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Dialéctica de la California: Rousseau frente a Baegert (I)

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Colaboración Especial

Por Francisco Draco Lizárraga Hernández

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La solitaria contemplación de la Naturaleza ha sido considerada desde la Antigüedad como una de las más sublimes fuentes de inspiración artística y filosófica, y posiblemente pocos pensadores han aprovechado la soledad del medio natural con tanto deleite como hizo Jean-Jacques Rousseau. En la última obra de este filósofo suizo, Ensoñaciones del caminante solitario, él mismo hace una reflexión general sobre su pensamiento a lo largo de sus caminatas por los Alpes; llega a la conclusión de que el Hombre provino de la Naturaleza como un animal solitario y que los únicos seres humanos que aún conservaban el estado prístino de la Humanidad eran los nativos de América que aún habitaban en las selvas, bosques, desiertos e islas alejadas de la civilización. De esta manera, Rousseau sentó las bases del romanticismo, movimiento que exaltó la soledad y los terrores del ser humano al enfrentarse a la majestuosidad e inclemencia de la Naturaleza, destacando particularmente dos ambientes aparentemente antitéticos: el desierto y el océano.

La profunda soledad que suele caracterizar al desierto y al mar es la causa por la cual, según Immanuel Kant en su ensayo Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, estos lugares son capaces de infundir el sentimiento de lo sublime terrorífico hasta llegar a la ofuscación de la Razón, con lo cual generan quimeras y visiones lóbregas y pesimistas de la realidad. Partiendo de lo anterior, una de las regiones del mundo donde pudiera llegarse a este extremo es la península de Baja California, tierra donde el desierto está rodeado por el inmenso Océano Pacífico y el Golfo de California, siendo posiblemente la península más aislada del mundo. Fue en esta tierra donde, provenientes de diversas partes del mundo, pero con una misma misión, muchos soldados de la Compañía de Jesús, replicaron el llamado de Abraham de dejar su casa para ir al lugar que le indicara el Señor y ahí construir una nueva nación. Hombres que, en su afán de asemejarse a Cristo y a los profetas, proclamaron la Palabra de Dios a pueblos ignotos e incivilizados en medio de tribulaciones y pobreza, con el fin de lograr la conversión y salvación de miles de almas; no obstante, al final fueron sólo voces que clamaron en el desierto.

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Expulsados de los dominios del Imperio español por las órdenes de Carlos III en 1767, denostados por la acerba pluma de los filósofos ilustrados encabezados por Voltaire —quien en diversas cartas y en su cuento filosófico La princesa de Babilonia encomió a los Borbones por expulsar a los ignacianos de sus reinos—, y al final desconocidos por la misma Iglesia católica tras la promulgación del breve apostólico Dominus ac Redemptor por parte del papa Clemente XIV en 1773, los jesuitas quedaron reducidos al clero secular e iniciaron una larga noche oscura del alma que se prolongaría por 40 años hasta la restauración de la Orden en 1814. Durante este extenso caminar por un desierto espiritual, muchos miembros de la extinta Compañía de Jesús, con la agónica esperanza de poder restaurar algo del prestigio perdido del regimiento de San Ignacio de Loyola, empezaron a redactar obras cuasi enciclopédicas donde se hacía apología de las conquistas apostólicas de la Orden en los países que les fueron encomendados para evangelizar. Dentro de toda esta miríada de apologetas jesuíticos, los antiguos misioneros de la California fueron posiblemente los que mejor expusieron los suplicios, miserias y calamidades a los que se enfrentaron una gran parte de los jesuitas durante su salvífica labor en tierras de paganos.

Con un aspecto “generalmente desagradable y hórrido”, como aseguró el padre Francisco Xavier Clavijero en su obra póstuma Historia de la Antigua o Baja California, la península de Baja California fue el escenario donde, a lo largo de 70 años, los jesuitas llevaron a cabo una de las conquistas evangélicas más arduas que se hayan realizado en la historia de la cristiandad. Se enfrentaron, en primer lugar, con una región casi totalmente aislada del resto del Nuevo Mundo y con condiciones extremadamente áridas e inclementes, a lo cual se añadía el muy exiguo desarrollo sociocultural de los californios, quienes permanecieron en lo que Miguel León Portilla denominó como un “paleolítico fosilizado” y que, según lo que ha sido constatado por las evidencias antropológicas, no tuvieron ningún contacto o noticia de las grandes civilizaciones prehispánicas del centro del país y viceversa.

