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Octavio Paz era un político de derechas… Sí, pero Ovidio

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El librero

Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). León Krauze celebra el 75 cumpleaños de su padre, Enrique Krauze, y para asentar la gran influencia que ha tenido en el pensamiento intelectual mexicano, hace un artículo para decir que su progenitor tenía razón con respecto a las conjeturas —en realidad profecías porque les acomoda más sentirse profetas— que escribió contra el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador en decenas de escritos, especialmente en su insufrible artículo donde lo tacha de ser un mesías tropical; por supuesto, también incluye su obsesivo afán de acusarlo y culparlo de todo, cosa que les ha servido para vivir de la figura del político tabasqueño. Atacarlo es su pasión y muy rentable.

No obstante, pareciera que el alcance de sus escritos se reduce a sus círculos cercanos y que comparten la misma antipatía —por decir lo menos— contra el de Tepetitán, porque no han logrado crear una narrativa contundente para derrotarlo; quizás eso se deba a que solo se leen entre ellos. Hicieron carrera intelectual primero dándole razón y sustento histórico al neoliberalismo y sus líderes —aunque se hayan apegado al constructo de, el fin de la historia fukuyamista, hacían historia por negocio—, y luego descubrieron que podían hacer una carrera lucrativa destruyendo opositores, en particular con la figura de AMLO, sujeto de la historia que hizo sentir amenazada a la élite económica-política. Había que hacer de ese personaje un espantajo social.

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¿Qué hicieron los políticos panistas y priistas para neutralizar la influencia de AMLO en las bases sociales, el pueblo de México?, pues apostarle al prestigio que la mafia cultural de Krauze y Aguilar Camín construyeron desde la década de los 80, primero con un incuestionable Octavio Paz y luego como dos bandos supuestamente opuestos —el PRIAN intelectual—: los liberales de la revista Letras Libres, herederos de Paz —que les dejó un sustentáculo amplio advirtiéndonos de los peligros del populismo y de los beneficios de la modernidad representada en ese entonces por Carlos Salinas de Gortari y el PRI, que aunque era una hegemonía de partido, para nada era una dictadura perfecta ni mucho menos dictablanda, querido Enrique—. Y los de Nexos, la izquierda buenaondita que coptó a un gran número de intelectuales progres. ¿Quién mejor que ellos, herederos del premio nobel de literatura, para desactivar a un populista?

Así, la fusión de esos dos bandos les permitió desarmar —según ellos— a posibles antagonistas que eran líderes de luchas sociales y presentaron a la verdadera izquierda como locos, intransigentes, violentos, irracionales, ignorantes y salvajes —es decir, AMLO y sus pejezombies que siguen al mesías—. De esa forma dominaron el escenario político-cultural durante casi cuarenta años. Que el cachorro Krauze defienda a su padre solo habla de que el otoño del patriarca es inminente y el olvido intelectual será el descargo que el pueblo de México y sus luchas le tendrá reservado.

Por otro lado, sé que algunos tratan de salvar y no relacionar a Octavio Paz por las ligaduras que tenía con el PRI, con el partido de Estado, y de cómo ambos congeniaban y se beneficiaban mutuamente. Muchos quieren excluirlo de los intelectuales orgánicos —Nexos y Vuelta (hoy Letras Libres)— que acapararon todo durante el neoliberalismo: becas, premios, viajes, estudios en el extranjero, embajadas, altos puestos culturales, publicaciones; fama, prestigio y privilegios: en suma. Pocos hablan de que Octavio Paz fue uno de los que avaló el fraude del 88, e igual que lo hizo Krauze y Aguilar Camín desde 2006 contra AMLO, Paz también escribió contra los disidentes dentro del PRI, haciendo de Cuauhtémoc Cárdenas un demonio al que había que derrocar cuanto antes porque el decente era Carlos Salinas de Gortari:

[El neocardenismo] no es un movimiento político moderno, aunque sea otras muchas cosas, unas valiosas, otras deleznables y nocivas: descontento popular, aspiración a la democracia, desatada ambición de varios líderes, demagogia y populismo; adoración al padre terrible: el Estado y, en fin, nostalgia por una tradición histórica respetable pero que treinta años de incienso del PRI y de los gobiernos han embalsamado en una leyenda piadosa: Lázaro Cárdenas.

Y agreguemos el oscuro objeto del deseo por las monarquías que en algún rincón del poeta laureado se ocultaba. Octavio Paz fue como uno de esos abajofirmantes de hoy, pero en de la década de los 80 y que dieron sustento al naciente neoliberalismo. Resulta curioso que por todo lo que significa Paz en el mundo literario, una enorme obra, la parte política suele ser tocada con pinzas porque ante una crítica cualquiera por sus posturas y esa relación permanente que tuvo con el PRI, salen Tirios y Troyanos a decir: Paz no necesita que se le reivindique porque su obra es más grande que él, como si fuera un santo, un no-humano al que no se le puede señalar cómo participó en la vida pública del país, el cómo influía, el peso político que cargaba, la narrativa intelectual que construyó para demeritar a las izquierdas poniendo un discurso de derechas disfrazado de una supuesta tradición liberal que se proyectaba hacia la modernidad —es decir, el naciente neoliberalismo económico—. Tal como esos de las redes sociales que salen a contrarrestar cualquier comentario que beneficie al de Tabasco: Sí, pero Ovidio.

