Ya no estoy aquí: la voz del extinto movimiento “kolombia”

image_pdf

FOTOS: Internet

Kinetoscopio

Por Alejandro Aguirre Riveros

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Ya no estoy aquí” da voz a una cultura underground ahora casi extinta: el famoso movimiento “kolombia” neoleonés. Una tribu urbana conformada por hijos o nietos de migrantes provenientes de estados del sur y centro del país que decidieron buscar trabajo en Monterrey. Jóvenes y adolescentes de familias foráneas cuya vida giraba en torno a un marcado gusto musical por las cumbias vallenatas, importadas a Nuevo León desde Estados Unidos por la constante ola migratoria de países centroamericanos como Colombia.

El sello distintivo de esta tribu era su ropa tumbada en una mezcla entre cholo, punk y pachuco, con sus exuberantes patillas y cortes de pelo, paliacates y converse en actitud desdeñosa y gallarda a la vez. Atuendos característicos con los que estos morros se abrían paso en las pistas de baile al ritmo del muy peculiar chuntaro style: un estilo de baile urbano que guarda cierta similitud al Gangsta Walk afroamericano pero en su vertiente latina y cumbiansera.

También te podría interesar: El sembrador: una oda a la vocación de maestro

Así fue como, alrededor de la llamada cumbia rebajada, comenzó a surgir en las periferias de Monterrey una forma muy particular de vida donde toquines, bailes y fiestas, así como peleas y pugnas territoriales, se entremezclaban con el sentimiento de rechazo y marginación por parte de una de las ciudades más ricas del país que los llamaba nacos y chundos. Un rechazo social generalizado que facilitó que el narco barriera con este movimiento contracultural a base de balaceras y luchas por expulsarlos de sus propios barrios. Una purga enmarcada por el inicio de la guerra del narcogobierno de Calderón en el que los corridos, la tambora sinaloense y la moda buchona pasaron a dictar gustos y afinidades conforme extendía su dominio sobre el mercado de estupefacientes en estos barrios periféricos.

Fernando Frías, director y guionista de la cinta, retoma esta realidad para narrar una odisea moderna protagonizada por un Ulises adolescente, cholo y terco que termina siendo desterrado de su barrio, bajo amenaza de muerte, obligado a cruzar la frontera como ilegal y encarar la soledad del sueño americano a sus diecisiete años. Sin hablar una pizca de inglés se descubre perdido en las frías calles de Nueva York, arrastrando a cuestas un estilo de vida que lo vuelve huérfano e incomprendido. Relato que se entremezcla en una serie de flashbacks con los encontronazos entre la naciente narcocultura y la clica del movimiento kolombia que hasta entonces había dominado las calles del famoso Cerro de la Campana.

Se trata de una película que mezcla documental con ficción a través de actores no profesionales y el uso de las locaciones reales en las que el movimiento “kolombia” echó raíces: barrios, canchas y callejones de las periferias de Monterrey. Locaciones que son explotadas a través de un estilo visual que rompe con el viejo molde de la película social filmada cámara en mano para dar un sentido propio a las angostas callejuelas del Cerro de la Campana y que contrastan con el universo multiétnico de Nueva York. Factor al que se suma la impecable actuación de Juan Daniel Garcia Treviño, quién protagoniza la cinta con gran aplomo y presencia, a pesar de ser su primera participación frente a las cámaras. Se trata de un joven que siendo músico del mismo barrio en el que se desarrolla la cinta, acudió al casting llamando la atención del director, quien lo seleccionó a pesar de no saber bailar. Habilidad que García Treviño se vio obligado a desarrollar con gran maestría a pesar de tener una lesión en ambas piernas, producto de un atropellamiento durante su infancia, que complicaba las largas sesiones de baile. Un mérito que habla de un compromiso actoral poco común entre los llamados “no actores” y que, sin duda, da a la película una profunda autenticidad.

Ya no estoy aquí” ganó el premio a la mejor cinta en el Festival Internacional de Cine de Morelia en 2019 y fue recientemente estrenada en Netflix. Con ella, Fernando Frías de la Parra resalta como director al hacer una profunda reflexión sobre la búsqueda de la identidad en un mundo globalizado cuya multiculturalidad choca con un sentimiento generalizado de rechazo, alienación y abandono.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

Compartir en
Descargar
   Veces compartida: 27

Kinetoscopio

Alejandro Aguirre Riveros

Originario de la Ciudad de México (30 de junio de 1985). Licenciado en Ciencias de la Comunicación por el ITESO. Ganó el premio al Mejor Documental en la Semana Municipal de Video de Guadalajara, obtuvo el primer lugar en la categoría Fotografía del Festival Universitario de la Comunicación y dirigió un corto experimental seleccionado por el Festival de Arte Chroma y el Tijuana Freakfilm Festival. Al egresar trabajó como videoasta y fotógrafo hasta que una enfermedad autoinmune devoró la superficie de sus ojos obligándolo a volcar su creatividad en la literatura. Premio Estatal de Cuento Ciudad de La Paz 2015 y finalista del Primer Torneo de Guión de Escribe Cine A. C. Actualmente dirige el taller de guión cinematográfico del Instituto Sudcaliforniano de Cultura.

Compartir
Compartir