Ante esta absoluta carencia de la más mínima sofisticación por parte de los californios, y aunado al aislamiento geográfico, a su dispersión poblacional y a la poca disposición por evangelizarse de algunos grupos, los misioneros de la California, hombres de excelsa formación académica y humanística, tuvieron que resignarse a sentirse solos en medio de tribus incivilizadas y rudos soldados; tenían únicamente el consuelo de la oración y el solaz de la correspondencia epistolar entre sus hermanos de la Compañía como medios para paliar su soledad y no caer en la desesperación o en el ofuscamiento de su razón; no obstante, posiblemente el misionero que experimentó con mayor profundidad los prolongados efectos de la recóndita soledad del desierto bajacaliforniano fue el alemán Johann Jacob Baegert —o Bägert, en la grafía original alemana—, párroco de la misión de San Luis Gonzaga de Chiriyaquí, establecida en medio del país de los Guaycuras, “el más seco y estéril de toda la California”, según lo recopilado por el padre Clavijero.

El padre Baegert —oriundo de la ciudad de Schlettstadt, Alsacia, conocida hoy en día como Sélestat, al oriente de Francia— fue, al igual que todos sus compañeros misioneros, un hombre docto versado en humanidades y teología. Baegert, a diferencia de la mayoría de los jesuitas que misionaron en la Antigua California, provenía de un ambiente intelectual altamente polemista ya que Alsacia, que en ese entonces su población era mayormente germánica pero dependiente de la Corona francesa; debido a su condición limítrofe con Alemania y Suiza, fue un centro de intercambio y combate cultural e ideológico entre las principales escuelas de pensamiento de su época: la apologética escolástica abrazada por los jesuitas desde su fundación durante la Contrarreforma, el protestantismo de corte humanista emanado de las obras de Calvino y Lutero, y el racionalismo ilustrado que rápidamente se extendía por Europa gracias a los esfuerzos de Voltaire, Diderot y D’Alembert.

Fue en medio de esta palestra intelectual donde el joven Baegert, hijo de un talabartero, con apenas 19 años, inició su noviciado en 1736 en la ciudad de Maguncia, Alemania, que en ese entonces era la capital del electorado homónimo. Fue ahí donde, confinado tras las murallas de esta ciudad ante el asedio francés que padeció durante la Guerra de Sucesión Polaca, por cuatro años Baegert estudió arduamente los principios esenciales de las doctrinas católicas junto con todas las ramas de las humanidades y filosofía, lo cual le permitió que en 1740, con tan sólo 23 años, se le permitiese impartir materias fundamentales en la formación jesuítica —como gramática, poética y lógica— en el colegio de la Compañía de Jesús en Mannheim, en el Palatinado del Rin, la cual era una de las ciudades más cosmopolitas del Sacro Imperio Germánico, gracias a que su soberano, Carlos III Felipe de Neoburgo, la había convertido en la capital de sus dominios apenas 20 años antes. Con esto, Baegert tuvo la oportunidad de fraguar su enérgica y aguda vocación apologética frente a predicadores protestantes e intelectuales seguidores del Aufklärung -es decir, la Ilustración alemana según la definición de Kant- en la corte del príncipe palatino.

Tras tres fructíferos años como profesor en Mannheim, Baegert regresó a Alsacia para continuar con su formación sacerdotal al iniciar sus estudios teológicos en el prestigioso colegio de Molsheim, el mayor bastión de la Contrarreforma en su provincia natal. Una vez concluida su instrucción en teología, Baegert fue admitido en su totalidad a la Compañía de Jesús y se ordenó sacerdote en 1747, tras lo cual fue enviado a la cercana ciudad de Haguenau para que sirviera como vicario de la iglesia que la Orden administraba en el lugar y que impartiese materias de humanidades en el colegio jesuita de esa ciudad; sin embargo, su renovada labor docente tuvo que ser interrumpida debido a que recibió la orden de ir a Cádiz, España, para que le diesen instrucciones sobre su nueva labor misionera, con lo cual inició lo que muchos años después él consideró como un exilio por la gracia de Dios.

Con apenas tres años de haberse ordenado sacerdote, Johann Baegert llegó a la California luego de un viaje de casi dos años desde su natal Alsacia hasta la Nueva España, teniendo de por medio prolongadas estancias en Génova y Cádiz antes de llegar a América. Según lo que consta en una de las cartas que el padre Johann Baegert escribió a su hermano, George Baegert —quien también era jesuita—, el joven misionero estaba muy entusiasmado por su nueva labor, afirmando que su llamado a las conquistas apostólicas americanas provenía inconcusamente de Dios, alegrándose particularmente de haber sido llamado para evangelizar la península bajacaliforniana, de la cual afirmó: “California bendita me fue asignada, digo California, la cual, de haber podido, yo mismo hubiera elegido”. Jamás se imaginó que, 22 años más tarde, al inicio de su controversial obra Noticias de la península americana de la California —el “libro negro” de la historiografía misional de Baja California según el historiador sudcaliforniano Pablo L. Martínez—, él mismo escribiría: “Todo lo concerniente a la California es tan poca cosa, que no vale la pena alzar la pluma para escribir algo sobre ella”.

