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Revela Festival Internacional de Cine de Los Cabos la imagen de #LosCabos10

FOTO: Festival Internacional de Cine de Los Cabos

La Paz, Baja California Sur (BCS). A través de un boletín de prensa del Festival Internacional de Cine de Los Cabos se informó que, el diseñador David Rodrigo Pineda Ortiz fue el ganador de la convocatoria que buscaba la imagen como parte de las celebraciones de su décimo aniversario.

La convocatoria estuvo dirigida a estudiantes, diseñadores y artistas gráficos de todo el país, a quienes se les invitó a pensar, crear y desarrollar un concepto visual que le brindara un rostro único e irrepetible a #LosCabos10. El talento en cada una de las propuestas recibidas fue notorio y tras una ardua deliberación se eligió la obra de David Pineda.

Esta sala de cine del mundo en Los Cabos, como la nombra el diseñador Pineda Ortiz, también alude a las nuevas audiencias y al acceso a nuestra propuesta fílmica desde todos los rincones de nuestro país gracias a Los Cabos Online.

‘”La imagen de este año nos sumerge en una representación surrealista en la que, al igual que un buzo, disfrutamos de este espectáculo mundial y con la luz de la escafandra somos la representación simbólica de un proyector de cine que no solamente muestra la película, sino que nos coloca a los espectadores como el origen y la esencia del festival’’, expresó el diseñador, de este modo concluye el boletín de prensa del Festival Internacional de Cine de Los Cabos.




Semáforos en Ciudad Constitución. Unos elefantes blancos

FOTOS: Cortesía

Explicaciones Constructivas

Por Noé Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). No nos podemos imaginar en la actualidad una ciudad que tenga una cierta circulación de vehículos automotores sin semáforos, y es que aunque no existe una regla sobre qué cantidad de habitantes o vehículos debe de haber en una localidad para la instalación de semáforos, estos si son una excelente solución a los problemas viales, principalmente, cuando dos avenidas importantes de flujo vehicular se cruzan.

Los semáforos tal y como los conocemos en la actualidad han tenido múltiples adaptaciones desde aquel año de 1868, por el inventor británico John Peake Knight, quien al estar trabajando como administrador de los ferrocarriles, observó la gran cantidad de accidentes y fallecidos a causa de accidentes viales, donde dos carruajes y también, aunque menos, los vagones del tren.

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Pero, ya en la actualidad y con la producción en serio de los vehículos automotores, la necesidad de instalar semáforos en las ciudades se volvió una solución indispensable, donde se propusieron los colores que hasta hoy se siguen utilizando como señalización, son el color rojo para detener el trayecto, color amarillo como preventivo o que todos las circulaciones se detengan, y por último, el color verde que nos indica que podemos seguir en nuestra dirección.

En el caso de la joven Ciudad Constitución, en el municipio de Comondú, tuvo su crecimiento exponencial de población y por consecuencia de vehículos automotores en la década de los setentas y ochentas, aún se recuerda que en aquel tiempo, con el bulevar principal que atraviesa la ciudad de sur a norte se instalaron los primeros semáforos en los cruces con las calles Álvaro Obregón, Javier Mina y Miguel Hidalgo.

Para los que les tocó vivir en esa época y utilizar dichos semáforos, se cuenta que a veces era un verdadero ¨sufrimiento¨ para los que iban por el bulevar Agustín Olachea, tenían que esperar a que el semáforo se volviera color verde con las avenidas antes citadas, es que por falta de planeación urbana no se previó calles o bulevares importantes que fueran perpendiculares, y el tránsito vehicular, sobre todo, por la calle Javier Mina era muy poco, casi se podría decir que el semáforo era mero adorno en el bulevar Agustín Olachea.

