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Spider-Man: Across the Spider-Verse y la reinvención del cine de superhéroes

Colaboración especial

Alejandro Aguirre Riveros

La Paz, Baja California Sur (BCS). Los superhéroes, esos seres enmascarados y en mallas que hemos idolatrado desde nuestra niñez, son en esencia un reflejo, una metáfora brillante y colorida de la sociedad en la que nacieron y se desarrollaron. A través de su historia se despliega un panorama sociocultural que trasciende sus viñetas, permitiendo descubrir facetas ocultas y menos exploradas de nuestro propio mundo. Es precisamente esta capacidad de reflejo social y cultural lo que hace que el análisis de Spider-Man: Across the Spider-Verse sea una propuesta fascinante, revelando una nueva dimensión del concepto de superhéroe.

Comencemos por entender el contexto de su origen: los superhéroes son una fantasía boomer norteamericana. Son la proyección de una generación que, en su infancia y adolescencia, gozó de una abundancia sin precedentes. Los ‘baby boomers’ disfrutaron de un crecimiento económico robusto, costos de vida bajos, y acceso a la educación de calidad. No es casualidad que la edad de oro de las historietas coincidiera con este periodo: los cómics de superhéroes reflejaban las aspiraciones y preocupaciones de la época, se convirtieron en el emblema del Sueño Americano y simbolizaban una prosperidad que parecía inagotable.

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Pero esta imagen del superhéroe cambió radicalmente tras la crisis de 2008. La pérdida masiva de viviendas, el aumento del desempleo y la creciente desigualdad económica desfiguraron el sueño americano, transformándolo en un espejismo inalcanzable. Los superhéroes, tradicionalmente alineados con el sistema y los defensores del orden, se desenmascararon, revelando su verdadero rostro como herramientas de propaganda y adoctrinamiento. Los superhéroes pasaron a ser lo que siempre fueron, en esencia: fascistas con capas y superpoderes.

El fascismo de los superhéroes se evidencia en el uso frecuente de la fuerza física para resolver problemas, su tendencia al vigilantismo que desafía el estado de derecho, su representación como seres superiores y la dicotomía maniqueísta y simplificada de una supuesta lucha entre el bien y el mal dentro de sus narrativas. Todo ello se pone en evidencia en la crisis narrativa actual que ha llevado a dos principales corrientes dentro de las adaptaciones del comic al séptimo arte: por un lado el Universo Cinematográfico de Marvel como máximo exponente de una infantilización del público, ofreciendo películas llenas de humor, acción y una moralidad simplificada que dan como resultado cintas por demás aburridas y llenas de clichés. Por otra parte, una narrativa más crítica busca explorar diversos temas para resignificar el papel del superhéroe en una realidad en la que parece ya no encontrar arraigo: en Logan (2017), se indaga acerca de la muerte del superhéroe; mientras que Joker (2019) nos brinda una revalorización del villano; en Dredd (2012) y la serie The Watchmen  (2019) se examina al superhéroe desde una perspectiva fascista; y por último cabría mencionar The Boys (2019-) en la que el superhéroe se redescubre como la expresión máxima del ultracorporativismo y el necro-capitalismo en acción.

Spider-Man: Across the Spider-Verse, sin embargo, elige una tercera vía, un camino menos transitado. El personaje de Miles Morales y el concepto del multiverso que incorpora la película aportan diversidad cultural y étnica a la ecuación, promoviendo la justicia colectiva y representando superhéroes como jóvenes comunes de comunidades multiculturales. Esta es una visión radicalmente diferente de la figura del superhéroe, que se aleja de la tradicional idea del superhombre” individualista y solitario y nos acerca a un concepto de héroe más inclusivo y democrático.

