Parcela blanca, de Kenia Cano, naturalezas muertas y vivas

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El librero

Ramón Cuéllar Márquez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Siempre hay que buscar la poesía vital de Kenia Cano, en especial ahora en su nuevo libro Parcela blanca (2023, Bonobos Editores), que como un caballo corre en la pradera del arte, uniéndose al viendo estético del verso y a las imágenes recreadas al paso de las crines de la bestia, que no detiene su carrera hacia el horizonte que significa. Recorre así las salas del museo en la vida, se desconcierta, se aviva con otros relinchos, otros belfos que se encuentran en las redes interminables de los objetos que están por aquí y allá.

Ninguno de esos animales podrá desconocer que en los alrededores otras obras y otros pintores en la historia del arte acompañan su troteo, pues a lomo o ensillado los potros, su manada, se acompañan siempre de su vigor equino, lo que resignifica la mirada de la artista Cano, que una y otra vez con palabras filma las imágenes que brotan también de sus dedos en los planos que acomodan formas, colores: un brillante sentido de logros consumados por la también poeta.

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Los objetos dentro de las paredes que se erigen en formas que respiran, que se asocian unas con otras y le dan un paisaje a quien mira, donde se siente contemplativo, pero incluso a sus anchas en un mundo que habla por quien observa. El amor y sus cosas vuelan en el aleteo de las abejas, las vacas y la leche, se anclan con su suavidad ante los ojos atónitos y acostumbrados al mismo tiempo. Son naturalezas vivas y muertas, depende de cómo las veas y cómo las leas: la poeta ha logrado que palabras, figuras e imágenes se reproduzcan como en un cinematógrafo, así como las historias del pasado lejano se transmutan y se regeneran en los latidos de los poemas en prosa.

Se puede decir que existe un disfrute inmenso, intenso, porque cada descubrimiento nos ha llevado al goce, al asco, la seguridad de que el arte se ha fusionado con nosotros al leer y visitar el museo imaginario que se nos ha presentado en la lectura de este poemario de prosas vivientes u objetos que charlan con nosotros. En efecto, la Parcela blanca ha de ser el límite donde se monte la realidad para ir en pos de quienes pueden gozar de un buen trozo de la cotidianeidad.

Kenia Cano nació en la Ciudad de México en 1972, pero radica en Cuernavaca. Algunos de sus libros de poesía andan por la tierra, por el aire como Hojas de una sibarita indiscreta (1994), Tiempo de hojas (1995), Oración de pájaros (2004), Las aves de este día (2009, Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer), Un animal para los ojos (2009) y Diario de poemas incómodos, este último publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Autónoma de Querétaro en 2017. Ha sido parte de varias antologías nacionales, poemas suyos han sido traducidos al francés, al inglés y al rumano; asimismo, imparte talleres de poesía y de correspondencia entre poesía y artes visuales.

La poeta Kenia ha logrado que su nombre esté estrechamente vinculado con su entorno, con la plástica y las letras, fusionada con su andar armónico a través de los objetos con una mirada siempre acuciosa para desnudar de significado aquello que permanece oculto.

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Ramón Cuéllar Márquez

Nació en La Paz, en 1966. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Actualmente se desempeña en Comunicación del Instituto Sudcaliforniano de Cultura. Ha publicado los libros de poesía: “La prohibición del santo”, “Los cadáveres siguen allí”, “Observaciones y apuntes para desnudar la materia” y “Los poemas son para jugar”; las novelas “Volverá el silencio”, “Los cuerpos” e “Indagación a los cocodrilos”; de cuentos “Los círculos”; y de ensayos: “De varia estirpe”.

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