Al mismo tiempo que Baegert se sumergía en la más recóndita soledad en una tierra árida, estéril y miserable, aislada por el océano y poblada por gente que “es indistinguible de las bestias”; en Francia, la Academia de Dijon premiaba a un ginebrino poco conocido por una particular obra titulada Discurso sobre las Artes y las Ciencias; muy curiosamente, compartía el mismo nombre de pila del padre Johann Jacob Baegert —Juan Jacobo en castellano— y que, empero, no se escapó de la ácida e irónica pluma del alsaciano, quien lo llamó “un infame soñador”: Jean-Jacques Rousseau.

La ópera prima del filósofo suizo, justo antes del prefacio del autor, contiene una locución latina extraída de la obra elegíaca Las tristezas, escrita por Ovidio, en la cual se expresa: Barbarus hic ego sum quia non intelligor illis —que en castellano se traduciría como: “Aquí soy yo el bárbaro, porque nadie me entiende”. Con esto, de manera casi premonitoria, Rousseau anticipó las controversias de sus obras, que eventualmente le valieron la reprobación de la iglesia católica y los protestantes junto con el repudio de los filósofos ilustrados, especialmente de Voltaire.

La principal razón por la que el ginebrino fue anatemizado por los grupos más importantes de intelectuales de su tiempo se debió, en primer lugar, a que en una época donde se consideraba que las luces de la Razón y el conocimiento disiparían las tinieblas de la ignorancia y superstición para hacer que el Hombre alcanzara la mayoría de edad intelectual como lo señala Kant en su ensayo ¿Qué es la Ilustración?, Rousseau criticó fuertemente el progreso de las artes y las ciencias; consideró que, lejos de mejorar la naturaleza humana y purificar las costumbres, estas sólo desnaturalizan la bondad intrínseca del Hombre y lo convierten en esclavo de las vanidades y la sociedad “civilizada”. Partiendo de esto último, para Rousseau es más digno de admiración un guerrero atlético que combate desnudo con fiereza y coraje, que el literato más encumbrado y conocedor de las bellas artes y las ciencias en Europa—hace con esto una abierta referencia a Voltaire, a quien acusa de ser un esclavo de los gustos del público de su época— ya que este último, con todo su refinamiento y sapiencia, tiende a la ociosidad, al egoísmo y a los vicios, cargando con pesadas cadenas enguirnaldadas con la erudición y el lujo que lo separan de los atributos naturales del Hombre: la virtud, justicia y honor.

Dentro de esta misma obra, Rousseau afirma que las artes y ciencias han nacido como consecuencia de la ociosidad y las injusticias propias de la civilización; por lo cual el progreso del conocimiento no debe ser equiparado con el progreso moral ya que este retrocede mientras el otro avanza; además, considera que han sido el origen de la decadencia moral y social de los grandes imperios, razón por la cual afirma que ha sido la Naturaleza misma la que ha privado al Hombre de estos conocimientos desde sus orígenes a fin de evitar la disolución de las costumbres. Consecuentemente, este filósofo suizo considera que la enseñanza de las humanidades y ciencias no sólo deprava al ser humano y lo inclina a todos los vicios, sino que ésta debe ser sustituida por una educación en la que se privilegie la honestidad, justicia y valentía en el caso de los pueblos europeos; mientras que, en el caso de las naciones nativas del Nuevo Mundo, estas últimas deben permanecer sin influencia de la civilización occidental con la finalidad de que no se perviertan. De esta manera, Rousseau propone que es preferible un pueblo ignorante, pobre e inocente a un país sofisticado y cultivado pero corrompido.

Continuará…

Bibliografía

Baegert, J.J. (2013). Noticias de la península americana de la California. La Paz: Archivo Histórico Pablo L. Martínez.

Clavijero, F.X. (2007). Historia de la Antigua o Baja California. Ciudad de México: Editorial Porrúa.

Gómez-Lomelí, L.F. (2018). La estética de la penuria: El colapso de la civilización occidental entre los guaycuras. Cuernavaca: Fondo Editorial del Estado de Morelos.

