Taxis vs Uber. Las batallas por las calles en Los Cabos

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La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Las primeras manifestaciones de los taxistas en Cabo San Lucas contra la entrada de las unidades Uber, son ahora nimiedades comparadas con el tipo de agresiones y violencia generadas con la escalada del conflicto por la pelea de las vialidades cabeñas; principalmente las de la zona turística de la urbe y las adyacentes a la carretera transpenisular hacia San José del Cabo. Retenciones de operadores, bloqueos viales y amedrentamientos verbales escalaron a choques, atropellamientos y golpizas, incluso a la agresión sobre los usuarios —en su mayoría turistas extranjeros. Esas son las escenas cotidianas de violencia por la defensa de un territorio otrora controlado por algunos grupos de taxistas locales, que obviamente no ven bien la entrada de una competencia, que los obliga a mejorar su servicio y a detener sus abusos en cuanto a los cobros de tarifas que se hacen al gusto del tripulante.

Una realidad en este complejo y primitivo asunto es que, a nivel mundial, Uber ha generado conflictos con los taxistas locales en las grandes urbes europeas, asiáticas y americanas, y sobre todo en éstas últimas, principalmente en Buenos Aires y Bogotá en donde las disputas han causado personas gravemente heridas. Por supuesto, las ciudades mexicanas no han sido la excepción. En todos lados la presencia del servicio de taxi por aplicación mediante dispositivos móviles de Uber y otras empresas ha ocasionado conflictos políticos, judiciales y callejeros.

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Otra realidad en este asunto es que, antes de la llegada de los servicios de transporte apoyados en nuevas tecnologías, a la mayoría de los taxistas locales, ya fueran los de la Ciudad de México, los de Cabo San Lucas o a los de cualesquiera otras urbes poco les interesaba el cliente, menos proporcionarle un buen servicio, ni su comodidad; les interesaba el cliente sólo monetariamente; y en muchos servicios los operadores cometían diversos robos, ya fuera con taxímetros alterados ­—cuando contaban con uno—, independientemente de si el servicio era diurno o nocturno, o simplemente cobrando el monto que se les antojara sin considerar la distancia a recorrer. Obvio, si no apoyabas tu propio atraco, pues no te proporcionaban el servicio; incluso algunos taxistas se daban el lujo de exponerte diversas excusas cuando les hacías la parada y les indicabas a que lugar te dirigías: “híjole joven, es que no voy para allá.”, “es que ya voy de salida”, “está muy lejos, luego quién me paga el regreso.”, “hasta allá son…”, obviamente pidiéndote una cantidad estratosférica por el servicio, monto que pocas veces un cliente estaba dispuesto a pagar; o condicionándote el traslado: “El pago es en dólares, eh!”. Todos los atropellos mencionados eran cometidos por operadores dueños de la unidad o por el chofer contratado por el propietario de la misma.

Debe quedar claro que no me refiero a todos los taxistas, pues en muchas ocasiones tuve servicios, además de eficientes, hasta interesantes, en los que platicar con el operador fue un verdadero abrevadero de todo tipo de conocimiento, desde curiosidades y trivialidades mundanas hasta conversaciones sobre política, religión, historia o filosofía; y es que uno nunca sabe quién labora detrás del volante y dependiendo del operario era el estado del vehículo.

Los servicios de Uber y otras plataformas aun no están regulados completamente y en varias ciudades operan violando las normativas de transporte público, lo que nos lleva al origen del problema: las autoridades. Fueron éstas las que permitieron la entrada de los servicios de este tipo, aún antes de regularizar sus permisos y equipararlos a los que ya obtenían los prestadores de servicios del lugar. Otro asunto son las irregularidades en las que muchos taxistas tradicionales operan: falta de tarjetón de identificación del conductor, unidades en pésimo estado y sucias, entre otras. Los grupos de taxistas a veces corresponden a una sola persona, quien es dueña de varias unidades y las da para ser operadas por terceros, un negocio bastante redituable que muchas veces opera irregularmente al amparo de autoridades que no ejercen las acciones correspondientes cuando se incumplen las normas; el negocio de los taxis se convirtió en un asunto de grupos de poder que controlan pequeños territorios, sobre todo en ciudades pequeñas, como es el caso de Cabo San Lucas.

Noticia nacional e internacional

Si las autoridades reguladoras de este tipo de prestación de servicios han brillado por su ineficacia, ahora hasta las autoridades viales y las municipales lucen por su incompetencia en el conflicto, que ya se ha salido de control, pues hasta los usuarios han sido agredidos. Cabo San Lucas es semana tras semana nota estatal, nacional e internacional por los eventos de violencia que ahí suceden; mientras las autoridades no toman acciones que frenen la violencia que se apodera de las calles del destino turístico más importante de Sudcalifornia.

Un taxista que embiste con su camioneta el auto de un conductor de Uber, vehículo que a su vez se impacta con un auto particular, con saldo de dos heridos; un grupo de taxistas que sigue a un vehículo de Uber y hace bajar al conductor en presencia de los turistas extranjeros que pretendían abordarlo, y ahí lo golpean brutalmente, además de amenazarlo de muerte; servidores públicos gritando a una mujer y a una niña que no aborden una unidad de Uber, al grado de provocar el llanto de la menor y hacer salir corriendo a ambas. Esas son las notas periodísticas que posicionan a Cabo San Lucas como una ciudad rudimentaria; a eso agregamos la violencia criminal que no cesa, tenemos un destino turístico de primera categoría ubicado en el nivel más atrasado de gobierno y civilidad. Los videos tomados por ciudadanos sobre esos sucesos cunden en las redes sociales; esa imagen de sudcalifornianos violentos y primitivos que se pelean a golpes las calles, incluso en detrimento del turismo internacional son la estampa que está caracterizando la Presidencia Municipal de Armida Castro.

La violencia ha llegado a tal grado que algunos dueños de negocios como hoteles y restaurantes han solicitado de manera pública a sus clientes evitar el uso de la plataforma Uber, aduciendo que es ilegal en México y que contratar sus servicios puede generar más violencia con el gremio de los taxistas. El conflicto está desbordado en Los Cabos, las batallas por las calles amenazan con esparcirse a otros lugares de la entidad; mientras las autoridades brillan por su ineficacia en el cargo y el usuario nacional o extranjero es agredido con toda impunidad.

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La Última Trinchera

Roberto E. Galindo Domínguez

Sudcaliforniano por decisión. Escritor. Maestro en Apreciación y Creación Literaria (Casa Lamm) y en Ciencias en Exploración y Geofísica Marina (Instituto de Geofísica-UNAM). Licenciado en Diseño Gráfico (Facultad de Artes Plásticas-UNAM), en Arqueología (ENAH) y en Letras Hispánicas (UAM). Investigó barcos hundidos y restos culturales sumergidos (INAH). Fue profesor en la ENAH y la UnADM. Tiene un libro y ensayos científicos en publicaciones nacionales e internacionales. Escribe en “Contralínea” y “El Organismo”. Ha colaborado en “Gatopardo”, “M Magazine” y otras revistas. Red Voltaire Internacional (París) seleccionó y publicó 29 de sus textos. Doctorante en Investigación y Creación de Novela (Casa Lamm). Miembro del Taller de la Serpiente y Mar Libre.

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