Alicia y el ajedrez de las maravillas. Filosofía de las matemáticas en el ajedrez

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FOTO: Internet

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

Están jugando un partido de ajedrez,
el mundo entero es un gran tablero
Alicia a través del espejo

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Interpretar, decodificar, hacer hermenéutica, juzgar o hablar sobre las obras de Lewis Carroll que incorporan espejos, tiempo, naipes, flamencos, espacio, hongos, conejos blancos y reinas decapitadoras; es prácticamente infinito. Psiquiatras, políticos, académicos, filólogos, poetas, matemáticos, diletantes, sociólogos y, por supuesto, ajedrecistas han intentado explicar el universo de Alicia.

El primer conflicto surge en el seudónimo, Charles Dogson y Lewis Carroll no parecen la misma persona. Dogson fue un profesor, religioso y matemático brillante, flemático, apegado a la razón. Lewis Carroll fue un poeta.

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Acusado de pedofilia por sus extemporáneos, debido a su afición por retratar niñas semidesnudas, este diácono de Oxford ha sido calumniado y alabado por igual. Se le ha acusado por  enviar cartas de amor a Alice Lidell, su musa de 11 años.

Richard Wallace propuso en 1996 que Dogson fue  Jack el destripador. Algunos psicoanalistas modernos le utilizan como blanco de sus pervertidas conclusiones pseudocientíficas. Para otros, fue un santo, un misántropo virgen que sólo se sentía a gusto en la compañía de criaturas tan inocentes como él.

65 años antes de que Godel enunciara su principio de incompletitud que pondría coto a la pretensión de que las matemáticas eran verdaderas, Lewis Carroll ya lo había anticipado en el libro que le dedicó a Alicia. Como profesor de lógica, una de sus obsesiones era contestar la pregunta sobre si es la locura la que nos hace pensar que todo es lógico o es la lógica la que nos lleva a la locura.

Alicia y su mitología creciente, se ha desarrollado como una alegórica bola de nieve. Al carecer de sentido, las múltiples interpretaciones son casi tantas como lectores haya. Para unos la tesis principal es el sinsentido de un mundo férreamente lógico, para otros una crítica a la época victoriana, incluso a la propia reina. Unos se inclinan por una anticipación profética a la teoría de la relatividad; otros por un criptograma a decodificar; al igual que  Wallace pensó, anagramas que dejaba como pistas de sus asesinatos hipotéticos. Para Borges era una pesadilla perfecta, por aquello del espejo y el laberinto; para Bergson, comedia pura.

En A través del espejo y lo que Alicia allí encontró, el poeta plantea una metáfora ajedrecística o quizá un problema por su forma de ser enunciado. Destaca como ajedrez féerico y, en efecto, todo el libro se puede leer sobre esta base. Alicia es un peón blanco  que se coronará y ganará el juego a las piezas rojas. Antes de comenzar la historia, aparece el siguiente diagrama.

El peón blanco (Alicia) juega y gana en  11 movimientos

El autor explicó su problema en el  prefacio de 1896.

Como el problema de ajedrez ha intrigado a algunos de mis lectores, debo explicar que está bien estructurado, al menos en cuanto a movimientos se refiere. Todo lo más, cabría señalar que la alternancia de jugadas entre “blancas” y “rojas” no se produce tan regularmente como cabría desear y que cuando hablo de “enrocar” me refiero al hecho de que, tanto las reinas como Alicia, han entrado en el palacio. Pero todo lo demás —el “jaque” al Rey Blanco en la sexta jugada, la muerte del Caballo Rojo en la séptima y el “jaque mate” al Rey Rojo— se ajusta con fidelidad a las reglas del juego, como puede comprobarlo todo aquel que se tome la molestia de realizar dichas jugadas sobre el tablero.

Diversas hipótesis se han desarrollado para resolver el problema.

El matemático Martin Gardner denunció lo absurdo del problema subrayando dos inconsistencias.

  • Las blancas juegan muchas veces más que las rojas sin alternar sus movimientos. Las rojas sólo realizan 3 jugadas. Las blancas 13, de las cuales 8 son consecutivas.
  • Cuando la Reina Roja se acerca a Alicia —que ya a estas alturas es Reina coronada—pone en jaque al Rey Blanco sin que la otra Reina se percate ni la defienda.

Otra interesante característica que hace del problema el clásico ajedrez de las hadas, es el enroque de reinas. Carroll lo justifica como una entrada a sus casas. Enrocar es un verbo que describe el desplazamiento simultáneo de dos piezas. En este caso, semánticamente es correcta la noción de enroque, aunque etimológicamente no, pues enroque proviene de Roque, palabra que antiguamente designaba a la torre, del árabe Rokh o Rujj. Es por eso que el enroque se refiere al movimiento del rey y una de las torres. En inglés, se escribe to castle refiriéndose a lo mismo. Por lo tanto, las reinas y Alicia entran al castillo, se “enrocan” o sea they castle in.