Kant, I. (2013). ¿Qué es la Ilustración? Madrid: Alianza Editorial.

Kant, I. (2018). Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime. Ciudad de México: Grupo Editorial Tomo.

Martínez-Morón, N. (2018). La California de Baegert. La Paz: Instituto Sudcaliforniano de Cultura.

Rousseau, J.J. (2001). Rêveries du promeneur solitaire. París: Le Livre de Poche.

Rousseau, J.J. (2011). Discours sur les Sciences et les Arts. Québec: Université Laval

Rousseau, J.J. (2011). Discours sur l’origine et les fondements de l’inégalité parmi les hommes. Québec: Université Laval.

Voltaire (2016). La princesse de Babylone. París: Éditions Gallimard.

Taraval, S. (2017). La rebelión de los californios 1734-1737. La Paz: Instituto Sudcaliforniano de Cultura.

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¿Vale la pena estar al corriente en el pago del impuesto predial en Baja California Sur?

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Explicaciones Constructivas

Por Noé Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En este mes de febrero las personas continúan haciendo fila para poder realizar el pago del impuesto predial en cada uno de los municipios de Baja California Sur, ya que cada uno de los cabildos respectivos siguen con la autorización de los tradicionales descuentos por el pago por adelantado de este impuesto fiscal.

Y aunque pocos lo saben, la obligación del pago del impuesto predial viene contemplada para cada municipio dentro de su Ley de Hacienda Municipal, que es un manual de importes de cobro para cada servicio, impuesto y productos que corresponden a la autoridad municipal. Y también en dicha ley viene que el impuesto deberá ser pagado de manera bimestral, debiéndose realizar los primeros días de cada mes de inicio del bimestre, por ejemplo, enero, marzo, mayo, etc.

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Por cuestiones prácticas, los ayuntamientos cobran el impuesto predial por año de ejercicio y la ley contempla que se deberá de pagar por adelantado, en caso contrario el contribuyente se puede hacer acreedor a un recargo por incumplimiento del 3% mensual acumulable por año, llegando al 36%. Otro aspecto que las administraciones municipales también toman en cuenta, sobre todo para predios comerciales y por las obvias razones de querer percibir mayores ingresos, es el denominado ¨gastos de ejecución¨, concepto por el cual se le cobra al contribuyente moroso un monto que varía dependiendo del municipio y que viene entregado a las personas que se encargan de recuperar el recurso financiero para el ayuntamiento.

Como se ha visto, el no pagar el impuesto predial al año conlleva una serie de aumentos innecesarios para los contribuyentes que, con el paso de los años de morosidad, se hace una cuenta muchas veces ya muy golpeadora al bolsillo.

Pero como somos mexicanos y sudcalifornianos que nos gusta presumir de las posibles relaciones que podamos tener con algún regidor, con algún funcionario de alto nivel o con algún compadre que anda ¨metido¨ en la política, nunca queremos pagar las cantidades del compromiso fiscal que tenemos y movemos lo que esté a nuestro alcance para no pagar las multas o recargos que nosotros mismos nos ganamos al incumplir. Así, es muy común que muchas veces como contribuyentes acudamos ante la autoridad a querer negociar nuestros adeudos.

Tras algo de jaloneo con la autoridad, salimos satisfechos con los descuentos que conseguimos y, porque no decirlo, hasta presumimos que tal o cual personaje, nos quitó una buena cantidad a pagar y hasta prometemos que votaremos por ellos por su generosa ayuda.

Pero, realmente ¿la ayuda que recibimos sobre el descuento vale la pena? O mejor dicho, ¿lo que negociamos lo podemos presumir ante los contribuyentes que si van al corriente en su pago de impuesto predial? La respuesta es un contundente no.

 

Como en la mayoría de las instituciones de préstamo o de ventas por pagos diferidos en semana o mes, la puntualidad en los pagos siempre se agradece y trae consigo muchos beneficios; es la misma situación que pasa con el impuesto predial, y lo explicaré con el siguiente ejemplo.

Si tenemos un predio con una casa-habitación, el cual la dirección de catastro le da un valor al terreno de $60,000.00 y a la construcción otro valor de $200,000.00, la suma para efectos fiscales de cobro sería de $260,000.00 en total, y sobre este valor de predio se toman la base para el cálculo, sin olvidar que la tasa de cobro (por ser casa-habitación) será del 2 al millar sobre su valor. Con esta información tenemos que el pago anual por concepto de impuesto predial se obtiene multiplicando el valor del inmueble ($260,000.00) por la tasa (2/millar), lo que nos da a pagar en el año la cantidad de $520.00.

