De la pesca al turismo

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La Medusa

Por Mónica Rivera

 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Son las 5 de la madrugada, aún no clarea y Silvio entra en la cocina a buscar su taza de café. La cocina de Alma despertó desde hace casi una hora y el café está en su punto, en cuanto escucha los pasos de Silvio pone la talega y le sirve su humeante taza. El mar está calmo, será un buen día. Silvio se dirige a la playa en donde algunos ya se encuentran yendo de un lado a otro: poniendo una cosa aquí, otra allá, jalando el cabo, atando la boya. En silencio preparan lo necesario, Silvio, quién es el capitán de La Dos Mares, prepara el motor para bajarlo, mientras Valerio empuja la embarcación y da un brinquito para subirse. Las maniobras fueron fáciles, no hay viento. Tendrán que navegar cerca de 2 horas para llegar a donde está tendida la red. Silvio recuerda cuando era joven y no tenían que ir tan lejos. La faena que les espera es pesada.

A las 10 de la mañana regresaron. La pesca fue muy poca y mucho el esfuerzo, están agotados. Van a almorzar para luego procesar la captura. Haciendo cuentas de este día, tal vez quedarán 500 pesos libres, que se tendrán que dividir entre los dos. Se tiene que juntar la captura, de al menos 3 días, para mandarlo a La Paz. La gasolina ha subido mucho, pero el precio al que les compran el pescado sigue igual. Lo que sí ha subido es el precio al que se vende en La Paz. El kilo de Jurel se lo pagan a Silvio a $ 40.00, mientras que en el mercado lo venden al público en $ 250.00. Si tan solo se los pagaran a 50 o 60 pesos ganarían un poco más, pero la comercialización es complicada. Han pensado en ir a vender el pescado ellos, hasta el mercado, pero su lugar de trabajo está muy lejos; cuando terminan de limpiar todo ya están tan cansados, que solo quieren una taza de café más y contemplar el mar, ese mar en el que cada día se adentran.

Por la noche, después de haber ido a tender redes y tomado el último café del día Valerio piensa en la posibilidad de tramitar un permiso de turismo. Su compadre Adalberto entró a una cooperativa de turismo y les está yendo bien.

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La pesca artesanal en México, es decir, la que se realiza en embarcaciones menores (de máximo 10.5 metros de largo) y no se aleja más de 12 millas (aproximadamente 20 kilómetros) de la costa, contribuye de forma importante a la economía del país y de miles de familias; ya que es el sustento para más de 300000 pesonas. Además, esta actividad aporta proteína de alta calidad a nuestra dieta. Desafortunadamente, a pesar de ser la pesca tan importante, la mayoría de las comunidades pesqueras, presentan altos niveles de marginación y acceso limitado a los bienes y servicios indispensables, para lo que conocemos como bienestar. Por lo anterior, muchos pescadores, tanto de La Paz, como de otras comunidades de México se enfrentan al dilema de continuar pescando o cambiar de actividad económica, a una que les dé mayores ganancias.

Cuando un grupo de personas, que históricamente, ha realizado una actividad productiva, cambia para realizar otra, se le llama reconversión productiva. Dicho cambio, puede ser a cualquier otra actividad económica, que les provea mayores beneficios. En las costas y específicamente para los pescadores, una actividad alternativa, que ha sido impulsada desde diferentes instancias de gobierno y asociaciones de la sociedad civil es el turismo.

La reconversión de la pesca al turismo es cada vez más común y ha sido exitosa en algunas comunidades de Baja California Sur. Uno de los ejemplos más antiguos y sonados, se encuentra en Cabo Pulmo, en donde, desde hace más de 50 años, la familia Castro complementaba sus actividades pesqueras ofreciendo algunos servicios relacionados con el turismo. Todo surgió cuando una persona, que se dedicaba al buceo en Cabo San Lucas, llegó a Cabo Pulmo atraído por la excepcional belleza del paisaje, tanto marino como terrestre. Fue a principios de la década de 1980, cuando José Luis Sánchez le pidió apoyo a Juan Castro, para que, en su pequeña embarcación llevaran turistas, a bucear en el arrecife. Con la amabilidad que caracteriza a tantos pescadores de nuestras tierras, Juan accedió y llevaron a los primeros turistas, que bucearon en Cabo Pulmo. De esta forma se convirtió en el primer prestador de servicios turísticos, no oficial, en este sitito.

Juan no tardó en darse cuenta del potencial que esta actividad tenía porque, al llevar personas a bucear, empezó a tener mayores ganancias que con la pesca; además de que representaba un esfuerzo menor. Pero fue hasta 1990 cuando formalmente se conformó la primera empresa, en la comunidad, dedicada al turismo. Después de muchos años, de notar la disminución en la cantidad y tamaño de los recursos que pescaban; de notar que con las anclas de sus embarcaciones dañaban la estructura del arrecife y percatarse de que la observación de la fauna marina les dejaba mejores ganancias, que lo que obtenían por pescarlas.