Con la falta de mantenimiento tan necesario y la falta de voluntad de la autoridad municipal, los primeros semáforos fueron descomponiéndose hasta que se convirtieron en elefantes blancos para la vialidad de los residentes de Ciudad Constitución, que dicho sea de paso, las personas no extrañaron su función por el singular modo de manejo que tienen los habitantes, donde se respetan los señalamientos viales, y que a opinión de los conductores, decían que los semáforos nomas servían para estorbar el tráfico.

Así pasó el tiempo, hasta que se llegó la gran remodelación y modernización de lo que es la principal arteria de Ciudad Constitución, el bulevar Agustín Olachea, y que sucedió en el año de 2008 con la intervención de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), se realizó una inversión millonaria para dotar de una vialidad más acorde a los tiempos de crecimiento de la población, que en ese año ya contaba con 35 mil habitantes, nomás la zona urbana de la ciudad.

El proyecto inicial, aunque muy moderno, tuvo sus primeras dificultades al momento de proyectarse los nuevos semáforos ya que, prácticamente, en cada cruce con calles perpendiculares con el bulevar Agustín Olachea se instalaron semáforos, haciendo demasiado tardado el tránsito de sur a norte o viceversa a través de la ciudad, además, no estaban sincronizados y los vehículos que iban de paso por la Carretera Transpeninsular tardaban mucho en atravesar un tramo de casi 3 kilómetros.

Otra razón técnica que volvió un caos los cruces donde se instalaron los nuevos semáforos, fue que al tener tres carriles no juntos el bulevar Olachea se creaba un conflicto con los vehículos que tenían que dar vuelta a la izquierda, ya que el carril de circulación central obstruía dicha vuelta, incluso, hasta el momento no ha habido una solución eficiente a este problema que existe en todo lo largo del bulevar principal.

Pero, el punto final a los nuevos semáforos que se instalaron como una gran demanda de la población que seguía creciendo, fue en septiembre del 2009 con la llegada del huracán Jimena que causó mucha devastación en el municipio de Comondú, y por el bulevar Agustín Olachea terminó por ¨voltear¨ todos los semáforos que se encontró a su paso haciéndolos, prácticamente, inservibles. En ese momento, aun se desconocía si había daño en el funcionamiento eléctrico.

Como ya se tenía predestinado y como un mal presagio, otra vez los semáforos pasaron al olvido de las nuevas y más nuevas autoridades municipales que han tenido nulo interés en volver a hacerlos funcionar. Como recordatorio, se comenta que los antiguos semáforos que existían se reinstalaron en dos cruces fuera del bulevar Olachea, son el cruce entre el bulevar Cervantes del Rio con la avenida Madero y otro más en avenida Reforma con calle Miguel Alemán, donde nomás se llegó a las pruebas y los volvieron a apagar.

En la actualidad, se ve la urgente necesidad de volver a instalar con un buen estudio de vialidad, principalmente, los que se encuentran en los cruces del bulevar Agustín Olachea con la avenida Francisco I. Madero y otro con la avenida Álvaro Obregón, ambos con gran afluencia de vehículos en ambos sentidos.

Si se tuvieran autoridades preocupadas por el buen funcionamiento vial de las principales avenidas urbanas de Ciudad Constitución, estos semáforos aparte de la importancia en el manejo de los cruces vehiculares serían un gran maestro para los ya, de por si ganada la mala fama, de los más ¨malos para manejar¨ en todo el Estado de Baja California Sur.

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noeperalta1972@gmail.com

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La charrería es de todos… ¿Y de todas?

FOTO: Pasión Charra

Colaboración Especial

Por Emily A. Santana Ceseña

La Paz, Baja California Sur (BCS). La charrería es el deporte nacional por excelencia. De acuerdo con la UNESCO, es una tradición ecuestre de México y desde el 2016 forma parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Se conforma de nueve “suertes”: la cala, piales, colas, jineteo de toro, la terna, jineteo de yegua, las manganas a pie, manganas a caballo y el famoso paso de la muerte.