La trama de la película es una montaña rusa de emociones y sorpresas, que nos lleva desde las calles de Nueva York hasta las dimensiones más inesperadas del multiverso, entre las que sobresalen Mumbhattan — una ciudad en la Tierra-50101 basada en Mumbai y Manhattan — y la Gran Manzana en su versión Lego. Miles Morales, ahora un adolescente con aspiraciones universitarias, tiene que lidiar con la presión parental y su responsabilidad como Spider-Man, mientras enfrenta a un nuevo villano, The Spot, interpretado de manera magistral por Jason Schwartzman; al tiempo que recibe la visita inesperada de su amor imposible: Spider-Gwen. No obstante, Miles Morales no está solo en esta lucha. A su lado, se congrega una pléyade de superhéroes provenientes de diversos universos, dispuestos a afrontar el reto. Esta alianza ilustra que la lucha por la justicia es una contienda colectiva y multicultural: una Spider-Woman en estado de gestación, un Spiderman de origen hindú y un rebelde Spider-Punk británico, interpretado por Daniel Kaluuya, destacan entre el innumerable ejército de Spider-Men al que finalmente se une Miles Morales.

Into the Spider-Verse se llevó a casa el Oscar a la mejor película animada en 2018, redefiniendo el panorama de la animación al apartarse del tradicional estilo Pixar, hasta entonces replicado por los principales estudios. Esta innovación rompió con los convencionalismos al incorporar texturas y efectos que remiten al mundo de los cómics, abriendo así la puerta hacia una animación no fotorrealista donde la pantalla grande se transforma en un lienzo de múltiples posibilidades estéticas. Spider-Man: Across the Spider-Verse aprovecha al máximo estas posibilidades, evidenciando que no es una simple secuela, sino una excepcional película animada que se sostiene por sí misma, en gran medida gracias a la atención meticulosa, el detalle y la riqueza de su diseño artístico.

En conclusión, Spider-Man: Across the Spider-Verse es mucho más que una digna secuela. Se trata de una poderosa reinvención del cine de superhéroes, que demuestra que es posible combinar entretenimiento y una visión crítica de la realidad sin dejar de lado el aspecto artístico del séptimo arte.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Rápido y Furioso 10: adoctrinamiento con sabor a caucho quemado

Colaboración especial

Alejandro Aguirre Riveros

La Paz, Baja California Sur (BCS). Si eres de aquellos que encuentran placer culpable en las películas tan malas que son buenas, entonces Rápido y Furioso 10 será un regocijo para tu paladar cinematográfico. Es una cinta que parece haberse propuesto desafiar no solo las leyes de la física, sino también del buen juicio. Y es que, en este pandemonio a alta velocidad, la muerte parece más un receso que una despedida definitiva para los personajes.

El reparto estelar, con nombres que van desde Charlize Theron hasta Jason Statham y John Cena, no logra esquivar los diálogos insípidos y repletos de frases cliché. Y a pesar de haber soportado el peso de una saga de diez películas, los personajes mantienen un nivel de superficialidad que, paradójicamente, resulta admirable. Pero, no nos engañemos, la saga Rápido y Furioso nunca pretendió ser un tratado de profundidad y complejidad. La risa -y a veces la incredulidad- es la reina de este espectáculo.

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Vin Diesel, retomando el rol de Dominic Toretto, emerge como un coloso de la masculinidad exagerada que deambula a lo largo del filme. Si buscas actuaciones inolvidables, quizás debas seguir buscando, a menos que encuentres memorable el empeño casi frenético de Jason Momoa por inyectar vida a su personaje.

El último episodio de la saga Rápido y Furioso presenta en su tablero de juego a caras recurrentes y otras que, simplemente, hacen una aparición relámpago. Pero la carta maestra del film es el personaje de Dante, interpretado con una extravagancia desbordante por Jason Momoa. Su rol de villano, con un apetito de venganza que se despliega desde la secuencia inicial, podría recordarnos a una versión descarriada del Joker, evocando de manera torpe más a Cesar Romero que a Nicholson o Ledger. El resultado: más patético que fascinante.

Pero este misil descontrolado encarna una amenaza para Dom (Vin Diesel) y su clan automovilístico, iniciando con una persecución descomunal que pone en jaque a la ciudad de Roma. Luego, el epicentro se desplaza a Río de Janeiro, donde se desarrolla una carrera automovilística, un guiño nostálgico a la esencia de la saga, en medio de su extravío narrativo actual.

El plan del villano Dante pone a Dom y a su banda huyendo de la justicia, con la ayuda compasiva de una agente gubernamental (Brie Larson) y la implacable persecución de otro agente (Alan Ritchson).

