El hoyo: de cine de culto a “la película de la cuarentena”

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Kinetoscopio

Por Alejandro Aguirre Riveros

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El cine minimalista de ciencia ficción donde todo pasa en un solo espacio confinado se ha vuelto un género en sí mismo: “El Cubo”, “El círculo”, “El examen”, “La habitación de Fermat”. Cintas que con una gran inventiva logran traspasar con éxito uno de los mayores retos cinematográficos: contar una historia con pocas locaciones o incluso en ocasiones con una sola. Se trata de una quimera entre la dramaturgia, el más exquisito lenguaje cinematográfico y las emociones que acompañan a un estilo de thriller que raya en lo claustrofóbico: suspenso, emoción, sorpresa, anticipación y ansiedad.

A esta suerte de películas corresponde la ópera prima del director y publicista español Galder Gaztelu-Urrutia: El hoyo. Una producción que en un tiempo récord ha logrado ganarse la etiqueta de “película de culto” y que, incluso, a escasos días de su estreno, se ha convertido en la cinta española más vista en Netflix dentro de los Estados Unidos. Aunque gran parte de este logro se debe a que su temática encaja perfectamente con el aislamiento que ha acompañado a la reciente crisis por el COVID-19, convirtiéndose así popularmente en “la película de la cuarentena”.

 

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La trama sigue a Goreng, quien despierta en una extraña torre/prisión atravesada por un agujero por donde desciende una plataforma con la comida que han dejado los inquilinos de los niveles superiores. Trimagasi, su compañero de piso, lo instruye en las reglas de aquel misterioso experimento social: dos personas por nivel y un número desconocido de niveles. La meta es sobrevivir durante un largo mes antes de ser reubicado aleatoriamente en un nivel diferente: si subes sobrevives y si bajas te mueres de hambre.

Se trata de una narrativa que aglomera la sátira, el terror y la violencia a través de un diseño de producción que recuerda a lo más surreal y grotesco de Luis Buñuel. Una historia con diálogos deslumbrantes y personajes que cautivan desde el primer momento, para otorgarnos el mismo efecto de angustia sosegada que nos podría brindar un híbrido entre “Esperando a Godot” y “El silencios de los inocentes”. En general, se trata de una experiencia audiovisual que no deja al espectador indiferente sino que, hasta cierto punto, lo invita a ser parte activa de la experiencia al obligarlo a involucrarse en la búsqueda de respuestas para las constantes intrigas metafóricas que se van abriendo conforme la trama avanza.

Destaca el guión de David Desola (Almacenados, Hasta el último trago) y la fotografía precisa de Jon D. Domínguez (Fe de etarras, El ataúd de cristal). No por nada la cinta fue premiada con el premio del público en el festival de cine de Toronto y como la mejor película en Stiges. Además de ser nominada a tres premios Goya y haber obtenido uno por sus efectos especiales.

En definitiva, gracias a un excelente trabajo de guión y una soberbia puesta en escena la cinta logra proponer una mirada crítica y existencialista a la condición humana. A través de una mezcla entre cine de terror y ciencia ficción subraya la fragilidad de un sistema sociopolítico basado en la desigualdad y el individualismo. Sin embargo, su verdadero efecto catártico se amplifica bajo la luz de la actual pandemia que azota al mundo. Porque no hay nada más angustiante, y liberador a la vez, que mirar El hoyo encerrado en casa, sin poder salir, amenazados por un virus que amenaza con colapsar los sistemas de salud, sabiendo que la más grande crisis económica nos aguarda a la vuelta de la esquina y que, allá afuera, la gente en los supermercados lucha ferozmente por agandallar la mayor cantidad de papel de baño.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

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Alejandro Aguirre Riveros

Originario de la Ciudad de México (30 de junio de 1985). Licenciado en Ciencias de la Comunicación por el ITESO. Ganó el premio al Mejor Documental en la Semana Municipal de Video de Guadalajara, obtuvo el primer lugar en la categoría Fotografía del Festival Universitario de la Comunicación y dirigió un corto experimental seleccionado por el Festival de Arte Chroma y el Tijuana Freakfilm Festival. Al egresar trabajó como videoasta y fotógrafo hasta que una enfermedad autoinmune devoró la superficie de sus ojos obligándolo a volcar su creatividad en la literatura. Premio Estatal de Cuento Ciudad de La Paz 2015 y finalista del Primer Torneo de Guión de Escribe Cine A. C. Actualmente dirige el taller de guión cinematográfico del Instituto Sudcaliforniano de Cultura.

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