La suertes son realizadas por los charros —así es, los hombres vestidos de sombrero ancho, botas, corbata de moño, chaparreras y espuelas—, en los eventos tradicionalmente conocidos como “charreadas”. Sin embargo, la charrería también tiene una cara femenina, se trata de las escaramuzas charras que se encargan de darle color, elegancia y emoción en sus presentaciones dentro de los lienzos. Pero, ¿en realidad existe la igualdad de género dentro de esta tradición mexicana? O bien, ¿existe el respeto por el esfuerzo que realizan las damas charras?

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Un equipo de escaramuzas está compuesto por ocho mujeres —según sea su categoría por edad y experiencia—, las cuales, al galope de los caballos realizan en conjunto una rutina de doce ejercicios coreográficamente precisos en el centro del ruedo —los más conocidos por el público son el abanico, la escalera, el combinado, la flor y la coladera—, que consisten en cruces y giros a una velocidad considerable. Para lograrlo sin ningún choque o lo más cercano a la perfección deben entrenar por largos periodos de tiempo durante varios días a la semana.

La charrería se considera como deporte porque tanto charros como escaramuzas profesionales participan en competencias estatales, nacionales y otros torneos, por lo que se rigen por reglamentos oficiales estipulados por la Federación Mexicana de Charrería. Tales documentos indican y sancionan todo lo que ocurre dentro de una charreada, como las características oficiales de la vestimenta, ejecución de cada una las suertes, manejo del ganado, las infracciones por no realizar las faenas en el tiempo determinado o de manera incorrecta, entre otras.

En cuanto a las adelitas (integrantes de la escaramuza), el reglamento dicta que deben vestirse uniformemente, los arreos de sus caballos también deben ser iguales, los ejercicios tienen que ser marcados y ejecutados como tal, evitar choques, roses, destiempos, trotes del caballo, o de lo contrario se le aplicarán sanciones como la descalificación del ejercicio mal realizado o la resta de puntos. Es por ello que, cada vez más las escaramuzas charras se han profesionalizado para alcanzar la perfección dentro de la exigencia propia de la disciplina.

Antes de cada competencia oficial —a primeras horas del día—, a los equipos de escaramuzas visitantes se les otorgan 20 minutos de tiempo para “reconocer el terreno”, acción necesaria para que las deportistas y sus caballos se acostumbren al espacio, ya que los lienzos charros pueden variar o no de tamaño, conocer puntos de referencias entre las paredes y publicidad que puedan tener al interior del ruedo. Sin embargo, recientemente, en el XXVIII Campeonato Nacional Infantil, Juvenil y Escaramuzas Querétaro 2021 resultó una polémica al respecto.

¿También es de todas?

El 12 de julio pasado, circuló un boletín de prensa de la Federación que incluía las reglas a seguir durante el evento, donde a los niños charros ocuparían las instalaciones del lienzo charro desde las 7:00 a 10:30 horas, mientras que, las niñas escaramuzas solo harían uso del rectángulo —zona central del ruedo—, de 7:00 a 8:30 horas sin “reconocimiento de terreno”. Posteriormente, se acordó que solo tendrían 10 minutos para hacer uso completo del lienzo.

Este hecho, desató la indignación de algunas participantes, entrenadoras y entrenadores, así como de padres de familia que no tardaron en evidenciar lo ocurrido en redes sociales, haciendo un llamado para que el esfuerzo que hacen las escaramuzas charras fuera respetado por parte de la Federación y que se regresaran los 20 minutos tradicionales. Incluso, salió a la luz el movimiento ¡La charrería es de todos!, el cual invitaba a las personas a utilizar un listón morado durante la competencia nacional con el objetivo visibilizar la falta de igualdad de género dentro de la fiesta charra.

Tres días después, el 15 de julio, la Federación explicó en un comunicado que el cambio de los tiempos de reconocimiento de terreno se debieron a las condiciones actuales de la pandemia del COVID-19 y las medidas sanitarias vigentes en Querétaro —lugar donde se está realizando la competencia. Fue hasta el día siguiente que, junto con la comisión deportiva, coordinación de escaramuzas, y coordinación de infantiles llegaron al acuerdo de regresar a los 20 minutos.