A estas alturas, las entregas de Rápido y Furioso han logrado una sofisticación de la acción que resulta hilarantemente absurda, obligándote a aceptar su ridiculez en forma de esteroides o, como es más frecuente en esta última entrega, provocándote risas por su absurdo sin límites.

Visualmente, Rápido y Furioso 10 es una orgía de efectos CGI que, sin embargo, parecen pertenecer a una época anterior, una donde aún podíamos sorprendernos con la magia digital. No obstante, el verdadero atractivo de esta décima entrega radica en su audacia para presentar una trama absurda con la solemnidad de un drama de época.

La saga sigue tropezando con la representación femenina, presentando personajes que parecen más atuendos decorativos que individuos complejos en el mundo de alta testosterona de Dominic Toretto. Resulta desconcertante que, a estas alturas, una franquicia tan rentable siga manteniendo una visión tan arcaica y superficial de sus personajes femeninos.

Pero no se equivoquen, Rápido y Furioso 10 es un viaje desbocado y absurdo que atrapará tu atención con su audacia. Sin embargo, detrás de su fachada de espectáculo palomero, se esconde un análisis perturbador. En “La máquina del desamparo”, una obra inédita del autor Pablo Chiw, se utiliza la metáfora de las avispas parasitoides para ilustrar cómo ciertos sistemas socioeconómicos pueden manipular y controlar a las comunidades en beneficio de un poder superior.

La saga de Rápido y Furioso, y en particular su décima entrega, se convierte en un caso de estudio de cómo el cine comercial estadounidense se vuelve cada vez más explícito en su adoctrinamiento. Dominic Toretto, el prototipo de la masculinidad contemporánea, es un individuo musculoso, adinerado y con arraigados valores familiares. Su vida está rodeada de automóviles de lujo y mujeres hermosas, un modelo que, para el hombre promedio, es un ideal inalcanzable. Esta brecha crea en el inconsciente colectivo una frustración constante y alimenta una percepción distorsionada de la realidad social.

La saga Rápido y Furioso, de este modo, promueve el automóvil como un elemento de deseo, un símbolo de estatus que enmascara su verdadera naturaleza. Anualmente, alrededor de 1.3 millones de personas pierden la vida en accidentes de tráfico en todo el mundo. Además, la contaminación producida por los vehículos puede ocasionar más de 11,000 muertes anuales.

Pero quizá el daño más profundo es cómo el autocentrismo transforma nuestras ciudades en pesadillas de tráfico, favoreciendo a unos cuantos propietarios de vehículos, en vez de impulsar el transporte público y las vías ciclistas.

En resumen, Rápido y Furioso 10 es un carrusel vertiginoso y absurdo que, tras su inocente fachada, esconde una realidad perturbadora sobre cómo ciertas lógicas socioeconómicas pueden manipular a la sociedad. Es un deleite para los amantes del cine tan malo que es bueno, un festín de acción y adrenalina que, sin embargo, deja un sabor agridulce tras su estela de polvo y caucho quemado.

 

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¡Qué viva México!

FOTOS: Internet

Colaboración especial

Alejandro Aguirre Riveros

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¡Alerta spoiler! Pero nada que no te ahorre el sufrimiento de sentarte a ver ¡Qué Viva México! (2023), la última entrega de Luis Estrada, el rebelde de la cinematografía mexicana, famoso por sus ataques frontales y sin piedad a la política y la sociedad de nuestro país. En sus cintas pasadas, Estrada ha demostrado una capacidad notable para mezclar el humor y la sátira en una disección brutal de la realidad mexicana. Sin embargo, en esta ocasión, su nuevo proyecto deja mucho que desear.

A lo largo de su carrera, este audaz director ha homenajeado a los grandes del cine internacional, desde Fellini hasta De Sica, y ha incorporado elementos de la Época de Oro del cine mexicano, en especial de humoristas como Cantinflas y Tin Tan. Pero en esta ocasión, lo que nos entrega es más una caricatura que una película, y nos deja preguntándonos: ¿Dónde quedó Estrada?

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Después de casi una década de silencio desde “La dictadura perfecta” (2014), Estrada vuelve con “¡Qué Viva México!”, una cinta que genera mucha expectativa pero que termina cayendo en una parodia de sí misma. Nos presenta la historia de Pancho Reyes, quien tras olvidar sus raíces humildes durante dos décadas, regresa a su pueblo natal, La Prosperidad, para enfrentarse a una guerra despiadada por la herencia de su adinerado abuelo minero.

