Sexo en solitario: el tabú de la masturbación

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FOTO: Stephanie Sarley

Sexo y psique

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿De dónde nace el miedo al placer? Desde pequeños nos han enseñado que las conductas recatadas, la inocencia y falta de deseo sexual son cualidades que se deben de enaltecer, sin embargo, ¿por qué el goce sexual tendría que ser un defecto?, esto aplica tanto para mantener relaciones sexuales como para la autoestimulación, más conocida como masturbación.

La masturbación ha sido considerada como un tabú para muchas personas históricamente, incluso la religión la ha tachado de ser un pecado por separarse de lo que ellos creen es el objetivo central de la sexualidad humana: la procreación.

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Si bien la biblia no tiene un pasaje específico en contra de la masturbación, se suele asociar con la historia de Onán — Génesis 38:9-10—, donde él se niega a cumplir con su deber de proveer un heredero para su hermano fallecido vertiendo en la tierra su esperma. El pasaje está más asociado al coitus interruptus que a la masturbación, pero se ha utilizado como referente.

Sin embargo, en la historia de la humanidad no estuvo siempre prohibida, en la antigua Grecia, en el siglo II d.C. el médico Galeno consideraba la masturbación como una manera de liberarse del exceso de esperma, lo que conllevaba a mantener la salud del cuerpo, o sea predicaba la masturbación terapéutica; por aquel entonces, se defendía la masturbación, pero no en exceso sino conforme a la necesidad que dictara la propia naturaleza y se consideraba que era más eficaz para la salud que el coito, ya que este tampoco era adecuado en cualquier momento ni para todos los hombres.

Conforme la Iglesia Católica fue expandiendo su influencia y poder, fueron prohibiendo cosas y acciones que consideraban paganas, esto dio como resultado que para el siglo IX, Agustín de Hipona enseñara que la masturbación y otras prácticas sexuales sin penetración eran pecados peores que la fornicación, la violación, el incesto o el adulterio.

Profesaba que, al ser actividades sexuales no reproductivas eran pecados antinaturales, porque eran anticonceptivos. Al contrario de las otras que podían conducir al embarazo, considerados pecados naturales, y por esto eran menos graves que los pecados antinaturales. Además, a esto se le suma que al llegar a la Edad Media, se agudizó su prohibición cuando la Iglesia Católica comenzó con Las Cruzadas, en donde se necesitaban más soldados para recuperar el territorio santo, lo que llevo a que la masturbación se ratificara como pecado.

Al mismo tiempo, el teólogo y filósofo Alberto Magno — siglo XII— concluyó que el semen provenía del cerebro debido a la similitud entre ambos —por la materia gris, por lo que si un hombre se masturbaba quedaría mentalmente perturbado. Por lo que la masturbación además de ser pecado pasa a ser una enfermedad. Esto da pie a que se le comience a estudiar desde otra perspectiva.

A finales del siglo XVI y durante el siglo XVII se publicaron diversos panfletos que exponían los daños físicos y mentales que traía la masturbación. Para mediados del siglo XVII, en 1758 un médico suizo llamado Tissot llegó a afirmar que la masturbación era la más mortífera y siniestra de las prácticas sexuales y que al daño físico y psíquico se le aunaba un daño moral, con el castigo divino consiguiente. También afirmaba que la pérdida de una onza de semen por vía masturbatoria era tan debilitante como la pérdida de 40 onzas de sangre. Estas ideas fueron seguidas por el psiquiatra alemán Krafft-Ebbing, que en 1886 difundió la idea de que, en la base de ciertos cuadros psicóticos, estaba la práctica masturbatoria.

Desde el siglo XIX la medicina y la psiquiatría culparon a la masturbación de ser el origen de la depresión y la psicosis delirante. Sin embargo, el problema era cuando la persona se auto proporcionaba el placer, ya que cuando Sigmund Freud inventa la histeria como enfermedad mental, las mujeres de la época victoriana acudían al médico a tratarse la histeria por medio de masajes clitoreideos, ya que se creía que el orgasmo — conocido como paroxismo histérico— curaba la histeria, debido a que se consideraba que el deseo sexual reprimido era una enfermedad. Esto dio pie a que se inventara el vibrador y que gran parte del siglo XX se vendieran junto con las secadoras para cabello o planchas para el hogar.