Hasta aquí todo va muy bien, pagamos esta cantidad y asunto terminado; pero vamos a suponer que hemos incumplido en el pago por 5 años, los motivos no vienen al caso, pero al fin y al cabo tenemos que ponernos al corriente en nuestra obligación, y aquí es donde viene lo bueno con los recargos.

Según la Ley de Hacienda Municipal, el recargo por incumplimiento es del 3% mensual acumulable, que si lo convertimos por año hacen un 36% y al haber transcurrido 5 años, siempre y cuando el valor del inmueble se mantenga igual —recordemos que los valores van aumentando regularmente—, tenemos un 180% de recargos por incumplimiento.

Así, por cada año de incumplimiento tenemos que el recargo a pagar será de $187.20, que ya sumados al impuesto predial adeudado a pagar nos da la cantidad de $707.20 anual. Este monto lo multiplicamos por los cinco años de retraso, tendríamos que el pago total será de $3,536.00, que contrasta con los $2,600.00 que correspondían al pago originalmente, si hubiéramos pagado de manera puntual. En resumen, pagamos nomas de recargos la cantidad de $936.00 por el atraso de 5 años, monto que se pudo haber evitado si fuéramos puntuales.

Hay un factor extra que nos favorece a los puntuales, y es que regularmente los meses de diciembre el cabildo en pleno aprueba un descuento de hasta el 30% a los contribuyentes que paguen por adelantado el año fiscal siguiente; de este modo, los $520.00 que nos corresponde pagar originalmente por impuesto predial, podemos reducirlos a $364.00.

En el hipotético caso que los valores catastrales de los bienes inmuebles no suban de precio en cinco años y, sobre todo, que nosotros somos puntuales en nuestra obligación, pagaríamos unicamente la cantidad de $1,820.00, resultado de multiplicar $364.00 por 5 años.

Lo interesante de todos estos números, es que de pagar de manera puntual $1,820.00 por cinco años, la impuntualidad en el pago por el mismo tiempo nos lleva a pagar la gran cantidad de $3,536.00, sin tomar en cuenta aun los posibles gastos de ejecución, haciendo una diferencia de $1,716.00 que se pudieron haber evitado. Es decir, pagamos casi el doble.

En el ejemplo se considera una vivienda de interés social económico medio, pero si consideramos los costos correspondientes a locales comerciales o viviendas de interés económico alto, las cantidades suben exponencialmente; y no se diga los predios baldíos, que tienen una tasa de hasta un 12 al millar.

Más interesante y a veces chusco, es que cuando vamos a solicitar descuentos, y a veces usamos a nuestro compadre como un buen gestor, salimos con una sonrisa de oreja a oreja por haber movido nuestras grandes influencias para pagar menos; cuando lo que hicieron, si bien nos va, es quitarnos únicamente los recargos.

Como dicen las casas comerciales: el ser puntual trae grandes beneficios; esta frase sería una buena campaña de propaganda de los ayuntamientos, y tal vez con unos buenos ejemplos o testimonios la gente cambie e inicie una cultura del pago puntual del impuesto predial, tan importante y tan necesario para que los ayuntamientos puedan ¨sobrevivir¨.

 

 

Escríbenos

noeperalta1972@gmail.com

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Las plagas de la California: la langosta, el chahuistle y la miel

IMÁGENES: Cortesía

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Una de las grandes preocupaciones que tuvieron los Jesuitas al iniciar el establecimiento de Misiones permanente fue el que se desarrollaran como establecimientos autosustentables, en donde pudieran funcionar con la producción de sus propios alimentos a través del cultivo y de la reproducción del ganado y aves de corral. En el caso de la agricultura, tuvo siempre alcances limitados debidos en una parte a la carencia de agua y tierra suficiente aunando a ello la existencia de plagas que la diezmaban constantemente.

Cuando se iba a establecer una Misión, lo primero que los sacerdotes buscaban para seleccionar el sitio idóneo para su levantamiento es que tuviera fuentes de agua permanentes y más o menos abundantes, así como tierra fértil para realizar siembras. Una vez designado el mejor lugar, se iniciaba con el levantamiento de algunas construcciones que albergaran la iglesia y a los misioneros y soldados, para posteriormente dar inicio con la siembra de diversas semillas entre las que sobresalía el maíz y el trigo. El maíz era la fuente primaria del alimento que se brindaba a los naturales, para convencerlos de que se trasladaran a la Misión (reducción) y una vez ahí permanecieran en ella. El platillo que se preparaba con este cereal se conocía como “pozol” y se cocinaba hirviendo la semilla en agua hasta ablandarla y posteriormente se dejaba enfriar un poco para ser consumida. En ocasiones, se mezclaba con un poco de carne por lo que pasaba a denominarse “pozole”.