John Fisher cuenta en su libro The magic of Lewis Carroll, la investigación del reverendo Ivor Davies que buceó en la biblioteca del poeta. Davies sugirió que Carroll no violaba las reglas sin que hubiese una trampa, una coartada o un mensaje escondido. El escritor se aficionaba a las cartas cifradas. Había que leerlas de abajo hacia arriba y de derecha a izquierda, pues la inversión afectaba al orden de las palabras pero no a su significado. Entre los libros que Davies encontró en la biblioteca estaban dos manuales del gran Howard Staunton y The art of Chess play de Walker. En uno de los libros de Staunton se puede leer que en su remoto periodo de nacimiento, el ajedrez fue un juego basado en el azar. El turno de las jugadas se decidía echando los dados. Tal vez en este azar radique la clave por qué las blancas tuviesen prioridad en la extravagante partida.

Taylor la interpretó como un símbolo antagónico entre el ala conservadora contra el ala radical de la Iglesia anglicana en Oxford. El autor nota que la dogmática Reina Roja siempre se sitúa espacialmente a la derecha de Alicia, mientras que la insegura Reina Blanca, se sitúa a la izquierda de la niña.

Algunos explicaron la posición como una alegoría política, la situación de las alianzas entre estados que dio origen a la Primera Guerra Mundial.

Hay interpretaciones aún más fantásticas. En su libro “Alice et le maître d’échecs” el ajedrecista Chistophe Leroy defiende la tesis de que el problema de ajedrez que plantea Carroll es en realidad una carta en clave en donde Carroll pide la mano de Alice Liddell. La batalla entre las rojas y las blancas es un símbolo amoroso, las blancas serían el amor puro mientras que las rojas representarían el amor pasional. Leroy también apuntala que el número 42 es la clave fetiche para entender al matemático.

En “Alicia en el país de las maravillas” hay 42 ilustraciones de John Teniell, además en el juicio contra Alicia el rey dice que el Artículo más antiguo del tribunal es el Artículo 42 que ordena a toda persona mayor de un kilómetro de altura abandonar la sala.

En el problema de ajedrez que nos ocupa, siempre según Leroy, al sumar los valores clásicos de las piezas que hay en el tablero después del enroque de las dos reinas obtenemos lo mismo.

3 reinas equivalen a:                                                              30 puntos

1 torre equivale a:                                                                    5 puntos

2 caballos equivalen a:                                                            6 puntos

La pequeña Alicia como peón equivale a:                               1 punto

________

Volia!                                                                          42 puntos

El juego se presenta en dos columnas de 10 y 11 semi movimientos (2 x (10+11) = 42).

El problema contiene 14 movimientos de las blancas y 3 movimientos de las piezas rojas (3 x 14 = 42).

Leroy alega que el personaje del caballero rojo es en realidad el autor en la forma de Lewis Carroll mientras que el caballero blanco es el autor en la forma de Charles Dogson y cuando este se encuentra con Alicia ya fuera del tablero, esto significa el fin de la relación niña adulto entre los dos. En esta jugada es justo cuando la suma de todas las piezas da como resultado 42.

Sobre los simbolismos en las letras escondidas y el movimiento de las piezas, el autor encuentra que:

El peón es Alicia. Los caballeros se mueven en forma de L (como el caballo) hacia ella. Y esa L es la “L” de Lewis, Love y Liddell. El caballero rojo hace jaque para capturar al peón Alicia.

El rey blanco sería el padre de Alicia, la reina blanca la madre mientras que la reina roja es la mismísima reina Victoria. La torre blanca sería la torre de Londres, metáfora de la censura sexual de la época victoriana, de la represión sexual del autor ante una sociedad que no puede comprender su amor por esa niña. Mientras que el rey rojo… ¿quién es el rey rojo?

Semejante numerología sería un alarde demencial sino es porque el mismo Carroll era un brillante matemático que jugaba con enigmas. ¿Lo resolvió Leroy?

¿Y si todo fue y es realidad? Dogson fue Carroll, un pervertido y santo pedófilo inocente, que escondía pistas en un complicado juego numerológico, un obseso de la semiótica más intrincada, un diácono tartamudo que rajaba prostitutas en Whitechapel, un autor rico, un hombre que le propuso matrimonio a su musa por medio de un problema de ajedrez fantástico.

O lo contrario.

Carroll le respondió a un amigo norteamericano que le preguntaba sobre el significado de su poema “La caza del Snark”:

Mucho me temo que no quise decir nada más que cosas sin sentido. Aun así, tú sabes, las palabras significan más de lo que nosotros deseamos expresar con ellas cuando las usamos; por lo que todo un libro podría significar mucho más de lo que supone el escritor. Así que, sean cual sean los significados que estén en el libro. Me alegra aceptarlos como el significado del mismo.

A final de cuentas, estamos en el país de las maravillas. [1]

 

 

[1] Para un excelente estudio sobre el ajedrez en la obra de Carroll recomiendo:

Carroll, Lewis; Alicia a Través del Espejo (Prólogo por Jaime de Ojeda); 1996; Alianza Editorial S.A.; Madrid.

El libro de Leroy lo puede consultar en línea:

Leroy Christophe;  Alice et le maître d’échecs, 2008. URDLA, Hudle.

 

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

 

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

Doctor en Ciencias Marinas. Recibió el Premio Internacional de Divulgación Científica “Ruy Pérez Tamayo” en 2012. Entre sus libros sobre temas científicos destacan “Tiburones, supervivientes en el tiempo” y “Ensayos en Filosofía Científica” en coautoría con David Siqueiros.

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