IMÁGENES: Cortesía
Tierra Incógnita (*)
Por Sealtiel Enciso Pérez
La Paz, Baja California Sur (BCS). Todas las tardes, Graciela prepara su mochila, llena su bote de agua, se pone su sombrero y su camiseta de manga larga para protegerse del sol que cae como plomo derretido en las hermosas playas de Cabo San Lucas, y sale decidida a cumplir con su vocación. Su misión es la misma desde hace 22 años: proteger y ayudar al mayor número de tortugas a que logren eclosionar e inicien sus primeros pasos en una vida que no es nada fácil, pero que arropadas por el cariño que Super Chelonia (como sus condiscípulos nombran cariñosamente a Graciela Tiburcio Pintos) les prodiga, tienen un poco más de oportunidades de llegar a ser adultas.
Graciela nació en el bello estado de Veracruz, es licenciada en Biología por parte de la Universidad Veracruzana y tiene dos grados de maestría: en Ciencias en Economía de los Recursos Naturales y en Ciencias Marinas y Costeras, con especial énfasis en el desarrollo sustentable de zonas costeras. También obtuvo el grado de Doctora en Ciencias Sociales: Desarrollo Sustentable y Globalización, por parte de la Universidad Autónoma de Baja California Sur.
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Cuando le pregunté que cuál era su profesión, entre risas me contestó: Pues la gente de cariño me llama “la bióloga de las tortugas”, así que supongo que esta es mi profesión. Pero ya un poco más seria comentó: Me oriento principalmente en el desarrollo sostenible aplicando un modelo de trabajo donde es importante que las comunidades sean integradas en los procesos de conservación con la finalidad de reducir la presión a los diferentes recursos naturales con las que conviven. Lo anterior basado en una multi-estrategia y con la premisa de que es necesario que las personas se encuentren bien para que sean capaces de proteger el medio ambiente y sus recursos naturales, asegurando la sustentabilidad de las acciones a largo plazo.
Al cuestionarla sobre por qué eligió la profesión de bióloga marina, me responde: Soy bióloga general, no bióloga marina (sólo para aclarar). A mi papá siempre le ha gustado acampar, viajar, la naturaleza; él viene de rancho, le gusta el monte pues, todo este gusto y pasión creo que lo heredé de él. Siempre estaba de chiquita esperando las vacaciones para poder irme al rancho con los abuelos donde había gallinas, caballos, borregos, etcétera. Semana Santa me encantaba, pues íbamos a acampar. Mis lecturas eran todas las enciclopedias de fauna que tiene mi papá. Mi mamá me dice que con mi primo “El Pollo”—que en paz descanse—, me pasaba horas viendo sus diapositivas submarinas y escuchándolo hablar de buceo, y que yo le decía que estudiaría biología.
Cuando le pregunté si tuvo mascotas, me comentó rápidamente: De mascotas tuve perros, gatos, tortugas, hasta un mapache llegué a meter a la casa, ese día casi me corre mi papá (se me escapó el mapache y se fue a dormir al baño, cuando mi papá entró, casi muere del susto). Y bueno, aquí estoy, con la única condición por parte de mi mamá que jamás lleve serpientes a la casa (les tiene fobia a esos bichos) —y vuelve a reír con esa risa franca y cristalina que la caracteriza.
Graciela —le pregunté—, ¿cuál ha sido la mayor satisfacción que has tenido en tu vocación de vida? Ella se queda pensativa y me responde: Estudiar biología y trabajar en ello. No hay nada más satisfactoria que trabajar en lo que te gusta. Te diviertes, no sientes que trabajas, el tiempo se te va volando y de paso te pagan, y vuelve a lanzar otra carcajada.
Cuando le pregunto cuál es el mayor reto al que se ha enfrentado, suspira y responde lentamente: Aguantar a ciertas personas impertinentes y no morir en el intento. He llegado a una edad en la que ya no me gusta discutir. Aunque no tengan la razón, se las doy. Ellos se sienten bien, yo se que son unos tontos y todos contentos. Su mirada se posa en el horizonte y momentáneamente sus facciones se vuelven duras, con coraje, pero sólo fue por un momento. Tras ese lapsus vuelve a sonreír.
Ya entrando en confianza le preguntó: ¿por qué decidiste venir a Baja California Sur?, y como si fuera una pregunta a la que estuviera acostumbrada a contestar, responde: Las tortugas me trajeron. Salió una convocatoria para trabajar de asistente de investigación por seis meses en un proyecto de tortugas, apliqué y me eligieron. Conocí a don Manuel Orantes con quien trabajé muchos años, un día me dio a comer ciruela de monte y luego me dijo, que el que las come, ya no se va de Baja California Sur. Y pues aquí sigo. Y como decía Don Manuel: Aquí me gustó para morirme.