Los Reyes de La Prosperidad, una excéntrica familia que no duda en usar cualquier medio para ganar esta guerra por la herencia, se transforman en el centro de un espectáculo caótico y folclórico. Pero lo que parece un inicio prometedor se apaga a medida que la película se prolonga. Lo que podría haber sido una crítica mordaz y aguda se convierte en un enervante espectáculo de tres horas que te deja exhausto y frustrado.

El humor, que alguna vez fue la gran arma de Estrada, se siente forzado y repetitivo en ¡Qué Viva México! El contraste entre los familiares fifís y “el pueblo noble” pierde su gracia en poco tiempo y lo que queda es un abismo sombrío de desesperanza donde ningún personaje se salva. En lugar de ofrecer una visión fresca y audaz sobre el México contemporáneo, Estrada nos presenta una cinta llena de estereotipos y clichés que parecen sacados de un meme de Facebook.

Los personajes son caricaturas sin redención, lejos de la complejidad y profundidad que nos había acostumbrado este maestro del cine. Desde el corrupto gobierno hasta la población de doble moral, todos reciben su dosis de ironía, pero lo hacen en una serie de chistes y situaciones que parecen más propias de una telenovela de bajo presupuesto que de una película de un director reconocido como Estrada.

Y aquí es donde duele más. ¡Qué Viva México! se siente como una oportunidad desperdiciada, una crítica superficial que se queda corta en todos los aspectos. En lugar de ofrecer una visión incisiva y mordaz de la sociedad mexicana, la cinta cae en la repetición y la trivialidad, sin ofrecer nada nuevo o provocador.

Estrada, alguna vez considerado un visionario, parece haberse rendido ante la facilidad de los estereotipos y el humor simple. Su crítica, antes aguda y penetrante, se ha diluido en una lluvia de chistes sin gracia y situaciones forzadas que apenas provocan una sonrisa. Su película se convierte en un reflejo sombrío de la desesperanza y la corrupción que parece justificar lo mal que está México, sin ofrecer ninguna propuesta o solución.

Este mar de trivialidades se siente aún más evidente en la construcción de los personajes. Los actores, algunos de ellos reconocidos por su talento, como Damián Alcázar y Joaquín Cosío, parecen perdidos en este revoltijo de clichés y situaciones ridículas. A pesar de que interpretan tres roles distintos, la falta de un guion bien desarrollado y una dirección clara convierte sus actuaciones en algo olvidable.

Estas referencias a Los Tres Huastecos, una clásica película de la época de oro del cine mexicano, parecen forzadas y sin ningún sentido, como si Estrada estuviera tratando de emular el éxito de sus anteriores cintas sin realmente entender lo que las hacía únicas.

Incluso el mensaje político, siempre presente en las obras de Estrada, se pierde en este mar de absurdos. Lo que debería ser una crítica mordaz al nuevo jugador en la escena política mexicana, Morena, se convierte en una sátira superficial y vacía, que no aporta nada nuevo a la conversación.

La duración de la película, innecesariamente larga, solo agrega a la frustración del espectador. Lo que podría haber sido un divertido sketch se convierte en una agonía de tres horas que se siente más como un castigo que como una experiencia cinematográfica.

En conclusión, ¡Qué Viva México! es una gran decepción. Lejos de ser una crítica audaz y mordaz a la política y la sociedad mexicanas, se convierte en una burla de sí misma, que deja al espectador con un sabor amargo y la sensación de haber desperdiciado tres horas de su vida. Es una lástima que un director tan talentoso y provocador como Luis Estrada haya perdido su rumbo de esta manera.

Nos queda la esperanza de que este patito feo de la filmografía de Estrada sea solo un traspié y que en el futuro nos entregue cintas que nos devuelvan la fe en su talento. Mientras tanto, quédense con La ley de Herodes y olviden que ¡Qué Viva México! existe. Porque, aunque suene duro, este es un filme que ni merece ser recordado ni, mucho menos, ser visto.