Si bien, el problema fue resuelto, lo sucedido sembró la semillita de reflexión sobre la equidad de género dentro de la charrería, puesto que algunas mujeres de a caballo se han dado cuenta de actitudes que a lo largo de los años, por tradición, eran normales. Quizás, hoy en día las escaramuzas charras, sus familias y entrenadores alcen la voz para exigir un deporte para todos, libre de frases como: “las escaramuzas van hasta el último, después del paso” —cuando deberían participar antes—, “las escaramuzas son de adorno” o “las escaramuzas sólo chiquean caballos”, entre otras, que más allá de pedir un tiempo justo para reconocer terreno, es también un grito de igualdad y respeto.

FOTO: Internet

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Si escribir no es revolución, la vida carece de sentido

FOTOS: Internet

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

La Paz, Baja California Sur (BCS). La literatura nos cambia para bien o para quién sabe. No está claro qué función cumple para un individuo en las actuales condiciones de cambios profundos que hay en México. Porque al menos es claro que hasta hace muy poco se trataba de ganar prestigio, un nombre, premios, becas, entrar a la sala de los dioses de la literatura o ya de perdida a la elite de Letras Libres o Nexos.

A veces comenzamos con pasión adolescente para que nos lean, decir lo que sentimos, pensamos o hacemos. Dejamos todo en un poema, en una novela, en una obra que hable más por nosotros. Pero el problema comienza cuando le damos más cargo a la relevancia, el que nuestros nombres aparezcan en las marquesinas de la historia.

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¿Para qué escribimos? Es una pregunta constante al momento de sentarnos durante horas para tener logros y avances, hasta que al fin alcancemos el objetivo primordial que es la consumación de una obra. En el transcurso de su creación nos asaltan las dudas, los miedos, las vanidades, las soberbias: aquello debe ser un monumento que todos deben admirar.

Un escritor frente a la máquina es un mono desnudo, no tiene lauros, joyas, estatuillas, medallas, solo está frente a su incertidumbre. No obstante, durante cuatro décadas muchos dedicamos nuestra energía a tener una “ganancia” de lo que hacíamos y caímos en el garlito de que la institución debía ser el mecenas obligatorio para que sacáramos a la luz nuestros avatares humanos.

El horizonte promisorio que nos seducía a través de convocatorias literarias para que compitiéramos por un monto, no era para nada despreciable. Así, muchos afanosos centraron sus baterías en escribir para que un jurado al azar pudiera también al azar escogerlos. En algunos casos las decisiones eran honestas y en otras tantas no. Chanchullos literarios por todos lados existen. Y una larga lista de bases que prometían dar a un ganador una cantidad simbólica de que culturalmente en las instituciones se estaba trabajando.

Terminamos atrapados en ese círculo vicioso. ¿Cuántos de esos premiados están siendo leídos después de cuarenta años? ¿Qué impacto social trajo un libro? Dirán que eso es muy relativo, que la obra es producto de la circunstancia personal, que el autor no puede circunscribirse a una necesidad social sino a una individual, que es la esencia de toda obra de arte. ¿Por qué no, entonces, todas las obras tienen alcances masivos si algunas son extraordinarias?, ¿o por su calidad baja, porque no somos lectores o porque las obras no tienen la menor importancia?

¿Cómo atraer la atención de un lector? Los de Netflix tienen a su cargo un equipo de escritores que conocen los resortes emocionales de la población y saben cómo hacerlo, ¿por qué un escritor cualquiera no puede hacerlo también?, ¿porque les falta formación o como les gusta decir a algunos, “no están actualizados”? ¿Los grandes escritores ya no existen o solo quedan los que buscan que su nombre aparezca en la marquesina solo porque sí? ¿Tiene sentido seguir escribiendo cuando hay billones de libros que pululan por todos lados y además hermosísimos?