La vida marina y los paisajes que pueden observarse en Cabo Pulmo son realmente extraordinarios. Dicha belleza, aunada al trabajo constante de las personas de la comunidad; su capacidad de organización; la valoración que tienen de la naturaleza y el apoyo de organizaciones de la sociedad civil como COBI, Niparaja, Pronatura Noroeste, Instituto Costero de BCS (BCI), Centro para la Biodiversidad Marina y la Conservación (CBMC), la organización surgida en la comunidad Amigos por la Conservación de Cabo Pulmo, así como la Universidad Autónoma de Baja California Sur e instancias gubernamentales; ha llevado a que hoy en día Cabo Pulmo sea un ejemplo de conservación a nivel mundial y un lugar que miles de turistas visitan cada año.

Además del buceo, otra actividad turística, que goza de fama tanto local, como internacional, es la observación de ballena gris. Alguna vez llamadas peces del diablo y ahora conocidas como amistosas. Y como no iban a comportarse como endemoniadas estas ballenas, si como nos cuenta aquí en CULCO, Francisco Draco en su ensayo Las sergas de Scammon, o la caza de ballenas en la Sudcalifornia las ballenas grises fueron asediadas y cazadas desde aproximadamente 1854, hasta 1900, llevándolas al borde la extinción. Posteriormente fueron protegidas y sus poblaciones se han recupera al grado que ha habido intentos de volver a cazarlas, sin embargo, México ha optado por su protección y ahora la única actividad permitida es la observación con fines recreativos y de investigación.

En la Laguna San Ignacio cuenta la historia que vivió el primer hombre que interactuó amistosamente con una ballena gris, él fue Don Francisco Mayoral González, mejor conocido como Pachico. Cuenta Pachico, con sus propias palabras, que por allá por el año de 1972 salió a pescar como siempre, ese día iba solo en la panga, iba a sacar mero, cuando una ballena gris apareció a un lado de la lancha, se sumergió y salió del otro lado. Al principio se sorprendió, incluso reconoce que se asustó. Pero el enorme animal se quedó quieto a un lado de la panga y Pachico se sintió obligado a poner la mano en el agua y la tocó. Para su sorpresa la ballena se quedó muy quieta ahí, pasaron cerca de 40 minutos hasta que la ballena se alejó de la panga, desde entonces Pachico las consideró parte de su familia y las esperaba cada año a que regresaran.

Para 1975, Ray Gilmore describió el comportamiento de la ballena gris como amistoso. Las ballenas adultas, jóvenes e incluso las madres con cría se aproximan a las embarcaciones y permanecen cerca de ellas. Permiten que las personas toquen su abdomen o su cabeza. Esta conducta aún no tiene explicación, se cree que pueden sentir curiosidad por el ruido de baja intensidad de las embarcaciones o que buscan estimulación sensorial. La realidad es que se comportan un poco parecido a los perritos caseros, cuando se echan de panza, para que le hagamos una caricia, la diferencia estriba en que estos perritos marinos (las ballenas) pueden medir hasta 15 metros y pesar 20 toneladas.

La observación de ballena se encuentra ya bien establecida en la Laguna San Ignacio, en Laguna Ojo de Liebre y en Puerto Adolfo López Mateos, localidades que se encuentran en la costa Pácifica de la península. Sin embargo, no son los únicos lugares en donde pueden observarse ballenas grises. Puerto Chale es una comunidad, en la que sus habitantes se dedican principalmente a la pesca y recientemente, algunos de ellos han incursionado en el turismo. De la misma forma, que en Cabo Pulmo, llegó un buzo buscando panga para ir a realizar la que próximamente sería una prominente actividad económica. En Puerto Chale llegaban personas (principalmente mexicanos) que buscaban quién los llevara a ver ballenas. La voz de que en Puerto Chale se podía observar ballena gris se fue corriendo y en 2018, el municipio de La Paz empezó a promover a Puerto Chale como un sitio de observación de ballena. Si bien es una propuesta que no ha surgido de la comunidad, una gran cantidad de pescadores, como Silvio con quien inició esta historia, están pensando seriamente en cambiar su actividad (es decir realizar una reconversión productiva).

El turismo, es una de las principales fuentes de ingreso para el país, sin embargo, se debe tener en cuenta, que para que esta actividad siga siendo redituable, es necesario mantener ecosistemas saludables y cuidar a las especies de interés.

Para ello, es indispensable la auto-organización de la comunidad que les permita tomar decisiones y establecer el rumbo hacia el cual, orientarán sus actividades. Además, el apoyo de especialistas, organizaciones de la sociedad civil e instancias de gobierno es necesario para contribuir a la ordenación y planeación de su territorio, así como implementar la regulación de las actividades productivas.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

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La Medusa

Por Mónica Rivera

Bióloga Marina, apasionada de la naturaleza y del estudio de la vida. Nació en 1973 en la vertiginosa Ciudad de México —entonces Distrito Federal—, pero creció en Sinaloa en un pueblo sin mar. Se trasladó a la ciudad de La Paz en 1992 para ser Bióloga Marina —donde más tarde se graduó como Doctora en Ciencias Marinas por CICIMAR-IPN— quedando atrapada en las redes de este bello y maravilloso puerto de ilusión, redes de las que no ha podido o no ha querido desenmallarse. Realiza la labor docente y de investigación en la Máxima Casa de Estudios del Estado.

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