Es hasta mediados del siglo XX donde los vibradores adquieren mala fama, básicamente por dos razones, la primera se debe a que la Asociación Psiquiátrica Americana quita a la histeria como enfermedad mental, y que la industria de las películas pornográficas mostraban a actrices utilizando el vibrador como juguete sexual. Los vibradores, que se vendían como utensilios de terapia, cayeron en desuso al descubrirse que la histeria ya no era una enfermedad, estas terapias se volvieron solo sesiones de masturbación, esto va de la mano con verlos reflejados en la pantalla grande del cine porno, lo que causo que las personas vieran a los vibradores como objetos de perversión sexual y fueran retirados del mercado.

Para 1948, el científico Alfred Kinsey publica los resultados de más de 15 años de investigaciones sobre la conducta sexual humana. Una de las contribuciones más importantes de ese trabajo fue precisamente considerar a la masturbación como algo normal y debilitar el estigma que la rodeaba.

Los resultados eran reveladores: el 97% de los hombres y el 62% de las mujeres se habían masturbado alguna vez en su vida y habían alcanzado el orgasmo. Lo curioso, es que la sociedad norteamericana acepto fácilmente que los hombres en su mayoría se masturbaran, pero no perdonó que mencionara que lo hacían también las mujeres.

Como se ha visto, la guerra contra la masturbación es amplia y en muchas ocasiones sin sentido. Tenemos el ejemplo de John Harvey Kellogg, que inventó su famoso cereal para evitar que los hombres se masturbaran, pensaba que una comida simple y sana era capaz de reprimir los impulsos. Otro ejemplo son los mamelucos o pijamas de cuerpo entero, en donde se dejaba el cierre por la parte de la espalda para que los niños no tuvieran acceso a la zona genital. O de manera más drástica, los aparatos que no permitían al pene erectarse, se colocaban por las noches a manera de cinturón y eran sumamente dolorosos.

En la historia de la sexualidad humana, del goce y del placer, no podemos obviar que las religiones han jugado un papel muy importante para satanizar la mayoría de las prácticas sexuales y, si tomamos en cuenta que el Estado y la religión tienen relativamente poco tiempo de estar separados, no es de extrañar que muchos políticos de derecha sigan navegando con valores morales impuestos por determinada religión y quieran gobernar a un pueblo multicultural, solo con su visión del mundo.

Es por esto que en la actualidad se busca reivindicar a la masturbación, para empezar desde la forma de nombrarla: la palabra masturbación provendría del vocablo latino manus stuprare, algo así como cometer estupro contra uno mismo utilizando las manos, por lo que desde su origen tiene una connotación negativa. Es por esto que se propone nombrarla como autoerotismo, y se busca que cada persona aprenda a conocer su cuerpo tal como es, sin tabúes o miedos irracionales.

Hoy sabemos que el autoerotismo tiene múltiples ventajas, como ayudar a inducir el sueño, previene los cólicos menstruales, ayuda al sistema inmunitario, ayuda a reducir el estrés, genera sensaciones de bienestar, entre otras. Pero lo más importante es que, a medida que una persona conozca su propio placer y las formas de llegar a él, podrá verbalizar con seguridad qué le gusta y qué no, además de no ser dependiente de otro para darse placer.

 

Bibliografía

  • Burgos, G. (2012). La masturbación. De Vecchi Ediciones. México
  • Espitia, J. y Torres, Y. (2017). La masturbación, una práctica común en adolescentes. Psicología y Sexualidad.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

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Sexo y psique

Andrea Elizabeth Martínez Murillo

Psicóloga y Sexóloga. Nació en la ciudad de La Paz, BCS, el 2 de noviembre de 1988. Licenciada en Psicología por parte de la Universidad de Guadalajara, Jalisco, en 2012 y futura maestra en Educación Sexual por parte de Centro de Educación y Atención en la Salud y la Sexualidad (CEASS) en Guadalajara, Jalisco. Ha sido docente de Bachillerato desde 2015 y responsable de dos planteles de Educación Media Superior. Ha impartido talleres a estudiantes y docentes por todo el estado a la par de trabajar la parte clínica de la psicología.

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