Me pregunto. La experiencia de escribir es una experiencia lúdica, pero deja de serlo en el momento que la contaminamos con el deseo de ganar algo a toda costa, cualquier cosa. Me replicarán que están en su derecho, pero yo no me refiero a eso, sino a que la obra estará prisionera del objetivo y lejos de la libertad crítica para desarrollar una obra. Porque, seamos sinceros, si escribimos en función de ganar un premio, el sesgo, el deseo y la manipulación interior a la que nos sometemos produce un territorio con límites.

Se ven bien bonitos los premios en el currículum que ni qué, pero ¿cuántos están siendo leídos, llevados a la mesa de los lectores hipotéticos? La efímera vida nos conduce a través de obras fugaces y, sin embargo, buscamos la inmortalidad, que no nos olviden. ¿Es la vanidad o la impronta humana de que las letras sean los vínculos de una época? Tengo más preguntas que respuestas o tal vez las preguntas son la misma respuesta, pero de lo que sí estoy seguro es que escribir es un acto revolucionario, cuyo único sentido es darle significado a la realidad que nos cobija o en la que estamos atrapados. Al escribir entramos y salimos de ella.

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Comunicación de la ciencia en BCS. La difusión sin difusión (I)

FOTOS: Archivos.

El Beso de la Mujer Araña

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hace 6 años, propuse al Tecnológico de La Paz crear un área de Comunicación, derivado de unas protestas en el informe del entonces director, Óscar Báez Sentíes. Yo buscaba trabajo y en una reunión con los directivos les comenté que —sin faltar a la ética y sin hacer milagros—, un Departamento de este tipo lograba generar una especie de vacuna contra el impacto de una imagen negativa, como estaba dándose en aquel momento. No quisieron. Alegaron falta de presupuesto, aunque las protestas en los informes de labores de sus directores han seguido.

Hasta la fecha, lo explico con esa analogía: el área de Comunicación —o Difusión— de una organización es una vacuna de inmunidad hacia la opinión pública. Refuerza la imagen positiva de la institución, de manera que cuando hay un escándalo o una mala que la afecta, no sólo tendrá cómo comunicar de forma rápida y eficiente cualquier posicionamiento o aclaración; además, ya habrá sembrado en la sociedad información positiva a través de comunicados de prensa y otros recursos. Supongo que, hasta la fecha, el Instituto sigue sin tener ese Departamento, si no, pensemos ¿por qué motivo recordamos más fácilmente al Tec de La Paz?, ¿porque allí se realiza alguna investigación innovadora o porque algunos estudiantes se convirtieron en el hazmerreír nacional cuando defendieron su ignorancia sobre lo que es una “fuente”?

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¿Cómo andamos en los medios y las universidades de BCS en cuanto a la comunicación de la ciencia? Más allá de que el lector/a adivine que no hay mucha —en efecto, así es: nada difícil la adivinanza—, ¿acaso sabemos algunos conceptos básicos y algunas de las controversias que rodean la divulgación científica? En este artículo dividido en dos partes, publicamos, primero, un panorama sobre lo local, para invitarte a seguir la segunda parte donde me enfocaré en los conceptos que envuelven esta importante tarea.

En CULCO BCS podemos presumir de ser uno de los escasísimos medios locales que realizan divulgación de la ciencia y de la cultura sudcalifornianos. “No es negocio”, nos decían algunas amistades al enterarse, hace casi 5 años, del propósito de fundar esta revista en línea. Es cierto que el aspecto económico, en medio de las propias dificultades del periodismo, no son el mayor aliciente, pero la satisfacción de ser un referente de hacer este tipo de periodismo bien vale la pena. Empecemos por notar, entonces, que prácticamente no hay medios locales, ni reporteros, que enfaticen la divulgación de la ciencia —ni de la cultura. Siempre es más popular el más reciente acribillado de la esquina que la aplicación que inventó equis equipo de universitarios.