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Sin embargo, en ciertas temporadas —y a veces durante varios años— los sembradíos de las Misiones eran asolados por una gran cantidad de insectos llamados langostas, los cuales se reproducían de manera exponencial y causaban una gran destrucción de las plantas no sólo en las Misiones sino en toda la California. El sacerdote Miguel del Barco dejó la siguiente información sobre la forma en que se afectaban las Misiones por estos voraces insectos: Si la langosta cae en alguna siembra de maíz o de trigo, y no hay allí mucha gente que la defienda, acaba enteramente con ella, sin salir de allí, hasta dejarla del todo destruida. Si hay gente, como cuando la siembra está inmediata a la Misión o cabecera, y la siembra es corta, se defiende de este modo. Acude la gente, y puestos en fila, van gritando y espantando con algo que llevan en la mano, y así van de un extremo al otro. La langosta, cuando la gente va llegando a ella, se levanta y vuela; pero luego vuelve a caer a espaldas de la misma gente; y cuando ésta acaba una aventada, ya otra vez está todo lleno de langosta. Y es menester repetir las aventadas continuamente todo el día, exceptuando el tiempo necesario para comer y descansar un poco.

Eran tan frecuentes los graves daños causados por estas langostas que el mismo jesuita dejó esta referencia: La plaga de langosta se padece muchas veces en la California. No sabemos la frecuencia con que antiguamente, en tiempo de su gentilidad, se padeció allí este azote. Lo cierto es que, desde el principio de la conquista, no se experimentó hasta el año de 1722. Después cesó hasta los años de 1746, 47, 48 y 49, en que seguidamente hubo esta plaga con los estragos que suelen causar en todas partes. Volviose a padecer los años de 1753 y 1754. Finalmente en los años de 1765, 1766 y 1767 se repitió este contratiempo; y aún a principios del de 1768, cuando los jesuitas salieron de la península, quedaba aún alguna, aunque no tanta como los años antecedentes.

La plaga de “la miel” que atacaba el maíz consistía en unas gotas a la vista como de agua o rocío grueso; pero melosas y viscosas, que se aparecen en las hojas y sucesivamente se van aumentando tanto que, en gruesas gotas caen al suelo, haciendo notable mancha en la tierra donde caen. Con esto, así las hojas como la caña de maíz se van secando sin dar fruto (Del Barco, op. cit.).

Ahora bien, refiriéndonos al chahuistle podemos decir que era una plaga que atacaba principalmente al maíz y que fue definida de la siguiente manera por el sacerdote Del Barco: Consiste en una especie de polvo delicadísimo del color del tabaco de Sevilla, el cual cae en las hojas y en la espiga. Si con los dos dedos de una mano se coge una hoja infecta de este mal, y se arrastran un poco por ella, se ven luego estos dedos como si hubieran tomado un polvo de tabaco y soltándole luego. Cuando esta enfermedad cae con fuerza, en pocos días se seca el trigo. En este caso, si el grano estaba ya lleno y algo sólido, poco o ningún daño le hace; pero esto rara vez sucede, porque ordinariamente cae cuando acaba de espigar o comienza a granar y tal vez aún antes de espigar y, así, todo se pierde.

Las plagas del chahuistle y “la miel” fueron traídas por los europeos, probablemente entre los mismos granos o alguna herramienta o ropa infectada que trajeron a la California y que posteriormente se diseminó por los campos de cultivo. En el caso de la langosta no fue así, ya que este insecto habitaba en todas estas tierras milenios antes de la llegada de los misioneros. Con mucha tristeza, el ignaciano Miguel del Barco hace una comparación de la gran diferencia que existe en cuanto a la autonomía en producción de alimentos entre las Misiones del interior de la Nueva España y las de la península: en la California, siendo las lluvias tan pocas e irregulares, nunca se puede con solas ellas lograr alguna siembra. Añádanse las plagas de la costa, chahuistle y miel, que muchos años se padecen, y se hará una gran rebaja en las cosechas.

Muy interesante sería que un agrónomo o biólogo especializado en este tipo de plagas hiciera un estudio para identificar aquellas que atacaban los cultivos misionales, definir su ruta de migración, efectos y la manera en que se combatían en aquellos años para así tener una idea más completa de estos fenómenos que formaron parte de la vida Misional de la Antigua California.