Mientras hacía la entrevista, acompañé a Graciela Tiburcio en sus acostumbrados recorridos en busca de nidos de tortugas. Nos transportábamos en una motocicleta que hacía mucho ruido ya que no había dinero para darle mantenimiento y las llantas estaban tan gastadas que en cualquier momento se reventarían, sin embargo, el optimismo de Graciela es grande y sigue su tarea sin perturbarse. Durante el trayecto le pregunté, si pudiera pedir un deseo ¿cuál sería? Mi papá acaba de atravesar por cáncer, el cual bendito sea Dios libró. Pero conozco mucha gente que quiero mucho que está enfrentando esta terrible enfermedad. Si sumamos el COVID, todo lo anterior le dio una nueva perspectiva a mi vida y mis prioridades. En las mañanas, me levanto a ver las flores de mi jardín y a trabajar un ratito en con mis plantas y doy gracias por ese nuevo día, en el que se permite vivirlo con salud. En la noche me acuesto, dando las gracias por ese día que termina.
El único deseo sería salud para mí, mi hija, mi familia, amigos y todos aquellos que estén luchando contra una enfermedad. Mi familia y yo con salud, es mi mayor deseo. La salud no se puede comprar, puedes tener mucho dinero, pero hay enfermedades que no importa cuánto tengas, hay cosas que el dinero no puede comprar.
Mientras hacíamos una parada para que revisara un nido y fuera rescatando los huevos de tortuga para ponerlos a salvo, le pregunto ¿Qué personas son las que han marcado tu vida profesional y personal? Ella sigue realizando su meticulosa tarea en silencio, como meditando cada palabra que me dirá. Cuando concluye su misión y deja los huevos a buen recaudo, contesta: Todas las personas que pasan por nuestra vida tienen un motivo, algunas personas se quedan para toda la vida y otras solo por un corto tiempo. Creo que cada etapa de nuestra vida es marcada por alguien. Definitivamente mis padres marcaron mi vida, me dieron su ejemplo, valores y educación. Por otro lado, mi padre Mauro me enseñó a trabajar y mi mamá Graciela a llevar y administrar un hogar.
Mi hermana Patricia es parte medular de mi vida, es mi mejor amiga, mi confidente, mi cómplice en todas mis locuras, mi fortaleza, no entendería mi vida sin ella. El destino te puede dar hermanos, pero esto no significa, que ellos serán tus amigos. Yo me siento muy afortunada de que mi hermana sea mi mejor amiga.
Me siento bendecida porque tengo amigos increíbles que están siempre para disfrutar lo bueno y para capotear lo malo, sería muy egoísta dar nombres porque se me pasaría alguno. Todos ellos han aportado mucho y cada día soy una mejor persona.
Recuerdo con respeto al M. en C. Heriberto Contreras Pérez. Mi maestro en la universidad, mi director de tesis, mi mentor. De esos pocos maestros que dedican tiempo en formar alumnos. Dedicó muchos años de su vida en formarme, hasta la fecha lo hace. Siempre aprendo algo de él cuando estoy a su lado. A la M. en C. Raquel Briseño Dueñas. Un ser profesional, educada, sabe lidiar con mis emociones, crecer ante las dificultades. No se pierde. Se gana o se aprende. don Manuel Orantes Murillo, me enseñó que no importa la incapacidad física que tengas o si eres adulto mayor. Uno, si quiere, puede seguir adelante y trabajar en lo que amas. Mi hija Dian G. González Tiburcio, desde que nació, todo cobró un nuevo sentido, todas mis experiencias, se volvieron nuevas a su lado. No tengo como expresar cómo cambió mi vida, desde que nació nunca volví a ser la misma y en cada etapa que vivimos aprendemos mucho uno de la otra. No hay manuales que expliquen cómo ser padres, pero ella me está enseñando a ser la mejor mamá.