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Los Anillos de Poder

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Kinetoscopio

Marco A. Hernández Maciel

La Paz, Baja California Sur (BCS). Separar a una obra literaria de su versión audiovisual es difícil, y más cuando esa obra es tremendamente popular y tiene cientos de miles de fanáticos, cada uno con una visión única de como debería verse la historia en pantalla. Como resultado, el valor de una producción en gran medida deja de ser valorado por sus logros en dirección, fotografía o actuación y se centran en puntos de como debió ser, verse o explicarse tal o cual pasaje de la novela en la película.

Un suceso de ese tipo está sucediendo con la nueva serie de Amazon Prime, Los Anillos de Poder, basada en la obra de J.R.R. Tolkien sobre el universo de El Señor de los Anillos. Lo que veremos en esta serie es lo que sucedió unos dos mil años antes de la destrucción del Anillo Único por parte de Frodo y la época en que fueron forjados los llamados anillos de poder.

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Hasta el día de escribir este texto, se han estrenado los dos primeros capítulos de la serie, los cuales han generado una inmensa cantidad de comentarios en redes sociales, muchos de ellos con críticas que a mi entender son por cuestiones irrelevantes, que más allá de juzgar la calidad de la producción, denotan antipatía hacia la misma porque las cosas no están mostradas como los autores de dichos comentarios querían. De igual forma, en sitios especializados como Rotten Tomatoes o IMDB.com, los fans acuden en hordas a poner la más baja calificación posible con la intención de modificar la opinión real del usuario promedio. Este fenómeno es conocido como review bombing y no es la primera vez que sucede.

En este punto, puedo decir que es desconcertante que en una época donde estamos disfrutando de las libertades para expresarnos y comunicarnos, dichas libertades se utilicen para tratar de amordazar la creatividad y el descubrimiento de nuevas formas de interpretar y vivir un mundo de fantasía.

Antes de continuar, quiero advertir que puede haber spoilers de los primeros dos episodios. Uno de los más sonados y que me parece realmente inaudito es el color de piel de algunos personajes. De acuerdo a una nota del sitio Cine Premiere1, los fans más acérrimos de la Tierra Media afirman que los escritores de Los anillos de poder, en su afán de mostrar inclusividad, están realizando cambios insoportables. Según ellos, Tolkien jamás mencionó que en su universo existieran personas de color, razón de que sea un error garrafal la inclusión de actores como Lenny Henry (1).

Lenny Henry interpreta a uno de los líderes de los pelosos, seres que son muy parecidos a los hobbits y que podrían ser sus antepasados. Al respecto, el actor declaró lo siguiente: No tienen problemas para creer en un dragón, pero sí tienen problemas para creer que una persona negra podría ser miembro de la corte. O que una persona negra podría ser un hobbit o un elfo (2).

Y no podría estar más de acuerdo con Leny en su comentario. Somos una sociedad constituida por una enorme y rica diversidad de opiniones, sentimientos, orígenes e historias. Hemos evolucionado de manera muy dolorosa a través del tiempo como para empezar a molestarnos porque en una obra de fantasía se le de protagonismo a alguien de tez oscura.

Estos dos primeros episodios me han parecido una digna representación del universo de Tolkien. Si, se siente en momentos pesada y lenta, quizás se están tomando las cosas con demasiada calma, pero la semilla de estos primeros capítulos parece que fue plantada en tierra fértil y para el tercer episodio ya debe llevarnos con mas velocidad y emoción hacia el mundo fantástico de la Tierra Media. La decisión de convertir a Galadriel en la protagonista es interesante y la elección de la prácticamente desconocida Morfydd Clark para representarla es una apuesta que hasta el momento tiene buenos momios.

Los Anillos de Poder es una serie que seguirá siendo polémica, pero por lo mostrado en los dos primeros episodios, se vislumbra una serie de época que más allá de que sea la más cara de la historia, emocionará a nuevas generaciones para adentrarse en el universo Tolkien. Al menos a mí ya me dieron ganas de leer de nuevo el Hobbit y el Señor de los Anillos, y hacer un maratón con las versiones extendidas de la trilogía creada por Peter Jackson allá en el 2000. ¿Quién se apunta?

Referencias

1. https://www.cinepremiere.com.mx/los-anillos-de-poder-review-boming.html

2 https://www.independentespanol.com/noticias/racismo-lenny-henry-rings-of-power-b2157147.html

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