 

Bibliografía:

Historia Natural Y Crónica De La Antigua California – Miguel Del Barco

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Los libros que impactan nuestras vidas

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hace muchos años, durante mis años de estudiante en la Preparatoria José María Morelos y Pavón —único Colegio de Ciencias y Humanidades en Baja California Sur— tuve a uno de los mejores maestros de mi vida, Héctor Domínguez Ruvalcaba (Hermosillo, 1962), de quien adquirí el pensamiento crítico y reflexivo y mi amor extendido por la literatura. Sus clases eran un deleite no solo por la manera en que exponía, sino por las lecturas que nos daba a leer.

Una de ellas fue El hombre unidimensional (One-Dimensional Man: Studies in the Ideology of Advanced Industrial Society, 1964), de Herbert Marcuse (Berlín, 1898 – Starnberg, 1979). Ese libro para mí fue un parteaguas, no solo por su sólida propuesta investigativa, sino por el modo disruptivo en que cuestionaba un sistema (capitalista y socialista), que a su vez nos mantenía adormecidos con la búsqueda incansable del éxito, el consumismo, la dopación continua por varias vías legales e ilegales. El libro era en suma un antivirus, un despertar a una realidad que tal vez la presentía, pero no con la brutal manera en que lo hace Marcuse.

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Años después descubriría, gracias a mi amigo Jorge Enrique Linares (Ciudad de México, 1970), al filósofo español Eduardo Nicol (Barcelona, 1907 – Ciudad de México, 1990), que habría de impactarme aún más en su libro El porvenir de la filosofía (1972), pues él hacía una revisión crítica del aparato del pensamiento y de cómo éste nos convertía más y más en los monos que alguna vez bajaron de los árboles para convertirnos en seres humanos, es decir, la razón tradicional, que es la pregunta, indaga y da respuestas, estaba siendo sustituida por la “razón de fuerza mayor”, que se caracteriza por darle prioridad a la supervivencia, a partir del desarrollo de la tecnología y del sistema de producción en el que nos desarrollamos.

Ambos libros formaron una ruta crítica. A lo largo de la vida de formación nos topamos con libros fundamentales, con autores y con personas que cimbran nuestras formas de ver el mundo y que nos hacen comprender que la realidad no solo es la que vivimos en nuestras familias o la que nos presentó la televisión por décadas, o la misma educación pública o la privada. Cada cosa nos ha llevando en algún sentido o en otro y reproducimos conforme crecemos nuestras alegrías, temores, afectos, desengaños, dificultades, conflictos. Todo eso nos hace una persona. Pero hay libros que en especial se convierten en verdadero paradigma, una paradoja que revienta nuestra monotonía y la encauza por otros senderos.

Es como salir de la caverna de Platón. O despertar. O alcanzar una especie de nirvana de la vida cotidiana. O simplemente tener una madurez que antes no habíamos adquirido. Tanto El hombre unidimensional y El porvenir de la filosofía son obras que permanecen incólumes al paso del tiempo, y conservan el centro motor de sus motivaciones, que es la visión de un mundo que no es como nos han dicho que es ni como debiera ser. Hay otros tantos libros, no sólo de filosofía, sino de literatura que han sido golpes a la conciencia, como el poema de Vicente Huidobro (Santiago, 1893 – Cartagena, 1948), Altazor (1931), que es un despertar a la realidad y de los efectos causados, y el poema de José Gorostiza (Villahermosa, 1901 – Ciudad de México, 1973), Muerte sin fin (1939), que es una lúcida visión de la muerte, Dios, nuestra condición efímera y de la relación del pensamiento con esos elementos.

Los años de formación no solo tienen que ver con tener una educación recibida en lo público o lo privado, sino en cómo esa educación no crea individuos críticos, salvo algunas excepciones en que nos topamos con maestros y maestras que destrozan nuestras manías, egos, prejuicios y nuestras creencias y pensamientos toman nuevos derroteros hasta hacernos verdaderos hombres y mujeres despiertos.

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Se renueva el Consejo de la Judicatura

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Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  El próximo 14 de febrero, deberá renovarse la plantilla de integrantes del Consejo de la Judicatura del Poder Judicial del Estado, en el entendido que ningún consejero puede reelegirse, con excepción del presidente, que permanece en el encargo mientras sea al mismo tiempo presidente del Tribunal.

Conforme a lo establecido en el Artículo 95 la Constitución del Estado, el presidente del Tribunal de Justicia estatal solo puede durar 3 años en el encargo, pero como en Baja California Sur la Constitución es letra muerta, con la complicidad por omisión del gobernador y gracias a la ignorancia e indolencia de nuestros diputados locales, el actual magistrado presidente del Tribunal de Justicia estatal detenta el encargo por 11 años, tras su cuarta “reelección” directa y consecutiva.