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BEAU IS AFRAID (2023): un hermoso y rocambolesco desastre

FOTOS: Internet

Colaboración especial

Alejandro Aguirre Riveros

La Paz, Baja California Sur (BCS). El reciente Oscar a mejor película otorgado a Todo en todas partes (2022) ha dejado en evidencia una preocupante tendencia en el cine contemporáneo: la del Síndrome del Ayudante de Santa. Para entender este fenómeno, nos remontamos a un episodio icónico de Los Simpsons, en el que Bart gana un elefante en un concurso y este se convierte en su mascota favorita. En este episodio, el gato y el perro de la familia, Bola de Nieve y Ayudante de Santa respectivamente realizan malabares e incluso hablan para recordar a sus dueños que aún están ahí. Este meme involuntario retrata a la perfección cómo el cine se esfuerza por permanecer relevante en una era dominada por las redes sociales: el gran elefante en la habitación de la cultura contemporánea.

Gary Wilson, en su obra Your brain on porn, explica cómo las redes sociales, al igual que el porno, alteran las estructuras neuronales de nuestro cerebro, convirtiendo al usuario en un adicto a lo diferente, lo bizarro y lo extremo. Al igual que un drogadicto, buscamos estímulos cada vez más fuertes en las redes sociales, una tendencia que TikTok ha aprovechado para someter a sus usuarios a trends y videos cada vez más grotescos y sin sentido.

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Esta batalla entre la pantalla grande y la de nuestro celular ha obligado al cine a adaptarse a un público adicto al estímulo constante. Como resultado, el séptimo arte parece inclinarse cada vez más hacia lo rocambolesco: un adjetivo que se define como exagerado, fantástico y extraordinario. Y no es solo Todo en todas partes (2022), también es Titan (2021), la cinta ganadora de Cannes en 2021, en la que una asesina serial tiene sexo con un carro y queda embarazada (del carro); o la nueva cinta de Iñarritu Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades (2022) donde el ego del director mexicano se convierte en pretexto para inundar la pantalla con un desfile de metáforas visuales tan fantásticas como redundantes.

En este rocambolesco cine de los años veinte del nuevo milenio nos encontramos con emblemáticos títulos como Teneth (2020), Pienso en el final (2020), Lamb (2021), Don’t Look Up (2021), Men (2022), El triángulo de la tristeza (2022), ¡Nop! (2022), La piedad (2022) y Cocaine Bear (2023), por mencionar algunos destacados ejemplos. Y es precisamente a esta lista en construcción a la que se incorpora la reciente propuesta de Ari Aster: Beau is Afraid (2023).

Ari Aster, famoso por su contribución al género del terror con las dos películas más rentables bajo el sello de A24, Hereditary (2018) y Midsommar (2019), se adentra esta vez en el territorio del relato épico. Su nueva obra nos ofrece una trama tan peculiar como inolvidable. La película nos arrastra a la vida de Beau Wasserman, interpretado de manera magistral por Joaquín Phoenix, un hombre cuya tranquilidad superficial oculta una tumultuosa tormenta interna de conflictos existenciales.

Tras la repentina muerte de su madre, Beau se embarca en una odisea de regreso a su hogar materno, un viaje que evoca tanto lo kafkiano como lo involuntariamente cómico. La travesía de Beau se convierte en un desfile de episodios surrealistas: el robo de su maleta y sus llaves justo antes de salir al aeropuerto, un robo por demás inverosímil desencadena una serie de episodios que van desde ser adoptado por una familia nuclear en busca de un hijo sustituto, hasta refugiarse en una comunidad teatral que monta una alegoría de su vida, culminando con el reencuentro con su primer amor, interpretado por Parker Posey.

En el panorama cinematográfico actual, Ari Aster se erige como un visionario de gran calibre, y su más reciente creación, Beau is Afraid, no es la excepción. Haciendo uso de la prodigiosa habilidad actoral de Joaquín Phoenix, Aster nos guía a través de una travesía metafórica de tres horas, donde las pesadillas más profundas de un hombre y las batallas internas derivadas de ellas se convierten en el epicentro de una exploración fascinante de la condición humana.

Beau is Afraid demuestra que el cine puede y debe aspirar a más. Es una obra ambiciosa en todos sus aspectos, desde la meticulosa escritura, el detalle en el diseño de producción, hasta la creación de una atmósfera que es capaz de provocar una amplia gama de emociones en el espectador. El logrado trabajo de Phoenix y la habilidad de Aster para tejer una red de secuencias oníricas son logros notables que merecen reconocimiento.