Ya de regreso al campamento donde resguarda a sus queridas tortuguitas aún en proceso de formación, aprovecho para preguntarle ¿Quiénes son las personas que te apoyan cotidianamente en tus actividades de protección a la fauna sudcaliforniana? Empezando por mi hija que anda conmigo desde los 12 días de nacida en campo, desde entonces me apoya en todas mis ideas y locuras. Siempre le agradeceré que me acompañe, pero más aún que soporte mis largas ausencias. Mis compañeros de trabajo Pedro, Rafael, Iván, Juan Carlos, Pepillo, Neto y Don Luis. Son algo así como caballeros de armadura en defensa de las tortugas marinas y otras especies. Mi compadre el Tacho que creyó en mí desde el inicio y nunca ha dejado de apoyar el programa desde sus trincheras. Todos mis Amigos, siempre presentes para lo que se ofrezca, solo en espera de que yo diga “rana” para empezar a brincar. Mis comadres Iris e Irma que me apoyaron muchísimo cuando mi hija estaba pequeñita y ellas la cuidaban para que yo pudiera salir a trabajar o viajar. La Red para Protección de la Tortuga Marina, sin ellos, la conservación de las tortugas marinas no tendría sentido y no sería una realidad hoy en día.
¿Cuál es tu opinión sobre el estado en que se encuentra la protección a las tortugas y demás especies en el municipio de Los Cabos? Piensa un poco la respuesta y firme mente responde: Como dicen los biólogos: “depende de la especie” —y suelta una sonora carcajada, de esas que te invitan a replicarla y sentir que con ello los malos momentos desaparecen, Si hablamos en general, muy buena, cada vez la gente más consciente de su presencia y el impacto que cada uno de nosotros desarrollamos. Empresas más involucradas en temas ambientales y desarrollo sustentable. En lo particular, la tortuga golfina se está recuperando muy bien, cada vez más y más golfinas visitando nuestras costas. La prieta sigue presentando anidaciones que van al alza.
Desafortunadamente, para la tortuga laúd, todo es en caída libre, parece que no habrá reversa y se está repitiendo la historia de la vaquita marina. Al hacer este último comentario, su mirada se vuelve para otra parte, tal vez para que no vea cómo sus ojos se llenan de lágrimas.
Aprovecho ese momento para preguntarle cómo le gustaría ser recordada. Ante esta pregunta tan sorpresiva, me dice Ay chamaco, tú y tus preguntas, la voz se le quiebra y prefiere callar un buen rato, agarra su botella de agua y toma un largo trago, después comenta con voz queda: Yo solo quiero que mi hija, mis nietos, bisnietos, etcétera, me recuerden como una buena persona, honrada, entregada, quien siempre trabajó duro por lo que deseaba.
Graciela, ¿cuál sería tu legado? Una red de protección de tortugas marinas que no tenga jerarquías. La cual sea un tejido entre iguales. A esta Red no es la exigencia la que la soporta, tampoco la obligatoriedad, ni el beneficio material y mucho menos la condición social. Esta Red es soportada por los juicios de valor que nos proporcionan el pleno convencimiento de que sólo a través del trabajo en conjunto se ha logrado llevar a cabo tareas que nunca se hubieran realizado de manera individual, Un legado importante de esta Red es recordar a los que pertenecen a ella, no están solos.
Hasta el momento llevamos más de 4 millones de tortuguitas liberadas; 13 mil personas que han participado en liberaciones dentro de nuestro taller de educación ambiental; 13 mil quinientas personas capacitadas para la conservación de tortugas marinas que representan más de 75 instituciones, la gran mayoría de ellas hoteles. Esperemos que el legado siga en aumento.
Finalmente, le pedí que me dijera unas palabras para cerrar esta hermosa entrevista: Solo concluyo: No sólo tenemos que dejar un mejor planeta a las futuras generaciones, también tenemos que trabajar para dejar mejores personas a este planeta. Gracias por la oportunidad de reflexionar y llorar un rato. En retrospectiva puedo decirte que fue un bonito ejercicio que disfruté mucho. Eché mucho rollo, así que recórtalo cuanto puedas, y de nuevo vuelve a soltar una sonora carcajada.
Nos despedimos de Graciela, de sus amadas tortugas y de las personas que día con día la acompañan en esta aventura que más que salvar a estas especies es una aventura de amor y compromiso con Sudcalifornia. La dejamos haciendo lo que más disfruta y siendo la mujer más feliz con lo que hace. Nos invitó a regresar para la liberación de más tortuguitas, ojalá podamos acudir con Súper Chelonia y disfrutar una vez más de su compañía, de su arte-ciencia, pero sobre todo de su alegría que contagia.
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(*) Esta publicación obtuvo Mención Honorífica en el Premio Estatal de Periodismo 2021 “Mtro. Jesús Chávez Jiménez”, en el género “Entrevista”.
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