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El gobernador tiene la obligación de denunciar ante el Congreso dicha violación constitucional, y el Congreso debe actuar en consecuencia, instaurando el procedimiento que pudiera tener como consecuencia la destitución del magistrado presidente; pero el primero no denuncia y los diputados, aun pudiendo actuar de oficio, por ignorancia, negligencia y carencia de asesoría parlamentaria adecuada, son simples observadores mudos del ilegal actuar del titular de los designios que emite el Tribunal Superior de Justicia.

Con el escenario planteado, se renueva el Consejo de la Judicatura local. Cuatro consejeros entonces, serán removidos. Uno será designado por el gobernador, otro por el Congreso del Estado, y dos más por el pleno, bajo la férula del presidente del Tribunal, quien seguirá teniendo el control decisorio, pues el Consejo de la Judicatura, dada la sumisión y dependencia de sus integrantes, es un mero apéndice caro, una simulación, un costoso parapeto que pretende legitimar el control vertical que ejerce el presidente del Tribunal, con la solapadora venia del gobernador, y la penosa ignorancia inoperante de nuestros diputados locales.

El presidente en turno, por conducto del Pleno, elige a dos representantes: un magistrado y un juez. El magistrado será uno de sus incondicionales, y como “representante” de los jueces, la elección recaerá seguramente en una funcionaria judicial, cuyo mayor mérito es el ser actualmente y desde hace dos años… la secretaria particular del presidente.

El tercer consejero, será designado de manera directa, sin concurso ni examinación, con secrecía y en la privacidad de su despacho, por el gobernador, y el nombramiento recaerá sobre uno de sus allegados, alguno sin mayores aspiraciones en la próxima contienda electoral, y con los méritos suficientes para ganarse esta beca de ocio por los próximos cuatro años, con sueldo completo y prestaciones de primer nivel.

El último consejero será nombrado por el Congreso, mediante votación secreta, y la beca que ello implica se disputa entre un exmagistrado judicial, del grupo leonelista, dos “defensores” de los derechos humanos, un abogado civilista, y un asesor del Congreso, uno de ésos cuyas directrices poco afortunadas alimentaron el conflicto al seno del Congreso, que nos llevó a calificar la actual legislatura como la peor de la historia en el Estado.

En resumen, por el sistema de designación de sus integrantes, el Consejo seguirá siendo una burla, un mal chiste, y chiste caro.

A menos que el próximo gobernador y/o la nueva legislatura tomen cartas en el asunto y lleven a cabo una reforma judicial integral, constitucional y orgánica, el Tribunal de Justicia y la charada denominada “Consejo de la Judicatura”, seguirán siendo el coto de poder de un grupúsculo, al servicio del gobernador en turno.

Tal como está actualmente integrado, atendiendo a su ley orgánica, el Consejo carece de autonomía pues responde ante el Pleno, en casos de responsabilidad patrimonial1 quejas administrativas2 o responsabilidad administrativa3 depende presupuestalmente del presidente del TSJE4; sus actuarios dependen presupuestal, orgánica y jerárquicamente, del TSJE5 y las facultades de autoridad, supervisión y determinación, están reservadas en exclusiva para el presidente, y no se ejercen de manera colegiada ni se delibera en conjunto6.

En resumen, por su estructura, organización, funcionamiento y dependencia, el llamado Consejo de la Judicatura, que por mandato constitucional debiera ser un órgano autónomo, encargado de la administración, vigilancia, disciplina del Poder Judicial, así como de la selección, formación, actualización y evaluación de los funcionarios y auxiliares del Poder Judicial, y el desarrollo de la carrera judicial, misma que se regirá por los principios de excelencia, objetividad, imparcialidad, profesionalismo e independencia, pero…  en realidad, solo es un apéndice inútil y costoso, al servicio del presidente del Tribunal, y su principal objetivo, es “legitimar” el ejercicio vertical del poder al seno del Tribunal, y el manejo discrecional, opaco e irregular, de los millonarios dividendos que genera el Fondo Auxiliar para la Administración de Justicia, integrado con fondos públicos provenientes del pago de multas y depósitos.

 

(todos los Artículos en cita son de la Ley Orgánica del Poder Judicial del Estado de BCS)
1.- Artículo 14 fracción III
2.- Art. 14 fr. XVI
3.- Art. 14 fr. XXIX
4.- Art. 22 fr. XIII
5.- Art. 38
6.- Arts. 41, 49 fr. III, 53, 59 fr. III y XIII

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