbo a un Cereso, que no sabían a dónde me llevaría”. Desde 2015, el hombre que inició con las drogas desde los 13 años, ha querido conservarse sobrio y dar un nuevo paso: fundar un centro de rehabilitación.

No te pierdas la segunda parte.

 

Compartir en
Descargar
   Veces compartida: 54
Modesto Peralta Delgado

Modesto Peralta Delgado

Escritor y periodista. Nació en Ciudad Constitución, BCS, el 26 de febrero de 1978. Licenciado en Cs. de la Comunicación, por la UABC, en Mexicali, BC, en 2002. Autor de “Prólogos a la muerte”, Premio Estatal de Cuento “Ciudad de La Paz” en 2013, y de “Caperucita Roja, muy roja”, Estatal de Dramaturgia en 2015 —en edición—. Fue reportero web y editor de medios digitales. Es director y fundador de CULCO BCS.

Compartir
Compartir