Es posible que ciertos aspectos de la trama puedan ser percibidos como una secuencia de eventos desafortunados y que algunas metáforas y simbolismos parezcan forzados. La película también evidencia una relación compleja y algo perturbadora que Aster mantiene con la figura materna al ser un tema reiterativo dentro de su filmografía. Además, la duración de la película y las largas pausas, lejos de generar suspense, pueden desafiar la paciencia de algunos espectadores.

No obstante, estos aspectos no empañan la grandeza de Beau is Afraid. Esta es una obra maestra de Aster que se adentra en temas profundos y provocativos como el miedo edípico, la tiranía materna, el metacine, el rechazo al amor, la tortura en nombre del amor y la iconografía madre-hijo.

Con su atmósfera cargada de ansiedad, su ritmo deliberadamente tortuoso y su profunda introspección psicológica, Beau is Afraid puede parecer más un instrumento de tortura psicológica que una película convencional. Este prisma es, de hecho, un espejo de nuestra era contemporánea: una época en la que las redes sociales han transformado radicalmente nuestra forma de digerir contenido.

Beau is Afraid, en su esencia, es una amalgama de contradicciones que consigue cautivar y desconcertar en igual medida, un hito cinematográfico que se niega a ser ignorado. Con una estética deslumbrante y una narrativa por momentos desafiante, se erige como una obra majestuosa, pero también intransigente. La sutileza de su mensaje se entrelaza con una narración que puede parecer redundante, produciendo un efecto de belleza desalentadora.

En resumen, Beau is Afraid es una paradoja cinematográfica: un perfecto desequilibrio que la convierte en un impresionante logro artístico tan equivocadamente adecuado como los convulsos tiempos que vivimos.

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Shazam 2: La furia de los dioses

Kinetoscopio


Marco A. Hernández Maciel

País: Estados Unidos

Director: David F. Sandberg

Elenco: Zachary Levi, Angel Asher, Djimon Hounsou.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Shazam, originalmente conocido como el Capitán Marvel, fue uno de los primeros cómics en alcanzar una enorme popularidad por allá de los años 40 del siglo pasado. Su premisa, la de un joven huérfano llamado Billy Batson que al decir la palabra SHAZAM! se convierte en un ser que conjuga los poderes de dioses antiguos, enamoró al mismísimo Elvis Presley quien al final de su carrera basó el vestuario de sus presentaciones en el traje de este personaje. Y esto hacía inevitable su llegada a la pantalla grande, presentando recientemente en cines su segunda parte.

Una segunda parte que pierde algo del encanto de la primera, en la que el director David F. Sandberg no logra cohesionar el espíritu alborotero y desenfadado de la anterior, con el tono épico que prometía esta continuación. Si bien, Zachary Levi repite de buena forma su papel como el protagonista, y en general el reparto sigue haciendo bien su trabajo, un punto bajo son las nuevas villanas de la historia, en las cuales es difícil entender el objetivo que persiguen y las acciones realizadas. Algo así como son malas porque sí, y los héroes pues las tienen que detener porque son los héroes.

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Además de ello, la historia no logra expandir otros puntos que serían muy interesante para el desarrollo de los personajes principales. La subtrama de los fiascos, y la llegada a la adultez de Billy Batson son tratadas de manera muy somera y eso impide que veamos una evolución en el personaje, porque hay que recordarlo, el verdadero protagonista es Billy Batson, y sin él, la historia no termina de cuajar. Así, la película se pierde en su intención de ser muy épica y deja de lado los detalles que nos permitirían identificarnos más con un personaje que podrá tener la sabiduría de Salomón, pero que no sabe cómo usarla.

¿Estamos ante un agotamiento y decadencia del género de súper héroes? Creo que este año tendremos esa respuesta. Puede ser que solo sea un bache, o quizás realmente ordeñaron las historietas a tal punto que ya no hay más que dar. Por lo pronto, Shazam es un vehículo de entretenimiento vacío, donde el verdadero protagonista, Billy Batson, es relegado a segundo término y eso deja a la película sin el espíritu encantador que tuvo la primera.

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