Sin lugar para los divulgadores

Respecto a la difusión de las investigaciones que se realizan en las escuelas de nivel superior de la media península, el panorama tampoco es halagüeño. Sólo la Universidad Autónoma de Baja California Sur envía boletines de prensa, prácticamente a diario, entre los cuales se informa sobre desarrollos de tecnologías, entrevistas con especialistas o eventos académicos de importancia científica. Sin embargo, aún falta que la UABCS realice mayor vinculación con la sociedad, pues en muchos eventos hay nula presencia del público en general —suelen ser los mismos alumnos los que a veces se ven forzados a permanecer en ellos—, y probablemente aún falte que académicos compartan con la prensa ciertas percepciones o estudios acerca de la realidad sudcaliforniana.

Fuera de ahí, el resto de universidades locales brillan por su ausencia. Recuerdo que en algún tiempo la Unipaz enviaba a correos de los medios algunos comunicados de prensa… Y ya. Cabe aclarar que este artículo lo escribe alguien con casi una década activo en los medios, por lo que es probable que cierta información llegue a otros compañeros de la prensa y pareciera que habláramos superficialmente. Sin embargo, se viera y no se ve.

En una búsqueda rápida por las páginas web de universidades locales, se encuentran un par de revistas de la Universidad Mundial, aunque sobre investigaciones académicas y científicas no hay prácticamente nada. En este mismo punto de ¿qué estudian, qué investigan, qué desarrollan, qué inventan, qué hacen en las universidades de Baja California Sur? Ni una sola se defiende. El Tec de La Paz  o la Universidad Tecnológica publican “noticias” que es mera información interna o tienen años sin actualizar. Otras instituciones de nivel superior como Unidep o Unipaz no llegan ni a sección de “Noticias”, y otras ni a página web como la Universidad Católica o Universidad de Tijuana en La Paz.

FOTO: Archivo

Sería una tarea titánica para un reportaje ir de universidad en universidad, preguntando si tienen este tipo de área, por lo que aquí me refiero a lo que reflejan tantos las noticias de este tipo en medios locales, como el contenido de sus portales en línea. Tal vez existan personas en algún área de Comunicación o Difusión, pero su trabajo debería reflejarse públicamente. Comprendo —y lo sé por experiencia—, que dentro de las organizaciones a veces no se les da la suficiente importancia y presupuesto a estos departamentos, invisibilizándolo. Hay una creencia totalmente errónea de que cualquiera puede hacer ese trabajo o que es una frivolidad para la que no vale la pena el gasto. Nada más fuera de la verdad. Quizás —y a veces, ni así, como en el caso del Tec de La Paz—, hasta que un escándalo hace mella en la institución, se piensa en “quién” o “cómo” aminorar tal efecto: para eso, señoras y señores, existe esa área y debería estar en manos de profesionales.

Antes de terminar la primera entrega de este artículo, es preciso hacer un par de aclaraciones: el Departamento de Comunicación o Difusión de una escuela de nivel superior, no sólo hace o debería hacer divulgación de la ciencia, pero es un área por demás pertinente para realizarla. Tan importante es la emisión de comunicados de prensa, que si no mandan, a veces nadie se entera siquiera que existen. Y otra aclaración es que la comunicación de la ciencia y la cultura se puede valer de otros recursos como revistas especializadas y medios audiovisuales. Lo notable es que poco o nada se hace al respecto a nivel local. Alguien podría alegar que en las universidades, más que hacer ciencia, se prepara académicamente a las y los estudiantes, pero entonces ¿no hay trabajos tan buenos que merezcan difusión? ¿No llevan a cabo experimentos, proyectos de innovación, avances de investigaciones o tesis de interés público? Si no se privilegia el conocimiento científico, entonces, ¿qué es lo que más están promoviendo? En cualquier caso, falta más difusión de la difusión.

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